Por encima de todos los demás, se alzaba majestuosa la alta e imponente figura del palacio real, donde las princesas regentes vivían y llevaban el reino. Aunque no todos tenían aún esas preocupaciones. Por ahora Frank tan solo se preocupaba de obedecer a su madre, hacer las tareas que le mandaban en el colegio, entrenar con la guardia cuando le tocaba y poco más. El resto del tiempo se resumía en juegos variados, tanto él sólo como con su madre cuando no estaba ocupada. El palacio era su patio de recreo particular, y a veces tomaba los pasillos como suyos cuando montaba su circuito de tren de madera, o su juego de bolos particular. Esa tarde estaba probando un avión de papel que llegó a hacer él mismo siguiendo las indicaciones de un libro de papiroflexia, y volaba bastante bien; desde el otro extremo del pasillo de la tercera planta conseguía volar durante unos buenos metros, aterrizando suavemente sobre la alfombra roja del pasillo y frente a una de las puertas a los salones de estar. Tras ese lanzamiento fue a recogerlo de nuevo para probarlo otra vez, aunque en ese momento oyó una conversación apagada al otro lado de una puerta entreabierta.
Se asomó un poco con curiosidad y vio entonces a su primo Blueblood, el cual se encontraba hablando con Trixie, su novia; hacía poco tiempo desde que la unicornio azulada vivía con ellos, a Frank la parecía una yegua tímida y un tanto callada, aunque con Blueblood se soltaba mucho más y hablaba con más naturalidad, compartiendo algún que otro gesto cariñoso con él. Para Frank su aparición le tomó por sorpresa, había intentado acercarse a ella antes, aunque Trixie se mostraba un tanto distante con él por razones que se le hacían extrañas. Debido a esto, y a la naturaleza curiosa del chico, siempre había querido saber más sobre ella, y esa situación era más que indicada para ello. Por lo que no dudó más y entró en el salón de estar, al tiempo que exclamaba.
-¡Primo Blueblood!
-¡Hey, Frank, campeón! ¿Cómo estás?-inquirió él, particularmente animado.
-¡Genial, estaba jugando afuera y os vi! ¿Qué hacéis?
-Le estaba enseñando a Trixie algunas de mis fotos familiares… mira, este era yo cuando tenía tu edad.
Frank se acercó, lleno de curiosidad, y vio a un Blueblood mucho más joven y con cara de pillo, viendo también a su tía Celestia en algunas.
-Qué mono eras de pequeño…-comentó Trixie, en un momento dado.
-Sí, por aquel entonces era el ojito derecho de mi tía…
Ante eso, Trixie esbozó una rápida pero triste sonrisa, cosa de la que Frank reparó pero Blueblood no. Aprovechando ese inciso, el chico inquirió.
-Oye primo ¿y cómo conociste a Trixie?
Esa pregunta hizo levantar la mirada a ambos unicornios, los cuales se miraron por un momento con sendas miradas lacónicas. Blueblood fue el primero en contestar.
-Oh, pues es una historia de lo más divertida… ¿quieres que te la cuente?
-¡Oh, sí, me encantan, cuenta, cuenta!-exclamó el chico, particularmente animado.
-Bueno, pues… ¿por dónde empiezo? Supongo que sabrás que estuve fuera un par de semanas…
-Sí-asintió Frank.
-Bueno, pues durante ese tiempo estuve investigando en la ciudad de Trottingham por mi cuenta en una misión de alta seguridad…
-¿Como los espías?-inquirió Frank.
-Sí, igual… le estaba siguiendo la pista a un poni sospechoso de colaborar con el sindicato obrero obteniendo información desde otros medios…
Hasta ahora, Blueblood se había esperado algo más sencillo; no es que no quisiera ayudar a sus tías o se sintiera poco inspirado, pero es que cuando su tía Celestia le comentó que estaban teniendo problemas en Trottingham no se esperaba para nada una red tan bien organizada de políticos corruptos y un sindicato que se metía más de lo que debía en los procesos del ayuntamiento.
