AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][cap16]

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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor McDohl » 03 Feb 2015, 00:46

De nuevo consigues que le acabe pillando manía a los personajes "burocráticos" como Solnes :sisi1: Y no pensaba que Asurnix fuese a dar mas juego, me sorprende gratamente que sea así :D
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor Volgrand » 03 Feb 2015, 01:01

McDohl escribió en 03 Feb 2015, 00:46:De nuevo consigues que le acabe pillando manía a los personajes "burocráticos" como Solnes :sisi1: Y no pensaba que Asurnix fuese a dar mas juego, me sorprende gratamente que sea así :D


Sinceramente, yo tampoco lo esperaba :D. No tenía pensado que Asunrix siguiera interveniendo en la historia, pero al escribirlo me salió así. Ya sabes, ese momento en que tus personajes te pegan una colleja y te dicen "¿Te crees que me voy a quedar quieto ahora?".

AHora mismo no tengo demasiado claro qué va a pasar con Asunrix, pero algo está claro: Si no sale de nuevo no me lo perdonará en la vida :D.

Gracias por los comentarios chicos!
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor agustin47 » 03 Feb 2015, 10:48

Caótico neutral incoming
Los milagros no son gratuitos.

La ignorancia a veces puede significar felicidad, y en este caso, la nuestra resulta ser una verdadera bendición.


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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor Volgrand » 03 Feb 2015, 18:02

agustin47 escribió en 03 Feb 2015, 10:48:Caótico neutral incoming


Personalmente, la clasificación de alineamientos de D&D se queda corta para definir los actos de una persona. ¿Cómo defines, por ejemplo, a un asesino capaz de hacer lo que sea y matar a quien sea para evitar una guerra que causaría miles de muertes? Objetivo no bueno, Elevado, pero de métodos malvados. ¿Cómo defines eso con solo seis alineamientos?

En mi opinión, Asunrix era un Legal neutral, un patriota a saco. Una vez decide abandonar su juramento, se pasa a un neutral neutral. Pero ya te digo que me parece algo demasiado simplón.
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor agustin47 » 03 Feb 2015, 21:31

Ya, bueno, es obvio, solo era un chiste :qmeparto:
Los milagros no son gratuitos.

La ignorancia a veces puede significar felicidad, y en este caso, la nuestra resulta ser una verdadera bendición.


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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor Sr_Atomo » 03 Feb 2015, 22:32

Encantarme es decir poco... me ha maravillado enormemente este capítulo, Volgrand.

Esperando con ansias la siguiente parte :)
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Échale un vistazo a mi fanfic "Parallel Stories" y opina.
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor Volgrand » 19 Mar 2015, 19:39

ADVERTENCIA: La primera parte de este capítulo podría herir mentes sensibles.

CAPÍTULO 9: "Lecciones del pasado"

Spoiler:
El rítmico goteo sobre un charco de agua oculto en la oscuridad de las catacumbas fue eclipsado por el desgarrador grito de clemencia de un lobo, al cual le siguió el tintineo metálico de unas cadenas cuando la hembra asida a estas intentó liberarse con todas sus fuerzas.

La joven loba, cuyo cuerpo mostraba múltiples heridas y hematomas causados por las torturas y abusos a los que había sido sometida, miró alrededor con el rostro truncado por el terror. Jadeaba agudos gemidos con cada respiración, dos surcos de lágrimas se habían formado en la suciedad de su cara; sus patas traseras eran libres pero, con el cuello amarrado a una cadena que colgaba de la pared, no le servían de nada. De hecho, tan corta era la atadura que no la permitía siquiera tumbarse en el suelo.

Un nuevo grito cruzó la estancia a través de la puerta que la cerraba. Mujâhid, así se llamaba el macho, amigo suyo de toda la vida, y era el último que sería asesinado antes de que vinieran a por ella. Así había sido con los otros cuatro. Trató de mover las garras delanteras, pero estas estaban firmemente encadenadas entre si, y el collar de metal en torno a su cuello no mostró cambio alguno que la permitiera aflojarlo; sus patas estaban doloridas y, en torno a los grilletes, grandes ampollas se abrían. Durante días se había desesperado por el dolor de las mismas pero, en esos momentos, el mismo se había acallado por su instinto de supervivencia.

Los gritos de Mujâhid se fueron apagando poco a poco, a lo largo de un lento minuto. Las súplicas se convirtieron en llantos de dolor, estos en quedos gruñidos y, finalmente, llegó el silencio. La loba supo lo que eso significaba, había ocurrido con todos sus compañeros antes. Volvió a luchar con todas sus fuerzas, haciendo que sus heridas se abrieran una vez más y formaran un camino de sangre sobre su pelaje marrón; escuchó voces y movimiento al otro lado de la puerta, un golpe sordo y amortiguado, como si hubieran arrojado un saco al pavimento. Alguien se acercó a la puerta y metió una llave en la cerradura.

—¡No! ¡No por favor, no lo hagáis!

De nada sirvieron sus súplicas: un unicornio y un poni de tierra se acercaron a la prisionera; la loba primero se alejó pero, cuando el poni terrestre desató el amarre de su cuello, se lanzó contra él, garras por delante, luchando por su vida. El unicornio respondió al segundo, rodeándola con un aura oscura e inmovilizándola en el aire. Su compañero se revolvió y coceó violentamente a la prisionera en el vientre; esta tosió sangre y, cuando la magia la liberó, cayó al suelo luchando por seguir respirando por encima del incapacitante dolor.

—Pórtate bien, mortal, y será más rápido.

La malherida joven sintió cómo la levantaban, ignorando sus débiles esfuerzos por impedirlo. Entró en una nueva estancia, que a duras penas recordaba de cuando la trajeron al calabozo, del cual no había salido en ningún momento desde su secuestro. Había símbolos tallados en el suelo y el techo, y algo que parecía un altar en el centro de un pentagrama. Había un olor que hizo que se activaran por igual sus instintos de cazadora y los de supervivencia; un olor que, aunque había sentido anteriormente, en esta ocasión venía acompañado por una sensación mágica de terror.

Olía a sangre.

Apreció que, en una esquina, había varios bultos apilados; cuando reconoció una mandíbula desencajada en uno de los mismos, gritó e intentó saltar de la espalda de poni que la llevaba. Sin embargo, una garra se cerró en torno a su cuello, levantándola en el aire como si fuera una muñeca. Frente a ella apareció un grifo de ojos rojos y plumas negras, el mismo que había dirigido las torturas de aquel culto de psicópatas. Sin esfuerzo alguno la llevó hasta el altar del centro de la estancia y la colocó sobre el mismo, sujetándola hasta que alguien afianzó las cadenas de sus grilletes en esquinas opuestas del mismo. Pudo sentir el pelaje de su espalda empaparse con la sangre todavía tibia de Mujâhid.

—¡No, por favor! ¡Por favor, haré lo que queráis!

Alrededor de diez figuras formaron un círculo a su alrededor: ponis, grifos y lobos por igual. Todas ellas iban cubiertas por túnicas marrones y empezaron a cantar una oración en un idioma desconocido para ella. Pero, a pesar de ello, cada sílaba, cada cántico, la horrorizaba, como si estos fueran un insulto contra la divinidad en si misma. La hembra se combó hacia adelante, tirando con sus cuatro extremidades con todas sus fuerzas, tratando en vano de romper las ataduras. Una vez más suplicó por su vida, a medida que los cánticos crecían en intensidad. Hubo un movimiento demasiado cerca de su cara y, por puro instinto, lanzó una dentellada hacia el mismo. Erró en su ataque, y la garra del grifo se cerró en torno a su garganta, obligándola a mirar a sus ojos antinaturalmente rojos.

—¿Quieres vivir, loba? —le preguntó el grifo en lobo.
—¡Sí, por favor, sí! ¡Haré lo que quieras, lo que quieras!
—¿Jurarías servir al Señor de las Sombras?
—¡Lo juro, juro lealtad! —gritó ella, con un deje de esperanza en su voz—. Haré lo que haga falta, por favor...

El grifo sonrió y retrocedió un par de pasos. La loba sintió su sangre helarse cuando lo vio sacar de entre los pliegues de su túnica una elaborada daga manchada de sangre.

—Entonces lo servirás con tu muerte.
—¡No, por favor!

La hembra no dejó de gritar en ningún momento, pidiendo clemencia y socorro, mientras el culto diabolista ejecutaba el ritual. La magia del Tártaro se hizo presente, distorsionando la realidad en torno a la elegida para el sacrificio. Como el calor distorsiona la luz, la sala y los cultistas se difuminaron ligeramente ante sus ojos; voces que no procedían de ninguno de los presentes sonaron débilmente en sus oídos, saboreando su próximo festín. Las runas del círculo se iluminaron con llamas al principio pero, tras unos segundos, como si de agua se tratara, un río de sombras las cubrieron, dejando la sala en la penumbra.

El líder cultista levantó la daga ante la aterrorizada loba, mientras las sombras tomaban la misma.

—¡Señor de las Sombras, acepta el alma de esta mortal, que su vida te proporcione el poder para regresar a este mundo!
—¡No lo hagas, por favor!

El grito de la loba siguió a la primera puñalada que le propinaron, la cual fue seguida de muchas otras; todas ellas pensadas para no causar heridas mortales, y dejar que el sacrificio se desangrara rápidamente. La sangre de la hembra cayó en torno al altar, recorriendo una serie de canales tallados en la piedra que la dirigieron, como un río rojizo, hasta las runas que formaban el círculo en sí. A medida que el líquido vital hacía contacto con las mismas, estas brillaron una luz blanquecina, que indicaba que el demonio al que servía el culto se estaba alimentando el alma del sacrificio.

El último aliento de vida fue exhalado por la loba. La magia todavía duró unos segundos más, antes de apagarse poco a poco. Los cultistas guardaron silencio, esperando las instrucciones de su líder.

—El señor de las Sombras nos recompensará por estos sacrificios, hermanos —exclamó el grifo ceremoniosamente—. Dos machos y cuatro hembras, torturados hasta que aceptaron cualquier cosa que les ordenáramos, voluntades quebradas que alimentarán el poder de nuestro señor. ¡El día de su retorno se acerca, y nosotros seremos sus generales, tanto en este mundo como en el Tártaro!
—¡Salve! —corearon los cultistas.
—Recogedlo todo, debemos irnos.

Todos los presentes cumplieron la orden, dirigiéndose a varias salas contiguas a recoger los enseres del culto. El gran grifo iba a hacer lo propio cuando sus agudos sentidos lo alertaron de un sonido metálico. Se giró hacia la entrada de las catacumbas, donde podía ver a los dos vigías poni en pie, inmóviles en sus posiciones.

—¡Eh, vosotros! ¿Habéis visto algo?

El líder cultista sintió que algo le rozaba una garra; en el suelo vio una pequeña bola de madera y metal que humeaba ligeramente. Cuando volvió a mirar a la entrada, los dos ponis cayeron al suelo y, tras ellos, otra figura se alzaba. Alas membranosas como las de los dragones, grandes orejas puntiagudas, melena marrón cruzada por una franja rosa, el mismo color que brillaba en sus fríos ojos de cazador.

—¡ALARMA! ¡NOS ATACAN!

Fue entonces cuando varias bombas de humo detonaron en toda la estancia. El grifo llegó a apreciar los brillantes ojos de la cazadora batpony antes de que esta los cerrara para guiarse únicamente por su agudo oído, como los murciélagos. Los cultistas empezaron a gritar órdenes a ciegas, buscando de la misma forma a la poni que los atacaba. No pasaron más que unos segundos antes de que se escuchara el inconfundible sonido del metal clavándose en carne, seguido de un quejido sanguinolento. El grifo negro se dirigió a la fuente del mismo, pero solo logró tropezar con el cadáver de uno de los diabolistas.

Hubo entonces un nuevo grito de dolor... en la esquina opuesta de la sala. Sabiendo que no tenía posibilidades si seguía jugando en el terreno de la cazadora, voló rápidamente hasta un pequeño círculo de runas tallado en un extremo del pentagrama principal.

—¡Invocadlo, invocadlo ahora!

Otros dos cultistas se unieron a su líder para hacer una rápida invocación, a medida que sus compañeros morían a su alrededor. Un pentagrama de fuego se formó entre los tres invocadores, superponiéndose al círculo ritual, y la magia demoníaca manó a través del mismo, saturando las mentes de los presentes con el poder antinatural del Tártaro. El fuego creció en tamaño e intensidad y se condensó en una bola que empezó a adquirir una forma vagamente cuadrúpeda. El grifo, jadeando por el esfuerzo, retrocedió y gritó:

—¡Vamos, tenemos que reagruparnos!

Hubo una apresurada huida a través de las catacumbas, sin preocuparse en tratar de ayudar a sus hermanos caídos. Cuando el último cultista que no pudo huir abandonó el mundo de los vivos, un tremendo rugido se escuchó. Las llamas surgieron de la boca del demonio recién invocado, cubriendo la mayor parte de la sala del ritual, tratando de alcanzar a la batpony a ciegas.

El intenso calor provocó que el humo de las bombas se consumiera, revelando la sala de nuevo. El gran demonio, un caótico cruce entre un tigre y un dragón, se interponía ante la salida que habían escogido los diabolistas para huir. La sala estaba iluminada por las llamas que habían prendido en varios puntos de la misma, revelando a la cazadora que había asesinado a los cultistas que yacían en el suelo: su pelaje azul claro tenía unas pocas manchas de sangre ajena; sus cuchillas, plegadas en dos ingeniosos resortes asidos a sus patas delanteras, estaban cubiertas por el mismo líquido. Rise Love, la agente de la guardia Lunar enviada por Luna tras la pista de Dark Art, miró al demonio de la destrucción que se alzaba ante ella. Sus ojos brillaban con la determinación de un depredador, mientras estudiaban a la monstruosidad que se interponía entre ella y sus presas. El cuadrúpedo diablo volvió a rugir, gesto que Rise Love le devolvió como un bufido similar al de un gato furioso.

La cacería no había hecho más que empezar.

**·-----·-----·-----**


“Esta es la historia de Sweetie Grauj y los lobos invernales, de cómo sobrevivió a las fatas negras y se convirtió en loba. Esta también es la conclusión de Star Whistle y de la líder de los lobos invernales, del amor que las unió y de la...”

Tres golpes secos en la puerta de sus aposentos sacaron a Luna de la lectura en la que se hallaba inmersa: Hermanas de la tormenta. Podía entender que, aunque no fuese una obra espectacularmente buena, su historia fuese contada por toda Equestria. Aún así, a ella la había enganchado desde el principio, habiéndola tenido leyendo durante toda la noche sin descanso. De hecho, faltaba poco para el amanecer.

Ligeramente azorada, se levantó del lecho y se encaró a la puerta antes de gritar “adelante”, esta vez sin usar la voz real de Canterlot. Al instante la puerta fue abierta, dando paso a la cabo Midnight Blossom. La batpony se postró ante la princesa de la noche.

—Mi señora, hemos recibido informes de nuestros agentes.

Luna asintió y usó su magia para cerrar la puerta, para después cubrir la sala con su hechizo de aislamiento.

—Ya no pueden escucharnos. Pasa, Midnight, y cuéntanos qué noticias traes.

La soldado obedeció dirigiéndose al centro de los aposentos reales al tiempo que exponía:

—Nuestros agentes en Germarenia y los Reinos Lobo han informado, mi señora.
—¿Qué ha ocurrido en el Germarenia?
—Hace unas horas mandaron un mensaje informando de que se han producido desapariciones con un patrón muy similar al Equestriano: separadas entre sí, sin relación alguna entre una víctima y otra. Sin embargo, en un espacio de tiempo menor que en nuestro reino, y las autoridades dieron la voz de alarma. Nuestros agentes encontraron una pista e informaron antes de seguirla.
—¿Han informado de sus progresos?
—Hemos recibido... sus pergaminos rojos, mi diosa.

Luna observó a la soldado durante unos segundos.

—¿Quienes eran los agentes?
—Un espía unicornio, y un cazador Batpony, mi diosa.
—¿Alguna pisa de a qué se enfrentaron?
—Diabolistas; según su último mensaje, un culto que servía al “señor de las sombras”.

La oscura alicornio se sentó en su escritorio, apoyando la cabeza entre sus dos patas delanteras. Un Cazador Batpony había sido asesinado... ¿cómo era posible? Los Cazadores eran mortales, cierto, pero también se contaban entre lo mejores espías, guerreros y asesinos de Equestria. Seres que habían sucumbido a la oscuridad, pero habían logrado regresar para caminar en un delicado equilibrio entre la cordura y la psicopatía. Si alguien había logrado asesinar a uno de estos agentes de élite, tenía que saber muy bien a qué se enfrentaba.

—¿Qué hay de los Reinos Lobo? ¿Noticias de Rise Love?
—Rise Love ha enviado un mensaje hace apenas una hora, aunque solo ha dado un nombre, mi diosa. Aquí tiene.

Diciendo esto, la batpony le tendió un pergamino a Luna, el cual esta recogió con su magia. Las esquinas del mismo estaban ligeramente quemadas, indicando que había sido enviado mediante un hechizo alquímico, una imitación del fuego mágico de algunos dragones como Spike.

