Atravesar el portal la dio una sensación de familiaridad que la tranquilizó bastante, a pesar del extraño efecto que se experimentaba cada vez que se cruzaba de un lado a otro. Solo duró un segundo, pero parecía haber durado una eternidad. En cuanto dio el segundo paso, notó cómo perdía el equilibrio y cayó sobre cuatro patas, una vez más. Se miró sus cascos, sin poder evitar esbozar una gran sonrisa.
-De nuevo en casa…-pensó ella, sintiendo algo cálido en su pecho que se extendía por todo su cuerpo.
Se dio la vuelta y pudo verse reflejada en la superficie del espejo mágico; por alguna razón, pensaba que se vería diferente desde a la última vez, pero en realidad seguía como siempre. La única diferencia era que sonreía como nunca antes lo había hecho. Y eso mismo la daba más motivos para sentirse aun más feliz.
-Mi viejo cuerno… espero no haberme olvidado, haré una prueba-murmuró en voz alta.
Al punto, se concentró y su cuerno brilló en un aura verdosa clara; todos los objetos a su alrededor comenzaron a levitar lentamente, elevándose hacia el techo.
-Perfecto, sigo en forma como el primer día-se dijo satisfecha, recolocando los objetos.
Sin perder más tiempo, salió por la puerta tranquilamente, totalmente confiada y segura de sí misma; sabía por dónde se salía, ya que había estado allí previamente antes de urdir todo su antiguo plan. Pero de lo que se olvidó fue de las guardias, puesto que nada más torcer a la izquierda al salir, se dio de bruces con uno de ellos, el cual tenía su cuerno encendido. Miró entonces por la ventana y vio la luna ecuestriana brillando en lo alto del cielo estrellado.
-Anda ¿aquí también es de noche?
Pero en ese momento se percató de que el guardia le miraba fijamente, como si no estuviera del todo seguro que ella se encontraba allí; se sostuvieron la mirada por unos segundos y Sunset decidió romper el hielo.
-Esto… ¿buenas noches?
-¡Alarma, intrusa, intrusa!-exclamó entonces el guarda.
Sunset pegó un bote y echó a correr por puro instinto; el guardia corrió tras ella, mientras que otros muchos comenzaban a aparecer desde todos los lados.
-¡Alto, he dicho alto, no se mueva!-ordenó el guardia.
-¡No soy ninguna amenaza!-exclamó ella.
-¿Entonces por qué corre? ¡No me va a engañar!
Desde el otro lado del pasillo, una tropa de guardias se echó sobre ella, a punto de apresarla; pero haciendo mano de sus reflejos, Sunset se concentró y al segundo siguiente desapareció. El guardia que la perseguía se dio de bruces contra sus compañeros, al tiempo que ella reaparecía al otro lado del pasillo, torciendo a la derecha. Esquivó a más grupos de guardias que corrían por las esquinas, buscándola a ella, y siguió todo recto, pero resultó acabar en un callejón sin salida, frente a un alto ventanal desde donde se podía ver parte del imperio de cristal.
-¿¡Dónde está?! ¡Encontradla, que no escape!
-¡Avisad al príncipe, ponedle en alerta! -se oía cerca de donde se encontraba.
Sunset se dio la vuelta, pero en ese momento vio que había unas puertas dobles justo a su lado; no lo dudó ni un instante y se adentró tras ellas, cerrando justo después.
-Buf…-suspiró, aliviada.
Pero la tranquilidad duró poco, puesto que resultó encontrarse en el lugar menos indicado para esconderse; tras el dosel de una ancha cama de matrimonio, unos atónitos Shining Armor y Cadance la miraban sin comprender nada. Shining sostenía con su magia un periódico, mientras que Cadance hacía lo propio con un libro.
-¿Quién es usted, qué hace en nuestros aposentos, qué es esto?-inquirió él, alterado.
Sunset quiso responder, pero en ese momento Cadance habló.
-Un momento, tú eres… Sunset Shimmer…
Justo después, las puertas se abrieron de golpe.
-¡Señor, se ha colado una intrusa en el palacio, debe…!
El guardia se quedó mirando a la unicornio, como si no estuviera seguro de lo que veía.
-¡Es ella!-exclamaron el resto de guardias, entrando en tropel.
-¿¡A que esperáis?! ¡Prendedla!-exclamó Shining.
Al punto, los guardias se echaron sobre ella, inmovilizándola contra el suelo.
-¡No, soltadme, parad, no vengo a robar nada!-exclamó ella.
-¡Ya basta!-ordenó en ese momento Cadance, saliendo de la cama.
Los guardias se quedaron quietos, mientras que la princesa se acercaba a ellos; miró de arriba abajo a la susodicha, encontrándose sus miradas y sosteniéndoselas durante unos pocos segundos.
-Soltadla.
-¿Qué? Pero, alteza…
-He dicho.
Los guardias obedecieron enseguida y liberaron a Sunset, la cual miró a la princesa agradecida. Se miraron de nuevo durante unos segundos y la princesa habló.
-¿Qué haces aquí? Twilight me comentó que te habías quedado al otro lado del espejo…
-Bueno, es una larga historia… se la puedo resumir.
-Ya… vamos a la sala del trono, allí estaremos más tranquilas.
-¿Quieres que vaya contigo, cariño?-inquirió Shining, dubitativo.
-Tranquilo cielo, estaremos bien… solo vamos a hablar.
Mientras se dirigían hacia allá, fueron hablando tranquilamente.
-Entonces… ¿el portal se ha vuelto a abrir? Qué raro, recuerdo que mi tía Luna comentó que sólo se abría cada treinta lunas…
-Y así es, pero… digamos que he forzado la cerradura.
-¿Que has hecho qué? ¿Es eso prudente?
-Bueno, en realidad no lo sé, pero créame alteza que necesitaba volver… después de que Twilight se fuera, la vida no me ha tratado con especial celo, y… bueno, creo que no me disculpé apropiadamente.
Cadance la miró fijamente, pero ella esquivó su mirada bajando la cabeza. Para entonces ya estaban en el salón del trono, pero Cadance no se sentó en él, sino que permaneció a su lado. Cerca de allí, una criada limpiaba los cristales diligentemente.
-Veo sinceridad en tus ojos, no hace falta que te sientas tan cohibida. Y por lo que puedo ver, el conocer a Twilight te ha hecho cambiar…
-Sí, realmente agradezco que me hubiera podido parar… nunca hubiera pensando que me podría convertir en…
Pero Sunset no pudo continuar y se quedó callada, apartándose de la princesa y mirando el paisaje nocturno del imperio desde la cristalera. En ese momento notó un casco posándose sobre su hombro y Cadance habló.
-No dejes que tu pasado te ahogue… lo que importa es el presente y lo que vas a hacer ahora, nada más.
Sunset se dio la vuelta y vio a la princesa dedicándola una sincera sonrisa que la reconfortó bastante.
-Gracias, alteza…
-Llámame Cadance-dijo ésta, guiñándola un ojo.
En ese momento oyeron un ruido metálico junto con un chapoteo, miraron a su diestra y vieron a una unicornio del servicio a quien se le había caído un cubo con agua.
-Oh, lo siento mucho, alteza…-masculló ella.
-Tranquila, no pasa nada, sólo es agua-apuntó Cadance, recogiendo el cubo con su magia y haciendo desaparecer el agua.
-Gracias, muchas gracias, alteza-repitió la criada, inclinándose ante ella.
Tras sus disculpas se retiró rápidamente, dejando a las dos solas de nuevo.
-¿Y qué piensas hacer ahora que estás aquí?-inquirió la princesa.
-Me gustaría ir a Canterlot y hablar con Sparkle… tengo mucho de lo que disculparme.
-Ya veo… bueno, puedes esperar a mañana y alojarte aquí, o si lo prefieres, partir ya para allá. El último tren parte en diez minutos.