Todo lo que le había explicado su tía era que había ciertas irregularidades en el ayuntamiento de Trottingham, nada que una investigación sobre el terreno no pudiera hacer. Celestia le dio un salvoconducto para permitirle estar al cargo de las pesquisas, además de ciertos privilegios que lo ayudaran en su cometido. Una escolta de la guardia Solar le acompañaba, junto con la plena potestad de sus derechos como príncipe heredero.
Pero nunca se hubiera esperado semejante giro de los acontecimientos; aunque era el ayuntamiento el que adolecía de estos problemas burocráticos, fue descubriendo poco a poco que el sindicato obrero local se había estado beneficiando de algunos impuestos relativos a la deuda y las arcas públicas, teniendo el beneplácito de algunos de los consejeros del ayuntamiento, lo que les facilitaban mucho las cosas. Si el alcalde estaba en el meollo o no, eso era algo que no sabía, y se encontraba mirándolo detenidamente en su habitación del hotel en el que se hospedaba.
-Todo esto es más complejo de lo que yo pensaba. En el caso de que el alcalde también esté involucrado, las cosas se agravarían, pero… ¿hasta qué punto está metido en todo esto?
Aun a pesar de las ventajas que le proporcionaba su estatus, el ayuntamiento de Trottingham se había reservado el derecho de guardarse para sí la información sobre sus internos, alegando la privacidad de sus datos. Y como la privacidad de datos era uno de los derechos fundamentales, Blueblood no podía tocarlos, por muy príncipe heredero que fuera.
-Siento que me va a hacer falta más ayuda… le escribiré a la tía Celestia-pensó Blueblood, haciendo mano de pergamino, pluma, tinta y empezando a escribir.
Querida tía Celestia
Te escribo para informarte de cómo van mis pesquisas en Trottingham. Parece ser que el ayuntamiento está más corrupto como en un principio tú pensaste; el sindicato obrero local ha estado inmiscuyéndose en varios de sus procesos, sobre todo los relativos a los impuestos de la deuda y las arcas públicas, teniendo carta blanca gracias a unos apoyos internos por parte de algunos consejeros, aunque no sé cuáles. He intentado investigarlos tanto a ellos como al alcalde, pero en el ayuntamiento no me han dejado acceder a estos datos alegando su privacidad. Me siento atascado ¿qué me sugieres que haga? Espero tu pronta respuesta.
Con cariño,
Blueblood
Una vez terminada le estampó su sello y la enrolló, lista para su envío; salió afuera un momento para que los soldados se encargaran de enviarla por correo urgente, ya que él no conocía el hechizo postal. De hecho, nunca había sido muy diestro en la magia. Era capaz de hacer algunos hechizos básicos, como el de telequinesis, el de lectura rápida, el de clasificación y el de búsqueda simultánea, pero poco más. Había estado pensando en pedirle a Twilight que le diera algunas clases, pero hasta ahora había estado ocupado ayudando a sus tías y apenas tenía tiempo.
Nada más abrir la puerta notó entonces dos ciertas ausencias que deberían estar ahí.
-Qué raro ¿dónde se han metido?
El protocolo siempre indicaba que hubiera dos guardias guardando la puerta en cualquier edificio o lugar en el cual se encontrara tanto él como sus tías o su prima. Y, al parecer, a dos ponis no les importaba eso.
-Más les vale no toparse conmigo, me van a oír…-pensó Blueblood, particularmente molesto.
Bajó a recepción para preguntar por el paradero de sus dos guardias, pero lo que le explicó la recepcionista le dejó aún más descolocado si cabía.
-Su escolta partió hace escasos minutos, alteza.
-¿Qué? ¿Cómo que partió, quien les ha dado permiso para partir?
-La princesa Celestia, uno de ellos me explicó que habían recibido una misiva suya que les indicaban que partieran inmediatamente puesto que les necesitaba… me dijeron que usted estaba al tanto.
La cara de Blueblood fue una de las que no tenía precio, según Discord.
-Me va usted a perdonar, señorita, pero ni yo tenía constancia de esto, ni nadie me avisó ni nada de nada, quiero a mi escolta de vuelta inmediatamente.
-Lo comprendo, alteza, pero es que yo no puedo hacer nada al respecto…
-¿Hacia dónde se han ido?