“Cuartel Central:
El objetivo no parece hallarse en mi actual situación, abandonó el país antes de mi llegada. He seguido su pista y he dado con sus seguidores, un culto diabolista. Ha habido desapariciones de lobos jóvenes, puedo afirmar que están organizando un gran sacrificio para un demonio al que llaman 'El señor de las sombras'.

Me comunicaré cuando tenga más información.
La Luna guía mi vuelo.”


“La Luna guía mi vuelo”, una sencilla frase en clave, cuyo significado era “voy de cacería”.

—Rise Love debe estar enfrentándose al culto mientras hablamos.
—Así es, mi diosa.
—¿Hay algo más que debamos saber, Midnigh Blossom?
—Solo una noticia más: Al parecer, hace unas horas, se produjo un ataque en Lutnia, un ejército No-Muerto.
—¿No es allí donde se encuentra la arqueóloga Aitana Pones?
—Sí, pero de momento no disponemos de más información. Temo que en unas horas la prensa sepa más que nosotros mismos.
—Bien —respondió Luna, destruyendo el pergamino de Rise Love con su magia—. Nós agradecemos su trabajo, cabo. Retírese.

La cabo batpony se cuadró frente a la princesa de la noche y se retiró. En ese momento, Luna sintió la magia de su hermana, desde la torre opuesta del castillo, llamar al sol; la noche llegaba a su fin. La oscura alicornio salió al balcón e hizo lo propio con la luna, invitando al astro de la noche a descansar.

Frente a ella, la oscuridad fue muriendo a medida que el astro rey tomaba el firmamento; la cálida luz del sol comenzó a bañar los alrededores, extendiendo su resplandor hasta donde alcanzaba la vista; su sola visión relajó a Luna, ayudándola a pensar con un poco más de claridad. Las sombras en su mente se despejaron y el denso manto de incertidumbre se levantó de sus pensamientos. No podía callarse, tenía que soltarlo, y Celestia esta vez tendría que escucharla.

Habiendo tomado la decisión, desplegó sus alas y alzó el vuelo, rodeando el imponente castillo blanco para dirigirse a la torre oriental del mismo, en la que los aposentos de Celestia se encontraban.

**·-----·-----·-----**



—Sinceramente, Luna, no sé a dónde quieres llegar.

Celestia concluyó esa frase bebiendo un sorbo de té, para después dejar la taza delicadamente con su magia en la mesa. Luna, que a duras penas había tocado el suyo, observó incrédula a su hermana.

—Celestia, no pueden ser casualidades. Algo se está moviendo, más allá de donde nosotras podemos ver.
—Explícate, por favor.
—Empecemos con el alzamiento de Manresht en los Reinos Lobo y cómo un nigromante intentó secuestrarlo.
—Según el testimonio de la misma poni que lo liberó en Manehattan, poniendo decenas de miles de vidas en peligro.
—Sin embargo mis agentes han podido confirmar la existencia del nigromante Dark Art, y que la Fiebre Infernal fue erradicada la misma noche en que Manresht fue capturado.
—De acuerdo —suspiró Celestia en tono condescendiente—, asumamos que eso es cierto, y que un mago loco intentó hacerse con un diabolista milenario en la otra punta del mundo. ¿Cómo nos afecta eso?
—Manresht habló, en Manhattan, del regreso de “El señor de las sombras”. Y ese es un nombre que nuestros agentes han escuchado mucho últimamente: en Germarenia o los Reinos Lobo, por ejemplo, se han encontrado grupos diabolistas ofreciendo sacrificios al mismo demonio.

Celestia suspiró, tratando de moderar sus palabras.

—Luna, sabemos bien que los diabolistas existen. Sin embargo, no están actuando dentro de Equestria, y cuando lo hacen son grupos minoritarios. No entiendo por qué estás tan... vigilante, con ellos.
—¡Por que se han dado también desapariciones en Equestria, Celestia! ¿Es que no me has escuchado?

Celestia le dedicó una mirada a su hermana exactamente igual que cuando la regañaba sin palabras cuando eran potrillas. Apuró su taza de té y, mientras hacía levitar la tiara desde la mesita de noche a su cabeza, expuso:

—Desde mi punto de vista, no veo motivos para pensar que un culto de diabolistas pueda estar poniendo en peligro nuestra nación. Sin embargo, encargaré que se organicen patrullas por los pueblos más aislados, y que estas sean entrenadas en la detección y el combate contra las criaturas del Tártaro.
—Hermana, quizá tus agentes deberían...
—Mis agentes se hallan vigilando los reinos vecinos, Luna —interrumpió Celestia—. Teniendo en cuenta que varios de ellos se encuentran en Germarenia y los Reinos Lobo, me sorprende que no me hallan informado de la presencia de cultos diabolistas.
—¡Porque tú los instruyes para mirar solo lo evidente! ¿Qué esperas, Celestia, que los villanos aparezcan frente a Canterlot informando de sus planes? Eso no ocurre siempre así.
—Luna, no puedo iniciar una caza de brujas. Si tienes pruebas concretas, házmelo saber y haremos algo al respecto. Pero de momento solo me has mostrado hechos aislados que supones están relacionados entre sí.
—¿Y qué hay del “Señor de la Sombras”? ¿No te parece una relación?
—Luna, ¡por todo lo que es sagrado! ¿Cuántos señores de las sombras crees que hay en el Tártaro? Solo existen tres tipos de demonios: De la destrucción y el fuego, de la sombra y la dominación, y del dolor y la tortura. Si supiéramos el nombre real del demonio al que sirven, quizá podríamos hallar una relación y actuar.

Luna observó unos segundos a su hermana, antes de levantarse en silencio para ir a sus aposentos. Celestia le murmuró “descansa, Luna, no va a pasar nada”. Esas palabras hicieron que la princesa de la noche se detuviera y, mirando al suelo, respondiera:

—Celestia, ¿recuerdas cuando... nós perdimos la razón?

La blanca alicornio se quedó inmóvil ante esa pregunta, y tardó unos segundos en responder.

—Eso ocurrió hace mil años, Luna, ya no eres esa yegua. Tú no eres Nightmare Moon.
—Lo sé... pero hay algo que no entiendes. Sé lo que tú crees, y lo que dicen los libros de historia, pero esa no es la verdad.
—¿Qué quieres decir?

Luna se giró y clavó sus ojos en Celestia.

—No perdí la razón en una sola noche, hermana: cuando me transformé en un... monstruo, había preparado mi llegada con mucha paciencia.
—¿Qué? Luna, eso no es posible, todo ocurrió en una sola noche, creo que debes haberlo...
—¿Soñado? —dijo Luna, con una amarga risita— Hermana, soy yo la que vigila los sueños del mundo, no eres la mejor para darme lecciones sobre los mismos. No fue una pesadilla, Celestia: el momento en el que la oscuridad tomó mi alma no fue cuando me mostré ante ti como Nightmare Moon, fue mucho antes.

Celestia se levantó, con la mandíbula temblando ligeramente ante lo que oía. Siempre había creído que su hermana perdió la razón de golpe, por la falta de amor que sentía, invadida por los celos y la locura. Pero esto cambiaba muchas cosas...

—¿Desde cuándo, Luna? ¿Cuándo ocurrió?
—En el combate contra el Rey Sombra. Me hechizó como a ti, pero me afectó de forma diferente.
—¡Eso fue casi cincuenta años antes de... Nightmare Moon! ¿Por qué me cuentas esto ahora?
—¡Porque nós preparamos el golpe de estado durante todo ese tiempo!

La alicornio blanca retrocedió unos pasos, sin creerse lo que Luna le estaba contando.

—¿Por qué me dices esto? ¡No lo entiendo, Luna, ¿por qué?!
—Para que entiendas, Celestia. Nós hemos estado... al otro lado. Ya no soy Nightmare Moon, pero lo fui, y olvidarlo no nos ayudará. Aprendí que el juego de poderes es como el ajedrez: se deben colocar los peones en los lugares adecuados y, llegado el momento, atacar.
—¡Lo que dices son locuras, Luna! Solo estuviste tú, y un grupo de locos que decidieron organizar disturbios, ¡no hubo ningún peón ayudando a Nightmare Moon! ¡Déjate de locuras y ve a dormir!

Celestia se giró hacia la salida, furibunda, negándose a escuchar más locuras por parte de su hermana pequeña. Sin embargo, dos simples palabra la forzaron a detenerse.

—Black Wind.

Ese nombre activó un recuerdo en la mente de Celestia, un recuerdo que llevaba dormido casi un milenio.

—¿Qué?
—El general Black Wind, ¿recuerdas que murió en uno de esos “disturbios”?
—¡Fue un disturbio en Cloudsdale, no hay nada más que decir sobre ello!
—¿Sí? ¿Y qué hay del capitán de la guardia Iron Shield? ¿De la gran maga Moon Dancer? ¿Del líder religioso Loud Mass, de los sargentos Cober Lance y Night Hunter, del sargento de tu guardia personal Gold Helmet, de...?
—¡Luna, para, ya basta! ¡Los recuerdo, pero no puedo creer que tú tuvieras algo que ver con sus...!
—¡Yo lo hice, Celestia!

Luna avanzó unos pasos, clavando su mirada con fuerza en los ojos de su hermana. Tenía que hacerla entender, a cualquier precio.

—Los auténticos maleantes, aquellos que nos pueden poner a todos en peligro, no son tan poderosos como Discord: prepararán sus planes poco a poco y, cuando se dejen ver, será cuando estos ya estén actuando. Nós lo hicimos así, Celestia, pero gracias a los Titanes, actué antes de tiempo.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Que la última parte del plan, la que nós ignoramos en nuestra locura, era... robar los Elementos de la Armonía. Y si hubiera salido como nós... como Nightmare Moon quería, ¡hoy no tendríamos esta conversación, pues una de nosotras habría perecido en el combate que libramos!

Luna se volvió hacia el balcón y desplegó sus alas para marcharse de vuelta a su torreón.

—No voy a esperar a que nuestros enemigos se muestren, Celestia. Por eso estos ligeros signos son tan importantes: Debemos adelantarnos a ellos, si queremos proteger a nuestros súbditos. Manda a tus agentes investigar los bajos fondos y las desapariciones, hermana, antes de que sea demasiado tarde.

Con esas palabras, Luna salió al balcón y echó a volar hacia sus propios aposentos. Celestia la observó durante todo el trayecto, olvidando durante unos minutos sus obligaciones reales. Finalmente, la princesa solar se encaminó a la sala del trono, tratando de olvidar lo que le había dicho Luna. Quizá, después de todo, su hermana pequeña necesitara más tiempo para superar su pasado y seguir adelante.

**·-----·-----·-----**


Una vez en sus aposentos, la princesa Luna cerró las cortinas y ventanas para bloquear la luz del sol, quedando así en una penumbra de color azulado. Se tumbó en una alfombra circular, manteniendo la cabeza alta y cerró los ojos, sumiéndose rápidamente en un profundo estado de trance. Un hecho excepcional para la mayoría de ponis, pero que formaba parte de la rutina de la princesa de la noche.

Si sus informaciones respecto a la novela que había leído eran cierta, quizá pudiera encontrar a alguien que la ayudara.

Pasados pocos minutos, Luna abrió los ojos al mundo onírico, el plano en el que convivían los espíritus con los sueños de los seres sentientes. Podía ver los sueños de los pocos ponis que dormían durante el día como esferas luminosas de distintos colores recortadas contra una versión difuminada y dispersa del mundo real. Algunas sombras se dejaban entrever, sin afectar salvo contadas ocasiones a los sueños: espíritus y elementales.

Luna hizo levitar su cuerpo espiritual y se elevó por encima de la onírica versión de Canterlot y, usando el reflejo del sol para orientarse, se dirigió al noreste. Si se hubiese tratado del mundo físico habría recorrido Equestria a una velocidad imposible. Sin embargo, en el plano onírico las distancias eran algo relativo. Aún así, Luna esperaba pasar muchas horas en su búsqueda, pues a duras penas tenía algunas pistas de dónde podía hallarse su objetivo, y tan solo podía basarse en leyendas y habladurías para encontrar los indicios que la llevaran al mismo.

Pudo ver los sueños de algunas criaturas en su búsqueda, pero no se adentró en ninguno, pues esperaba que el sueño de su objetivo fuese... diferente. Realmente, no sabía bien qué esperar. En alguna ocasión vio un sueño siendo asaltado por espíritus del terror. En su experiencia, Luna había aprendido que había dos cosas que provocaban las pesadillas: los miedos y traumas de un ser sentiente, y los espíritus del terror y las pesadillas. Estos últimos eran los más fáciles de solucionar, por lo que no pudo evitar entrar en algunos sueños para ayudar a la desafortunada víctima de estos infames espíritus.

Fue al salir de un sueño de vuelta al plano onírico, agotada y a punto de darse por vencida, que Luna observó una forma translúcida frente a ella. Tenía una forma que recordaba vagamente a algún tipo de criatura bípeda, pero sus contornos cambiaban continuamente como si estuviera danzando con un viento inexistente.

—Cuán extraño, parece que nos estés mirando. ¿Eres un elemental?

El ser no respondió ni hizo gesto alguno. En lugar de ello voló rápidamente en torno a la forma espiritual de Luna para, finalmente, volver a situarse frente a ella, extendiendo una de sus extremidades superiores. La princesa de la noche lo entendió como una invitación y, tras unos segundos de duda, tocó al ser con una pezuña. Al instante se sintió arrastrada por una gran fuerza, sin entender qué ocurría. Esa era una situación completamente nueva para ella, pues aunque podía ver a los elementales en el plano onírico estos siempre habían actuado como si la alicornio no existiera. Jamás había interactuado con uno antes.

Tan solo pasaron unos momentos cuando Luna, súbitamente, sintió que sus pezuñas se hundían en algo húmedo y frío, siendo consciente de tener nuevamente un cuerpo físico. El aliento frente a su hocico se condensó en una densa nube de vaho, y la temperatura del aire cayó drásticamente. Su corazón se disparó cuando sintió una amenaza que no podía percibir; el frío se clavaba en su alma, y esta le gritaba que huyera. Se encontraba en la ladera de una montaña, cerca de una senda cubierta por la nieve. Y, desde un pueblo en la cima, una nube oscura descendía a toda velocidad.

Había una potrilla, de pelaje gris y crines celestes galopando montaña abajo, dejando un sendero de huellas en la nieve. Y tras ella se aproximaba... la oscuridad. Una oscuridad sólida, reptante y hambrienta que daba caza a esa pequeña. Luna no sabía lo que era ni cómo había llegado ahí, pero no importaba. Rápidamente llamó a la magia para hacer frente a lo que quisiera ser esa sombra. Estaba a punto de alzar el vuelo cuando escuchó un gruñido a su espalda. Un gruñido que, curiosamente, pudo entender como si estuviera usando palabras poni.

—No debes temer por la potrilla, vidente. Estás en un sueño.

Luna siguió la voz. Tumbada sobre la nieve había una inmensa loba de pelaje blanco, ligeramente plateado a causa de las canas. Sus ojos heterocrómicos, ámbar el izquierdo y azul el derecho, observaban la escena con la calma y la sabiduría que solo concede la experiencia de la edad.

—¿Nós estamos en un sueño?
—Sí. Estás en mi propio sueño, vidente de las estrellas.

La alicornio miró alrededor, ignorando a la potrilla que seguía corriendo y no tardó en notar el plano onírico alzándose más allá de donde alcanzaba su vista. Jamás le había ocurrido el adentrarse en un sueño sin ser consciente de ello.

—¿Cómo he llegado aquí?
—No es común que una vidente salga en mi busca. Los espíritus de la tormenta te han ayudado a dar conmigo.
—¿Quién eres, loba invernal?

La loba observó a Luna con gesto mohíno, antes de volver a fijarse en la potrilla. Su carrera se había convertido en un cansado trote a medida que las fuerzas y la voluntad por sobrevivir la abandonaban.

—Sabes quién soy, pero necesitas confirmarlo. Soy la líder y vidente de los lobos invernales, los señores de la noche y el invierno. Y tú eres la vidente de las estrellas, aquella que vela por los sueños de sus manadas y que trae la luz en la oscuridad. Princesa Luna es tu nombre.

La alicornio se tumbó junto a la gran loba blanca. “Vidente de las estrellas” era un título que no había esperado recibir, pero era no era sorprendente que algunas expresiones de la loba no encajaran con las palabras poni.

—No esperaba que pudieras hablar mi idioma, loba.
—Estamos en mi propio sueño, yo decido lo que ocurre en el mismo. Solo cuando recibo una premonición a través de los espíritus soy incapaz de hacerlo.

Luna se fijó en la potrilla que ya había caído, viendo con horror cómo sus ojos perdían el brillo de la vida y empezaban a tornarse completamente negros. Un escalofrío la recorrió.

—¿Esto es una visión?
—Lo fue, hoy día solo es un recuerdo de la misma, pues solo se cumplió en parte. De hecho conoces a esta poni, princesa Luna.

