Alzas un momento la vista. La biblioteca sigue en completo silencio, con volutas de polvo danzando grácilmente en los rayos solares como bailarines alumbrados por los focos en una pista de baile. El candelabro, por su parte, no da visos de dejar de iluminar a corto plazo. Te estiras brevemente, lo cual causa un corto pero sonoro quejido en el respaldo de la silla que te deja quieto como una estatua durante varios segundos, pero nada más ocurre. Finalmente, prosigues tu lectura. La siguiente página contiene otra nota cuyo esmeralda destaca sobre el papel, por lo que asumes que antes de cada historia habrá una. Reza así:
"Y vivieron felices y comieron perdices". Eso es lo que suele cerrar este tipo de historias, ¿verdad?
Déjame decirte, desde mi humilde opinión, que eso es un problema, amigo mío. Demasiado comúnmente ocurre que una historia de amor llega al álgido punto del matrimonio y, tras haber sido testigos de un sinnúmero de alegrías, tristezas, problemas y planes para llegar hasta aquí, esta termina dejándonos con la miel en los labios. ¿Qué ocurre con lo que viene después? ¿Qué es de la vida de casados, del día a día de esta nueva etapa, de la convivencia definitiva? Hemos llegado demasiado lejos como para no saber más. Es por eso que la siguiente historia trata precisamente de esto. Vamos a continuar la anterior y ver cómo es la vida de unos recién casados... pero espera. Dos personas fueron protagonistas de la historia original, ambas vivieron una aventura, y ambas tuvieron sus respectivos romances. No tendría mucho sentido ignorar a una de ellas y no ver la evolución de su historia, ¿verdad? Toma asiento, amigo mío, pues hay otra boda que contar...
Tu mano pasa con cuidado pero con impaciencia la página, encontrándote con la siguiente historia...
Vida
[Comedia][Romance][Slice of Life]
Era un hermoso día de octubre, y dos viejos amigos estaban manteniendo una sana tradición: discutir sobre su situación actual con puntos de vista totalmente opuestos, esta vez enfrente de los lavabos de un baño masculino.
−Tío, calma.
−¿Que me calme? ¿¿Cómo quieres que me calme?? ¡Me caso hoy y mi futura esposa aún no ha aparecido!
−Si te entiendo, Pinkie me hizo lo mismo el día de nuestra boda y también me dio el chungo... Tradición de novias y tal.
−Bof, sí, me acuerdo perfectamente, tuve que ir a buscarte ya que no salías del baño. Ya creía que te había dado un apretón por los nervios.
−Sí hombre, es lo que me faltaba, ponerme a cagar el día de mi boda... Espera, no me digas que has venido aquí al baño a...
−¿¿Qué dices, tío??
−Hombre, me estoy acordando de esa vez cuando te dio habiendo quedado con las chicas en el centro comercial, más oportuno imposible: gracias a ti me quedé encerrado en el ascensor con... ÉL.
−j*der macho, ¿en serio me lo vas a seguir rebozando?
No pudieron seguir discutiendo, pues en ese momento alguien llamó a la puerta, sabiéndose quién era nada más hablar.
−¿Va todo bien, queridos?
−¡Ya tuvimos suficiente con una espantada de novio en la otra boda, no necesitamos otra! ¿O es que alguno de vosotros se va por la pata abajo?
−¡Y otra!-bufó Sg, molesto.
−¡Rainbow, no seas burra!-espetó Applejack por su parte.
Antes de que alguien más dijese algo, la puerta se abrió ligeramente, pasando por el hueco un inconfundible brazo rosa con un rollo de papel higiénico en su mano, cosa que dejó en un mortal silencio a todos. El marido de su dueña fue el primero en hablar.
−... ¿En serio, Pinkie?
−Oh vamos, ¿después de todo este tiempo aún te sorprendes?-le contestó la interfecta.
−No, pero... Es que un rollo de...
−¡Una chica siempre debe ir preparada para todo!-respondió, con un tono entre sabiondo y divertido.
−¿Sabes qué? Deberíamos salir antes de que os pongáis a divagar como siempre-interrumpió Sg mientras se lavaba la cara y se secaba con un papel del dispensador.
−¿Sabes? No es una mala táctica: ponerme a darle a la verborrea con ella cada vez que te entre una crisis nerviosa-sonrió Lloyd con malevolencia.
El aludido no contestó y salió el primero del baño, siguiéndole su jocoso amigo. Fuera estaban esperando Rarity, Rainbow, Applejack y Pinkie ataviadas para un día tan especial. La primera llevaba un vestido de seda del mismo color de su cabello que le hacía un poco de escote, que le llegaba hasta las rodillas y con mangas cerradas en los puños con sendos brazaletes dorados, además de pendientes a juego y un bolso de mano y una pamela color crema. La deportista del grupo había optado por una minifalda color esmeralda y una elegante torera del mismo color que cubría una blusa púrpura. Applejack se había puesto un vestido de corte imperio, sin mangas y a la altura de los muslos, de una sana coloración verde manzana y había abandonado su característico sombrero, sujetándose eso sí su pelo suelto con un discreto broche asemejando una Royal Gala. Por último, Pinkie llevaba un vestido sin espalda granate sujeto con un lazo del mismo color y con el pelo peinado en bucles y apoyado sobre el hombro derecho. A esta última se dirigió su marido nada más verla.
−Hola, cariño...-le dijo con ternura antes de besarla.
