(Continúa del mensaje anterior)
-Oye Fleur ¿puedo pedirte algo?
-Claro, Luna, dime…
-¿Crees que me podrías ayudar a…? bof, esto te va a sonar un poco raro…
-Bueno, dime que es e intento ayudarte…
-Está bien… ¿podrías ayudarme a… buscar a un semental?
Por un momento hubo un denso silencio entre las dos; Fleur se la quedó mirando con la sorpresa dibujada en la cara, mientras que Luna no pudo evitar que se le subieran los colores. Normalmente en ese tipo de visitas solían hablar de otras cosas más banales y triviales, aunque esa petición había cogido con la guardia baja a Fleur, la cual no se esperaba para nada que Luna la pidiera algo así.
Hasta ahora, todos los sementales con los que Luna se había visto por mediación de su hermana eran los típicos nobles ricachones que se habían mostrado particularmente interesados por conocer a Luna, no por hacerlo, sino por el simple hecho en sí. Y es que no todos los días se tenía la oportunidad de salir con una princesa así sin más.
-Eh… bueno, aclárame algo, cuando me dices eso ¿a qué te refieres exactamente?-quiso saber Fleur, al poco rato.
-Ya sé que suena un poco… bueno, no, bastante raro de mi parte, pero es eso mismo. Me gustaría conocer a algún semental con el que salir y… bueno, conocernos mejor, tú ya me entiendes-explicó Luna, con las mejillas ligeramente encendidas.
-Ah, vale, bien. Je, perdona, es que… no me esperaba nada de esto, la verdad.
-Sí, lo sé…
-¿Y cómo así? Hasta ahora no parecías interesada en tener ningún tipo de relación con nadie más.
-Bueno, es complicado de explicar…
En ese momento las dos oyeron la puerta principal abriéndose, al tiempo que el ruido de unos cascos bajaban zumbando las escaleras. La voz de Fancy Pants resonó por el pasillo justo después.
-¡Ya estoy en casa!
-¡Papi, papi, has vuelto!
-¡Hey, aquí está mi potrilla favorita! ¿Qué tal en la escuela, cariño?
-¡Bien, como siempre, aprendiendo un montón de cosas!
-Eso es bueno… ¿y mamá?
-Está en el salón con la princesa Luna…
-¿Ah, sí? Vaya, qué sorpresa…
El poni noble hizo acto de presencia en el salón, saludando a las dos.
-Hola, cariño… princesa Luna, me alegro de verla.
-Buenas tardes, Fancy Pants…
Tras el saludo se retiró a su despacho, dejándolas solas de nuevo. Fleur aprovechó el inciso para hablar.
-Bueno pues ¿qué me querías contar?
-Ah, sí. Bueno, de hecho… ¿cómo es criar a Sweet con Fancy de tu lado, Fleur?
La pregunta cogió desprevenida a la poni, pero al mismo tiempo le hizo comprender al instante lo que Luna la quería decir. No tardó mucho en opinar.
-Oh ¿en serio es por eso? No tiene nada de malo ser madre soltera, Luna…
-Ya, lo sé, pero es que… no lo haría si no fuera por Frank, de hecho él mismo me lo pidió, se sintió tan solo el día de la Apreciación Familiar que me fue imposible decirle que no.
-¿Se sintió solo? ¿Por qué haría eso?
-Vio a otros ponis con sus padres y pensó en ello. Aunque es obvio que lo hiciera, en algún u otro momento me esperaba que me hiciera esa pregunta, pero aun así no supe contestarle apropiadamente. Siento que le debo un padre…
-No digas tonterías, hasta ahora has sido una madre maravillosa con él, comprendo que Frank eche en falta una figura paterna, pero hasta ahora has sido capaz de criarle tú sola sin mayores complicaciones ¿por qué ibas a necesitar a alguien que te ayude ahora?
Las palabras de Fleur resonaron en su cabeza como un deja vu olvidado; su hermana le dijo exactamente lo mismo aquella vez cuando lo estuvieron hablando, pero tal y como lo veía ella sabía que era algo que necesitaba hacer.
-No quiero que le falte de nada. Quiero que sea feliz, esté libre de preocupaciones, y viva una buena vida sin que le tengan que recordar que es diferente. Le quiero tanto, Fleur, es lo mejor que me ha pasado en mi larga vida. Y si él es feliz, yo soy feliz.
-¿Y estás segura de que un padre es lo que más quiere?
-Por supuesto, conozco a mi hijo, Fleur, sé cuándo algo le molesta. Él siempre ha sido muy metódico, piensa mucho en las cosas. Y, como bien sabrás, una madre siempre sabe cuándo su hijo necesita algo.
-Sí, eso es cierto. Yo no le daría tanta importancia, pero si crees que Frank necesita un padre, en ese caso te ayudaré-anunció Fleur, muy segura.
-¿De veras? Oh, gracias, amiga-murmuró Luna, abrazándola.
-No es nada. Ahora que lo pienso conozco a un pintor, un poni bohemio cuarentón, que está en busca de una musa que le inspire. Te lo presentaré, es un poni interesante, puede que te guste-comentó Fleur, haciendo memoria.
-Oh, eso sería estupendo… ¿Cuándo sería?-quiso saber Luna rápidamente.
-Vaya, sí que tienes prisa…
-Sí, bueno, me urge un poco, no te voy a mentir…
-Bueno, intentaré tener algo para mañana, te aviso si eso-añadió Fleur, guiñándola un ojo con complicidad.
Luna sabia, y con creces, que podía confiar en Fleur; desde que se conocieron hace más cinco años llegaron a conectar muy bien, casi instantáneamente, y la confianza entre ellas no hizo más que crecer y crecer conforme iban hablando y pasando tiempo juntas, sobre todo después de que Fleur tuviera a Sweet. Ahora la yegua era una de las mejores amigas que había tenido nunca, estando casi a la misma altura y confianza que Midnight, aunque no de la misma forma.
Aunque, por encima del querer conocer al poni solo por conocerle, a Luna le entró una genuina curiosidad, sobre todo por la vaga descripción que le había hecho del mismo. Cuarentón, bohemio, y de profesión pintor. De por sí se le antojaba como un poni interesante, y tenía ganas de conocerle mejor y saber cómo era, por lo que estuvo esperando con cierta impaciencia al día siguiente.
