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Destino incierto.[Acción]

NotaPublicado: 01 Jun 2014, 17:05
por agustin47
Y aquí traigo otro fic en el que estoy trabajando. Como siempre, el tiempo entre capítulo y capítulo será, probablemente, largo. Os presento el prólogo. Que lo disfrutéis.

Primera parte: El soldado.


Prólogo


Spoiler:
Polvos. Polvo, cenizas y humo inundaban el ambiente. Enormes montones de piedras caían de todas partes, el techo se venía abajo. Dos figuras corrían hacia adelante sin mirar atrás. Aquel palacio, hace tan poco hermoso, recio y una demostración de poder, estaba siendo destruido. Destruido… por el enemigo.

Las dos figuras atravesaban la sala del trono a una velocidad de vértigo, pero esta era muy grande. La alfombra, antes roja, se tornaba ahora de un color burdeos manchado de la suciedad procedente del derrumbamiento del castillo. Una enorme mesa yacía derrumbada en el centro. Larga y con un mantel anteriormente blanco pero ahora gris oscuro, había sido el centro de reunión de comensales tan importantes como las princesas de Equestria, o como el rey del Reino de los Grifos. Ahora estaba destruida. Las hermosas sillas del roble más macizo del mundo se mantenían de pie, algunas en precario equilibrio debido a los movimientos y temblores procedentes del asedio. El fuego aún no había llegado a esa zona. Las paredes, hechas de una piedra llamada Coldonita estaban decoradas con tapices tan hermosos que rivalizaban con los del maravilloso castillo de Norvisgere en Grifonia. Narraban las batallas de antaño de grandes reyes y reinas, que han pasado generaciones y generaciones adelante como leyendas, cuentos que las madres contaban a sus hijos para enseñarles la historia de tan noble país. Las columnas, decoradas con líneas doradas como hilos de luz solar e incrustaciones de Mithril que parecían ríos de plata salidos de caudal, se veían demacradas por los temblores. El trono era lo más hermoso de esa sala. El trono, de más de tres metros de altura, hecho de Mithril y Pirelanita, la piedra preciosa más hermosa de todos los reinos, con incrustaciones de diamante. Tan hermoso, tan brillante, tan espectacular… Y tan pronto iba a ser destruido.

Las dos figuras llegaron donde querían. Una de las figuras, la que era equina, miró a su compañero de forma inquisitoria, como preguntando alguna cosa. La otra figura, con una forma que recuerda a la de un toro de pie, pareció comprender la situación.

-Allí, tras el trono. El pasadizo está tras el trono- Dijo el minotauro-. Se activa con una pequeña palanca escondida en la parte de atrás de la pata izquierda.

El poni no necesitó oír más. Buscó sin cesar durante dos minutos hasta encontrarla, y tras moverla con fuerza, un trozo de pared fue infundido por el característico brillo gris de la magia que los minotauros usan para sus objetos y se movió primero hacia delante y luego hacia arriba, dejando un agujero con un fondo negro.

-Después de usted.

El minotauro entró primero, y moviendo otras dos palancas, se encendieron automáticamente todas las antorchas del pasadizo y se cerró la puerta. Sin tanto polvo y humo en el aire y bajo el manto protector de una apropiada luz, se pudieron al fin reconocer. Un minotauro gris, grande(incluso para el tamaño promedio de los minotauros) y con unos prominentes cuernos se erguía, imponiendo solo con la presencia. Sus musculosos brazos, piernas y torso parecían pedir respeto a cualquier oyente de sus palabras, pero se notaba la edad de la mitológica bestia, pues muchos de los pelos de su cabeza se estaban tornando blancos, y algunas arrugas aparecían en su cara. En contraste con su tamaño, su cara ofrecía un gesto de amabilidad que le quitaba la seriedad y el aura de terror al minotauro. Su compañero era un poni con una parte de la armadura de un soldado. Una pequeña parte. Solo el casco. Su pelaje era marrón, su crin y su cola azules. La expresión de sus ojos era decidida, no como la de alguien que está a punto de morir, en contraste con la de su taurino amigo. Grande para ser un poni, sus extremidades se notaban musculosas, y su edad rondaba la flor de la vida. Con el pelo revuelto y una media sonrisa, irradiaba cierto grado de miedo a cada movimiento, como la sensación de ver una serpiente y no saber qué va a hacer.

Corrieron a través del pasillo sin decirse nada hasta que una sensación gélida les congeló el pecho y un dolor como si algo dentro de ti se rompiera se les incrustaba en el pecho. Una corriente de frio inusual les devolvió a la realidad. El pasadizo estaba bloqueado. El techo se había caído bloqueando la salida, y ahora un palacio enterrado en una montaña a medio derrumbar es lo que tenían sobre sus cabezas. Debían elegir entre quedarse parados, o volver por donde habían venido y enfrentarse a los enemigos del reino. La decisión era fácil.

Se sentaron como pudieron y trataron de acomodarse. Al menos en ese pasadizo había bastante espacio, comida y lugar para sentarse, pues estaba pensado también como guarida.

-Me gustaría que me explicaras algo, poni. ¿Cómo has llegado a esta situación?

-Majestad, a mí me gustaría que me explicarais por qué os persiguen, si no es molestia.

-El rey de un país tan enorme como el mío tiene muchos enemigos.

-No es mala respuesta. Bien, os contaré mi historia, pero luego, Majestad, me contareis la vuestra.

-Conforme.

-Tenemos que llevarnos bien. Estaremos aquí hasta el día de nuestra muerte. En fin… Por dónde empezaría…