-En ese caso me voy ya… aunque… no tengo bits, sólo dólares-se percató entonces Sunset.
-¿Dólares?
-Dinero humano… es ligeramente distinto al de aquí…-explicó ella, sacando un billete de un dólar de sus alforjas.
-¿Ese papel es dinero?-inquirió Cadance, extrañada.
-Sí… vaya ¿a cuánto saldrá el cambio de bits a dólares?-se preguntó Sunset, desviándose ella sola.
Pero al ver que la princesa la miraba ceñuda y sin apenas entender, murmuró.
-Oh, ni caso, divagaciones mías… el caso es que no puedo usar el dólar aquí…
-No te preocupes, di en la estación que carguen el importe al palacio. Y saluda a Twilight de mi parte.
-Así lo haré… gracias, alte… Cadance-se corrigió ella.
Se despidió de ella y cruzó todo el imperio en dirección hacia la estación, donde al principio tuvo ligeros problemas en la taquilla; no todos los días los ponis pedían que le cargasen el importe al palacio real. El tren llegó a la hora exacta, las diez de la noche, por lo que llegaría a Canterlot a eso de las once y media.
El viaje fue rápido y bastante fugaz, el tren atravesó rápidamente la helada estepa norteña y encaró un gran puerto de montaña que atravesaba las montañas de Cristal; en cuanto atravesó el angosto paso, continuó todo recto, bordeando algunos campos cubiertos de escarcha y hielo. El viento helado del norte evito que se durmiera por el camino y estuvo contemplando los paisajes que la vieja Ecuestria la ofrecía, sobre todo por la noche; inspiró con fuerza, dejándose llenar los pulmones por ese aire tan limpio y fresco, que nada tenía que ver con el de Pine Creek.
Más adelante, la escarcha dejó paso a unos verdes campos alumbrados por la luz de la luna y salpicados de altos pinos; el tren cruzó el cañón del Galope, un pequeño paso rocoso colindante a la explanada sobre la que se ubicaba de vez en cuando Cloudsdale, sobre todo cuando la tenían quieta por labores de mantenimiento. Fuertes sogas se ataban al suelo para mantenerla parada en el aire, ya que la mayoría de las veces solía ser llevada por el viento en un movimiento circular entre la cordillera del unicornio y el norte de Ponyville, donde casi siempre solía estar. Una vez que salió del cañón, el tren continuó todo recto hasta llegar a un cruce de vías, donde solían cambiar de sentido los trenes que se dirigían hacia Tall Tale o Vanhoover. Pero el poni guardián estaba en todo y mantenía las agujas en correcta posición, para que el tren tomara dirección hacia Canterlot. El desvío le llevó directamente hacia la cordillera del Unicornio, pero el tren recorrió el trayecto justo al lado, sin atravesar el sistema montañoso en ningún momento. Ese fue el trayecto más largo de todos, Sunset pudo ver al fondo la montaña donde se ubicaba Canterlot, la cual se hacía más grande y alta conforme el tren se acercaba a ella. La poni notó como su corazón se encogía de la emoción, más alegre que nunca. Después de tanto tiempo, volvía a su ciudad de origen, donde ella nació y creció; no pudo evitar que dos lágrimas surcaran sus mejillas, aunque por otro lado tampoco pudo evitar sentirse algo nerviosa. Pero ella había venido por algo, por lo que se repuso enseguida en cuanto entraron en el primer túnel. El sistema de túneles que conectaban la vía ferroviaria hacia todos las direcciones radicaba en el cruce central, justo en medio de la montaña, donde un complejo entramado de vías y agujas vigiladas constantemente mantenían la dirección correcta para los trenes venidos de todas partes de Ecuestria. En menos de cinco minutos incluso, el tren atravesó el interior de la montaña para acabar entrando en la estación de Canterlot, justo a la hora que ella previó.
-¡Canterlot desde el imperio de Cristal, fin de trayecto!-exclamó el revisor.
Sunset se apeó del tren, siendo ella la única pasajera; el andén de la estación lucia desierto, hasta la taquilla se encontraba vacía. Enfiló la calle de la estación, la cual también lucia desierta, aunque vio algún que otro poni dando un paseo nocturno. El reloj de la plaza marcó las doce menos cuarto y las campanadas se oyeron por todas partes.
-Ya es bastante tarde… el palacio ya debe estar cerrado, lo dejaré para mañana. Ahora… de vuelta al hogar-se dijo Sunset, ahogando un hondo suspiro.
Continuó todo recto por la calle de la estación y luego giró a la derecha por la primera intersección; atravesó varias callejuelas rápidamente, con el mapa en su cabeza, subió unas estrechas escaleras que conectaban dos calles transversales y fue todo recto hasta quedar en frente de una de las tantas casas que allí había. Era el numero veinticuatro, y unas pequeñas escaleras precedían a la puerta. Sunset miró a la fachada, como si buscara un desperfecto en ella, pero en realidad tan solo estaba dudando; ¿Cómo podía dudar en un momento así? Estaba en casa, después de todo ese tiempo fuera. Quizás se tratase de eso. O quizás no. De todos modos, quería verlos, necesitaba verlos. Subió las escaleras pesadamente, con el corazón martilleándola y sintiendo su cuerpo algo pesado. Llamó a la puerta con su casco y, tras varios segundos de espera, la puerta se abrió.
-¿Pero qué horas son estas de lla… mar?
La unicornio que abrió la puerta se encontraba entrada en años, aunque aún conservaba algo de jovialidad en su mirada; su crin tenía la misma coloración que la de Sunset, pero sus ojos eran más oscuros. Su pelaje poseía unos tonos más fríos y aclarados, pero de alguna manera conjuntaban. Las dos se miraron a los ojos, como si no creyeran bien lo que veían.
-Oh… Sunset… ¿eres tú?-inquirió la yegua, con los ojos llorosos.
La aludida la devolvió una mirada igual de brillosa y susurró.
-Hola, mamá.
Madre e hija no aguantaron más y se fundieron en un gran abrazo, sin poder evitar llorar de la alegría.
-Mi Sunset, mi niña… eres tú de verdad…-masculló su madre, llena de alegría.
-No sabes cuánto me alegro de verte, mamá… ya he vuelto a casa-murmuró Sunset, tragándose las lágrimas.
Las dos mantuvieron el abrazo un poco más y finalmente entraron en el recibidor de la casa.
-Espera a que te vea tu padre, se va a poner de contento… ¡Dusk! ¡Baja, mira quien ha vuelto!
En lo alto de las escaleras, apareció un unicornio igual e mayor que su madre, de ojos claros, pelaje oscuro y con una crin llena de canas.
-Espero que sea importante, Sunshine, ya sabes que estoy escribiendo mis memorias y necesito concentrar… me.
En cuanto vio a Sunset, se le hizo un nudo en la garganta y le fue imposible continuar, sin poder creer lo que veían sus ojos.
-Sunset… mi pequeña Sunset ¿eres tú?-musitó, sin apartar la mirada de ella.
-Hola, papá-saludó ella, sonriéndole.
El unicornio se lanzó escaleras abajo y, en cuanto la tuvo delante, abrazó a su hija con todas sus fuerzas; Sunset tenía que admitir que siempre había sido el ojito derecho de papá, por así decirlo, por lo que su padre era la que más cariño la profesaba siempre, antes de que ella se fuera.
-Has vuelto… sabía que volverías, nunca lo dudé, en ningún instante-masculló él, sin apartarse de su hija.
-Yo también te he echado mucho de menos, papá… no sabéis cuanto…-afirmó ella.
En cuanto la emoción y la alegría del reencuentro pasó, los tres se acomodaron en el salón para hablar.
-Cuéntanos cariño ¿Dónde has estado durante todo este tiempo?-inquirió su madre, curiosa.