Finalmente, y tras una larga y tediosa mañana que a Luna la pareció que se hacía interminable, le llegó un rápido aviso por parte de Fleur por escrito indicándola que se encontrara con ella cerca de unos apartamentos situados en la periferia de la ciudadela, cerca del borde este con la montaña, a eso de las cinco de la tarde. Por su parte, Luna acudió presta a la hora convenida y en el sitio indicado, encontrándose con Fleur esperándola justo al lado de la entrada de un condominio de apartamentos.
-Ah, ya estás aquí… ven, nos está esperando en su apartamento-indicó Fleur en cuanto llegó.
-Pensaba que iríamos a conocerlo en otro sitio…-comentó Luna, algo chocada.
-Sí, aunque últimamente no sale de aquí puesto que el pobre está bloqueado, de ahí a que te comentara que estaba buscando una musa. Ya sabes cómo son a veces los pintores, un tanto excéntricos…
-Sí, aunque eso les hace interesantes…
-También. Le he dicho que va a venir alguien a verle, pero no que fueras tú, por lo que en ese sentido quería darle una sorpresa.
El condominio tenía un total de cuatro pisos, los más lujosos estaban arriba, que fue a donde se dirigieron; el apartamento era el número 35, al otro lado de un largo pasillo. Una vez allí, Fleur llamó a la puerta con su casco, la cual se entreabrió lentamente.
-¡Largo, no quiero panfletos, ni sagradas escrituras, ni unirme a organizaciones de ningún tipo!-exclamó una grave voz al otro lado de la puerta.
-Long, soy yo ¿puedo pasar?-inquirió Fleur, ignorando el comentario.
-¿Fleur? Ay, perdona, pasa, pasa…
Ambas yeguas entraron en el apartamento, Luna se sorprendió al ver que se trataba de un loft, aunque todo a su alrededor era un gran y enorme desorden; había cajas de embalaje por todas partes, objetos de decoración sin colocar, además de muchos y muy variados materiales de pintura.
-¿Sigues sin inspiración, Long?-inquirió Fleur en un momento dado.
-Cuéntame algo que no sepa, no me sale absolutamente nada, esto es frustrante…-masculló la voz al otro lado del loft.
-Bueno, pues sal un momento, ha venido alguien que quiere ayudarte…-le sugirió la poni modelo, guiñando un ojo a Luna con complicidad.
A eso la voz tan solo dejó escapar un molesto gruñido, al tiempo que varios pasos de cascos en la madera comenzaban a acercarse a ellas.
-Agh, pues espero que ese alguien merezca la pena, porque cada vez me cuesta más levantar… me…
No pudo terminar esa frase por razones más que justificadas; Luna se quedó un tanto interesada por lo que vio. El semental era un unicornio más alto de lo normal, aunque no tanto como Fleur, y aun a pesar de tener cuarenta años aparentaba ser mucho más joven. A Luna se le antojó bastante guapo y apuesto aun a pesar del pobre aspecto que presentaba, su morena crin se encontraba revuelta y sin peinar, su pelaje azul oscuro estaba algo enredado, con manchas de pintura en la parte del pecho; sus ojos eran de color verde, y su marca de belleza consistía en un pincel esbozando una larga pincelada blanca con forma oblicua.
-Luna, te presento a Long Brushwork… Long, la princesa Luna-hizo las presentaciones Fleur.
Antes de que Luna pudiera decir encantada, Long reaccionó de seguido, andando precipitadamente y exclamando.
-¡Oh, cielo santo, princesa, siento todo este desorden y mi pobre aspecto, si hubiera sabido que iba a venir me hubiera puesto presentable! ¡Estás cosas se avisan, Fleur!
-Tonto, si te hubiera avisado, no hubiera sido una sorpresa…-le contestó ella, esbozando una divertida sonrisita.
-¡No tiene gracia! ¡Oh, alteza, perdóneme, de verdad, encantado de conocerla, yo… esto…!
-Tranquilo, no pasa nada… y por favor, llámame Luna-le quitó importancia ella, esbozando una dulce sonrisa.
-Ah… está bien, alte… digo, Luna.
Hubo un breve silencio en el que ambos se miraron por un momento, el poni pintor parecía no saber lo que decir a continuación; Fleur aprovechó el inciso para hablar.
-Bueno, yo tengo cosas que hacer, por lo que os dejo solos. Suerte con tu inspiración, Long…
-Nos vemos, Fleur.
-Hasta luego…
Una vez solos, Luna decidió romper el hielo comentando sobre ese detalle en particular.
-Bueno, pues dime ¿cómo te puedo ayudar a que te inspires de nuevo?
-Ah, sí, de hecho creo que tengo algo… podemos empezar con un retrato ¿ha modelado alguna vez, prince… digo, Luna?
-Sólo un par de veces, hace ya bastante tiempo…
-Oh, eso es estupendo, entonces… oh, siento todo este desastre-masculló Long, evitando un par de botes de pintura.
-No, tranquilo, no pasa nada, de alguna manera me esperaba algo así… quiero decir, sé que los artistas soléis tender a ser creativos y a tenerlo todo más a casco.
-Oh, bueno, sí, se podría decir así… vale, póngase al lado de la ventana, me gustaría trabajar con la luz.
Rápidamente el unicornio montó un improvisado escenario con una columna dórica de atrezo, un jarrón con flores y un chal de seda blanco que puso a Luna sobre los hombros. Tras eso, puso a punto un lienzo en blanco, pintura, varios pinceles, trapos, agua y diluyente. Una vez que estuvo todo listo, Luna posó para él mientras iba trazando unos primeros bocetos al carboncillo, hablando de vez en cuando.
-¿Siempre te has dedicado a esto, Long?
-Oh, sí, pintar siempre ha sido mi gran pasión y talento, descubrí mi marca de belleza enseguida, aunque me viene de familia.
-¿Y qué te consideras?
