Rightful's New Life [Slice Of Life]
Publicado: 14 Jun 2014, 21:01
Hola a todos. Este es el segundo fanfic que hago (el primero le hice para el concurso Adopta un Pony 3) así que espero que os guste. En realidad, estas ideas eran para una serie de flash, pero la verdad es que no sé usar el flash y tampoco es mi propósito en la vida aprender a usarlo, así que he pensado que podría hacer un fanfic con mis ideas. NOTA: Este fanfic será largo (probablemente lo dividiré en pequeños capítulos). En fín, ahí os dejo con el capítulo uno.
Hola, mi nombre es Affection, Rightful Affection, y soy un unicornio de Canterlot. Nací aquí, en una familia normal y corriente, más o menos. Desde siempre he querido ser desarrollador de videojuegos, pero mis padres no quieren que me dedique a eso. Quieren que sea un guardián del castillo... pero esque no se me da bien. De hecho, mi cutie mark tiene mucho que ver con el mundo de los videojuegos, pero aún así me prohíben que me dedique a eso. Pero eso se acabó. Me largo de casa, esta misma noche.
Eché una última vista a mi cuarto. Era un cuarto alargado, y de tamaño normal. Tenía una cama, con un edredón nórdico, a cuadros negros y naranjas; un escritorio, con un ordenador de sobremesa negro brillante, y una ventana lo suficientemente grande como para que un caballo más o menos ya crecidito pudiera pasar por ella.
"Bueno... el tiempo es oro" -Me dije a mí mismo. -"Va siendo hora de decir mis últimas palabras, no en persona obviamente. Si hiciera eso, me impedirían partir." -Escribí una nota en un trozo de pergamino. La nota decía así:
"Mamá, papá... para cuando os hayáis despertado y os haya dado por mirar dónde estaba, yo ya estaré muy lejos. Esta es mi carta de despedida, por así decirlo. Os agradezco mucho que me hayáis estado cuidando todos estos años, pero... me estáis impidiendo mi destino. He decidido partir en busca de un lugar en donde me acepten y pueda dedicarme para lo que he nacido. Si algún día triúnfo, volveré y os compensaré por todo este tiempo que me habéis cuidado, porque largarme así sin más sería imperdonable, aunque os haya cogido odio. En fín, he de partir. No os pienso decir adónde voy, porque sé que me buscaríais.
Un beso, Rightful."
Abrí la ventana. era una noche cálida, y el viento sacudía mi ni muy corta ni muy larga crin. En ese momento, dejó de estar tan repeinada, y se avivó y despeinó. Me lo tomé como un símbolo de mi libertad. Las montañas se veían en la lejanía, y también un bosque y un pueblo... pero estaba más allá del lago (es decir, bastante lejos) así que pensé que debía ir a la estación y preguntar, pero antes de eso debía bajar, dado a que estaba en un segundo piso.
Cinco minutos antes, había cogido todas mis sábanas y las había anudado por los extremos (clásico), y ahora tocaba lanzarlo y anudar un extremo a la ventana, para que no se cayera. La verdad es que iba a ser difícil agarrarse con los cascos (no había pensado en eso) pero ya no había marcha atrás. Me agarré como pude y me lancé.
"Auch, me he caído sobre la carretilla del jardinero" pensé en ese momento. Pero en el fondo estaba feliz: era libre. Libertad... eso que ansiaba tanto. Libertad... esa vieja amiga que tuve en mi infancia. Libertad... esa sensación tan increíble, que llevaba sin sentirla desde que jugué al Grand Theft Pony: Mare City. Esa sensación era más fuerte y realista que nunca... y me encantaba. En ese momento me dí cuenta de que me había dejado el equipaje en mi cuarto, y me dieron ganas de gritar "¡DIABLOS!", pero me aguanté. Volví a subir, trepando gracias a la cuerda de sábanas y la pared de bloques de piedra (algo musgosa y resbaladiza) y cogí mi equipaje. La verdad es que tampoco llevaba tantas cosas: Llevaba mis ahorros (los cuales no eran pocos, dado a mis ricos y cálidos abuelos) y un portátil. Ah bueno... y por si las moscas, un peine y gomina, y un cepillo de dientes.
