Noches sin luna [Aventura][triste] terminado capitulo 4
Publicado: 28 Mar 2014, 04:51
por kolbjorn
Pues aquí continuando subiendo mis historias lo mas rápido posible, espero que disfruten esta.
La historia anterior a esta la pueden encontrar aqui: viewtopic.php?f=11&t=3874 (creo que eventualmente tendré que crear un indice en algun lado )
Dos princesas. una amada, la otra olvidada, los origenes de la leyenda que cambió la historia del reino de Equestria
Capitulo 1
Capitulo 2: viewtopic.php?f=11&t=3956&p=162677#p162677
Capitulo 3: viewtopic.php?f=11&t=3956&p=163289#p163289
Capitulo 4 y epilogo: viewtopic.php?f=11&t=3956&p=162235#p164209
La historia anterior a esta la pueden encontrar aqui: viewtopic.php?f=11&t=3874 (creo que eventualmente tendré que crear un indice en algun lado )
Noches sin luna
Dos princesas. una amada, la otra olvidada, los origenes de la leyenda que cambió la historia del reino de Equestria
Capitulo 1
Spoiler:
Luna menguante.
La noche se extendía serena sobre Equestria, las estrellas brillando tranquilamente contra el cielo negro azulado mientras una luna en cuarto creciente ascendía lentamente. Todo el reino de los ponies estaba sumido en la tranquilidad absoluta con una sola excepción.
El castillo de las hermanas reales, mandado a construir por la menor de ellas hacia ya casi mil años, bullía de actividad, como era costumbre. Los guardias patrullaban y los criados se afanaban. Los mas novatos aun bostezaban y mostraban los ojos rojos que delataban a los poco experimentados en prestar servicio a la princesa de las estrellas.
En los niveles principales del palacio se movía la sirviente mas experimentada del castillo de la noche, como también era llamado. A pesar de su corta edad la joven yegua terrestre rápidamente había aprendido los manejos y escalado posiciones. Revisó que todo se encontrara en orden en la habitación principal y abrió los ventanales que llevaban a la gran terraza privada de la princesa de la luna.
Silver Mirror se detuvo unos instantes a revisar su aspecto en el enorme espejo de la habitación. Su uniforme de servicio, completamente negro excepto por una joya purpura y verde similar a el ojo de un gato que pendía de su cuello, combinaba con el tono azul profundo de su pelaje y contrastaba con su crin plateada, larga y ondulada.
Los ojos purpuras y brillantes se clavaron en su cutie mark, una luna llena reflejada en un espejo, y no pudo evitar sonreír. Eran pocos los ponies que obtenían una cutie mark con el sol o la luna en ellas y eso era indicación que estaban destinados a servir personalmente a la realeza, lo cual era lo que ella siempre había deseado desde que la princesa Luna visitó la aldea de Everfree, a poca distancia del castillo y en medio del bosque del mismo nombre, cuando era aun una potrilla.
Silver Mirror se arregló unas arrugas en su uniforme, era una falta de educación imperdonable presentar mal aspecto ante la realeza, y salió a la terraza. Fue solo cuestión de unos minutos antes de que una figura de color azul, un poco más grande que un corcel terrestre pero más esbelta que un pegaso, descendiera tranquilamente frente a ella.
La yegua terrestre había bajado la cabeza en señal de respeto, pero no pudo evitar levantar la mirada un poco y espiar el rosto de su señora. Consiguió un breve vistazo de los alegres ojos cian y de la crin color azul pálido y que en algunas partes parecía tener un tono más oscuro con pequeñas luces similares a estrellas.
-Bienvenida, majestad. Una muy hermosa noche como de costumbre, ¿disfrutó su vuelo?
-Así es. –La princesa Luna gritó como era su costumbre.
Silver Mirror sabía que en un pasado remoto un caballero pegaso, el fundador de la ciudad de Cloudsdale, le había enseñado que esa era la forma de hablar de los antiguos reyes de Unicornia y que las princesas lo utilizaban siempre que hablaban en público. Y aunque la mayor de ellas parecía olvidarlo de vez en cuando su princesa disfrutaba hacerlo, por lo menos en frente de otros ponies.
-Levantaos y acompañadme, Silver Mirror.
La voz de la princesa revolvió un poco la crin de la yegua, quien no se inmutó y siguió a Luna a sus aposentos, aunque a la primera oportunidad se reacomodó el peinado. Ya adentro la princesa se sentó en un enorme cojín de terciopelo negro.
-¿Deseáis que prepare vuestro baño, su majestad?- Silver Mirror imitó la forma de hablar de los unicornios de Canterlot.
-No, deseo hablarte de otra cosa.
Silver Mirror se sintió un poco nerviosa, no era normal que la princesa utilizara un dialecto informal con la servidumbre, contuvo la respiración mientras la princesa continuaba.
-De hecho ya no prepararas mi baño, ni atendrás mi guardarropa o alistaras mi cama. Necesito que te quites ese uniforme también, ya no eres mi recamarera personal…
El mundo de Silver Mirror se desmoronó tan lenta y estruendosamente como lo haría un castillo que hubiera perdido sus cimientos, se vio a si misma regresando a la granja de su padre, deshonrada, y lo peor, teniendo que soportar a su hermana, su cuñado y su estúpido carnero mascota, Grogar.
-… ahora serás mi dama de compañía. Prepárate, iremos a Canterlot a visitar a mi hermana y la gran corte.
-Pe… ¿perdón?- La joven yegua tartamudeó, insegura de lo que acababa de escuchar.
-Tus habitaciones están a un lado de las mías, como bien sabes. Ahí encontraras lo necesario para tu arreglo, partimos dentro de una hora.
Silver Mirror se inclinó de manera nerviosa y se alejó rápidamente, estaba plenamente consciente de la grave falta de respeto al no decir ni una sola palabra al salir, pero tenía miedo de que si abría la boca lo que escaparía seria un grito de alegría.
Luna sonrió mientras veía a su nueva dama de compañía salir tropezándose y olvidándose de cerrar la enorme puerta de la madera negra de la habitación. La princesa se levantó y la cerró sin ningún esfuerzo con una pezuña. aunque ya había oído antes a varios criados que se quejaban de tener que pedirle ayuda a los guardias para mover la enorme pieza, a ella le fascinaban las tallas en esta, eran burdas, los primeros intentos de los ponies por reaprender las artes perdidas hacia muchos siglos.
En cuanto estuvo fuera de la vista de cualquier pony se dejó caer pesadamente sobre el cojín. Durante su vuelo para colocar la luna en la órbita correcta y para asegurarse que las estrellas estuvieran en su posición había revoloteado sobre algunos pueblos y como de costumbre los había encontrado vacios.
Apenas había pasado unos cuantos minutos desde que su hermana había ocultado el sol cuando los ponies ya se habían retirado, los únicos que estaban afuera y que hubieran podido disfrutar de su esfuerzo eran los guardias que recorrían las calles y uno que otro borracho, y ninguno miraba hacia el cielo.
Ni siquiera en Everfree, el pueblo supuestamente dedicado a ella, encontró el más mínimo signo de actividad en las calles, solo luces en las ventanas que se apagaban lentamente conforme los ponies se iban a dormir.
Se acostó en el cojín, cerrando los ojos y suspirando melancólicamente. había noches en las que no le daba mucha importancia, pero había otras es las que se preguntaba si realmente valía la pena tanto esfuerzo, noches en la que estaba segura que igual podría elevar una esfera de queso en lugar de la luna y a los ponies les daría lo mismo. Esas noches eran cada vez más frecuentes y esta era una de las peores en el último mes.
Se lamió los labios, se preguntó si así se sentirían cualquier pony cuyo trabajo no era apreciado. Apretó la mandíbula, por supuesto que no, ningún pony sabía lo que ella sentía porque ningún otro pony tenía un trabajo tan importante y tan difícil como el suyo… ningún otro pony, excepto una yegua.
El tan solo pensarlo provocó que Luna bufara. Solo había un pony que estaba en posibilidad de comprender su situación, pero jamás lo haría. ¿Qué sabía ella de ser olvidada?, ¿de no ser valorada? Su hermana siempre estaba rodeada de ponies, pidiendo audiencias, pidiendo favores, de ponies que sentían bendecidos por el solo hecho de poder tocarla, de poder verla.
Y por supuesto Luna no podía hablar con su hermana, cuando no estaba en alguna sesión de la alta corte de Canterlot o hablando con los ministros y consejeros, quienes de hecho tendrían que reportarse también con Luna, estaba en alguna fiesta o desfile, con los oídos tan llenos de halagos y cumplidos que de seguro no se molestaría en escuchar lo que su hermanita tendría que decirle.
Se levantó de mala gana, realmente no tenía muchos ánimos de ir a Canterlot, pero ya se había comprometido. Arrastró sus pezuñas hasta el gran espejo y se miró, le tomó un par de minutos de respiraciones profundas para volver a ponerse la máscara sonriente que siempre usaba. ¿De que servía mostrar sus sentimientos a un grupo de ingratos que ni siquiera comprenderían lo que le pasaba?
Por su parte Silver Mirror no podría estar más feliz, entró nerviosa a las habitaciones de la dama de compañía de la princesa, que habían estado vacías desde el fallecimiento de la última yegua que tuvo ese honor, hacia cuarenta años.
Una vez que la puerta estuvo cerrada la yegua brincó a la cama y comenzó a gritar y dar vueltas en esta. Después de unos minutos de permitirse dejar salir su exceso de felicidad se levantó y corrió al enorme guardarropa.
Lo primero que la impresionó fue el tamaño de este, mucho más grande que el cuarto que compartió cuando potra con su hermana en la granja, lo segundo que le llamó la atención era que todas las prendas eran nuevas y del estilo preferido por la princesa, que en opinión de otros ponies era un poco lúgubre.
Silver Mirror tomó la manga de uno de los vestidos y lo acarició con cuidado, su señora había escogido esas prendas especialmente para ella. Seleccionó un atuendo cuidadosamente y rápidamente tomó un baño, esmerándose aun más de lo habitual, que ya era bastante, en su aseo personal.
