Capítulo 11: Abismo, recuerdo, pesadilla…
Un recuerdo cae en el abismo, y allí, envuelto en una insondable oscuridad, es transformado en una pesadilla.
Las entrañas de las profundidades se retorcían, y Draco, con la Sombra Lunar en su espalda, se adentraba en la opaca espesura, sintiendo los ecos oscuros sumergirse más y más en su espíritu.
“Esperadme, Deathly, Blackfire, Skillclaw, Bolt, Scaleless…ya voy.” Musitaba, sabiendo que nadie le escuchaba.
La cueva parecía interminable, pero no cabía duda en que el ambiente se hacía más denso y el frio más palpable, tal y como la sensación de pura soledad que embriaga el cuerpo escamoso de aquel carnal. Como si la oscuridad le apartara de todo lo que conocía y amaba, como si algo le dijera, que sería un viaje sin retorno…
Su cráneo se sentía presionado, pues parecía notar como si su cerebro creciera y le provocaba una aguda jaqueca. Algo común en él, pero esta vez era diferente. Su mente se llenaba de ideas y conceptos extraños. Y aunque siseaba del dolor, se repetía asimismo… “No voy a caer”
Paró un instante, a respirar y tratar de calmar el dolor de su cabeza. Respiraba agitado y se masajeaba la sien con razón de menguar la desagradable sensación, y por suerte, tras un momento, lo consiguió. Reanudó la marcha y algo le llamó la atención.
Todo su alrededor, hasta los cristales, se veía envuelto en una maraña de zarzas muy afiladas y de un curioso color azul marino, que sin duda llevaban plasmadas una lóbrega esencia, pero que aun así, difería de la negrura de aquel abismo.
“Esta aura…es…más pura” declaró el dragón de vientre plateado, contemplativo de las zarzas que llegaban a moverse y retorcerse por el sendero que debía recorrer. Avanzó con cuidado, manteniendo en alerta sus instintos, hasta el punto en que halló otra cueva dentro de las profundidades. De estas fauces que ante él se presentaban, emergían decenas de gruesas zarzas que luego caían hacia al abismo, perdiéndose…
Tomó aire profundamente y anduvo con decisión, aunque con un escalofrío que recorría su espalda. Intentó no tocar aquellas enredaderas de energía oscura y ya dentro de ese recóndito lugar, los ecos oscuros eran más intensos, lo que hacía que su cabeza volviera a estallar de dolor. No pudo evitar soltar un rugido dolido.
“!Maldita sea!” exclamó con agitada respiración, sintiendo su cabeza expandirse. Las zarzas intentaron enrollar sus patas. “!Soltadme!” desenvainó la oscura hoja de la guadaña y cortó con rabia, causada por el dolor, las zarzas y se adentró a toda prisa a las entrañas de esa cueva.
El dolor volvió a disiparse, y por fin pudo sentirse aliviado de nuevo, fatigado…
Llegó el final del camino. Draco discernió decenas de cristales oscuros que emanaban de las estrechas paredes del lugar y montones de agujeros, que daban nacimiento a las zarzas del lugar. Pero al fondo, embriagado por finas y pequeñas enredaderas, había un yelmo.
Dejado allí, en medio del abismo, como el cráneo plateado de un dragón real de abundante cornamenta. La plata era vieja y desprendía un olor nostálgico, algo que llamó el instinto del dragón. Dicha coraza craneal tenía en la sien un cuerno diferente, hecho de cristal, pero que gozaba de un color negruzco y que no parecía tener nada de especial.
“Que extraño… Me resulta familiar este yelmo. Siento, calor…es, relajante.” Sus garras se atrevieron a tocar el objeto y al hacerlo, el cristal cuerno del mismo resplandeció como el brillo de una estrella celeste. Una magia cálida rodeó al dracano, los oscuros espinos se deshicieron y la consciencia del dragón parecía estar traspasándose. Los ojos se le hacían pesados y cayó presa de un sueño.
El yelmo que yacía ahí, perteneció a alguien en la antigüedad y tan solo es una representación del abismo, así como las zarzas que aparecieron, pues el abismo, como los miles que yacen fuera del mundo real, se conforman no solo de oscuridad, sino del recuerdo y el símbolo de aquellos que en su día, lo atravesaron cuando tan solo era niebla oscura. Aunque los propios recuerdos, así como los sueños y las pesadillas, cobran vida en estos reinos donde la oscuridad es emperatriz.