−Hola-le respondió con su eterna sonrisa radiante.
−¡Eh, hola! ¡Tierra llamando al Club Moñas!-dijo una hastiada Rainbow agitando un brazo a su lado.
−¡Rainbow, haz el favor de tener más educación!
−¡Rarity, han llegado juntos a la boda y solo llevan minutos sin verse! ¡Estos dos ya eran empalagosos antes de casarse, pero es que ahora es el horror! ¡Incluso aposté sobre la imposibilidad de ello!
−Los cincuenta pavos más fácilmente ganados de mi vida-añadió Applejack, divertida, mientras la arcoiris le dedicaba una mirada asesina.
−Yo no hago carrera de ella... Sg, querido, no te preocupes. Sunset solo ha pillado un pequeño atasco, debe de estar al llegar.
−¡Rarity, lleva casi una hora de retraso! ¡Cuando Pinkie se casó hace unas semanas la cosa no llegó al cuarto de hora! ¡Y encima hemos tenido muchísimo estrés para preparar las dos ceremonias al estar tan cercanas entre sí por culpa de la falta de fechas!
−Ahí te doy la razón, eso ha sido una mierda como un pino-comentó de pasada Rainbow al tiempo que Rarity se limitaba a señalarle la puerta a donde estaban todos los invitados sentados, yéndose rezongando por lo bajo en respuesta.
−¿Qué pasa si la gente se cansa y se va? ¿¿Qué pasa si hay que mover la boda?? ¡¡Oh no, mi mente no podría soportar otro follón semejante!!
Rarity, al escuchar las palabras del novio, suspiró lentamente con los ojos cerrados. De repente los abrió, mostrando una mirada firme como el hielo, y agarró con fuerza a Sg de la cara, acercándola a centímetros de la suya y hablando con el ceño fruncido.
−Sg, mírame. Te vas a tranquilizar, vas a esperar la llegada de tu prometida con todos los demás, la vas a recibir con la mayor de tus sonrisas como si no hubiera pasado nada y vas a tener una boda de ensueño. ¿Está claro?-comentó con una serenidad terrorífica.
−Sí, señora-respondió el, al tiempo que sentía que todos sus nervios desaparecían arrastrados por multitud de brazos blancos en un pozo sin fondo que después era sellado con multitud de candados.
−¿¿Disculpa??
−¡¡Señorita, señorita!!
−Bien, mucho mejor. ¿Ves como no era tan difícil?-contestó recuperando su habitual sonrisa elegante al tiempo que cerraba los ojos y le daba un par de palmaditas en la mejilla.
−¡¡Acaban de ver el coche de la novia al final de la calle!!-anunció en ese momento una apresurada Derpy, que llegaba de vigilar desde la puerta principal ataviada con un vestido de volantes dorado decorado con motivos de burbujas grises en los pliegues.
−¡Por fin! Gracias, cariño, nosotras vamos ahora.
−De nada Rarity, un placer-comentó alegremente mientras volvía a la sala a sentarse.
−Vamos, Sg. Pasa ahí dentro y aguarda la entrada triunfal de tu novia-añadió con un guiño mientras se dirigía ella misma a ocupar su lugar, seguida de cerca por Applejack.
−Ve tú cariño, nosotros vamos ahora-comentó Lloyd a Pinkie.
−De acuerdo, te quiero-contestó, dándole un beso y despidiéndose con la mano mientras iba detrás de Rarity a saltitos.
Él se la quedó mirando un momento, tras lo que se giró hacia Sg con la mano tendida.
−Qué, ¿listo para tirar tu vida de soltero por la ventana y unirte al club?-comentó con una sonrisa.
−Teniendo en cuenta con quién es, creo que no me importará-contestó el aludido con picardía, dándole un efusivo apretón de manos y encaminándose con él a esperar a la que en unos minutos sería su mujer.
Tras eso, la boda transcurrió con total normalidad. Eso incluye, por supuesto, diversas fuentes de lágrimas de dicha entre la audiencia, una pareja de novios acaramelados en su propio mundo durante la ceremonia, un Lloyd altamente tentado de liarla al oír lo de "que hable ahora o calle para siempre" y una Rarity que, como en la boda de Pinkie, volvió a cazar el ramo al vuelo como un experto felino depredador de pájaros. A continuación, los recién casados se dirigieron al salón donde se iba a celebrar el banquete nupcial por la tarde, situado a las afueras del pueblo y no muy alejado del polígono industrial, montados en una limusina contratada para la ocasión y seguidos de cerca por los demás invitados en sus propios vehículos.
El recinto estaba lleno a rebosar de invitados, con mesas circulares dispersas por toda el área, elegantes lámparas de araña colgando del techo, una fuente de ponche para los adultos y otra de chocolate para los niños (aunque ciertos Pinkie y Lloyd no dudaron en acudir a llenar alguna que otra copa) y un grupo amenizando la velada con música desde un escenario, destacando entre sus miembros una refinada Octavia entregada a su chelo. Por supuesto, la mesa de los recién casados presidía el salón, irradiando a todo el recinto su alegría. Respecto al menú, era ciertamente variado y digno de una situación como esa.
