Fanfiction My Little Pony
La leyenda del caballero de cristal (Aventura)
Autores: Ángelus-Y; Moisés R.
Capítulo 4: El dragón y el rencor.
Un corazón dolido tiende a cubrirse de sombras, a refugiarse en la más profunda oscuridad. Los ponis dicen que es fría, que es el mal…pero yo no lo veo así. Su concepción del bien y el mal es tan difusa. Que me hace desgarrar de asco.
¿Acaso el fin justifica los medios? Los dragones no hacemos esas preguntas. No tememos a los senderos que escogemos, el miedo es una vergüenza. Solo existe para nosotros el honor, el orgullo, la dedicación al arte y la magia.
Dragones que se entregan a fortalecerse, a depender de su propia fuerza, mientras que yo, como muchos otros nos sometemos al aprendizaje y el perfeccionamiento de la magia, de entre nosotros, muchos temen a las artes prohibidas…a las mismísimas tinieblas a las que yo me he ofrecido. ¿Qué tiene de extraño? Me crie allí. Y no me arrepiento. De hecho, sé que hice bien. Pero ¿Qué importa? Mi forma de pensar no me permite distinguir el bien y el mal. Tan solo fuerza, debilidad, justicia…todo por supuesto desde mis costumbres y mi crianza.
La historia es un mar de mentiras, lo sé. Cada uno escribe su propia historia, y a algunos les interesa enterrar el mar de sangre y odio que se desbordaba en tiempos pasados…todo para lucrarse. Y luego dirán que soy el tirano…Je, que patético.
Pero pensándolo bien, el dolor, aunque empalado en el corazón, ayuda a vigorizarse a uno mismo. Codiciar el alma de un poderoso guerrero y un insaciable hechicero. Caminar por sendas de montañas escarpadas, atravesar las furiosas ventiscas e inundarse por las rutas donde emana el magma de las profundidades, así como la silenciosa oscuridad, la hermosa noche. Una vida afable y sin altibajos, alimenta la debilidad, pero también al retocarla, se despierta una hambruna de poder y desahogo.
Si yo no hago nada, ¿Quién lo hará? ¿Quién construirá los cimientos del nuevo reino si no lo hago yo? ¿Qué otro dragón será capaz de poder guiar a aquellos que buscan lo mismo que tú? A veces caminas por la negrura, y sin saber por qué las has estado caminando por tanto. Algo te guía a ella.
Aferrarse a lo que quieres, a un sentimiento y controlarlo…eso te da ánimos, te confiere el vigor, la fortaleza… El mundo no es sino una arena llena de criaturas que ansían prevalecer sus deseos. Yo tengo un deseo y también quiero cumplir el deseo de otros. Derramare sangre, moveré montañas, mataré a animales…a la escoria y cumpliré la voluntad de aquel que a través de mi busca su propósito.
Ojala aquellos que me observan desde las estrellas estén orgullosos de mí.
Ahora aquí, meditando en las sombras, practicando mi magia.
Los dracanos, así nos llamamos. Andamos sobre dos patas, tenemos cabeza, espíritu y cuerpo de dragón y una voluntad indoblegable. Estoy orgulloso de serlo, y de ser el gran hechicero que ahora soy.
¿Quién necesita un cuerno para hacer magia? Nosotros representamos la auténtica entrega a la magia. Existen miles de caminos para hacerla, yo, a través de mis garras oscuras en mis manos púrpuras, recorre por mis venas el poder para esbozar mi magia, pero me fue arrebatado. No por ello soy incapaz de usarla, hay otros métodos…Nuestro poder, es sin duda uno de los mayores tesoros que las deidades y el destino nos han otorgado. ¿Qué otra criatura errante puede igualar el querer y el afán de un dracano a la magia? Nosotros nos otorgamos al sacrificio, a la ascensión, a la liberación de las cadenas de la debilidad y a cumplir nuestro sino, que desde el nacimiento buscamos sin cesar.
Magia…oh, magia. Habrá otros que prefieran empuñar armas de hierro, o que optan por fortalecerse con el sudor de su propio trabajo y algunos en adorar sus creencias esperando un milagro. Pero yo…yo me he abierto a los misterios de las fuerzas de esta tierra: Los poderes prohibidos, los maleficios, las artes sombrías…
Aun me queda tanto por aprender… pero estoy seguro de que estoy preparado para mi cometido. He sido amaestrado por las mismas sombras y ahora desde ellas me muevo a mi objetivo.
