Spoiler:
La tiza naranja trazó serpentinas sobre el papel y se concentró en un remolino.
“Uiiiiissshhhh….”
El rotulador violeta se deslizó por el papel dejando un arcoiris unicolor sobre él.
“Jijijijijiji…”
El sonido de una galopada entusiasta precedió al de una frenada con derrape.
—¡TWILIGHT!
La aludida se volvió hacia Applejack revelando el plan sobre el papel encelado a la pared. Había muchos colores, líneas, burratachos y varios diseños dibujados sobre él. Pero lo que probaba que la concienzuda Twilight había perdido la cabeza era que se había salido de los bordes del papel, y las líneas habían continuado por las paredes, techo y suelo. De hecho, había tenido que realizar un vuelo invertido para poder pintar algunas de ellas. Pero, eso le daba igual ahora mismo a Applejack.
—¿QUÉ MÁS HAGO? —exigió.
Twilight se acercó a su amiga con un andar despreocupado.
—Shhiii… Hacer algo… para Applejack… para mi amiga valiente y fuerte y tan bonita Applejack… aayyyy… ¡Qué maja eres!
—¡TWILIGHT! ¡No me pellizques los mofletes!
—Jijiji… Vale… Ven.
Twilight se dirigió hacia el plan con mirada soñadora.
—Essshtá todo ahí… ¿Vale? Sólo haz tu parte… —dijo señalando el papel.
Applejack miró aquella cacofonía de colorines que se desbordaba más allá del papel y se puso a trotar con ansiedad sobre el sitio.
—No lo entiendo… No lo entiendo… No lo entiendo… Twilight, el escenario ya está montado. Necesito hacer algo más –dijo histéricamente—¡¿QUÉ MÁS HAGO?!
Twilight la miró fijamente, entrecerró los ojo y llevándose un casco al hocico dijo: “Shhhhhht”.
Sin dejar de trotar en el lugar, Applejack logró cerrar el hocico y se puso a sudar copiosamente por la ansiedad.
Twilight se agachó y le hizo señales para que la imitase. Applejack la imitó y Twilight le señalo la línea naranja que continuaba fuera de la pizarra, por la pared y por el suelo.
—Ssshhigue la línea naranja –susurró–. Vamos a neshecitar mucha energía… Al final hay… algo así como… redondo. ¿Vale?
—¿Una pelota?
—No. Mash grande.
—¿Una manzana gigante?
—No. No se come.
—¿Una rueda gigante?
Twilight asintió con una sonrisa bobalicona.
—Una enorme rueda de energía… Neceshitaremos mucha energía. Ponla en marcha.
—¿Cuánta?
—Toda la que puedas proporcionar. Necesitamos al mejor poni para ese trabajo, por esho te mando a ti. Pero, si necesitas alguien que te ayude, si encuentras alguien mejor para ese trabajo, lleva a ese poni allí como shea… ¿eshtá claro?
—Sí.
Twilight la agarró por la cola cuando ya se iba. Se acercó a ella y la miró a los ojos fijamente.
—A quien sea. ¿Lo entiendes?
—Sí, a quien sea, ¡pero mientras tanto lo haré yo misma!
Esta vez Applejack se olvidó de abrir la puerta para salir y simplemente la derribó. Twilight caminó con una sonrisa beatífica hasta el plan y marcó la línea naranja.
—Eshta parte ya eshtá en marcha… ahora vamosh a la shiguiente…
Twilight deslizó la pezuña sobre lo que parecía un escudo con una gran mariposa rosa por blasón.
—Jijijiji… jejejeje….
Su cuerno se iluminó y, de detrás de una caja, salió levitando lo que parecía un fardo de tela muy suave y un rollo de cinta adhesiva.
—Ángeeeeeeel… bonitoooooo… veeennnn…
El conejo levantó una mirada sorprendida de la zanahoria que se estaba comiendo y observó a la alicornia emporrada.
Ninguna criatura se movía, ningún color vibraba, toda actividad había desaparecido y todo deseo de existencia había resultado extinto en la llanura que rodeaba Canterlot. Ahora no era más que un mar de bruma grisácea salpicado de manchas de inexistencia.
Ni siquiera se podía hablar de muerte en aquel lugar en su concepto de criaturas devorando cadáveres o dunas cambiantes. La Nada era simplemente eso, Nada. No era la promesa de un nuevo mundo, de un renacer o de una destrucción, era un apagado sin pasión ni evitabilidad. La Nada era reina, emperatriz y diosa allí donde se asentaba, y todo lo demás era borrado.
Pero, de pronto, un sonido llegó hasta aquel lugar que desaparecía por momentos. El sonido fue en aumento, haciéndose más entendible. Era una canción, entonada con determinación. Era un grito de existencia, era un chillido de rabia rebelde que declaraba "No desapareceremos en silencio en la oscuridad, no nos desvaneceremos sin luchar. Vamos a vivir, vamos a sobrevivir.” Alguien, en mitad de la Nada cantaba y con ello la negaba y ponía en entredicho su reinado. La Nada se retorció ante aquella negación a la desesperación que era su propio ser. Y, a medida que la canción se acercaba y su letra se hizo entendible, La Nada se encogió y retrocedió, apartándose de aquello como de un veneno.