Se puso el vestido largo de seda negra y bordados de plata con joyas del mismo material y se cepilló y peino la crin y cola a conciencia. Al finalizar esperó pacientemente a las afueras de la habitación de la princesa, imaginándose que maravillosos ropajes usaría para visitar a su hermana. Para su gran desilusión la princesa apareció sin usar nada más que sus herraduras, collar y corona de costumbre.
-Estoy lista, su majestad.
Luna asintió, sonriente.
-Perfecto, Partamos al hogar de mi hermana entonces.
Luna comenzó a caminar por los pasillos seguida por Silver Mirror. Los demás miembros de la servidumbre miraban con asombro a la que una hora antes había sido una mucama. Llegaron a la terraza principal del castillo en el segundo nivel, separada solo de la sala del trono por un gran vestíbulo. Ahí ya las esperaba el carruaje de la princesa. Una enorme y pesada estructura descubierta de metal oscuro, adornado con púas, cadenas y el siempre presente ojo, tirada por cuatro pegasos.
Ambas yeguas subieron, Silver Mirror se sentó en la parte trasera, pero la princesa le indico con un movimiento de su cabeza que la acompañara en el lugar de honor a su lado, el cual la pony terrestre ocupo con nerviosismo.
-Adelante.- ordenó la princesa de la noche, haciendo uso de la voz real de Canterlot.
Los pegasos emprendieron el vuelo y se alejaron del castillo de Everfree, aunque la distancia entre ambos castillos era relativamente corta al vuelo los pegasos se tomaron su tiempo, ya que sabían que a la princesa el agradaba ver el paisaje cuando volaban.
Este retraso hiso que Silver Mirror se sintiera nerviosa, tal como el nombre de su cargo lo indicaba ella debía de hacerle compañía a la princesa, pero no sabía cómo hacerlo, el silencio comenzaba a volverse incomodo cuando la princesa lo interrumpió.
-Decidme, Silver Mirror, ¿sabéis que día es hoy?
La yegua se paralizó, rebuscando en su memoria todas las celebraciones, fechas históricas días feriados, no encontró nada que ce celebrara ese día o el siguiente.
-N… No, su majestad.
Luna suspiró.
-Hoy se cumplieron ochocientos treinta y cuatro años de la derrota de Discord, ¿sabes quién es Discord?
Silver Mirror asintió, su abuela le contaba muchas historias y leyendas.
-Era un rey loco que utilizaba magia extraña para hacerle la vida difícil a los ponies hasta que usted y su hermana la desterraron.
Luna bufó.
-No era un rey loco, es un monstruo, el peor que jamás ha existido o existirá. Y no hizo difícil la vida de los ponies, los torturaba y asesinaba para su diversión.
Silver Mirror guardó silencio de nuevo. Por su parte Luna había encontrado un poco de satisfacción, los ponies no recordaban que había pasada pero por lo menos en alguna de las leyendas le daban crédito a ella y no totalmente a su hermana, como sucedía la mayoría de las veces.
Después de unos momentos llegaron a la ciudad de Canterlot. Silver Mirror observó la capital de Equestria con la boca abierta, jamás la había visto y se sentía maravillada por las enormes torres de marfil blanco coronadas de oro que se elevaban desde las laderas de la montaña y sintió un poco de vértigo al ver el castillo real, construido en una ladera casi vertical pendiendo sobre un profundo precipicio.
Era precisamente ahí a donde se dirigía el carruaje. Finalmente tomando tierra en una terraza. La sensación de maravilla aumentó en la joven dama de compañía. Todo el lujo, las esculturas, el mármol, el oro, las joyas, los vitrales la dejaron sin habla. Muy a su pesar admitió que se veían mejor que las viejas piedras grises del castillo de la princesa Luna.
-¡Luna!
Silver Mirror se giró al escuchar la cálida voz, la princesa Celestia se acercaba lentamente a su hermana. Silver Mirror jamás la había visto a una distancia tan corta, siempre a lo lejos las pocas veces que había ido a visitar su hermana.
La princesa del sol se acercó con una sonrisa radiante a su hermana menor y le dio un abrazo que Luna respondió de una manera un poco fría. Silver Mirror la observó detenidamente, la diferencia de alturas entre la princesa del día y su princesa era mayor de la que había supuesto y su crin rosada tenía muchos mechones de otros colores suaves.
-¿Y quién viene contigo?
La pony terrestre se sobresaltó al comprender que hablaban de ella y se encontró con los ojos de la princesa del sol que la miraban con una educada curiosidad.
-Es mi nueva dama de compañía, precisamente me acompañará en la cena.
La susodicha dama realizó una reverencia.
-Mi nombre es Silver Mirror, su majestad, un verdadero placer conocerle.
Celestia sonrió y asintió.
-También es un placer conoceros, lady Silver Mirror.
La yegua dudó unos momentos acerca de corregirla o no respecto a sus situación social, sin embargo la princesa del sol continuó hablando.
-¿Y dónde está el resto de tu corte, hermanita?
Luna bufó.
-Solo viene Silver Mirror, no necesito nadie más. –Después añadió en voz baja. –Y ya te he dicho que no me llames hermanita en público.
Celestia suspiró.
-Está bien Luna, entremos.
Silver Mirror siguió nerviosa a las dos princesas, ese tipo de interacción entre las hermanas reales no era lo que esperaba. Ingresaron al vestíbulo donde una gran multitud de ponies rodeo a la princesa Celestia y cuatro o cinco saludaron a Luna.
Después de un par de minutos un mayordomo unicornio anuncio que la cena está servida así que la gran multitud se dirigió al salón de fiestas donde una enorme mesa había sido colocada. Silver Mirror notó que aunque ambas princesas caminaban al frente de la procesión apenas hablaban entre sí. Lo cual la sorprendió porque aun su hermana y ella, que no tenían la mejor de las relaciones, charlaban bastante cuando tenían mucho tiempo sin verse.
Al llegar al gran salón los ponies ocuparon sus lugares designados, Silver Mirror miró nerviosa a sus alrededores, ocupando su lugar al lado de la princesa Luna, quien a su vez estaba sentada a un lado de la princesa Celestia, que ocupaba la cabecera. Se sentía realmente fuera de lugar en una mesa llena de nobles y altos señores mientras ella era solamente una potra nacida en una granja y que hacia menos de dos horas trabajaba como la recamarera personal de la princesa Luna.
En frente de ella se encontraba un unicornio aproximadamente de la edad de su padre, el pelaje era blanco y la crin del negro más oscuro que hubiera visto, con la excepción de varias canas. Pero lo que más le impresiono era los ojos, de color azul hielo e igual de fríos, pequeños pero inteligentes y moviéndose de un lado a otro para analizarlo todo. Había una pequeña plática amena cuando el unicornio blanco la interrumpió.
-Princesas, hemos recibido noticias del oeste, los reinos grifos de Ninua y Shakar-Hur están en guerra, de nuevo.
Los consejeros y nobles murmuraron, comentando la noticia.
-Hay algo mas.- Continuó el unicornio –Todo parece indicar que un grupo de grifos sin clan fundó un nuevo reino en las montañas, Kadingirra o algo así, habrá que ver cuánto tiempo pasa antes de que los reinos de los alrededores los aplasten.
Silver Mirror se removió nerviosa, lo único que sabía de los grifos era lo que le había contado su abuela. Vivian en unas tierras áridas mas allá de un gran desierto en el oeste, le había dicho que eran criaturas extrañas, mitad ave mitad felino, muy violentas y que comían carne… especialmente la de potros traviesos y desobedientes.
La voz de una joven pegaso llenó la sala.
-De seguro podemos hacer algo, ¿no? Esos grifos matándose entre ellos mismos, que horror… podíamos enseñarles a estar unidos, como los ponies.
El unicornio blanco soltó una carcajada.
-¿Los grifos unidos?, en el único momento en el que están unos junto a los otros sin arrancarse las gargantas es porque precisamente están planeando como hacerlo. Además a ningún país le conviene tener un grupo de grifos que no se estén matando entre sí, se les pueden meter ideas locas en la cabeza, ¿Cierto, sir Dawn Hammer?
Un enorme y macizo pony terrestre de color mostaza y crin rojiza, que usaba una armadura con el emblema del ejército real asintió. El unicornio blanco clavó su mirada fría en Silver Mirror.
-¿Y usted qué opina de todo esto, silenciosa dama?, estoy seguro que estos temas no se tratan en la mesa de su granja.
La mesa guardó silencio y todas las miradas se clavaron en la yegua, quien escuchó por primera vez hablar a la princesa Celestia desde que comenzó la cena.
-Lord Ice Star, por favor.
Silver Mirror tragó saliva, Lord Ice Star era el consejero de la princesa Celestia, un mago reconocido que, según los rumores, tenía la sangre del legendario Starswirl corriéndole por las venas. Los rumores también decían que lo que tenia de sabio lo tenia de maleducado, insolente y mordaz. El unicornio continúo.
-Bueno, creí que era obvio. Por la forma en la que se remueve incomoda y mira a todos lados es más que obvio que es la primera vez que está en una situación similar. Además sus brazos son fuertes y sus pezuñas visiblemente maltratadas a pesar de la pintura con las que las cubrió, señas de alguien que está acostumbrada al trabajo duro.
La princesa Luna solo pudo conseguir alguien así de las granjas de Everfree. Una excelente elección si me permite decirlo, un granjero terrestre tiene más sentido común y es más sincero que cualquier noble unicornio que no hace más que engordar y quejarse, por eso le preguntaba por su opinión.
Silver Mirror tragó saliva.
-Bu… bueno, yo creo… yo creo que… que no deberíamos entrometernos en los asuntos de otros países mientras no sean un riesgo para nosotros.
El unicornio sonrió.
-Ven, ¿Qué les dije?, Si le hubiéramos hecho la misma pregunta a nuestro ministro del exterior nos hubiera dado un discurso de dos horas que no habría sido tan sensato como lo que nos dijo esta yegua.
La citada yegua miró a la princesa a un lado suyo, aunque sonreía educadamente era más que obvio en su mirada que no le había agradado lo sucedido.
La cena continuo sin incidentes, Silver Mirror tratando de llamar lo menos posible la atención. En uno de los constantes vistazos que dedico a la princesa Luna se sorprendió al verla sonreír honestamente. Antes de que tuviera oportunidad de preguntarle discretamente que era lo que estaba sucediendo comenzaron a escucharse murmullos a las afueras del gran salón.