El entrante consistía en una tabla de quesos para cada cinco personas. Un dulce emmental era el favorito de los más jóvenes, debido a su divertido aspecto agujereado y a su dulzón sabor de procedencia suiza. El galo brie también estaba presente para todos aquellos que gustasen de un cremoso y suave lácteo untable en tostadas o pan. Un germano Harzer-Käse, elaborado con leche de vaca y de aspecto amarillento salteado de hongos blancos, aguardaba a todo aquel lo suficientemente osado como para sobrepasar su picante aroma y descubrir su potente sabor. Los Países Bajos también estaban presentes, representados por un curado gouda que cubría sus secretos para el paladar con una vestimenta de cera roja. Finalmente, el toque de color lo ponían las cavidades verdosas del roquefort, que premiaba con un sabroso sabor salado a los que no tuviesen remilgos con su aspecto. En el caso de que hubiese algún intolerante a la lactosa en la sala, tenía la oportunidad de degustar un cóctel de gambas en su lugar.
Para seguir abriendo el apetito, había que pedir un caldo o una ensalada, a elegir entre dos en cualquiera de los casos. El sencillo pero siempre eficaz consomé de ternera no podía faltar como manera de preparar aún más al estómago para el plato principal, formando pequeños islotes de espumosa grasa si se dejaba reposar (cosa harto complicada dada el hambre que evocaba su delicioso aroma). Estaba acompañado por otra opción consistente en una crema de marisco elaborada con gambones, mejillones, perejil y cangrejo lunar, cuyo colorido cuerpo rojo brillante decorado con una mancha en forma de pica negra se había dejado en el centro del plato a modo decorativo y para que la gente succionase su carne si así lo deseaba. Las ensaladas tampoco se quedaban cojas: la internacional César ofrecía su elegancia a base de lechuga romana, picatostes, parmesano y salsa blanca como evocando los tiempos del antiguo imperio del Mare Nostrum, mientras que la tradicional campera elaborada con patatas cocidas, pimiento, cebolla, atún y pepino aseguraba la contundencia y frescor del panorama agreste.
Finalmente, el plato fuerte venía en forma de lo tradicional: carne o pescado. La primera opción tomaba forma de un solomillo de buey cocinado con mantequilla, ajo y vino blanco para finalmente ser flambeado con brandy (acto que se hacía delante del comensal, para su asombro y en algunos casos susto) y decorado con trozos de cebolleta; un plato de sabor único y apariencia refinada pero que dejaba bien lleno. El bando del pescado no se quedaba descontento, ya que el propio Sg había decidido meter un poco la mano de su tierra de origen y el plato consistía nada menos que en lo que a todas luces era el clásico marmitako vasco (aunque con otro nombre en la carta para no confundir), elaborado con bonito guisado en patata, cebollas, pimiento verde, ajo y tomate, siendo servido en cazuelas de barro y ofreciendo una sabrosa y contundente alternativa a la carne roja en forma de unión de los frutos del mar y la huerta.
Pero una boda no está completa sin un gran postre en forma de tarta nupcial, y esta no defraudó en lo absoluto. Elaborada por todos los que trabajaban en Sugarcube Corner en forma de favor y regalo especial, esta tenía cinco pisos y estaba hecha en su exterior de nata y decoraciones de merengue con manga pastelera, pequeñas pelotas de golf de limón y flores de azúcar rosa cuidadosamente colocadas. Su interior consistía en capas de rojizo bizcocho "red velvet" con sabor a frambuesa intercaladas con otras de yema siguiendo el patrón del pelo de Sunset, y finalmente estaba el piso superior: dos figuras azucaradas representando a los novios, felices como estaban para la ocasión. La dichosa pareja quedó maravillada en cuanto la vio, sobre todo la novia, que rompió a llorar ruidosamente de pura felicidad y corrió a dar un abrazo a los responsables de esa gesta, empezando por una Pinkie que tampoco pudo evitar derramar unas lágrimas de empatía por su amiga. La obra de arte repostera no duró mucho, ya que tras un emotivo discurso sobre cómo se habían encontrado el uno al otro, la amistad que había evolucionado en amor y cómo habían terminado por decidir unir sus vidas para siempre en una sola (sin cesar Sunset de llorar de alegría con una sonrisa radiante) y un brindis de rigor con un champán seco y jocosos y alegres comentarios de varias personas, los novios procedieron a cortar la tarta con una espada dorada cedida por el salón y servirla a los comensales, no dejando esta ni una miga de existencia en el mundo.
Tras el postre vino un largo baile de algo más de media hora, que terminó algo más movido debido a la sorpresiva pero programada aparición del equipo de DJ de Vinyl que enseguida aportó grandes cantidades de marcha a la sala. La velada terminó, irónicamente, justo cuando el atardecer empezaba a despuntar en el horizonte, momento en el que los novios se despidieron entre lágrimas de felicidad de familiares y amigos y marcharon a su hotel montados en un Ford Mondeo color zafiro el cual, por supuesto, tenía atadas a la matrícula diversas latas de conserva vacías y un cartel de "Recién casados". Las hojas teñidas por el fuego del otoño caían de los árboles, danzando hermosamente en el aire como si fuese un homenaje a los nuevos marido y mujer.
−Arffff... Gggggh...
−Cariño, déjalo, de verdad, no es necesario...
−De eso... nada... El novio tiene que... llevar en brazos a la novia por la... puerta...
−Si no supiese de tu cabezonería y de tu escasa forma física, parecería que me estuvieses llamando gorda...-apuntó Sunset, divertida.
