El príncipe del Tiempo y el Espacio (Ponys & Humans)
Publicado: 17 Feb 2015, 12:36
Ésta es una historia que llevaba tiempo pensando, y que pensé que podría ser buena, con ello no quiero decir que no vaya a continuar con mi Fanfic MI NUEVA VIDA, es solo algo que me gustaría compartir con vosotros. Aún no tiene una portada, pero la trabajaré para dejaroosla bien presentable a vostros. Ésta no será una historia tan extensa como la que estoy trabajando, pero espero que os guste tanto como esta, sin más dilación, os presento mi nuevo fanfic... El principe del Tiempo y el Espacio
Esta historia es real, y lo sé por qué lo viví en primera persona, es una historia un poco larga, con un principio no muy agradable, pero es así como la princesa Luna me lo contó. Hace mucho tiempo, tras derrotar a Discord y encerrarlo en su cárcel de piedra, Equestria fue atacada por una gigantesca criatura que, con solo rugir, desataba tormentas y los vientos chillaban, aquel monstruo, era conocido como Leviatán.
En aquella misma época, Celestia había dado a luz a un joven heredero al trono, un pequeño bebé pegaso de pelaje tan blanco como los rayos del sol cuando rompen el alba, al que puso por nombre Helios Noble.
Tras derrotar a Leviatán después de una larga y dura batalla, la enorme criatura juró que algún día destruirá lo que la soberana de Equestria mas amaba en el mundo. Temiendo la seguridad de su bebé, Celestia se vio obligada a llevar a su hijo a otro mundo, en donde el tiempo corría de forma diferente al suyo. Celestia, con el corazón destrozada, nunca le dijo a nadie el paradero de su pequeño, guardó aquel secreto con celo temiendo de que algún día Leviatán pudiera volver a hacerle daño.
Luna nos contó que, tras su regreso al trono, Celestia desaparecía por unas horas sin dejar rastro, y que, cuando volvía, su rostro estaba empapado en lagrimas, sus ojos enrojecidos y la voz temblorosa, pero el motivo de ello era desconocido para todos... Hasta ahora.
Estábamos en los últimos días de un crudo y largo invierno, terminando de recogerlo en Ponyville, mi amiga, la princesa Twilight, se dirigía a Canterlot para dar el informe de la situación a la princesa Celestia. Una vez aterrizó en el balcón de palacio, se adentró a los aposento de su mentora, pero estos estaban vacíos.
- ¿Princesa Celestia? -preguntaba Twilight mientras la llamaba.
Pero no obtuvo respuesta inmediata. La puerta que daba al pasillo del palacio se abrió repentinamente, dejando asomar a la princesa Luna.
- ¿Princesa Twilight, que haces aquí? -preguntó asombrada la soberana de la noche.
-Venia a ver a la princesa. -respondió Twilight. -Venia a informarle sobre la situación en Ponyville y la recogida del invierno. ¿Dónde está?
Luna simplemente apartó la mirada apenada, cosa que tomó por sorpresa y llamó la curiosidad de la más joven de las princesas equestrianas.
-Hoy... Es un día especial para mi hermana. -respondió Luna.
- ¿Un día especial? ¿Es un día importante? ¿Por qué no lo ha dicho? -preguntaba Twilight sin parar.
-No puedo hablarte de ello, Twilight Sparkle. -fue la respuesta de Luna. -Es algo... Que prometí no contar jamás...
Aquella reacción sorprendió a Twilight, quien deseaba una respuesta más clara.
Mientras tanto, Celestia se encontraba en una de las habitaciones ocultas en lo mas profundo del castillo donde antes gobernase con su hermana. Frente a una mohosa y descuidada puerta de piedra, bajó lo que parecía ser una palanca provocando que la desgastada puerta se elevara poco a poco. Bajo una de sus enormes y temblorosas alas, parecía llevar un paquete que se agitaba a la vez del temblor.
-Mi querido Helios... -musitaba Celestia mientras se adentraba en la habitación.
El oscuro recinto solo era iluminado por la luz de un modesto móvil que colgaba de los más alto del cabezal de una cuna de madera, el cual, dejaba sonar una melancólica y hermosa melodía que invadía la mente de Celestia.
Dirigiendo su mirada a la cuna, recuerdos empezaban a brotar del corazón de la soberana, aquellos primeros días cuando los muros del castillo eran llenados de pequeñas y joviales risas infantiles, y de unos dulces pasos rápidos de un pequeño potrillo que jugueteba cerca de los cascos de su madre.
