Capítulo 12 - El secreto de la rosa
La equina encapuchada había cargado un nuevo rayo azul en su cuerno mientras se aproximaba al equipo vencido, segura de su victoria, segura de que sus enemigos ya no tenían salvación de su ataque inminente. Tod y Toby aún estaban en condiciones de moverse sin mayores dificultades, pero resultaba obvio frente a su instinto de supervivencia el hecho de que enfrentar solos a tal criatura terminaría en su muerte, razón por la cual estaban acurrucados junto a Spike. Sweetie seguía consciente, pero la herida abierta en su costado le impedía tomar cualquier acción defensiva.
La unicornio de melena rizada se arrastró en el suelo de piedra dejando un pequeño rastro de sangre proveniente de su costado, no dispuesta a abandonar a sus amigos. Se había prometido a si misma que nunca los dejaría solos, que estaría junto a ellos hasta su último aliento. Aquel sentimiento ardiente fue el disparador que el dragón necesitó para reaccionar, para salir de aquel letargo en que el ataque del enemigo le había sumergido.
La unicornio encapuchada se encontraba a tres metros de Spike y a uno de Sweetie, manteniendo una distancia prudencial de sus adversarios mientras apuntaba al pecho del reptil, pues estaba segura de que un ataque a máxima potencia en aquel punto sería suficiente para librarse de aquella criatura de una vez por todas. No se dio cuenta de su error hasta que estuvo a un instante de lanzar su ataque, instante en que su enemigo abrió los ojos de golpe y se lanzó en su caza, tomándola del cuello y haciendo que el rayo saliera disparado hacia arriba, atravesando el cristal del techo de la biblioteca e impactando en el límite superior de la cúpula, provocando un derrumbe que sacudió las aguas del lago artificial. La unicornio apenas tuvo tiempo y concentración suficientes para teletransportarse al otro lado de la habitación antes de que el enemigo impactara su cuerpo contra el suelo.
Para cuando se repuso vio al dragón sobre la unicornio, arrancando sus alforjas de un tirón y abriendo sus fauces para derramar saliva color gris sobre su costado herido, donde comenzó a emanar un extraño vapor mientras la potra hacía una mueca de dolor. Acto seguido, el dragón levantó la vista, centrándose completamente en la equina enemiga aún conmocionada por el agarre. Ella podía verlo, podía percibir el ansia de sangre en aquellos ojos esmeralda de pupilas rasgadas. El ansia de su sangre.
La unicornio retrocedió considerando sus opciones mientras el cachorro, con un valor renovado, avanzaba con su pelaje erizado, gruñendole tal y como el dragón de rígidas y filosas púas verdes lo hacía ahora.
Fue entonces que Sweetie abrió los ojos al haberse disipado casi por completo el dolor de su costado. Levantó la vista, y lo primero que se encontró fue el rostro de otro dragón parado sobre ella, el rostro del dragón que la había atacado durante aquella noche de tormenta. Lo recordaba, nunca olvidaría aquella expresión, la expresión propia de una bestia salvaje carente de todo pensamiento. Estuvo a punto de gritar, pero aquella voz se quedó en su garganta cuando vio a la criatura gesticular algo, como si estuviera empleando todas sus fuerzas en movilizar sus músculos faciales.
—Ssss... —Intentó pronunciar, con una dificultad imposible. Podía recordarlo todo, podía recordar su infancia junto a Twilight, su amor por Rarity, su amistad con...—. Ssssswee... tieeeee.
Todo estaba allí, pero todas esas memorias y su pensamiento lógico chocaban con los impulsos que le dictaban su propia naturaleza. Su mente ardía con la corriente de emociones violentas que el enemigo había hecho surgir en él, generándole la necesidad de destazar a la equina encapuchada.