Sudando la gota gorda, Sg no contestó. Finalmente, y reuniendo lo que tiempo más tarde seguiría llamando "fuerzas surgidas del poder del amor" (generando cada vez dos sonoros facepalms de Rainbow y Lloyd), logró subir con su mujer a cuestas las escaleras al segundo piso del hotel de cuatro estrellas donde habían contratado una habitación para el día de la boda, meterse a través de la puerta de la misma, dejar a la chica en el suelo y derrumbarse sobre la cama, exhausto. Por su parte, ella acudió a sentarse a su lado y le habló con ternura.
−Así que aquí estamos... Marido y mujer. Parece que fue ayer cuando me dedicaste esa sonrisa al verme por primera vez en clase, y míranos ahora... En el día más feliz de nuestra vida.
−Yo pienso exactamente lo mismo-añadió el, aún resollando.
−Todavía no me puedo creer lo de hoy... Una boda preciosa, un banquete de ensueño y rodeados de nuestros mejores amigos, y mañana partimos a nuestra luna de miel... Os debo a todos muchísimo, sobre todo a ti, por ayudarme todo este tiempo-comentó ella, empezando a llorar de felicidad.
−Eh vamos, no digas eso, hemos hablado de eso miles de veces y sabes perfectamente que te mereces todo lo bueno que te pase y más.
−Lo sé, pero es que me cuesta creer la suerte que tengo... Te amo.
−Y yo a ti.
Tras eso se besaron con toda la pasión y el cariño de que eran capaces, aunque Sg aún estaba falto de aliento y rojo por el esfuerzo, por lo que fue al baño a refrescarse un poco la cara.
−Madre mía, qué sofoco... Spitfire tenía razón, debería haberme esforzado más en educación física...
−Sabes que puedo guardarme eso y soltárselo a Rainbow para que no te deje en paz nunca, ¿verdad?-comentó ella en voz ligeramente alta y cargada de sana malicia, aún sentada.
−Mujer, no juegues más conmigo...-se lamentó mientras se secaba la cara con una toalla.
En ese momento sintió las manos de ella posarse en sus hombros, no habiéndola visto debido a sus abluciones. Acto seguido, notó su boca muy cerca de su oreja, susurrando.
−Pues es una pena, ¿sabes? Porque precisamente eso es lo que me apetece ahora mismo que estamos solos: jugar un poco con mi marido. Pero si tan cansado estás...
Su única respuesta fue dejar caer la toalla sobre el lavabo, viendo así la cara de su mujer con una sonrisita pícara y ojos entrecerrados, depositando un suave beso en su mejilla. De repente, y cual berserker en medio de la más agotadora batalla, sacó fuerzas sobrehumanas del fondo de su hasta entonces gastado ser, se rió por lo bajo y cerró las persianas, ocultando la vista del cuarto a las primeras estrellas del curioso firmamento nocturno.
Había pasado una semana desde la boda, y los recién casados llevaban el mismo tiempo de viaje, habiéndose despedido rápidamente de su grupo de amigos antes de partir. El viaje iba a consistir en una ruta turística por varios lugares emblemáticos de Estados Unidos, ya que Sunset nunca había visto nada más allá de Canterlot desde que estaba en ese mundo y quería descubrir todo lo que este le tenía que ofrecer, y había sido en parte financiado por la familia de Sg y los amigos de ambos. En ese momento, una bicicleta conducida por una de las personas responsables del correo iba repleta de periódicos por una de las calles, siendo uno de ellos lanzado por el despreocupado conductor hacia una de las casas y atravesando una ventana que erróneamente creía abierta, resultando en una sinfonía de cristales rotos ante la que procedió a acelerar. El propietario, un hombre de mediana edad, se asomó y gritó con enfado al apresurado conductor:
−¡Hijo de perrilla!
En otra parte de la ciudad, más concretamente en el Sugarcube Corner, se estaba manteniendo la tradición de cierto grupo de reunirse para tomar algo y charlar de las cosas. Pero, en esta ocasión, faltaban dos miembros que eran el blanco de los comentarios.
−¿Y dices que os ha llegado la primera postal? Qué envidia...-dijo Applejack.
−Sí, es de su primer destino y...
−¡Y apostaría a que se lo están pasando muy bien! Puede parecer extraño que nos manden la postal a nosotros, pero la verdad es que dijeron que no querían escribir un montón de postales para todo el mundo, así que acordaron en mandar una a los padres de Sgi y otra a nosotros porque sabían que la leeríamos entre todos, cosa por la que estamos aquí, ¡por cierto! Nos la entregó la propia Derpy en mano, lo cual es un detalle por su parte aunque se salga del protocolo de correos al no dejarla en el buzón, y...
−Pinkie, querida, me da la sensación de que le has quitado la historia al pobre Lloyd...
−¡Upsie! ¡Perdona Lloydi, no me di cuenta!-comentó asomando brevemente la punta de la lengua para señalar el despiste.
−No importa-respondió el aguantándose la risa-, la verdad es que ya estoy acostumbrado, es como eres. Hasta se me hace hipnótico verte hablar a toda velocidad...
−Uuuuuuuuuh, ¿y si intento hacerte entra en trance con mi voz?-comentó divertida mientras movía teatralmente los dedos cual mago.
−Oh, por favor, ¿podemos leer la postal antes de que me pegue un tiro?-exhaló Rainbow, hastiada.
−Um, a mi también me gustaría, aunque omitiendo lo de los disparos, claro...-dijo por su parte Fluttershy.