Derrumbada, Celestia se dejó caer rompiendo en llanto, un llanto que ahora invadía los muros de aquel pequeño e infantil recinto.
- ¡Sé que debía protegerte! -gritaba Celestia hecha un amasijo de dolor. - ¡No pasa ni un día sin que lamente el haberte abandonado! ¡Ojalá pudiera volver a verte una vez más!
Como si de un deseo cumplido se tratara, una tenue luz se hizo visible en un espejo de pared que se encontraba en lo mas apartado de la habitación, era un fulgor cálido que parecía calmar el corazón de la princesa, quien se aproximaba a aquel espejo.
-Recuerdo este espejo... -se decía Celestia a si misma. -Lo usé para poder ir a ese mundo... Pensé que lo había sellado, ¿por qué brilla?
Celestia extendió su casco hacia el cristal, y éste lo atravesó como si se tratase de una cortina de agua de una cascada. Asustada, Celestia apartó el casco de repente, mirándoselo por unos segundos nerviosa y confusa, pero la sensación era familiar,
-Conozco este sentimiento... -decía para sí misma. -Es el mismo que el de aquel día... Aquel calor... Aquella tristeza... Aquel llanto.
A la mente de Celestia venían imágenes de una tormentosa noche en un lugar muy lejano, sin apenas un ápice de magia, un aire más cargado y espeso y un reino lleno de edificios de piedra tan alto como los árboles. Aquella noche, Celestia se hallaba agotada cargando un pequeño cesto del cual emanaba un llanto de un bebé, la princesa, tomó a aquel bebé entre sus largas y finas extremidades, abrazándolo contra su pecho mientras sus alas los cubrían. Aquel bebé, mostraba en su costado un extraño antojo, parecido a un reloj de sol Con una sonrisa maternal y ojos lleno de lagrimas, Celestia acunaba a aquella criaturilla mientras canturreaba una dulce nana que poco a poco la destrozaba por dentro. Pero lo que acabó por romperla fue cuando aquella criatura le sujetó un mechón de su espeso y colorido cabello, soltando una feliz risa. Celestia dio un beso a su bebé en la frente diciéndole tras eso:
-Aunque no esté a tu lado, siempre estaré velando por ti, mi precioso rayo de sol... -musitaba con voz temblorosa. -Se feliz, crece y vuélvete un Pony guapísimo... Te añoraré cada día...
Celestia dejo al bebé en el cesto bien arropado para que no tuviera frío, junto a una nota. Tocó a la puerta donde se encontraban y se alejó volando, perdiéndose en la oscuridad mientras que el llanto del pequeño la destrozaba en el corazón.
Tras volver de sus recuerdos, Celestia volvió a mirar el espejo con nerviosismo.
-Si voy, podré verlo, pero... ¿Estaré dispuesta a verle sin intentar volver con él? -se preguntaba la soberana.
Tras un tiempo dudando de su inseguridad, Celestia se armó de valor corriendo hacia el espejo. Sentía como su cuerpo ardía y cambiaba, el dolor le invadía el cuerpo mientras atravesaba el espejo. Pero aquel dolor no duró mucho, Celestia cayó en lo que parecía ser un callejón entre cubos de basura, vestía una larga y blanca túnica que cubría su cuerpo, su cuerno había desaparecido y lo único que quedaba de su antigua ser, eran unas enormes alas blancas. Dio un par de jadeos mientras miraba al suelo, dolorida y con algunas náuseas debido a su transformación.
-No... No recordaba este dolor... Es intenso...
Cuando se recuperó, intentó ponerse de pie, pero sus nuevas patas le temblaban, así pues, intentando apoyarse contra la pared, empezó a enderezarse. Le costaba andar ya que, aunque no era la primera vez que se veía en ese cuerpo, si era la primera vez en mucho tiempo que volvía a tener aquel aspecto bípedo y con escaso pelaje.
Quejándose y respirando de forma entrecortada, Celestia batió sus enormes alas, levantando consigo una fuerte ventolera que salía del callejón como si de un pequeño torbellino se tratase. La princesa se elevaba por el estrecho callejón con dificultad, evitando ser vista y llegando hasta lo más alto de aquellos enormes edificios. Una vez alcanzó la cima del edificio, se apoyó en el suelo, tomando aire.
Como la otra vez, el aire de aquel mundo le pesaba al respirar, no era como el aire fresco de las montañas de Equestria, este era mas caliente y sucio, pero suficiente para recuperarla de las náuseas de la transformación.