-Naturalista, se me da bien pintar paisajes, me gusta plasmar lo que veo, y retratos también suelo hacer, aunque no demasiados…
-Ya veo, espero que te sirva para inspirarte.
-Oh, ya lo creo que sí, es usted muy fotogénica, prin… digo, Luna.
-Lo sé, cuesta acostumbrarse…
Ante eso los dos se rieron confidentemente, de forma muy natural y espontánea.
-Bueno, sí, un poco… la verdad es que no me esperaba que viniera a verme.
-Fleur me habló mucho de ti, y a mí siempre me ha gustado la pintura. En cuanto a lo de la formalidad no te preocupes, puedes tutearme, hay veces que acabo cansada de tanto formalismo.
-Supongo que la vida en palacio debe ser muy refinada…
-No necesariamente, aunque suele ser en los actos públicos y demás actividades donde me suelen avasallar, y de alguna forma acabo harta de tanta altanería. Desconectar y hablar de tú a tú con alguien siempre es reconfortante en ese sentido.
-¿Aunque apenas conozca a ese alguien?
-Sobre todo cuando apenas conozco a ese alguien. Es como si de repente dejara de ser princesa, aunque solo sea por unas horas o unos minutos, y hace que me acerque aún más a los ponis de una forma que normalmente no haría.
-Entiendo…
Sin que ninguno de los dos se diera cuenta, el resto de la mañana y parte de la tarde se les pasó volando, mientras hablaban de banalidades, conociéndose poco a poco, y dejando que el arte se fuera plasmando en el lienzo. Se olvidaron hasta de comer, pero el tiempo invertido mereció la pena, puesto que el retrato ya había tomado forma, empezando enseguida con las primera pinceladas y colores. Hicieron un alto en cuanto sus tripas rugieron con demasiada evidencia, viendo el resultado ellos mismos.
-Vaya, realmente eres todo un artista, Long.
-Oh, gracias Luna, me halagas… aún le queda varios días de trabajo, aunque no hace falta que vuelva modelar para este, la base ya está terminada.
-Estupendo… aunque me gustaría seguir viniendo a ayudarte, si no te importa.
-Por supuesto que no, siempre serás bienvenida.
De esa forma, ambos comenzaron a verse más de seguido, conociéndose cada vez más y cogiendo confianza a cada visita que pasaba. Por parte de Luna sus expectativas se habían cumplido en cierta medida, Long era un poni interesante, abierto, virtuoso y muy apasionado, lo que la hacía considerarlo como un futuro, y quizás seguro, candidato con el que pudiera compartir su maternidad.
-¿Crees en las oportunidades, Long?
-Sí, claro ¿por qué no creer en ellas? Cuando no sabemos a qué atenernos, nos aferramos a ellas, y la esperanza las acompaña. Todos nos merecemos una oportunidad, para lo que sea. Son lo que nos anima a seguir.
-¿Y qué te anima a ti?
-La pintura, el saber que lo puedo hacer cada vez mejor, el querer hacer cosas nuevas… siempre me he considerado muy alegre y optimista, el ver siempre las cosas buenas de la vida, y de los momentos. ¿Y qué hay de ti, Luna?
-Oh, bueno, por mi parte se refiere tengo mucha experiencia por todo lo que he vivido, pero a veces siento que aún me falta mucho por ver y experimentar. El tiempo es algo demasiado amplio, y aun así tan efímero. A veces pienso en todo lo que he vivido, y eso me abruma un poco…
-Entiendo lo que dices, aunque no deberías anclarte tanto en el pasado… lo que haya pasado antes ya no es relevante, lo que importa es el ahora. Si conoces el ahora, podrás conocer cómo será el mañana. Yo siempre vivo la vida a cada minuto, esperando expectante a mañana.
Su filosofía era bastante inusual, al menos para Luna, y le gustaba sobre todo por cómo la aplicaba a todos los ámbitos posibles de la vida; quizás fuera por eso por lo que le gustaba tanto, al menos en cuanto a su forma de pensar se refería.
Hasta el momento la relación entre ambos no pasaba de lo meramente amistoso, aunque, por su parte, Luna comenzó a desplegar algunos de sus encantos y armas de yegua con los que poder indicarle entre líneas que le interesaba. Hasta ahora le había parecido un poni encantador, buen conversador, un tanto filósofo y muy divertido también, cosa que también la gustaba de él. Sin embargo, Long no parecía darse cuenta de sus señales, aunque Luna tampoco quiso precipitarse, ya que tampoco quería parecer desesperada, por lo que le dio un tiempo, llegando incluso a traer en algunas de sus visitas a Frank para que lo conociera.
-Mira Frank, este es Long Brushwork, un amigo mío pintor; Long, este es Frank, mi hijo.
-Hola Frank, me alegro de conocerte…
-¡Hola! ¿Eres tú el que ha estado pintando a mi mamá?
-Sí ¿quieres ver lo que he estado haciendo?
-¡Me encantaría!
-Pues ven por aquí, estoy seguro de que te van a gustar mis cuadros.
Estuvieron viendo todos los cuadros y retratos que había hecho hasta el momento, llamando mucho la atención a Frank. El primer retrato fue una de las tantas obras que realizó inspirándose en ella, llegando a realizar algunos paisajes nocturnos, así como otros retratos en los que salía ella con su hermana o su hijo. Gracias a Luna, su inspiración regresó y la princesa de la noche se convirtió en su musa particular, ayudándole a despegar de nuevo y haciéndole conocidillo en el mundillo del naturalismo en todo ese lado de Ecuestria.
Tanto Fleur como Celestia estaban al tanto de los progresos de la relación, mostrándose particularmente interesadas; su hermana ya lo había conocido previamente, y le pareció un buen partido, por lo que la estuvo ayudando en todo momento para que la cosa cuajara. En cuanto a Frank se refería también le había caído bien, llegando a aprender alguna que otra cosa sobre pintura y dibujo, llegando a comentárselo más de una vez.
-Long es un poni muy majo, me ha estado enseñando a pintar ponis, aunque no me salen muy bien…
-Bueno, pero estoy segura de que si sigues practicando te saldrán tan bien como a él…
-Sería genial si Long pudiera venir aquí también para enseñarme, así no tendríamos que estar yendo allí…
Si bien podría haber sido un comentario sincero, a Luna la dio la sensación de que su hijo lo decía por algo más, cosa que la animó bastante, ya que consideró que le gustaba como padre.