Los murmullos también se extendieron al lugar donde se estaba llevando a cabo la cena. A través de los vitrales los invitados pudieron ver algo extraño en el cielo nocturno. La princesa Celestia miró inquisitiva a su hermana, quien se encogió de hombros.
-Una pequeña sorpresa.
Los ponies se olvidaron por completo de la cena y salieron rápidamente a la gran terraza. Ahí a cielo abierto por fin pudieron ver el espectáculo. En el cielo nocturno brillaban y se deslizaban tranquilamente grandes ríos de frías luces verdes, azules y purpuras, arremolinándose, fluyendo y cambiando lentamente.
Ice Star se acercó a Celestia.
-Auroras boreales, jamás había visto una tan al sur.
Antes de que Celestia pudiera contestar se escuchó la voz de Luna.
-Están sobre toda Equestria, una celebración por el aniversario de…
Fue interrumpida por una pegaso color azul cielo y crin rosa en armadura, que aterrizo junto al pony terrestre de la armadura y le murmuró rápidamente algo al oído. Este se dirigió a Celestia.
-Su majestad, los ponies están asustados por las luces, aquí en la ciudad alguien corrió un rumor de que los dragones incendiaron el cielo.
Fue Luna la que respondió.
-¿Qué?, ¿Incendiar el cielo?, ¿Qué clase de estupidez es esa?
-Luna, detén esto.
La princesa de la noche miró a su hermana.
-¿Qué?
-Que detengas esto, estás asustando a…
Luna se giró para quedar completamente de frente a Celestia.
-¿Qué detenga esto?, ¿sabes cuánto esfuerzo es necesario para crear una aurora sobre toda Equestria?, ¡Tengo meses preparándome para esta noche!
Antes de que Celestia pudiera contestar otro pegaso aterrizó, en la terraza, alejado de la multitud, siguiendo la cadena de mando esta hablo con la primera pegaso, quien volvió a hablar con Sir Dawn Hammer y este a su vez se dirigió a las princesas.
-Hay reportes de disturbios pequeños en la ciudad y un grupo de habitantes esta a las puertas del palacio exigiendo hablar con la princesa Celestia.
Esta última miró a Luna, quien apretó las mandíbulas y bufó. Finalmente cerró los ojos y con un gran resplandor plateado de su cuerno las luces en el cielo se disolvieron.
-Gracias Luna, general Hammer, por favor ocúpese de tranquilizar a los ponies.
Ice Star se adelantó.
-¿Qué hay del resto de Equestria?, si esas cosas se vieron por todo el reino lo más probable es que la misma situación se haya repetido en cada ciudad y pueblo.
Celestia suspiró y se masajeó una sien.
-Está bien, manden mensajes a las capitales de cada distrito explicando que fue un error y…
-¿Un error?, ¿Cómo te atreves a…?
Celestia miró directamente a su hermana.
-Ahora no Luna, estoy tratando de arreglar este desastre.- Guardó silencio y miró a su hermana a los ojos por unos segundos. -Pensándolo mejor ahora sí, acompáñame a mi estudio.
Las princesas desaparecieron con un destello, dejando a Silver Mirror en medio de un mar de extraños que compartían con ella las miradas incomodas ante lo que acababa de suceder.
Ambas princesas reaparecieron en el estudio privado de Celestia, lleno de libros, pergaminos y distintos documentos. Apenas aparecieron Celestia comenzó a hablar.
-Muy bien Luna, tratemos de calmarnos. Lo que hiciste…
-Lo que hice fue esforzarme y darle a los ponies algo para recordar este día. ¿Sabías que quedan muy pocos que recuerdan quien era Discord?, ¿o recuerdan que es lo que hice para ayudar a derrotarlo?
Celestia comenzó a caminar de un lado para otro en frente de su hermana.
-Luna, ya no somos potras, gobernamos un reino. Tenemos que ponernos a pensar en las consecuencias de nuestros actos. Sabes que los ponies tienen miedo de la noche y de la oscuridad por todos los monstruos que aun...
Luna levantó la voz.
-¡Han pasado años desde la última vez que un monstruo atacó a un pony en la noche!, me aseguro perfectamente que todo esté en orden y esos estúpidos ingratos…
-¡Luna, silencio!
Celestia se acercó hasta que su nariz casi tocó la de su hermana.
-Primero que nada, jamás te dirijas a nuestros súbditos así. Segundo, ¿te pusiste a pensar en que es lo que pasaría por la mente de los ponies ver luces extrañas en el cielo aparecer repentinamente?
-Es. Una. Aurora. Las pongo en el norte y en el sur casi a diario y todo mundo sabe que son perfectamente inofensivas.
-Luna, estos ponies jamás habían visto una. Ponte en las herraduras de un pony corriente, si salieras de ese bosque de vez en cuando y hablaras con más ponies…
Luna entrecerró los ojos y se acerco más a su hermana.
-¿Me estás dando órdenes?
Celestia retrocedió un poco.
-¿Qué?
-¿Me estás dando órdenes?
Celestia volvió a acercarse.
-Supongo que sí. Si, te estoy dando órdenes. Si te tomaras unos minutos para…
-¡No tienes derecho a darme ordenes!, ¡Yo también soy gobernante de Equestria!
-Y me acabas de dar la razón, no escuchas a nadie, encerrada en tu propio mundo e ignorando a los demás. ¡Te estoy hablando como hermana mayor!, ¡Y las ordenes que te estoy dando son para el beneficio de los ponies!
-No puedes decirme como hacer mi trabajo, ¡No tienes idea de lo difícil que…!
Celestia bufó y comenzó a caminar en círculos.
-Luna, esto no es acerca del trabajo de quien es más fácil o difícil. Esto es acerca de hacer lo que es mejor para los ponies. ¿Puedes entender eso?
Las dos hermanas permanecieron en un silencio tenso mirándose a los ojos, finalmente Celestia cerró los ojos y suspiró, al abrirlos su mirada era cansada.
-Estamos enojadas, Luna, tratemos de calmarnos un poco. Durmamos y mañana hablaremos de esto, ¿de acuer…?
-Yo no duermo, debo vigilar la noche.
Hubo un destello y Luna desapareció dejando a Celestia sola.
-¿Luna?, ¡Luna!, ¡Deja de comportante como una potra inmadura y regresa aquí!, ¡No me dejes hablando sola!
No hubo respuesta, Celestia se acercó a puerta de su estudio y la abrió. Ice Star tenía la oreja pegada a esta. En cuanto se vio descubierto entró tranquilamente a estudio. Celestia se sentó en un sillón y suspiró.
-¿Qué voy a hacer con ella?, no me habla, no me dice nada, esta sonriente un segundo y al siguiente estalla. Siempre creí que el dejarla sola para que pensara las cosas por sí misma y organizara sus sentimientos era lo mejor, pero se volvió una ermitaña que vive en medio de un bosque, ¿Qué hago?
Ice Star se sentó junto a ella y se encogió de hombros.
-No lo sé, majestad, puedo aconsejarle en muchas cosas, pero soy hijo único y solo tuve una hija. Lo siento.
Celestia miró por la ventana a la luna.
-Solo espero que no olvide que la quiero y me preocupo por ella.
-Entonces debería de decírselo, su majestad. Se que jamás se dará el caso de algo parecido, pero cuando mi esposa falleció me arrepentí de no decírselo a diario.
Celestia se levantó y se dirigió a la salida, preparándose para enfrentar a los nobles que la esperaban de regreso, aunque preferiría retirarse a dormir.
-Mañana, mañana se lo recordare.
Silver Mirror se había alejado a un rincón y trataba de distraerse mirando la ciudad por encima del barandal cuando un resplandor plateado la cegó, cuando abrió los ojos, desorientada, se encontraba a un lado de la princesa Luna, que respiraba agitadamente, y en frente del carruaje en algún lugar de los niveles inferiores del palacio.
Los pegasos que las habían transportado hasta ahí estaban charlando con otro grupo de pegasos y al verlas aparecer corrieron apresurados, uno dando un último trago a un tarro de cidra antes de colocarse en posición de firmes ante la princesa.
-A Everfree, de inmediato.- Dijo secamente esta.
Los pegasos se acomodaron como pudieron los arneses del carruaje y Silver Mirror subió a este tropezándose, se sentó de nuevo junto a la princesa, pero esta no pronuncio ninguna palabra durante todo el incomodo viaje de regreso.
Al llegar al castillo la princesa de la noche descendió y avanzo sin mirar atrás.
-Puedes retirarte Silver Mirror, quiero estar sola.
Entró al nivel principal del palacio, asustando a dos guardias, también pegasos, que apresuradamente abrieron las puertas que daban acceso a la sala del trono. La princesa pasó rápidamente sin dar señales de ser consciente de la presencia de los pegasos y azotó las puertas detrás de ella con su magia.
Luna bufó, pero aun así trató de tranquilizarse. Se sentó en el trono detrás las enormes puertas de hierro y plata que daban acceso al lugar. Apretó la mandíbula de nuevo, su sala del trono era más pequeña que la de Celestia, su trono más sencillo y ella era solo protegida por dos pegasos mientras su hermana tenía toda una unidad de unicornios, terrestres y pegasos en a su alrededor cuando presidia.
No es que fueran necesarios, nadie se atrevería jamás a levantar una pezuña en contra de las dos hermanas… igual que nadie iba a pedir audiencia con Luna, excepto por los ponies que vivían en el bosque, que solo era una muy, muy pequeña porción de los habitantes de Equestria.
Sacudió la cabeza tratando de alejar esos pensamientos, había algo que siempre la ponía de buen humor pero necesitaba entrar con la mente libre de cualquier mala influencia para no provocar ningún daño a los ponies. Sonrió, esa era su habilidad especial, algo que nadie más, ni siquiera sus padres, podía hacer. Algo en lo que los ponies tenían que depender completamente de ella sin poder acudir a su hermana.
Cerró los ojos y suspiró, al abrirlos en medio de la sala del trono había una enorme mesa de banquetes y en la silla de honor un rechoncho unicornio que era atendido por una multitud de hermosas yeguas.