Las púas del dragón se movían lentamente, cuando sus ojos comenzaron a ser conscientes de su alrededor. Ahora la cueva había cambiado, sin duda era más terrorífica. Las paredes del lugar eran infestadas de cráneos de extrañas criaturas y había esculturas rocosas que aunque deformes, parecían representar serpientes.
“¿Qué ha pasado?” se dio la vuelta cuando se había percatado del yelmo que había tocado, ahora destrozado, hecho trizas y aún más viejo. “¿Será esta la pesadilla?” Se agarró la cabeza, sintiendo la desagradable sensación “Madre…dame fuerzas. Padre, dame valor…No sé dónde me estoy metiendo, pero espero que Ambras quiera este camino. Esta oscuridad, aun pura, presiento algo raro en ella…”
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Yelmo de dragón real: Extraño yelmo que representa la cabeza de un dragón real, con cuernos que emanan hacia atrás rectos. Por alguna razón se parecen a los cuernos de cierto dragón que viajaba en el abismo. En la sien del yelmo emerge un cuerno de cristal negro que no parece tener nada de especial. Tiene orificios para los ojos y el material del que está hecho es una plata muy selecta, similar a la Teniblina. La plata se usa por muchos para contactar con la oscuridad… Fue construido con un propósito mayor que simple protección o estética
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Dejo atrás aquella cueva, y con ella, el viejo yelmo, ahora quebrado. Por la salida, ahora visible a la claridad de la noche, entraba fresco. Decidió salir y mirar…
Jamás pensó en ver más allá de las tinieblas. Su corazón de dragón, tan férreo como la voluntad que le impulsaba, solo le comandaba acabar lo que había venido a hacer, para así, cumplir su sino, forjado desde las negras profundidades de su hogar, en Shul-Kalag.
La luz lunar, blanca y pura, iluminaba el suelo de piedra grisácea, que se asomaba de las negras fauces de esa cueva, en la que el dracano había despertado desde el abismo. Rocas talladas con forma de serpiente, infestaban su nuevo alrededor, serpientes con la boca abierta y asomando sus colmillos afilados y esbozando ojos de pura furia. Una alfombra de niebla translúcida arropaba la superficie que las poderosas patas de Draco pisaban en aquel instante.
Caminó, siendo bañado por la pálida luz de la luna, que deslumbraba llena, en un manto nocturno carente de estrellas. Discernió a los lados, que se encontraba en una especie de montaña, que se alzaba sobre las nubes dejando tras de sí un mar brumoso. Otras montañas se alzaban sobre esa espesura, y en la más lejana que pudo que apreciar, había una inmensa estructura…quizás un castillo, o una fortaleza, eso no era de incumbencia del dragón, pues si el sendero de la oscuridad le había guiado allí, entonces no cabía duda que allí debía estar.
La única senda que tomó, ligeramente escarpada, decorada con oscuros cristales como los que encontró en el abismo y algunas flores de pétalos blancos y tallo corto, que desprendían un aroma agradable, envolvente... Las piedras y rocas que plagaban la subida del terreno, gozaban de color grisáceo oscuro, y en su faz, cabezas de aterradores reptiles yacían talladas con increíble cuidado. Parecían estar vivas, y mirar con desprecio al recién llegado. Espadas, escudos y partes de armaduras plateadas, descansaban en las piedras, corroídas por el tiempo y con impregnaciones negras como las plumas de un cuervo. Atacado por la curiosidad, cogió una de las espadas, un olor venía a él, muy familiar…Olisqueó el filo, de un extremo a otro, y a su mente le vino el característico aroma de la Teniblina de su tribu, pero aun así, se percató de, cierta diferencia, aunque no sabría describirlo. El vaho que exhalaba comenzaba a helarse, haciéndose el frío palpable y el graznido de un pájaro, ensombrecido en la lejanía, quebraba el silencio junto con el susurro del viento fresco atravesando ese extraño bastión.
“Vaya…es increíble”
La luna, radiante y reina del cielo, se hallaba justo por encima de lo que a primera vista, podría ser una especie de catedral. Yacía algo lejos, subiendo un poco más el empinado terreno y coronando la montaña. Se podían apreciar aquellas ventanas enormes, estrechas y largas, con vidrieras hermosas, sobre todo la que se hallaba en el centro, plasmada en la delantera de aquella estructura, con estatuas de cobras, hechas con plata, a sendos lados cuales gárgolas. En los vértices de la estructura se alzaban puntas como los picos de las torres de los grandes castillos. La fachada era lisa, grisácea y construida por piedra seguramente a los ojos del dragón. Las tejas del tejado eran azules y una cúpula enorme coronaba el edificio, sería normal, de no ser por el inmenso cristal oscuro afilado que emergía de la semiesfera e irradiaba al cielo un haz rojizo, que se perdía entre la noche.