Sweetie le mantuvo la mirada por breves segundos, consternada, y en el fondo de sus ojos esmeralda, en algún lugar en lo más profundo de aquel ser, encontró a Spike, a su mejor amigo, al dragón a quien tanto apreciaba. El actual Spike la reconocía, la recordaba, y hubieran permanecido mirándose durante un largo rato de no ser porque el reptil percibió el movimiento de la equina enemiga, quien no parecía desear quedarse de patas cruzadas por mucho más tiempo.
El dragón se volteó en el instante exacto para golpear con las púas rígidas de su cola el rayo explosivo que la unicornio había lanzado contra ellos, desviándolo y destruyendo la pared que daba al pasillo con un gran estallido.
Reaccionando al instante y aprovechando el intervalo que su enemiga necesitaba para recuperarse de un ataque así, Sweetie pasó por abajo de Spike cargando la magia en su cuerno, lanzando una andanada de rayos con el poco poder que aún le quedaba mientras la enmascarada hacía uso del lanzagarfios y su teletransportación para evadirlos a través de las vigas del techo.
Apenas alcanzó a ver al dragón que había saltado hasta su altura con una habilidad imposible, abriendo sus fauces y lanzando contra ella un poderoso lanzallamas que cubrió las vigas cuando su cuerpo se desvaneció en medio de un resplandor, reapareciendo en el suelo en el instante exacto en que Tod y Toby saltaron sobre ella, mordiendo la piel de su lomo a través de la capa con una furia animal inigualable, retrasándola el tiempo suficiente para que Spike descendiera y lanzara sus garras contra ella, y esta vez la equina no tuvo tiempo suficiente para evadirlo.
La máscara estalló en pedazos al recibir de lleno toda su furia draconiana, golpeándola directamente en el rostro y lanzándola contra una de las paredes. La encapuchada debió apoyarse en la misma mientras se incorporaba para mantener el equilibrio dada la conmoción por el golpe, pero apenas alcanzó a reaccionar cuando Spike cargó contra ella, utilizando un campo de energía expansivo para rechazar la poderosa embestida, momento que la unicornio de melena rizada aprovechó para lanzar el rayo mágico más poderoso que fue capaz de realizar contra ella, derribando a su enemiga de una vez por todas.
Sweetie lo supo cuando notó su respiración pesada, y el hilo de sangre que bajaba por sobre su hocico. Su enemiga estaba débil, y era incapaz de defenderse; estaba fuera de combate, y había recibido su merecido. Por primera vez en un buen rato, la estudiante de magia pudo respirar tranquila. Sabía que lo que seguía ahora era inmovilizarla y llevarla ante las princesas para que recibiera una condena adecuada, pero lo que no sabía era que el dragón tenía otros planes.
Apenas se dio cuenta de las intenciones de Spike cuando este afiló sus garras mientras se dirigía con pasos pesados hacia la equina derribada. Sweetie galopó rápidamente y se colocó entre ambos sin duda en su mirada, mientras que Tod y Toby gruñían a la equina encapuchada, esperando para atacarla nuevamente al más mínimo movimiento.
—¡Spike, terminó! Ganamos, no tienes que-... —Pero el dragón la apartó con sus garras, dirigiéndose a la poni desprotegida. Nunca dejaría ir a alguien que le había herido de aquella forma, ni a alguien que había atentado contra sus tesoros más preciados: sus amigos.
Viendo que era incapaz de convencerlo, Sweetie empleó la mayor concentración posible en el hechizo que requería, y teletransportó el cuerpo de su enemiga a la otra esquina de la habitación, siendo detectada por Spike al instante. El dragón se dirigió hacia ella, y nuevamente Sweetie se puso en su camino.
—¡No, Spike! ¡La derrotamos, y ya no puede hacer nada! ¡No tienes por qué atacarla!
—Apar- tate... —Ordenó el dragón, exponiendo sus colmillos con una expresión furiosa. Aquellos ojos rasgados provocaban un gran temor en la unicornio, pero ella no retrocedió un solo paso.