Aunque, aun a pesar de sus esfuerzos por atraerle, y tras más de varias semanas viéndose, Long no parecía verse atraído por ella, cosa que frustraba a Luna.
-¿Qué estoy haciendo mal, Tia? Lo he intentado todo, no he querido ser muy directa por obvias razones, pero no parece responder a mis señales…
-Dale algo de tiempo, quizás sea algo tímido con las relaciones…
-¿Más aún? ¡Llevamos viéndonos más de cinco semanas!
-Bueno, en ese caso sé más directa con él… quizás, si le confiesas tus sentimientos, puede que reaccione.
-¿Así sin más? Pero…
-Luna, si realmente quieres tener algo con él, entonces díselo. Puede que no quiera dar el paso por temor a cómo se lo puedan tomar sus amigos, o conocidos, puede ser cualquier cosa. ¿No querías darle un padre a Frank?
-Sí, claro que sí, de hecho le cae muy bien, y más de una vez me ha comentado indirectamente que le encantaría que estuviéramos juntos…
-Entonces ve a por él… sé directa, como una tigresa-murmuró Celestia, esbozando una divertida sonrisita.
-Bueno, no hace falta que te pongas en ese plan…-comentó Luna, algo cortada.
Ante eso ella tan solo se rió tontamente, guiñándola un ojo con complicidad.
Aunque no era algo que haría normalmente, Luna optó por seguir el consejo de su hermana. Mañana habían quedado por la mañana para otra sesión de modelaje aprovechando que su agenda estaba libre por un par de horas, por lo que decidió confesarse en ese mismo momento.
Como siempre, se dirigió ella misma hacia el apartamento sin escolta, para no llamar la atención; era de buena mañana, los ponis comenzaban a llenar las calles, y las campanadas del reloj de la plaza anunciaban las nueve de una mañana fresca y clara. Luna se dirigió directamente hacia su apartamento, sabía que a partir de esa hora Long siempre estaba despierto, cosa que aprovechó. Nada más llegar se encontró con la puerta entreabierta, por enésima vez.
-Otra vez, que manía…-pensó ella, un tanto molesta.
Desde que le conoció, Long tenía la mala costumbre de dejar la puerta abierta la mayoría de las veces, incluso estando en casa; según él lo hacía porque solía recibir muchas visitas a lo largo del día, aparte de que no le gustaba estar en espacios cerrados, de ahí a que viviera en un loft. Aun así, Luna lo consideraba una manía arriesgada, ya que cualquiera podría entrar, aun a pesar de que cerraban la puerta comunal del condominio por las noches. Prefirió dejarlo estar y tocó levemente la puerta, al tiempo que le llamó a media voz.
-¿Long? ¿Estás levantado?
No obtuvo respuesta, por lo que optó por entrar hasta el recibidor, llamándole de nuevo sin obtener respuesta por segunda vez. Luna frunció el ceño, un tanto extrañada. Normalmente Long no era de esos ponis que se durmieran por el simple gusto de hacerlo, de hecho siempre se despertaba temprano para aprovechar el día. Incluso el saber tan nimio detalle la hizo darse cuenta que le conocía ya muy bien, tanto que incluso ya era de por si relevante, cosa que la hizo esbozar una media sonrisa.
Pero el hecho de que no la contestara la preocupó, por lo que se tomó la libertad de pasar al salón, donde tampoco lo vio. En la cocina tampoco estaba, por lo que obvió que debía de estar en la habitación, dormido. Esbozando una tonta sonrisita, entró en esta comentando en voz alta.
-Bueno, qué raro que te hayas quedado dormi… do…
Lo que vio apenas la dejó terminar su frase; Long se encontraba acurrucado en su cama, junto a un semental que no conocía de nada, con las mantas enredadas entre sus patas y en una posición un tanto sugerente. Luna se quedó sin habla, con la boca abierta y sin poder decir nada más. Aunque su comentario hizo despertar a los dos ponis, siendo Long el primero. En cuanto vio a Luna, dio un bote y exclamó.
-¡Luna! ¡Esto, yo, eh…! ¡No es lo que parece!
-¿Qué pasa, Long…? ¡Ah! ¿¡Princesa Luna?! ¡¿Qué hace aquí?! ¿¡Y por qué la tuteas?!
Para Luna la cosa estaba más que clara, aunque no se esperaba para nada algo así; se sentía confusa, y no solo eso, sino que también algo dolida, no por el hecho en sí, sino por esa sensación de desengaño que la atenazó el corazón nada más ver la escena.
-Luna, yo…-murmuró Long, levantándose.
-No, no hace falta que me expliques nada, lo entiendo, es sólo que…
Por un momento Luna quiso decir algo, pero no la salió nada, cosa de la que reparó Long, como si de repente hubiera entendido sus palabras y lo que había detrás de ellas. Por su parte ella no dijo nada más, tan solo se despidió con un simple adiós y se fue por donde había venido.
Por el camino varias sensaciones comenzaron a oprimirla, mientras se dirigía a paso ligero a casa de Fleur; pudo distinguir algunas, tales como tristeza, desilusión, pena, resignación… Aunque lo mejor de todo era que no sabía cómo sentirse. Sabía que lamentarse no serviría de nada, pero sin embargo sentía esa angustiosa necesidad de soltarlo todo, liberarse. Eso mismo fue lo que la hizo encaminarse hacia casa de Fleur, su mejor amiga.
Una vez allí llamó a la puerta con premura, abriendo al poco rato la propia Fleur.
-Ya voy, ya voy… ¡ah, Luna! ¿Qué estás…? Eh ¿Qué te pasa? ¿Y esa cara?
Luna quiso decirla algo de seguido, pero se encontró con que no podía; ambas entraron en casa y se dirigieron al salón para hablar.
-Vale, a ver, con calma ¿Qué ha pasado?-inquirió la alta poni, algo intranquila por su amiga.
Luna trató de serenarse para poder contestar, optando por hacerlo directamente.