-Éste aire... Tan sucio... No entiendo como este mundo puede sobrevivir, ni como sus habitantes pueden soportarlo. -decía Celestia en un pensamiento en voz alta.
Se asomó al borde del edificio, pudiendo ver a cientos de criaturas con el aspecto que ella poseía actualmente, admiraba como todos llevaban ropas que cubrían su piel, que ninguno poseía alas ni cuerno, y como usaban unos carruajes de metal para ir de un sitio a otro.
-Sin lugar a dudas, estoy en el lugar correcto. Helios, ¿dónde estará?
Celestia intentó hacer memoria de aquella noche, noche que para ella fue hace casi más de mil años, sabía que en ese tiempo las cosas podrían haber cambiado, pero, curiosamente, el lugar donde se encontraba no mostraba signos de haber pasado tanto tiempo. ¿Era posible que aquel mundo tuviera un tiempo diferente al de su reino? De ser así, era posible incluso que Helios no tuviera ni la edad de un niño ni la de un adulto.
La princesa estaba ansiosa por salir volando para ir a buscar a su pequeño, pero a plena luz del día podría llamar demasiado la atención, así pues, decidió esperar hasta que el el sol se pusiera.
Mientras tanto en un parque cercano, un joven que bestia una chaqueta roja, ocupaba un banco con unos cascos puestos a todo volumen, estaba tirando un puñado de migas a las palomas, quienes se acercaban a catar aquel manjar para ellas.
-Son como un rebaño de ovejas. -decía el joven. -Siempre acudiendo a quien les da de comer.
De pronto, algo llamó la atención del chico, una joven estaba siendo molestada por un grupo de chicos que no parecían mostrar buenas intenciones. Se quitó los cascos para estar atento a lo que ocurría.
- ¿Oye guapa, vienes mucho por aquí? -le preguntó uno de los chicos.
- ¿Y a ti que te importa? -respondió la joven. -Si no os importa, tengo mucha prisa.
Antes de poder marcharse, uno de los chicos la sujetó del brazo.
-Vamos, seguro que tienes un tiempo para nosotros.
- ¿¡Qué haces!? ¡Suéltame, rufián! -decía aquella chica de piel blanca y cabello bien peinado.
-Vaya, es una chica con carácter. -decía el último. -Cómo nos vamos a divertir.
Antes de que pudieran hacer nada, alguien tocó el hombre del último.
-Disculpa...
- ¿Que demonios quieres...?
Antes de poder terminar la frase, el joven de chaqueta roja le golpeó en la cara, dejando a aquel chico algo tonto. Los otros dos, soltaron a la chica e intentaron abalanzarse sobre el joven, pero este los lanzó sin mucha dificultad, arrojándolos al lado de su compañero. Muy enfadados, los tres muchachos se largaron para lamerse las heridas.
-Esto no quedará así. -dijo quien parecía el líder del grupo - ¡Nos hemos quedado con tu cara! ¡Ya ajustaremos cuentas!
Sin mediar más palabras, el joven de chaqueta roja se acercó a la chica, extendiendo su mano para ayudarla a levantarse.
¿Estás bien? -le preguntó.
Un poco desorientada, la chica tomó la mano del chico, quien tiró de ella con cuidado para levantarla.
-Si, lo estoy. -le respondió. -Muchas gracias por salvarme de esos rufianes, de no ser por ti, quien sabe lo que habría pasado.
-No es nada, no podía quedarme quieto y solo ver.
La chica esbozó una pequeña sonrisa bajo unos enormes ojos azules.
-Me llamo Rarity, ¿quién eres tu? -preguntaba aquella chica.
El chico vaciló un momento pero, tras esbozar una sonrisa, se lo dijo.
-Helios… me llamo Helios.
-Bien, señor Helios, ¿puedo invitarte a tomar algo? Es lo mínimo que puedo hacer por quien me ha salvado. -le decía Rarity tomándole una mano.
El chico, dudó.
-No sé si debería.
-Insisto.
Finalmente Rarity consiguió convencer a Helios de que fuera con ella a un conocido café de la zona muy cercana a los institutos, ahí, ambos estaban sentados con una taza de café para cada uno. Rarity quería mostrarse interesada en él.
-Dime, ¿vienes mucho por aquí?
-De hecho… no. -contestó. -Ésta es la primera vez que vengo por esta zona.