-Sí, cuando le preguntamos a la princesa dónde estabas, tan solo nos reveló que te habías ido así, sin más… estaba muy apenada cuando nos lo dijo…-recordó su padre, haciendo memoria.
Sunset dejó escapar una triste mirada, no muy segura de si contárselo. Bajó la vista y murmuró.
-Es una larga historia… y no estoy orgullosa de ella.
Sus padres la miraron un tanto extrañados, pero a la vez curiosos.
-Puedes contárnoslo si quieres, cariño...-murmuró su madre, tomándola de su casco.
La primogénita suspiró y tras una breve pausa, comenzó a relatar todo su periplo, sin omitir nada; les contó absolutamente todo, desde que comenzó a ansiar más poder hasta los acontecimientos acaecidos al otro lado del espejo. En cierto punto de la historia apenas pudo contener las lágrimas y estuvo llorando un buen rato, pero ella continuó, puesto que quería soltarlo todo. Fue muy duro, pero a la vez, bastante liberador.
-No podía controlarme, apenas podía pensar, solo quería más y más. Pero la princesa consiguió detenerme. Fue horrible, mamá, pude ver todo el daño que causé durante todo ese tiempo y fue entonces cuando comprendí que me había convertido en un monstruo. Si no hubiera sido por ella yo… yo…
El dolor y la angustia del tener que contarles a sus padres todo lo que había hecho pudo con ella y lloró con fuerza, sin poder continuar; a pesar de todo, sus padres estuvieron a su lado en todo momento, abrazando a su hija y reconfortándola. Sunset se dejó envolver entre sus patas, pero eso solo hizo acentuar aún más el dolor.
-¡Lo siento! ¡Lo siento tanto, os he defraudado, no me merezco nada de esto, ni siquiera vuestro amor!-sollozó ella.
-No digas eso, cariño. Puede que hayas cometido errores, pero el primer paso para mejorar es reconocer esos errores, y eso ya lo has hecho-murmuró Sunshine.
-Tu madre tiene razón, hija, si realmente te arrepientes de todo lo que has hecho, en ese caso no tienes por qué seguir culpándote. Nosotros ya te hemos perdonado, no llores más, cielo, ni yo ni tu madre te vamos a reprochar nada-la aseguró Dusk, limpiando las lágrimas a su hija.
-¿De verdad? ¿Después de todo lo que he hecho, me vais a perdonar?-inquirió ella, insegura.
-Pues claro que sí, Sunset ¿Qué clase de padres seriamos si no lo hiciéramos? Puedo ver que realmente sientes haber hecho mal, con eso es más que suficiente. Eres nuestra hija, y eso no lo va a cambiar nada.
Fue entonces cuando notó como si se hubiera despojado de una pesada carga que llevaba tiempo arrastrando, sintiéndose así mejor consigo misma; ahora todo estaba mejor con el mundo, al menos un poco más.
-Gracias papá, mamá… os quiero mucho…-susurró entonces.
-Y nosotros a ti. Siempre serás nuestra pequeña Sunset.
Otro gran abrazo ayudó a la unicornio a sentirse mejor y, en ese momento, dejó escapar un lánguido bostezo.
-Estoy muerta… me gustaría descansar un poco…
-Claro cariño, tu habitación está arriba, sigue intacta y como la dejaste antes de irte.
Sunset subió las escaleras, giró a la derecha, abrió la puerta y encendió un candil; como bien le dijo su madre todo seguía igual, tal y como ella la recordaba. Su escritorio se encontraba limpio y ordenadito, sin ningún solo material a la vista encima de él. La colcha de su cama no tenía ni una sola arruga y estaba completamente lisa. Las baldas y estanterías se encontraban llenos tanto de juguetes y peluches con los que solía jugar de pequeña, así como de algunos premios de competiciones de magia y condecoraciones varias. Una gran nostalgia la invadió y tan solo pudo sonreír.
-Los viejos tiempos nunca se olvidan…
-¿Verdad que sí? parece que fue ayer cuando eras una pequeña e inquieta potrilla, ansiosa por aprenderlo todo sobre la magia. Siempre querías saber más…-asintió su madre, igual de nostálgica que ella.
Al lado del armario había un viejo poster en el cual aparecía la princesa Celestia en una pose bastante majestuosa, con su cuerno brillando y los ojos cerrados. Era un viejo poster promocional de la academia de magia para unicornios talentosos de la misma.
-Siempre la admiré, era mi mayor ídolo, mi referencia, quería ser como ella… quizás fue por eso mismo, me empeñé en ser la mejor-supuso Sunset, mirando al suelo.
-No tiene nada de malo el proponerse una meta, cariño. Siempre es bueno saber qué es lo que quieres hacer en la vida. Eres tú quien decide, y puedes marcar la diferencia si te lo propones.
-Lo sé, mamá, pero mira como acabé… no fue la mejor de mis decisiones…
-Y ahora lo sabes también. Estoy segura que la princesa lo entenderá y te perdonará. Cuando nos dijo que te habías ido estaba muy triste y abatida, incluso me llegó a comentar que había vuelto a cometer un grave error. No por ti, sino por ella. Realmente te aprecia, hija, eso te lo puedo asegurar.
Madre e hija se miraron por un momento y se sonrieron. En ese momento, Sunshine tomó el candil con su magia y la indicó.
-Venga, metete ya en la cama, debes estar agotada del viaje…
-Ay, mamá, venga ya, ya no soy una potrilla…
Aun así, su madre insistió y siguió tratándola como tal, lo que la molestaba un poco; como si volviera a tener cinco años, se vio arropada y arrullada por ella.
-Mamá, por favor, esto es vergonzoso…-masculló Sunset.
-No digas tonterías… para mí siempre serás mi pequeña Sunset.
A pesar del papelón por la que la estaba haciendo pasar, ella sonrió, contenta por haber vuelto y un poco más feliz. Sunshine la dio un beso en la frente.
-Descansa, cariño…
Apagó el candil con un rápido soplido y abandonó la habitación; Sunset se repantigó en su cama, aspirando el olor de sus viejas sábanas. Realmente todo estaba mejor con el mundo. Esa noche durmió mejor que nunca.
El continuo y molesto sonido del despertador acabó despertando de muy mala manera a una adormilada Rarity, la cual extendió su brazo de golpe para apagarlo. Dejó escapar un ligero murmullo ininteligible y se levantó pesadamente.
-¡Rarity, Rarity, a desayunar!-oyó una vocecilla al otro lado del pasillo.
-Ya voy, Sweetie Belle…
Normalmente no la suele molestar madrugar, pero ese día se sentía distinto; quizás fuera por todo lo que había pasado hasta ese momento con Sunset. O quizás tan solo era un día más. En cualquier caso, lo había estado consultando con la almohada y había llegado a la misma conclusión antes de dormirse.
-Quizás no debí haber sido tan fría con Sunset… después de todo, es mi amiga y lo está pasando mal…
Hizo mano del móvil rápidamente y abrió el WhatsApp, seleccionando la conversación con Sunset; su último mensaje decía: "Lo siento Rarity, de verdad, solo quiero hablar". Suspiró y fue a escribir algo, pero se lo pensó mejor y salió de la aplicación.
-Hablaré con ella, no es bueno que sigamos así.
Se dirigió a la cocina, donde su hermana pequeña y sus padres se encontraban desayunando.
-Buenos días, cielo-saludó su madre.
-Buenos días…
La radio se encontraba puesta y el locutor se encontraba explicando las causas del apagón de anoche.
-Hace pocas horas que se restableció el suministro de energía después del repentino apagón registrado ayer por la noche; aún se desconoce lo que causó semejante subida de tensión que dejó a todo el pueblo sin luz durante más de cinco horas. Todas las farolas han quedado reventadas y algunas cajas eléctricas como la del ayuntamiento o la del instituto Canterlot han quedado bastante dañadas, como resultado de la enorme tensión eléctrica a la que se vieron sometidas…
-Vaya ¿podremos dar clase?-se preguntó Rarity.