Luna dejó escapar una pequeña risa al mismo tiempo que miraba hacia arriba, se bajó con un pequeño trote del trono, caminó por detrás de las sillas, llevando en su pezuña izquierda un bandeja con varios platos en perfecto equilibrio. Se encaminó al final de la enorme sala blanca y dorada que ocupaba el lugar de su sala del trono y con una sonrisa puso los los contenidos de la bandeja enfrente del unicornio.
-¿Ensalada? –Preguntó este, que miró con enojo a Luna y pareció no reconocerla, posiblemente debido al uniforme de servicio que esta usaba.
-Sí, mi señor. –Contestó la princesa. –Yo y mis compañeras creemos que con un poco menos de peso se vería más atractivo y llamaría la atención de más yeguas.
El unicornio titubeó y asintió. -De acuerdo, ¡a partir de hoy comeré más sano!
Luna se alejó, mientras las meseras seguían atendiendo al unicornio ahora atlético… aunque su rostro seguía bastante gordo. Esquivó sillas y carritos de servicio y se adentró en un bosque, subiendo por una pequeña colina poblada de esbeltos pinos.
Desde la cima de la colina se podía ver un lago iluminado por la luz de la luna, no era tan hermosa como su luna pero debería admitir que el pony que la creó tenia potencial. En el medio del lago había un pequeño bote y en el una pareja de pegasos se juraban amor eterno. Luna volvió a girar los ojos al escuchar las palabras melosas que se decían el uno al otro. Tuvo un pequeño ataque de curiosidad y fijó su vista en el corcel.
Después miró hacia un lado, a unos cuantos metros de distancia el bosque se terminaba y cedía su lugar a una pradera soleada donde la misma pareja se abrazaba bajo un árbol sin decir ninguna palabra, Luna regresó su vista al lago nocturno y el corcel desapareció como el rocío.
La princesa fijó su vista en la planicie soleada y la yegua de ese lado desapareció de igual forma. Luna movió sus labios, pero no se escucho ninguna palabra, sin embargo tanto el corcel como la yegua sintieron un viento que parecía susurrar.
“Acercaos.”
Los dos se levantaron y caminaron dando tumbos, se encontraron en el lugar donde el bosque nocturno cambiaba a la planicie soleada, sin prestar atención a la princesa a un lado suyo. Los pegasos se abrazaron y sonrieron. Luna reanudó su paseo cuando escucho la voz de la yegua.
-Gracias a Celestia…
Un relámpago restalló en el cielo y un vendaval se desató, arrastrando los arboles del bosque y los pastos de la planicie, dejando a ambos ponies en medio de un desierto desnudo. Luna ya no estaba ahí, avanzaba furiosa, cada paso llevándola a un paisaje diferente donde invariablemente se desataba una tormenta.
Finalmente se detuvo, tomó aire un par de veces y se sintió apesadumbrada. Aun cuando su ira era justificada no debería de haber hecho eso, su deber era proteger a los ponies en su momento de descanso, no aterrorizarlos.
Miró a su alrededor, el paisaje era maravilloso, un bosque como jamás había visto. Sonrió y se sintió más alegre. Le agradaban los potros, sus visiones siempre eran mucho mejores que las de los adultos.
Escuchó rugidos y miró un grandes llamaradas en el horizonte, dio un par de pasos y se encontró con un enorme dragón de color rojo brillante, no muy diferente al viejo amigo de su hermana mayor, que estaba en combate con un pequeño potro terrestre de unos seis años.
El potro usaba una brillante armadura dorada y blandía lo que parecía ser una espada de plata, oro y diamantes. Luna observó divertida la escena, el pequeño potro cortó la cabeza del dragón con un tajo imposible y clavó su espada en esta. Luna volvió a sonreír y se dispuso a continuar su viaje.
-Muchas gracias, mi valiente caballero.
La princesa se detuvo al escuchar la voz y lentamente giró su cabeza. Ahí, enfrente del potro que ahora estaba arrodillado se encontraba su hermana mayor.
-Gracias por haberme rescatado, mi joven caballero. Ahora os concederé el más grande honor de mi reino.
El relámpago resonó de nuevo, el cielo de medio día se rompió y derrumbó como un cristal que hubiera recibido una pedrada, dejando solo oscuridad sobre el bosque.
-¿Tu reino? Equestria es nuestro…
El potro miró sorprendido a Luna que se quedó callada a media frase como si pensara en algo, repentinamente el rostro de la princesa de la noche se encendió con ira.
-¿Qué demonios haces aquí?, ¡este es mi lugar!, ¡Los sueños son míos! ¿También quieres quitarme esto?
Celestia no respondió, un viento comenzó a recorrer el bosque arrancando las hojas de los arboles, Luna dejó escapar un grito de rabia pura y de su cuerno salió disparado un rayo plateado que acertó a Celestia en el pecho. Su hermana se volvió gris y se desmorono como un castillo de arena.
Luna permaneció mirando el montón gris durante varios segundos, respirando por la boca, finalmente se dio vuelta hacia el potro, que no se había movido de su lugar.
-¿Por qué ella?, yo soy la princesa de las estrellas, la gobernante de las orbitas del astro de la noche, ¡Yo soy quien te protege en sueños!, ¡Deberías soñar conmigo!
El potro comenzó a caminar hacia atrás con el rostro lleno de terror.
-¡Responde!
El grito de Luna desató un vendaval que convirtió en polvo y arrastró el bosque y la armadura del pequeño, dejándolos en un vacio gris donde relámpagos retumbaban en el cielo sin estrellas.
Luna tomó al potro del cuello y se lo acercó al rostro.
-¡Tu princesa te ha dado una orden!, ¡respóndeme maldita sea!
El potro comenzó a llorar y a retorcerse entre las pezuñas de la furiosa princesa.
-¡Mamá!
Con el grito el potro se desvaneció, Luna se miró las pezuñas vacías y gritó de nuevo. El nuevo ventarrón barrio con el paisaje vacio que la rodeaba y le dejó en la sala de su trono.
Luna se levantó, a pesar de la furia se sentía extrañamente tranquila. Habría otra sensación, algo frio pero agradable se extendía por dentro de ella, a partir de su pecho. Comenzó a caminar con el rostro mirando hacia el suelo. Se sentía poderosa como una tormenta a punto de estallar como…
-¿Quién demonios eres?
En frente de ella había un par de pegasos, los reconoció como sus guardias, pero le apuntaban con sus lanzas. ¿Por qué lo hacían?, ¿Por qué querrían hacerle daño?, era estúpido… a menos que…
-¡Traidores!, ¿Cuánto les pagó?, ¿un estúpido titulo y un lugar en Canterlot?
El gritó de Luna provocó que los vitrales en la sala se agrietaran. Uno de los guardias bajó un poco la lanza.
-¿Pri…? ¿Princesa?
El otro guardia lo miró extrañado y estaba a punto de hablar cuando Luna los interrumpió.
-¡No me hables, traidor!
Antes de que los guardias pudieran reaccionar la sombra de Luna se extendió y un tentáculo oscuro como una noche sin estrellas y frio como el hielo tomó al guardia que había hablado de una pata y lo lanzó con fuerza contra una pared.
El segundo guardia reaccionó por instinto y cargó contra la criatura que acababa de atacar a su compañero, estaba seguro que a pesar de su apariencia un poco diferente esa cosa definitivamente no era su princesa.
Luna gruñó, una aura oscura envolvió la lanza, se la arrebató al guardia y la rompió contra la espalda de este, cuando trató de levantarse sintió una pezuña que presionó firmemente su cabeza contra el suelo.
-Suplícame, y tal vez perdone tu vida, asqueroso gusano.
El pegaso se retorció, la pezuña lo aplastó más fuerte.
-Que... ¿qué le has hecho a nuestra princesa?
Luna bufó y miró con desprecio al pegaso que trataba de levantarse inútilmente.
-Su princesa es una asquerosa traidora igual que ustedes, una ambiciosa ladrona que quiere tenerlo todo, pero yo no se lo voy a permitir.
El pegaso no tuvo oportunidad de responder, las sombras lo sujetaron por las alas y se las rompieron antes de arrojarlo contra uno de los vitrales. La sala del trono se encontraba en el tercer nivel del castillo y pasaron unos cuantos segundos antes de que Luna escuchara el golpe sordo.
Sonrió satisfecha, eso serviría de ejemplo. La sensación fría aumentaba dentro de ella, pero le agradaba más. No podía culpar a su hermana por tratar de arrebatarle lo que pertenecía, el poder se sentía realmente bien, era una tormenta a punto de estallar, y lo haría con placer.
Abandonó la sala del trono sin prestar atención al primer guardia que seguía tendido en el suelo. Apenas Luna se habría alejado el pegaso se levantó con trabajos. Se recargó contra la pared y comenzó a cojear, buscando algún espacio abierto. Tenía una pata rota pero las alas no, y necesitaba volar a Canterlot cuanto antes.
Luna subió por las escaleras, cada paso creando pequeñas grietas bajo sus pezuñas. Escuchó ruidos a su alrededor, gritos asustados y maldiciones pero no le importó. Un pequeño grupo de guardias, obviamente también comprados por su hermana, la miraron extrañados. Antes de que pudieran hacer algo Luna dejó que las sombras los envolvieran y se encargaran de ellos.
Llegó al nivel habitacional del palacio, los criados corrían de ella pero eran basura, no merecían su atención. Miró de reojo a Silver Mirror, que estaba en la entrada de sus nuevas habitaciones boquiabierta y que rápidamente retrocedió y cerró las puertas. Luna entró a su habitación, al pasar enfrente su enorme espejo este se fracturó. Si Luna hubiera prestado atención a ese hecho habría notado que las pupilas de sus ojos se habían vuelto alargadas como la de los gatos y su pelaje había adquirido un tono más oscuro.
Luna salió a la terraza y miró con ira el paisaje a su alrededor, enfocándose en la pequeña aldea de Everfree.
-Se acabaron los dulces sueños, ponies. Si van a traicionarme en mi reino pagaran el precio. ¡Esta será la primera de muchas noches de pesadillas!
Miró a su izquierda, a pesar de la distancia pudo apreciar el resplandor de las luces de Canterlot, luces que desafiaban su sagrada oscuridad. Luces encendidas en honor a su hermana, la usurpadora que le había quitado el poder que por derecho le correspondía.