-Long es gay.
Fleur se quedó pasmada ante esa revelación, respondiendo de seguido.
-¿Qué? ¿Gay? Pero… pero si no tiene pluma…
-Pues no la tendrá, pero el semental con el que estaba acurrucado en su cama tampoco es que la tuviera…
-Madre mía, me dejas muerta, le conozco desde hace un tiempo, pero… ¿gay?
Ante eso Luna dejó escapar un quejumbroso suspiro, notándolo Fleur enseguida.
-Lo siento, Luna, ha debido de ser un palo tremendo… porque sí que llegaste a sentir algo por él ¿verdad?
Ante eso ella tan solo asintió brevemente con la cabeza, esbozando una triste mirada.
-Hacía tanto tiempo que no conectaba tanto con nadie, Fleur. Más de mil años sin poder compartir mis sentimientos con nadie más que mí misma. Me duele por eso mismo, no por el hecho de que él sea gay, ni mucho menos.
-Te entiendo perfectamente, Luna.
Ante eso la alicornio dejó escapar un par de silenciosas lágrimas, al tiempo que era arropada por su amiga; no quería que le afectara más de lo que debería, después de todo no era algo que fuera fundamental, pero aun así ese sentimiento de dolor estaba ahí, y no sólo por ella.
-Me duele sobre todo por Frank, estaba muy emocionado por tenerle como padre…
-Bueno, no pasa nada, hay muchos más peces en el mar, como quien dice…
-Puede, pero… prefiero dejarlo por ahora. Gracias por tu ayuda, Fleur, pero ahora mismo no quiero conocer a nadie más-murmuró Luna, con tono apagado.
Fleur lo comprendió y no la dijo nada más sobre ese aspecto, cambiando de tema para que pensara en otra cosa.
Estuvieron hablando un rato más hasta que al final la alicornio se retiró, ya que tenía cosas que hacer, aunque en realidad tan solo quería estar sola y pensar en sus cosas. Regresó al palacio y se fue directamente a los jardines, donde estuvo paseando con gesto taciturno hasta tumbarse bajo un nogal al otro lado del mismo.
Nunca antes había llegado a relacionarse con alguien de la misma forma que lo hizo con Long durante todo ese tiempo; entre su vida atareada al ser una princesa, su depresión previa al destierro y el destierro en sí, apenas llegó a relacionarse apropiadamente con nadie antes. Más de mil años así pasaban factura en el terreno amoroso, y Luna sentía que había fracasado de la manera más estrepitosa posible.
-Con todo lo que me ha costado integrarme después de tanto tiempo… y no voy a poder darle un padre a mi hijo.
Ese pensamiento estuvo ahí durante un buen rato, rondándola la cabeza como una nube de tormenta; aunque en ese momento, una vocecilla que le era particularmente familiar comentó.
-Bueno, bueno, pero menuda carita me traes, Luna… ¿a qué viene tanta tristeza y aflicción?
La aludida dejó escapar un respingo, al tiempo que comentaba.
-No estoy de humor, Discord…
El draconequus surgió de una pequeña nubecilla que salía de su cabeza y la miró inquisitivamente.
-Oh, vamos, se supone que ahora eres la madre más feliz del mundo, no veo qué podría afligirte tanto…
-¿No tienes nada más que hacer, Discord?-inquirió Luna con gesto cansado.
-Oh, pero querida, yo tan solo me preocupo por ti, ahora que somos amigos y todo ha quedado atado y bien atado pensaba que las cosas serían diferentes. Ya sé que no os visito tanto como a mí me gustaría, pero cuando lo hago me gusta saber que todo está bien. Y déjame que te diga que muy bien no te veo…
Ante eso, Luna suspiró, no muy segura de si contárselo o no; desde lo que pasó con Tirek muchos ponis comenzaban a aceptarle poco a poco, incluso su hermana estaba más permisiva con él. Aunque no era algo que haría siempre, decidió confiar en él y contarle en líneas más generales lo que la pasaba, sin necesidad de entrar en detalles. Discord la estuvo escuchando tumbado en una de las ramas del nogal, pensando por su cuenta. Una vez que estuvo enterado, no tardó mucho en opinar.
-Oh, bueno, por un lado lo entiendo, aunque teniendo en cuenta que eres un princesa no te sería complicado encontrar a alguien ¿no crees?
-No se trata solo de eso, Discord, quiero lo mejor para mi hijo, pero también quiero encontrar a alguien que esté dispuesto a estar conmigo por quien soy, no por lo que soy…-argumentó Luna.
-¿Y aun así no hay nadie por ahí que no sepa ver más allá de esa capa de realeza?
-Aparentemente no…
Por un momento ambos guardaron silencio, pensando en sus propias cosas; en un momento dado, Discord retomó la conversación.
-Bueno, en ese caso… quizás yo pueda ayudarte.
Ante eso Luna abrió mucho los ojos, exclamando de seguido.
-¡Ni en broma pienso salir contigo, Discord!
-¿Cómo? Ja, pues claro que no, querida, después de todo no eres mi tipo. No, yo me refería al asunto de Frank.
-¿Cómo?
-Claro, si lo que necesitas es una figura paterna para él, yo puedo echarte un cable con eso.
Luna se quedó ciertamente chocada por esa declaración de intenciones.
-¿Qué? ¿Así sin más? ¿Realmente lo harías?
-Pero por supuesto querida ¿por quién me tomas? Después de todo sé que Frank me tiene mucho cariño… y quien mejor que yo para hacer el papel de padrazo que tanto necesita-aseguró él, con gesto solemne.
Al principio no supo bien qué pensar de todo esto, aunque las intenciones de Discord parecían ser genuinas, por lo que decidió rápidamente.
-Está bien, inténtalo, te estaría muy agradecida…
-Estupendo ¿a qué hora vuelve?
-Sale a las cinco, aunque antes de volver se va a tomar algo con una amiga, estará aquí a eso de las seis y media.
-Es bueno saberlo. Seré el mejor padre para él, ya lo verás.
-Gracias Discord.
El resto del día pasó lentamente, como si los minutos pesaran un quintal, pero a eso de las seis y media, como bien pronosticó Luna, Frank volvió a casa.