-No han dicho nada de que se cancelen, por lo que supongo que sí-supuso su madre, friendo bacon.
-Jo, no estaría mal un día libre por causas ajenas…-comentó Sweetie Belle, sin ganas.
-No tengas tanta cara, señorita… y comételo todo antes de que se enfríe.
-Sí, mamá.
Los huevos con bacon eran quizás la especialidad de su madre, pero también le quedaban muy bien las tortitas con miel y nata, con un buen tazón de leche y cereales. Tras el desayuno, Rarity se duchó rápidamente, se vistió y salió a la calle, en compañía de su hermana pequeña, dirigiéndose juntas a clase.
-¿Y por qué crees que se daría el apagón, Rarity?-inquirió Sweetie, curiosa.
-Pues no lo sé, supongo porque habría mucho consumo…-supuso ella, sin saber bien que contestar.
Una vez que llegaron al instituto, las dos se separaron y se fueron cada una por su lado; Rarity se dirigió a la puerta principal y pasó al lado de la estatua del corcel, pero vio entonces que el pedestal estaba precintado con cinta amarilla y negra por la parte trasera, puesto que el borde de la base superior que sostenía la estatua se había roto.
-¿Y esto?-inquirió ella en voz alta.
-No sabemos, cuando llegamos ya estaba así-anunció Applejack, justo al lado.
-Sí, incluso la directora se quedó extrañada, no sabía que se había roto… y tampoco ordenó que la precintaran…-añadió Fluttershy.
-Ya… ¿habéis visto a Sunset? Quiero disculparme con ella…
-No, no ha aparecido… espero que esté bien, yo también quiero disculparme…-asintió Fluttershy, algo cohibida.
-Sí, yo también… fuimos demasiado duras con ella, nos lo tomamos muy a pecho…
Pasando al lado de la entrada pudieron ver la caja eléctrica bastante chamuscada.
-¿Sabéis si al final va a haber clase?
-Sí, la directora nos reunió a todos aquí y nos dijo que sí habría clases, pero que no habrá recursos electrónicos en todo el día porque van a tener que cambiar la caja.
En el recibidor, la gente iba y venía, hablando entre sí o tecleando en sus móviles; vieron a Shine al otro lado del sitio y le preguntaron si había visto a Sunset.
-No, no la he visto, no sé cuándo vendrá.
-¿Y no la has llamado?
-No ¿Por qué iba a llamarla?
-Hombre, eres su novio…
-Sí, pero tampoco la voy a llamar a primera hora de la mañana…-argumentó el chico.
Las chicas le dejaron estar y se dirigieron a clase, preocupadas por Sunset. Rarity miró hacia el vestíbulo, esperando verla entrando por la puerta, pero ésta permaneció cerrada.
-Espero que esté bien…
Las campanadas del reloj de la plaza marcaron las nueve de la mañana, despertando a Canterlot; Sunset abrió lentamente los ojos, recordando enseguida que estaba en casa. Su hogar.
Se desperezó enseguida y encaró el día con un marcado optimismo y una gran sonrisa dibujada en su cara; bajó a la cocina, donde sus padres se encontraban haciendo el desayuno.
-Buenos días, cielo… ¿Qué tal has dormido?-inquirió su madre.
-Mejor que nunca en toda mi vida…-murmuró ella, sentándose en la mesa.
-¿No se dormía bien en ese mundo donde estabas tú?-inquirió su padre, dando un sorbo al café.
-Bueno, sí, pero es muy diferente… aparte que allí empezaba a hacer calor, pero aquí hace fresco y se duerme bien.
Sunshine elevó un tazón bastante grande con su magia, mientras comentaba.
-Como has vuelto después de tanto tiempo, he pensado que te haría ilusión volver a comer tu desayuno preferido…
Puso el tazón delante de ella y Sunset dejó escapar un respingo.
-Ah… leche con avena, heno, miel y azúcar…
-La misma…
Con una cuchara removió bien la leche y luego la probó; no pudo evitar soltar unas lágrimas.
-Oh, ahora es cuando más me alegro de haber vuelto… gracias, mamá-masculló ella, abrazándola.
La acompañó con unas tostadas y cupcakes que la supieron aún mejor.
-Hacía mucho tiempo que no desayunaba así…
-¿Y eso por qué, acaso no comías bien, cariño?-inquirió su madre.
-Es que allí el asunto de la comida también es muy distinto… hay bollería, pero no es como esta, es todo industrial, con aditivos y conservantes… la leche también es tratada después de obtenerla de las vacas, y la comida en general suele ser conservada-explicó ella.
En cuanto levantó la vista, vio a sus padres mirándola como si la hubieran cambiado por otra.
-Oh, perdón, lo siento, no me he dado cuenta…
-Me he perdido a partir de bollería…-admitió su padre.
-¿Qué es un aditivo?-inquirió Sunshine, extrañada.
-Nada, cosas humanas, no lo entenderíais.
Mientras desayunaban, les estuvo enseñando algunas cosas que se pudo llevar de allí, entre ellas su móvil.
-Mirad, esta soy yo allí-anunció ella, mostrándolas una foto suya como humana.
Tanto Sunshine como Dusk se quedaron boquiabiertos, incluso dieron un pequeño bote hacia atrás.
-¡Pero cariño, que hocico más pequeño!-masculló ella.
-¿¡Que son esas garras que tienes?!-inquirió él, algo asustado.
-Se llaman manos, y son más útiles de lo que parecen a simple vista-murmuró Sunset, divertida por sus reacciones.
-Ay, no sé, te ves muy rara…
Pasando las fotos de forma aleatoria, llegaron a ver una en la que ella salía con Shine, dándose un beso.
-¿¡Pero qué demonios?! ¿¡Quién es ese?!-exclamó su padre, poniendo el grito en el cielo.
-Tranquilo papá, solo es mi novio…
-¿¡Qué?!
-¡Anda, cariño, no me dijiste que tenías novio!
-Se llama Shine, y me ayudó a volver aquí… gracias a él estoy aquí-añadió ella.
-¡Pues dile a ese Shine de mi parte que ni se atreva a sobrepasarse contigo!
-Papá, no me seas carroza…
En cuanto terminaron de desayunar, Sunset se preparó para salir.
-¿Qué piensas hacer hoy, cielo?-quiso saber su madre.
-Quiero ir al palacio, me gustaría hablar con la princesa… ya sabes…-reveló ella.
-Vale… ¿te esperamos para comer?
-No sé, ya veré lo que hago, en cuanto sepa algo te aviso.
-Muy bien… saluda a la princesa de nuestra parte-añadió Sunshine.
-Claro.
Se despidió de ellos y se dirigió primero a la plaza, para luego tomar la calle principal hacia arriba, la cual daba directamente hasta la entrada principal del mismo. Las calles de Canterlot se encontraban hasta arriba de ponis que iban y venían, el mercado estaba abarrotado y los ponis de alta alcurnia marchaban con la cabeza alta, mientras que los de clase media andaban con un porte más normal. Al principio Sunset iba alegre y sonriente, admirando la gran ciudad, la cual apenas había cambiado en todo ese tiempo; pero conforme se iba acercando al palacio, se iba poniendo más y más nerviosa. Para cuando llegó a la verja principal, la temblaban las patas.
-Tranquila, puedes hacerlo… solo voy a hablar con ella, nada más-se dijo a sí misma, para calmarse.