Esta última volvió a observar a la potrilla, sorprendida por la revelación. Pelaje gris y crines celestes con algunos mechones blancos, y sus ojos eran dorados antes de que la sombra los tomara. Recordó entonces que, hacía algo más de un año, una extraña poni apareció en Flowerville, ayudando a salvar el pueblo de un libro maldito. “Grauj es mi nombre”. Pero los ojos de aquella loba sin garras eran ambarinos, y no dorados, y sus crines eran mayoritariamente blancas con mechones celeste.

—¿Sweetie Grauj?
—Sí. La hija de mi hermana poni. Mi hija. La guiaste en su búsqueda hacia el pueblo poni de la montaña. Te doy las gracias.
—Fue... un placer. Había oído la historia de un pueblo maldito llamado Mountain Peak, en las tierras salvajes. Supuse que una poni criada con lobos invernales debió nacer en algún lugar cercano. ¿Qué le ocurrió?
—Fatas negras —explicó escuetamente la loba.

Súbitamente, el mundo cambió en torno a Luna. La montaña se difuminó en un borrón marrón que, poco a poco, fue definiéndose. A su alrededor se formó una acogedora cabaña de montaña, en cuya chimenea crepitaba el fuego. La princesa de la noche estaba muy sorprendida; había visto ponis capaces de modificar sus sueños a su antojo, al menos en parte. Sin embargo esta loba doblegaba sus sueños a su voluntad, como quien pasa la página de un libro.

—Supongo que te sentirás más cómoda en una madriguera poni; pasé mucho tiempo en este lugar durante mi juventud. ¿Por qué has venido a verme, princesa Luna? Veo la inquietud en tu alma.
—Nós hemos venido a consultarte —explicó Luna tras unos segundos de duda—. Tú nos llamas “vidente”, mas es incorrecto ya que no puedo vaticinar el futuro. Necesito guía para ayudar a mi pueblo.

La loba observó a Luna en silencio, escuchando sus palabras respetuosamente.

—¿Por qué razón temes?
—En mi territorio hay movimiento en la sombras. Mis mejores cazadores intentan seguir el rastro, pero este es escurridizo. Han desaparecido muchos ponis, pero en distintos lugares de forma que nadie sospeche. Nós creemos que se aproxima un gran mal a Equestria, pero no logro encontrar ninguna pisa que me ayude a proteger a los míos. He venido a pedirte ayuda, vidente.

La cazadora se giró hacia el fuego cuando Luna terminó de hablar y se quedó con la mirada fija en el mismo durante varios segundos.

—No encontrarás un rastro en mis visiones, vidente de las estrellas. Pero sí, hace algunas lunas que tengo visiones recurrentes sobre el territorio de los ponis del sur. Mis sueños muestran aquello que podría ocurrir, y he visto muchos futuros diferentes para tus manadas.
—Lo entiendo. Por favor, enséñame lo que has visto.

La vidente de los lobos invernales asintió y el mundo volvió a cambiar alrededor de Luna. Al poco dejó de sentir su propio cuerpo, incapaz de controlar lo que estaba ocurriendo. Era algo impensable, jamás se había visto envuelta en un sueño que no pudiera controlar. Pero, de alguna forma, no sentía miedo. Al poco estaba al aire libre, en un día cubierto por densas nubes como jamás las había visto. Pudo distinguir la inconfundible silueta de Canterlot y, frente a ella, había ponis. Habitantes de Equestria con expresiones de dolor y derrota en sus rostros, cuyas pezuñas se hallaban encadenadas con gruesos grilletes.

“He visto a tus manadas ser privadas de la libertad...”

Luna podía escuchar la voz de la vidente en su propia mente. La escena volvió a cambiar para mostrar a un ejército formado tanto por la Guardia Solar como la Lunar. Distinguió a Shining Armor en primera linea, gritando órdenes a los soldados. Frente a los ponis se alzaba un ejército de criaturas demoníacas, infinitamente más numeroso que ellos.

“...y también los he visto luchar hasta la muerte.”

Los demonios cargaron contra la formación Equestriana y, justo antes de que ambos ejércitos chocaran, el mundo se desvaneció para reformarse en lo que parecía el interior del castillo de Canterlot. Al instante, el suelo estalló y sus restos empezaron a volar a toda velocidad en círculos. Se formaron agua y fuego de la nada que se unieron al giro, al tiempo que miles de relámpagos surgían de todos los lugares. Y en el centro de esa vorágine de destrucción había la silueta de un poni, un unicornio.

“He visto el agua, la tierra, el fuego y la tormenta danzar con la muerte, dominados por un ser de inmenso poder.”

Tan rápido como había aparecido, la estancia se desvaneció y fue reemplazada por lo que parecían unas cuevas de cristal. Había ponis aglomerados en las mismas, gritando aterrorizados, asta que una voz gritó “¡Silencio! ¡Tranquilizaos!”; un semental unicornio de color verde menta y crines marrones se subió a una roca y empezó a repartir instrucciones a los presentes, sustituyendo el terror por objetivos claros y concisos.

“He visto a un macho alfa dirigir a su manada en los momentos de mayor oscuridad.”

Un violento relámpago deslumbró a la princesa de la noche, dando lugar a una nueva ubicación: una planicie cubierta por nieve. Los lobos invernales alzaban sus rostros al cielo, como si trataran de besar a las nubes, y la tormenta danzaba al son de sus aullidos. Los rayos saltaron de nube en nube antes de clavarse, como garras, en el centro de un ejército de seres cubiertos por la sombra. Las criaturas corrieron hacia los lobos, y estos, dirigidos por una gran loba blanca, la vidente, se dispersaron para iniciar la batalla contra los enemigos más débiles.

“He visto a la sombra invadir nuestro territorio, he visto a los míos luchar por sus vidas. He visto mi propia muerte.”

Con el impacto de un rayo Luna experimentó una sucesión de escenas, tan rápidas que tardó unos segundos en entenderlas.

Vio a Twilight Sparkle, levitando en el aire con los ojos en blanco, mientras entonaba un antiguo hechizo frente a un círculo de runas.

A Applejack, subida sobre varias cajas, arengando a un gran grupo de ponis.

Fluttershy, caminando lentamente, liderando a una gran variedad de animales del bosque Everfree, entre los que distinguió a los lobos negros llamados Worgs.

Vio a Rarity, desarrapada, sucia y malherida, gritando algo a unos ponis escasamente en mejores condiciones que ella, con lágrimas en los ojos.

Pinkie Pie, saltando alegremente entre varios demonios y no muertos, mientras los ponis esclavizados reían ante la escena.

Y a Rainbow Dash, volando sobre las nubes mientras miraba un agujero que cientos de pegasos estaban abriendo en las mismas, escoltada por cinco miembros de los Wonderbolts.

“He visto a seis hembras poni dirigir a sus manadas en una gran cacería.”

Antes de que la princesa Luna pudiera preguntar al respecto, se encontró mirando hacia el mar; un gran barco poni, un antiguo carguero modificado para el combate, se mecía suavemente con las olas; uno de sus palos estaba roto, algunas de sus velas rasgadas, la tripulación malherida. Pero en el centro del caos se alzaba una yegua: una pegaso de pelaje morado y crines celestes que esperaba, controlando su propio miedo y el de sus sementales. Cuando una inmensa sombra cayó sobre la nave, la capitana de la misma dio una orden y todos los cañones abrieron fuego a la vez.

“He visto una poni que cabalga las nubes y las olas venir de más allá de las grandes aguas del este para proteger a los suyos.”

Una brillante luz cegó a Luna durante lo que parecieron varios minutos hasta que se percató de que estaba mirando directamente al sol. Pero su cegadora luminosidad se vio pronto eclipsada por un la luna. La reina de la noche sintió una desquiciada carcajada salir de su garganta a causa del inconmensurable poder que la embriagaba, sabiendo que pronto Equestria sería suya. Que esta vez nada podría detenerla, y que la noche sería, finalmente, eterna...

—¡¡NO!!

Con ese grito, Luna se encontró de vuelta en la placentera cabaña. La loba seguía tumbada en el mismo lugar, observando a la alterada alicornio.

—¡No puede ser! ¡Me curaron, me libraron del mal! ¡No voy a volver a caer en la locura, no volveré a ser Nightmare Moon! ¡Esta visión no puede ser cierta!
—Ninguna visión es completamente cierta, vidente de las estrellas —explicó la gran depredadora con sabiduría—. Mis visiones muestran las posibles sendas del destino, cuál tomar solo depende de ti.
—Pero esto no puede ser una posibilidad, ¡no puede serla! Los Elementos de la Armonía expulsaron el mal de mi alma, ¡no puede regresar!

La vidente invernal observó a la princesa de la noche durante unos segundos, estudiando su propia esencia, viendo algo que solo su ojo de vidente podía mostrarle.

—Tú y yo no somos muy diferentes, vidente Luna: Amas a tu manada como si fueran a tus propias crías, y harás lo que sea necesario por protegerla. Serás bondadosa, leal y justa, pero usarás la crueldad y la muerte cuando sea necesario para proteger a los tuyos. Caminas en un delicado equilibrio, y posees el poder de mil tormentas. Solo tú podrás decidir qué senda escoger.

La aludida tragó saliva, ahogando sus palabras con ella. En su subconsciente, Luna sabía que eso era cierto: ella había estado 'al otro lado', había experimentado en su propia carne la crueldad y la determinación que la oscuridad y el odio otorgaban. Aunque lo recordaba como un sueño, sabía que cuando fue Nightmare Moon cometió actos de extrema maldad, actos que no quería recordar. Y sabía bien que, si estaba en sus pezuñas evitar que un nuevo mal se alzara en Equestria, haría lo que fuese necesario para detenerlo. Como ya había hecho al unir a los cazadores batpony a la guardia nocturna, una vez más.

¿Cuál era el precio a pagar por proteger a los que amaba? ¿Su propia alma? ¿Su propia bondad? Hacía mucho que había decidido que haría lo imposible por protegerlos, ¿pero podía suponer eso perderse a si misma,volver a caer presa de la oscuridad? Oscuridad que, en ocasiones, sentía en su interior: el oscuro y reprimido deseo de aplicar condenas más duras a los criminales, el ansia de combate que sintió cuando supo que Sombra había regresado, o la determinación con la que mandó a sus cazadores a acabar con la reina Chrysalis cuando esta fue derrotada.

—Hay algo más que debes saber, Luna.

La loba clavó sus ojos en las llamas de la chimenea, hablando sin mirar a la alicornio.

—Tuve otra visión que... no puedo mostrarte como tal. Es un conocimiento, una advertencia de los espíritus. Entre tus mandas hay un gran cazador poni, un cazador que, dentro de poco, será derrotado. Suplicará por alcanzar la muerte.
—¿Un cazador? ¿Sabes quién, o cómo es?
—No lo sé. Este cazador fracasará en una de sus cacerías. Cuando lo haga, puede que se convierta en uno de tus mayores aliados, vidente de las estrellas... o en tu peor enemigo.
—¿Pero no puedes decirme nada más? ¡Esto no nos ayuda! ¡Nós no tenemos más pistas para
proteger mi reino!
—Te advertí que no encontrarías rastro alguno que seguir en mis visiones, vidente.
—Pero...
—Adiós, Princesa Luna.

Luna abrió los ojos al mundo real, en sus aposentos. La luz que atravesaba las cortinas había menguado, lo que le indicaba que el anochecer estaba por llegar. De hecho, sintió que el sol estaba ocultándose. ¿Cuánto tiempo llevaba en trance?

Abrió la puerta que daba al balcón y salió al exterior; Equestria se alzaba, pacífica y gloriosa, ante ella, ajena a lo que acababa de ver o a las premoniciones de muerte y esclavitud que se cernían sobre ella. El miedo embargó a la princesa de la noche, un temor por el bienestar de sus súbditos. Si la loba invernal decía la verdad, si alguna de sus premoniciones mostraba la realidad, entonces no había duda: el mal se estaba echando sobre Equestria. Pero seguía sin pistas, sin saber bien qué estaba ocurriendo exactamente. ¿Eran solo diabolistas? ¿Nigromantes o magos negros? ¿O quizá algo más inabarcable, un antiguo poder que todavía no se había manifestado?

Luna había desplegado todos los recursos que disponía: Sus agentes vigilaban el mercado negro, en busca de cualquier movimiento extraño; los cazadores batpony seguían cualquier pista de magia prohibida en Equestria y más allá de sus fronteras, y sus analistas seguían buscando relaciones extrañas en las estadísticas Equestrianas. Sus mejores agentes, los cazadores Batpony, se hallaban cazando a los seguidores de “El señor de la sombra”, e incluso ella misma vigilaba los sueños durante las noches, por si notaba algún patrón inusual en los mismos que pudiera indicar la presencia de demonios, elementales de la oscuridad o magia corrupta. Hasta el momento, nada de estos había arrojado luz sobre el misterio, solo algunas pistas aisladas. Como bien le había dicho Celestia, en ese momento no sabían a qué se enfrentaban.

Pero la oscura alicornio estaba convencida de que no se equivocaba, eran, sencillamente, demasiadas casualidades. El hecho, comprobado, de que Aitana Pones se enfrentó a un nigromante en los Reinos Lobo, el cual intentó hacerse con un antiguo diabolista; la amenaza de Manresht -el señor de las sombras regresará-, las visiones de la vidente lobo... No podían ser meras coincidencias, algo estaba ocurriendo. Y Luna haría cualquier cosa por evitarlo.

Alzó la mirada hacia la pacífica noche que crecía ante ella, transmitiendo una sensación de paz y amor a través de sus astros. Recordaba la vez que se dejó dominar por el odio y la envidia, convirtiendo la noche en un concepto terrorífico e inevitable. ¿Por qué la loba la había mostrado convirtiéndose, nuevamente, en Nightmare Moon? No volvería a caer ahí, no lo permitiría.

Luna concentró su magia, estableciendo contacto con el astro que llevaba su nombre, y lo invitó a iluminar la oscuridad. La reina de la noche acudió, abriéndose paso a través de su séquito de estrellas como un faro de esperanza. Un faro que no debía morir.

—Mi diosa.

Un suave aleteo precedió la llegada al balcón de la cabo Midnight Blossom. Esta se posó en el mismo e hizo una rápida reverencia antes de entregarle un pergamino con los bordes quemados. Luna lo desplegó rápidamente y leyó el escueto mensaje de Rise Love:

“Misión cumplida. Tengo nuevas pistas, regreso a Equestria”.
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor horwaith » 22 Mar 2015, 00:54

bonitas escenas y los pensamientos, diálogos y, sobretodo, me ha entusiasmado lo que no dices en los sueños de luna. Miedo me da lo que prepares para después.
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor Sr_Atomo » 23 Mar 2015, 09:05

Magnífico capítulo. Me ha encantado.

Y con respecto al principio...

Spoiler:
Yo esperaba que alguien la salvase en el último momento... demasiadas partidas de rol, en el que los malos están al final del dungeon fumando un cigarro mientras esperan que los protagonistas hagan saltar una alarma para ponerse todos en posición y comenzar el ritual con sacrificio. De esa forma se aseguran que los buenos entrarán en la sala justo cuando la doncella va a ser acuchillada <-- cualquiera que haya jugado lo suficiente a rol sabrá que es prácticamente cierto.
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor McDohl » 23 Mar 2015, 15:19

¡Revelaciones revelaciones revelaciones!

Spoiler:
Me ha encantado el capítulo, especialmente la parte de Celestia y Luna, la cual creo que será muy importante de cara al futuro. Y la parte de después me ha recordado demasiado a la casa de los eternos de Juego de Tronos :sisi3:

Y no dejo de agradecer el papel que le estás dando a Rise. Le tengo mucho cariño a ese OC :)

Ah, curioso detalle: es un capitulo del fic de Aitana... sin Aitana :sisi1:
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor Volgrand » 24 Mar 2015, 19:51

Gracias por los comentarios, chicos!

horwaith escribió en 22 Mar 2015, 00:54:bonitas escenas y los pensamientos, diálogos y, sobretodo, me ha entusiasmado lo que no dices en los sueños de luna. Miedo me da lo que prepares para después.


Pues sí, teme, teme :D

Sr_Atomo escribió en 23 Mar 2015, 09:05:Magnífico capítulo. Me ha encantado.

Y con respecto al principio...

Spoiler:
Yo esperaba que alguien la salvase en el último momento... demasiadas partidas de rol, en el que los malos están al final del dungeon fumando un cigarro mientras esperan que los protagonistas hagan saltar una alarma para ponerse todos en posición y comenzar el ritual con sacrificio. De esa forma se aseguran que los buenos entrarán en la sala justo cuando la doncella va a ser acuchillada <-- cualquiera que haya jugado lo suficiente a rol sabrá que es prácticamente cierto.


Lo cierto es que mi primera idea era esa (y así lo escribí). Pero... luego releí la escena yme di cuenta de que eso ya lo había leído (y jugado) unos cuantos cientos de veces. Así que... este es el resultado :D

McDohl escribió en 23 Mar 2015, 15:19:¡Revelaciones revelaciones revelaciones!