—No. —Se negó rotundamente—. ¡Tu eres quien debe apartarse, Spike! ¡No dejaré que lastimes a nadie! ¡No dejaré que hagas algo de lo que te arrepientas después! —Dijo ella, con lágrimas a punto de escapar de sus ojos al recordar lo sucedido con Jim cuatro meses atrás.
“En mi camino, apartar... si no apartar, destruir...”
Su cerebro enviaba órdenes de hacer caso a Sweetie, de detenerse, de inmovilizar a su enemigo y llevarlo ante las princesas. Pero había algo más que también enviaba órdenes, órdenes que Spike no quería cumplir. Órdenes que implicaban destruir a su enemigo parte por parte, y acabar con quien se pusiera en su camino. Algo le estaba dando la orden de destruir a Sweetie Belle si la misma continuaba interfiriendo. Era una locura, el viejo Spike lo sabia, pero el nuevo Spike estaba luchando contra el viejo, forzándolo a tomar esa acción.
“En mi camino... destruir.”
“En... mi... camino... destruir.”
“¡EN-MI-CAMINO! ¡DESTRUIR!”
Nunca. Spike nunca podría lastimar a Sweetie Belle, nunca se permitiría hacer algo como eso, aún si algo en el fondo de su ser le obligaba, oprimía su ser y destruía su cerebro con objeto de reducirlo a un impulso semejante.
Las cuerdas a las que hasta entonces Spike se había aferrado se volvieron contra él, envolviendo y oprimiendo sus brazos en medio de aquella oscuridad que ahora se presentaba tan real que el dragón sintió que estaba allí. Las cuerdas mediante las cuales él mantenía en control el resto de su ser envolvieron todo su cuerpo, evitando sus movimientos voluntarios mientras aquella conciencia intentaba tomar el control. El nuevo Spike, a quien no le importaba lo que le sucediera a sus amigos siempre y cuando pudiera destruir por completo a su adversario, cuyos amigos pasarían a ser enemigos si continuaban poniéndose en su camino, estaba intentando tomar el control.
Sweetie Belle tragó saliva cuando el dragón de escamas púrpuras levantó su garra, a punto de propinarle un golpe con una fuerza brutal. La unicornio sabía lo que estaba a punto de suceder, y aún contaba con la energía suficiente para teletransportarse y así evitar el ataque inminente, pero ella nunca lo haría. Ella confiaba en Spike, confiaba en él con su vida, y nunca huiría de él. Sabía que era difícil para el dragón controlar lo que le estaba sucediendo, lo mismo que había sucedido durante la noche en que habían escapado de los timberwolves, pero sabía que él podría sobreponerse, sabía que el viejo Spike podía ganar. Por esa razón se quedó allí, manteniéndole una mirada decidida mientras el dragón se preparaba para descender su garra sobre quien había sido su mejor amiga, pero que en la actualidad se presentaba como un mero obstáculo para completar su objetivo.
La garra que hasta entonces había preparado se detuvo a escasos centímetros del cuerpo de Sweetie, quien apenas se inmutó al estar a punto de recibir la arremetida y vio temblar el brazo del dragón a medida que su mejor amigo se resistía a llevar a cabo aquel ataque.
“Destruir. DESTRUIR.”
Repetía su mente como un mantra, pero el dragón se rehusó a oír aquella voz. Una voz ajena, pero que sin embargo se encontraba en su interior. Una voz malévola que intentaba forzarlo a cumplir su voluntad.
“No.”
Las cuerdas en la oscuridad oprimieron más, forzándolo a destruir todo a su paso. Spike resistió.
“No.”
Con una fuerza imposible, el dragón comenzó a flexionar sus brazos antes inmovilizados, poco a poco recuperando el control, peleando con aquel que intentaba hacer lo mismo. Eran dos entidades, peleando por el control de un solo ser. Pero él había llegado primero y no dejaría que, fuese quien fuese el idiota que se había presentado durante la noche de los timberwolves, tomara el control.
“¡NO!”