“Con mi amigo camionero voy camino de Appleloosa
con mi amigo camionero voy camino de Appleloosa
Si me ven, si me ven, voy camino de Appleloosa
Si me ven, si me ven, voy camino de Appleloosa.
Lo acompañaba un ritmo de pandereta y el sonido de un motor grande a bajas revoluciones.
Tukitukitukitukiiiii
tukitukitukitaaaa
Rueda rueda camioncito,
que ya vamos a llegar.
Tukitukitukitukiiiii
tukitukitukitaaaa
rueda rueda camioncito
—¡j*der, Unade! Esto es humillante.”
La última línea no cuadraba métricamente. Se hizo el silencio. El sonido de la pandereta se apagó, el del motor también. La Nada alargó los tentáculos hacia la zona que había ocupado el sonido para reclamarla de nuevo para sí. Pero entonces se alzó una voz:
—Volgrand, eres el que tiene más conocimiento musical de los dos. Eres el indicado para hacerlo.
La Nada permaneció un instante indecisa. Nadie se atrevía a adentrarse en sus terrenos si no era con la voluntad ya destruida y con la intención de ser devorado completamente. Todos los que se aventuraban cerca de ella no eran más que ofrendas a su poder, voluntarios sacrificios a su inmenso...
—¡SEIS AÑOS EN EL CONSERVATORIO DE MÚSICA! ¡Cinco años estudiando piano, cinco de canto coral, colaboraciones en diferentes grupos heavys amateur! ¡¡Para que ahora, ahora que es mi gran momento, EL UNIVERSO DEPENDA DE UNA PUÑETERA PANDERETA!!
Aquel chillido lleno de protesta era incompatible con la inexistencia. La Nada se replegó alejándose de él. Decididamente, tanta voluntad junta podía ser excesiva para una digestión adecuada.
—¿Prefieres intentarlo con el cello?
Volgrand dirigió una mirada hacia el instrumento, que estaba recostado sugerentemente junto a los baffles y que le dedicaba un brillo seductor.
—Eeehmm… Creo que mejor me aferraré a la pandereta. Por cierto, ¿por qué carajo la llevabas en la mochila?
—Sabía que algún día me sería útil. Perfecta para una emergencia. Puedes tocarla incluso estando borracha. Lo he comprobado.
Volgrand volvió a mirar al susodicho instrumento.
—Seis años de formación musical para esto.
—Prueba con otro villancico creativo, anda.
—Tengo el indicado.
Volgrand tomó aire y, atizando la pandereta con saña, empezó a declamar.
“En el portal de R’lyeh
hay estrellas sol y luna
Yog–shotot, Nyarlathotep
Y Cthulu que está en la cuna”
Y el camión se puso en marcha de nuevo, renqueante. La Nada se retorció alejándose de aquella aberración musical y, sobre todo, de aquellas dos voluntades sordas a la orden de rendición que ella les lanzaba. Mejor apartarse antes de que la atropellasen.
Twilight caminó por la calle principal de Appleloosa con una inmensa sonrisa en su cara, y unas enormes pupilas en sus ojos. Muchos ponis seguían atados, y habían sido amontonados en los lados de la calle para no ser pisoteados. Algunos vociferaban, otros simplemente se mecían en sus ataduras.
En la plaza principal, los búfalos se habían reunido y entonaban machacones cánticos acompañados por sus tambores de una sola nota. El resultado, mezclado con los alaridos de locura que recorrían el pueblo, resultaba .... Era imposible encontrar la palabra con la que rellenar ese hueco. Haría falta condensar el concepto de “me dan ganas de reír histéricamente para no llorar de miedo”.
Y en mitad de toda aquella locura, solo una yegua guardaba la cordura. Zecora, en mitad del círculo de búfalos, observaba sus evoluciones ¿musicales? sin inmutarse. Al detectar a Twilight observando la escena, caminó fuera de aquella cacofonía de percusión y, con paso calmo, se acercó a ella. Twilight le sonrió.
–Tush hierbas van mu bien –dijo.
Zecora asintió.
–A veces la química ayuda, cuando la mente tan solo duda.
–Shi… Ahora ya puedo pensar. Antes solo podía histerizar. Esh una suerte que nuestro enemigo sea un pendejo, y no te considere digna de su cortejo.
Zecora asintió.
–No tenerme en consideración. Esa será su perdición.
Twilight empezó a reír.
–Ya sé hablar en rima… Hasta luego Zecora… Voy a ver como van el plan.
Frente a los búfalos, se había alzado el escenario. Twilight se detuvo frente a él y lo observó. Era perfecto, si no fuese porque no tenía altavoces, ni equipo de sonido, ni mesa de mezcla… Pero Pinkie tenía un inmenso sentido del espectáculo y lo había decorado con los restos destrozados de varias casas de una manera artística. La misma poni rosa se alzaba frente al enorme pentáculo vertical que había construido, con su lacia melena cubriendo la mitad de su rostro. La otra mitad de su rostro había sido maquillada en pálido mortuorio y sombra de ojos Black number 1. Le dirigió una sombría mirada a Twilight.
—Toda existencia es oscuridad. Y la oscuridad de mi alma será la que se comunique con los dioses exteriores. ¡Los invitaré a comer un melón! ¡NADIE SE RESISTE A UN DULCE MELÓN! ¡MUA JA JA JA JA!