Todavía llevo mi amuleto lunar, blanco y reluciente, representando el astro en su forma creciente. Nunca me quedo solo sin él. Me trae tantos recuerdos, y en él hay tantos sentimientos vivos…
Todavía soy joven, tengo tanto por hacer, pero lo primero es lo primero…
Mientras, esta noche, oculto en mi cubículo, donde ningún rayo de luz llega, leo tranquilamente algunas runas antiguas y tomos de los archivos abandonados, aunque también opto por estudiar tallados de piedra, de lo más interesantes. Me alumbra una pequeña vela chorreando cera, encendida con una tenue llama azul, suficiente para mí, pues gozo de una vista magnifica. Los libros apilados en las viejas estanterías, los cristales infestados de oscuridad que cubren mis paredes y el frio que recorre esta estancia…
Aunque me cuesta centrarme muchas veces, en la oscuridad, en la tranquilidad, me siento muy cómodo y me es fácil aprender. Mi autentica especialidad es el Ambra, el dominio de la magia de las sombras. No soy nada comparado con mis antecesores, pero bien puedo manipular las mismas formas lóbregas a mi antojo y llegare a invocar a aquellos que se encierran tras los muros del abismo, algún día…
Ahora soy Sharrak, cabeza de esta rebelión, y lidero a aquellos dracanos que buscan recuperar lo que perdieron hace un siglo, aquellos restos de nuestras vidas que se perdieron y que ansiamos recobrar.
Mi nombre, otorgado por mi madre, es Draco. Hijo de la más poderosa nigromante que hubo en siglo pasado e hijo de uno de los grandes generales.
En medio de mi ensimismamiento, mientras trato de retener en mi memoria un maleficio del famoso Melfos, llega por la puerta uno de mis comandantes. Lo oigo tras abrir la puerta, siseando con su bífida lengua y buscándome con sus ojos brillantes y amarillos en la oscuridad.
— ¿Draco? Tenemos invitados de honor, jejeje. ¿Draco? ¡DRACO!
Odio cuando grita, su efusividad aunque digna, a veces es irritante, ya no pude memorizar bien el oscuro hechizo. Aprieto mis afilados dientes y abro mis ojos del color del fuego que alumbran en la oscuridad, girándome y mirándolo con enfado.
—Ups, jeje, lo siento. —Me responde sonriendo con ese hocico alargado acabado en pico, su peculiar mandíbula inferior sobresaliendo de la superior. —Quería decir que Skillclaw ha llegado ya, lista para informar. —me aclara rascándose con sus garras blancas sus dos cuernos recubiertos de piel blanca. El color nevado de su piel sin escamas se distingue claramente entre la oscuridad, mientras se agazapa y se inclina, olvidándose que es lo primero que tendría que haber hecho. Cada dracano muestra su respeto de una forma u otra, pero es tradición hacerlo con aquellos a quienes lo merecen, aunque bueno, no por ello soy merecedor, pero sé que el respeto de los míos es sincero y que mi comandante, Scaleless, cuyas espinas en su espalda se erizan al agacharse, digamos no responde bien al código de los dragones y a las tradiciones de nuestras tribus.
—Sabes que no me agrada que entres así, Scaleless, ¿Cuántas veces he de decírtelo? —le inquiero.
—Ay, seco… —murmura.
— ¿Qué has dicho?—evidentemente se le oye, pero hay que ser estricto con este.
—Nada…tonterías mías, jeje. — me responde estirando su largo cuello liso.
Suspiro cansado y le respondo.
—Dile a la comandante que me espere en el salón de reuniones.
— ¡SI SEÑOR! — Y erguido alza sus grandes garras a su frente. Retirándose mientras agita su sinuosa cola de mediano tamaño y se ríe con locura.
Pobrecito, y a la vez que afortunado…En fin, sería mejor partir. Cogí mi guante-garra plateado, un regalo de mi maestro, decorado con este noble metal empoderado con las más finas y delicadas sombras del abismo y con un zafiro peculiar en su dorso, el zafiro que mi madre en su frente llevaba incrustado, al igual que yo llevo el rubí de mi padre en mi cabeza, entre mis seis cuernos, ligeramente sinuosos, recubiertos por mi piel purpura y mis escamas.
Este guante, es el que permite que la energía mágica recorra bien mi cuerpo y el que hace que pueda dominar todo aquel hechizo que deseo aprender. Como ya dije, me fue arrebatado el poder de controlar la magia, pero supongo que a veces es mejor que una enfermedad, o la muerte. Tantas cosas desde hace cien años…
Sacudiendo mi lúgubre túnica de Ambrante, rajada y con capucha, me dirijo fuera de mis “aposentos” donde el silencio queda atrás. Es un gusto salir para poder ser alumbrado por los rayos lunares. Que hermosa que es la luna y su brillo de plata, y que gustoso es escuchar gritos de agonía de ponis, mientras paso cerca de las celdas de mi gloriosa fortaleza.
Antaño, usábamos estas pétreas paredes para experimentar con nuestra magia y con ciertos utensilios. Yo me niego a experimentar con mis semejantes, para algo tenemos prisioneros cuyas efímeras vidas, ya no tienen ningún significado.
Al llegar a la sala de reuniones, me siento en la primera mesa de madera a mi alcance, esperando a mi fiel comandante.
Entonces a los pocos instantes, de entre el silencio se escucha una voz ronca, respetuosa que dice “Mi sharrak” entonces aparece ella, Skillclaw, la akilia de la niebla, comandante de las fuerzas de la tribu de la tierra de brumas. Sus escamas rojas hacen brillar ante la luz de la noche una vez emerge de las sombras y del silencio para honrar mi presencia. Se inclina con total respeto, pero con la mirada fría y apagada. Pobre…con el tiempo su vista ha menguado hasta el punto de tener que valerse por sus instintos. Los dracanos sabemos muy bien diferenciarnos por nuestro olor, ella lo sabe mejor que nadie.