-¡Estoy en casa!-se oyó su voz por todo el pasillo.
Como era usual, Frank se dirigió al despacho de su madre para ir a saludarla, pero se encontró el sitio vacío y solitario.
-¿Mamá?
Algo extrañado por no encontrarla donde siempre, se dirigió un momento a su habitación para dejar sus cosas. Una vez allí vio entonces a una figura tumbada en su cama, tapada por completo con las sábanas.
-Jo, mamá, si lo que quieres es darme un susto lo estás haciendo mal…
Sin embargo la figura no reaccionó, quedándose ahí sin moverse. Aún extrañado, Frank se acercó a la cama, con gesto de circunstancia.
-Mamá déjalo, en serio, no te va a salir…
En cuanto estuvo justo al lado, la figura se reincorporó sorpresivamente, dando un buen susto a Frank, al tiempo que exclamaba.
-¡Sorpresa!
En cuanto Frank vio de quien se trataba exclamó.
-¡Tío Discord!
-¡En carne y hueso! ¿Qué te ha parecido mi susto? ¿Creías que no me iba a salir?
-¡Pero yo creía que eras mamá! Que por cierto ¿Dónde está?-quiso saber él.
-Oh, tu madre está ocupada trabajando y me ha pedido que cuide de ti… si a ti no te importa-explicó Discord, con una sonrisita.
-¡Claro que no! Eres el mejor, tío Discord…
-Oh, qué dulce de tu parte. Y dime ¿Qué te apetece hacer?-inquirió el draconequus.
-Oh, ahora mismo nada, tengo deberes que hacer…
-¿Deberes? Ah, qué aburrido ¿qué tiene de divertido eso?
-Pero mamá siempre me dice que primero tengo que hacer mis deberes…
-Puede, pero esta vez tu madre no está aquí… además, por una vez que los postergues tampoco va a pasar nada.
Por un momento Frank lo estuvo rumiando, sin saber bien lo que hacer, pero al final decidió enseguida.
-Está bien, nunca he probado a cambiar el horario, juguemos.
-¡Estupendo!
A un chasquido de sus garras ambos se teletransportaron fuera de allí y reaparecieron en una sala de juegos acondicionada por el propio Discord, la cual sería el sueño de cualquier potro hecho realidad. Juguetes del tamaño de casas y con vida propia corrían, danzaban y hacían todo tipo de locuras, de esas con un encanto irresistible, incluso para el niño más disciplinado.
Frank se dejó llevar y estuvo jugando un buen con Discord, liberando tensiones y relajándose del todo. El draconequus estuvo muy receptivo con él en todo momento, compartiendo todos esos momentos juntos y riéndose de lo mismo.
En un momento dado en el que estuvieron descansando Frank le comentó.
-Jo, eres genial tío Discord, podríamos hacer esto más a menudo…
-Cuando tú quieras, Frank, ya sabes que yo siempre estoy dispuesto a ayudarte.
-¿De verdad?
-¡Pues claro! ¿Qué clase de señor del caos sería yo si no lo hiciera?
Ante eso, Frank decidió agradecérselo dándole un rápido abrazo, cosa que pilló con la guardia baja a Discord.
-Gracias, tío Discord… ojalá tuviera un padre tan molón como tú.
Al oír eso el draconequus no pudo evitar sentir como una especie de pinchazo en el pecho que le hizo sentirse especialmente bien, e incluso emocionándose más de la cuenta.
-En ese caso no hace falta que sigas imaginando…
Frank esbozó una alegre sonrisa ante eso, abrazándole un poco más.
El resto de la tarde pasó enseguida, Luna regresó al poco rato con su hermana de la reunión en la que habían estado en la Cámara Alta y Frank aprovechó para hacer los deberes que había retrasado.
Esa misma noche antes de acostarse, Luna fue a dar las buenas noches a su hijo, aprovechando para preguntarle por la tarde.
-¿Qué tal esta tarde con Discord?
-¡Genial, estuvimos todo el rato jugando y divirtiéndonos, me llevó por los aires, montamos en un tren gigante, y hasta esquiamos en nata! ¡Fue divertidísimo!
-Qué bien…
-Sí, es muy divertido…-murmuró Frank, sin poder ocultar un sonoro bostezo.
-Huy, alguien tiene sueño…
-Un poco…
-En ese caso no te molesto más. Que descanses cariño-le dijo ella, dándole un beso en la frente.
Luna apagó ella misma las luces de la lámpara, pero antes de cerrar la puerta, Frank la llamó.
-Mamá…
-¿Si, cariño?
Hubo un breve silencio entre los dos antes de que Frank llegara a contestar.
-Eres la mejor madre del mundo. No necesito nada más que eso.
Ante eso, Luna tan solo esbozó una dulce sonrisa, sintiendo como su corazón se alegraba como nunca antes lo había hecho.
-Y tú eres lo mejor que me ha podido pasar. Buenas noches, cariño.
-Buenas noches, mamá.
La alicornio oscura cerró la puerta y la habitación se quedó parcialmente a oscuras, siendo débilmente iluminada por la luz de una luna llena, en la cual se recortó por un momento la silueta de un cuerno de cabra y otro de antílope. Frank esbozó una divertida sonrisa al tiempo que susurró.
-Buenas noches, papi Discord.
La Fiesta del Hogar era una época del año muy especial para los ponis; aunque sólo se celebraba durante un día en concreto, el periodo de las vacaciones de invierno se solían denominar vacaciones festihogareñas, las cuales solían empezar el 21 de diciembre y se extendían hasta el 8 de enero, al menos para colegios, institutos y universidades. Durante ese tiempo los potros no tenían clase y se entretenían jugando afuera con la nieve y disfrutando de tan señaladas fechas, en las cuales conmemoraban el nacimiento del reino de Ecuestria antes de dar la bienvenida a un año más.