Spoiler:
Me ha encantado el capítulo, especialmente la parte de Celestia y Luna, la cual creo que será muy importante de cara al futuro. Y la parte de después me ha recordado demasiado a la casa de los eternos de Juego de Tronos :sisi3:

Y no dejo de agradecer el papel que le estás dando a Rise. Le tengo mucho cariño a ese OC :)

Ah, curioso detalle: es un capitulo del fic de Aitana... sin Aitana :sisi1:


Spoiler:
Estoy bastante cansado del concepto de Luna siendo naíf, inocente y monísima toa ella. En mi opinión, aunque ahora esté con los buenos, ella ha sido una de las mayores villanas de la historia. "Olvidar el pasado es el camino para repetir los mismos errores", y Lunalo está aplicando con todas sus consecuencias. No todo se puede solucionar con paz y amor en esta vida.
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor Volgrand » 20 Abr 2015, 17:13

Capítulo 10: "Cazadores rastreados"

Spoiler:
Tras la muerte de los traidores, Aitana pasó dos días bajo el cuidado de los curanderos druida. Una vez fue demostrado que ni ella ni Hope Spell estuvieron relacionados con el ataque, Solnes ordenó que los mejores sanadores atendieran sus heridas, ya que antes de llevarla a los calabozos los curanderos solo la habían estabilizado. Una vez pudo ir al equivalente ciervo de un hospital equestriano, le explicaron que requeriría una intervención quirúrgica y mágica para recuperar la movilidad completa en la pata trasera herida.

Aunque siempre fueron correctos y le proporcionaron una atención excelente, los sanadores se notaban inquietos por la presencia del colgante donde Kolnarg se hallaba encerrado. Siempre hubo varios guardias presentes cerca de la yegua marrón. Para los druidas, la presencia del lich era un faro continuo de peligro. La constante presencia de zorros, halcones y búhos, vigilándola sin descanso, eran un claro signo de que Gaia no pensaba diferente.

Durante el tiempo que pasó ingresada, la Arqueóloga mandó un mensaje, alquimia mediante, a su padre, informándole de sus sospechas respecto al conocimiento que la Hermandad de la Sombra sobre los Arqueólogos. El profesor le respondió enseguida, diciendo que haría unas averiguaciones y contactaría con ella tan pronto como le fuera posible.

Hope Spell, por contra, salió del hospital mucho antes, ya que ninguna de sus heridas era de gravedad. El joven semental usó ese tiempo libre para ayudar en la ciudad; con calma pudo buscar en sus libros algún conjuro útil, y no tardó en encontrar un hechizo para detectar muertos vivientes. Acompañó a los guerreros druida en busca de los necrófagos que, ya libres del influjo de su amo, se habían escondido entre las raíces de la ciudad, o habían huido para esconderse en algún recoveco del bosque.

No fue capaz de acercarse al Bosque de la Sabiduría de nuevo; lo ocurrido con Sinveria asaltaba su mente todas las noches.

Fue tras una expedición al bosque que un joven ciervo galopó hacia él y le informó de que Aitana Pones había salido del hospital y que su nave estaría lista pronto. El unicornio se despidió de los ciervos a los que acompañaba y trotó a la casa de Asunrix, donde todavía se alojaba, para recoger sus enseres personales. Por el camino, Hope no pudo evitar sorprenderse por cómo la ciudad había vuelto a la normalidad. La única diferencia es que una buena parte del puerto había quedado inutilizada debido a la gran cantidad de naves averiadas que no habían logrado desatracar. No podía negarse que, a pesar de la intensidad del ataque, las defensas de Lutnia habían probado ser excelentes, puesto que a duras penas se contaban un par de docenas de muertos, y todos ellos ocurridos durante el asalto por sorpresa en el puerto, antes de la llegada del ejército druida.

Una vez hubo recogido sus cosas, y como no pudo ver a Asunrix, Hope se encaminó a los muelles. Sin embargo, cuando salió del árbol le invadió una extraña sensación de melancolía, como si un ruido imperceptible hubiera hecho vibrar su interior. Miró a su alrededor hasta que, con una ligera sonrisa, recordó dónde estaba. Alzó una pata y la apoyó en la pared del gran árbol que le había dado cobijo las últimas semanas.

—Adiós amigo, gracias por todo.

Hope no percibió nada más, lo que hizo que se sintiera ligeramente avergonzado. Los ponis no tenían una unión con Gaia como los ciervos, por lo que seguramente había imaginado que el árbol se estaba despidiendo. Intentando disimular fue a emprender su camino cuando algo cayó justo frente a él: una apetitosa fruta amarillenta, la misma con la que los ciervos hacían su sidra. Hope la recogió con su magia y miró a la copa del árbol, sonriendo ligeramente, antes de darle un bocado mientras echaba a andar. Estaba deliciosa.

El puerto estaba empezando a recuperar su actividad ese mismo día: Los navíos dañados habían sido movidos a los atraques más cercanos a tierra para así restablecer el tráfico marítimo hacia la ciudad. La nave equestriana que había contratado Aitana se hallaba aún en la misma posición, por lo que no tardó en identificarla. Las velas, tras los estragos del fuego, habían sido reemplazadas por unas nuevas. Era curioso cómo lo que Hope creía que era lo más fácil de arreglar de un barco era, realmente, lo más complejo. El propio capitán le había dicho que “ojalá solo hubieran partido el mástil principal, a ver de dónde saco yo la tela necesaria”.

Los marineros iban y venían del bergantín ligero, cargando solo las provisiones necesarias para zarpar a alta mar cuanto antes. Junto a la pasarela no tardó en distinguir a una yegua portando un inconfundible salacot sobre la cabeza; Aitana también vio llegar al joven mago y caminó hacia él. Su pata delantera todavía estaba vendada, pero caminaba sobre ella sin ninguna cojera. La pata trasera izquierda, sin embargo, sí que estaba totalmente escayolada todavía, lo que la obligaba a caminar torpemente sobre tres cascos.

—Ya era hora.
—Estaba ayudando a localizar a unos no muertos en el bosque. Me alegro de verte fuera del hospital, ¿qué tal la pata?
—Bien, aunque me han prohibido apoyar peso en ella durante un par de días más. Me han tenido que reconstruir con magia algunos tendones.

Aitana miró durante un momento a Hope.

—¿Acabas de decir que estabas ayudando a cazar no muertos? Je, ¿le has cogido el gusto a esto, chaval?
—Tanto como el gusto... Simplemente debía ayudar. Era lo mínimo que podía hacer.

Aitana miró hacia el principio del muelle, por donde un gran ciervo marrón avanzaba hacia ellos. Este portaba una armadura ligera hecha de un complejo trenzado de cáñamo y otras materias vegetales, además de unas alforjas sobre su grupa. Asunrix caminaba con un porte imponente, quizá vestigio del juramento de venganza que había firmado con Gaia, arrastrando todavía cierto honor militar en sus pasos. Hope lo observó con la boca abierta, a duras penas pudiendo reconocer al sabio guerrero que le había acogido cuando llegó a Lutnia. Cuando el guerrero druida llegó frente a los ponis, se agachó en una pronunciada y respetuosa reverencia.

—Maestro de la magia, Maestra arqueóloga, me alegro de encontraros antes de vuestra marcha.
—No pensé en ir a verte antes de partir, Asunrix —respondió Aitana—. Debo irme en seguida.
—Mis palabras no pretendían ser un reproche, Maestra arqueóloga. Yo mismo he estado ocupado dejando mi puesto a un druida acorde. Supongo que partiréis a Tortuga, tras la pista del mago negro.
—No. Debo regresar a Equestria, Tortuga no es asunto mío en este momento.

Asunrix pareció francamente contrariado.

—Pensé que eras una cazadora de demonios, que partirías tras los responsables de este ataque.
—Mira, Asunrix —respondió Aitana, con el deje de irritación propio de alguien que está dando explicaciones solo por ser cortés—, el objetivo de la Hermandad no está ni en Cérvidas ni en Tortuga, está en otro lugar. Visitar una isla donde estuvieron hace semanas no ayudará.

El gran ciervo asintió.

—Entiendo tu planteamiento, Maestra arqueóloga, pero no lo comparto: Los jaguares pueden seguir el rastro de una sola presa durante días antes de darle caza.
—¿Vas a ir tras ellos?

Hope Spell, tras hacer esa pregunta, siguió con la mirada la pezuña con la que Asunrix estaba señalando a un navío de los Reinos Lobo.

—Partiré esta misma tarde. Seguiré la pista de Sharp Mind desde ahí; quizá deberíamos mantenernos en contacto, Maestra Arqueóloga.

Aitana asintió en silencio y hundió el casco en un bolsillo del chaleco, del que sacó un pequeño frasco de cristal el cual le entregó al druida. En su interior había un líquido verde, tan brillante que parecía incandescente.

—Es un transportador alquímico. Escribe un mensaje, pero jamás pongas mi nombre, solo las siglas A.P. Después abre el frasco y quémalo en la llama que saldrá del mismo. Llegará hasta un contacto intermedio que me lo hará llegar si es necesario. Solo tendrás dos usos, pero puedo organizar que te envíen más a Tortuga.
—Gracias, Doctora Pones —dijo el ciervo mientras guardaba el frasco en una de sus alforjas—. Te informaré de mis progresos cuando los tenga.

Después, el antiguo Maestro de la guerra, ahora solo un guerrero, se giró hacia Hope Spell y le hizo una gran reverencia.

—Maestro de la magia Hope Spell, he estado rememorando lo ocurrido cuando fui dominado. Recuerdo cómo intentaste detenerme, que te teleportaste para proteger a Sinveria, y que casi perdiste la vida por ello. Agradezco a Gaia que esquivaras mi ataque y que pueda hablar contigo en este momento.
—Siento no haber llegado a tiempo, Asunrix —se lamentó Hope—. Debí... debí haberlo supuesto, cuando me desperté en tu casa después de que Sharp Mind me sacara la información. Si os lo hubiera contado, quizá ahora...

Hope bajó la cabeza, todavía torturado por la culpa. El mago negro le había arrancado la información del pergamino, y había sido tan estúpido como para no avisar a nadie cuando notó que algo extraño había pasado en la taberna. Si lo hubiera hecho, si no hubiese supuesto que solo se había emborrachado...

—Maestro de la magia, cuando desperté me dijiste “no te culpes por Sinveria, estabas poseído, no eras dueño de tus actos”. Ahora te devuelvo las mismas palabras: no te culpes, pues no sabías qué fuerzas había en juego, y no estabas preparado para enfrentarte a ellas. Y, sin embargo, lo hiciste: habrías combatido contra mi a solas de ser necesario, aunque no tuvieras ninguna posibilidad. Te uniste a una batalla y luchaste por liberarme, aún cuando jamás no tenías experiencia en combate. Os debo a los dos mi vida, ponis, y a ti, Hope Spell, te debo el haber intentado proteger a Sinveria. Te doy las gracias por ello, y si tengo la oportunidad de devolveros el favor en el futuro, lo haré. Que Gaia os proteja y guíe vuestros pasos, hermanos poni.

Ambos equinos se despidieron del ciervo y este partió hacia su propia nave pero, se detuvo un momento y dijo:

—Por cierto, Maestro de la magia, el árbol que te proporcionó cobijo desea que plantes la semilla de la fruta que te estás comiendo en Equestria. Junto a un río, cerca de un bosque, pero no dentro de este.

Hope miró ojiplático al ciervo, y luego usó su magia para sacar levitando la semilla y guardarla en sus alforjas. Asunrix empezó a alejarse pero, al final del muelle, aparecieron varios ciervos totalmente armados. Esto hizo que el antiguo Maestro de la guerra retornara junto a los ponis para saber qué ocurría. Al poco distinguieron al ciervo rojizo que encabezaba a los guerreros druida.

—Saludos, Maestro de la guerra Solnes —saludó Asunrix ceremoniosamente, en equestriano.
—Saludos, guerrero Asunrix y Maestro de la magia Hope Spell. Maestra arqueóloga, y doctora, Aitana Pones, debo hablar contigo antes de tu partida.

La aludida volvió sobre sus pasos hasta situarse justo frente a Solnes. Este la miró a los ojos durante un instante antes de hablar, con un tono que denotaba un discurso ensayado.

—Doctora Pones, quiero expresarte mi más sincero agradecimiento. No solo arriesgaste la vida, junto al Maestro de la Magia Hope Spell, para intentar detener a los responsables del ataque: también escogiste la senda más compleja, luchando por dejar fuera de combate al, entonces, Maestro de la Guerra Asunrix. Sé que es mucho más fácil causar la muerte en un combate que inutilizar a un enemigo.

La cornamenta de Solnes brilló, haciendo que una parte densamente tallada de su armadura de madera se combara hacia afuera. Poco a poco, uno de los símbolos fue recortándose sobre el resto, hasta empezar a sobresalir, emulando a un objeto siendo extraído de un bote de brea. Ante los sorprendidos ojos de la arqueóloga, el objeto se cerró sobre sí mismo hasta formar un ornamentado broche de madera adornado por pictogramas ciervo. El propio Asunrix reaccionó ante el objeto, bajando la cabeza en dirección a Aitana como signo de respeto.

—Este es un amuleto con el que te reconozco como aliada de Gaia, un gran honor entre los nuestros.

La poni marrón tomó el objeto, estudiándolo con una grata sorpresa. Además de su significado simbólico, era realmente hermoso: los grabados se fundían entre si en una intrincada maraña. Necesitaría un rato para entender el significado de los mismos, pero identificó pictogramas sobre el respeto, la naturaleza y la vida.

—Vaya... no lo esperaba. Muchas gracias, Maestro...
—Hay algo más, antes de que me lo agradezcas, Aitana Pones.

Solnes levantó la pezuña hasta el pecho de su armadura y, de un compartimento bajo la misma, sacó un pergamino sellado con el símbolo de los maestros druida. Solnes lo desplegó y leyó en voz alta:

—La Maestra Arqueóloga, poni, conocida como Aitana Pones, porta un peligroso objeto: un medallón en forma de brújula en el cual habita un peligroso espíritu del pasado. Este objeto representa una amenaza para Cérvidas, y su portador...
—¡¿Qué mierdas estás diciendo?!
—...y su portador también. Por ello, mientras porte dicho espíritu consigo, se considerará a Aitana Pones un enemigo de Cérvidas.
—¡Solnes! —exclamó Asunrix— ¿Qué significa esto? ¡Aitana ha luchado por esta ciudad, y me salvó la vida! Ella no tuvo nada que ver con el ataque, ¿acaso lo has olvidado?

El ciervo pelirrojo miró a su amigo y, tras un instante de silencio, terminó de leer el pergamino:

—Y, como tal, deberá ser ejecutada en el acto.

Asunrix fue el primero en reaccionar, usando su magia para obtener una lanza directamente de la madera que formaba el muelle. Aitana empezó a retroceder y, a su espalda, el capitán del navío equestriano dio una orden, haciendo que varios marineros alzaran ballestas y mosquetes por igual hacia los guardias ciervo.

—¡Basta! —gritó Solnes, alzando una pezuña—. Esta orden no ha sido enviada todavía, no hemos venido a ejecutarla, Aitana Pones. He venido a advertirte, por favor, bajad las armas.

Asunrix fue el primero en hacerlo, seguido por los marineros del bergantín. Aitana, una vez convencida de que no iban a atacarla, avanzó de nuevo hacia Solnes.

—¡¿Qué clase de broma es esta?! ¡Estuve luchando contra los no muertos, intenté detener a los culpables y solo dejé inconsciente a Asunrix cuando tuve la oportunidad de matarlo! ¡Tú mismo lo has dicho, ¿y ahora vienes a decirme que no vuelva?!
—Aitana Pones, si no reconociera tu ayuda no estaríamos teniendo esta conversación. Debes entender que mi deber es proteger Lutnia, como primer Maestro de la Guerra de esta ciudad.
—¿A costa de la poni que me salvó la vida, amigo mío? —preguntó Asunrix agriamente—. No puedo compartir tu decisión.
—¡Es una orden injusta! —objetó Hope—. Aitana ha...
—¡Esto no es una cuestión de justicia o injusticia! —interrumpió el ciervo pelirrojo—. Tú misma, Aitana Pones, fuiste incapaz de controlar al espíritu que portas en el círculo ritual, y tú misma dijiste que si se hubiera continuado... ¡habría ocurrido una masacre! ¡En la capital de Cérvidas!
—Maestro de la guerra, si lo que buscas es hacer lo correcto...
—¡Si hubiese hecho lo que debo en lugar de lo correcto te habría hecho ejecutar en los calabozos! En lugar de ello te he dado tiempo a recuperarte y a que tu nave sea reconstruida para que puedas marcharte. No te atrevas a juzgar mis actos, no estás en posición de hacerlo.

Asunrix avanzó hacia su viejo amigo, dejando caer la lanza que portaba, la cual fue absorbida por la raíz que formaba el muelle.

—Dime, Maestro de la Guerra, ¿quién ha redactado esta orden?
—Yo lo hice. Es mi decisión, no voy a arriesgar miles de vidas por la Maestra Arqueóloga, a pesar de que te salvara, Asunrix. Una vida o dos no valen más que la seguridad de toda Cérvidas.
—Siempre que no sea la tuya, ¿verdad? —escupió Aitana. Solnes no se inmutó.
—Si con mi vida pudiera proteger a mi nación o a Gaia, no dudes que la entregaría. No hay nada más que hablar, doctora Pones: cuando ese espíritu ya no esté contigo, serás recibida como una amiga en Lutnia. Hasta entonces, se te considerará una enemiga para toda Cérvidas.