Twilight observó con una sonrisa beatífica cómo Pinkie alzaba una cuchara para atravesar la dulce fruta.
—Twilight —dijo Spike, repanchingado en una tumbona tras ella —algo se mueve en la llanura.
La alicornia volvió la mirada hacia el paisaje más allá. La Nada todavía no había llegado a Appleloosa, pero estaba cerrando su garra. Y, efectivamente, en aquella extensión de gris, algo venía hacia ellos.
—Vamosh a ver quien es… –dijo, y se encaminó hacia allí.
La alicornio lavanda se detuvo en los límites del pueblo y observó el inexistente paisaje con una beatífica sonrisa. Era totalmente descorazonador, y por algún motivo, le parecía… le parecía… jejeje… no lo sabía bien, pero aquello era chungo de verdad. Pero chungo chungo.
—Spiiiiike… —dijo Twilight con voz cantarina –. ¿Tienes hora?
Spike sacó un gran reloj dorado con cadena de vete a saber dónde y consultó la hora.
—Lo siento, Twilight, pero parece que los relojes han dejado de funcionar.
—Peeeerfecto —dijo Twilight mirando beatíficamente aquel horror que se estaba tragando su mundo.
—¿Perfecto? Pero, ¿por qué?
—Poooorque, la cosa… esho de ahí se está comiendo todo —dijo Twilight señalando las manchas de Nada—y ha empezado a comerse el tiempo también. Así que, o bien tenemosh todo el tieeeeeeeempo del mundo, o bien… —se giró hacia Spike e hizo un teatral gesto con las patas delanteras —no tenemos tiempo ya y nos morimos todos. ¿Entiendes?
—Eh… No…
—Creo que yo tampoco… Bueno, shi lo entiendo y por esho… por esho… Sé que se ha acabado el tiempo para todos y que esho no importa ya, porque seguimos vivos, ¿vale? El tiempo ya no exiiiiste...
Spike entrecerró los ojos tratando de entender algo...
—Eeeehmmm.
—Pero, lo másh importante —dijo Twilight —: no—hagash—nada. ¿Entiendesh?
—¿De verdad no quieres que ayude? No sé, creo que podría…
—No. No hagas…. nada.
—De acuerdo... —respondió en tono dubitativo el dragoncito.
El sonido llegó hasta ellos desde algún punto en la lejanía de la llanura. Twilight giró unas interesadas orejas. Se podía definir aquel ruido como la mezcla de un ritmo de pandereta, el sonido de un motor grande a bajas revoluciones y alguien cantando una canción digna del Hearts Warming’s Eve. La canción decía más o menos:
Pero mira como vienen los profundos desde el río
pero mira como vienen, con los ojos salíos...
Twilight fijó sus ojos con las pupilas dilatadísimas en aquel conjunto de grises sin sentido y murmuró: “Ya están aquíííííi”. Spike recordó que no tenía que hacer nada, y eso incluía asustarse, así que se colocó unas gafas de sol y dio un largo sorbo a un batido que tenía cerca.
La extraña canción siguió sonando desde la llanura. Antes de que empezase la segunda estrofa, Pinkie Pie saltó por encima de ellos al grito de “uiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii” y se adentró entre las manchas de Nada rumbo a la canción, uniéndose a los coros.
Vienen y vienen
vienen de tres en tres.
Los profundos desde el río,
vienen con Nyarlathotep.
Unos segundos más tarde, un enorme camión blanco y estrafalario, que más parecía un escenario sobre ruedas, surgió de la bruma y se adentró por la calle principal de Appleloosa.Traía consigo todo un equipo de sonido que incluía más altavoces de los que Twilight podía contar sin la ayuda de un ábaco, y a las dos mayores artistas musicales de Equestria atadas a un baffle. A los mandos del camión la pegaso de color melocotón, y al micrófono Volgrand empuñando una pandereta, ahora acompañado por Pinkie Pie.
—Excelente —dijo Twilight y siguió al camión.
Unade aparcó el camión en la plaza principal, justo enfrente del escenario. Volgrand soltó la pandereta y saltó al suelo.
—¡Bien! Hemos llegado, hemos llegado… Lo hemos hecho… Lo de seguir las vías ha funcionado.
Parecía que no se lo acababa de creer.
—Claro que ha funcionado seguir la vías –dijo Unade y señaló tras Volgrand con el hocico.—Ahora supongo que querrás hablar con tu amiga.
Volgrand se volvió. Caminando tranquilamente hacia ellos con una enorme sonrisa, se acercaba Twilight. Pero, a mitad de camino, se detuvo, se volvió hacia el camión y se puso tocar una de las ruedas.
—Essshhh… Redooooondo… Uiiiiissshhhhh….
Volgrand corrió hasta ella.
—Twilight, me alegro de verte. He traído todo lo que necesitábamos: equipo de sonido, mesa de mezclas, alguien capaz de poner música cuando todo falle…
Twilight se puso en pie y casqueó a Volgrand amablemente para calmarlo.
—Nada va a fallar, ¿vale? Lo tengo toooooooooooooodo bajo control –se acercó mucho a él y lo miró directamente a los ojos–. Por cierto, ¿hash… robado el camión de Vinyl?