−Bueno, os la leeré yo, que como lo haga aquí mi señora ametralladora rosa igual no nos enteramos ni ralentizando a la cuarta parte. A ver...
Queridos amigos,
¿Cómo estáis? Nosotros estamos en el primer día de viaje y estamos pasando un tiempo fenomenal aquí en Nueva York, la gran manzana (Rainbow, ahórrate la coña a Applejack, por favor). Vamos a quedarnos dos días, y hoy ya hemos visitado el MoMa y la Estatua de la Libertad. Deberíais haber visto a Sunset, riéndose maravillada en la cabeza del monumento mientras el viento le agitaba el pelo. Parecía tan feliz... En un rato comeremos e iremos a visitar el Empire State y nos tomaremos una noche de compras en Rockefeller Center, y para mañana tenemos programado ver el Museo de Historia Natural (solo espero nada cobre vida), Times Square y tomar el ferry a Staten Island, tras lo que partiremos al siguiente destino. Os dejamos con una foto nuestra en Central Park, por donde estamos paseando ahora mismo.
Sg y Sunset
Efectivamente, la postal iba acompañada en su sobre con una foto de ellos dos sentados en un banco de Central Park, bien abrazados y sonriendo a cámara.
−Oh, Nueva York, ¡qué envidia! Lo que me gustaría ir por sus calles, empaparme de su glamour, su ritmo de vida, ¡su moda!-empezó a divagar Rarity, con los ojos brillando como los de una niña.
−Y Central Park está lleno de animalitos, me encantaría jugar con las ardillas...
−Me dan mucha envidia por la cantidad de interesantes museos que pueden visitar, lo admito-suspiró Twilight, limpiándose las gafas.
−Lo malo es que las postales irán llegando con retraso respecto a su viaje, ¿sabéis cada cuánto podríamos recibir otra?-preguntó Applejack.
−La verdad, no tengo ni idea. Aunque supongo que, si escriben una cada día o dos días y como os pasó con nosotros, deberíamos poder leerlas con la misma frecuencia a partir de hoy que ha llegado la primera...-dedujo Lloyd.
Tras eso siguieron comentando el viaje de los dos tortolitos por la ciudad de las oportunidades, hablando de los lugares que estaban visitando y haciendo comparaciones con la luna de miel de Lloyd y Pinkie, que había transcurrido hace más de un mes. Y, tal y como el primero había predicho, a partir de ese día fueron llegando más postales de diversas paradas de los recién casados a orden de una cada dos días, siendo algunas de ellas las siguientes (además de varias fotos por Whatssapp):
Queridos amigos,
¿Os gustó nuestra anterior postal? Esta vez os escribimos desde Washington D.C., en concreto estoy rellenando esta postal sentada en las escaleras del monumento a Lincoln mientras Sg compra unos helados. Hemos estado viendo la Casa Blanca y el monumento a Washington y en un rato iremos al Capitolio. También quiero ver el Instituto Sminthsoniano para empaparme de su ambiente científico, y el Museo Nacional de Historia Estadounidense, y... Oh, ¡hay tanto que hacer aquí! Como la otra vez, nos quedaremos dos días, pero no va a dar tiempo a hacer y ver todo lo que esta ciudad tiene que ofrecer. Eso me entristece un poco, pero también significa que siempre podremos volver. Espero que todo vaya bien por ahí. Os queremos,
Sunset y Sg
Queridos amigos,
¿Cómo va todo? Os escribimos desde el Theater District en Houston, donde hemos comido justo ahora. Hemos visitado el Hermann Park, cuyos zoológico y museo sospecho habrían encantado a Fluttershy y Twilight, y después de pasear un poco nos dirigiremos al Centro Espacial de Houston. Ojalá Twilight pueda venir algún día, aunque tenemos la sospecha de que podría quedarse a vivir aquí... Perdonadnos que esta vez no comentemos mucho, pero hay mucho pendiente en este viaje y Sunset empieza a sentirse algo cansada. Haremos muchas fotos en el Downtown Aquarium también. Os vemos a la vuelta,
Sg y Sunset
Queridos amigos,
Estamos en Las Vegas y hemos tenido un pequeño susto. La ciudad es maravillosa y absorbente, pero me temo que Sg se ha dejado llevar un poco por el ambiente y ha empezado a gastar en la ruleta. Este viaje me tiene agotada y estaba sedienta, así que pedí un Bloody Mary ya que sentí que me apetecía y me lo tomé en la barra. Cuando fui a buscarle a la mesa se había gastado más de doscientos dólares y estaba muy nervioso por estar venga a perder, yo le pedí algo agitada por el descubrimiento que nos fuéramos... el caso es que al final tuve un mareo y me desmayé. Por fortuna todo quedó en eso, supongo que debido a este ritmo que llevamos y a tantas emociones, y no hubo necesidad de ir al hospital. De hecho, el sofoco se me había pasado y ayudó el hecho de que Sg me pidiese perdón preocupadísimo. Pero tranquilos, no ha pasado nada y estamos bien. Eso sí, la siguiente parada será la última: ambos estamos hechos puré de un viaje tan largo y extenuante y queremos llegar a casa para estar con gente conocida. Un abrazo,
Sunset y Sg
Esa postal fue la última en recibirse, ya que al día siguiente la parejita feliz llegó a Canterlot, reencontrándose con familiares y amigos, quienes comentaron lo felices y bronceados que se veían a simple vista, cosa normal ya que una de las paradas había sido Miami. El viejo grupo lo arregló todo esa misma noche para quedar en una marisquería famosa gracias a Rarity, ya que el dueño le debía un favor al haber diseñado la modista el traje de novia y de madrina para su hija y mujer, respectivamente. Y allí estaban, cenando opíparamente entre carcajadas y anécdotas con una audiencia marina que iba siendo devorada sin piedad.