¿Ah si? ¿De dónde vienes?
Helios se quedó mirando a su taza de café durante unos segundos, tomándolo con ambas manos, dejando que el calor del mismo calentase sus manos.
-Si te soy sincero, no lo sé. -fue su respuesta.
Eso sorprendió un poco a Rarity.
-Pero por alguna extraña sensación, algo me dice que no debo estar aquí.
- ¿De qué hablas?
-Es algo que me pasa de pequeño. -explicaba. -Es… difícil de explicar.
-Querido, créeme, estoy curada de espanto. -le decía Rarity.
Helios tomó un sorbo a su café y comenzó a explicarle.
-Desde hace mucho tiempo, tengo unos extraños sueños en los que me veo a mi mismo de bebé. -comentaba. -En ellos, estoy con una mujer que viste una toga blanca, que parece muy cansada pero que aún así me sonríe sin dejar de llorar.
Rarity no supo que responder en ese momento.
-Vaya…
- ¡Je! Debes de pensar que estoy loco o algo parecido.
-Para nada. Por un lado me parece precioso, y por otro extraño. ¿Sabes quien puede ser esa mujer? -preguntaba Rarity mostrando interés.
-No. -fue la respuesta abrupta de Helios. -Y es algo que me atormenta.
La chica no supo que responder. Finalmente, Helios terminó de tomarse el café y se levantó.
-Muchas gracias por el café. -decía Helios.
-No ha sido nada, a ti por salvarme. -respondió Rarity.
Helios salió de la cafeteria y anduvo un poco por la calle, cuando de pronto, sintió un leve dolor en su costado acompañado de un leve calor.
- ¡Ah…! -decía mientras se llevaba la mano al costado. - ¿Qué ocurre ahora? Hacia años que no me molestaba el antojo.
A la misma vez, en Equestria, en lo más profundo de los mares que rodeaban el reino, una decrépita criatura comenzaba a despertarse sintiendo una extraña sensación.
-Este poder… -decía la vieja criatura. -Vaya Celestia… ¿Creías de verdad que no me daría cuenta de donde habías escondido a tu hijo? Pobre infeliz… No creas que no te lo haré pagar por derrotarme… tu hijo será el objetivo de mi furia.
La criatura tosió levemente.
-Maldita seas… aún estoy algo débil… no te confíes, niña… no hay lugar donde puedas esconderte…
Volviendo a donde se encontraba Celestia, la noche ya había llegado, momento justo que tomó para alzar el vuelo y comenzar a investigar. De pronto, notó como su Cutie Mark empezaba a emanar calor, una sensación extraña.
- ¿Qué es esto? -se preguntaba. -No recuerdo esta sensación.
Ese calor, acabó por extenderse hasta el corazón de Celestia, lo cual la dejó sin respiración y casi sin poder volar. La princesa jadeó de golpe, como si se hubiera llevado un gran susto, llevándose las manos al corazón.
-Pu… puedo sentirlo… ¿Helios? ¿Estás cerca?
Ansiosa, Celestia comenzó a volar por la ciudad, en busca de su pequeño. Parecía feliz, y a la vez asustada, pues no sabía si su hijo le reconocería.
Mientras tanto, Helios se encontraba en medio de la calle, con una mano sobre la cabeza, que le empezaba a taladrar en una lluvia de recuerdos, veía imágenes distorsionadas y fugaces, se veía muy pequeño, correteando entre lo que parecían ser cuatro largas piernas mientras oía una dulce risa por encima suya, que le llamaba con cariño diciendo: “Helios, ¿dónde está mi principito?… ¡Aquí..!”, decía la voz. Aquella voz se le hizo más clara, y un rostro se le hizo familiar, para Helios, era como la cara de un caballo, con un colorida y ondulante cabello y un enorme cuerno blanco, algo que desconcertó al joven, que solo podía oírse reír ante la imagen de aquel ser que le sonreía con dulzura.
- ¿Qué ha sido eso? -se preguntaba Helios. - ¿Principito? ¿Qué diablos es eso?
Era posible que ninguno de los dos supiera que estaban muy cerca el uno del otro, es posible que ni siquiera pudieran reconocerse con solo verse. El ansia de Celestia por encontrarlo, nublaba su mente, y Helios, simplemente no tenía ni idea de lo que estaba pasando por su cabeza, que eso que él pensaba que eran alucinaciones o sueños no eran más que eso, simples sueños o alucinaciones pero, tan reales, que pensaba que era recuerdos.