-Es hora de que Equestria tenga una nueva gobernante, una nueva princesa.
Se lamió los labios mientras se elevaba lentamente.
-No, princesa no… una reina, una reina de la noche, una reina de la luna y de las pesadillas.
Gritó a todo pulmón mientras una tormenta comenzaba a formarse sobre su castillo.
-¡Regocíjate, Equestria, porque esta será la primera noche del reinado de Nightmare Moon!
La noche se extendía serena sobre Equestria, las estrellas brillando tranquilamente contra el cielo negro azulado mientras una luna en cuarto creciente ascendía lentamente. Todo el reino de los ponies estaba sumido en la tranquilidad absoluta con una sola excepción.
El castillo de las hermanas reales, mandado a construir por la menor de ellas hacia ya casi mil años, bullía de actividad, como era costumbre. Los guardias patrullaban y los criados se afanaban. Los mas novatos aun bostezaban y mostraban los ojos rojos que delataban a los poco experimentados en prestar servicio a la princesa de las estrellas.
En los niveles principales del palacio se movía la sirviente mas experimentada del castillo de la noche, como también era llamado. A pesar de su corta edad la joven yegua terrestre rápidamente había aprendido los manejos y escalado posiciones. Revisó que todo se encontrara en orden en la habitación principal y abrió los ventanales que llevaban a la gran terraza privada de la princesa de la luna.
Silver Mirror se detuvo unos instantes a revisar su aspecto en el enorme espejo de la habitación. Su uniforme de servicio, completamente negro excepto por una joya purpura y verde similar a el ojo de un gato que pendía de su cuello, combinaba con el tono azul profundo de su pelaje y contrastaba con su crin plateada, larga y ondulada.
Los ojos purpuras y brillantes se clavaron en su cutie mark, una luna llena reflejada en un espejo, y no pudo evitar sonreír. Eran pocos los ponies que obtenían una cutie mark con el sol o la luna en ellas y eso era indicación que estaban destinados a servir personalmente a la realeza, lo cual era lo que ella siempre había deseado desde que la princesa Luna visitó la aldea de Everfree, a poca distancia del castillo y en medio del bosque del mismo nombre, cuando era aun una potrilla.
Silver Mirror se arregló unas arrugas en su uniforme, era una falta de educación imperdonable presentar mal aspecto ante la realeza, y salió a la terraza. Fue solo cuestión de unos minutos antes de que una figura de color azul, un poco más grande que un corcel terrestre pero más esbelta que un pegaso, descendiera tranquilamente frente a ella.
La yegua terrestre había bajado la cabeza en señal de respeto, pero no pudo evitar levantar la mirada un poco y espiar el rosto de su señora. Consiguió un breve vistazo de los alegres ojos cian y de la crin color azul pálido y que en algunas partes parecía tener un tono más oscuro con pequeñas luces similares a estrellas.
-Bienvenida, majestad. Una muy hermosa noche como de costumbre, ¿disfrutó su vuelo?
-Así es. –La princesa Luna gritó como era su costumbre.
Silver Mirror sabía que en un pasado remoto un caballero pegaso, el fundador de la ciudad de Cloudsdale, le había enseñado que esa era la forma de hablar de los antiguos reyes de Unicornia y que las princesas lo utilizaban siempre que hablaban en público. Y aunque la mayor de ellas parecía olvidarlo de vez en cuando su princesa disfrutaba hacerlo, por lo menos en frente de otros ponies.
-Levantaos y acompañadme, Silver Mirror.
La voz de la princesa revolvió un poco la crin de la yegua, quien no se inmutó y siguió a Luna a sus aposentos, aunque a la primera oportunidad se reacomodó el peinado. Ya adentro la princesa se sentó en un enorme cojín de terciopelo negro.
-¿Deseáis que prepare vuestro baño, su majestad?- Silver Mirror imitó la forma de hablar de los unicornios de Canterlot.
-No, deseo hablarte de otra cosa.
Silver Mirror se sintió un poco nerviosa, no era normal que la princesa utilizara un dialecto informal con la servidumbre, contuvo la respiración mientras la princesa continuaba.
-De hecho ya no prepararas mi baño, ni atendrás mi guardarropa o alistaras mi cama. Necesito que te quites ese uniforme también, ya no eres mi recamarera personal…
El mundo de Silver Mirror se desmoronó tan lenta y estruendosamente como lo haría un castillo que hubiera perdido sus cimientos, se vio a si misma regresando a la granja de su padre, deshonrada, y lo peor, teniendo que soportar a su hermana, su cuñado y su estúpido carnero mascota, Grogar.
-… ahora serás mi dama de compañía. Prepárate, iremos a Canterlot a visitar a mi hermana y la gran corte.
-Pe… ¿perdón?- La joven yegua tartamudeó, insegura de lo que acababa de escuchar.
-Tus habitaciones están a un lado de las mías, como bien sabes. Ahí encontraras lo necesario para tu arreglo, partimos dentro de una hora.
Silver Mirror se inclinó de manera nerviosa y se alejó rápidamente, estaba plenamente consciente de la grave falta de respeto al no decir ni una sola palabra al salir, pero tenía miedo de que si abría la boca lo que escaparía seria un grito de alegría.
Luna sonrió mientras veía a su nueva dama de compañía salir tropezándose y olvidándose de cerrar la enorme puerta de la madera negra de la habitación. La princesa se levantó y la cerró sin ningún esfuerzo con una pezuña. aunque ya había oído antes a varios criados que se quejaban de tener que pedirle ayuda a los guardias para mover la enorme pieza, a ella le fascinaban las tallas en esta, eran burdas, los primeros intentos de los ponies por reaprender las artes perdidas hacia muchos siglos.
En cuanto estuvo fuera de la vista de cualquier pony se dejó caer pesadamente sobre el cojín. Durante su vuelo para colocar la luna en la órbita correcta y para asegurarse que las estrellas estuvieran en su posición había revoloteado sobre algunos pueblos y como de costumbre los había encontrado vacios.
Apenas había pasado unos cuantos minutos desde que su hermana había ocultado el sol cuando los ponies ya se habían retirado, los únicos que estaban afuera y que hubieran podido disfrutar de su esfuerzo eran los guardias que recorrían las calles y uno que otro borracho, y ninguno miraba hacia el cielo.
Ni siquiera en Everfree, el pueblo supuestamente dedicado a ella, encontró el más mínimo signo de actividad en las calles, solo luces en las ventanas que se apagaban lentamente conforme los ponies se iban a dormir.
Se acostó en el cojín, cerrando los ojos y suspirando melancólicamente. había noches en las que no le daba mucha importancia, pero había otras es las que se preguntaba si realmente valía la pena tanto esfuerzo, noches en la que estaba segura que igual podría elevar una esfera de queso en lugar de la luna y a los ponies les daría lo mismo. Esas noches eran cada vez más frecuentes y esta era una de las peores en el último mes.
Se lamió los labios, se preguntó si así se sentirían cualquier pony cuyo trabajo no era apreciado. Apretó la mandíbula, por supuesto que no, ningún pony sabía lo que ella sentía porque ningún otro pony tenía un trabajo tan importante y tan difícil como el suyo… ningún otro pony, excepto una yegua.
El tan solo pensarlo provocó que Luna bufara. Solo había un pony que estaba en posibilidad de comprender su situación, pero jamás lo haría. ¿Qué sabía ella de ser olvidada?, ¿de no ser valorada? Su hermana siempre estaba rodeada de ponies, pidiendo audiencias, pidiendo favores, de ponies que sentían bendecidos por el solo hecho de poder tocarla, de poder verla.
Y por supuesto Luna no podía hablar con su hermana, cuando no estaba en alguna sesión de la alta corte de Canterlot o hablando con los ministros y consejeros, quienes de hecho tendrían que reportarse también con Luna, estaba en alguna fiesta o desfile, con los oídos tan llenos de halagos y cumplidos que de seguro no se molestaría en escuchar lo que su hermanita tendría que decirle.
Se levantó de mala gana, realmente no tenía muchos ánimos de ir a Canterlot, pero ya se había comprometido. Arrastró sus pezuñas hasta el gran espejo y se miró, le tomó un par de minutos de respiraciones profundas para volver a ponerse la máscara sonriente que siempre usaba. ¿De que servía mostrar sus sentimientos a un grupo de ingratos que ni siquiera comprenderían lo que le pasaba?
Por su parte Silver Mirror no podría estar más feliz, entró nerviosa a las habitaciones de la dama de compañía de la princesa, que habían estado vacías desde el fallecimiento de la última yegua que tuvo ese honor, hacia cuarenta años.
Una vez que la puerta estuvo cerrada la yegua brincó a la cama y comenzó a gritar y dar vueltas en esta. Después de unos minutos de permitirse dejar salir su exceso de felicidad se levantó y corrió al enorme guardarropa.
Lo primero que la impresionó fue el tamaño de este, mucho más grande que el cuarto que compartió cuando potra con su hermana en la granja, lo segundo que le llamó la atención era que todas las prendas eran nuevas y del estilo preferido por la princesa, que en opinión de otros ponies era un poco lúgubre.
Silver Mirror tomó la manga de uno de los vestidos y lo acarició con cuidado, su señora había escogido esas prendas especialmente para ella. Seleccionó un atuendo cuidadosamente y rápidamente tomó un baño, esmerándose aun más de lo habitual, que ya era bastante, en su aseo personal.
Se puso el vestido largo de seda negra y bordados de plata con joyas del mismo material y se cepilló y peino la crin y cola a conciencia. Al finalizar esperó pacientemente a las afueras de la habitación de la princesa, imaginándose que maravillosos ropajes usaría para visitar a su hermana. Para su gran desilusión la princesa apareció sin usar nada más que sus herraduras, collar y corona de costumbre.
-Estoy lista, su majestad.
Luna asintió, sonriente.
-Perfecto, Partamos al hogar de mi hermana entonces.
Luna comenzó a caminar por los pasillos seguida por Silver Mirror. Los demás miembros de la servidumbre miraban con asombro a la que una hora antes había sido una mucama. Llegaron a la terraza principal del castillo en el segundo nivel, separada solo de la sala del trono por un gran vestíbulo. Ahí ya las esperaba el carruaje de la princesa. Una enorme y pesada estructura descubierta de metal oscuro, adornado con púas, cadenas y el siempre presente ojo, tirada por cuatro pegasos.