—He venido a informaros Lord Draco.
Con un gesto de mis manos púrpura le incito a levantarse y hablar de lo acontecido. Siempre me ha llamado la atención sus abundantes cicatrices a lo largo de su rostro y su cuerpo, marcas de las severas medidas de las hermanas sirvientes de la diosa Nishilia, además de su peculiar cuerno en el hocico, cual rinoceronte.
Nuestra creencia en dioses se basa en depositar nuestra fe en aquello en lo que deseamos servir, los antiguos dragones nos hablaron de deidades y desde entonces tanto a ellos, como a los elementos de nuestras tierras les ofrecemos nuestra servidumbre, aunque por supuesto, algunos más que otros.
—Skillclaw, mi furtiva asesina, esperaba tu presencia. ¿Qué tienes para mí?
Cerró sus ojos azul débil e inclinó su cabeza, provista de cuatro cuernos rectos que emanaban hacia atrás, dos largos y otros dos más cortos, procediendo a hablar.
—Todo ha salido bien, mi Sharrak. Hemos tenido una simple baja, pero la reina y uno de sus necios sirvientes están ahora en nuestro poder.
— ¿Sirviente? —pregunte extrañado, no había ordenado que me trajeran a ningún poni a excepción de la monarca de cristal.
—Un poni nos siguió por los túneles, me vi obligada a llevármelo y dejarle fuera de lugar. Sé que buscabais nuevos recipientes, así que lo traje sin matarlo, puesto que levantaría sospechas.
Que perspicaz y aguda es, no creo que sea molestia que un insignificante equino este aquí, después de todo necesito experimentar algo. Hacía tiempo que no me deleitaba con las maravillas de la magia sombría.
—Ah, ya veo. Entonces no hay problema alguno. ¿Qué se sabe del capitán?
— ¿Os réferis a Sir Arghon, mi Sharrak?
—Así es. —asentí.
—Aún estoy esperando a Silph para que nos otorgue el mensaje del capitán para confirmar la decisión de los caballeros de ceniza.
—Bueno, entonces esperaremos. Mientras tanto iré a ver a nuestra invitada. —Sonreí pensando en el gozo que sería obtener mi premio. Por fin estará completo. —Traedme el Dranil, llevármelo a la celda de la reina.
—O Deseth mi Sharrak. —Murmuró hacia mí colocando sus garras en su plateado pecho, cogió el pañuelo que le colgaba del cuello y se lo colocó tapando su boca.
—Oh, es verdad. ¿Os habéis asegurado de que la reina esta inutilizada?
—Ra, usamos las urnas maléficas para infestar su cuerno y anularla, asimismo la hemos encadenado y colocado el collar. —empleó su peculiar cola en forma de arpón, cuyo dorso era de escamas rojas y su parte baja de cubierta plateada, para ofrecerme una muestra de una de las urnas, un frasco frágil que contiene la esencia liquida maléfica, que anula a la víctima. Quien iba a decir que el primero en conjurar maleficios de anulación fue un envidioso que quiso arrebatar a su pueblo toda la magia. —…No tiene forma alguna de usar su magia.
—Yarsact. —En mi lengua “perfecto” ahora me tocaba a mi llevar a cabo mi papel, esperando el informe de Silph. —Rashkag Skillclaw, puedes retirarte.
—Sí, mi sharrak —y con una inclinación más se fue a sus quehaceres.
Conociendo ahora la situación, momento era de llevar a cabo mis planes con la reina de cristal, tengo poco tiempo y mucho por hacer. Pero antes debo revisar ciertos detalles de mi laborioso plan.
Descendí a los niveles inferiores meneando mi cola de escamas purpuras, rebosante de alegría, que impropio de mi mostrar una sonrisa en mi escamado rostro. Mi pecho de cubierta plateada clara ardía con intensidad en aquel instante, sabed que solo hasta la cintura me llega por la parte delantera esta piel de plata brillante y hasta el cuello por arriba, pues el resto de mi son solamente escamas purpuras y trazos en mi nuca de color rojo puro.
Incluso algunas de las púas de mi espalda o las extensiones de mi piel se erguían y se movían de la emoción, tal es.
En mi camino a los niveles inferiores alguien me llamó la atención. Supe muy bien quien era al escuchar su tono, su dificultad para vocalizar las compuestas silabas de mi lengua. Una de mis changeling más selectas, una hembra que dejó su hogar buscando ayudar a sus semejantes.
— ¡Draco! —el grito que dio estaba mezclado con enfado e indignación, era palpable, pero estoy empezando a pensar que hoy es el día en que nadie respeta a quien debe.
Me vuelvo con un rostro tallado en seriedad y mis ojos dirigidos hacia ella. Tan joven, débil y escuálida. Se notaba que ya hacía tiempo que dejó su puesto. A diferencia del resto de los suyos tanto sus alas como sus ojos resaltan con un verde natural.