El dragón frente a la unicornio comenzó a tomarse la cabeza, retrocediendo, luchando con todas sus fuerzas contra el impulso de hacerle daño. Se arrodilló en el suelo, resistiéndose a oír aquella voz, aquella voz que intentaba llevarlo a cometer actos horribles contra su voluntad. Nunca lo permitiría. Una cosa había sido destruir a una criatura mágica creada a base de los leños de un árbol maldito, pero de ninguna manera derramaría la sangre de un poni, por más que fuese lo suficientemente malévolo como para haber lastimado a su mejor amiga. Y por sobre todas las cosas, nunca lastimaría a su mejor amiga.
—Spike. —Llamó la voz de la unicornio, y el dragón levantó la vista.
Sweetie lo estaba tomando por los hombros con una mirada triste, y vio en el fondo de sus ojos rasgados a su mejor amigo, aquel ser con quien había compartido la mayor parte de su vida. Y el dragón halló en aquellos ojos verde claro a su mejor amiga, aquel ser en quien depositaba toda su confianza, aquel ser a quien nunca pensaría en hacer daño. La voz interior poco a poco perdió fuerza a medida que Spike se volvía más consciente de si mismo, hasta que solo quedó su propia voz, la voz de su propia razón.
—¿Estás bien? —Preguntó ella.
—Ssss... sssiii. —Intentó hablar, respirando pesadamente.
Aún poseía la fuerza y resistencia de las cuales lo dotaba aquel estado, y podía percibir su sangre ardiente corriendo por sus venas como un furioso río de lava, pero esta vez él estaba solo. La única voz con poder sobre aquel cuerpo era la suya, tal y como debía ser.
—Esstooy bieen... —Comenzaba a recuperar sus facultades.
—Sabía que podías hacerlo. —Le dijo sonriente, una sonrisa que el dragón correspondió con dificultad.
Pero aquel momento de paz fue interrumpido en el instante exacto en que un resplandor iluminó la habitación, y rápidamente se percataron de que la encapuchada había desaparecido, pronto oyendo sus pasos resonar por el pasillo.
—¡Se esscapa! —Gritó Spike, saliendo al pasillo por el agujero que el hechizo había provocado anteriormente.
Sweetie Belle tomó sus alforjas antes de salir también, y ambos fueron seguidos por el cachorro. Entraron por la puerta ya abierta a través del estudio de la princesa, bajando por las escaleras del pasaje secreto y saliendo por la abertura en la pared, encontrándose fuera de la mansión. Tomaron el único camino posible que su enemiga podría haber seguido, ascendiendo por el camino empedrado mientras se internaban entre la flora del lugar con un único objetivo en mente: la salida de aquella cúpula.
Y allí la encontraron. La unicornio encapuchada permanecía apoyada contra una de las paredes, respirando agitadamente por causa de su debilidad. El golpe que el dragón le había asestado en su rostro realmente la había afectado.
—¡Detente! —Gritó Spike.
—¡Esta es tu última oportunidad de rendirte! —Anunció Sweetie mientras iluminaba su cuerno y el cachorro ladraba detrás de ella, coincidiendo.
La encapuchada de cascos blancos se volvió hacia ellos durante un breve momento, y Sweetie alcanzó a ver un asomo de sonrisa en su rostro, sus ojos invisibles por causa de la capucha, antes de que la equina comenzara a reír histéricamente. Sweetie sabía que esta no era la clase de enemigos con los que se podía razonar, pero evidentemente no esperaba una reacción así por su parte dada su actual situación, ni mucho menos esperaba lo que sucedió a continuación.
Sobre ellos recayó un extraño resplandor azul, iluminando el lugar en su totalidad. Fue entonces que ambos notaron esferas azules adheridas al techo de la cúpula, estallando casi al mismo tiempo con un poder abrumador. Siguiendo a sus instintos luego de cubrirse por causa de las explosiones, el equipo se volteó con objeto de escapar por el túnel, momento en que un nuevo resplandor azul resultó en un estallido, y la única salida de aquel lugar quedó completamente bloqueada por las rocas. Su enemiga había escapado, y los había encerrado en aquella gran cueva pronta a derrumbarse.