Parecía ser jornada de puertas abiertas, puesto que tanto la verja como el portón principal se encontraban abiertos, sin apenas vigilancia; un guardia real incluso la saludó al pasar. Se dirigió al salón del trono, donde esperaba encontrar allí a Celestia. Para entonces, había dejado de temblar, pero seguía igual de nerviosa. En cuanto llegó al sitio, vio las puertas entreabiertas y echó un vistazo; en medio de la larga estancia, la princesa Celestia se encontraba levitando una pila de papeles y firmándolos con una pluma. Sunset cerró los ojos, abriéndolos enseguida y entrando en el salón. La puerta se abrió sin emitir ni un solo ruido y la alfombra roja ahogó sus pasos; se acercó a ella lentamente, parecía no haberse dado cuenta de su presencia. Pero en cuanto quedaba muy poco para alcanzarla, Celestia murmuró sin darse la vuelta.
-Ahora no puedo atender a las visitas, pásenle el recado a mi secretaria.
Sin embargo, ella se aclaró la garganta y la saludó con voz entrecortada.
-Hola, princesa.
En cuanto oyó su voz, Celestia dejó de escribir de golpe, como si no hubiera oído bien; se dio la vuelta lentamente y en cuanto confirmó sus sospechas, se quedó de piedra. Incluso dejó caer los papeles y la pluma.
-Sunset…-musitó ella.
Las dos se quedaron en silencio, sosteniéndose la mirada fijamente y dejando pasar los segundos; Celestia parpadeó, dejando caer un par de lágrimas, y se lanzó hacia ella. Su antigua estudiante hizo lo mismo y se dieron un efusivo abrazo, fue ella quien empezó a hablar.
-Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento…-lloró Sunset.
-No, soy yo quien lo siente…-masculló Celestia, llorando también.
-No, fui yo quien intentó conquistar Ecuestria… lo siento tanto… ojalá pueda perdonarme, princesa…
Las dos se quedaron en silencio de nuevo, sin dejar de llorar. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que compartieron un momento tan tierno como ese. Sunset habló, sin poder contener las lágrimas.
-Siento mucho haber dejado que mis ambiciones me dominaran. Si la hubiera hecho caso y hubiera hecho amigos en su día, quizás no hubiera ocurrido nada. Siento haberla gritado… siento haberla llamado traidora. Lo siento… lo siento tanto…
En cambio, Celestia negó con la cabeza y habló ella.
-No, Sunset, yo también debo disculparme. Sabía que tenías mucho talento y tú solo querías que me sintiera orgullosa de ti…
-Pero fue por eso por lo que la codicia me cegó… si no me hubiera obcecado en satisfacerla, las cosas serían muy distintas…
-Lo sé, pero yo apenas te presté la suficiente atención, o al menos la atención que tú me pedias… ni siquiera llegué a ser lo suficientemente imparcial contigo. Que tú te hubieras llenado de codicia era algo que podía pasar, sí, pero también era algo que yo podría haber evitado perfectamente… aun así no lo hice, dejé que tus ambiciones te devoraran. Ya cometí ese mismo error hace mucho tiempo… y como una tonta lo volví a cometer. ¡Lo siento, Sunset! ¡Lo siento mucho!-sollozó Celestia, abrazando a su antigua estudiante con todas sus fuerzas.
Los lloros de la que fue su mentora calaron hondo en ella, lo que la hizo reaccionar.
-No… nada de eso, fue todo culpa mía… usted no tuvo nada que ver…
-¡Sí, Sunset, sí, fue culpa mía también! ¡Y eso ha sido lo que más me ha dolido durante todo este tiempo! ¡Sufriste por mi culpa y pagaste por mi imprudencia! ¡Soy una tonta!-insistió Celestia.
Sunset quiso decir algo, pero no logró articular palabra alguna; las dos se quedaron en silencio, llorando juntas. El tiempo pasó muy despacio, dejándolas espacio. El mundo a su alrededor dejó de existir momentáneamente por pura consideración. Compartieron el mismo dolor y lloraron las mismas lágrimas. Después, la calma se impuso sobre las dos de forma suave y serena. Sunset recobró el aliento sobre el pecho de Celestia, la cual la acarició la crin suavemente.
-La he echado mucho de menos, princesa…-murmuró ella, más calmada.
-Yo también… no había un solo día en el que te recordara. Y los viernes se hicieron muy duros-admitió Celestia.
Las dos se separaron, mientras seguían hablando; dieron un paseo por el palacio hasta llegar a los jardines, donde la conversación siguió su curso de manera natural y tranquila.
-¿Y cómo has conseguido llegar hasta aquí? El portal no se abre hasta pasadas treinta lunas…
-Lo sé, pero digamos que… he forzado la cerradura.
-¿En serio? ¿Y cómo lo has hecho sin la ayuda de la magia?
-Mi novio me ayudó, usamos electricidad y funcionó.
-Anda ¿estás saliendo con un semental?
-Sí, bueno, aunque allí no se les llaman sementales… se llama Shine y es un poco más mayor que yo.
-Me alegro… y cuéntame ¿Qué tal te va todo por allí?
-Bueno, la vida parece darme una segunda oportunidad… tengo amigas que se preocupan por mí… y estoy volviendo a estudiar de nuevo.
-Eso es bueno, dejaste inacabados tus estudios de magia…
-Lo sé, pero éstos no tienen nada que ver… damos matemáticas, física, química, historia, lengua, español…
-Vaya, que interesante suena todo eso… cuéntame más de ese mundo.
La conversación se fue por otros derroteros, y en menos de cinco minutos, se encontraron visitando de nuevo la academia de magia para unicornios talentosos; allí, Sunset rememoró los viejos tiempos estudiando entre sus paredes, así como la vida como estudiante de magia. Visitaron su antigua aula, arrancando más de una sonrisa a la unicornio.
-Qué recuerdos… la de tiempo que me pasé empollando los libros. Y lo poco que aproveché mis oportunidades de hacer amigos…
-Muchos de los profesores coincidían en lo mismo contigo, eras brillante… y yo también lo creía, por supuesto. Desde el primer momento en tu prueba de admisión supe que acumulabas mucho potencial, por eso decidí tutelarte.
-El día más feliz de mi vida… desde siempre la había admirado ¿sabe, princesa? Me propuse ser tan poderosa como usted, manejar con gracia mis poderes… resulta irónico que al final ellos me acabaran manejando a mí…-murmuró Sunset, algo alicaída.
-Sé que te duele, pero ya hemos hablado de eso. Lo pasado, pasado está, lo que ahora importa es el presente y el futuro; me has demostrado que has cambiado y no puedo estar más orgullosa de ti-la animó Celestia.
Sunset sonrió, sintiéndose mucho mejor con ella misma.
-Gracias, princesa…
Las dos se volvieron a abrazar y regresaron de vuelta al palacio.
-Me gustaría hablar con Sparkle también… ¿sabe si está disponible?-inquirió ella, en un momento dado.
-Twilight no está aquí, se encuentra en Ponyville.
-¿Ah, sí?
-Sí, alterna entre el pueblo y el palacio, pero normalmente está allí. Si quieres ir a verla, puedes ir ahora.
-Oh, está bien, en ese caso iré para allá.
-Muy bien. Salúdala de mi parte.
-Claro.
Las dos se despidieron dándose otro gran abrazo y Sunset abandonó la sala del trono; al pasar por la puerta, se encontró con la princesa Luna, la cual la miró de arriba abajo.
-Buenas, princesa.
-Hola, Sunset Shimmer-la saludó ella.
Salió del palacio, dirigiéndose primero a su casa para avisar a sus padres y coger algo de dinero.
-Me voy a Ponyville a hablar con la princesa… no me esperéis para comer.
-Muy bien, pásatelo bien.
Tras esa breve visita volvió a dirigirse a la estación de tren y compró un billete de ida hacia Ponyville; la espera no se hizo muy larga, y tras diez minutos justos el tren hizo acto de presencia y se subió a él.