— ¿Has olvidado el lugar que te corresponde y las formas con las que debes dirigirte a mí, Pharyb?
—Sois un mentiroso… —me espetó, con la mandíbula apretada y con una ligera humedad casi imperceptible en sus ojos.
— ¿A qué se debe esa acusación? —le pregunto sonriendo.
—Dijisteis que no haríais daño a la reina…que nos daríais una copia de la magia de…
Cuando empezaba a irritarme su tono casi chillón me aproximé a ella hasta el punto en que nuestras miradas quedaron enfrentadas, fue en ese instante en el que ella se silenció y empezó a sentir por su cuerpo cierta intimidación. No es raro, si algo infunde miedo en aquellos que me miran, son mis ojos del color de las llamas.
—En primer lugar…háblame con respeto. En segundo lugar, tu impertinencia te ha cegado. En ningún momento he hecho daño a la reina. —Estaba furioso. Tanto que me permití levantarla con mi magia, que recorría mi guantelete plateado. —Tendrás tu recompensa, como acordamos. Pero la reina se queda aquí, además… ¿Qué te importa a ti lo que le pase?
Entonces vi claramente su intención. Su mirada se apenó. Lo noté, porque ya he visto esa misma expresión. ¿Le preocupaba la reina? Que absurdo, pero sí.
—O es que le has cogido cariño… ¿eh, Pharyb?
Apartó la mirada de mí y se deshizo de mi levitación, mostrando sus afilados dientes.
—No digáis tonterías, es solo un poni. Pero no me gusta que la gente rompa sus promesas. Además… ¿Qué hacen preparándose tantos soldados? ¿Qué son esas salas de fundición y todas las armas que se están creando?
—Eso a ti no te incumbe. Limítate a obedecer y a recibir lo que has venido a buscar. ¡No te entrometas donde no te llaman! —le alcé la voz con tanto desprecio que ni me molesté en seguir la conversación y me fui de allí.
Pharyb ha sido una de las changeling más útiles de los mercenarios que contratamos…pero su papel ya ha terminado y ahora es nuestro turno. Ya les llegara el momento de recibir su recompensa, pero hay otros asuntos que requieren más atención desde mi perspectiva que unos hambrientos y moribundos ponis insecto cuyo único propósito de nacer ha sido doblegarse a un soberano.
Que nadie me malinterprete. Serán recompensados por su utilidad, pero está más que claro que antepondré a mis hermanos dragones que a unos andrajosos sátiros y changelings.
Pero…me llama la atención…desde hace un tiempo, Pharyb se ha vuelto…blanda, con una actitud arrepentida…y ahora esto. ¿Puede ser que siente algo por la reina y los ponis de cristal debido a su estancia allí?
No...No puede ser. ¿Qué le haría dudar de sus propios actos y de conseguir lo que anhela? Solo quieren emociones de las que alimentarse, quieren que copie la magia de la reina…pero sus poderes tienen otros usos para mí. Cuando llegue el momento les daré su magia, y así podrán despertar amor en sus presas para alimentarse, quizás así curen su enfermedad…es lo que implica una reina débil y sin escrúpulos.
Los sátiros en cambio…hmph, que fácil es convencerles, basta con poner el dinero sobre la mesa y esas repelentes cabras se abalanzan como animales sedientos de sangre. Los mercenarios por excelencia y los más baratos de comprar, simples pero eficaces, aunque sus modales y costumbres dejan que desear. Que patético…se parecen tanto a los ponis…son tan inmundos como ellos, pero una de mis muchas ventajas reside en fingir y en mantener la compostura hasta el momento idóneo.
Ahora, en las profundidades de esta fortaleza, los soldados de mi ejército se preparan. Bañándose en sus armaduras, empuñando sus armas y preparando sus propias artimañas. Abajo…en las cámaras de fundición. Allí las paredes se iluminan con el brillo del metal fundido vertiéndose en los moldes para forjar las nuevas armas.
Cada dracano es afín a un metal, y es condicionado por el sendero que escoge. Los dracanos que nacen en las montañas, se declinan por el hierro, un metal con el que los sirvientes del rey dragón se recubren en una coraza azul ceniza y empuñan sus finas hojas ligeramente curvadas de hierro negro. Un metal con el que algunos incluso se han convertido en uno solo, como Arghon. Un dracano que se fundió con el hierro y el fuego de las montañas y se convirtió en un acorazado cuyas venas fueron reemplazadas por fibras de metal. Los hechiceros optamos por metales más finos y simbólicos, como nuestro caso…los ambrantes usamos la plata. Un noble metal nacido de la noche, del mismo color que los rayos del astro nocturno y con el que creamos nuestras más selectas herramientas de hechiceros: bastones, cetros, armaduras…la plata es el metal vinculado a las sombras.
Por ello mi guante, que recubre mi mano izquierda está hecha de ese puro metal, que permite que cada fragmento del Ambra recorra mi cuerpo y me permita lograr desentrañar el auténtico potencial de la magia sombría.
