Bueno, aquí está el siguiente capítulo. He estado ocupado, y por eso no lo he hecho antes. Pero bueno, aquí está. Disfrutadlo.
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Capítulo 4: Ponyville
Llevaba esperando cuarenta minutos. Cuarenta eternos minutos, para ser más exactos. No me aburría tanto desde el día en el que vinieron mis primos a pasar un fin de semana en la que ya no era mi casa. Por lástima, nunca olvidaré ese finde. Estábamos todos juntos, en el salón, hablando de cosas que a nadie le importaba y poniendo sonrisas forzadas. Fue horrible. Como estos últimos cuarenta minutos. Como no tenía nada que hacer, ni tampoco wi-fi en el portátil, lo único que podía hacer era pensar sobre lo que estaba a punto de hacer.
“Todavía puedes retroceder, Rightful” decía una parte de mi cerebro. “Ya casi estamos, Rightful. Vámonos de Pijolandia” decía otra parte de mi cerebro, sin pelos en la lengua. Nunca me había gustado pensar ese tipo de cosas. “Pijolandia”. Son el tipo de palabras que mi mente siempre había evitado, pero por algún motivo ahora la decía hasta con ganas, aunque la otra parte de mi cerebro (la que se quería quedar) me hacía sentir mal por ello. Voy a echar de menos a algunos ponies de Canterlot… no muchos, pero alguno sí. Como mis abuelos, que, a diferencia de mis padres, siempre me han estado apoyando. Me siento mal por abandonarlos así. Me habría gustado despedirme, pero no puedo tomar riesgos. En cuanto al resto de ponies… bueno, están los dependientes de la tienda de bromas (que son súper graciosos y amistosos) y nadie más, realmente. Si alguna vez vuelvo a pasar por aquí, pasaré por “Sortilegios del Pony Travieso” sólo para saludarles. Y de paso, a ver si me regalan alguno de sus nuevos artículos, como cuando era pequeño. Aunque ya no me van tanto esas cosas.
Es duro comenzar una nueva vida, en especial si es de forma tan brusca. Aunque llevo planeando esto un mes (o por lo menos todo lo que podía planearse con mi cabeza hueca) no significa que vaya a ser fácil. En especial si es el único lugar que has visto realmente en toda tu vida. Nunca me he ido de vacaciones con mis padres, porque nunca les ha gustado visitar otros sitios. Solamente he visto otro sitio ajeno a Canterlot, y ese lugar era la ciudad de Manehattan. Fue porque mi padre necesitaba una herramienta especial que no vendían en Canterlot, y tuvimos que ir allí. Nunca más me he movido de Canterlot.
Tantas cosas dejadas atrás… buenas y malas. Pronto el día a día sería un recuerdo, nada más. Mi casa, mi barrio, mi rutina diaria… todo sería un recuerdo. Pero eso es bueno, porque cambiar es bueno. Y éste probablemente será el mayor cambio que haré en mi vida, y espero que sera para bien. Pronto estaré subido en ese tren, echándome una cabezadita en uno de sus cientos de asientos, y eso ahora mismo, este preciso momento con el bostezo que acabo de pegar, es lo más importante.
Eran las cuatro y diez, y el tren acababa de llegar.
-¡PASAJEROS A BORDO! -Gritó un pony gris tirando a dorado, con una campana. -¡TENEMOS UN LARGO VIAJE POR DELANTE! O mejor dicho corto… ¡JEJE! ¡Los Alta Velocidad Equestre son los más rápidos sobre las vías! ¡Más que los Wondervolts! (…) Ains… cómo odio mi trabajo… a veces.
Era una máquina de color blanco, con líneas azul celeste a los lados. En un lateral de la locomotora ponía “WonderEngine V3”, y un montón de números más sin ninguna importancia transcendental. Cuando el humo provocado por los frenos cesó y pude ver la puerta, entré.
Era un vagón bastante grande. Tenía dos filas de asientos (uno a cada lado), distribuidos de distintas formas. Decidí ponerme en un sitio de la derecha que tenía seis asientos y una mesa, porque pensé que podría tumbarme allí con suerte. Además, la mesa me venía de lujo para dejar mis cosas en ella.