El viaje fue mucho más rápido y corto que desde el imperio de Cristal, en tan solo media hora se personó enseguida, ya que estaba bastante cerca de la montaña. Nunca antes había estado en Ponyville, pero su primera impresión en cuanto lo vio fue bastante favorable; se esperaba algo más pequeño, con muy poca afluencia y más tranquilo, pero descubrió bastante asombrada que el pueblo era bastante grande y con muchos ponis por sus calles. Preguntando acerca de dónde podía encontrar a la princesa, la informaron que se encontraba en la biblioteca, recibiendo indicaciones para llegar hasta allí. Se dirigió primero hacia la plaza, tomando el ayuntamiento como referencia y pasando al lado del parque; cuando fue a atravesar un pequeño puente sobre una parte del rio que cruzaba el pueblo, algo la abordó con fuerza por detrás, acabando en el suelo. Llegó a divisar una estela multicolor justo a su lado.
-¡Ajá, te pillé! ¡Te conozco, tu eres la poni que robó la corona a Twilight!-exclamó una voz que ella conocía bien.
-¡Rainbow Dash!
-¡Exacto, la auténtica y genuina! ¿A qué has venido, a robarla de nuevo? ¡Contesta!-exclamó ella, reteniéndola contra el suelo.
-¡Agh, nada de eso, solo quiero hablar con ella, nada más!-argumentó Sunset.
Aun así, la pegaso multicolor no se fio de ella.
-¿Seguro? Como sea un truco, te arrepentirás de haber venido por aquí…
-¡Seguro, y ahora hazme el favor de apearte de mis riñones! ¿Quieres?
-¡Oye! ¿A que vienen esas confianzas? ¡Si ni nos conocemos!-la espetó Rainbow.
Sunset se reservó el explicarle nada y consiguió zafarse de ella.
-Solo he venido a hablar con ella, nada más. No vengo a robar nada.
Rainbow Dash la miró de arriba abajo, no muy convencida.
-Está bien… pero mucho ojito, te estaré vigilando-la avisó ella, antes de alzar el vuelo de golpe.
Sunset rodó los ojos, mientras se volvía a poner en marcha. Una vez en la plaza, fue calle abajo, hasta el fondo, cuando pudo ver la silueta del árbol que era la biblioteca. Una vez que llegó, llamó a la puerta con su casco, abriéndola un pequeño dragón lila y verde.
-¿Sí?
-Hola, me han dicho que la princesa Twilight está aquí ¿puedo hablar con ella un momento, por favor?
-Ahora mismo no está aquí, ha salido… un momento, esa cara me suena…-murmuró el dragón, fijándose en ella.
Sunset quiso decir algo, pero entonces el dragón exclamó.
-¡Ah, Sunset Shimmer! ¡Atrás, no te saldrás con la tuya de nuevo, ésta vez soy un dragón y puedo ser peligroso si me lo propongo!
-¡No es nada de lo que piensas! ¡Sólo quiero hablar con Twilight, nada más!-trató de calmar los ánimos ella.
-¡Sí claro, y esperas que me lo crea! ¡Seguro que quieres vengarte de ella!-insistió Spike.
-¡Que no, que solo me quiero disculpar!-exclamó ella, harta.
Fue entonces cuando Spike se quedó callado, un tanto extrañado.
-¿En serio?
-¡Sí, sé que hice mal y he conseguido cambiar, en serio! Sólo quiero hablar con ella, de verdad…
El dragón la miró de hito en hito, rumiando sus palabras. Finalmente la creyó y anunció.
-Twilight se ha ido con su guardia personal, está de acampada junto al rio, un poco más arriba.
-Gracias-agradeció ella.
Se puso en movimiento, siendo seguida con la mirada por Spike hasta que éste la perdió de vista; pasó al lado de una tienda con forma de dulce, pero apenas la prestó atención. Siguió caminando por la calle, pero en el momento menos pensado algo pasó zumbando justo a su lado y se tuvo que parar, debido a que una poni rosada la cortaba el paso, sonriéndola fijamente.
-¿¡Pero qué demonios?!
-¡Hola! ¡Me llamo Pinkie Pie, y te he visto antes! ¡No me suenas de nada, por lo que puedo deducir que eres nueva, y en el caso de que seas nueva, te tengo que hacer una fiesta de bienvenida! ¡Y ya que estás aquí, yo misma te daré la bienvenida también!-exclamó entonces, antes de ponerse a cantar y bailar.
-Pinkie Pie…
-¡Oh! ¿¡Me conoces?! Aunque espera, ahora que te miro mejor, me suenas de algo…-observó ella, clavando la vista en Sunset.
-Aquí vamos de nuevo…-pensó ella, sin dudarlo.
-¡Ah! ¡Tú eres aquella poni tan mala que le robó la corona a Twilight!
-Sí soy yo, y antes de que digas nada más, no, no vengo a ni a vengarme ni a robar nada más. Sólo vengo a disculparme-se adelantó Sunset, sin ganas de dar más explicaciones.
Pinkie la miró por un momento, muy brevemente, y tras eso volvió a sonreír con ganas.
-¡Qué bien! ¡En ese caso te haré una fiesta de bienvenida y de disculpa también!
-Me parece perfecto, ya puedes empezar.
-¡No me lo digas dos veces!-exclamó Pinkie, antes de echar a correr.
-Pinkie Pie… como nunca en cualquier mundo…-pensó ella, sin poder evitar esbozar una tonta sonrisita.
Tras ese breve paréntesis rosa, continuó su viaje hasta llegar al sitio que Spike la indicó; para su sorpresa, vio que Twilight se encontraba tumbada al lado de Flash, el cual iba sin armadura, al igual que ella, que tampoco llevaba su corona. Se acercó un poco, ocultando su presencia.
-Gracias por invitarme, Twilight… sólo soy tu guardia personal, pero al menos no estoy de servicio ahora…
-Ah, ya ves tú… que seas mi guardia personal, no significa que no puedas ser mi amigo…
-Claro…
Los dos compartieron una mirada llena de complicidad y la alicornio violeta no pudo evitar sonrojarse un poco.
-Caramba, Sparkle, no pierdes el tiempo…-pensó Sunset, divertida.
En ese momento, se movió un poco, sacudiendo el arbusto tras el que se encontraba; Flash reaccionó al segundo siguiente y exclamó.
-¿Quién va?
-¿Qué pasa?
-Hay alguien ahí… ¡salga ahora mismo!
Sunset no supo bien si revelarse o esperar un poco, pero en ese momento oyó que algo se acercaba a ella y el pegaso la placó con fuerza, rodando por la ladera y cayendo los dos al rio.
-¡Flash!
Los dos salieron a la superficie a la vez, y en cuanto la vio, se quedó quieto, mirándola bastante sorprendido.
-Un momento… tú eres esa unicornio que me ayudó aquella vez…
-Sí, hola…
Twilight se asomó por un momento y al verla exclamó.
-¡Sunset! ¿Qué haces aquí?
-Hola, Sparkle… ¿podemos hablar?-inquirió ella, aun en el agua.
Los dos salieron del rio y se secaron al instante gracias a un hechizo rápido por parte de Twilight; ésta aceptó hablar con ella y se apartaron un poco para estar a solas.
-Que sorpresa… ¿a qué has venido?-inquirió la princesa, curiosa.
-Pues, principalmente, a disculparme. No me dio tiempo a hacerlo aquella vez, te tenías que ir…
-Ah… bueno, ya sabes que te perdoné desde el principio…
-Sí, pero yo apenas te di las gracias ni nada… si no hubiera sido por ti, habría echado mi vida a perder. Tú me hiciste ver que estaba equivocada… y me diste a las que ahora son mis mejores amigas. Por eso…
Las dos se quedaron en silencio por un momento, observando la corriente del agua.
-Sunset… me alegro ver que has conseguido aprender acerca de la amistad. Si te soy sincera, cuando la princesa me explicó lo que pasó hace tiempo, me quedé un tanto extrañada. No recordaba a nadie anterior a mí siendo tutelado por ella, cosa que además me dejó bastante asombrada. No todo el mundo puede llegar a ser tutorado por ella.