Ahora en las cámaras, Scaleless debería estar retocando los últimos detalles de nuestra “arma secreta” Cuando paso por allí, siento como el calor me golpea y mis ojos se molestan por el intenso brillo del metal fundido. Suenan golpes de martillo, gruñidos de esfuerzo por parte de mis hermanos y afiladoras rasgando el filo de las armas.
En una de las cámaras, aislada por un portón de hierro cuyo pomo casi encandece del extremo calor, se hallaba mi descamado comandante. Con su efusivo animo escudriñando cada pequeña parte de su monstruosa creación. Entonces es cuando se percata de mi presencia.
—Sah-ba Draco, sí que has terminado rápido. —nuevamente los protocolos disciplinarios para el son solo meras expectaciones.
—Agradecería que te dirigieras a mí como Sharrak. —le indico mientras le observo montado en esa esfera gigante a la que él llama invento, apoyando su quijada en la superficie de la misma.
— ¿Por qué? Si somos colegas…no sé a qué viene de tu parte tanta formalidad.
—Scaleless, ya hablamos de esto. —le dije enfadado.
—Vale, vale, tranquilízate dragón, que…que era broma. —argumentó. Cuando me relajé procedió a hablarme con más serenidad, pero nuevamente con su forma de ser. Se acercó a mí como una sabandija casi pegado y me preguntó. —En fin “Mi Sharrak” ¿ha ido bien con Skillclaw?
— Ra, ¿no tenías algo para mí?
— ¡Oh, Ra! Me alegro de que preguntéis por ello, hehehe. —La emoción le resaltaba en su rostro y sus ojos brillantes, frotándose las manos continuamente. Se agazapó, erizando sus pequeñas espinas de la espalda y casi reptando hacia la enorme estructura. Una inmensa esfera recubierta de un metal áspero y sostenido mediante cuatro gruesas patas afiladas, cual insecto. En lo alto, un cristal oscuro como una estalagmita que penetraba en su interior.
—Me dijisteis que creara algo “impactante” y aquí lo tenéis… —arqueó sus brazos dando a mostrar de forma teatral su creación —Por el momento no tiene nombre pero llamémoslo “X” Con esto podremos vengarnos de la tuerta y esos equinos repelentes… —escudriñó toqueteando la creación con mucho esmero mientras continuaba explicándome. —Lo he rellenado de pura magia negra líquida, gracias a los ambrantes y por supuesto lo he mezclado con los venenos más selectos del pantano, ayudado por Lady Deathly claro. —Volvió a acercarse a mí con la sonrisa plasmada en su descamada cara, vibrando de la alegría.
—Cuando se emita una señal oscura mediante vuestro dranil, el cristal reaccionará liberando pura energía oscura al contenido líquido, esto, según mis estudios de Micromagia y energía reactiva según el humanoide occidental…
—Al grano Scaleless. —le ordené.
—En resumen…en cuanto actives el dranil, esta cosa explotara…. ¡OH! —brincó efusivo y dando palmadas de forma enérgica. —Lo mejor es que no hará solo ¡BUM! Sino que además…hehehe. Toda la energía concentrada se esparcirá como una plaga penetrando en los unicornios y produciendo graves anomalías.
— ¿Anomalías? —Eso llamó de forma desmedida mi atención, tanto que erguí las pequeñas púas de los laterales de mi cabeza.
—Siiiiii…hehehe. Las mismas que la tuerta provocó en nosotros: enfermedades, anulaciones, mutaciones, etc. Se revolcaran en la ponzoña como los cerdos que son, hihihihi.
No pude evitar reírme, pensando en la gran cantidad de posibilidades que este “X” podría ofrecerme, una de las creaciones más viles de Scaleless, quien acompañó mi risa y ambos por un momento nos desenvolvimos en un ataque de locura, una orquesta de risas.
—Ay, sin duda es uno de tus mejores creaciones…Que deliciosa ironía Scaleless, que esos equinos sufran lo que ansiaban que nosotros sufriéramos. —Mi ilusión era inmensa en aquel instante, me imaginaba como se retorcerían como gusanos esos ponis y a esa estúpida sufriendo y llorando, pidiéndome clemencia, mientras yo me miraría feliz. Pero ese ensimismamiento terminó cuando Scaleless suspiró y hablo con total franqueza.
—Sish-garac, hacía tiempo que no te veía reírte así Draco, me alegra verte así, de verdad. —Se me hacía raro ver tanta sinceridad en su semblante, los ojos cerrados y sonrientes, pero…era una sonrisa llena de verdad, tan extraño en él.
—Rashkag, Scaleless. ¿Cuántos puedes hacer?
—Emmm, supongo que unos….tres dado los materiales. Es que cuesta un porrón crear magia negra líquida, bastante tenemos con producir urnas maléficas.
—Está bien…sigue en ello Scaleless, ahora debo atender otros asuntos. Buen trabajo.
—Rashkag mi Sharrak, hehehehe.