La yegua marrón sostuvo la mirada con Solnes durante unos segundos antes de volverse y cojear a través de la pasarela. Sin embargo se giró de un rápido movimiento y, con desprecio, lanzó algo al suelo: el brazal de madera que le había entregado el ciervo rojizo en reconocimiento por su ayuda. El objeto rebotó varias veces hasta detenerse justo frente a Solnes.

—Sabes que intenté destruirlo. Podrías ayudarme a hacerlo, pero has preferido escurrir el bulto y dejar que otro se encargue, prohibiéndome acudir a los druidas en el futuro. ¡Eres un p*to cobarde, Solnes, y no eres digno de hacerte llamar “Maestro de la guerra”!. Si algún día fracaso y el lich es liberado, recuerda que tú podrías haber evitado una masacre. Vete al infierno, ciervo.

Aitana subió hasta la cubierta del bergantín, murmurando al capitán “vámonos”. Hope miró a Solnes durante un instante sin decir nada, después se despidió de Asunrix y embarcó en la nave. Pocos minutos después, las amarras fueron retiradas y la embarcación equestriana desplegó las velas, apuntando al horizonte. Asunrix y Solnes la observaron perderse en la lejanía.

—He hecho lo que debía, amigo mío.
—No, Maestro de la Guerra —respondió el gran ciervo marrón, entonando el título para denotar que no le había llamado por su nombre—, has hecho lo más conveniente.

Sin decir nada más, Asunrix abandonó el muelle, dejando a Solnes a solas con sus pensamientos.

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Aquel mismo día, al anochecer, a duras penas podían disinguirse las costas de Cérvidas en el horizonte. La tripulación ejercía sus tareas con calma y organización, preparándose para la navegación nocturna de la misma forma que habían hecho a la ida. Según el navegador, el viento era favorable y, si no cambiaba, deberían llegar a Manehattan en unos seis días.

Aitana había pasado el día en la proa, mirando hacia el infinito sin hablar con nadie. El capitán, ya escarmentado del anterior viaje, tampoco intentó entablar conversación; fue Hope el que, finalmente, decidió acercarse a la Arqueóloga. Esta notó su presencia y, sin girarse, le preguntó:

—¿Qué quieres, Hope?
—Saber si estás bien, llevas todo el día ahí, ni siquiera has venido a comer.
—Luego comeré. ¿Me vas a decir lo que quieres?
—Ya te lo he dicho, saber si estás bien, pareces bastante afectada por lo de la orden contra ti.
—¿Y un chaval que acaba de conocer mundo me va a ayudar? ¡Ja! —exclamó sarcásticamente—. No me jodas.

Hope, ofendido por los modales de Aitana, habló alzando la voz.

—¿Siempre tienes que ser tan estúpida?
—¿Y tú? —respondió ella, girándose para mirarlo—. ¿Tanto te cuesta entender que no es tu p*to problema? Lo de Cérvidas es lo de menos, tengo asuntos mucho más importantes en mente, y contigo no quiero compartirlos, ¿estamos? Déjame en paz.
—Mira, si no quieres contármelo dilo desde el principio, pero a mi no me faltes al respeto. Me he jugado la vida por ayudarte.
—Nadie te pidió ayuda.
—Si no fuera por mi Asunrix te habría matado. Al menos respeta eso.

Aitana miró durante unos segundos al semental verde antes de volver a perder su mirada en el horizonte.

—Tengo que reconocer que la idea del pararrayos fue cojonuda. ¿Estás contento ya? ¿O además quieres una palmadita en la espalda?

Hope miró a la yegua durante unos segundos y, antes de decir algo de lo que se arrepintiera, le dio la espalda y se marchó. Esta permaneció en la misma posición, observando la luna alzarse en el firmamento. El mar estaba en perfecta calma, y el astro de la noche se reflejaba en el mismo, formando un millar de luces sobre las olas. Y, mientras tanto, la mente de Aitana giraba en torno a las visiones que le había mostrado Kolnarg.

¿Eran ciertas?
¿Cuánta verdad había en lo que le habían contado sobre la muerte de su madre?
¿Cuánta tras los diabolistas y magos negros que la habían perseguido durante su infancia?
O quizá... ¿le había mentido? ¿Su propio padre?

Pero la visión sobre la muerte de su madre no podía ser cierta. No era posible, tenía que hablar con él en cuanto llegara. Tenían que arreglarlo antes de que las dudas afectaran a su confianza.

Súbitamente sintió una ligera vibración en uno de sus bolsillos; lo abrió y de él salió una llamarada verde que formó un pergamino frente a ella. Lo cogió y leyó rápidamente un mensaje del profesor Pones.

“A.P:
Creo que tus sospechas pueden ser ciertas. He mandado un mensaje a los otros, nos reunimos donde siempre en diez días.

P.P.”

—Maldita sea.

La Arqueóloga lo leyó un par de veces antes de romper el pergamino en varios pedazos y arrojarlo por la borda. En el fondo, deseaba haberse equivocado, que los Arqueólogos no hubiesen sido descubiertos. Pero si su padre los hacía llamar...

Eran pocos, realmente eran muy pocos. Desde el desastre de Kolnarg cada vez eran menos los que luchaban en las sombras de Equestria; el disimulo y la doble identidad siempre habían sido sus principales defensas, la única forma de poder escapar de la lucha y descansar hasta la siguiente. ¿Qué podía haber ido mal? ¿Cómo podían haber conseguido información sobre los Arqueólogos?

En ese momento, Aitana sintió el impulso de mandar un mensaje a “Dobledé”, pero le quedaban muy pocos preparados alquímicos para ello, y prefirió reservarlos por si se presentaba una emergencia. Probablemente su gran amiga estaba bien, si no habrían recibido el pergamino rojo que todos los Arqueólogos portaban por si fracasaban en una misión.

La corriente de pensamientos de Aitana fue interrumpida por un rugido proveniente de su estómago; decidió que, a fin de cuentas, Hope tenía algo de razón, por lo que se dirigió a la cocina para conseguir algo de comer.

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Tras varios días de viaje, en medio de la noche, Hope despertó con un sobresalto en su hamaca. Miro a la oscuridad que le rodeaba, respirando agitadamente, hasta que logró calmarse y asimilar que solo había sido otra pesadilla. La misma que le atormentaba desde la noche del ataque, rememorando el momento en que encontró a Sinveria.

Estudió los alrededores, intentando calmar los desbocados latidos de su corazón: casi todas las hamacas estaban ocupadas por la tripulación, el sonido de cascos en la cubierta denotaba la presencia de aquellos que les tocaba turno durante la noche, manteniendo el rumbo del barco; no había luces en el exterior, pues así evitaban ser detectados por piratas, y el continuo rodar de una botella de cristal con el movimiento del barco demostraba que algún marinero había bebido de más antes de ir a dormir. La cacofonía de ronquidos era tan intensa que Hope rió, incrédulo de que hubiera podido pegar ojo con semejante escandalera. Sabiendo que no iba a poder dormir, subió a cubierta para intentar despejarse. Al aire del mar era cálido, signo de la cercanía del verano, y el cielo estaba totalmente despejado. Hope se dirigió a unos bancos que había en el castillo de popa, donde sabía que no molestaría si se tumbaba para mirar las estrellas.

El joven mago no era ningún experto, pero en una noche como esa, despejada y lejos de toda fuente de luz, no le fue difícil distinguir algunas constelaciones: El caballo, el Rey Alicornio, Stellarum, la Madre Blanca...

—¿Qué, no puedes dormir?

Hope se sobresaltó al oír la voz de Aitana cerca suyo. La yegua estaba tumbada también en un banco cercano, mirando al cielo, y por la oscuridad no había reparado en su presencia.

—Tuve una pesadilla. ¿Y tú?
—Me relaja estar aquí.
—¿Qué tal la pata?
—Mejor.

Los dos ponis se quedaron en silencio, disfrutando de la tranquila noche. Sin embargo, el joven mago estaba inquieto, cavilando cómo empezar a explicar algo que le rondaba por la mente para que la arqueóloga le tomara en serio.

—He estado pensando algo.

La yegua no dijo nada y, tras unos segundos de duda, Hope siguió hablando.

—Aitana, ¿cuántos seguidores de las artes oscuras hay en Equestria?

Durante unos segundos no hubo respuesta, mientras la Arqueóloga trasteaba con algo en la oscuridad. Cuando escuchó el ruido de la yesca y el pedernal, y varios chispazos iluminaron la zona, Hope entendió que estaba encendiendo un cigarrillo.

—No sabía que fumaras.
—Y no lo hago, pero esta noche pedía un cigarro a gritos.

La yegua marrón dio una profunda calada, hecho que hizo que su rostro quedara iluminado por el incandescente resplandor anaranjado del tabaco, y después respondió a la pregunta.

—Suficientes como para que tengamos que combatirlos.
—¿Pero cada cuánto aparecen?
—Están ahí día a día, preparando sus planes. Quizá alguien descubre un antiguo poder oculto, un noble intenta usar la magia negra para dominar a sus enemigos, o alguien decide que es una gran idea hacer un pacto con el Tártaro.
—Pero nunca hay noticias de ello, no puedo creer lo que me dices.

El resplandor del pitillo aumentó con una nueva calada de Aitana. Hope la observó en silencio.

—Estudias magia antigua. Supongo que en Historia habrás aprendido sobre “La prohibición de la magia prohibida”, ¿verdad?
—Claro. Un periodo hace setecientos años en el que los magos del mundo decidieron eliminar toda referencia a la magia negra, nigromántica y demonologista. Querían evitar que esas peligrosas artes se expandieran por el mundo de nuevo.
—Los que estudiamos historia más allá de los libros oficiales le damos otro nombre a ese periodo.
—¿Cuál?
—“El exterminio”.

Aitana dio una nueva calada ante de seguir explicando.

—Tras el exilio de Nightmare Moon, los magos negros, nigromantes y diabolistas pugnaban por conseguir una parte del poder que esta les había prometido. Celestia reorganizó las guardias solares y lunares en una sola, y les encomendó la tarea de poner fin al caos.
—¿Detuvieron a los magos oscuros?
—No. Los mataron.

Hope se incorporó sobre su banco, incrédulo.

—Eso que dices no es posible, Celestia ha demostrado ser una princesa bondadosa. Lo que estás diciendo es que prácticamente ordenó un genocidio.
—Estamos hablando de hace mil años, chaval. Los tiempos eran diferentes, mucho más duros que hoy día. Hay pruebas de lo que digo, pero los historiadores las ignoran como “disparates”. Igual que cuando yo hablé de la guerra entre Unicornia y Cebrania.
—Pero entonces...
—Celestia ordenó erradicar las artes mágicas prohibidas del mundo, y lo hizo con precisión y sin compasión. La última parte de este proceso fue lo que tú has estudiado: “La prohibición”. Así se aseguró de que no quedara casi ningún practicante de las artes prohibidas y, eliminando toda referencia a las mismas salvo las leyendas, evitó que ningún mago sediento de poder las estudiara. Celestia optó por el olvido como mejor arma para proteger al mundo.

Hope Spell pareció quedarse en shock durante unos instantes, tratando de asimilar que el pasado de su nación era mucho más oscuro de lo que le habían contado. Vio una pequeña luz naranja y roja frente a él y, sin pensar, tomó el cigarrillo con su magia y dio una calada.

—Si se olvidó todo, —dijo, echando humo al hablar—, ¿cómo sabes tú tanto de las artes oscuras?
—Porque los cazadores de demonios de la época se rebelaron cuando Celestia les ordenó disolverse. Formaron sociedades ocultas que fueron transmitiendo los conocimientos generación tras generación, combatiendo las artes oscuras en secreto. Yo formo parte de un grupo descendiente de los primeros cazadores de demonios. La magia blanca que tú estudias es la única prueba pública de que una vez hubo que luchar contra la magia prohibida.
—Pero... ha funcionado, ¿no? El “olvido” ha funcionado, ¿por qué mostraste al mundo a Manresht? ¿Por qué rompiste el secreto?

La yegua marrón alargó la pezuña, pidiendo el cigarro de vuelta y, tras darle dos caladas, respondió:

—Era una idea que me rondaba desde hace tiempo: el mundo tiene que recordar las verdades que se le han ocultado. Además —añadió con una risa—, estaba cabreada.
—¿Por qué dices eso? ¿Por qué teníamos que recordar?
—Preguntas demasiado, chaval.

Ante la seca respuesta, Hope se quedó en silencio durante unos largo minutos, mientras Aitana seguía dando ocasionales caladas al cigarro. Mirando al cielo, el semental verde pensó en lo que les había ocurrido a Asunrix y Sinveria... Amigos de toda la vida, ella le había confiado a él su seguridad en su momento de mayor vulnerabilidad, mientras estaba en trance. Ese era el terrible poder de la magia negra, un poder contra el que ni siquiera la lealtad más fuerte se puede resistir. Las ideas le llevaron a pensar en su propia familia: sus dos hermanas pequeñas, su padre, su madre...

¿Qué pasaría si se producía un ataque como el de Lutnia en cualquier ciudad de Equestria? ¿Y si ocurría en Manehattan, y sus familiares no podían huir? Hope no quería esperar a que ocurriera para averiguarlo.

—Aitana, quiero unirme.
—¿Eh?
—Quiero luchar contra las artes prohibidas.
—Chaval, no sabes de lo que estás hablando.
—¿Que no sé? ¡No me vengas con esas! —exclamó el joven, levantándose del banco—. ¿Qué quieres que haga, que vuelva a mi vida normal, que olvide lo ocurrido? Llevo la mitad de mi vida estudiando la magia blanca, y solo aplicándola para la curación y ni siquiera soy un buen sanador. Pero ahora he aprendido que la parte de la magia dedicada a combatir los malos espíritus, los no muertos y la magia negra no es solo una curiosidad, sino un arte que puedo usar para ayudar a otros. No puedo quedarme quieto, Aitana, no después de lo que he vivido.

Aitana observó, en la penumbra, a Hope mientras hablaba. Lo hacía con convicción, y le pareció sincero.

—Je, no tienes ni p*ta idea —respondió ella con cierto sarcasmo—. Dime, chaval, ¿qué estarías dispuesto a hacer?
—¿Para evitar algo como lo de Lutnia? Lo que sea.
—¿Incluso matar?

Hope tardó unos segundos en responder.

—No... no lo sé. Supongo que si mi vida dependiera de ello, pero...
—No lo sabes, normal —concluyó ella—. ¿Y si te dijera de dejar a alguien atrás, de no detenerte a ayudar a un inocente en apuros, y que te centres en el objetivo de la misión? ¿Si tuvieras que dejarlo morir, qué harías?
—Si estuviera en mis pezuñas salvar a alguien, lo salvaría.
—¿Tienes familia, Hope?

La pregunta pareció pillar de improviso al semental, el cual dudó antes dar una respuesta.

—Eh... Sí, dos hermanas y mis padres.
—Imagina que una de tus hermanas está enferma y a punto de morir, y que un diabolista o un nigromante te ofrecen un pacto para salvarla.
—¿Qué? Pero...
—O incluso que ya haya muerto y te ofrezcan resucitarla. ¿Aceptarías?

El joven mago, tras un instante, clavó la mirada en el entarimado de la cubierta, imaginando la situación. Amaba a sus hermanas más que nada en el mundo, e imaginar perder a cualquiera de ellas era una idea demasiado terrible incluso para ser puesta en palabras. Si alguien le ofreciera salvarla...

—Si... si estuviera enferma, no lo sé, Aitana, no lo sé. Pero si ya hubiera muerto... jamás recurriría a la nigromancia ni a los demonios para traerla de vuelta.
—¿Por qué no?
—¡Porque es una monstruosidad! —exclamó el semental—. No permitiré que mi familia se vea envuelta en la nigromancia o los demonios, no pienso permitir que sus almas...

Hope Spell no acabó la frase, lo cual Aitana vio como algo positivo. Ese joven unicornio sabía el precio a pagar por aliarse con las fuerzas del Tártaro, fuera cual fuera el objetivo. Los demonios podían traer a alguien de entre los muertos, pero a cambio atraparían su alma para toda la eternidad; los nigromantes podían volver un cadáver a la vida, pero como una mera marioneta del ser que una vez fue. En ambos casos, era mejor dejar a los muertos tranquilos.

Y ese aprendiz de mago blanco había comprendido esa lección básica de todo aquel que luchaba contra las artes prohibidas, hasta el punto de que imaginar a sus hermanas, siendo maldecidas por las artes prohibidas, lo había trastornado.

La familia... sería un problema.

—Ve a descansar, Hope. Lo pensaré.
—Aitana, tengo muchísimo que aprender, pero si me das una...
—¿Oportunidad? j*der, no seas pesado —le interrumpió ella, ruda pero sin malicia—. Sé que aprenderías, yo misma no había tocado un arma en mi vida cuando empecé en esto. Pero no es tan sencillo, déjame pensarlo.

Hope, al cabo de poco, se levantó en silencio y se fue, murmurando “buenas noches”. Aitana lo observó desaparecer por la trampilla que daba a la zona de la tripulación, después volvió a tumbarse y, mirando a las estrellas, dio una profunda calada, iluminando su rostro con la brasa del moribundo cigarro. Una sonrisa cruzó la cara de la yegua.