−¿Así que venís de Seattle?-preguntó Applejack, curiosa.
−Así es-respondió Sunset-, y debo decir, Twilight, que todavía te estaríamos arrancando del Museo Burke de Historia natural y Cultura de haber venido con nosotros.
−¿Y todavía te extraña? Tanto conocimiento guardado ahí... Plantas, animales, minerales... La historia de los nativos americanos del Pacífico Noroeste...
−Querida, parece que vayas a echar a volar en cualquier momento de la ilusión, se te ve en los ojos-observó Rarity con un deje divertido en su voz.
−Os hemos traído varios recuerdos del viaje, pero... hay algo que tengo aquí para ti, Rainbow-comentó Sg de pasada.
−Ooooooh, AHORA nos entendemos. Cuenta, cuenta.
−Verás, durante nuestra estancia en Miami pudimos asistir a un espectáculo aéreo de los Wonderbolts, y después se quedaron a hablar un poco con los presentes. La cosa es que vimos a Spitfire, con quien charlamos un rato de nuestra boda y luna de miel, y nos presentó a un tal Wind Rider...
−Espera, espera, espera. ¿Wind Rider? ¿El veterano ya retirado, poseedor del récord de acrobacias aéreas de toda la historia del equipo, increíble y alucinante, Wind Rider?-le interrumpió, con los ojos como platos y tensa como un amarre de barco en medio de una tormenta.
−Sí Dash, ese Wind Rider. Le estuvimos hablando de tu forma física y tu sueño junto con Spitfire y se quedó muy impresionado, alabando la llegada de sangre nueva al equipo en forma de reservas.
−¿Os hicisteis una foto? ¡¡Dime que os hicisteis una foto!!
−No, no nos hicimos una foto.
−¿¿Estuvisteis con una leyenda viva Y NO OS HICISTEIS UNA FOTO??
Rarity y Applejack ya estaban preparadas para meterla en cintura, pero no hizo falta, ya que la multicolor enmudeció al ver que Sg le tendía algo.
−¿Qué es eso?
−Tú léelo.
La chica lo cogió. Se trataba de una foto, pero en ella solo salía el susodicho Wind Rider, posando sonriente y con el pulgar levantado frente a la cámara con su chupa de cuero enfrente del jet privado del equipo decorado con el color azul y el logo del mismo. En una esquina lucía la siguiente dedicatoria:
Para Rainbow Dash,
Persigue tus sueños y que el futuro te sea favorable. Tienes un gran talento que te llevará por toda la inmensidad del cielo si te lo propones. Tu amigo,
Wind Rider
Cuando bajó la foto estaba muda, con las pupilas casi invisibles y la cara colorada de la emoción. Al final consiguió articular un hilillo de voz, dirigiéndose a Sunset:
−... ¿Puedo darle un abrazo a tu marido?
−Adelante-sonrió, divertida.
El segundo siguiente Sg sintió lo más parecido a ser estrujado vivo por un oso (después de los abrazos de Pinkie, esos eran imbatibles), intentando respirar mientras la azulada se carcajeaba de alegría y le daba las gracias como un disco rayado al tiempo que Applejack tomaba disimuladamente e intentando no reírse muy fuerte una foto con el móvil. El momento se vio interrumpido con la llegada del camarero.
−Buenas noches, damas y caballeros. ¿Están disfrutando la cena?
−Definitivamente, querido. Transmítele las gracias al dueño de parte de Rarity-añadió esta, guiñándole un ojo.
−Me alegra saberlo. Venía a decirles que tenemos una oferta en las ostras: una bandeja, veinte dólares. ¿Algún interesado?
−Uf, no, estoy que me muero-comentó Lloyd.
−Um, no, gracias-siguió Fluttershy.
Todos los comensales fueron declinando la oferta uno tras otro, hasta que...
−¡Yo, yo!
−¿Estás segura, Pinkie? Has comido como una singularidad, y tú no tienes un portal opuesto cósmico que arroje todo eso a otra parte...
−¿Lo qué?-balbuceó Sg.
−Se refiere a un agujero negro y blanco respectivamente, Sg. Pero tiene razón, ¿estás segura? Últimamente comes bastante más que de costumbre, que ya es decir. Un día que nos vayamos a dormir te encontraré devorándome las pantorrillas-comentó Lloyd, entre preocupado y bromista.
−Oh vamos, ¡estamos de fiesta y esto es una oferta! Además, Twilight se equivoca, claro que tengo cómo echarlo: vas al baño, te sientas en el retrete y...
−¡Valevalevalelopillamostodos!-gritó su marido, alterado y agitando los brazos.
−Déjame que te ayude, Pinkie. Es mucho para ti sola, y la verdad es que todos estos días me han dejado famélica.
−Sunset, esto me huele mal, literalmente...
−No te preocupes, Sg. Estoy segura de que las ostras estarán deliciosas. Tráiganos una de esas bandejas para compartir entre ella y yo, por favor.