-Pues nada más salir torcieron a la izquierda, pero no sé nada más porque no puedo moverme de mi puesto…
Cada vez más desconcertado, Blueblood salió un momento a la calle para ver si por un casual veía a su escolta evadida, un casual demasiado casual. Por un momento miró a la carta que aún sostenía con su magia y entrecerró los ojos, con gesto pensativo. Regresó rápidamente al hotel y le dio la carta a la recepcionista, indicándola que le enviaran al palacio por correo urgente ordinario. Tardaría mucho más que por correo militar urgente, pero menos daría una piedra.
Tras eso, regresó a su habitación pensando a toda velocidad en una explicación coherente, pero su instinto le decía que había algo más; y no se equivocó, puesto que nada más llegar a su habitación se encontró con un gran desastre.
-Agh, lo sabía…
Estaba todo revuelto, como si hubieran estado buscando algo; comprobó sus pertenencias personales y vio que no le faltaba nada, pero en el escritorio enseguida notó cierta ausencia.
-Mierda, se han llevado los expedientes en los que estaba trabajando…-pensó él, molesto.
Por un momento hizo memoria, tratando de recordar los nombres que había recopilado sobre algunos consejeros del ayuntamiento, pero tan solo tenía eso, ni siquiera sus direcciones o más señas. La única dirección que tenía y de la que se acordaba era la del alcalde, no muy lejos de allí.
-No tengo pruebas de ningún tipo, pero está claro que los causantes de esto tienen que ser de algún bando: o del ayuntamiento o del sindicato obrero. Si quiero respuestas, voy a tener que concretar yo solo.
No se lo pensó mucho más, el tiempo apremiaba, y sin su escolta todo se iba a complicar, por lo que decidió cortar por lo sano; cogió su salvoconducto y, sin nada más salvo lo puesto, se puso en camino hacia la casa del alcalde.
Aun a pesar de ser el alcalde de una ciudad de tamaño medio de Ecuestria, el poni no vivía precisamente en un barrio de clase alta; de hecho, vivía en uno mucho más sobrio, de clase media tirando a baja, y cerca de los suburbios de la ciudad. A Blueblood le pareció un detalle bastante raro, y más raro le pareció cuando se encontró la estrecha calle donde se hallaba completamente vacía; era de media tarde, aún quedaba un par de horas para la puesta de sol, y encontró el ambiente enrarecido y un tanto cargado por extrañas razones que apenas lograba discernir.
Aun así no le echó mayor importancia y se acercó a la casa del alcalde, la cual tenía un aspecto bastante sobrio y solitario; las contraventanas estaban echadas, y no parecía haber nadie a simple vista. Por un momento pensó en llamar a la puerta, pero al final desistió, prefiriendo algo menos directo. Pasó la casa de largo, rodeó la contigua por el lado contrario y se metió por un estrecho callejón que daba a unos patios traseros silenciosos y solitarios; el de la casa del alcalde estaba cerrado, pero un contenedor le ayudó a encaramarse a la valla y colarse en él. La puerta trasera lucía tan cerrada como la principal, pero su atención se desvió al canalón que había justo al lado. Lo usó para subir por él hasta una de las ventanas del piso superior, la cual se encontraba entreabierta, nada que su magia pudiera hacer; le fue sencillo colarse en el interior y forzar la cerradura desde fuera, ya que el cristal resultó ser más fino de lo que parecía.
Una vez dentro observó el interior con atención, quedándose aún más chocado que antes; la habitación en la que había entrado se encontraba cerrada, en el amplio sentido de la palabra. Los muebles se encontraban todos tapados con lonas, una fina capa de polvo decoraba todo, y una cama con el dosel echado le daba un toque extraño y semi tenebroso al lugar. Era imposible que alguien viviera allí.
-Qué raro, aquí no hay nadie, pero…
Trató de salir al pasillo, donde más muebles y aparejos se encontraban cubiertos, con más polvo impregnando el ambiente; Blueblood respiró con dificultad, notando como el polvillo del ambiente le inundaban las fosas nasales y dándole estertores próximos al estornudo. Que el supiera no era alérgico a nada, pero en un ambiente tan sucio era normal sentirse así.