Tan solo se dio la vuelta y siguió inspeccionando aquel huevo, mientras yo ahora, sabiendo que nuestra arma estaba a punto, decidí ir a por la reina. Justo en el instante en que salí de las sofocantes cámaras apareció Skillclaw, cual ninja.
Aterrizó desde las sombras, inclinándose con las garras en el corazón y sosteniendo entre ellas el amado tesoro que mi mentor entregó a los ambrantes, una creación única que en nuestro breve dominio en Equestria fue concebido. El dranil.
Skillclaw se arrodilló y me lo alzó en sus ásperas garras, esa esfera roja pura y brillante, en cuyo interior se encerraba un inmenso poder oscuro.
—Rashkag Skillclaw —contesté mientras recogía en mis frías manos purpuras aquella joya a la que curiosamente, tanto calor me transfería al tocarla.
Mi fiel akalia se alzó lentamente y me preguntó:
— ¿Deseáis algo más, mi Sharrak?
Con una sencilla sonrisa moví la cabeza negando su asistencia, entre que perdía mi vista en aquel rojo océano que el dranil tenía en su interior. Su brillo como el oro y las joyas más preciosas, me hacían sentirme atraído, así por ello somos casi dragones, porque pese a nuestra fuerza de voluntad el fulgor de las riquezas nos hipnotizan.
—O Deseth —Se despidió con otra inclinación, retirándose a paso lento, mientras yo me desplazaba hacia mi próximo encuentro con nuestra invitada de honor.
Atravesé la fortaleza, hacia las celdas inferiores, un área especial que mis compañeros ambrantes y yo creamos especialmente para prisioneros de la alta corte. Cada centímetro de esas celdas, frías, secas y sin vida, se esparcen nuestros oscuros encantamientos, catalizados por cristales de obsidiana cuyo propósito es debilitar a los prisioneros. Incluso a pesar de que la reina estaba anulada por completo, gracias a nuestros collares, la verdad es que siempre está bien tomar medidas por si acaso. Conozco muy bien el poder de los alicornios y puede llegar la posibilidad de que el collar y las urnas maléficas no sean suficiente para contener su majestuoso poder.
Dos de mis más leales brujos ambrantes se hallaban guardando su celda. Portando sus bastones recubiertos de plata y una joya en la parte más alta. Quietos como estatuas, con los ojos cerrando recitando sus oraciones en silencio a la oscuridad. Tapados con finas túnicas de seda lóbrega y capuchas con remates marcados.
— ¡Ambras! —grité el nombre de la “deidad” que nosotros los ambrantes adoramos. Ambras es el nombre del supuesto dragón que antaño representaba el elemento de las sombras. Pero en sí mismo…es la oscuridad, las sombras…toda esa energía de aire misterioso que hierve hasta en los corazones cuando el instinto, la rabia o el deseo aparecen y que se plasma en las más profundas cuevas, en los más desolados parajes y entre la niebla de los desconocido. Una fuerza, un lugar…nadie sabe qué es exactamente, pero lo que sí que siempre he tenido por seguro, es que es magia. Y de las más difíciles de encauzar. El Ambra es la energía oscura, la magia en sí, y nosotros los ambrantes, somos los practicantes de esta arte que en tantos lugares prohibieron por miedo.
El miedo es debilidad, por ello los ignorantes que temen lo que no pueden comprender, son débiles.
Volviendo a mis quehaceres, mis ambrantes inclinaron su cabeza, recubierta de hueso pálido, lentamente. Y de un simple golpe de sus bastones, toda la esencia oscura que empezaba a manifestarse en este lugar se atenuó y apartándose lentamente me abrieron paso hacia la prisión. Se quedaron atrás, retornando a sus silenciosos credos y tan férreas voluntades.
Casi todas estas celdas, tenían los barrotes maleados, derruidos, las paredes de cada una llenas de arañazos, golpes, símbolos de locura y desesperación de aquellos que durante por mucho permanecieron en sus pensamientos, aislados del mundo en una profunda y gélida oscuridad.
Antes de presentarme a la alicornio, decidí ocultar mi rostro tanto con mi capucha. La ausencia de luz haría el resto, también conjuré una neblina de sombras alrededor mío, con la cual podría distorsionar mi voz. El sonido a través de los espesos muros de sombras se distorsionan, muchos oscuros lo han usado para hacerse a sí mismos más intimidantes, pero mi fin tan solo responde a encubrir de mi lo que pueda, siempre he sido muy precavido para estas cosas. Saqué el dranil de entre las carcomidas ropas tizón que me llegaban a poco más de la cintura. Entré allí, la celda cerrada con un portón adornado con una simple aldaba oxidada.
Allí estaba ella, intentando desesperadamente escapar de allí, la atrapé intentando forzar las cadenas y los cristales de su cuerno en vano. Una poni dotada de alas y cuerno, de pelaje beige claro, de cabellos y ojos celestes, de pintas espantosas y descuidada, cuyo nombre referenciaba al norte, Lady Nivea. Ella me miró nada más adentrarme en sus “aposentos” casi sin poder moverse de allí, sostenida por un simpar de agarres y con el collar puesto en torno a su garganta. Un collar creado de obsidiana, réplica de los collares que los perros diamantes usaban para sus excavadores, pero modificados por cortesía de mi comandante experto en invención: Scaleless. Anulando todo su poder.