Ambas yeguas subieron, Silver Mirror se sentó en la parte trasera, pero la princesa le indico con un movimiento de su cabeza que la acompañara en el lugar de honor a su lado, el cual la pony terrestre ocupo con nerviosismo.
-Adelante.- ordenó la princesa de la noche, haciendo uso de la voz real de Canterlot.
Los pegasos emprendieron el vuelo y se alejaron del castillo de Everfree, aunque la distancia entre ambos castillos era relativamente corta al vuelo los pegasos se tomaron su tiempo, ya que sabían que a la princesa el agradaba ver el paisaje cuando volaban.
Este retraso hiso que Silver Mirror se sintiera nerviosa, tal como el nombre de su cargo lo indicaba ella debía de hacerle compañía a la princesa, pero no sabía cómo hacerlo, el silencio comenzaba a volverse incomodo cuando la princesa lo interrumpió.
-Decidme, Silver Mirror, ¿sabéis que día es hoy?
La yegua se paralizó, rebuscando en su memoria todas las celebraciones, fechas históricas días feriados, no encontró nada que ce celebrara ese día o el siguiente.
-N… No, su majestad.
Luna suspiró.
-Hoy se cumplieron ochocientos treinta y cuatro años de la derrota de Discord, ¿sabes quién es Discord?
Silver Mirror asintió, su abuela le contaba muchas historias y leyendas.
-Era un rey loco que utilizaba magia extraña para hacerle la vida difícil a los ponies hasta que usted y su hermana la desterraron.
Luna bufó.
-No era un rey loco, es un monstruo, el peor que jamás ha existido o existirá. Y no hizo difícil la vida de los ponies, los torturaba y asesinaba para su diversión.
Silver Mirror guardó silencio de nuevo. Por su parte Luna había encontrado un poco de satisfacción, los ponies no recordaban que había pasada pero por lo menos en alguna de las leyendas le daban crédito a ella y no totalmente a su hermana, como sucedía la mayoría de las veces.
Después de unos momentos llegaron a la ciudad de Canterlot. Silver Mirror observó la capital de Equestria con la boca abierta, jamás la había visto y se sentía maravillada por las enormes torres de marfil blanco coronadas de oro que se elevaban desde las laderas de la montaña y sintió un poco de vértigo al ver el castillo real, construido en una ladera casi vertical pendiendo sobre un profundo precipicio.
Era precisamente ahí a donde se dirigía el carruaje. Finalmente tomando tierra en una terraza. La sensación de maravilla aumentó en la joven dama de compañía. Todo el lujo, las esculturas, el mármol, el oro, las joyas, los vitrales la dejaron sin habla. Muy a su pesar admitió que se veían mejor que las viejas piedras grises del castillo de la princesa Luna.
-¡Luna!
Silver Mirror se giró al escuchar la cálida voz, la princesa Celestia se acercaba lentamente a su hermana. Silver Mirror jamás la había visto a una distancia tan corta, siempre a lo lejos las pocas veces que había ido a visitar su hermana.
La princesa del sol se acercó con una sonrisa radiante a su hermana menor y le dio un abrazo que Luna respondió de una manera un poco fría. Silver Mirror la observó detenidamente, la diferencia de alturas entre la princesa del día y su princesa era mayor de la que había supuesto y su crin rosada tenía muchos mechones de otros colores suaves.
-¿Y quién viene contigo?
La pony terrestre se sobresaltó al comprender que hablaban de ella y se encontró con los ojos de la princesa del sol que la miraban con una educada curiosidad.
-Es mi nueva dama de compañía, precisamente me acompañará en la cena.
La susodicha dama realizó una reverencia.
-Mi nombre es Silver Mirror, su majestad, un verdadero placer conocerle.
Celestia sonrió y asintió.
-También es un placer conoceros, lady Silver Mirror.
La yegua dudó unos momentos acerca de corregirla o no respecto a sus situación social, sin embargo la princesa del sol continuó hablando.
-¿Y dónde está el resto de tu corte, hermanita?
Luna bufó.
-Solo viene Silver Mirror, no necesito nadie más. –Después añadió en voz baja. –Y ya te he dicho que no me llames hermanita en público.
Celestia suspiró.
-Está bien Luna, entremos.
Silver Mirror siguió nerviosa a las dos princesas, ese tipo de interacción entre las hermanas reales no era lo que esperaba. Ingresaron al vestíbulo donde una gran multitud de ponies rodeo a la princesa Celestia y cuatro o cinco saludaron a Luna.
Después de un par de minutos un mayordomo unicornio anuncio que la cena está servida así que la gran multitud se dirigió al salón de fiestas donde una enorme mesa había sido colocada. Silver Mirror notó que aunque ambas princesas caminaban al frente de la procesión apenas hablaban entre sí. Lo cual la sorprendió porque aun su hermana y ella, que no tenían la mejor de las relaciones, charlaban bastante cuando tenían mucho tiempo sin verse.
Al llegar al gran salón los ponies ocuparon sus lugares designados, Silver Mirror miró nerviosa a sus alrededores, ocupando su lugar al lado de la princesa Luna, quien a su vez estaba sentada a un lado de la princesa Celestia, que ocupaba la cabecera. Se sentía realmente fuera de lugar en una mesa llena de nobles y altos señores mientras ella era solamente una potra nacida en una granja y que hacia menos de dos horas trabajaba como la recamarera personal de la princesa Luna.
En frente de ella se encontraba un unicornio aproximadamente de la edad de su padre, el pelaje era blanco y la crin del negro más oscuro que hubiera visto, con la excepción de varias canas. Pero lo que más le impresiono era los ojos, de color azul hielo e igual de fríos, pequeños pero inteligentes y moviéndose de un lado a otro para analizarlo todo. Había una pequeña plática amena cuando el unicornio blanco la interrumpió.
-Princesas, hemos recibido noticias del oeste, los reinos grifos de Ninua y Shakar-Hur están en guerra, de nuevo.
Los consejeros y nobles murmuraron, comentando la noticia.
-Hay algo mas.- Continuó el unicornio –Todo parece indicar que un grupo de grifos sin clan fundó un nuevo reino en las montañas, Kadingirra o algo así, habrá que ver cuánto tiempo pasa antes de que los reinos de los alrededores los aplasten.
Silver Mirror se removió nerviosa, lo único que sabía de los grifos era lo que le había contado su abuela. Vivian en unas tierras áridas mas allá de un gran desierto en el oeste, le había dicho que eran criaturas extrañas, mitad ave mitad felino, muy violentas y que comían carne… especialmente la de potros traviesos y desobedientes.
La voz de una joven pegaso llenó la sala.
-De seguro podemos hacer algo, ¿no? Esos grifos matándose entre ellos mismos, que horror… podíamos enseñarles a estar unidos, como los ponies.
El unicornio blanco soltó una carcajada.
-¿Los grifos unidos?, en el único momento en el que están unos junto a los otros sin arrancarse las gargantas es porque precisamente están planeando como hacerlo. Además a ningún país le conviene tener un grupo de grifos que no se estén matando entre sí, se les pueden meter ideas locas en la cabeza, ¿Cierto, sir Dawn Hammer?
Un enorme y macizo pony terrestre de color mostaza y crin rojiza, que usaba una armadura con el emblema del ejército real asintió. El unicornio blanco clavó su mirada fría en Silver Mirror.
-¿Y usted qué opina de todo esto, silenciosa dama?, estoy seguro que estos temas no se tratan en la mesa de su granja.
La mesa guardó silencio y todas las miradas se clavaron en la yegua, quien escuchó por primera vez hablar a la princesa Celestia desde que comenzó la cena.
-Lord Ice Star, por favor.
Silver Mirror tragó saliva, Lord Ice Star era el consejero de la princesa Celestia, un mago reconocido que, según los rumores, tenía la sangre del legendario Starswirl corriéndole por las venas. Los rumores también decían que lo que tenia de sabio lo tenia de maleducado, insolente y mordaz. El unicornio continúo.
-Bueno, creí que era obvio. Por la forma en la que se remueve incomoda y mira a todos lados es más que obvio que es la primera vez que está en una situación similar. Además sus brazos son fuertes y sus pezuñas visiblemente maltratadas a pesar de la pintura con las que las cubrió, señas de alguien que está acostumbrada al trabajo duro.
La princesa Luna solo pudo conseguir alguien así de las granjas de Everfree. Una excelente elección si me permite decirlo, un granjero terrestre tiene más sentido común y es más sincero que cualquier noble unicornio que no hace más que engordar y quejarse, por eso le preguntaba por su opinión.
Silver Mirror tragó saliva.
-Bu… bueno, yo creo… yo creo que… que no deberíamos entrometernos en los asuntos de otros países mientras no sean un riesgo para nosotros.
El unicornio sonrió.
-Ven, ¿Qué les dije?, Si le hubiéramos hecho la misma pregunta a nuestro ministro del exterior nos hubiera dado un discurso de dos horas que no habría sido tan sensato como lo que nos dijo esta yegua.
La citada yegua miró a la princesa a un lado suyo, aunque sonreía educadamente era más que obvio en su mirada que no le había agradado lo sucedido.
La cena continuo sin incidentes, Silver Mirror tratando de llamar lo menos posible la atención. En uno de los constantes vistazos que dedico a la princesa Luna se sorprendió al verla sonreír honestamente. Antes de que tuviera oportunidad de preguntarle discretamente que era lo que estaba sucediendo comenzaron a escucharse murmullos a las afueras del gran salón.
Los murmullos también se extendieron al lugar donde se estaba llevando a cabo la cena. A través de los vitrales los invitados pudieron ver algo extraño en el cielo nocturno. La princesa Celestia miró inquisitiva a su hermana, quien se encogió de hombros.
-Una pequeña sorpresa.
Los ponies se olvidaron por completo de la cena y salieron rápidamente a la gran terraza. Ahí a cielo abierto por fin pudieron ver el espectáculo. En el cielo nocturno brillaban y se deslizaban tranquilamente grandes ríos de frías luces verdes, azules y purpuras, arremolinándose, fluyendo y cambiando lentamente.