-Bueno, normal que no supieras de mí. Tengo dieciocho años, después de todo…
-Dos más que yo…-observó Twilight.
-Tan solo hice un año en la academia antes de irme, por lo que normal que no te sonara.
Otro corto silencio condicionó la conversación, antes de que Twilight volviera a hablar.
-Quiero que sepas que en ningún momento llegué a odiarte o despreciarte. Sólo quería recuperar mi corona, pero eras tan…
-… idiota es la palabra que buscas. Una completa y tarada idiota.
Las dos se miraron a los ojos por un momento y Sunset bajó la vista.
-Cuando te fuiste, volver a adaptarme no fue nada fácil. La gente cuchicheaba y me juzgaba, señalándome con el dedo y recordándome lo que hice durante todo ese tiempo. Por un lado tenía a las chicas, que siempre me apoyaron y estuvieron a mi lado; pero por otro, la presión social podía conmigo. Sabía que la culpa era mía, sin embargo más de una vez quise echarte la culpa a ti. Incluso traté de odiarte con todas mis fuerzas, pero aun así, no pude. A pesar de todo lo que llegué a hacer, me hiciste frente y luego me ofreciste tu perdón y amistad. Cuando echo la vista atrás y veo todo el mal que hice, no hago más que lamentarme y preguntarme cómo pude ser tan idiota.
Sunset hizo una breve pausa, dejando escapar un par de lágrimas.
-En realidad te tenia envidia… tú conseguiste llegar a ser princesa con tu empeño, pero yo sólo quería poder y más poder, sin importar qué. Conseguiste lo que yo en su día, ni siquiera intenté conseguir. La amistad te ayudó a superarte a ti misma. Eras muy especial. Y eso mismo me quemaba por dentro de envidia. Ahora que puedo ver lo que significa la amistad, es cuando más me arrepiento de todo. Lo siento, Twilight. Ojalá puedas perdonarme…
Sunset clavó la vista en el suelo, con los ojos anegados y sin atreverse a sostenerla la mirada; en ese momento, notó como la princesa la abrazaba de improviso y la dijo al oído.
-Ya lo hice en su día.
Fue entonces cuando notó como un ligero pinchazo en el pecho y la devolvió el abrazo, esbozando una gran sonrisa.
-Gracias, Twilight.
En ese momento, oyeron una chillona voz que exclamó.
-¡Fiesta de disculpa, disculpada! ¡Sopla las velas!
Miraron a su lado y vieron a Pinkie, con una tarta de chocolate en sus cascos y con unas letras glaseadas sobre ella que decían: "Lo siento mucho". Las dos se rieron tontamente y Twilight comentó.
-Es Pinkie Pie…
-… siendo Pinkie Pie, lo sé, tengo a otra que es igual-añadió Sunset, acabando la frase.
El resto de ponis estaban justo al lado, mirándolas sonrientes. Sunset sopló las velas y la fiesta comenzó justo después, apareciendo incluso de la nada.
Una vez que todo estuvo hablado y arreglado, Twilight inquirió.
-¿Y cómo están las demás por allí?
-Pues muy bien, como siempre…-murmuró Sunset, algo cohibida.
Twilight notó esto enseguida y murmuró.
-¿Seguro? ¿Puedo quedarme tranquila?
-Bueno… no es nada serio, aunque…
-Puedes contármelo, si quieres…
Sunset suspiró y la explicó.
-Antes de venir aquí, ellas se enfadaron conmigo por mi culpa, ya que no las devolví una llamada que no me llegó y… tengo que disculparme con ellas, igualmente.
Por instinto, sacó su móvil de sus alforjas y le echó un vistazo, pero estaba sin señal.
-Sin servicio, me lo esperaba…
En ese momento, Pinkie se echó sobre ella, exclamando.
-¡Hala! ¿Qué es eso, qué es eso, qué es eso?
-Es mi móvil… y te agradecería que te apearas de mi grupa, Pinkie…
-¿Y para qué sirve?
-Pues para llamar y hablar con otra persona, jugar, hacer fotos…
-¿¡De veras?! ¿¡Se puede hacer fotos?! ¡A ver, a ver!
Las demás también se acercaron, curiosas de ver semejante artefacto, y las estuvo enseñando sus fotos, entre ellas la foto grupal de ella con sus amigas. Excepto Twilight, las demás se quedaron pasmadas al verse a sí mismas, pero como humanas.
-¡Pero si soy yo!-exclamó Applejack.
-¡Oh, es increíble, mola casi tanto como yo!-masculló Rainbow, al ver su contraparte humana.
-¡Cielo santo, tiene tanto estilo como moi!-murmuró Rarity, del todo encantada.
-Vaya, parece… buena poni…-susurró Fluttershy, algo cortada.
-¡Oh, oh, mirad, mirad, tiene mi mismo mechón!-exclamó Pinkie.
El móvil se convirtió en el centro de atención y Pinkie sugirió hacerse una foto todas juntas; Sunset lo programó para que hiciera la foto tras una cuenta regresiva y todas se colocaron en fila, antes de que la luz roja dejara de parpadear. El resultado se pudo ver posteriormente, dejando a todas impresionadas.
-Vaya, que cosas más modernas tenéis por ahí…-comentó Applejack.
-Y su diseño es muy mono… parece una cajita de maquillaje muy fina-observó Rarity.
-En ese mundo los móviles son así de finos e incluso más. Éste es un Samsung Galaxy Ace 2-especificó Sunset.
En ese punto, la sugirieron pasar el resto de la tarde con ellas y Sunset aceptó encantada; por primera vez desde que regresó a Ecuestria, se sintió integrada y aceptada, además de que todas la habían perdonado. Incluso Rainbow se disculpó por haberla abordado antes. La estuvieron enseñando todo el pueblo y presentándola a muchos más ponis. La tarde se la pasó volando y en cuanto el reloj del pueblo marcó las ocho de la tarde, con todo el dolor de su corazón tuvo que anunciar.
-Me lo he pasado muy bien con todas vosotras, chicas, pero me temo que he de irme ya… me esperan al otro lado del portal.
-¿¡Te vas ya?! ¡Oh, yo pensaba que habías vuelto para quedarte!-masculló Pinkie, abatida.
-No, no puedo, tengo a mis amigos esperándome al otro lado… pero anímate, dentro de dos años y medio volveré a visitaros.
-¿¡Dos años y medio?! ¡Eso es mucho tiempo!-exclamó la poni rosa.
-Lo sé, pero es cuando el portal se abre en circunstancias normales… lo de hoy ha sido una excepción, no quiero forzarlo demasiado.
-Es una pena… te echaremos mucho menos, dulzura-murmuró Applejack.
-Sí, y no te preocupes, dos años se pasan volando.
-Bueno, Rarity, eso es relativo…
Las seis la acompañaron a la estación y estuvieron esperando al tren juntas, el cual se presentó en la estación tras diez minutos de espera.
-Te vamos a echar mucho de menos…
-¡Escríbenos!
-¡Te estaremos esperando con las patas abiertas!
Sunset se despidió de ellas una por una hasta llegar el turno de Twilight, la cual la sonrió dulcemente.
-Me alegro mucho por ti, Sunset. Espero que te vaya todo tan bien como hasta ahora.
-Muchas gracias por todo, Twilight…
-Ni lo menciones.
Las dos se dieron un gran abrazo. En ese momento se oyó al revisor exclamar.
-¡Tren hacia Canterlot, cinco minutos!
Se terminaron de despedir rápidamente y Sunset abordó el primer vagón antes de que la locomotora se pusiera en movimiento; Twilight y sus amigas siguieron al tren, diciendo adiós a Sunset, la cual las devolvía su adiós agitando el casco. El último vagón se perdió tras la primera curva y la estación desapareció de la vista.
-Gracias por vuestra amistad-susurró Sunset, sintiéndose totalmente en paz por primera vez en mucho tiempo.