“Ahora, sólo duerme” me dije a mí mismo. “Cierra los ojos, y duerme. Cierra los ojos… y duerme. Cierra los ojos… y duerm…”
-¡ESTÁ AQUÍ! ¡VUESTRO HIJO ESTÁ AQUÍ! -Gritó el pony gris dorado. -¡ESTÁ EN EL VAGÓN CUATRO! ¡ESTÁ EN EL VAGÓN CUATRO!
-¡¿QUÉ?! ¡¿QUÉ ESTÁ PASANDO?! –Dije yo, algo aturdido.
-¡HIJO! ¡VUELVE AQUÍ! –Dijo mi madre -¡ESTÁS CASTIGADO SIN SALIR DIEZ AÑOS! ¡Y SIN ORDENADOR! ¡Y SIN DORMITORIO! ¡Y SIN NADA! ¡ERES UNA DESGRACIA!
-No… NO… ¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!
-Chico, ¿qué te pasa? –Dijo el pony de antes
-¿Q-qué..? –Dije yo, tras un gran bostezo. Estaba tumbado en los asientos, sudando. Mi corazón latía muy rápido, como si hubiera estado corriendo una maratón.
-¿Has tenido una pesadilla, chico? –Arqueó la ceja expresando curiosidad y preocupación.
-Eh… mis padres… usted… ordenador… zapatila… -Balbuceaba. No sabía lo que decía.
-Bueno, tranquilo. Golden Silver está aquí para protegerte, y ninguna madre con una zapatilla de va a dar. –Echó una carcajada, en tono de burla y fraternal
-Eh… yo…
-Tranquilo chico, lo sé todo. Me lo contó el bueno de Wonderful.
-Pero... entonces… usted…
-Que te tranquilices, sé lo que estás pensando. Tranquilo, tu secreto está a salvo conmigo. Escúchame…
En ese momento, mi respiración y mis latidos volvieron a ser normales. Dejé de sudar tanto, y empecé a notar el fresquito aire acondicionado (que antes no notaba).
-Hace mucho, mucho tiempo, como unos cuarenta años o así… -decía Golden -…estaba en tu misma situación. Yo era un pony de tierra, de toda la vida, y vivía en una granja de plátanos.
-¡¿Plátanos?! Están asquerosos.
-Gracias… -Dijo Golden con un tono un poco sarcástico.
-Esto… perdón.
-¡jajaja! Era broma chico, a mí tampoco me gustaban. De hecho, los odiaba, y los sigo odiando.
-Ah, ya me parecía a mí.
-Sí… de hecho, no conozco a ningún pony que les guste. Sólo a mis padres. –Dijo Golden. –De hecho, les encantaban los plátanos, y querían hacer un negocio de esa mierda amarilla. Y claro, andaban faltos de personal… y me querían a mí para cuidar de las palmeras. Pero yo ODIABA los plátanos y cualquier cosa relacionada con la agricultura. ¿Sabes qué me gustaba? –Me preguntó con tono desafiante, como una pregunta del trivial.
-Enm… ¿Talar árboles? –No tenía ni idea de qué podría ser. La verdad es que en mi vida había visto pocos ponies de tierra, porque la mayoría habitaban en el campo.
-No, chico –Dijo entre risitas- -Lo que a mí me gustaba era la minería –se quitó el traje de empleado y me mostró su cutie mark. Era un pico, bastante bonito, por cierto. No era un pico normal y corriente, sino que el palo estaba tallado. En el palo se podían apreciar distintos lingotes, unos más grandes y otros más pequeños. La parte metálica del pico también tenía decoraciones a los lados, de líneas geométricas muy bonitas, si se me permite decir.
-Vaya… no se me había ocurrido –Reconocí yo. -¿Y qué picabas? ¿Piedras? Conozco una “granja de piedras• que…
-No, no no no no… -Me cortó la frase, haciendo un signo de negación con su cara. –Yo picaba oro, y plata. Fui el primer minero en Equestria que creó el método industrial que tenemos ahora para obtener tantos metales, para hacer, por ejemplo, todas esas armaduras de oro y plata –Dijo, dándose aires.
“Y pensar que casi me fuerzan a llevar permanentemente una de esas…” pensé con rabia. Aunque por otro lado resultaba fascinante. Hasta hace treinta años, era impensable tener tanto oro y plata en Equestria, por lo que sabía.
-Cambié el mundo con mi invento –dijo, dándose más aires. -¿Y sabes cómo lo conseguí? Haciendo lo que tú estás haciendo ahora mismo.