Lo tiré todo a la carretilla (obviamente, el portátil estaba en su funda) y luego bajé yo, esta vez con más suerte que con la anterior. Ya casi en la verja del jardín delantero, eché una última vista a la que había sido mi casa durante todos estos años. Era una casa de piedra, de dos pisos. La piedra era de colores oscuros, con tonos marrones. Desde aquí podía ver la ventana que daba a la cocina, llena de manzanas y diversos ingredientes, como harina, por ejemplo. Nunca olvidaré las manzanas asadas de mi madre... tan dulces y... ¿manzanosas? no sé cómo describirlo. La casa tenía dos jardines: Uno delantero con un par de árboles normales y corrientes y unos rosales pegados al muro; y el trasero, mucho más bonito. Era imposible contar todas las flores que había en él.
Bueno... era el momento. Abrí la puerta de la verja. Chirriaba un poco... pero, como suele abrirse sola por la noche por el viento, no había de qué preocuparse. En ese momento, dí el primer paso fuera de casa. La sensación de libertad fue aún mayor. Mis ojos estaban llorosos, pero porque era feliz. Mi vida y mis decisiones me pertenecían. Podía hacer lo que quisiera, cuando y como quisiera, y es una sensación alucinante. Bueno... todo todo no... pero ya me entendéis.
La calle era normal: tenía suelos de piedra grisácea, y habían casas a los lados. La luz de la luna se reflejaba en las piedras, y las hacía parecer de plata. Ese era mi destino: una senda de plata, larga y recta. Obviamente con algunos obstáculos, como el que acababa de pasar (y ese puesto de manzanas de la familia Apple de allí enfrente) pero era mi senda. Sólo mía. Y estaba en pleno resplandor.
Bueno... este ha sido el primer capítulo. Espero que os haya gustado. Quiero dejar claro que este fanfic no refleja mi vida (mis padres están contentos con que quiera dedicarme a desarrollar videojuegos) y no tengo un casoplón de dos pisos con dos jardines en el barrio rico de Madrid. En fin, ¡Espero vuestras críticas!
Capítulo 1: La senda plateada
Hola, mi nombre es Affection, Rightful Affection, y soy un unicornio de Canterlot. Nací aquí, en una familia normal y corriente, más o menos. Desde siempre he querido ser desarrollador de videojuegos, pero mis padres no quieren que me dedique a eso. Quieren que sea un guardián del castillo... pero esque no se me da bien. De hecho, mi cutie mark tiene mucho que ver con el mundo de los videojuegos, pero aún así me prohíben que me dedique a eso. Pero eso se acabó. Me largo de casa, esta misma noche.
Eché una última vista a mi cuarto. Era un cuarto alargado, y de tamaño normal. Tenía una cama, con un edredón nórdico, a cuadros negros y naranjas; un escritorio, con un ordenador de sobremesa negro brillante, y una ventana lo suficientemente grande como para que un caballo más o menos ya crecidito pudiera pasar por ella.
"Bueno... el tiempo es oro" -Me dije a mí mismo. -"Va siendo hora de decir mis últimas palabras, no en persona obviamente. Si hiciera eso, me impedirían partir." -Escribí una nota en un trozo de pergamino. La nota decía así:
"Mamá, papá... para cuando os hayáis despertado y os haya dado por mirar dónde estaba, yo ya estaré muy lejos. Esta es mi carta de despedida, por así decirlo. Os agradezco mucho que me hayáis estado cuidando todos estos años, pero... me estáis impidiendo mi destino. He decidido partir en busca de un lugar en donde me acepten y pueda dedicarme para lo que he nacido. Si algún día triúnfo, volveré y os compensaré por todo este tiempo que me habéis cuidado, porque largarme así sin más sería imperdonable, aunque os haya cogido odio. En fín, he de partir. No os pienso decir adónde voy, porque sé que me buscaríais.