El viaje de retorno a Canterlot se le hizo un poco más largo, pero aun así eso no empañó la alegría que sentía en esos momentos; era en ese momento cuando más agradecía el haber vuelto. Para cuando estuvo de nuevo en Canterlot, el sol estaba próximo a ocultarse y la noche comenzaba a hacer acto de presencia en lo alto del cielo; se pasó primero por el palacio para despedirse de la princesa, la cual se mostró algo apenada por su rápida marcha. Un fuerte abrazo entre alumna y mentora selló aún más su amor y amistad.
Después, se pasó por su casa, para despedirse de sus padres; fue quizás la más dura de las despedidas y la que más sintió.
-¿Pero cómo que te vas ya? Si acabas de llegar…-masculló su madre.
-Lo sé, mamá, me duele tanto como a ti, pero he de volver… me están esperando al otro lado del portal…
-¿Segura que no puedes quedarte un par de días más? Me habría gustado compartir más tiempo los tres juntos…
-Y yo, y yo, pero no va a poder ser… y hasta dentro de dos años y medio no creo que vaya a poder volver…
-¿¡Dos años?! Pero eso es mucho tiempo…-murmuró su padre, afligido.
-Así son las cosas… lo siento, me duele tanto no poder pasar más tiempo con vosotros. Ojalá hubiera otro modo…-masculló ella, sin poder evitar llorar.
A pesar de eso, sus padres lo comprendieron y aceptaron su marcha, fundiéndose en un gran abrazo familiar que duró casi un minuto.
-Os quiero mucho, papá, mamá…
-Y nosotros a ti, cariño.
Volver a separarse de sus padres fue aún más duro que cuando lo hizo por primera vez, pero se mantuvo fuerte en todo momento; la acompañaron a la estación, donde para su sorpresa, se encontró también con Celestia y Luna, acompañadas de sus guardias.
-¿¡Princesa?! ¿Qué hace aquí?
-Sé que nos despedimos antes, pero quería darte una sorpresa… y un regalo-añadió Celestia.
Usando su magia, sacó un pequeño regalo envuelto y se lo tendió; Sunset lo cogió y desenvolvió, revelando una cajita de madera tallada. La abrió y vio un colgante con forma de pequeño libro que se podía abrir; en su interior vio a cada lado una foto suya y de la princesa.
-Para que no me olvides, estés donde estés-añadió ella.
-Oh, princesa… muchas gracias-masculló Sunset, dándola otro gran abrazo.
-La quiero mucho, princesa-añadió ella.
-Y yo a ti, Sunset…
Para entonces, el tren ya había llegado y el revisor dio el primer aviso.
-¡Tren hacia el imperio de Cristal, cinco minutos!
Se dieron las últimas despedidas antes de que Sunset subiera; el tren lanzó un largo silbido y salió de la estación, al tiempo que ella se asomaba por la ventana y se despedía de todos. En cuanto llegó el primer túnel, los perdió de vista.
-Jamás podría olvidarla, princesa-pensó ella, poniéndose el colgante con la cadenita de oro que colgaba en su punta.
El viaje de regreso fue el más largo y pesado de todos los que hizo en ese rápido y escaso día que duró su visita; aun así, marchaba tranquila y sin nada más que temer. Su corazón latía en paz, sin más tribulaciones en él. Notó como volvía a ser feliz. Terminó enseguida de oscurecer y la noche se echó sobre Ecuestria, mientras ella dejaba que el aire nocturno la meciera hasta dormirse.
Llegó al imperio de Cristal a eso de las diez y media, el grito del revisor la ayudó a despertarla.
-¡Imperio de Cristal desde Canterlot, fin de trayecto!
Sunset dejó escapar un lánguido bostezo, al tiempo que salía del tren; el andén lucia desierto, al igual que las calles del imperio, las cuales brillaban con fuerza gracias al corazón de cristal, el cual giraba sempiternamente en el centro de la cúpula inferior del palacio. De la punta del mismo, una aurora boreal se desprendía de la misma, proyectando la magia del imperio hasta donde alcanzaba la vista. Sunset siguió con la mirada la aurora mientras se acercaba al palacio, pero algo que se le antojó extraño le llamó la atención.
-Un momento… ¿ese no es el espejo?
El espejo se encontraba en el balcón presidencial del palacio, encarando al imperio desde allí, justo al lado de la barandilla.
-¿Qué hace ahí? Ese no es su sitio-pensó ella, muy extrañada.
Por un momento se quedó parada, sin saber bien por qué. En ese momento le pareció ver que el espejo se movía hacia delante.
-¿¡Pero qué?!
Al segundo siguiente, se inclinó sobre la barandilla y comenzó a caer inexorablemente hacia el suelo.
-No… ¡no!-chilló Sunset, echando a correr.
En ese momento el tiempo se ralentizó y los sonidos se apagaron; Sunset corrió con todas sus fuerzas, tratando de alcanzar el espejo, pero éste caía rápidamente con todo su peso hacia abajo, dando vueltas sobre sí mismo. El cuerno de la unicornio se encendió, tratando de coger al vuelo el espejo, pero en ese momento resbaló, cayendo al suelo y desconcentrándose. Para entonces, sólo quedaban unos pocos metros entre el suelo y el espejo, pero parecía que tardaba horas en caer. En el momento menos pensado, el tiempo recuperó su ritmo y el espejo se encontró con el suelo; miles de pedazos de vidrio chascaron contra éste, esparciéndose hacia todas las direcciones. El tablón de madera que lo sostenía se partió en dos y las ornamentaciones de hierro que coronaba el marco superior se retorcieron. Las gemas que decoraban los lados del marco se quebraron en trocitos diminutos, al igual que su corazón. El grito de Sunset quebró el silencio del imperio.
-No… no… ¡no!
Se levantó a trompicones, acercándose al destrozado espejo; su cara de impotencia e incredulidad se reflejó en los trozos más grandes. Posó sus cascos en ellos, llegándose a cortar y sangrando abundantemente.
-No, no… ¿Por qué? No… no… ¡no!-chilló con todas sus fuerzas, comenzando a llorar amargamente.
Sus gritos y sollozos alertaron a casi todo el imperio, hasta Cadance y su guardia se personaron en el lugar.
-¡Sunset! ¿Qué ha pasado aquí?-inquirió ella, acercándose y viendo el estropicio que ahora era el espejo.
La unicornio siguió llorando desconsoladamente hasta que finalmente se desmayó; Cadance vio que estaba herida y comenzó a dar órdenes de inmediato.
-¡Llevad a Sunset a la enfermería, rápido! ¡Recoged todos los trozos del espejo, no os dejéis ninguno! ¡Cerrad todos los accesos del palacio y avisad a mi marido! ¡Un espejo así no podría caerse sin más, alguien ha debido de tirarlo, tenemos que descubrir quien ha sido!
-¡Sí, alteza!-exclamaron a la vez los guardias.
Cadance observó por un momento el destrozado espejo y luego echó un vistazo hacia arriba, en dirección al balcón; llamó a un escriba para que la redactara una carta a su tía.
-Querida tía Celestia, te mando esta carta con la mayor urgencia posible. Ha ocurrido una desgracia…
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¡Chan, chan, chaaaaan! XD y así empieza el punto de inflexión de la historia, a partir de aquí tomará un ritmo mucho más dinámico y mas detallado, cerrando antiguas cuestiones y abriendo muchas nuevas. En cuanto al tema de la edad de Twilight y Sunset me ha dado algunos quebraderos de cabeza, pero como no hay nada oficial de acuerdo a eso, preferí dejarlo como estaba, con un cambio de última hora; el problema radicaba en sus contrapartes humanas, ya que éstas aparecen cual adolescentes de instituto, cuando en Ecuestria parecen ser mucho mas mayores incluso. Pero bueno, de forma aproximada, yo creo que queda bien.