Aunque los potros eran los que salían ganando, ya que no tenían clase; durante esas semanas la afluencia de potrillos y jóvenes aumentaban por las calles de Canterlot, siendo un detalle más de los tantos que hacían a ese momento del año tan especial. Esa misma tarde densas nubes blancas taponaban el cielo, dejando caer suaves y pequeños copos de nieve que caían sobre el asfalto y las crines de los ponis, los cuales estaban bien resguardados del frío gracias a sus suaves y cálidos pelajes. Aunque para desgracia de Frank, él no tenía pelaje con el que protegerse, por lo que tenía que abrigarse especialmente si quería salir a la calle. Debido a esto, para él el invierno era la estación más engorrosa de todas, aunque tampoco le disgustaba, ya que ver a Canterlot nevada en esa época del año era algo digno de verse. Una fría brisa peinó en ese momento la calle por la que pasaba, haciéndole apretar el paso.
Había quedado con Sweet donde siempre para ir a tomar algo, y casi podía distinguir el humeante olorcillo de una buena taza de chocolate caliente de Joe, haciéndole la boca agua y dándole una razón más para andar más deprisa.
Llegó al lugar enseguida, justo al mismo tiempo que Sweet, a la cual saludó al mismo tiempo que ella hacia lo mismo.
-¡Hola!
Por un momento se quedaron callados, pero luego se rieron tontamente por la súbita coincidencia.
-Ni que nos hubieran sincronizado…-comentó ella, divertida.
-Pues casi, casi… tu primero.
-Gracias, muy amable.
Aunque se esperaban que una agradable oleada de calor les diera la bienvenida, junto con el esperado olor a pasteles y donuts recién hechos, no lo hizo; de hecho no había nadie en ese momento, el característico olor brillaba por su ausencia, cosa que les extrañó aún más, y Joe tampoco se encontraba tras la barra.
-Qué raro encontrar esto vacío…
-Desde luego… ¿Joe?-llamó Frank.
Sin embargo la nada le contestó en su lugar. Frank se quitó del grueso abrigo de franela que llevaba, diseñado por Rarity, y lo dejó en la mesa donde usualmente se solían sentar. Sweet se asomó tras la barra, por si oía a Joe en la cocina.
-No parece estar… qué raro, en ese caso que hubiera dejado la tienda cerrada.
-Comentó la semana pasada que estaría abierto a esta hora, era hoy cuando volvía de su viaje a Fillydelphia.
La semana pasada les comentó que iba a ir a visitar a sus padres a la ya mencionada ciudad, por lo que la tienda había estado cerrada hasta hoy, que era cuando regresaba. Era raro ver a la tienda tan silenciosa y desprovista de ese tan sabroso olor que normalmente impregnaba su ambiente.
-Qué pena, con lo que me apetecía un donut… voy a asomarme un momento a la cocina, siempre he tenido curiosidad-avisó en ese momento Sweet, pasando tras la barra.
Frank la siguió, también guiado por la curiosidad, y entró en la cocina, donde Sweet se encontraba mirando una serie de ingredientes puestos en una de las mesas de allí.
-Mira, ha estado aquí, lo tiene todo preparado.
-Sí, eso parece… en ese caso mejor esperamos-comentó Frank.
-Sí, aunque… vaya, está todo aquí para hacer donuts, no falta nada.
Y así era, había tanto levadura como harina para poder hacer la masa, además de huevos, azúcar, leche y mantequilla. Aparte también había sirope de varios sabores.
-Hey, vamos a intentar hacer unos donuts-sugirió en ese momento Sweet.
-¿Qué? Pero Sweet, yo no sé cómo hacer donuts…
-Ya, bueno, yo tampoco sé mucho, pero más de un vez le he visto a Joe hacerlos… creo que podré hacerlo-asintió ella, muy segura de sí misma.
-¿No crees que sería mejor esperar a Joe y no revolver sus cosas?
-Puede, pero… siempre he tenido curiosidad por esto, la verdad.
-¿Ah, sí?
-Sí, hasta ahora no me había atrevido a decirte nada, ya que no estaba muy segura de si hacerlo o no. Pero creo que es una gran oportunidad, me gustaría intentarlo-explicó Sweet.
-Bueno, en ese caso te ayudaré.
-¿Lo harás? Genial, gracias Frank…
Entre los dos, y siguiendo las indicaciones de Sweet de lo que se acordaba, fueron preparándolo todo para hacer la masa, que era lo más importante. Aunque Frank ya sabía que a Sweet le encantaban los dulces, hasta ahora desconocía que a su amiga le interesase cómo hacerlos, cosa que la señaló.
-Pues qué raro que no me lo hayas contado…
-Ya, bueno, no ha sido algo que hubiera pensado desde hace mucho, la verdad, sino más bien desde hace relativamente poco. Hasta ahora tenía intención de ser modelo, como mi madre, pero me he dado cuenta de que realmente no me llama esa profesión. Veo lo ocupada que está mi madre siempre y me echo para atrás.
-Comprendo, aunque los donuts…
-Lo sé, no es algo que vaya con una modelo, en ese sentido mi madre es muy estricta con su propia dieta. No como yo, que soy muy golosa…
-Sí, doy fe de ello-asintió Frank, divertido.
Los dos se rieron confidentemente, mientras iban preparando la leche y mezclándola con la levadura.
-Es por eso por lo que no me había atrevido a contárselo a mi madre, no sé qué pensaría sobre la idea-murmuró Sweet, algo dudosa.
-Bueno, pero si es algo que realmente quieres probar, vale la pena comentárselo ¿no crees?
-Sí, supongo, aunque…
Por un momento la potra se quedó callada, pensando en sus propias cosas; Frank la conocía bien y sabía que era mejor no molestarla cuando estaba en ese plan, por lo que optó por seguir ayudándola.
Una vez que obtuvieron la masa la estuvieron amasando entre los dos, Sweet con un amasador y él usando sus propias garras, las cuales le ayudaban bastante con ese cometido. Una vez que estuvo lo suficientemente amasada la dejaron reposar en la despensa, que estaba bastante fría, aunque con el frio que hacía allí al no estar el horno ni los fuegos encendidos ayudó a que se enfriara antes, adquiriendo un mayor volumen.
Partiendo de esa misma masa, y usando un cortador de donuts, fueron sacando varias unidades, un total de seis. Una vez que las tuvieron prepararon una sartén con aceite para freírlas.