—No, no, en realidad nos traía ella.
—Peeero, eshtá conduciendo Unade.
La interpelada trató de explicarse.
—Eh, sí, porque yo conduzco mejor que Volgrand.
—Aaashí que tú conduces mejor que Volgrand el camión de Vynil.
—Eh, sí...
—Y Vynil eshtá atada… con Octavia.
Volgrand sintió que el sudor caía por su pelaje. Estaba hablando con una yegua emporrada, pero una yegua capaz de convertirlo en purpurina de un cuernazo mágico.
—No, no… Verás… Les estábamos salvando la vida. Es que querían suicidarse hace un rato.
—¿Apareches aquí con un camión que no eesh tuyo, la dueña esshtá atada sobre él y dicesh que era para salvarles la vida porque querían suicidarse?
—Eh… Sí. Sé que esto parece raro pero te juro que…
Twilight interrumpió su explicación con una risita.
—jijijiji… Esh lo mááááás lóóóóógico que me han dicho hoy.
Volgrand pestañeó dos veces para ayudarse a sí mismo asimilar aquello. Twilight había aceptado una inverosímil (aunque cierta) historia que ni siquiera él mismo daría por válida. ¿A qué horrores se había enfrentado Twilight en la desquiciada Appleloosa como para encontrar credibilidad en su relato? Volgrand sintió que el mundo pendía de un hilo en un muy precario equilibrio psicológico balanceado por tan solo cuatro mentes casi cuerdas. ¡No había tiempo que perder!
—Twilight, tengo que montarlo todo. ¡No tenemos tiempo! Hay un montón de trabajo que hacer y el Stú podría parecer aquí en cualquier momento y…
Un casco se puso en la boca de Volgrand para hacerlo callar. La beatífica sonrisa de Twilight precedió a sus palabras.
—Tranquilo, Volgrand. Lo tengo toooooodo bajo control.
Varios gritos desquiciados acompañados de aporreamiento de tambores siguieron a esa declaración.
Y observó el sumo creador y único ser válido de Equestria que las mane six no estaban postradas ante él ni lanzando loas a su persona.
Y el sumo creador aceptó que las hermanas celestiales dejasen su puesto de guardaespaldas lobotomizadas para follárselo y así tratar de buscar consuelo en ellas. Pero no era suficiente.
Y el sumo creador, y único ser válido de Equestria, decidió que debía ir a rescatar a las mane six del terrible destino que las mantenía lejos de su persona.
Y supo de inmediato dónde ir a buscarlas, tan grande era su sabiduría.
Las dos hermanas celestiales ocuparon de nuevo el lugar que les correspondía como guardia pretoriana y volaron tras ÉL hacia aquel lugar que casi nadie recordaba.
Así fue como Magnificum partió de Canterlot, en su épica búsqueda de las Mane Six. Las hermanas alicornio abandonaron sus reales deberes de placer para formar tras él: negras gafas, negros uniformes, y la discreción de dos geranios. El protagonista era su protegido, y ellas se borrarían a sí mismas como fuese necesario. Era su función en esa historia, aquella que alzaría al autor a la inmortalidad a través de su proyección en ese mundo.
Y así, Magnificum Fornicatum partió en busca de Twilight Sparkle y sus amigas. En su viaje recorrió toda Equestria, llegando a un poblado que había olvidado la magia de la Cutie Marks. Mas él recordó a la responsable de semejante acto, Starlight Glimmer, lo erróneo de sus acciones con la po… Quiero decir, le demostró lo erróneo de sus acciones mientras se la follaba.
Tras ello encontró a un gran semental cuyo lamento giraba en torno a su desgraciada mala suerte, suerte que lo había acompañado a lo largo de su vida. Magnificum se apiadó de él, y le demostró lo afortunado que era por haberse encontrado con él, y le fue otorgado el amor que siempre le había sido negado. Por detrás, por supuesto, que Magnificum es muy macho.
Partió entonces hacia el norte, a las tierras de los Yaks, donde conoció a las hembras de esta especie. Mas nada de ellas había sido mostrado en el show televisivo, por lo que Magnificum les dio una forma adecuada, con enormes senos, sugerentes curvas y elevada líbido. Procedió pues a intimar con todas ellas, mientras los machos observaban y tomaban nota de cómo debía actuar un verdadero semental.
Y en el lugar que no era recordado por nadie, tan escasa era su importancia, hubo las señales que anunciaron su advenimiento. Todas las yeguas corrieron a maquillarse para ser apetecibles para sus apetitos; todos los ponis que habían perdido la cordura enfocaron sus destruidas mentes en lanzar loas a Magnificum Fornicatum, y todos los búfalos se quedaron petrificados y esperaron a que la Nada los engullese, pues ninguno de ellos era interesante o apetecible para Magnificum.
Volgrand observó las señales a su alrededor. Varias yeguas desplegaban un cartel dando la bienvenida a Magnificum. Los búfalos se habían quedado inmóviles y sólo esperaban a ser borrados. Todas las mentes rotas traídas desde PonyVile estaban lanzando loas a su único héroe y salvador.
Volgrand sintió que se le helaba la sangre.
— Oh, dioses… El Stú viene hacia aquí. Es el fin.
“Uiiiiissshhhh….”