Ice Star se acercó a Celestia.
-Auroras boreales, jamás había visto una tan al sur.
Antes de que Celestia pudiera contestar se escuchó la voz de Luna.
-Están sobre toda Equestria, una celebración por el aniversario de…
Fue interrumpida por una pegaso color azul cielo y crin rosa en armadura, que aterrizo junto al pony terrestre de la armadura y le murmuró rápidamente algo al oído. Este se dirigió a Celestia.
-Su majestad, los ponies están asustados por las luces, aquí en la ciudad alguien corrió un rumor de que los dragones incendiaron el cielo.
Fue Luna la que respondió.
-¿Qué?, ¿Incendiar el cielo?, ¿Qué clase de estupidez es esa?
-Luna, detén esto.
La princesa de la noche miró a su hermana.
-¿Qué?
-Que detengas esto, estás asustando a…
Luna se giró para quedar completamente de frente a Celestia.
-¿Qué detenga esto?, ¿sabes cuánto esfuerzo es necesario para crear una aurora sobre toda Equestria?, ¡Tengo meses preparándome para esta noche!
Antes de que Celestia pudiera contestar otro pegaso aterrizó, en la terraza, alejado de la multitud, siguiendo la cadena de mando esta hablo con la primera pegaso, quien volvió a hablar con Sir Dawn Hammer y este a su vez se dirigió a las princesas.
-Hay reportes de disturbios pequeños en la ciudad y un grupo de habitantes esta a las puertas del palacio exigiendo hablar con la princesa Celestia.
Esta última miró a Luna, quien apretó las mandíbulas y bufó. Finalmente cerró los ojos y con un gran resplandor plateado de su cuerno las luces en el cielo se disolvieron.
-Gracias Luna, general Hammer, por favor ocúpese de tranquilizar a los ponies.
Ice Star se adelantó.
-¿Qué hay del resto de Equestria?, si esas cosas se vieron por todo el reino lo más probable es que la misma situación se haya repetido en cada ciudad y pueblo.
Celestia suspiró y se masajeó una sien.
-Está bien, manden mensajes a las capitales de cada distrito explicando que fue un error y…
-¿Un error?, ¿Cómo te atreves a…?
Celestia miró directamente a su hermana.
-Ahora no Luna, estoy tratando de arreglar este desastre.- Guardó silencio y miró a su hermana a los ojos por unos segundos. -Pensándolo mejor ahora sí, acompáñame a mi estudio.
Las princesas desaparecieron con un destello, dejando a Silver Mirror en medio de un mar de extraños que compartían con ella las miradas incomodas ante lo que acababa de suceder.
Ambas princesas reaparecieron en el estudio privado de Celestia, lleno de libros, pergaminos y distintos documentos. Apenas aparecieron Celestia comenzó a hablar.
-Muy bien Luna, tratemos de calmarnos. Lo que hiciste…
-Lo que hice fue esforzarme y darle a los ponies algo para recordar este día. ¿Sabías que quedan muy pocos que recuerdan quien era Discord?, ¿o recuerdan que es lo que hice para ayudar a derrotarlo?
Celestia comenzó a caminar de un lado para otro en frente de su hermana.
-Luna, ya no somos potras, gobernamos un reino. Tenemos que ponernos a pensar en las consecuencias de nuestros actos. Sabes que los ponies tienen miedo de la noche y de la oscuridad por todos los monstruos que aun...
Luna levantó la voz.
-¡Han pasado años desde la última vez que un monstruo atacó a un pony en la noche!, me aseguro perfectamente que todo esté en orden y esos estúpidos ingratos…
-¡Luna, silencio!
Celestia se acercó hasta que su nariz casi tocó la de su hermana.
-Primero que nada, jamás te dirijas a nuestros súbditos así. Segundo, ¿te pusiste a pensar en que es lo que pasaría por la mente de los ponies ver luces extrañas en el cielo aparecer repentinamente?
-Es. Una. Aurora. Las pongo en el norte y en el sur casi a diario y todo mundo sabe que son perfectamente inofensivas.
-Luna, estos ponies jamás habían visto una. Ponte en las herraduras de un pony corriente, si salieras de ese bosque de vez en cuando y hablaras con más ponies…
Luna entrecerró los ojos y se acerco más a su hermana.
-¿Me estás dando órdenes?
Celestia retrocedió un poco.
-¿Qué?
-¿Me estás dando órdenes?
Celestia volvió a acercarse.
-Supongo que sí. Si, te estoy dando órdenes. Si te tomaras unos minutos para…
-¡No tienes derecho a darme ordenes!, ¡Yo también soy gobernante de Equestria!
-Y me acabas de dar la razón, no escuchas a nadie, encerrada en tu propio mundo e ignorando a los demás. ¡Te estoy hablando como hermana mayor!, ¡Y las ordenes que te estoy dando son para el beneficio de los ponies!
-No puedes decirme como hacer mi trabajo, ¡No tienes idea de lo difícil que…!
Celestia bufó y comenzó a caminar en círculos.
-Luna, esto no es acerca del trabajo de quien es más fácil o difícil. Esto es acerca de hacer lo que es mejor para los ponies. ¿Puedes entender eso?
Las dos hermanas permanecieron en un silencio tenso mirándose a los ojos, finalmente Celestia cerró los ojos y suspiró, al abrirlos su mirada era cansada.
-Estamos enojadas, Luna, tratemos de calmarnos un poco. Durmamos y mañana hablaremos de esto, ¿de acuer…?
-Yo no duermo, debo vigilar la noche.
Hubo un destello y Luna desapareció dejando a Celestia sola.
-¿Luna?, ¡Luna!, ¡Deja de comportante como una potra inmadura y regresa aquí!, ¡No me dejes hablando sola!
No hubo respuesta, Celestia se acercó a puerta de su estudio y la abrió. Ice Star tenía la oreja pegada a esta. En cuanto se vio descubierto entró tranquilamente a estudio. Celestia se sentó en un sillón y suspiró.
-¿Qué voy a hacer con ella?, no me habla, no me dice nada, esta sonriente un segundo y al siguiente estalla. Siempre creí que el dejarla sola para que pensara las cosas por sí misma y organizara sus sentimientos era lo mejor, pero se volvió una ermitaña que vive en medio de un bosque, ¿Qué hago?
Ice Star se sentó junto a ella y se encogió de hombros.
-No lo sé, majestad, puedo aconsejarle en muchas cosas, pero soy hijo único y solo tuve una hija. Lo siento.
Celestia miró por la ventana a la luna.
-Solo espero que no olvide que la quiero y me preocupo por ella.
-Entonces debería de decírselo, su majestad. Se que jamás se dará el caso de algo parecido, pero cuando mi esposa falleció me arrepentí de no decírselo a diario.
Celestia se levantó y se dirigió a la salida, preparándose para enfrentar a los nobles que la esperaban de regreso, aunque preferiría retirarse a dormir.
-Mañana, mañana se lo recordare.
Silver Mirror se había alejado a un rincón y trataba de distraerse mirando la ciudad por encima del barandal cuando un resplandor plateado la cegó, cuando abrió los ojos, desorientada, se encontraba a un lado de la princesa Luna, que respiraba agitadamente, y en frente del carruaje en algún lugar de los niveles inferiores del palacio.
Los pegasos que las habían transportado hasta ahí estaban charlando con otro grupo de pegasos y al verlas aparecer corrieron apresurados, uno dando un último trago a un tarro de cidra antes de colocarse en posición de firmes ante la princesa.
-A Everfree, de inmediato.- Dijo secamente esta.
Los pegasos se acomodaron como pudieron los arneses del carruaje y Silver Mirror subió a este tropezándose, se sentó de nuevo junto a la princesa, pero esta no pronuncio ninguna palabra durante todo el incomodo viaje de regreso.
Al llegar al castillo la princesa de la noche descendió y avanzo sin mirar atrás.
-Puedes retirarte Silver Mirror, quiero estar sola.
Entró al nivel principal del palacio, asustando a dos guardias, también pegasos, que apresuradamente abrieron las puertas que daban acceso a la sala del trono. La princesa pasó rápidamente sin dar señales de ser consciente de la presencia de los pegasos y azotó las puertas detrás de ella con su magia.
Luna bufó, pero aun así trató de tranquilizarse. Se sentó en el trono detrás las enormes puertas de hierro y plata que daban acceso al lugar. Apretó la mandíbula de nuevo, su sala del trono era más pequeña que la de Celestia, su trono más sencillo y ella era solo protegida por dos pegasos mientras su hermana tenía toda una unidad de unicornios, terrestres y pegasos en a su alrededor cuando presidia.
No es que fueran necesarios, nadie se atrevería jamás a levantar una pezuña en contra de las dos hermanas… igual que nadie iba a pedir audiencia con Luna, excepto por los ponies que vivían en el bosque, que solo era una muy, muy pequeña porción de los habitantes de Equestria.
Sacudió la cabeza tratando de alejar esos pensamientos, había algo que siempre la ponía de buen humor pero necesitaba entrar con la mente libre de cualquier mala influencia para no provocar ningún daño a los ponies. Sonrió, esa era su habilidad especial, algo que nadie más, ni siquiera sus padres, podía hacer. Algo en lo que los ponies tenían que depender completamente de ella sin poder acudir a su hermana.
Cerró los ojos y suspiró, al abrirlos en medio de la sala del trono había una enorme mesa de banquetes y en la silla de honor un rechoncho unicornio que era atendido por una multitud de hermosas yeguas.
Luna dejó escapar una pequeña risa al mismo tiempo que miraba hacia arriba, se bajó con un pequeño trote del trono, caminó por detrás de las sillas, llevando en su pezuña izquierda un bandeja con varios platos en perfecto equilibrio. Se encaminó al final de la enorme sala blanca y dorada que ocupaba el lugar de su sala del trono y con una sonrisa puso los los contenidos de la bandeja enfrente del unicornio.
-¿Ensalada? –Preguntó este, que miró con enojo a Luna y pareció no reconocerla, posiblemente debido al uniforme de servicio que esta usaba.
-Sí, mi señor. –Contestó la princesa. –Yo y mis compañeras creemos que con un poco menos de peso se vería más atractivo y llamaría la atención de más yeguas.