-Vaya, para no conocer esto pareces saber lo que estás haciendo…-comentó Frank en un momento dado.
-Sí, bueno, es que he estado leyendo sobre ello recientemente…-admitió ella, algo cortada.
-Eso lo explica todo. Me pongo en tus cascos, Sweet, aquí eres la que sabe.
Ante eso ella tan solo sonrió confidentemente, mientras que los donuts iban tomando forma. Frank no se esperaba para nada algo así de ella, pero la vio tan emocionada y dispuesta que la quiso ayudar igualmente. El tiempo pareció fluir con más rapidez mientras trabajaban juntos, el olorcillo característico de los donuts comenzó a fluir por la cocina.
En poco menos de cinco minutos estuvieron listos para ser bañados con sirope, cosa que hizo Frank mientras que Sweet los iba sacando de la sartén.
-Bof, se me está haciendo la boca agua…-comentó él en un momento dado.
-A mí también…
Finalmente todos los donuts salieron de la sartén y esperaron unos pocos minutos más para que se enfriaran; faltaba el chocolate, pero esta vez optaron por comerlos a palo seco.
-Bueno, pues… a ver qué tal-murmuró Sweet, cogiendo uno con su magia.
-A ver… salud-añadió Frank, chocando su donut con el suyo.
Ambos se rieron tontamente y les dieron un buen mordisco, emitiendo casi a la vez un gemidito de placer; la cara de Sweet era un poema, no parecía haberse esperado que la hubieran salido tan bien. Fue entonces cuando, en sus flancos, se dio un destello que solo Frank vio, quedándose anonadado en cuanto lo vio. Una marca de belleza consistente en una masa con forma de donut y un rodillo superpuesto se podía ver grabada en ellos.
-Sweet…
-¿Qué pasa?
-Mira…-indicó él, señalándole a su flanco.
La poni giró la cabeza y en cuanto vio la marca contuvo un gritito; sus ojos estaban abiertos de par en par, como si no se creyera lo que veía.
-Mi marca de belleza… mi marca de…
Fue entonces cuando se dio cuenta de algo; miró por un momento al donut que sostenía, luego a Frank y de nuevo a su marca.
-Mi marca de belleza… ¡mi marca de belleza! ¡Oh, Frank, me has ayudado a conseguirla, gracias, gracias, gracias!-exclamó ella de seguido, echándose sobre el chico y abrazándole con fuerza.
-Vaya, no ha sido nada… de hecho, no me lo esperaba, la verdad…-comentó él, particularmente sorprendido.
-¡Ni yo! ¡Quiero decir, tenía la certeza, aunque no estaba segura, pero entonces hicimos estos donuts, y yo… yo…! ¡Oh, Frank, gracias de verdad, es el mejor regalo que me han podido dar!
Ante eso Frank tan solo sonrió, devolviéndola el abrazo con ganas.
-Lo que sea por ti, Sweet… feliz Fiesta del Hogar.
-Igualmente, Frank.
En ese momento oyeron la puerta trasera cerrarse y una voz conocida comentar.
-Bueno, me ausento por unos cuantos minutos y pasan un montón de cosas…
Los dos se dieron la vuelta y vieron a Joe mirando a la bandeja de donuts con interés.
-Mira lo que tenemos aquí… ¿puedo?
-Ah, claro…-asintió Sweet.
Joe cogió uno con su magia y lo probó concienzudamente, masticándolo varias veces y deleitándose en su sabor. En cuanto tragó, lo valoró.
-Jugoso, consistente y muy sabroso, eso desde luego… bonita marca de belleza, por cierto.
-Ah, gracias…-dijo la poni, sin poder evitar enrojecer ligeramente.
-Sí, lo valen, sin duda alguna… ¿te interesaría saber más acerca del negocio, Sweet?-inquirió en ese momento Joe.
Ella tan solo asintió enérgicamente, sin apenas contener su emoción. Frank se alegró por ella, contento por haberla ayudado a descubrir su talento. Para Sweet esas se habían convertido la mejor Fiesta del Hogar de la historia, y ahora tan solo podía mejorar aún más.
Mientras tanto, afuera comenzaba a nevar con un poco más de fuerza.
Al otro lado del hemisferio, una cerrada, oscura y húmeda noche se cernía sobre la Poninesia; los sonidos de la selva se entremezclaban con los de un ancho y caudaloso rio que serpeaba por un mar de árboles y frondosa vegetación. La luz de la luna bañaba las copas de los árboles, pero apenas conseguía atravesar la espesura de sus ramas.
La única luz allí cerca provenía de un gran lamparón dentro de una tienda de campaña situada en un pequeño y modesto campamento; dentro de la tienda un Over Seeker ya entrado en años se encontraba escribiendo algo en un largo pergamino. Sujetaba el cálamo de una pluma con sus dientes, la cual se movía frénicamente por la superficie del material escriptorio, junto con algún que otro rápido y corto movimiento hacia el tintero para poder seguir escribiendo. El pegaso tenía el pelo canoso, algunas arrugas bajo los ojos, y apenas podía ocultar una cansada expresión en su cara. En un momento dado la mandíbula le castañeó y la pluma temblequeó, trazando un rayón involuntario sobre el pergamino. Seeker dejó escapar un agudo suspiro, al tiempo que soltaba la pluma.
-Estoy ya muy viejo para esto…-musitó entre dientes.
Con una esponja bien escurrida trató de borrar la errata, pero enseguida pudo notar como el cansancio se apoderaba de él, faltándole fuerzas incluso para sostener la esponja.
-Agh, necesito descansar un rato…-masculló el explorador, dejando la esponja en una pequeña palangana.
Con algo de dificultad, Seeker se encaminó hacia un colchón colocado en el suelo y se arropó un poco. Se encontraba en medio de una redacción importante, por lo que descansaría un rato y luego continuaría. El pegaso trató de relajarse, respirando entrecortadamente y cerrando los ojos. Al cabo de unos silenciosos minutos, una ligera brisa nocturna sacudió la tienda, llegando a balancear la lámpara colgada de un clavo. Justo después, ésta se apagó.