Buscó alguna pista que le pudiera explicar por qué la supuesta casa del alcalde tenía pinta de no haber sido habitada en años; al otro extremo del pasillo encontró un estudio en el cual apartó la lona que cubría la mesa y la estuvo registrando en busca de algún papel que le dijera algo. No encontró gran cosa salvo lo que parecía un contrato de compraventa, donde ciertos datos le llamaron mucho la atención.
-El vendedor, el señor Old Cracker, vende su propiedad… ¿por valor de quinientos bits? Me tomas el pelo… al comprador High Order… ese es el alcalde… tomador de la cuarta parte del total de la vivienda, previamente acomodada… ¿en serio se la vendió tal como está por esa cantidad tan irrisoria? ¿Pero para qué querría el alcalde esta ruina si luego no la usa?
Aunque esa pregunta era un tanto retórica, la mente de Blueblood divagaba por varios derroteros que podrían explicar el porqué de una casa deshabitada; como tapadera o bien inmueble no registrado para evitar pagar a hacienda eran algunos de los supuestos que barajaba, de entre otros tantos. Aunque no tuvo mucho tiempo para elucubrar a gusto, puesto que entre el silencio imperante que habitaba la andrajosa casa pudo escuchar con claridad el ruido de una puerta abriéndose y unos pasos subiendo las escaleras.
-Viene alguien… han entrado por la puerta de atrás.
Se asomó por un momento y no vio a nadie, por lo que supuso que ya habían entrado; por el ruido que hacían, Blueblood supuso que no serían más de tres ponis, por lo que optó por algo rápido. Vio que había un armario allí cerca y se metió en él, no sin antes revolver el polvo del suelo con su magia en dirección al pasillo y otras habitaciones. Una vez dentro esperó mientras azuzaba el oído, llegando a escuchar las conversaciones de esos sospechosos ponis.
-Tiene que estar aquí, en alguna parte…
-Sin su escolta es como un cachorrillo perdido, no tiene nada que hacer.
-Se arrepentirá de haberse metido donde no le llaman…
El ceño de Blueblood se arrugó, un tanto molesto; odiaba tener razón en ese tipo de ocasiones. Aunque aún tenía la duda de quién podrían ser esos matones, y quien les habría mandado ir a por él. ¿El alcalde? ¿El sindicato? Por ahora no podía saberlo, aunque ahora tenía que centrarse en salir de allí.
-Mirad, hay huellas en el polvo…
-No bajan por las escaleras, por lo que debe de estar aquí. Lo tenemos acorralado.
-Yo no cantaría victoria tan pronto…-pensó Blueblood.
No tenía mucha experiencia peleando, pero si lo que había que hacer era salir a golpes, lo haría sin dudar. Al poco de pensarlo oyó unos lentos pasos acercándose hacia donde estaba él, parecía estar dando una vuelta por toda la habitación, aunque se hicieron más fuertes conforme se acercaban al armario.
En un momento dado los pasos cesaron, Blueblood asumió que lo tenía justo delante. Y así fue, puesto que pudo ver por el fino resquicio de la puerta al poni que le buscaba. Sin pensarlo mucho más, cogió la puerta con su magia y la abrió de golpe, asestándole un duro portazo en todos los morros al poni y tirándolo al suelo. Blueblood salió del armario, observando con atención al infrascrito, el cual iba vestido con un mono de trabajo sucio y bastante usado.
-Un obrero… entonces es cosa del sindicato-obvió el príncipe, con el ceño fruncido.
-¿Qué ha sido eso?
-¡Venía del otro lado! ¿Willy?
Sin pensarlo más, Blueblood salió a la carrera de allí y enfiló el pasillo hacia las escaleras; al otro lado del pasillo vio a dos ponis aparecer, aunque apenas les observó detenidamente puesto que llevaba prisa.
-¡¡Está ahí!!
-¡¡Escapa, rápido, tras él!!
Bajó las escaleras como una centella, dirigiéndose directamente hacia la puerta trasera; pero nada más abrirla, se encontró de frente con otro poni que guardaba el patio. En cuanto le vio se lanzó hacia él con intención de golpearle, pero Blueblood cerró la puerta a tiempo, dándose un buen trompazo contra ella.