El unicornio titubeó y asintió. -De acuerdo, ¡a partir de hoy comeré más sano!
Luna se alejó, mientras las meseras seguían atendiendo al unicornio ahora atlético… aunque su rostro seguía bastante gordo. Esquivó sillas y carritos de servicio y se adentró en un bosque, subiendo por una pequeña colina poblada de esbeltos pinos.
Desde la cima de la colina se podía ver un lago iluminado por la luz de la luna, no era tan hermosa como su luna pero debería admitir que el pony que la creó tenia potencial. En el medio del lago había un pequeño bote y en el una pareja de pegasos se juraban amor eterno. Luna volvió a girar los ojos al escuchar las palabras melosas que se decían el uno al otro. Tuvo un pequeño ataque de curiosidad y fijó su vista en el corcel.
Después miró hacia un lado, a unos cuantos metros de distancia el bosque se terminaba y cedía su lugar a una pradera soleada donde la misma pareja se abrazaba bajo un árbol sin decir ninguna palabra, Luna regresó su vista al lago nocturno y el corcel desapareció como el rocío.
La princesa fijó su vista en la planicie soleada y la yegua de ese lado desapareció de igual forma. Luna movió sus labios, pero no se escucho ninguna palabra, sin embargo tanto el corcel como la yegua sintieron un viento que parecía susurrar.
“Acercaos.”
Los dos se levantaron y caminaron dando tumbos, se encontraron en el lugar donde el bosque nocturno cambiaba a la planicie soleada, sin prestar atención a la princesa a un lado suyo. Los pegasos se abrazaron y sonrieron. Luna reanudó su paseo cuando escucho la voz de la yegua.
-Gracias a Celestia…
Un relámpago restalló en el cielo y un vendaval se desató, arrastrando los arboles del bosque y los pastos de la planicie, dejando a ambos ponies en medio de un desierto desnudo. Luna ya no estaba ahí, avanzaba furiosa, cada paso llevándola a un paisaje diferente donde invariablemente se desataba una tormenta.
Finalmente se detuvo, tomó aire un par de veces y se sintió apesadumbrada. Aun cuando su ira era justificada no debería de haber hecho eso, su deber era proteger a los ponies en su momento de descanso, no aterrorizarlos.
Miró a su alrededor, el paisaje era maravilloso, un bosque como jamás había visto. Sonrió y se sintió más alegre. Le agradaban los potros, sus visiones siempre eran mucho mejores que las de los adultos.
Escuchó rugidos y miró un grandes llamaradas en el horizonte, dio un par de pasos y se encontró con un enorme dragón de color rojo brillante, no muy diferente al viejo amigo de su hermana mayor, que estaba en combate con un pequeño potro terrestre de unos seis años.
El potro usaba una brillante armadura dorada y blandía lo que parecía ser una espada de plata, oro y diamantes. Luna observó divertida la escena, el pequeño potro cortó la cabeza del dragón con un tajo imposible y clavó su espada en esta. Luna volvió a sonreír y se dispuso a continuar su viaje.
-Muchas gracias, mi valiente caballero.
La princesa se detuvo al escuchar la voz y lentamente giró su cabeza. Ahí, enfrente del potro que ahora estaba arrodillado se encontraba su hermana mayor.
-Gracias por haberme rescatado, mi joven caballero. Ahora os concederé el más grande honor de mi reino.
El relámpago resonó de nuevo, el cielo de medio día se rompió y derrumbó como un cristal que hubiera recibido una pedrada, dejando solo oscuridad sobre el bosque.
-¿Tu reino? Equestria es nuestro…
El potro miró sorprendido a Luna que se quedó callada a media frase como si pensara en algo, repentinamente el rostro de la princesa de la noche se encendió con ira.
-¿Qué demonios haces aquí?, ¡este es mi lugar!, ¡Los sueños son míos! ¿También quieres quitarme esto?
Celestia no respondió, un viento comenzó a recorrer el bosque arrancando las hojas de los arboles, Luna dejó escapar un grito de rabia pura y de su cuerno salió disparado un rayo plateado que acertó a Celestia en el pecho. Su hermana se volvió gris y se desmorono como un castillo de arena.
Luna permaneció mirando el montón gris durante varios segundos, respirando por la boca, finalmente se dio vuelta hacia el potro, que no se había movido de su lugar.
-¿Por qué ella?, yo soy la princesa de las estrellas, la gobernante de las orbitas del astro de la noche, ¡Yo soy quien te protege en sueños!, ¡Deberías soñar conmigo!
El potro comenzó a caminar hacia atrás con el rostro lleno de terror.
-¡Responde!
El grito de Luna desató un vendaval que convirtió en polvo y arrastró el bosque y la armadura del pequeño, dejándolos en un vacio gris donde relámpagos retumbaban en el cielo sin estrellas.
Luna tomó al potro del cuello y se lo acercó al rostro.
-¡Tu princesa te ha dado una orden!, ¡respóndeme maldita sea!
El potro comenzó a llorar y a retorcerse entre las pezuñas de la furiosa princesa.
-¡Mamá!
Con el grito el potro se desvaneció, Luna se miró las pezuñas vacías y gritó de nuevo. El nuevo ventarrón barrio con el paisaje vacio que la rodeaba y le dejó en la sala de su trono.
Luna se levantó, a pesar de la furia se sentía extrañamente tranquila. Habría otra sensación, algo frio pero agradable se extendía por dentro de ella, a partir de su pecho. Comenzó a caminar con el rostro mirando hacia el suelo. Se sentía poderosa como una tormenta a punto de estallar como…
-¿Quién demonios eres?
En frente de ella había un par de pegasos, los reconoció como sus guardias, pero le apuntaban con sus lanzas. ¿Por qué lo hacían?, ¿Por qué querrían hacerle daño?, era estúpido… a menos que…
-¡Traidores!, ¿Cuánto les pagó?, ¿un estúpido titulo y un lugar en Canterlot?
El gritó de Luna provocó que los vitrales en la sala se agrietaran. Uno de los guardias bajó un poco la lanza.
-¿Pri…? ¿Princesa?
El otro guardia lo miró extrañado y estaba a punto de hablar cuando Luna los interrumpió.
-¡No me hables, traidor!
Antes de que los guardias pudieran reaccionar la sombra de Luna se extendió y un tentáculo oscuro como una noche sin estrellas y frio como el hielo tomó al guardia que había hablado de una pata y lo lanzó con fuerza contra una pared.
El segundo guardia reaccionó por instinto y cargó contra la criatura que acababa de atacar a su compañero, estaba seguro que a pesar de su apariencia un poco diferente esa cosa definitivamente no era su princesa.
Luna gruñó, una aura oscura envolvió la lanza, se la arrebató al guardia y la rompió contra la espalda de este, cuando trató de levantarse sintió una pezuña que presionó firmemente su cabeza contra el suelo.
-Suplícame, y tal vez perdone tu vida, asqueroso gusano.
El pegaso se retorció, la pezuña lo aplastó más fuerte.
-Que... ¿qué le has hecho a nuestra princesa?
Luna bufó y miró con desprecio al pegaso que trataba de levantarse inútilmente.
-Su princesa es una asquerosa traidora igual que ustedes, una ambiciosa ladrona que quiere tenerlo todo, pero yo no se lo voy a permitir.
El pegaso no tuvo oportunidad de responder, las sombras lo sujetaron por las alas y se las rompieron antes de arrojarlo contra uno de los vitrales. La sala del trono se encontraba en el tercer nivel del castillo y pasaron unos cuantos segundos antes de que Luna escuchara el golpe sordo.
Sonrió satisfecha, eso serviría de ejemplo. La sensación fría aumentaba dentro de ella, pero le agradaba más. No podía culpar a su hermana por tratar de arrebatarle lo que pertenecía, el poder se sentía realmente bien, era una tormenta a punto de estallar, y lo haría con placer.
Abandonó la sala del trono sin prestar atención al primer guardia que seguía tendido en el suelo. Apenas Luna se habría alejado el pegaso se levantó con trabajos. Se recargó contra la pared y comenzó a cojear, buscando algún espacio abierto. Tenía una pata rota pero las alas no, y necesitaba volar a Canterlot cuanto antes.
Luna subió por las escaleras, cada paso creando pequeñas grietas bajo sus pezuñas. Escuchó ruidos a su alrededor, gritos asustados y maldiciones pero no le importó. Un pequeño grupo de guardias, obviamente también comprados por su hermana, la miraron extrañados. Antes de que pudieran hacer algo Luna dejó que las sombras los envolvieran y se encargaran de ellos.
Llegó al nivel habitacional del palacio, los criados corrían de ella pero eran basura, no merecían su atención. Miró de reojo a Silver Mirror, que estaba en la entrada de sus nuevas habitaciones boquiabierta y que rápidamente retrocedió y cerró las puertas. Luna entró a su habitación, al pasar enfrente su enorme espejo este se fracturó. Si Luna hubiera prestado atención a ese hecho habría notado que las pupilas de sus ojos se habían vuelto alargadas como la de los gatos y su pelaje había adquirido un tono más oscuro.
Luna salió a la terraza y miró con ira el paisaje a su alrededor, enfocándose en la pequeña aldea de Everfree.
-Se acabaron los dulces sueños, ponies. Si van a traicionarme en mi reino pagaran el precio. ¡Esta será la primera de muchas noches de pesadillas!
Miró a su izquierda, a pesar de la distancia pudo apreciar el resplandor de las luces de Canterlot, luces que desafiaban su sagrada oscuridad. Luces encendidas en honor a su hermana, la usurpadora que le había quitado el poder que por derecho le correspondía.
-Es hora de que Equestria tenga una nueva gobernante, una nueva princesa.
Se lamió los labios mientras se elevaba lentamente.
-No, princesa no… una reina, una reina de la noche, una reina de la luna y de las pesadillas.
Gritó a todo pulmón mientras una tormenta comenzaba a formarse sobre su castillo.
-¡Regocíjate, Equestria, porque esta será la primera noche del reinado de Nightmare Moon!
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Capitulo 3: viewtopic.php?f=11&t=3956&p=163289#p163289
Capitulo 4 y epilogo: viewtopic.php?f=11&t=3956&p=162235#p164209