El rotulador violeta se deslizó por el papel dejando un arcoiris unicolor sobre él.
“Jijijijijiji…”
El sonido de una galopada entusiasta precedió al de una frenada con derrape.
—¡TWILIGHT!
La aludida se volvió hacia Applejack revelando el plan sobre el papel encelado a la pared. Había muchos colores, líneas, burratachos y varios diseños dibujados sobre él. Pero lo que probaba que la concienzuda Twilight había perdido la cabeza era que se había salido de los bordes del papel, y las líneas habían continuado por las paredes, techo y suelo. De hecho, había tenido que realizar un vuelo invertido para poder pintar algunas de ellas. Pero, eso le daba igual ahora mismo a Applejack.
—¿QUÉ MÁS HAGO? —exigió.
Twilight se acercó a su amiga con un andar despreocupado.
—Shhiii… Hacer algo… para Applejack… para mi amiga valiente y fuerte y tan bonita Applejack… aayyyy… ¡Qué maja eres!
—¡TWILIGHT! ¡No me pellizques los mofletes!
—Jijiji… Vale… Ven.
Twilight se dirigió hacia el plan con mirada soñadora.
—Essshtá todo ahí… ¿Vale? Sólo haz tu parte… —dijo señalando el papel.
Applejack miró aquella cacofonía de colorines que se desbordaba más allá del papel y se puso a trotar con ansiedad sobre el sitio.
—No lo entiendo… No lo entiendo… No lo entiendo… Twilight, el escenario ya está montado. Necesito hacer algo más –dijo histéricamente—¡¿QUÉ MÁS HAGO?!
Twilight la miró fijamente, entrecerró los ojo y llevándose un casco al hocico dijo: “Shhhhhht”.
Sin dejar de trotar en el lugar, Applejack logró cerrar el hocico y se puso a sudar copiosamente por la ansiedad.
Twilight se agachó y le hizo señales para que la imitase. Applejack la imitó y Twilight le señalo la línea naranja que continuaba fuera de la pizarra, por la pared y por el suelo.
—Ssshhigue la línea naranja –susurró–. Vamos a neshecitar mucha energía… Al final hay… algo así como… redondo. ¿Vale?
—¿Una pelota?
—No. Mash grande.
—¿Una manzana gigante?
—No. No se come.
—¿Una rueda gigante?
Twilight asintió con una sonrisa bobalicona.
—Una enorme rueda de energía… Neceshitaremos mucha energía. Ponla en marcha.
—¿Cuánta?
—Toda la que puedas proporcionar. Necesitamos al mejor poni para ese trabajo, por esho te mando a ti. Pero, si necesitas alguien que te ayude, si encuentras alguien mejor para ese trabajo, lleva a ese poni allí como shea… ¿eshtá claro?
—Sí.
Twilight la agarró por la cola cuando ya se iba. Se acercó a ella y la miró a los ojos fijamente.
—A quien sea. ¿Lo entiendes?
—Sí, a quien sea, ¡pero mientras tanto lo haré yo misma!
Esta vez Applejack se olvidó de abrir la puerta para salir y simplemente la derribó. Twilight caminó con una sonrisa beatífica hasta el plan y marcó la línea naranja.
—Eshta parte ya eshtá en marcha… ahora vamosh a la shiguiente…
Twilight deslizó la pezuña sobre lo que parecía un escudo con una gran mariposa rosa por blasón.
—Jijijiji… jejejeje….
Su cuerno se iluminó y, de detrás de una caja, salió levitando lo que parecía un fardo de tela muy suave y un rollo de cinta adhesiva.
—Ángeeeeeeel… bonitoooooo… veeennnn…
El conejo levantó una mirada sorprendida de la zanahoria que se estaba comiendo y observó a la alicornia emporrada.
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Ninguna criatura se movía, ningún color vibraba, toda actividad había desaparecido y todo deseo de existencia había resultado extinto en la llanura que rodeaba Canterlot. Ahora no era más que un mar de bruma grisácea salpicado de manchas de inexistencia.
Ni siquiera se podía hablar de muerte en aquel lugar en su concepto de criaturas devorando cadáveres o dunas cambiantes. La Nada era simplemente eso, Nada. No era la promesa de un nuevo mundo, de un renacer o de una destrucción, era un apagado sin pasión ni evitabilidad. La Nada era reina, emperatriz y diosa allí donde se asentaba, y todo lo demás era borrado.
Pero, de pronto, un sonido llegó hasta aquel lugar que desaparecía por momentos. El sonido fue en aumento, haciéndose más entendible. Era una canción, entonada con determinación. Era un grito de existencia, era un chillido de rabia rebelde que declaraba "No desapareceremos en silencio en la oscuridad, no nos desvaneceremos sin luchar. Vamos a vivir, vamos a sobrevivir.” Alguien, en mitad de la Nada cantaba y con ello la negaba y ponía en entredicho su reinado. La Nada se retorció ante aquella negación a la desesperación que era su propio ser. Y, a medida que la canción se acercaba y su letra se hizo entendible, La Nada se encogió y retrocedió, apartándose de aquello como de un veneno.
“Con mi amigo camionero voy camino de Appleloosa
con mi amigo camionero voy camino de Appleloosa
Si me ven, si me ven, voy camino de Appleloosa
Si me ven, si me ven, voy camino de Appleloosa.