Emprendí una parla con ella, tratando de hablar en su lengua, encubierto por la neblina que transformaba mi voz en una profunda cual demonio.
—Lady Nivea, la reina de cristal, ante mis ojos. Es un placer. —inicié yo, de forma educada y guardando las formas.
— ¿Quién sois vos? ¿Qué queréis de mí? —inquirió, débil y cansada.
—No os angustiéis, yo tan solo deseo una simple muestra de vos…El poder real de vuestra familia.
Yendo directo al asunto, contemplé como su mirada se contraía, expresando pavor al escuchar mi modesta petición. Entonces ella reaccionó.
— ¡Demente! ¿Qué busca alguien de vuestra calaña en el poder real? —inquirió agitándose entre sus ataduras y cadenas.
—No es de vuestra incumbencia. Veréis majestad…podemos hacerlo por las buenas, o por las malas…la elección es vuestra.
Un aire de orgullo se insufló entre esas moldeadas carnes recubiertas de pelo brillantes, infló el pecho y recta me contestó.
—Por mucho que me torturéis y me hagáis sufrir, no le daré a nadie lo que buscáis, ni siquiera podríais usarlo, y aunque así fuera no permitiré que algo así caiga en manos equivocadas. —y pegó un golpe al suelo con su casco.
—Cuidado majestad…vuestra voz se está empezando a salir de tono. — me irritaba ese momento, pese a no importarle el castigo, ella sobresaltaba como si nada.
—Sois vos un dracano, ¿verdad?
Ella desde que fue secuestrada, quedó dormida, inconsciente…y fue encerrada aquí, pese a ello ha visto como era.
—Vuestros cuernos resaltan bajo vuestra capucha, esa magia corrompida, ese tono y orgullo, vuestra constitución…Sin duda sois un dracano.
Y yo ni tan siquiera me molesté en negarlo. Es más, admiré su deducción.
—Bravo, majestad. Y ahora…basta de tonterías, entregadme una muestra de vuestra magia.
—Iluso, ¿no veis que estoy incapacitada?
La furia invadía mi cuerpo. A través de mi guantelete conjure a las sombras y creé a partir de ellas látigos con los que agarré con fuerza su cuello. Ahogué su grito de dolor, escuchaba como la respiración costosamente le llegaba. Me aproximé a ella, lentamente y con la mirada afilada.
—La próxima vez que me faltéis el respeto, “alteza” os aseguro que la muerte será piadosa compara con lo que os puedo hacer.
—No…ggg….no me importa, si me matarais no podríais hacer nada. —declaró, pero esa ignorante no se dio cuenta de un detalle.
—Oh majestad. —Moviendo las garras de plata de mi guante y las negras de mi otra mano, apreté los ligamentos hechos de sombra obstruyendo más su respiración, hasta el punto de que se enrojecía su rostro y la vida poco a poco se le escapaba. Me acerqué a sus orejas y le susurré lo que clavó en su corazón una daga de hielo. —Si vos no me servís…vuestras hijas y sobrinas podrían ser ideales candidatas. —Su cuerpo se estremecía —Incluso…podría capturar a varias…es que…hay otras formas de pagar a los mercenarios…hmhmhm. —Me reí siniestramente en su cara y aflojé los negros látigos de su cuello, haciendo que diera bocanadas de aire desesperadas.
Entonces me miró, en sus ojos yo discernía una mezcla de desprecio y miedo. Se desinfló de inmediato y hubo un incómodo silencio entonces. Suspiró.
—De acuerdo, pero antes…decidme. ¿Qué buscáis en mi poder?
—Pronto lo veréis por vos misma.
Con la mirada baja, preocupada por las consecuencias de sus actos, con una cosa u otra, se decantó por satisfacer mis necesidades. Por muy indoblegable que sea la voluntad de un monarca, es madre y tía después de todo, atacar a su corazón es la herramienta ideal. No sabría tanto de ella, de no ser por Pharyb.
—Está bien…pero con una condición.
—No estáis en disposición de condiciones alteza. Pero…adelante.
—Mi liberación. Y que no osareis vos y los de vuestra línea a atentar nunca más contra el imperio.
—Trato hecho. —dije asintiendo.
Retiré la anulación de su cuerno y desactive el collar, acercándome a ella y tocándolo. Mostré el dranil y le indiqué que depositara un fragmento del poder real en él, pero me pilló por sorpresa.
Ingenuo que fui, la reina libre de la anulación arrojó de su cuerno sobre mí un chorro de magia de cristal, la cual sobre mi cuerpo se solidificó formando cristales y casi inmovilizándome. Rompió sus cadenas fugazmente y se liberó de las ataduras. Traté de detenerla alzando un muro de sombras alrededor suyo y solidificándolo pero para entonces ella alzo el vuelo y escapó del mismo.