El camarero obedeció, retirándose a la cocina y volviendo con una espectacular bandeja que tendría no menos de veinte ostras, metiendo dosis razonables de asombro y miedo entre todos los comensales, salvo a la rosada y la rojigualda, que procedieron a atacarla sintiéndose más unidas que nunca como compañeras del club de las casadas y compartiendo anécdotas de la vida matrimonial, desatando carcajadas, leve vergüenza y comentarios de aprobación, según fuera el caso y hacia quién de los cuatro. Incluso llegaron a juntarse para hacer una pobre imitación de la comunidad del anillo de los libros de Tolkien, pidiendo jocosamente a otros miembros de la mesa que en algún momento se casasen como una incorporación a su analogía de la aventura con un anillo a cuestas, terminando en risotadas estruendosas por parte de todos cuando Rainbow se puso la coleta de Applejack como barba y dijo con voz ronca que no contasen con su hacha. La velada terminó con un muy buen ambiente y a altas horas de la noche, aunque pospusieron el seguirla celebrando con unas copas debido a que Sunset y Pinkie no se encontraban bien, con reproches de sus maridos de que ya sabían que las ostras rebajadas eran una mala idea.
Los tacones de Rarity resonaban con fuerza por el pavimento. Había tenido que dejar aparcado el coche lejos por estar el párking abarrotado, y en estos momentos lamentaba su decisión de calzado: era cierto que lucir elegante conllevaba algo de sufrimiento. Pero eso poco importaba, pues ahora lo único que estaba en su cabeza eran sus amigas. Al fin llegó a su destino: el ala de urgencias del hospital de Canterlot, donde estaba esperando el resto de su círculo de amistades más próximo.
−¡Oh queridos, lo siento muchísimo por llegar tarde, la cena de ayer me dejó agotada y...!
−No te preocupes Rares, nosotras hemos llegado hace poco. Lo de ellos dos es peor, llevan aquí casi una hora desde que el médico se las llevó-la tranquilizó Applejack.
−Tiene razón, Rarity. Lo importante es que estáis aquí-comentó Lloyd, quien no dejaba de andar en círculos, con los nervios a flor de piel.
−¿Pero qué ha pasado? ¡Me estáis dejando en ascuas, solo me habéis dicho por teléfono que viniera al hospital porque Pinkie y Sunset estaban mal!
−Me temo que sí. Cuando llegamos a casa anoche estuvo vomitando un buen rato, sudando copiosamente, y ha estado haciendo lo mismo a intervalos toda la noche, hidratándose lo poco que podía entre medias. Yo creo que no ha dormido ni una hora seguida, y esta mañana no ha podido ni desayunar, por lo que hemos venido aquí sin demora-explicó Sg, igual de preocupado que Lloyd.
−Pinkie ha estado exactamente igual, y debo añadir que el que ella no quira probar bocado es un asunto muy serio. Mira que lo dije, que esas putas ostras había que dejarlas en paz...
−Yo también-le respondió él, apesadumbrado.
−Verdaderamente, las intoxicaciones por comer ostras contaminadas por microorganismos son muy molestas: diarreas, vómitos, fiebre... Normalmente no pasa nada y se mejora en unos días, pero también se puede coger el cólera por esa vía, y...-Twilight se interrumpió, viendo la mirada entre preocupada y asesina que le lanzaban los maridos de las pacientes.
−Lo siento, no pretendía...
−No pasa nada, Twilight. Lo peor es que sé de lo que hablas y tienes razón al mismo tiempo. No puedo culparte por ser realista, pero la próxima vez avisa de si quieres que sepamos todos los detalles-la tranquilizó Lloyd.
−Se acabó, yo voy ahora mismo a ese restaurante y les doy de hostias.
−¡¡Rainbow!!-exclamó Rarity, patidifusa.
−¿Qué? ¡Han envenenado a nuestras amigas colándoles una comida de mierda bajo el engaño de ahorrarse cuatro perras! ¡Y eso no mola una mierda, permíteme que te diga!
−Rainbow, por favor. Eso no va a ayudar ahora, y estás caldeando más el ambiente. ¿Podemos tranquilizarnos todos? ¿Eh?-proclamó Fluttershy con serenidad, aunque justo después volvió a bajar ligeramente la mirada, avergonzada por destacar.
Afortunadamente, su intervención tuvo el efecto deseado y los ánimos se relajaron un poco. Unos minutos después, el grupo fue llamado por megafonía al despacho del médico que había atendido a las dos enfermas, encontrándose con él en un pasillo tranquilo del segundo piso. Se trataba de un hombre de porte sabio y tranquilo pero con cierto deje cómplice en su mirada, de tez mostaza, pelo marrón y gafas de pasta.
−Buenos días, soy el Doctor Kindheart. ¿Son ustedes dos los esposos de Pinkie y Sunset?
−Los mismos-corearon.
−Verán, después de haber sido informado de los acontecimientos de su cena de ayer y sus síntomas, los indicios apuntaban a que ambas debían padecer lo mismo. Tras escuchar algunas palabras por parte de su esposa les hemos hecho unas pruebas y tenemos el diagnóstico: las dos tienen un parásito.
−¿Cómo que un parásito?-logró articular algo alterado Lloyd, mientras Rarity se ponía entre una mezcla de blanco (más) y verde.