Los tres se voltearon, encontrando un escenario devastador: el techo comenzaba a agrietarse, y una enorme roca se desprendió sobre la mansión destrozando una buena parte de la estructura. Varias rocas de menor tamaño comenzaron a caer, destruyendo los jardines, movilizando las aguas del lago artificial, sacudiendo los suelos. Y entonces lo supieron: estaban atrapados. Y si no se les ocurría algo pronto, morirían enterrados en aquel lugar.
Pero ninguno de ellos se resignó a aquel pensamiento. Spike y Sweetie se volvieron casi al mismo tiempo al túnel bloqueado, y ambos comenzaron a retirar las rocas una por una con su actual fuerza bruta y magia, respectivamente. Tod y Toby también intentaron ayudarles al escarbar entre las rocas, pero al cabo de un momento, cuando una de las rocas gigantes cayó a pocos metros de distancia de ellos estremeciendo el suelo bajo sus pies y cascos, Sweetie supo que era inútil. Nunca lo conseguirían a tiempo.
—Spike. —Lo llamó, pero el dragón estaba determinado. No dejaría que sus vidas terminaran allí—. Spike, detente. —Hablaba con tristeza.
—¡No! ¡Saldremos de aquí, ya lo verás! —Comenzó a poner más empeño, apenas notando que su compañera ya no le estaba ayudando—. ¡Sweetie, tienes que...! —Paró en seco cuando la vio. Estaba llorando, con la mirada baja, y el ortro se acercó a ella con un lamento de tristeza absoluta. Ella se había rendido—. Sweetie...
Su voz fue ahogada por una roca de mayor tamaño que cayó muy cerca suyo. Sabía que solo era cuestión de tiempo antes de quedar sepultados bajo todo el peso de la montaña. Ninguno de ellos lo conseguiría.
Spike cerró sus garras con ira. Si tan solo hubiese logrado tener el control suficiente sobre si mismo como para dejar inconsciente a su enemiga, sin intentar matarla antes, nada de esto hubiera sucedido. Ahora sus vidas terminarían allí, alejados de todo aquel que los amaba.
Recordó a Twilight, que esperaba su regreso en la noche para realizar su orden semanal, organizando cada una de las estanterías de la biblioteca con los nuevos tomos que habían conseguido, y supo entonces que nunca volvería a ver a su hermana mayor.
“Volveré a tiempo, sabes que siempre lo hago.” —Le dijo mientras cargaba su mochila, con las dos cabezas del ortro sobresaliendo de la misma.
“Claro que lo sé, pero siempre pueden suceder imprevistos. El tren podría retrasarse, Sweetie podría haber olvidado las cosas para el día de campo y tendrían que regresar, o incluso Tod y Toby podrían escaparse cuando no estén mirando. Siempre hay muchas variables en juego Spike, tu lo sabes.”
“Todo esto es por el orden semanal, ¿cierto?” —Preguntó, exasperado.
“Es importante llevar un buen orden de las estanterías antes de empezar la semana.” —Replicó ella, justificándose.
“Tranquila, regresaré a tiempo.” —Le abrazó con cariño, y Twilight sonrió.
“Gracias Spike, ¡diviértanse!”
“¡Seguro que si!” —Le dijo antes de partir. Sus últimas palabras.
Tal y como Spike, Sweetie no podía evitar volver sobre lo que había sucedido en la mañana. La última vez que había visto a sus padres, y probablemente la última vez que les vería, pensó con tristeza mientras los derrumbes continuaban a su alrededor.