Previamente, antes de que pudiera salir por la puerta emití un grito agudo de llamada que logró desorientarla y hacer que se estrellara contra la pared. Aproveche ese breve momento, vital para evitar su huida y aspiré el aire de mi alrededor. Por mis fauces exhalé un chorro de hielo aún líquido, mi aliento, el aliento helado, con el que al impactar sobre ella, logré paralizarla, estando congelada por las alas y los laterales, pero aun así se removió tratando de escapar. Yo me liberé del cristal que me retenía parcialmente, rompiéndolo en añicos y me abalancé sobre ella como si fuera una presa, pero logró evadirme, saliendo por la puerta a la fuerza. Por fortuna mis ambrantes que se percataron del jaleo conjuraron la “prisión apacible” un maleficio de rápida ejecución con el que a través la lengua lóbrega y con un aura en forma de fuego lila rodeándolos, lograban aprisionar a la reina mediante un aro morado que le cogía por el medio y la paralizaba totalmente. Pese a esto, ella se siguió resistiendo emanando de la luz celeste de su cuerno estalactitas de cristal para defenderse, yo me arrojé sobre su cuerpo y active el collar de anulación, entonces su magia se disipó. Por si acaso, uno de los ambrantes roció sobre su cornamenta la esencia líquida de una urna maléfica para infestarlo de cristales negros.
— ¡Rash-Kag, ya me ocupo yo de ella!—les dije a mis ambrantes, los cuales por fortuna no fueron heridos y se retiraron cautelosamente atentos a la alicornio, por si intentaba algo.
La reina gritaba y se removía. Yo con ira la cogí de su larga crin y tiré de ella hasta su celda, arrojándola al fondo y apresándola con las cadenas, las cuales reconstruí y até a ella junto con las ataduras de pelo de efigie.
— ¡CREO majestad que os estáis pasando de lista! —propiné un golpe en su mandíbula, logrando tumbarla y seguidamente le arañé con mis garras con una cuchillada hacia arriba, gritando ella del dolor y el escozor. —Sois una estúpida. Pero ya que queréis hacerlo por las malas… —con mis patas le di un brusco impacto en las suyas haciendo que cayera al suelo una vez más. —que así sea…
Esta criatura, ignorante de su situación ahora yace ante mí, sangrando ligeramente. La agarré del cuello y con el dranil plantado ante sus azulados ojos le grité con mis fuerzas.
— ¿! Sabéis acaso quién soy?! — le mostré mis fauces, mis afilados dientes y la abrumé con mi helado aliento. —Soy descendiente directo de los dragones que tomaron Equestria hace cien años. —El latido de su corazón se paró por un breve instante. —Vos sois la reina que socorrió a las princesas, vuestro poder fue la clave de nuestra derrota. Y yo…descendiente de esos valientes guerreros voy a terminar lo que ellos no pudieron.
La reina, débil se revolvió y me desafió con sus ojos una vez más.
—Si vuestro corazón arde en venganza…estáis destinado al fracaso.
— ¿Fracaso? Mi sino ya se ha escrito en la oscuridad, y jamás he visto tan claro mi sendero. El resto llegara…
El dranil brilló en gran intensidad, lo hice flotar entre nosotros. Concentré las fuerzas de la magia sombría sobre nosotros, me deje embeber en el poder que el dranil comenzaba a arraigar en mí y con él, estaba dispuesto a drenar el anhelado poder real, aunque no sea puro…me servirá.
La reina comenzaba a resentirse, el efecto de drenaje empezaba a hacer efecto, a pesar de estar anulada me veía capaz de absorberlo. El dranil extendía raíces hechas de sombras procedentes de su propia estructura y agarró el cuerno de la reina, quien gimiendo de dolor comenzó a sentir como una parte de su ser se escapaba, como el poder real iba siendo transferido a partir de las extremidades de mi preciado tesoro.
Todo el lugar se cubrió de tinieblas y el frío se volvió patente de forma desmedida.
Ella gritaba y yo mantenía el enlace, pudiendo en mis extremidades y en cada inspiración como el poder empezaba a transferirse. Fue entonces cuando la esfera roja pura emitió un fulgor peculiar y detuve el conjuro.
— ¡Arsh-Kag!
Las extensiones regresaron y el dranil retornó a su forma natural. La reina cayó agotada y yo, al sostener mi preciado tesoro en mis manos avariciosas pude sentir que en efecto había saciado su voraz apetito.
El frío se mitigó y la oscuridad se disipó. La reina suspiraba, casi al arrastre como si hubieran arrancado una parte de su alma.
—No temáis majestad…pronto volveréis a la normalidad. Pero dado vuestro insolente comportamiento, discutiremos sobre vuestra liberación. Saludaré a las princesas de vuestra parte. — Y riéndome finalmente victorioso, abandone el lugar volviendo a intensificar la neblina que bloqueaba su poder por completo.
Salí de allí, dejando a esa alicornio a su suerte en la negrura. Pero entonces cuando me encontraba a solas por completo, sin nadie a la rotonda, de repente sentí algo…Sentí como las tinieblas se agitaban, alguien me llamaba a través del negro océano…