Dejando las contemplaciones a un lado, el dracano de vientre plateado se encaminó hacia allí. Después de todo, en el páramo que circundaba por él no había lugar que destacar.
Pronto hizo contacto con unas escaleras de piedra, perfectamente lisas y cuyos peldaños llevaban directamente a la entrada del lugar de destino. Sin embargo, en la subida, la criatura carnal, de sangre de dragón, se percató de una presencia que se aproximaba a él. Sus ojos, de brillo ígneo vieron con claridad la criatura que se acercaba.
Un capullo de flor, carente de tallo y de pétalos negros y, aunque curioso, era repugnante ver como había ojos vivos incrustados en la cara externa de aquellas flores, que se arrastraban por el suelo mediante sus raíces, infestadas de espinas.
Agarró con decisión la guadaña, empuñándola con ambas garras y agudizando su instinto para lo peor. La flor pasó cerca suya sin hacer nada… Parecía que ni tan siquiera se había percatado de su presencia. Y aunque fue de extrañar, el dragón de escamas purpureas decidió hacer lo mismo e ignorar a esa y a las otras criaturas que se retorcían por las escaleras, todas de la misma clase.
Se acercaba ya al portón principal, de madera oscura barnizada y reforzada con hierro. Dos árboles, raquíticos y retorcidos estaban plantados a los lados del último escalón, ya oculto de la luz lunar. Ahora el dragón estaba en una plaza, de mármol plateado y decorado con grandes estatuas. Tres de ellas, decoraban el lugar, formando un triángulo de gran área. Una de ellas, representaba a un gran dragón, majestuoso y de pose exaltada. La segunda que observó era la de una araña. La última, la más aterradora, era una cobra gigante, con sus fauces abiertas de par en par y con su lengua bífida sacada.
El suelo estaba encubierto por una niebla baja, y todo se volvió más oscuro. Draco se extrañó y miró al cielo, se acercaba una tormenta. En cuestión de segundos el cielo se había cubierto de negros nubarrones y la luna había sido oculta. Truenos resonaban desde la lejanía, rayos alumbraban la oscuridad y uno, que hizo a Draco sobresaltarse, cayó justo en el umbral del gran portón, haciendo nacer un inmenso cristal de afiladas puntas que impedía el acceso al interior.
“¿Y ahora que pasa?” musitaba, expectante…
En medio de la lluvia, surgieron de la nada dos figuras. Cubiertas de una radiante armadura de plata. Yelmos de lobo ocupaban la cabeza, ajustado torso y guanteletes acabados en garras. Una capa azul de seda cae por sus espaldas y portan espada y escudo sujetos por sus garras.
“Fuera…el rey lo ordena…” dijo uno con andar alicaído.
“Serpientes…serpientes por todos lados…” recitaba el de al lado con la mirada perdida.
“Apartaos de mi camino” Draco alzaba la voz, valeroso y sin temor contra esos caballeros.
Uno de los acorazados plateados, mientras desprendía una sonora exhalación, se arrojó con la espada alzada, dispuesto a cortar en dos al dracano de su misma altura. Draco vio el predecible movimiento y lo eludió con cierta facilidad, contratacando con la hoja de su guadaña, que apuntaba al costado desprotegido del caballero. Sin embargo, para su sorpresa, el caballero le propinó una fuerte patada que le desestabilizó y apartó del camino. Al dragón le sorprendió la fuerza de sus extremidades, asi que, con la mirada aguda corrió hacia el, manteniendo su guadaña a metro de altura y en horizontal, con intención de atravesar la carne de aquella criatura acorazada.
“Serpientes…pronto el ritual será completo…” intervino con esas palabras al tiempo que con presteza, giró su escudo hacia donde la hoja oscura del dragón se encaminaba para ensartarle. Saltaron las chispas y el dragón, audaz y bien entrenado, aprovechó la ocasión y usó su cola para barrer las piernas del caballero.