Lo acompañaba un ritmo de pandereta y el sonido de un motor grande a bajas revoluciones.
Tukitukitukitukiiiii
tukitukitukitaaaa
Rueda rueda camioncito,
que ya vamos a llegar.
Tukitukitukitukiiiii
tukitukitukitaaaa
rueda rueda camioncito
—¡j*der, Unade! Esto es humillante.”
La última línea no cuadraba métricamente. Se hizo el silencio. El sonido de la pandereta se apagó, el del motor también. La Nada alargó los tentáculos hacia la zona que había ocupado el sonido para reclamarla de nuevo para sí. Pero entonces se alzó una voz:
—Volgrand, eres el que tiene más conocimiento musical de los dos. Eres el indicado para hacerlo.
La Nada permaneció un instante indecisa. Nadie se atrevía a adentrarse en sus terrenos si no era con la voluntad ya destruida y con la intención de ser devorado completamente. Todos los que se aventuraban cerca de ella no eran más que ofrendas a su poder, voluntarios sacrificios a su inmenso...
—¡SEIS AÑOS EN EL CONSERVATORIO DE MÚSICA! ¡Cinco años estudiando piano, cinco de canto coral, colaboraciones en diferentes grupos heavys amateur! ¡¡Para que ahora, ahora que es mi gran momento, EL UNIVERSO DEPENDA DE UNA PUÑETERA PANDERETA!!
Aquel chillido lleno de protesta era incompatible con la inexistencia. La Nada se replegó alejándose de él. Decididamente, tanta voluntad junta podía ser excesiva para una digestión adecuada.
—¿Prefieres intentarlo con el cello?
Volgrand dirigió una mirada hacia el instrumento, que estaba recostado sugerentemente junto a los baffles y que le dedicaba un brillo seductor.
—Eeehmm… Creo que mejor me aferraré a la pandereta. Por cierto, ¿por qué carajo la llevabas en la mochila?
—Sabía que algún día me sería útil. Perfecta para una emergencia. Puedes tocarla incluso estando borracha. Lo he comprobado.
Volgrand volvió a mirar al susodicho instrumento.
—Seis años de formación musical para esto.
—Prueba con otro villancico creativo, anda.
—Tengo el indicado.
Volgrand tomó aire y, atizando la pandereta con saña, empezó a declamar.
“En el portal de R’lyeh
hay estrellas sol y luna
Yog–shotot, Nyarlathotep
Y Cthulu que está en la cuna”
Y el camión se puso en marcha de nuevo, renqueante. La Nada se retorció alejándose de aquella aberración musical y, sobre todo, de aquellas dos voluntades sordas a la orden de rendición que ella les lanzaba. Mejor apartarse antes de que la atropellasen.
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Twilight caminó por la calle principal de Appleloosa con una inmensa sonrisa en su cara, y unas enormes pupilas en sus ojos. Muchos ponis seguían atados, y habían sido amontonados en los lados de la calle para no ser pisoteados. Algunos vociferaban, otros simplemente se mecían en sus ataduras.
En la plaza principal, los búfalos se habían reunido y entonaban machacones cánticos acompañados por sus tambores de una sola nota. El resultado, mezclado con los alaridos de locura que recorrían el pueblo, resultaba .... Era imposible encontrar la palabra con la que rellenar ese hueco. Haría falta condensar el concepto de “me dan ganas de reír histéricamente para no llorar de miedo”.
Y en mitad de toda aquella locura, solo una yegua guardaba la cordura. Zecora, en mitad del círculo de búfalos, observaba sus evoluciones ¿musicales? sin inmutarse. Al detectar a Twilight observando la escena, caminó fuera de aquella cacofonía de percusión y, con paso calmo, se acercó a ella. Twilight le sonrió.
–Tush hierbas van mu bien –dijo.
Zecora asintió.
–A veces la química ayuda, cuando la mente tan solo duda.
–Shi… Ahora ya puedo pensar. Antes solo podía histerizar. Esh una suerte que nuestro enemigo sea un pendejo, y no te considere digna de su cortejo.
Zecora asintió.
–No tenerme en consideración. Esa será su perdición.
Twilight empezó a reír.
–Ya sé hablar en rima… Hasta luego Zecora… Voy a ver como van el plan.
Frente a los búfalos, se había alzado el escenario. Twilight se detuvo frente a él y lo observó. Era perfecto, si no fuese porque no tenía altavoces, ni equipo de sonido, ni mesa de mezcla… Pero Pinkie tenía un inmenso sentido del espectáculo y lo había decorado con los restos destrozados de varias casas de una manera artística. La misma poni rosa se alzaba frente al enorme pentáculo vertical que había construido, con su lacia melena cubriendo la mitad de su rostro. La otra mitad de su rostro había sido maquillada en pálido mortuorio y sombra de ojos Black number 1. Le dirigió una sombría mirada a Twilight.
—Toda existencia es oscuridad. Y la oscuridad de mi alma será la que se comunique con los dioses exteriores. ¡Los invitaré a comer un melón! ¡NADIE SE RESISTE A UN DULCE MELÓN! ¡MUA JA JA JA JA!
Twilight observó con una sonrisa beatífica cómo Pinkie alzaba una cuchara para atravesar la dulce fruta.