-Vaya… increíble. –Me quedé fascinado. Eso significaba que realmente tenía oportunidades, como suponía realmente. Pero esto lo confirmaba aún más.
-Por eso te doy ánimos y suerte con tu viaje, aunque te recomiendo especialmente una cosa: Sé más planificador. En fin, mira lo que llevas para tu viaje –Señaló la mesa, en la que se encontraba un saco chiquitín. –Dime chico, ¿acaso llevas ropa por si hace frío?
-Bueno… tengo mi chaqueta… -dije, con un poco de vergüenza.
-¿Acaso tienes idea de dónde vas a vivir en Ponyville? –Dijo, sin más, exagerando un poco el tono.
-No… pero supongo que no habrá problema en encontrar alguna casa en alquiler…
-Bueno, pues estás equivocado. –Dijo, con un tono seco. –A ver, hijo mío, Ponyville es un pueblo. No es como Canterlot, que hay viviendas de sobra, y pisos en alquiler por doquier. Allí hay las casas justas. –Declaró Golden.
-Entonces… ¿qué hago? –Lo dije con un poco de preocupación.
-Pues a vivir bajo un periódico, amigo.
-¿¡QUÉ!? –Mi preocupación ascendió considerablemente. ¿Dónde iba a vivir? ¿Dónde iba a trabajar? ¿Dónde iba a pasar las frías noches de tormenta? Empezaba con el pie izquierdo mi aventura…
-¡Era broma, tranquilo! –Dijo riéndose un poco. La verdad, es que no me hizo nada de gracia. –Tienes suerte, chico. Conozco una chica de Appleloosa que tiene una casa en Ponyville, y no la usa casi nunca. Podría llamarla diciéndola que a ver si te puedes quedar un tiempo, a cambio de dinero, por supuesto. Son gente de negocios –Dijo entre otras pocas risillas.
-¡WOW! ¡ESO SERÍA GENIAL! –Dije yo.
-Lo sé, son ventajas de trabajar de revisor en un tren… ejem. –Dijo, quitándose el polvo de su uniforme. La verdad es que me pregunto cómo demonios habrá acabado aquí de maquinista, pero no quería marearle con preguntas y cambiar de tema ahora. –Es una chica muy maja, dudo que tenga problemas. Se lo diré mediante mensaje instantáneo.
¡CHIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIN!
Mis tímpanos casi explotaron. Habíamos llegado a Ponyville.
-Si me disculpas un momento… -carraspeó. -¡HEMOS LLEGADO! ¡SALGAN EN ORDEN, POR FAVOR!
-Pero si estoy yo solo… -Dije yo.
-Cierra el pico. En este trabajo pagan más cuanto más grites y entusiasmo pongas. Ahora, baja. Nos vemos a la salida de la estación.
-¡vale! ¡Muchas gracias! –Dije con una sonrisa.
-¡SHHH! Aquí al que pagan por gritar es a mí. –Dijo Golden con una sonrisa.
Bajé por la puerta, y pisé el suelo. Oficialmente estaba en Ponyville. La fresca brisa de la noche se deslizaba por mi cuerpo. Por fin había llegado aquí. El lugar donde mis padres no me encontrarían. El lugar donde sería uno más, y a nadie le importaría a que me dedicaría o qué haría. Era perfecto. Por otro lado, un halo de nostalgia me golpeó, y me hizo sentir indefenso. Era una sensación similar a cuando, de pequeño, te pierdes y no sabes dónde están tus padres. Como me pasó en Manehattan, cuando vi ese contenedor moviéndose, y los perdí de vista. Tus entes protectoras, eliminadores de monstruos del armario, que te cuidaban y darían tu vida por ti. “Oh dios mío… perdonadme, por favor…” pensé. Pero luego, me di cuenta de que eran ellos quienes debían pedirme perdón, y mi lado feliz eliminó al melancólico. “Adiós, mamá y papá. Ya nos veremos en otra ocasión, cuando triunfe.” Y con estas palabras, salí de la estación para esperar a Golden.
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Y este ha sido el capítulo de hoy. Siento la tardanza, pero esque he estado ocupado, como he dicho anteriormente. He estado trabajando en el servidor de Garry's Mod etcétera, pero por fin he podido hacer el capítulo. He querido ampliar un poco el viaje, porque creo que será beneficioso para la trama. En el próximo capítulo veremos cómo le va a Rightful en Ponyvile... jeje.