-Puertas, la mejor arma contra asalariados… quien lo diría…
Aunque no tuvo mucho tiempo de parar, puesto que los otros ponis bajaban hacia donde él estaba; sin muchas más opciones, optó por dirigirse directamente a la puerta principal, la cual estaba cerrada y no se abría.
-Mierda, ábrete… ¡ábrete!-masculló el poni, con urgencia.
Sin embargo el tiempo apremiaba, por lo que prefirió algo más rápido; se dio la vuelta, cargó su peso hacia delante y le asestó un duro golpe a la puerta con sus patas traseras, abriéndose al instante.
-¡¡Allí está!!
Blueblood no necesitó oír mucho más, saliendo disparado hacia la calle y doblando a la derecha, mientras pensaba hacia dónde podía huir.
-A ver, tengo que despistarlos primero, aunque después de esto voy a tener que moverme deprisa, estoy desprotegido, tendría que…
Sin embargo su tren de pensamientos se vio detenido en seco en cuanto se chocó con alguien a quien ni siquiera vio, acabando los dos en el suelo.
-Agh, lo siento, iba distraído…
-¡Estúpido patán! ¿¡Cómo te atreves a chocar contra la gran y poderosa…?! Quiero decir… ¡ve con más cuidado!
Blueblood se reincorporó enseguida y por un momento observó contra quien se había chocado; se trataba de una yegua unicornio de pelaje azul oscuro, ojos rosa oscuro y crin y cola de color plateado claro con destellos más azulados. Su marca de belleza consistía en una varita rodeada de un efecto mágico estrellado. Llevaba consigo unas alforjas.
-Lo siento, de verdad, tengo prisa y no la vi…-repitió él, ayudándola a levantarse.
-Ah, eh… Trixie acepta tus… quiero decir, acepto tus disculpas.
Por un momento el príncipe se quedó un tanto extrañado por su cambiante actitud, casi olvidando que le estaban persiguiendo; justo después otros dos ponis aparecieron desde la otra esquina, viéndole enseguida.
-¡Ahí está!
-¡Tiene una cómplice! ¡Maldita sea, que no escapen!
-¿Qué? ¿Cómo cómplice?-inquirió Trixie, extrañada.
-¡Oh, no! ¡Corre, tenemos que huir!
-¡Espera! ¿Cómo huir? ¡Trixie no ha hecho nada!
Antes de que la pudiera decir nada más los ponis obreros de antes salieron de la casa, acorralándolos por detrás, al mismo tiempo que los otros dos nuevos hacían lo mismo desde el otro lado.
-¡Te tenemos, principito!
-¡Sí, vas a lamentar haber metido tu real hocico en esto!
Esos apelativos llamaron mucho la atención a Trixie, la cual quiso decir algo, pero fue cortada de golpe por Blueblood, el cual inquirió.
-¿Quiénes sois? ¿Quién os envía?
-Oh, te gustaría saberlo ¿verdad?
-No te vamos a dar ese lujo…
Tras eso, los ponis obreros estrecharon el cerco, arrinconando aún más a los dos ponis; por su parte Trixie se sentía confundida y perdida, sin saber por qué cuatro ponis a los que no conocía de nada la estaban amenazando de esa forma tan solo por haberse chocado con otro que pasaba por allí. Para ella un momento así fue demasiado tenso, por lo que exclamó.
-¡¡Ya está bien!! ¡¿Alguien va a explicar a Trixie que demonios está pasando?!
-No te hagas la tonta ahora, cara bonita.
-Sí, si estás con él vamos a tener que encargarnos de ti también…
Antes de que ella pudiera decir nada más, Blueblood intercedió en ese momento por ella.
-¡No, basta, ella no tiene nada que ver, dejadla marchar, a quien queréis es a mí!
-¡Muy tarde, pelo engominado!
-Cómplice o no, nos ha visto, por lo que no podemos dejar que nadie más nos delate.