—Estúpido, bonachón e idealista. A Macdolia le habría caído bien.

Aitana lanzó la colilla la cual, como una minúscula estrella fugaz, surcó la noche hasta caer por la borda y perderse en la inmensa negrura del océano. Quizá Hope Spell tuviera la madera para convertirse en un buen Arqueólogo, pero siempre era una apuesta arriesgada. Además, primero tendría que conocer todo lo que implicaba luchar contra las artes prohibidas y decidir qué hacer.

Muy pocos decidían asumir los sacrificios y responsabilidades que implicaba llevar una vida como la de Aitana.

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Tal como dijo el piloto, la nave tardó solo seis días en llegar a Manehattan. La imponente ciudad Equestriana, “la capital del mar” como era llamada informalmente, presentaba una visión espectacular con sus grandes construcciones y el continuo tráfico marítimo que la caracterizaba. Desde la distancia no parecía que nada hubiera alterado su normal actividad, como si sus habitantes fueran ajenos a los eventos ocurridos en Cérvidas hacía algo más de una semana.

Sin embargo, Hope observó algo extraño: varios ponis empezaron a seguir al barco desde el muelle y, cuando echaron amarras, una gran multitud se congregó frente al mismo. Los propios marineros del bergantín estaban sorprendidos, pero hubo alguien que supo enseguida qué estaba ocurriendo. Y lo explicó con dos simples palabras:

—Oh, mierda.

La pasarela fue tendida y Aitana fue la primera en descender. Al instante, todos esos ponis, armados con libretas y grabadoras, la rodearon, inclusive los pegasos fotógrafos que se afanaban en tomar una instantánea de la llegada de la doctora Pones a Manehattan.

—¡Doctora Pones! Una entrevista para el Daily Mare: ¿estuvo usted en Lutnia cuando se produjo el ataque?
—¡Doctora, Fast Pen, del Manehattan Express! ¿Sabe algo del ataque no-muerto? ¿Es cierto que combatió usted contra un Maestro de la Guerra?
—¡Señorita Pones! Hay rumores que la relacionan a usted con el ataque, ¿tiene algo que añadir?

Aitana respiró hondo antes de alzar la voz para responder.

—Os voy a dar cuatro respuestas: Sí, sí, no y...

La cuarta llegó como una acción: aún con la pata trasera enyesada, la yegua marrón dio un paso atrás y empujó a una reportera hacia el borde del muelle. Esta no esperaba el empujón y, a pesar de sus esfuerzos, perdió el equilibrio y cayó al agua.

—¡Y si alguien quiere acompañarla que me haga otra pregunta! ¡Hope, vamos!

Los periodistas se separaron de la arqueóloga, la cual, acompañada por el joven unicornio, echó a andar hacia la universidad. A pesar de que algún periodista le lanzó una pregunta o la recriminó por su actitud, ninguno se atrevió a acercarse de nuevo.

A su espalda, un pegaso ayudó a la desafortunada periodista a salir del agua.

—“Estudia periodismo”, dijeron, “será divertido”, dijeron. Yo me vuelvo a mis novelas.

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Ya en la universidad, Aitana se dirigió directamente al edificio de Historia y Arqueología para encontrarse con su padre.

—Hope, ve con tu familia. Hablaré contigo más tarde.
—¿Has pensado sobre lo que te dije?
—j*der, ¿no me has oído que hablaré contigo depués?

Sin despedirse, Aitana se marchó dejando solo al joven semental. Este la miró unos segundos y negó con la cabeza antes de tomar el camino hacia su casa. A fin de cuentas, si las noticias del ataque habían llegado ahí, sus padres debían estar de los nervios.

Aitana, mientras tanto, subió directamente al despacho de su padre. Algunos alumnos la reconocieron y la saludaron, pero la mayoría notaron que la yegua marrón no estaba del mismo buen humor y ganas de fiesta con las que solía volver a la universidad tras sus expediciones. Llamó a la puerta del despacho y entró. Su padre, el profesor Pones, estaba rodeado de un montón de cachivaches y mapas, como de costumbre; nada más verla, salió de detrás del escritorio y el chirrido de su silla de ruedas le acompañó el unicornio gris cuando corrió a abrazar a Aitana.

—Hija, me alegro de verte de una pieza —el profesor reparó en la escayola de la pata trasera derecha de su hija—. Bueno, más o menos.
—Yo también me alegro de verte. Y oye, ¿qué hace un ciego burlándose del tuerto?
—Eso ha sido un golpe bajo —rió él—. Espero que tengas una buena historia por contar.
—Demasiado, papá. Saca un par de copas de algo fuerte, nos van a hacer falta. Las cosas van mucho peor de lo que imaginábamos.
—Eso me temo.

El profesor sacó una botella de un licor fuerte de frutas y dos copas, las cuales fue sirviendo a intervalos regulares a medida que Aitana relataba lo que había ocurrido: El intento fallido de destruir a Kolnarg, Sinveria descrifrando el pergamino, el ataque de los no muertos, la dominación de Asunrix y la injusta decisión de Solnes.

—Lo más preocupante de todo esto es que sabían exactamente qué estaban buscando y dónde atacar. ¡Sabían del pergamino! —exclamó Aitana—. Si lo encontraron tus alumnos, ¿cómo podían saber del mismo? ¿Y cómo sabían dónde iríamos a traducirlo? Tenían demasiada información, papá.
—Eso mismo me he preguntado yo, y me temo que tengo la respuesta.

El profesor apuró la copa de un trago y se sirvió otra.

—Nos han utilizado.

Tras comprender todo lo que suponían esas palabras, Aitana apuró su propia copa.

—Atacaron la biblioteca del Imperio de Cristal —continuó el profesor—, se llevaron información del Weischtmann, pero dejaron justamente el único pergamino que necesitaba ser traducido por druidas. Fui un estúpido, debí haberlo imaginado: necesitaban a alguien con contactos entre los maestros druidas para traducirlo.
—Pero si ese alguien eras tú... j*der, ¡j*der! Eso significa que saben de... ¡No puede ser! Cambiamos de identidad, papá, y desconectamos de todo nuestro pasado. ¡Acabamos con todo aquel culto, no pueden ser los mismos!
—Y creo que no lo son, esto no tiene que ver con nosotros dos, Aitana, sino con los Arqueólogos en si. Me temo que, de alguna forma, han descubierto nuestras identidades. Solo me pregunto cuántos estamos en peligro ahora mismo.

Aitana se levantó, inquieta, y acabó caminando hasta la misma pizarra donde había trazado su esquema para explicar su teoría sobre una organización cuando volvió de los Reinos Lobo. Este había sido completado por el profesor Pones con datos y recortes de prensa. Y ahora sabían que esa teoría tenía un nombre: La Hermandad de la Sombra.

—¿Crees que pudo ser por lo de Manresht? Quizá fue culpa mía...
—Creo... que era inevitable, hija. Incluso si nadie sabe quién soy, es fácil que Trottinghoof contara que yo estaba contigo con el sarcófago de Manresht. Sin embargo, reunir un ejército no muerto como el que describes tiene que haberles llevado meses, creo que era un plan que pusieron en marcha desde antes de que volvieras de los Reinos Lobo. Además, todo esto no encaja con los informes de otros Arqueólogos.
—¿Qué? —exclamó Aitana—. ¿También se han encontrado con la hermandad?
—No directamente, pero... hay un patrón. Están reuniendo poder, como tú pensabas, y no solo por Manresht. Por eso he hecho llamar a todos: necesitamos poner información en común y averiguar qué está pasando.
—Su p*ta madre... la Hermandad es mucho más poderosa de lo que creíamos.
—Eso me temo. Están mucho más extendidos de lo que imaginaba, actúan en varios puntos al mismo tiempo.

La arqueóloga volvió a sentarse y se quedó en silencio junto a su padre, bebiendo poco a poco el fuerte y dulce licor. Por primera vez desde el desastre de Kolnarg, los Arqueólogos volvían a reunirse para enfrentarse a un enemigo realmente poderoso. Y no era un pensamiento agradable para ninguno de estos, teniendo en cuenta que esta vez, además, su propia seguridad estaba en peligro.

—Hope Spell dice que quiere unirse, que quiere luchar.
—¿Oh? —respondió el profesor, sorprendido—. ¿Y por qué, si puede saberse?
—Dice que no puede quedarse quieto, que quiere proteger a quien pueda y usar su magia blanca para algo más que curar.
—Je, pobre iluso, no tiene ni idea de qué está hablando.
—Cierto —afirmó Aitana—, pero el muy idiota es listo. Supo usar sus pocas habilidades con frialdad, y no parece que le mueva la codicia. Pero tiene familia.
—Eso será un problema.
—Sí.

Nuevamente se quedaron en un tenso silencio; Aitana acabó su copa de nuevo, pero no la rellenó. No sabía cómo decir lo siguiente, por primera vez en muchos años se sentía realmente aterrorizada. Tenía miedo de lo que podía averiguar al hacerle la siguiente pregunta a su padre, a que todo su pasado y las bases sobre las que había construido su vida se derrumbaran de golpe. Pero sabía que la duda podía llevar a la desconfianza, y no quería que eso ocurriera. El profesor Pones era su única familia, a fin de cuentas.

—Papá, hay algo que no te he contado. Sobre el ritual para destruir a Kolnarg.
—¿Sí?
—Entró en mi mente y... me...
—¿Te dominó de nuevo?
—No —negó la yegua del chaleco—. Me mostró... algo. Por lo visto, cuando llevaste tú la brújula mientras estuve en la cárcel, entró en tu mente.

Súbitamente, Aitana sintió que el susodicho objeto aumentaba en peso y reducía su temperatura. El ligero murmulló que la arqueóloga sentía en la parte de atrás de la cabeza cuando portaba el receptáculo del lich se incrementó, como si el espíritu estuviera escuchando la conversación. El unicornio gris de crines negras pareció ligeramente alterado.

—Eso no puede ser, Aitana. Jamás sentí que nada entrara en mi mente, debió inventárselo.
—Había demasiados detalles, ningún error. Mamá era una guardia nocturna, ¿verdad?

El profesor Pones asintió, por lo que su hija siguió hablando.

—Pero la vi caer, papá, y no iba vestida como una guardia.
—Aitana, seguramente fue una ilusión que...
—¡Sabes que las ilusiones no me afectan! Heredé tu dura cabeza, ni siquiera los mejores magos negros son capaces de dominarme desde que sera una potrilla. ¡Eso no era una ilusión!
—¡Aitana, estás cayendo en el juego de...!
—¡Cállate! Sé lo que he visto, y necesito que me lo expliques, necesito que lo arreglemos ahora. Vi a mamá caer en una explosión, ¡y no llevaba armadura ni símbolos de la guardia! Viví tus recuerdos, luchando junto al tío Gilderald para encontrarla, ¡estabas fuera de ti! La secuestraron, ¿verdad?

El unicornio miró a su hija con severidad.

—Ya te lo dije, tu madre murió luchando contra un demonio, no hay nada más que hablar.
—¡¿Y qué hay de Hellfire?!

La expresión del profesor Pones le traicionó: se quedó con la boca abierta al oír ese nombre, sin poder encontrar una respuesta adecuada. Y, para su desgracia, Aitana confirmó que lo que había visto no eran invenciones de Kolnarg.

—Jamás me dijiste ese nombre, papá, ¡nunca en mi p*ta vida! Él secuestró a mamá, ese hijo de la gran p*ta lo hizo, ¡y tú corriste para salvarla, junto al tío Gilderald! Ninguno de vosotros me lo había contado, ni siquiera conocía ese nombre, ¡j*der! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué me mentisteis sobre la muerte de mi madre?! ¡¿Por qué, maldita sea?!
—¡Porque hay cosas que no le puedes contar a una potrilla, Aitana!
—¡Dejé de ser una potra el día que apuñalé a un mago negro con un cuchillo de cocina! ¡Yo tenía quince años entonces, y estoy a punto de cumplir treinta y uno! ¿Cuántas mentiras más me habéis contado?

El profesor Pones no había bajado la mirada durante la retahíla de Aitana y, cuando esta acabó, sirvió dos copas de licor y se pasó una a su hija. Cuando habló, su voz sonó quebrada, sin la seguridad que normalmente transmitía.

—Hay... cosas que no se le puede contar a una potra, hija mía. Y cuando pasan los años es muy complicado desvelar los secretos que se han mantenido toda la vida.

Aitana respiraba rápidamente, luchando por controlarse y calmarse.

—Solo dime una cosa, papá, dime que lo último que vi no era cierto.
—¿Qué es lo que viste?

La arqueóloga, por primera vez en décadas, sintió que se venía abajo emocionalmente. Era una idea demasiado terrible, algo que estaba haciendo flaquear su fuerza de voluntad. Si esto resultaba ser cierto, la confianza que había depositado en su padre, el único poni del mundo en el que lo había hecho, iba a verse rota para siempre. Le costó un rato superar el nudo que se le había formado en la garganta; cuando lo hizo, fue con el susurro de una potra que luchaba por no llorar.

—Dime que tú no la mataste.

El profesor Pones miró a su hija y una profunda tristeza atravesó su mirada, la tristeza de alguien que no deseaba rememorar el episodio más oscuro de su existencia.

—Siéntate, hija, tenemos mucho de lo que hablar.


Un muchas gracias muy grande a Quisco Mcdohl, Sr. Atomo y SG91 por hacerme de beta readers :).
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor Angelus-Y » 18 May 2015, 11:46

He llegado hasta el capitulo 8. Sinceramente ya poco mas puedo decir de la magnificencia que se ha resaltado de este fanfic. Una narrativa exquisita, llena de detalles, novedades, cosas originales...Las batallas han sido magistrales, de duracion adecuada, se mantiene siempre la tension en cada momento, hay escenas y momentos inesperados, secretos y datos de la trama desgarradores...Hay de todo, sencillamente es la verdad y es innegable que es dificil estar a la par. Espero poder seguir leyendo pronto y degustar lo que queda, para así hallar la verdad y conocer el destino de Aitana.

Te agradezco este fanfic y ansio desde lo mas profundo de mi ser que puedas continuarlo y ofrecernos el regalo de leer esta aventura, no lo digo ya como alguien conocido, sino como lector, hay poca gente por desgracia que aprecia realmente estas cosas y yo lo hago, tendre paciencia pero al mismo tiempo mi corazon palpitara con ansias de poder continuar.

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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor Volgrand » 26 May 2015, 22:25

Capítulo 11: "Night Shield"
Spoiler:
El unicornio gris de crines negras levantó el vaso con su magia y lo revolvió, mirándolo en silencio. En ese mismo instante Aitana notó más que nunca la edad de su padre: las pocas arrugas que tenía se habían acentuado y su crin, al caer al lado de su rostro, desveló las canas que la cubrían. Desde su posición, la yegua marrón apreció el borde de la Cutie Mark que el semental frente a ella ocultaba bajo los anclajes de su silla de ruedas: un rayo cuya punta acababa en una espada. Un tipo de marca que solo unos pocos ponis poseían en Equestria, y que denotaba la inclinación natural de su poseedor hacia el combate.

 

Aitana apenas recordaba el día en que su padre regresó a casa en silla de ruedas, unas semanas después de que Gilderald la salvara de los magos negros que todavía asaltaban sus sueños. El profesor Pones, antaño conocido como Royal Destiny, bebió un trago y alzó la vista hacia su hija, con una mirada cargada de tristeza y... miedo.

 

—No sé por donde empezar.

—Háblame de mamá. De la de verdad.

 

El semental asintió y pasó varios segundos mirando su propio vaso.

 

—No conozco totalmente su historia, Aitana, jamás me la contó, aunque sé algunos retazos. Vivió casi toda su juventud siendo perseguida, y tuvo que luchar para sobrevivir.

—No éramos tan diferentes, entonces.

—Sí que lo sois, hija. Tu madre nació en Isaura, y era huérfana.

 

La yegua marrón se apoyó sobre la mesa, mirando a su padre estupefacta. Había visitado ese reino en un par de ocasiones.

 

—Entonces... ¿era una esclava?

—Sí, pero escapó siendo solo una potra, y pasó años sobreviviendo en las calles, huyendo de los esclavistas y luchando cuando fue necesario. Una vez me comentó que mató a varios de estos.

—Supervivencia —expresó Aitana, sin darle mayor importancia—. Yo misma he tenido que matar a veces en mis...

—No, no es lo mismo: Night Shield asesinó a sangre fría a objetivos concisos. Esclavistas, guardias, nobles...

 

La yegua marrón empezó a deducir hacia donde iba la historia, y no le gustó mucho el desenlace que intuía.

 

—¿Qué demonios quieres decir? ¿Que mamá asesinó a gente inocente?

—Depende de lo que tú entiendas por “inocente”, Aitana. No sé quiénes fueron sus... víctimas, exactamente; sí que sé que Night Shield se convirtió en el terror en su ciudad, y acabó siendo perseguida por toda la guardia.

>>Al final fue capturada pero, por alguna razón, no la ejecutaron. En lugar de ello pasó a trabajar para un burgués, un mafioso.