Sin duda sirvió para que se desestabilizara, cayendo hacia delante con el escudo y la espada, arrodillado e indefenso. Aunque cuando el dragón alzó con rapidez la Sombra Lunar y la precipitó contra su enemigo, el impacto fue detenido por el escudo del segundo guerrero, quien logró apartar a su camarada antes de ser segado.
“Fuera….maldita bestia.” Musitó el que detuvo el golpe, agarrando con firmeza su espada recta plateada y ejecutando una firme estocada que hirió el costado de Draco. Rugió dolorido, aunque por suerte fue una herida superficial y no demasiado grave.
La lluvia hizo escurrir el brote de sangre de su herida, le sorprendio que esas hojas atravesaran las escamas con facilidad. No obstante no sintió intimidación por sus adversarios.
“He atravesado muchas adversidades para llegar hasta aquí y no me vais a detener.” Declaró con una expresión seria, aunque esbozando una mueca de dolor.
Los caballeros de yelmo de lobo, empezaron a rodear, empapados por el chaparrón, al dracano, con el escudo al frente y su espada por detrás lista para ser blandida en este asalto. Uno de ellos se arrojó con bravura soltando una especie de rugido, con la espada hacia atrás para propinar una estocada. Al estar a escasos metros de su “presa” sus piernas fueron encerradas en una prisión de hielo, creada mediante el aliento de Draco, impidiendo su movimiento. No obstante el segundo caballero no se demoró aun viendo a su camarada atrapado y cargó su espada para soltar un tajo horizontal y rajar la tripa del dragón.
“Predecible…como no.” Murmuró Draco, concentrado.
Se agachó rápidamente, rozando la hoja por muy poco los cuernos de su cabeza e inmediatamente agarró el brazo del guerrero, que tenia la espada, con su cola, impidiendo que pudiera usarla, pero aun asi, su enemigo reaccionó golpeándole el rostro con el escudo y haciéndole soltar un gruñido. Insistió propinando otro golpe con el escudo y el brazo del dracano detuvo su acometida, cual escudo. Ahora el costado derecho de su oponente yacía desprotegido, asi que con su garra izquierda y con todas sus fuerzas las hincó en su armadura como afiladas cuchillas y fue penetrándola poco a poco, haciendo sangrar a su oponente.
“!Y ahora muere!” Soltó un rugido de furia, y cuando sus garras ya atravesaron la carne, las cerró con fuerza y tiró, arrancándola con violencia y haciendo brotar la sangre de allí.
“Mi rey…”
El caballero cayó al suelo, desangrándose de la herida. Intentaba levantarse, pero solo podía jadear, sintiendo que su corazón se detenía… Draco desvió su mirada hacia el otro caballero, que permanecía estático, sin tan siquiera moverse, con su escudo y espada, caídos en el suelo.
“¿Te das ya por vencido?” sonrió el dracano con su arma alzada, como el mensajero de la muerte.
Llovía con furia y varios rayos cayeron cerca de la supuesta catedral. El hijo de Umbra quedó paralizado, al ver como la armadura del aprisionado caballero se iba resquebrajando poco a poco, como el cascarón de un huevo y también al observar, como algo en su interior se retorcía con vehemencia.
No dudo un instante más y dio un poderoso tajo inclinado al caballero, cortando su armadura y haciendo emanar un chorro de sangre. Cayó al suelo, pareciendo ser signo de victoria, pero el dragón, entrecerrando sus ojos de fuego, se había percatado de que la presencia que tomaba posesión de aquel cuerpo, no había cedido.
“Por Ambras…qué diablos…” susurró entre la tormenta, anonadado por lo que estaba aconteciendo.
Del yelmo de lobo, por la apertura que tenía, emergió una serpiente. Un reptil de seis ojos de color sangre y cuyo cuerpo se recubría de absoluta negrura. Con afilados incisivos y colmillos degolladores. Del corte que le había hecho con la guadaña, surgieron otras tres serpientes, estas normales y de escamas doradas.
El dragón, aunque perturbado por la ahora, bestia, que se presentaba ante él, no mostró temor. Gruñó agarrando con fuerza el mango de su guadaña y con el pulso acelerado y su cuerpo empapado, dio una vuelta sobre sí mismo y a la vuelta soltó un corte horizontal a la criatura.
“Iluso…” alzó una voz, proveniente de las serpientes. El caballero corrompido se apartó con suma agilidad y cuando la guadaña falló su acometida, contraatacó con presteza y acertó un tajo inclinado en Draco, rajando su torso y haciéndole rugir.
“!MALDITO! ¿Cómo te atreves?” exclamó tapándose la herida.