−Sí, verán... Está localizado en la región abdominal y, con el paso del tiempo, irá absorbiendo nutrientes y creciendo por ello, agotando cada vez más a su hospedador hasta que lo acabe expulsando.
−... ¿Podemos quitarlo?-balbuceó Sg, temiéndose lo peor por su mujer.
−Hombre, poderse se puede, pero solo disponemos de cierto margen de tiempo. Después de eso ya entraríamos en conflictos éticos y legales...
Nadie del grupo estaba entendiendo nada. ¿Si algo te estaba causando malestar lo más normal no era quitarlo? ¿Qué clase de ser tendrían que las estaba haciendo sentir tan mal? Entonces, para sorpresa de todos, Lloyd se adelantó con los ojos como platos y preguntó:
−Dígame que ha visto House.
−Todas las temporadas-contestó, sonriente.
−¿Entonces...?
−Sí. Pase, puerta al final del pasillo.
No habló más. En su lugar, abrazó fuertemente al doctor, empezando a llorar y encaminándose rápido, pero sin llegar a correr por donde estaba, al despacho donde ellas estaban esperando.
−¿Pero qué le pasa?-logró articular Sg, confuso en extremo por la situación.
−Lo que le ocurre, amigo mío-contestó Kindheart, posando su mano sobre el hombro del aludido-es que me moría de ganas de reproducir ese gag que vi en la serie, esta era la ocasión perfecta y lo ha entendido... eso sí, debo agradecer que tenga sentido del humor o podría haber acabado con un ojo morado, pero ¿qué es la vida sin riesgos?
−¿¿Quiere dejarse de gilipolleces ya??-le espetó Rainbow, harta de incertidumbres.
−Lo que quiero decir-señaló el doctor, molesto por la actitud de la chica-es que no les pasa nada malo. Al saber lo que le estaba ocurriendo durante el viaje a su mujer, señor Sg, tuve una corazonada y mi equipo les hizo un par de pruebas. Primero una hormonal y luego una ecografía vaginal, llevándonos doble sorpresa... Enhorabuena, caballero. Su esposa está embarazada, y la de él también.
En ese momento, unos fuertes gritos teñidos por el jolgorio llegaron desde una puerta más adelante, siendo inconfundibles los de Pinkie entre ellos. Sg echó a andar, mecánicamente pero cada vez más rápido, mientras hacía memoria del viaje y la vuelta: el progresivo agotamiento de Sunset, el cambio de humor y el desmayo en el casino, los antojos, el apetito inhumano... Abrió la puerta del despacho del doctor, de golpe. Pinkie y Lloyd estaban abrazados, llorando de felicidad y comiéndose a besos. Por su parte, Sunset se había agarrado como un koala a la feliz pareja, aunque se soltó en cuando se dio cuenta de quién había entrado, mostrando dos ojos llorosos de felicidad y adornados con una sonrisa más radiante que nunca.
−¿De cuánto...?-consiguió preguntarle a medias su marido, también entre lágrimas.
−Cuatro semanas, igual que ella. Vamos a tener un hijo, cariño-articuló ella, cada vez más emocionada.
Sin decir ninguno nada más, procedieron a imitar a la otra pareja feliz. La pseudo intimidad no les duró mucho, puesto que poco después apareció en la puerta el resto del grupo de amigas y un enfadado doctor pidiendo silencio, cada una feliz a su manera y dando la enhorabuena a ambos matrimonios por la noticia, empezando a discurrir sobre colores de habitación, ropa de niño, música que ponerle durante y tras el embarazo, cuidados para las futuras mamás...
No dejaba de ser irónico: ambos habían aparecido al mismo tiempo en ese mundo y se habían montado una nueva vida con un grupo inseparable en el que habían conocido el amor. Ahora, ambos se las habían apañado para contribuir a la vez a traer vidas nuevas a ese mundo, en las que vertirían todo el amor que sentían por sus esposas y por esas nuevas existencias en camino, ayudados por sus seres queridos. Destino para unos, coincidencia para otros, la verdad es que poco importaba, pues la felicidad y la aventura de vivir tenían aún mucho que ofrecer, y apurarían esa copa como habían hecho todo hasta entonces: juntos.
N.A.: puedo decir sin temor a equivocarme que he sudado sangre escribiendo este relato. Al principio iba a ser mucho más corto, pero las ideas y situaciones no paraban de afluir, y al final ha resultado este monstruo digno de alguno de mis capítulos de fics con continuidad. Como he dicho varias veces a lo largo del mensaje, esta historia es secuela directa de la anterior, "Nuestros días", se centra en Sg y Sunset, y añado ahora que ha sido escrita con su punto de vista y sucesos para no cansar con tanto attentionwhorismo de mi persona y como agradecimiento al fic original y sus buenos momentos
Debo decir que espero que la parte epistolar haya quedado bien pues nunca había escrito en ese formato (este recopilatorio parece un laboratorio ya con tanto experimento
), y que he disfrutado como un enano al describir de forma obscenamente detallada el menú del banquete como fiel fan de la obra de George R. Martin
Poco más que decir más que espero no haberla cagado con alguna cosa complicada, que espero que os haya gustado, y que le doy las gracias a Pandora por echarme una mano con el menú y a Sg91 por haberme ayudado con varios datos personales a escribir su boda, luna de miel y conocimiento de futura paternidad creyendo que en realidad iba a hacer un viaje contrarreloj por toda la nación buscando ingredientes para el catering de mi boda: troll life, bro