Todo comenzó el día que ella llegó. Desde que una pequeña unicornio, apenas pudiendo mantenerse en pie, que apareció en Ponyville, saliendo del bosque Everfree. A los pocos días de que ella llegase, el tiempo se volvió loco. Llovía desde el suelo hacía el cielo. Llovían rocas, y a veces ácido (aunque eso si llovía desde las nubes). El viento creaba enormes tornados que en lugar de arrasar ordenaban las casas y limpiaban las calles, y cuando soplaban pequeñas brisas, incluso las casas se movían. Luego comenzaron a aparecer monstruos extraños. Cada vez que a la potra le daban un caramelo, durante la noche iba un monstruo gigante echo de rocas de colores y se llevaba todos los dulces que podía. Cuando la potrilla se sentía triste y lloraba, aparecía un monstruo echo de ácido que atacaba como loco a todo lo que encontraba en su camino, etc. Pero nadie sospechaba de una pequeña potrilla, nadie, menos Twilight. Ella lo había visto, como, cuando la pequeña llegó, tambaleándose, y calada hasta los huesos, con la crin cubriéndole la cara, y aparentemente llorando, Twilight había podido apreciar que la potra tenía una siniestra y malévola sonrisa en la cara. Pero ese solo fue el comienzo... de algo que podía llegar a ser horrible.
I
Una potrilla unicornio de crines negras, pelaje gris, y ojos marrones muy oscuros, caminaba por Ponyville, con una sonrisa de oreja a oreja. Hacía dos semanas que un extraño tiempo había cesado y había dado paso al sol que todos los ponys aprovechaban al máximo, disfrutando de las maravillas del aire puro exterior y de los extensos campos. La potrilla había aparecido, desorientada y con sus últimas fuerzas hacía ya más o menos un mes y medio. Desde entonces, ella había enseñado un idioma desconocido en ponyville a sus habitantes, y también aprendía, poco a poco, a hablar como los demás lo hacían. Sometiéndolo a votación, le habían puesto nombre a la potrilla, que no decía tener nombre, su nuevo nombre, menos siniestro que ella en sí, era Dalia.
-¡Ay! -se quejó una potrilla unicornio de crines rosas y moradas claras, pelaje gris, y ojos verdes claros, al chocar con Dalia y caer al suelo, ambas caminaban tan absortas en su pensamientos que habían chocado.
-¿Sweetie Belle...bien? -preguntó Dalia, empleando lo que más rápidamente le salía de la boca.
-S-sí, no pasa nada -respondió la potra. -Ha sido culpa mía, porque no miraba por donde iba -se disculpó.
-No... culpa mía -dijo Dalia, señalándose con una pata. -Yo... no...miro...suelo...chocar con Sweetie Belle...ella daño.
Sweetie Belle negó con la cabeza, mientras ambas nos levantábamos del suelo, con ayuda mutua.
-No me he hecho daño, pero supongo que la culpa es de las dos -sonrió Sweetie Belle, explicándolo, y Dalia asintió.
-¿Sweetie Belle...perdón...yo? -preguntó Dalia, y Sweetie Belle se quedó callada un momento, descifrando la pregunta.
-Claro que estás perdonada, aunque no necesitas estarlo, no ha pasado nada -respondió Sweetie Belle.
-Sweetie...perdonada -dijo Dalia. -Yo...Sweetie Belle...perdonadas.
Sweetie Belle asintió y continuó con su camino, al igual que hizo Dalia.
-Sweetie Belle...buena...amiga...ella...se parece...Ella.