“Ten cuidado. Ve que no hayan parasprites si se quedan cerca del bosque Everfree. Lávate los dientes luego de almorzar, y ponte repelente contra los mosquitos. Si oyes o hueles a un timberwolf en los bosques no te arriesgues pensando que no saldrá a buscarlos. Huye de allí tan rápido como puedas con tu amigo y ocúltense. Si acaso Chrysalis regresara-...” —Cookie Crumbles puso su casco en la boca de Hondo Flanks, evitando que continuara.
“Basta cariño, ya estás siendo ridículo. Además, nuestra hija sabe cuidarse sola.” —Intentó convencerlo su esposa, mientras la potra guardaba en sus alforjas todo lo que necesitaría más tarde.
“No se preocupen. Spike y yo solo iremos a unos cuantos kilómetros de aquí. Me dijo que encontró un lugar genial para un día de campo, con un lago cerca.” —Explicó alegremente.
“No lo sé, ese chico Spike parece responsable, pero...” —Decía el semental mayor con cierta duda, siendo interrumpido por su cónyuge.
“Cariño, Spike es un dragón. Esos celos serían un poco más razonables si nuestra hija saliera con un semental, ¿no crees?”
“Si, creo que tienes razón. Aún así, no estaría mal tenerlo vigilado. Pasas mucho tiempo con él, después de todo.”
“Basta, papá.” —Dijo ella, algo avergonzada, justo cuando terminaba de prepararse—. “De acuerdo, los veré en la tarde.” —Se despidió ella, abrazando a sus padres con gran cariño.
“Cuídate, hijita” —Dijo Cookie Crumbles.
“Si, cuídate.” —Dijo Hondo Flanks, y continuó en tono confidente—. “Por cierto, conoces algún hechizo para poner a ese dragón en su lugar si se pasa de listo. ¿Verdad?”
“¡Papá!”
“¡Hondo!” —Exclamaron ambas al unísono.
Sweetie Belle lo recordaba, habían reído mucho luego de eso antes de que ella saliera. El pensar que quizá nunca volvería a ver a sus padres o a su hermana mayor la llenaba de una tristeza que no era capaz de soportar.
Sabía que, aún en el medio de su desesperación por retirar las rocas, Spike estaba pensando en lo mismo. Podría usar un campo de fuerza para protegerse del derrumbe definitivo, pero ni siquiera tenía una garantía de que el mismo fuese a resistir. Y aún si resistiera, su magia no tardaría en acabarse, y todos quedarían sepultados bajo las rocas de cualquier manera.
Sweetie puso un casco sobre el brazo de Spike, llamando su atención, y mirando en los ojos del otro supieron que habían llegado a la misma conclusión: ya no tenía caso. El dragón dejó caer sus brazos, rendido; sus garras se habían lastimado por causa de la fuerza que en ellas había empleado para retirar los escombros. Sweetie tomó su garra derecha entre sus cascos, y sus miradas se encontraron mientras el Tod y Toby se subían al lomo de Sweetie. Spike no fue capaz de resistir mucho más y abrazó a ambos con gran fuerza, la misma con la que Sweetie correspondía a aquel afecto mientras el cachorro se esforzaba por resistirlo. Al mismo tiempo, los derrumbes continuaban a su alrededor. Lento pero seguro, las rocas remodelaban poco a poco el bello paisaje del cual habían disfrutado con anterioridad, y supieron que todo había acabado.
“Querido diario...” —Una voz surgió desde el fondo de la consciencia de Sweetie, evocando un recuerdo en particular. De alguna forma su mente, consciente de una muerte inminente, había retrocedido hasta el momento en que había estado leyendo las entradas del diario y le recordó una en particular, una que ahora tenía más importancia que nunca.
“Los generadores dejaron de funcionar anoche mientras mamá no estaba, pero por suerte Jim estaba aquí para acompañarme.”
Recordó la puerta de reja con una advertencia de peligro en una de las paredes de la cúpula, tras la cual se encontraban los generadores rotos. Si había ruedas de madera movidas mediante la corriente del agua, debería haber algún lugar en donde el agua que salía de ahí desembocara. Esa era su salida, era el lugar al cual debían dirigirse, y al comprenderlo casi apartó a Spike de un empujón, cuando este la observó desconcertado.