Para Trixie eso terminó de encenderla, por lo que ahogó como pudo un grito de rabia, cargó energía en su cuerno y la lanzó en forma de un potente campo mágico que repelió a los dos ponis que les encaraban, lanzándolos hacia atrás. Para su suerte todos eran ponis de tierra, por lo que tenía cierta ventaja sobre ellos.
-¡Maldita sea tu estampa!
-¡Te vamos a romper ese condenado cuerno!-exclamaron los otros ponis que trataban de franquearles, lanzándose sobre ellos.
Ante eso Trixie se dio la vuelta rápidamente, cargando otro campo que lanzó inmediatamente después, interceptando por los pelos a ambos atacantes y mandándolos a volar tan fuerte que acabaron en los tejados contiguos.
Blueblood se quedó ciertamente asombrado por el efecto de ese campo, ya que ni siquiera él hubiera conseguido hacer algo así con sus limitados conocimientos; aprovechando ese inciso cogió del casco a la yegua y echaron a correr, esta vez ella no dijo nada y se dejó hacer mientras se alejaban de allí.
Una vez que estuvieron lo suficientemente lejos se adentraron en un apartado callejón, para evitar ser vistos de nuevo.
-Vale, creo que los hemos perdido…-murmuró Blueblood, vigilando las inmediaciones.
-¡Muy bien, pues ahora vas a explicar a Trixie qué demonios ha sido todo eso, quién eres tú y por qué nos persiguen unos obreros de poca monta! ¡Trixie te lo exige!-exclamó ella, particularmente enfadada.
-Eh, sí, sí, lo siento, te he metido en esto sin ni siquiera proponérmelo…
-¡Deja de dar largas y explica a Trixie!
Sin otra alternativa, Blueblood tuvo que identificarse y explicarla todo lo que le había pasado hasta el momento; Trixie se quedó particularmente impresionada al enterarse de que estaba tratando con un príncipe, recordando entonces ciertas cosas.
-¡Ah, sí, ya sé quién eres, tú eres el mismo que provocó aquel golpe de estado hace varios años!
-Eh… sí, bueno, por aquel entonces no estaba en mi mejor momento, la verdad-admitió él, algo cortado.
-Entonces… ¿has conseguido superarlo?
-Sí, se podría decir así…
Ambos se quedaron en silencio por un momento, cada uno pensando en sus propias cosas; Trixie dejó escapar cierta mirada compungida, cosa que Blueblood enseguida notó, aunque supuso que lo hacía por la situación actual.
-De nuevo, lo siento por haberte involucrado, será mejor que te aparte de esto antes de que la cosa vaya a más. Te acompañaré hasta tu casa ¿dónde vives?
-En el mismo sitio donde nos “conocimos”.
-¿Cómo?
-Claro, justo al lado de la casa donde esos matones salieron, de hecho había salido de casa para ir a terapia cuando nos chocamos…
Fue entonces cuando la revelación le golpeó duramente en la cara a Blueblood, torciendo aún más las cosas.
-Oh no…
-¿Qué pasa?
-No podemos volver…
-¿Qué? ¿Por qué?
-Porque si volvemos esos tipos nos volverían a encontrar, puede que incluso estén averiguando quién eres y te estén buscando a ti también. Oh, mierda, me temo que te he perjudicado demasiado…
-¿Qué? ¡No puede ser, pero Trixie no tiene nada que ver contigo, es ridículo!
-¡No para esos tipos! ¡Antes me querían a mí, pero ahora también te quieren a ti pensando que estamos compinchados!
-¿¡Qué?! ¡Pero, pero…! ¿¡Y quiénes son?! ¿¡Qué quieren de ti?!
-Ya te lo he explicado antes, silenciarme para que no descubra la trama que hay en el ayuntamiento. De hecho estaba en la casa del alcalde para averiguar más cosas que me pudieran ayudar, pero…
-¿La casa del alcalde? No, te equivocas, esa no es la casa del alcalde…
-Lo sé, era una tapadera comprada irregularmente para despistar a quien quisiera indagar más, pero… espera ¿conoces donde vive el alcalde?-inquirió en ese momento Blueblood, con el ceño fruncido.
-Sí, claro… aunque espera ¿el alcalde es un corrupto?
-Eso me temo, a no ser que haya algo más detrás, eso es lo que estoy tratando de averiguar.