—Twilight —dijo Spike, repanchingado en una tumbona tras ella —algo se mueve en la llanura.
La alicornia volvió la mirada hacia el paisaje más allá. La Nada todavía no había llegado a Appleloosa, pero estaba cerrando su garra. Y, efectivamente, en aquella extensión de gris, algo venía hacia ellos.
—Vamosh a ver quien es… –dijo, y se encaminó hacia allí.
La alicornio lavanda se detuvo en los límites del pueblo y observó el inexistente paisaje con una beatífica sonrisa. Era totalmente descorazonador, y por algún motivo, le parecía… le parecía… jejeje… no lo sabía bien, pero aquello era chungo de verdad. Pero chungo chungo.
—Spiiiiike… —dijo Twilight con voz cantarina –. ¿Tienes hora?
Spike sacó un gran reloj dorado con cadena de vete a saber dónde y consultó la hora.
—Lo siento, Twilight, pero parece que los relojes han dejado de funcionar.
—Peeeerfecto —dijo Twilight mirando beatíficamente aquel horror que se estaba tragando su mundo.
—¿Perfecto? Pero, ¿por qué?
—Poooorque, la cosa… esho de ahí se está comiendo todo —dijo Twilight señalando las manchas de Nada—y ha empezado a comerse el tiempo también. Así que, o bien tenemosh todo el tieeeeeeeempo del mundo, o bien… —se giró hacia Spike e hizo un teatral gesto con las patas delanteras —no tenemos tiempo ya y nos morimos todos. ¿Entiendes?
—Eh… No…
—Creo que yo tampoco… Bueno, shi lo entiendo y por esho… por esho… Sé que se ha acabado el tiempo para todos y que esho no importa ya, porque seguimos vivos, ¿vale? El tiempo ya no exiiiiste...
Spike entrecerró los ojos tratando de entender algo...
—Eeeehmmm.
—Pero, lo másh importante —dijo Twilight —: no—hagash—nada. ¿Entiendesh?
—¿De verdad no quieres que ayude? No sé, creo que podría…
—No. No hagas…. nada.
—De acuerdo... —respondió en tono dubitativo el dragoncito.
El sonido llegó hasta ellos desde algún punto en la lejanía de la llanura. Twilight giró unas interesadas orejas. Se podía definir aquel ruido como la mezcla de un ritmo de pandereta, el sonido de un motor grande a bajas revoluciones y alguien cantando una canción digna del Hearts Warming’s Eve. La canción decía más o menos:
Pero mira como vienen los profundos desde el río
pero mira como vienen, con los ojos salíos...
Twilight fijó sus ojos con las pupilas dilatadísimas en aquel conjunto de grises sin sentido y murmuró: “Ya están aquíííííi”. Spike recordó que no tenía que hacer nada, y eso incluía asustarse, así que se colocó unas gafas de sol y dio un largo sorbo a un batido que tenía cerca.
La extraña canción siguió sonando desde la llanura. Antes de que empezase la segunda estrofa, Pinkie Pie saltó por encima de ellos al grito de “uiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii” y se adentró entre las manchas de Nada rumbo a la canción, uniéndose a los coros.
Vienen y vienen
vienen de tres en tres.
Los profundos desde el río,
vienen con Nyarlathotep.
Unos segundos más tarde, un enorme camión blanco y estrafalario, que más parecía un escenario sobre ruedas, surgió de la bruma y se adentró por la calle principal de Appleloosa.Traía consigo todo un equipo de sonido que incluía más altavoces de los que Twilight podía contar sin la ayuda de un ábaco, y a las dos mayores artistas musicales de Equestria atadas a un baffle. A los mandos del camión la pegaso de color melocotón, y al micrófono Volgrand empuñando una pandereta, ahora acompañado por Pinkie Pie.
—Excelente —dijo Twilight y siguió al camión.
Unade aparcó el camión en la plaza principal, justo enfrente del escenario. Volgrand soltó la pandereta y saltó al suelo.
—¡Bien! Hemos llegado, hemos llegado… Lo hemos hecho… Lo de seguir las vías ha funcionado.
Parecía que no se lo acababa de creer.
—Claro que ha funcionado seguir la vías –dijo Unade y señaló tras Volgrand con el hocico.—Ahora supongo que querrás hablar con tu amiga.
Volgrand se volvió. Caminando tranquilamente hacia ellos con una enorme sonrisa, se acercaba Twilight. Pero, a mitad de camino, se detuvo, se volvió hacia el camión y se puso tocar una de las ruedas.
—Essshhh… Redooooondo… Uiiiiissshhhhh….
Volgrand corrió hasta ella.
—Twilight, me alegro de verte. He traído todo lo que necesitábamos: equipo de sonido, mesa de mezclas, alguien capaz de poner música cuando todo falle…
Twilight se puso en pie y casqueó a Volgrand amablemente para calmarlo.
—Nada va a fallar, ¿vale? Lo tengo toooooooooooooodo bajo control –se acercó mucho a él y lo miró directamente a los ojos–. Por cierto, ¿hash… robado el camión de Vinyl?
—No, no, en realidad nos traía ella.
—Peeero, eshtá conduciendo Unade.
La interpelada trató de explicarse.