Ni tan solo un segundo después, las serpientes de la tripa se alargaron hasta el dracano, intentando clavar sus colmillos en su escamada carne. Eludió los ataques entre gruñidos y aprovechó una oportunidad, logrando cortar la cabeza a una de las tres serpientes con su querida hoja oscura.
“! INTENTALO OTRA VEZ! Volveré a cortar otra de tus cabezas, asquerosa serpiente…”
El enemigo respondió con una brusca acometido, con el escudo en alto y ejecutando un fuerte empujón que derribó al dragón al suelo. Rodó presto evitando que las serpientes le mordieran y propinó un fuerte coletazo a la serpiente oscura que salía desde el yelmo, logrando aturdirla del golpe.
Aprovechando que estaba aturdida, alzó sus garras en alto y gritó
“!YKA RAGS LA KASH!” sus garras se envolvieron en una esfera de oscuridad rezumante y con su ira, que trataba de evitar que le domara, hundió sus garras en el suelo y de este, oculto de la luz, surgieron tentáculos etéreos de sombra pura. Con su dominio del ambra, los dirigió a la tripa del caballero, atravesándole con fuerza y empalando a las otras de las serpientes.
Su enemigo se quedó en el sitio, estremecido y sin saber qué hacer. La cabeza reinante, siseando y babeante, se alargó hasta Draco, que no podía moverse por mantener el conjuro, y logró hincar sus incisivos en su otro brazo.
El dragón rugió de intenso dolor al sentir los dientes de esa oscura bestia penetrar su carne y llegar hasta su sangre. Apretó sus dientes con extrema fuerza y sacando las garras con las que ejecutó el conjuro, agarró su guadaña y clavó su filo en su cuello, cortándolo de cuajo en medio de un grito de rabia por parte del aprendiz de brujo.
“Mi…rey…”
Las fauces de la serpiente se abrieron y soltaron al dragón, siendo precipitada en el encharcado suelo de mármol. El dragón cayó de culo siseando y rugiendo del dolor, con el brazo ensangrentado y chorreando su digna sangre, al suelo, disgregándose entre el agua. El cuerpo del caballero, dejó de moverse. Soltó su escudo y espada y todo su interior ardía en un fuego negro que dejaba escapar un humo opaco. La serpiente oscura se desvaneció, disolviéndose entre el suelo y al final, solo restaba la armadura del caballero, que cayó al suelo, escuchándose el ruido del metal caer.
“Jo…der…. Ah.” El dragón sentía como por sus venas, desde la herida, algo se dirigía a su corazón. Es entonces cuando su pálpito comienza a menguar y presiente como una placa de hielo agarrota su corazón. Sus ojos se encogen, empiezan a humedecerse, y tiembla de pavor. Siente que la vida se le escapa y sin poder evitarlo se agarra el pecho gritando desesperadamente. El corazón y la sangre de alrededor se le congela y la sensación es insoportable. Sus heridas le duelen a rabiar, aunque no se puede comparar a la espantosa tortura a la que era sometido, cogiéndose el pecho con fuerza, como si quisiera arrancarse el corazón y evitar que se le congelara. Grita y saca su lengua afilada…
Deja de llover. El cielo se despeja. La luna vuelve a asomarse. Mientras tanto Draco se revuelve por el suelo, arañándolo y casi sollozando de la angustia que siente. Aunque por fin, ese helor va desapareciendo y con él, todo el dolor…salvo el de su brazo y el costado.
“Ambras…” murmuró entre sollozos. “Cuanto más debo soportar…¿Cuánto más? ¿Acaso no he demostrado ser digno de ti…” cada palpito de su corazón, le provocaba aflicción. Si había algo peor para él, que sufrir agudas jaquecas, era sentir como puñales de hielo ensartaban su pobre corazón y lo helaban, sintiendo que la muerte le abrazaba. “¿Por qué? ¿Cuánto más…? ¡RESPONDEME!” Pero su voz es bloqueada por los llantos y su amargura. El brazo casi no le responde, y arrodillado se queda allí, enfriándose.
Es entonces cuando mira al suelo, perdido y sin saber qué hacer. Lo obvio sería continuar, pero…por aquel instante, ¿Cómo sabía que después no habría más que hacer? ¿Cuánto le quedaba para cumplir su destino?