Trixie se quedó callada por un momento, sopesando la situación; todo se torcía por momentos, su vida parecía cambiar en cuestión de minutos, y comenzaba a pensar que tal vez tuviera que huir de la ciudad. Fue entonces cuando la situación la sobrepasó y comenzó a respirar entrecortadamente, cosa de la que Blueblood reparó.
-Hey ¿Qué te pasa, te encuentras bien?
-No… no, no, otra vez, no, Trixie no quiere… ¡no obligues a Trixie a irse, no quiero, esta ciudad es todo lo que me queda, no, por favor, no!
-¡Eh, eh, tranquila, no pasa nada, no tienes por qué irte!
Sin embargo su mente ya había procesado la idea, dejándose dominar por el miedo y la incertidumbre en un profundo y fuerte ataque de ansiedad.
-¡No! ¡No, por favor, no quiero, no quiero seguir huyendo, basta, por favor! ¡Deja a Trixie en paz! ¡Déjame, déjame, déjame!
No necesitó saber lo que la pasaba, el propio Blueblood conocía bien la sensación que debía de estar experimentando, por lo que actuó rápidamente; apartándose todo lo posible de la calle, cogió a Trixie de los hombros y la envolvió entre sus patas en un fuerte abrazo para tratar de calmarla, mientras la hablaba un poco.
-Tranquila, no pasa nada, no te vas a ir, tranquila…
-¡¡No quiero!! ¡¡Por favor, no quiero, no me obligues a hacerlo, no quiero, no quiero!!-musitó la yegua, con lágrimas en los ojos y temblando incontroladamente.
Blueblood estaba doblemente preocupado, principalmente por esa pobre yegua que lo estaba pasando fatal, y por el miedo de que les pudieran descubrir, ya que estaban llamando mucho la atención, aun a pesar de que estaban metidos en un callejón. Vio entonces una caseta de utilería un poco más al fondo donde se encontraban y la llevó hacia allí entre estertores y gemiditos varios, ya que sus intentos por calmarla caían en saco roto. Blueblood entró en la caseta y cerró por dentro, viendo entonces un colchón roto al otro lado de la pequeña estancia; tumbó en él a Trixie, mientras esta seguía experimentando el ataque de ansiedad.
-Por favor, por favor, no dejes a Trixie, por favor…-musitó ella, muerta de miedo.
-No, tranquila, no me iré a ningún lado, estoy contigo…-la aseguró él, sosteniéndola de nuevo.
-Trixie no quiere… no quiero… por favor…-lloriqueó ella, entre sus patas.
Blueblood se mantuvo en esa pose, tratando de mitigar su miedo, e intentando calmarla con palabras seguras y conciliadoras. Sabía muy bien por lo que estaba pasando, más veces él mismo había pasado por una situación similar, y sin tener a nadie que le ayudara. Por eso mismo estuvo ahí con ella, esperando.
Poco a poco Trixie se fue calmando, su cuerpo se destensó progresivamente, sus sollozos y gemidos se fueron apagando y su respiración se hizo más acompasada y tranquila. Antes de lo esperado incluso, Trixie se calmó del todo.
-¿Estás mejor ahora?-inquirió Blueblood por lo bajo.
Al ver que no obtenía respuesta la miró por un momento y vio que se había quedado dormida debido al cansancio y la presión a la que había estado sometida. Blueblood la recostó sobre el colchón, poniéndola por encima una manta que encontró colgada en un gancho cercano. Una vez que las cosas se calmaron, reconsideró su situación.
Estaba sin guardia que le protegiera, siendo perseguido por los matones de un sindicato obrero que se estaba aprovechando del sistema confabulándose con el alcalde, y en el proceso había involucrado a una civil que no tenía nada que ver.
-Menuda suerte la mía…-masculló el príncipe por lo bajo.
Aunque la civil le preocupaba; parecía tener problemas de antes, y ahora tenía otros más graves por su culpa. Tenía que asegurarse de que no la pasaba nada mientras que trataba de solucionar el entuerto. Aunque había algo que ella comentó que le llamó la atención, y prefirió esperar a que despertara para preguntarla.
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