Un beso, Rightful."
Abrí la ventana. era una noche cálida, y el viento sacudía mi ni muy corta ni muy larga crin. En ese momento, dejó de estar tan repeinada, y se avivó y despeinó. Me lo tomé como un símbolo de mi libertad. Las montañas se veían en la lejanía, y también un bosque y un pueblo... pero estaba más allá del lago (es decir, bastante lejos) así que pensé que debía ir a la estación y preguntar, pero antes de eso debía bajar, dado a que estaba en un segundo piso.
Cinco minutos antes, había cogido todas mis sábanas y las había anudado por los extremos (clásico), y ahora tocaba lanzarlo y anudar un extremo a la ventana, para que no se cayera. La verdad es que iba a ser difícil agarrarse con los cascos (no había pensado en eso) pero ya no había marcha atrás. Me agarré como pude y me lancé.
"Auch, me he caído sobre la carretilla del jardinero" pensé en ese momento. Pero en el fondo estaba feliz: era libre. Libertad... eso que ansiaba tanto. Libertad... esa vieja amiga que tuve en mi infancia. Libertad... esa sensación tan increíble, que llevaba sin sentirla desde que jugué al Grand Theft Pony: Mare City. Esa sensación era más fuerte y realista que nunca... y me encantaba. En ese momento me dí cuenta de que me había dejado el equipaje en mi cuarto, y me dieron ganas de gritar "¡DIABLOS!", pero me aguanté. Volví a subir, trepando gracias a la cuerda de sábanas y la pared de bloques de piedra (algo musgosa y resbaladiza) y cogí mi equipaje. La verdad es que tampoco llevaba tantas cosas: Llevaba mis ahorros (los cuales no eran pocos, dado a mis ricos y cálidos abuelos) y un portátil. Ah bueno... y por si las moscas, un peine y gomina, y un cepillo de dientes.
Lo tiré todo a la carretilla (obviamente, el portátil estaba en su funda) y luego bajé yo, esta vez con más suerte que con la anterior. Ya casi en la verja del jardín delantero, eché una última vista a la que había sido mi casa durante todos estos años. Era una casa de piedra, de dos pisos. La piedra era de colores oscuros, con tonos marrones. Desde aquí podía ver la ventana que daba a la cocina, llena de manzanas y diversos ingredientes, como harina, por ejemplo. Nunca olvidaré las manzanas asadas de mi madre... tan dulces y... ¿manzanosas? no sé cómo describirlo. La casa tenía dos jardines: Uno delantero con un par de árboles normales y corrientes y unos rosales pegados al muro; y el trasero, mucho más bonito. Era imposible contar todas las flores que había en él.
Bueno... era el momento. Abrí la puerta de la verja. Chirriaba un poco... pero, como suele abrirse sola por la noche por el viento, no había de qué preocuparse. En ese momento, dí el primer paso fuera de casa. La sensación de libertad fue aún mayor. Mis ojos estaban llorosos, pero porque era feliz. Mi vida y mis decisiones me pertenecían. Podía hacer lo que quisiera, cuando y como quisiera, y es una sensación alucinante. Bueno... todo todo no... pero ya me entendéis.
La calle era normal: tenía suelos de piedra grisácea, y habían casas a los lados. La luz de la luna se reflejaba en las piedras, y las hacía parecer de plata. Ese era mi destino: una senda de plata, larga y recta. Obviamente con algunos obstáculos, como el que acababa de pasar (y ese puesto de manzanas de la familia Apple de allí enfrente) pero era mi senda. Sólo mía. Y estaba en pleno resplandor.
Bueno... este ha sido el primer capítulo. Espero que os haya gustado. Quiero dejar claro que este fanfic no refleja mi vida (mis padres están contentos con que quiera dedicarme a desarrollar videojuegos) y no tengo un casoplón de dos pisos con dos jardines en el barrio rico de Madrid. En fin, ¡Espero vuestras críticas!