—Spike, tenemos que salir de aquí. ¡Ahora! —Exclamó con desesperación.
—Sweetie, no-...
—¡Si, hay una forma! —Interrumpió ella, cuando una de las rocas cayó a pocos metros de ellos, estremeciendo a la potra—. ¡Vamos, ya no queda tiempo!
El dragón y el cachorro siguieron a la unicornio a través de aquel paraíso perdido cuyo aspecto original se desvanecía con el paso de los segundos, esquivando hábilmente tanto las rocas pequeñas como las grandes con una esperanza renovada. Los derrumbes eran cada vez más frecuentes, y era brutalmente obvio que el lugar pronto quedaría enterrado bajo las rocas.
Atravesando los árboles y arbustos, la maleza, y el resto de la flora que habitaba en aquel lugar, finalmente llegaron a la puerta que Sweetie había visto horas atrás. Destruyó la cerradura simple de un solo rayo mágico, y todos entraron en la vieja sala del generador. Los aparatos estaban polvorientos, llenos de telarañas y difícilmente volverían a funcionar, pero lo que a Sweetie Belle le importaba realmente eran las ruedas a través de las cuales pasaba el agua.
—¡La corriente debe llevar a algún otro lugar! ¡Es nuestra salida! —Intentó hablar la potra a través del estruendo por la caída de rocas—. ¡Vamos, ayúdame! —Gritó ella, empleando su magia para tirar de la primera rueda a su alcance con todas sus fuerzas.
Haciendo caso a Sweetie, Spike no perdió un instante para tirar de la misma, arrancándola entre los dos a los pocos segundos y revelando el pasaje del agua a través de un túnel, cuya fuerza de corriente aumentó al liberarse el camino. Tras ellos, la mansión había sido completamente destruida por las rocas, y el techo comenzaba a hundirse a toda velocidad. Era su última oportunidad.
Sin dudar un instante, Spike cargó a Tod y a Toby contra su pecho mientras que Sweetie colocaba un último hechizo en sus alforjas. Acto seguido, ambos se tomaron de casco y garra saltando al río al mismo tiempo, siendo arrastrados por la corriente en el momento exacto en que la reja de la sala reventaba por causa del peso de las rocas al otro lado.
La corriente los arrastró a través de un túnel estrecho mientras intentaban contener la respiración, ocasionalmente sufriendo algún impacto por causa de las rocas que se encontraban en el camino. Cada tanto sus cuerpos emergían y tenían la oportunidad de tomar aire, pero estas eran pausas apenas suficientes para reponerse. Habían perdido sus linternas en el camino, por lo que Sweetie iluminaba el recorrido con la luz de su cuerno, ayudándose con ella para evitar las rocas filosas que hubiera en aquella cueva, rocas que Spike intentaba destruir con sus piernas cuando tenía oportunidad para proteger a sus amigos.
El camino llegó a su fin. Los tres salieron disparados por la boca de la cueva apenas unos minutos después y cayeron a un lago en el cual desembocaba una cascada, sobre la cual recaían los rayos del sol de atardecer. Apenas emergieron dando una gran bocanada, el dragón notó cierta familiaridad en aquel lugar. No era una sensación, era el mismo lago en el cual habían estado horas antes, bajo la misma cascada.
Todos salieron arrastrándose en el césped fuera del lago, faltos de energías, y el cachorro se sacudió el exceso de agua de su pelaje para luego caer rendido junto a su ama, quien respiraba agitadamente. Spike estaba junto a ellos, boca arriba, y los miró con cierta preocupación mientras oía el derrumbe de la montaña a lo lejos, y Sweetie le devolvió una sonrisa cansada antes de cerrar los ojos. Había caído inconsciente, y Spike la siguió pocos segundos después. Habían estado tan cerca de la muerte, que casi la habían palpado.