En el momento, a su mente le empiezan a venir recuerdos. Recuerdos cálidos. Como cuando era tan solo un pequeño dracano, feliz e ignorante… dispuesto a ser un gran mago. Cuando reía con sus amigos, si, amigos los llamaba por aquel entonces, cuando estaban unidos por un lazo muy fuerte.
La timidez de Skillclaw y su buen corazón, la risa de Scaleless y sus avivadas bromas y locuras, la ternura de Deathly y su fina actitud, el aventurero espíritu de Bolt y su fuerte corazón y la inocencia y la felicidad de su hermano pequeño…Cuando jugaban al rey de la colina, al pilla pilla y el escondite, cuando tramaban travesuras y exploraban su reino. Eran inseparables… Tantas cosas que habian cambiado, cuando la catástrofe ocurrió.
El destino le fue muy cruel. La sangre de centenares de dracanos se había derramado, tan solo por recuperar lo que su gente tanto amaba. La enfermedad asolando a su raza, infectando los linajes de sangre de sus amigos y otras decenas. Su madre, susurrando su nombre y el de Blackfire en su último suspiro. Su padre asesinado por los pegasos y su destino sellado en la oscuridad, separando a sus amigos de él, y pensando, por mucho tiempo, que habían muerto.
Pero su maestro, le acogió entre sus brazos sombríos. Fue un duro mentor, que le torturaba a a veces y tan solo deseaba que se fortaleciera, que aprendiera, que se formara… Todo por satisfacer su deseo de venganza. Cien años ha pasado en las profundidades, practicando magia, leyendo libros y aun asi, su poder, limitado por su enfermedad y sus agudas jaquecas, ha servido de poco. Solo su maestro fue el cálido corazón que le acogió durante tanto tiempo, y le enseñó el arte de las sombras, la noche en su esplendor, el cosmos…Y el lo contemplaba maravillado y dispuesto a seguir sus pasos y asesinar a aquella que había causado tanto dolor y que a pesar de ello, ni ella, ni sus súbditos fueron castigados. Celestia…
“Algun dia Draco, cambiaras el mundo…La noche será larga y las sombras libres. Los dragones podrán gozar de descanso y todo, depende de ti.” Las palabras de su maestro resonaban y el sonreía.
“Mi Draco, sé que algún día nos vengarás…”
“Yo siempre a tu lado Draco, dispuesto a inventar lo que quieras…” resonaba la voz de Scaleless.
“Ma Sharrak, los enemigos del reino de Draconia caerán” recitaba Skillclaw en su cabeza.
“Seremos hermanos, da igual el sendero que escojas, siempre luchare a tu lado.” Blackfire.
“Draco…es decir, Ma Sharrak, siempre os seré leal. Me sumergiré siempre en el abismo que sigáis…” las dulces palabras de Deathly se escuchaban como un susurro.
“Siempre compañeros hasta la misma muerte Draco, siempre…” y Bolt terminaba.
Un titánico temblor recorría el brazo malherido del dragón. Lo sujetó con su otra garra, desprendiendo lágrimas de su sufrimiento, pero él sabía que los llantos y la rendición no debían formar parte de su forma de ser… Era una vergüenza, y él lo sabía, aunque las ganas de soltar su sufrimiento fueran desmesuradas. Con sus poderosas patas, se alzó lentamente, sorbiendo sus lágrimas y resguardando el dolor dentro de sí mismo. Sería una vergüenza si su maestro le viera así.
“Soy Draco, aprendiz de Noctum, hijo de Umbra y Rakag, mensajero de Ambras…y, por mi señor, por mis compañeros, por mi sangre…Voy…a acabar esto.”
Y con andar torpe, aunque con decisión, avanzó hacia el oscuro cristal, el cual, ante la derrota de sus guardianes, se deshacía en polvo oscuro. Subió las escaleras y abrió el portón con su cuerpo. Tras el Umbral yacía una inmensa oscuridad tan lóbrega y profunda, que su energía rezumaba. Un portal se alzaba y de él, tentáculos agarraron al dragón, arrastrándolo consigo a sus entrañas, mientras gritaba de dolor y trataba de mantener la llama de su valor con vida.
Los caballeros se desvanecieron. Afirmaban servir a un rey, pero…¿Es tan grande la lealtad de un sirviente a su feudal, como para que hasta en la locura, este dispuesto a servirle? ¿Qué clase de criatura en su sano juicio permanecería en un lugar como este? Algo se debe guardar, a pesar de que, quizás, esto no sea la realidad…sino otra cosa. Donde los recuerdos cobran vida…