 

Aitana se quedó totalmente parada ante esa información.

 

—Me estás diciendo que mamá era...

—Una asesina a sueldo.

—¡Qué broma es esta! —gritó la Arqueóloga—. ¡Me has dicho toda la vida que mamá era una guardia, y ahora me vienes con esto!

 

El profesor observó a su hija cuando esta se levantó y se alejó, andando el círculos mientras hablaba.

 

—¡La recuerdo poco, pero no podía ser... eso! ¡Tienes que estar de p*ta coña!

—¡Aitana, tranquilízate! —gritó el unicornio. Su cuerno brilló ligeramente, y la sala se cubrió de un aura azulada, insonorizándola—. ¡Esa fue tu madre, cierto, pero no es la misma yegua que era cuando tú naciste! Si vas a juzgarla, antes escucha toda la historia.

 

Aitana miró intensamente a su padre, con la ira y el desengaño reflejados en su rostro. Al cabo de unos segundos se sentó de nuevo sin decir nada, esperando a que el semental continuara. Este requirió de unos momentos para calmarse él mismo antes seguir. Entendía el enfado de su hija, pero si quería conocer la verdad sobre su madre, debía escuchar toda la historia.

 

—Trabajó con ese mafioso durante... no sé, creo que un par de años. Y todo cambió cuando este decidió ampliar el negocio en Equestria. Menospreció a los Equestrianos tratando de hacerse con el control de los bajos fondos de Trottingham.

—¿Qué ocurrió?

 
**·-----·-----·-----**

 

Quietos.

 

El calmado susurro de alarma hizo que el gran poni de tierra negro y sus secuaces se detuvieran. Una pegaso, de pelaje azul oscuro y crines lilas, miraba hacia atrás y ligeramente arriba, escudriñando la nave donde retenían a los secuestrados. Su Cutie Mark la formaba una lanza siendo detenida por dos cuchillas de casco.

 

¿Qué ocurre, Night Shield?

Silencio.

 

La pegaso podía notarlo en sus plumas: las leves corrientes de aire que había levantado una gran criatura voladora, probablemente un pegaso. Y... había algo, una ligerísima vibración que sentía en los oídos. Jamás había experimentado nada similar. Por suerte para ella, todos los presentes sabían que no había que menospreciar los agudos sentidos de la asesina, por lo que guardaron un tenso silencio.

 

Y por eso pudo escuchar el inconfundible sonido de la madera y la cuerda al ser tensadas. Saltando al tiempo que desplegaba sus alas, Night Shield se lanzó contra su jefe, apartándolo del ataque. A su espalda escuchó el impacto del virote seguido del de un poni al desplomarse.

 

¡Corred!

 

La pegaso azul oscuro se levantó y voló directamente siguiendo la trayectoria del virote hacia el tirador. La nave era enorme, y las pocas lámparas que había en el suelo no podían iluminarla completamente. Había advertido sobre lo poco seguro que era el edificio, pero no la habían escuchado. Ahora solo le quedaba hacer su trabajo.

 

Sin embargo, cuando llegó a las vigas del techo no había nadie. Buscó a su alrededor, sabiendo que estaba en una posición vulnerable, pero una vez más volvió a escuchar una ballesta al ser cargada. Hizo un rápido picado, evitando el virote que pasó justo donde habría estado su cabeza, clavándose en una viga.

 

¿Puedes ver en la oscuridad, cabrón?

 

Night Shield, conociendo el punto fuerte de su enemigo, voló en picado hasta el suelo, haciendo una parábola para recoger una de las lámparas de aceite y volver al techo. Varios virotes más fueron disparados, pero la pegaso era muy rápida. Cuando llegó a lo más alto de la construcción, lanzó el objeto hacia la zona donde creía que estaba su enemigo. El aceite ardió y se expandió en una enorme lluvia de llamas, cubriendo de fuego gran parte del techo y de las vigas que lo sostenían.

 

Entonces lo vio: una sombra que voló, alejándose del calor y la luz. Night se lanzó contra ella, desplegando en el vuelo dos dagas que llevaba asidas a cada casco delantero. Esperaba acabar con el atacante rápidamente pero, en el último instante, el reflejo del fuego desveló dos largas cuchillas que este portaba. La pegaso detuvo su vuelo rápidamente y se preparó para defenderse.

 

Los metales chocaron en repetidas ocasiones; el atacante era extremadamente rápido y hábil, forzando a Night Shield a mantenerse completamente a la defensiva. Cada ataque que esta lanzaba era rápidamente detenido y, en sus defensas, la pegaso estaba perdiendo terreno, acercándose rápidamente al techo que, a su espalda, estaba siendo consumido por las llamas.

 

Sin poder mantener la posición más tiempo, Night voló hacia atrás, directamente hacia una de las vigas en llamas, girándose en el aire y golpeándola fuertemente con las patas traseras. Esto tuvo el efecto previsto, creando una pequeña explosión de ascuas que la pegaso atravesó limpiamente. Sin embargo, quien fuera a quien combatía, no debió ver el movimiento, ya que gritó cuando varias brasas cayeron sobre él. Un grito que no parecía poni.

 

Night Shield se posó sobre una de las vigas y, frente a él, su enemigo hizo lo mismo. Iluminado por el fuego, la pegaso solo pudo apreciar sus detalles más característicos: Pelaje gris, casi negro; sus dos patas tenían asidas dos largas cuchillas gemelas a algún tipo de brazalete; sus orejas eran grandes y peludas, y mantenía los ojos cerrados. Pero lo más inquietante fue apreciar que sus alas no eran las de un pegaso, sino de un murciélago.

 

La criatura abrió los párpados, revelando unas afiladas pupilas, tan brillantes que se podían apreciar las llamas bien definidas en las mismas. Al mismo tiempo, se agachó ligeramente, adoptando posición de guardia, y bufó como un gato furioso hacia Night Shield.

 

Su dentadura acababa en dos largos y afilados colmillos.

 

Night Shield tardó poco en recuperarse del shock. Cuando lo hizo, sonrió y desplegó sus propias armas, preparándose para el combate.

 

No sabía que los batponis eran reales. Será un placer matarte, asesino.

 

El batpony se lanzó hacia Night Shield, trazando una parábola. Esta notó la sensación que, como siempre, la absorbía en combate: el momento en el que su mente lógica se apagaba y dejaba que el instinto tomara control de sus actos. Detuvo el primer ataque y, con un grave grito, coceó al batpony en el pecho con las patas traseras, lanzándolo al aire y cargando tras él a continuación.

 
**·-----·-----·-----**

 

—Un Cazador Batpony, eso es lo que ocurrió. Atacó al mafioso y tu madre le hizo frente.

—Los Cazadores Batpony... Se sabe poco sobre ellos, salvo que son los agentes de élite de la Guardia Lunar.

—En aquel entonces, los cazadores actuaban por libre, protegiendo a Equestria en las sombras. Uno de los primeros actos de Luna fue integrarlos en la guardia.

 

Aitana ató cabos rápidamente.

 

—Espera un momento... ¿Me estás diciendo que mamá se unió a los Cazadores? Eso es imposible, solo los batponis forman parte de ese cuerpo. ¡El propio nombre lo dice!

—Lo sé, Aitana. Tu madre ha sido la única pegaso que llegó a formar parte de sus filas. No sé bien cómo ocurrió pero... viéndola combatir e investigar, pude intuirlo.

 

El profesor se levantó y caminó hacia la ventana del despacho. Desde ella podía ver el campus en su totalidad, y a los estudiantes caminando o volando de un lugar a otro. Se podían contar miembros de todas las razas: pegasos, unicornios, ponis de tierra, grifos e incluso algún ocasional ciervo. También empezaban a verse estudiantes batpony. Desde el regreso de Luna, esa extraña raza poni había empezado a reintegrarse en la sociedad Equestriana, especialmente a través de la guardia Lunar. La presencia de los guardas batpony había ayudado a acabar con los prejuicios creados por generaciones de escritores y dramaturgos.

 

—Tu madre era... grácil. El combate era, para ella, un juego, una parte de su vida; volaba con una precisión absoluta y, siempre que podía, acababa con sus enemigos rápidamente. Pero cuando uno de estos lograba hacerle frente, Night Shield se volvía...

 

El unicornio pareció dudar sobre qué decir a continuación.

 

—Siempre la llamé, medio en broma, “pantera con alas”. No se me ocurre nada mejor.

 

El profesor se giró hacia su hija; su expresión era triste y melancólica.

 

—En combate era terrorífica, no te lo puedes imaginar. Cuando se dejaba llevar se volvía puro instinto cazador y... lo disfrutaba. Era el tipo de poni que podía asesinar a alguien con una sonrisa, mirando a su siguiente víctima.

—Qué... ¡Eso no puede ser! Recuerdo su Cutie Mark: una lanza detenida por dos dagas. Mamá me explicó que era porque a ella le gustaba proteger a...

—Te mentimos, Aitana, no te podíamos decir la verdad. Su Cutie Mark representaba su talento especial: El asesinato.

 

La aludida escuchó esa última palabra, y no pudo evitar empezar a repetirla en su mente. Asesinato. La habilidad especial de su madre era quitar la vida. Asesinato, era aquello para lo que había nacido, lo que disfrutaba. Asesinar sin otro objetivo que la muerte en si.

 

Su madre era una asesina nata.

 

El profesor Pones observó a su hija en silencio: se había quedado callada, mirando a sus propias pezuñas casi sin parpadear. No podía culparla, no podía de ninguna forma: había tenido que mentirle cuando era una potra, para protegerla de que los magos negros, nigromantes y diabolistas a los que él y Night Shield daban caza tomaran represalias contra ella. Como acabó, finalmente, ocurriendo, a pesar de todas sus precauciones.

 

—De esa poni, de esa asesina... me enamoré. Y ella me correspondió —el unicornio gris acabó esa frase con una ligera risa—. No te creerías cómo nos conocimos, suena a algún fanfiction hecho por un escritor frustrado con demasiado tiempo libre.

—A ver... sorpréndeme, si es que puedes hacerlo todavía más.

—¿No es evidente? Intentó matarme.

 
**·-----·-----·-----**

 

Royal Destiny estaba quieto, jadeando, esperando cualquier señal de dónde pudiera encontrarse su enemigo. A sus cascos, los cadáveres de varios nigromantes, que él mismo había matado, convertían la zona en un sitio complicado para cabalgar. La noche era cerrada, y la oscuridad casi completa. Su cuerno brillaba ligeramente, manteniendo un hechizo de detección que era la única posibilidad de localizar al cultista restante, que en tantos aprietos le estaba metiendo. A su lado, una alargada espada plateada levitaba, sujeta por su propia magia.

 

Le había lanzado varios ataques, sin detenerse, para después perderse en la oscuridad. Fuera quien fuera, tenía a Royal en su terreno, y este se estaba empezando a debilitar. Tenía que vencer cuanto antes.

 

Una sensación, como un chispazo mágico en su mente, le alertó de un ser vivo acercándose a toda velocidad por su espalda. El unicornio gris se giró, llevando su espada para interceptar el ataque; esta fue detenida por una larga cuchilla que estaba sida a la pata delantera de una yegua de pelaje azul oscuro. Esta vez no se retiró, sino que retrocedió ligeramente y empezó a lanzar veloces tajos a Royal. El semental se defendió, deteniendo el arma de su enemiga con la suya propia y, cuando vio una oportunidad, cargó su magia en una fuerte explosión de luz. El resplandor cogió de improviso a la pegaso, la cual se vio forzada a retroceder de un rápido vuelo. En ese instante, Royal tuvo la oportunidad de ver que la crin de la yegua era violeta, y sus ojos de color azul cielo.

 

Tras unos segundos, escuchó su voz en la oscuridad.

 

Nada mal para un cultista.

¿Qué?

No esperaba que uno de tu calaña ofreciera tanta resistencia. Hagamos un trato: dime dónde está el resto del culto, y te perdonaré la vida.

¿Qué...? ¡¿Pero tú eres estúpida?! ¡No soy un cultista, soy un cazador de demonios!

Aunque mientas no vas a...

¡¿Y por qué te crees que todos estos están muertos?! ¡Mira a cualquier cadáver, que si no fue mi magia, fue mi espada quien lo mató!

 

Pasaron unos segundos antes de que el semental escuchara a la pegaso posarse en el suelo. Solo hizo falta un momento para que una única palabra llegara a sus oídos: “Ups”.

 
**·-----·-----·-----**

 

El profesor sonreía ligeramente, perdido en sus recuerdos.

 

—Me confundió con un cultista. En aquel entonces ella ya era una agente de los batponis, y había ido a acabar con el mismo culto que yo. Estaban organizando sacrificios rituales e invocando demonios demasiado cerca de la frontera, en las tierras salvajes del noreste.

 

El profesor estuvo a punto de servirse otra copa, pero se dio cuenta que estaba bebiendo demasiado, así que desistió.

 

—A partir de ese momento, Night Shield y yo viajamos juntos. Al principio porque perseguíamos el mismo objetivo, pero acabó acompañando a los Arqueólogos en sus misiones. Hicimos un gran equipo con Gilderald; fue durante una expedición en Cérvidas cuando tu madre y yo... bueno, empezamos nuestra relación. Ahí fue donde conocí a Sinveria, la salvamos de un demonio cuando era una cervatilla.
>>Unos dos años después, si no me falla la memoria, nos retiramos por un tiempo y dejamos las expediciones.

—¿Por qué?

—Porque tu madre se quedó embarazada. De ti.

 

El unicornio, se quedó un rato mirando por la ventana. El ligero brillo de su cuerno, con el que mantenía el campo de silencio, hacía que los rasgos de su rostro se marcaran con intensidad. La ligera sonrisa que le había acompañado hasta entonces, murió ligeramente.

 

—Cuando naciste... me sorprendí por la calidez de Night Shield. Aunque conmigo siempre fue una gran... esposa —dijo el profesor, con un tono que dejaba entrever que había detalles privados que no pensaba compartir con Aitana—, siempre temí que pudiera ser fría o distante contigo. No fue así, y esos recuerdos que tienes de ella son reales, hija. Era... una gran madre, y te amaba. Nos amaba a los dos, y habría dado la vida por ti.

 

Pones calló durante un instante, como si hubiera retenido algo que estuvo a punto de decir. Aitana aprovechó ese instante.

 

—Explícame cómo una asesina nata podía ser tan cálida. Me cuesta pillarlo.

—Porque... a esas alturas, había aprendido a usar su don por un bien mayor. Ella... vivía para el combate y para causar la muerte, pero aprovechaba su... predisposición natural para proteger el mundo de los diabolistas. En ese aspecto, no es tan diferente a ti.

—¡Pero antes me dijiste que sí que lo era!

—Porque tú no disfrutas ni del combate ni de causar la muerte: lo usas como una herramienta, como algo necesario. Tu madre... sí que lo disfrutaba. Era su vida.

 

El unicornio gris aprovechó para mirar a su hija; esta se había servido un nuevo vaso de licor, pero no lo había tocado todavía. Había esperado que Aitana siguiera maldiciendo en voz alta, que le gritara o algo peor. Y la conocía lo bastante bien como para saber que eso no era una buena señal. Era mejor contarlo todo.

 

—Cuando tú cumpliste tres años, los Arqueólogos nos contactaron: había una gran trama diabolista en Cérvidas y Equestria. No podíamos quedarnos quietos, esperando a que quizá fallaran y los diabolistas pudieran ponerte en peligro. Nos reunimos con Gilderald y volvimos a la acción.

>>Viajamos a Cérvidas, y, durante un año, fuimos dando caza a los distintos cultos. Ya sabes cómo funciona: grupos de diabolistas aislados, que creen poseer el control de su zona cuando en realidad eran títeres de alguien sin saberlo. En este caso, era un de poderoso diabolista que había hecho un pacto con dos grandes señores de los demonios: Uno del fuego y la destrucción, y otro de la oscuridad y la dominación.

—¿Quién era?

—Ya conoces su nombre: Hellfire.

 

El profesor, que todavía estaba frente a al ventana, volvió a su mesa y se sirvió un largo trago de licor. Su expresión, abatida, denotaba que llegaba al momento que no quería rememorar.

 

—Lo fuimos arrinconando. Él fue ganando poder, pretendía invocar un gran demonio al que dominaría para hacerse más poderoso y desafiar a Celestia en persona. Suena descabellado pero... podría haberlo logrado.

>>Acabamos... en un empate técnico, eso lo supe después. Él ya tenía lo necesario para el ritual, pero con nosotros pisándole los talones no podía empezarlo. Lo que hizo, en su lugar, fue lanzar un gran ataque contra una población Equestriana.

—Os tendió una trampa —concluyó Aitana.

—Sí. Y caímos en ella.

 
**·-----·-----·-----**

 

Royal Destiny lanzó una devastadora lluvia de energía contra el gran demonio de la destrucción que se había interpuesto en su camino. Incluso antes de que este cayera, el unicornio se deslizó entre las patas de la monstruosidad, galopando a continuación hacia su amada. En su mente no había otro objetivo que no fuera recogerla y huir.