—Eh, sí, porque yo conduzco mejor que Volgrand.
—Aaashí que tú conduces mejor que Volgrand el camión de Vynil.
—Eh, sí...
—Y Vynil eshtá atada… con Octavia.
Volgrand sintió que el sudor caía por su pelaje. Estaba hablando con una yegua emporrada, pero una yegua capaz de convertirlo en purpurina de un cuernazo mágico.
—No, no… Verás… Les estábamos salvando la vida. Es que querían suicidarse hace un rato.
—¿Apareches aquí con un camión que no eesh tuyo, la dueña esshtá atada sobre él y dicesh que era para salvarles la vida porque querían suicidarse?
—Eh… Sí. Sé que esto parece raro pero te juro que…
Twilight interrumpió su explicación con una risita.
—jijijiji… Esh lo mááááás lóóóóógico que me han dicho hoy.
Volgrand pestañeó dos veces para ayudarse a sí mismo asimilar aquello. Twilight había aceptado una inverosímil (aunque cierta) historia que ni siquiera él mismo daría por válida. ¿A qué horrores se había enfrentado Twilight en la desquiciada Appleloosa como para encontrar credibilidad en su relato? Volgrand sintió que el mundo pendía de un hilo en un muy precario equilibrio psicológico balanceado por tan solo cuatro mentes casi cuerdas. ¡No había tiempo que perder!
—Twilight, tengo que montarlo todo. ¡No tenemos tiempo! Hay un montón de trabajo que hacer y el Stú podría parecer aquí en cualquier momento y…
Un casco se puso en la boca de Volgrand para hacerlo callar. La beatífica sonrisa de Twilight precedió a sus palabras.
—Tranquilo, Volgrand. Lo tengo toooooodo bajo control.
Varios gritos desquiciados acompañados de aporreamiento de tambores siguieron a esa declaración.
* * * ------- * * *
Y observó el sumo creador y único ser válido de Equestria que las mane six no estaban postradas ante él ni lanzando loas a su persona.
Y el sumo creador aceptó que las hermanas celestiales dejasen su puesto de guardaespaldas lobotomizadas para follárselo y así tratar de buscar consuelo en ellas. Pero no era suficiente.
Y el sumo creador, y único ser válido de Equestria, decidió que debía ir a rescatar a las mane six del terrible destino que las mantenía lejos de su persona.
Y supo de inmediato dónde ir a buscarlas, tan grande era su sabiduría.
Las dos hermanas celestiales ocuparon de nuevo el lugar que les correspondía como guardia pretoriana y volaron tras ÉL hacia aquel lugar que casi nadie recordaba.
Así fue como Magnificum partió de Canterlot, en su épica búsqueda de las Mane Six. Las hermanas alicornio abandonaron sus reales deberes de placer para formar tras él: negras gafas, negros uniformes, y la discreción de dos geranios. El protagonista era su protegido, y ellas se borrarían a sí mismas como fuese necesario. Era su función en esa historia, aquella que alzaría al autor a la inmortalidad a través de su proyección en ese mundo.
Y así, Magnificum Fornicatum partió en busca de Twilight Sparkle y sus amigas. En su viaje recorrió toda Equestria, llegando a un poblado que había olvidado la magia de la Cutie Marks. Mas él recordó a la responsable de semejante acto, Starlight Glimmer, lo erróneo de sus acciones con la po… Quiero decir, le demostró lo erróneo de sus acciones mientras se la follaba.
Tras ello encontró a un gran semental cuyo lamento giraba en torno a su desgraciada mala suerte, suerte que lo había acompañado a lo largo de su vida. Magnificum se apiadó de él, y le demostró lo afortunado que era por haberse encontrado con él, y le fue otorgado el amor que siempre le había sido negado. Por detrás, por supuesto, que Magnificum es muy macho.
Partió entonces hacia el norte, a las tierras de los Yaks, donde conoció a las hembras de esta especie. Mas nada de ellas había sido mostrado en el show televisivo, por lo que Magnificum les dio una forma adecuada, con enormes senos, sugerentes curvas y elevada líbido. Procedió pues a intimar con todas ellas, mientras los machos observaban y tomaban nota de cómo debía actuar un verdadero semental.
Y en el lugar que no era recordado por nadie, tan escasa era su importancia, hubo las señales que anunciaron su advenimiento. Todas las yeguas corrieron a maquillarse para ser apetecibles para sus apetitos; todos los ponis que habían perdido la cordura enfocaron sus destruidas mentes en lanzar loas a Magnificum Fornicatum, y todos los búfalos se quedaron petrificados y esperaron a que la Nada los engullese, pues ninguno de ellos era interesante o apetecible para Magnificum.
Volgrand observó las señales a su alrededor. Varias yeguas desplegaban un cartel dando la bienvenida a Magnificum. Los búfalos se habían quedado inmóviles y sólo esperaban a ser borrados. Todas las mentes rotas traídas desde PonyVile estaban lanzando loas a su único héroe y salvador.
Volgrand sintió que se le helaba la sangre.
— Oh, dioses… El Stú viene hacia aquí. Es el fin.
El fin de todo se acerca... La nada tomará el universo y nunca más sabremos de Equestria y sus habitantes... ¿o quizá todavía haya una pequeña esperanza?