 

Frente a él, junto a varios pequeños diablillos del fuego, un unicornio negro lo miraba. Su cuerno, liso y curvado, acababa en una incandescente punta roja, el mismo color que brillaba en sus crueles ojos. Su pelo, gris oscuro, caía a ambos lados de su cuello, protegido por una armadura metálica de color granate. El diabolista miró a Royal con una cruel sonrisa, y el cazador de demonios se detuvo, alzando su espada e invocando varias saetas mágicas que empezaron a orbitar a su alrededor.

 

Royal Destiny en persona... Es un placer, cazador de demonios.

¡Hellfire! Al fin te muestras, cobarde.

Oh, tú y yo combatiremos, Royal...

 

El demonologista detuvo la frase al tiempo que su cuerno se cubría con un aura negra que burbujeaba energía verdosa. Cubierta en un oscuro manto, Night Shield, inconsciente y ensangrentada, levitó al lado del oscuro unicornio.

 

Pero eso será en otra ocasión —dijo, antes de teleportarse junto a la pegaso.

¡NIGHT SHIELD!

 
**·-----·-----·-----**

 

Regresando de sus recuerdos, el profesor pegó un largo trago de licor, sintiendo que la culpa que había reprimido por tantos años volvía a embargarlo.

 

—Fuimos en su busca, Aitana. Durante tres días cazamos a los cultistas, interrogamos a los que hizo falta y encontramos su madriguera. Claro que sabíamos que era una trampa, ¿pero qué podíamos hacer?

—j*der...

—Cuando lo encontramos, nos soltó una marabunta de demonios. Gilderald siempre ha sido muy bueno con los campos de contención, así que se encargó de frenarlos, y yo fui directamente a por Hellfire. Pero... usó un arma contra la que yo no podía combatir.

 
**·-----·-----·-----**

 

El enorme grifo de plumas doradas lanzó sus dos hachas gemelas; estas recorrieron en aire a través de la oscura estancia hasta que impactaron contra dos pequeños demonios del fuego que avanzaban hacia él, seguidos de otros muchos. Gilderald introdujo sus garras en una bolsa que portaba y lanzó dos puñados de polvo verdoso hacia adelante, en un amplio arco frente a él. A media que el polvo trazaba dos lineas difuminadas en el suelo, el gran grifo tomó un pergamino y lo leyó en voz alta en el antiguo idioma de su raza.

 

Y los pequeños demonios, que esperaban acabar rápidamente con su enemigo gracias a su gran número, se toparon con dos invisibles campos de contención que los frenaron en seco.

 

Una inmensa llamarada surgió a la espalda de Gilderald, cubriendo la zona donde sabía que se encontraba su compañero. Estaba a punto de acudir en su auxilio, pero a través del fuego surgieron varias saetas de brillante magia blanca que, trazando amplias parábolas, convergieron sobre el diabolista negro que lanzaba el ataque. Este se protegió, y el fuego se apagó cuando dejó de concentrarse en el mismo. Y, sin embargo, la sonrisa no murió en el rostro de Hellfire.

 

Deberías darte prisa, arqueólogo —dijo el demonologista con sorna—. Quién sabe, quizá todavía esté con vida. O quizá no lo esté... pero siempre me quedará tu hija para seguir divirtiéndome. ¿Dawn Hope, que está en las afueras de Trottingham?

 

La magia rodeó a Royal Destiny, fruto de la pura rabia y del instinto de proteger a su hija, haciendo que sus crines se sacudieran con furia. Había torturado a Night Shield, su esposa jamás habría revelado que tenían una hija, y menos dónde encontrarla.

 

¡Esta es tu última noche, Hellfire! ¡Te haré sufrir, hijo de p*ta!

¿Y a ella, la harás sufrir?

¿Qué...?

 

En ese instante, Royal Destiny notó un movimiento a un lado y se giró rápidamente para interceptarlo. Su espada chocó contra un largo filo plateado que reconoció al instante: su hoja estaba cubierta por runas lobas y pictogramas ciervo. El enganche, adaptado a la pata de un poni, había sido rematado con la figura de un dragón. No fue hasta que cruzó su mirada con los ojos de Night Shield que no reconoció a su esposa. Pero sus pupilas, en vez del usual azul cielo, se habían vuelto verdes, y emanaba un aura de terror propia del mismísimo Tártaro.

 

No... ¡No! ¡Night Shield, soy yo!

 

La pegaso no reaccionó ante las palabras de su marido, lanzando ataque tras ataque contra el desesperado unicornio.

 
**·-----·-----·-----**

 

—Estaba poseída, Aitana —relató el profesor—, no dominada. Ya sabes... hace falta un ritual para exorcizar a alguien. Yo no podía atacarle, Aitana, no podía, yo...

 

El unicornio gris, el que antaño fue el cazador de demonios Royal Destiny, no pudo seguir hablando. Ante una muy sorprendida Aitana, que jamás lo había visto así, el profesor Pones derramó varias lágrimas en silencio. La yegua no supo bien cómo reaccionar pero, tan pronto como había ocurrido, su padre se recuperó y se secó la cara.

 

—Perdona, es... duro recordarlo.

—Vale vale, no te preocupes... j*der, ¿qué pasó? ¿Al final la...?

—No, hija, no exactamente. Yo no podía herirla, incluso aunque hubiera querido no habría podido. Tu madre era muchísimo mejor que yo en combate cerrado, no tenía ninguna posibilidad.

—Entonces... ¿cómo...?

 
**·-----·-----·-----**

 

La zona era un caos: decenas de demonios intentaban avanzar hacia los cazadores. Los campos de contención creados por el grifo, Gilderald, los retenían, y los que lograban superarlo eran inmediatamente eliminados por las garras de este. Pero toda esa área era un gran portal demoníaco cuyo vórtice era Hellfire, y los seres del Tártaro aparecían por doquier, entre deflagraciones de llamas.

 

Y mientras tanto, dos ponis libraban un combate singular.

 

Royal Destiny retrocedió, usando un sencillo hechizo para detener la hemorragia de varios cortes que había recibido en las patas delanteras, ahí donde su armadura no le protegía. La pegaso frente a él se preparaba para atacarlo de nuevo y, no lejos de ahí, Hellfire reía cruelmente.

 

¡Night Shield, por favor, recuerda!

 

La aludida rodeó ligeramente al unicornio, buscando una forma de acabar con ese combate.

 

¡Lucha contra el demonio, no le dejes dominarte! ¡No dejes que te esclavicen otra vez!

Ella no puede oírte, Royal —dijo Hellfire—. Ahora es mi títere, y su alma está alimentando mi poder.

¡No! ¡Tienes que luchar, Night, por favor, cariño, no te dejes!

 

La pegaso alzó el vuelo varios metros y se lanzó en picado contra el mago; una barrera mágica la frenó casi en seco, evitando la carga, pero aún así atacó a Royal con grandes arcos de su espada, que cambiaba de posición en su pata según le conviniera. El unicornio gris se defendió con su propia arma , retrocediendo por su vida. En un hábil movimiento, Royal logró bloquear la espada de Night Shield contra el suelo. La yegua de pelaje azul oscuro se revolvió, haciendo que su crin violeta cubriera su rostro durante un instante.

 

¡Night, por todos los dioses, piensa en tu hija! ¡Piensa en Dawn Hope, lucha por ella, lucha!

 

Royal miraba directamente a los ojos de su esposa y, como si de un milagro se tratara, observó que estos habían recuperado su habitual tono azul. En un quedo susurro, la oyó decir “Royal”, pero, tan pronto como había ocurrido, la pegaso se separó y retrocedió de dos poderosos aleteos. Se preparó para una nueva carga y Royal Destiny, maldiciendo, hizo lo propio para defenderse.

 

Night alzó el vuelo y cargó contra su marido. Este levantó la espada para desviar el ataque... pero, en el último instante, lo comprendió.

 

Lo comprendió cuando vio que los ojos de su esposa seguían siendo azules.

Cuando esta retrajo su espada a una posición desde la que no podría atacarle.

 

Antes de que pudiera apartar su arma, Night Shield cayó sobre la afilada punta de esta. Fue un instante, pero tan largo como una eternidad para Royal Destiny quien, impotente, pudo ver cómo su propia espada se hundía en la yegua que amaba. Liberó el agarre mágico que la sostenía, pero ya era demasiado tarde; se alzó sobre las patas traseras para intentar frenar su empuje, para acabar atrapando a la pegaso en un abrazo.

 

¡Night! ¡NIGHT, NO!

Royal... cuídala... no le dejes...

¡NIGHT SHIELD!

 

La muerte tomó sus ojos, que se quedaron fijos mirando al infinito. Royal Destiny gritó su nombre una vez más antes de asumir lo que acababa de ocurrir. Como un montaña, sintió el peso de la pérdida y la culpa amenazar con aplastarlo bajo su abrazo. No podía estar muerta, no debería estarlo.

 

El unicornio se agachó un poco, acompañando la caída de la yegua hasta el suelo, sin dejar que se desplomara completamente. Los gritos e impactos del combate que libraba Gilderald llegaron a él, pero sonaban extremadamente distantes.

 

Calor.

 

Miró hacia un lado para ver cómo una ola de fuego, oscuridad y muerte se echaba sobre él. Y, en un instante, su mente salió del shock y procesó lo que había ocurrido.

 

Hellfire la había matado.

 

Royal Destiny se levantó y conjuró; una barrera de energía blanca se formó frente a él, deteniendo el ataque. Este intensificó su potencia, alimentado por los pactos que Hellfire había hecho con el Tártaro, pero el unicornio gris hizo lo propio, gritando a medida que la energía mágica fluía con más fuerza a través de su ser.

 

Hellfire la había torturado.

 

La barrera del mago de combate se combó hacia adelante, empujando el poderoso hechizo de Hellfire hasta que su lanzador se reveló. Sin perder un instante, Royal cargó su magia y lanzó una tromba de proyectiles azulados contra él, y esta vez fue el turno del diabolista de usar su magia para protegerse.

 

¡Hellfire iba a por Dawn Hope!

 

Los ojos del unicornio gris se volvieron completamente blancos y, con un grito de rabia, se teletransportó justo encima del unicornio negro, conjurando una espada hecha de pura energía. El diabolista se giró a tiempo, convocando él mismo un filo de sombras para defenderse del enloquecido mago de combate que se echaba sobre él.

 
**·-----·-----·-----**

 

Aitana miró a su padre, sin saber qué decir.

 

—No recuerdo qué ocurrió, estaba... ido. Lo que sí recuerdo es que superé las defensas de Hellfire y conjuré un hechizo explosivo. La explosión me proyectó contra una columna; cuando desperté, no podía mover las patas traseras. Lo maté.

—Pero... entonces...

—Ahora ya conoces la verdad, hija mía, yo no maté a tu madre: ella se suicidó contra mi espada, para salvarme la vida y protegerte.

 

La yegua marrón se levantó y caminó hasta la ventana, recordando momentos de su pasado que ahora empezaban a cuadrar. La última orden de Hellfire fue ir a por ella, por eso los magos negros irrumpieron en su casa y trataron de secuestrarla. Y los cultistas fueron persistentes, persiguiéndola a ella y a su padre durante años.

 

—¿Eran ellos los que nos persiguieron, papá? ¿Los seguidores de Hellfire?

—Sí, pero como de costumbre, no sabían su verdadero nombre. Solo eran títeres de Hellfire pero... yo ya no podía luchar, no podía protegerte. Por eso decidí huir.

—Pero no funcionó.

—No.

 

Esa había sido la infancia de Aitana: una huida continua. No lograban estar más de unos meses en un lugar antes de que los magos negros, los nigromantes y los diabolistas los encontraran, forzándolos a volver empezar en otra ciudad. Así, durante diez años, hasta que, cuando cumplió quince, Aitana tomó un cuchillo de cocina y decidió no volver a escapar.

 

—Pensé que te perseguían a ti, papá, porque siempre me dijiste que habías sido un cazador de demonios. Luego creí que las veces que habían intentado atraparme fue solo para llegar hasta a ti. Pero... yo era el objetivo, la venganza de Hellfire.

—Sí. Lo siento mucho, hija, pero no podía contarte cuando eras pequeña que un grupo de locos quería capturarte y torturarte hasta la muerte. Y luego... jamás vi la forma de decírtelo. Ni de contarte la verdad sobre tu madre. No sabes cuánto lo siento...

 

Aitana miró a su padre y, después, la botella medio vacía de licor. Y en su mente, todavía bullendo por haber encontrado la verdad sobre por qué había huido durante toda su infancia, solo había el pensamiento de que necesitaba más.

 

—Papá —dijo, levantándose—, tengo que... Necesito pensar. j*der... necesito... ¡j*der!

—Aitana, cálmate.

—¡¿Cómo quieres que me calme?! ¡Acabo de enterarme de que la misma gente que torturó, dominó y... mató a mi madre nos persiguió durante toda mi infancia! ¡Que mi madre era una ASESINA que vivía para matar, y no una guardia como me hiciste creer! ¡¿Cómo quieres que me calme?! ¡ME HAS MENTIDO TODA LA p*ta VIDA!

 

El profesor Pones esperó a que su hija acabara de gritar antes de hablar sin alzar la voz.

 

—Debí hacerlo antes, Aitana, pero no sabía cómo.

—¡j*der!

 

La furibunda yegua se dirigió a la puerta y la abrió.

 

—Dawn Hope.

 

Aitana, al oír su nombre de nacimiento, se giró hacia su padre. Este la observaba con un profundo abatimiento.

 

—Lo hice para protegerte, hija mía.

—Creo que podrías haberlo hecho igual contándome la verdad.

 

La Arqueóloga se marchó, dando un sonoro portazo tras ella. El profesor se quedó en silencio, escuchando los irregulares pasos de su hija alejarse a través del pasillo hasta que estos se perdieron en la lejanía.

 

—Debí decírselo antes...

 

Veintisiete años habían pasado desde la muerte de Night Shield, y el profesor Pones todavía recordaba ese momento como si acabara de ocurrir. El unicornio salió de detrás de su mesa y caminó hasta un armario del cual sacó varios cacharros usando su magia. Cuando hubo extraído el último pudo acceder al falso fondo del mueble y abrirlo, un espacio donde solo guardaba un objeto.

 

Con sumo cuidado sacó un alargado fardo de tela cubierto de polvo. Lo había guardado ahí cuando asumió su nueva vida como el Profesor Pones, y no había tenido valor de volver a sacarlo. Era un forma de rememorar su mayor error y, a la vez, un tiempo en el que todo había sido mejor. Colocó el fardo sobre la mesa, desató las cuerdas y empezó a desenrollarlo.

 

El corazón le dio un vuelco cuando la primera pulgada de metal apareció frente a él, todavía tan brillante como la primera vez que lo vio. Se obligó a detenerse y respirar hondo antes de seguir desenvolviendo el objeto. El filo quedó a la vista, mostrando algunos puntos de óxido causados por años de falta de cuidados. El brazalete al que se unía seguía intacto, pero los cierres estaban completamente oxidados y atascados. Y, ahí donde la espada se unía con el ingenioso enganche, la figura plateada de un dragón se alzaba. Sus garras se fundían con el brazalete, como si lo estuviera abrazando, y la hoja surgía como una prolongación de su cola, articulándose sobre la misma.

 

El profesor observó ese objeto único con reverencia y tristeza. El cuerpo del arma estaba cubierto por una amalgama de pictogramas ciervo, runas lobas y escritura mágica de unicornia. Seguían un esquema que invitaba a pensar que podía tratarse de un arma mágica y, sin embargo, no lo era.

 

La espada de Night Shield demostraba su excelente calidad por el buen estado que conservaba tras tantos años. De hecho, ese objeto era un misterio arqueológico en si, ¿en qué momento habían colaborado lobos, ciervos y ponis para crear un arma así? Era la única que existía, o eso creía el profesor. Lo más curioso de todo es que las únicas partes completamente oxidadas eran aquellas que un herrero había forjado para adaptarlas a la anatomía de Night shield; el resto del arma, que contaba con muchos siglos de existencia, era lo que mejor se conservaba. A decir verdad, nunca habían sido capaces de datar o localizar el origen de esa espada. No existía otra igual.

 

Durante años el antiguo cazador de demonios había guardado el arma de su esposa. En principio pretendía entregársela a Aitana, pero nunca logró hacerlo. El por qué, ni siquiera él lo sabía. ¿Quizá porque era reconocer que Night había muerto? ¿Porque era incapaz de seguir adelante? ¿Por miedo a su reacción?

 

Solo el ver la espada trajo mil recuerdos a la mente del unicornio en las puertas de la ancianidad. Recuerdos de batallas, sufrimiento y muerte... y también de amor, pasión, cariño y hogar. No pudo aguantar mucho tiempo antes de volver a cubrir el arma con tela.



Un muchas gracias muy grande a Pandora y Quisco McDohl por su ayuda y betaredeo.
Ahora ya conocemos a Night shield, y el pasado de Aitana. Quizá eso explique en parte su forma de ser, ¿no?
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor agustin47 » 26 May 2015, 23:45

Dramático. Jodidamente dramático y aún así épico y asombroso. Me ha encantado este capítulo. Espero poder seguir leyendo pronto.
Los milagros no son gratuitos.

La ignorancia a veces puede significar felicidad, y en este caso, la nuestra resulta ser una verdadera bendición.


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