-Maldita sea, ¿qué es todo esto? -decía Helios mientras se apoyaba en una farola sujetándose el costado sintiendo cada vez más calor. -Dios… ¿por qué me arde cada vez más?
Intentó llegar hasta su casa, una pequeña y modesta casa que se encontraba al otro lado de la ciudad, pero su odisea se truncó, ya que, en mitad de su camino, se encontró a los chicos que molestaban a Rarity.
-Vaya, pero si es el súper héroe. -decía quien parecía el líder.
- ¿Qué queréis vosotros? -preguntó Helios jadeando.
-No creerías que nos íbamos a olvidar de ti por lo de antes, ¿verdad? -le respondía. -Vamos a pagarte por fastidiarnos la diversión.
-Solo sois unos macarras que queríais aprovecharos de una chica indefensa.
-¿Y qué tiene eso de malo? No era asunto tuyo. -decía sacando un cuchillo.
Esto sorprendió a Helios, quien dio un par de pasos hacia atrás.
A la vez, Celestia volvió a sentir un gran peso en su corazón, era una sensación de nerviosismo y de miedo. Sus ojos se abrieron de par en par y se giró hacia su espalda.
-Helios… ¡Está en peligro!
Celestia comenzó a volar hacia esa dirección todo lo rápido que pudo, intentando llegar a donde creía que Helios se encontraba. En ese mismo momento, Helios se sentía intimidado ante el cuchillo, en condiciones normales podría defenderse, pero se sentía muy cansado.
- ¿Qué pasa, no puedes defenderte ahora? -decía aquel chico entre carcajadas. -Vamos a divertirnos contigo.
Recuerdos del pasado
Esta historia es real, y lo sé por qué lo viví en primera persona, es una historia un poco larga, con un principio no muy agradable, pero es así como la princesa Luna me lo contó. Hace mucho tiempo, tras derrotar a Discord y encerrarlo en su cárcel de piedra, Equestria fue atacada por una gigantesca criatura que, con solo rugir, desataba tormentas y los vientos chillaban, aquel monstruo, era conocido como Leviatán.
En aquella misma época, Celestia había dado a luz a un joven heredero al trono, un pequeño bebé pegaso de pelaje tan blanco como los rayos del sol cuando rompen el alba, al que puso por nombre Helios Noble.
Tras derrotar a Leviatán después de una larga y dura batalla, la enorme criatura juró que algún día destruirá lo que la soberana de Equestria mas amaba en el mundo. Temiendo la seguridad de su bebé, Celestia se vio obligada a llevar a su hijo a otro mundo, en donde el tiempo corría de forma diferente al suyo. Celestia, con el corazón destrozada, nunca le dijo a nadie el paradero de su pequeño, guardó aquel secreto con celo temiendo de que algún día Leviatán pudiera volver a hacerle daño.
Luna nos contó que, tras su regreso al trono, Celestia desaparecía por unas horas sin dejar rastro, y que, cuando volvía, su rostro estaba empapado en lagrimas, sus ojos enrojecidos y la voz temblorosa, pero el motivo de ello era desconocido para todos... Hasta ahora.
Estábamos en los últimos días de un crudo y largo invierno, terminando de recogerlo en Ponyville, mi amiga, la princesa Twilight, se dirigía a Canterlot para dar el informe de la situación a la princesa Celestia. Una vez aterrizó en el balcón de palacio, se adentró a los aposento de su mentora, pero estos estaban vacíos.
- ¿Princesa Celestia? -preguntaba Twilight mientras la llamaba.
Pero no obtuvo respuesta inmediata. La puerta que daba al pasillo del palacio se abrió repentinamente, dejando asomar a la princesa Luna.
- ¿Princesa Twilight, que haces aquí? -preguntó asombrada la soberana de la noche.
-Venia a ver a la princesa. -respondió Twilight. -Venia a informarle sobre la situación en Ponyville y la recogida del invierno. ¿Dónde está?
Luna simplemente apartó la mirada apenada, cosa que tomó por sorpresa y llamó la curiosidad de la más joven de las princesas equestrianas.
-Hoy... Es un día especial para mi hermana. -respondió Luna.
- ¿Un día especial? ¿Es un día importante? ¿Por qué no lo ha dicho? -preguntaba Twilight sin parar.
-No puedo hablarte de ello, Twilight Sparkle. -fue la respuesta de Luna. -Es algo... Que prometí no contar jamás...
Aquella reacción sorprendió a Twilight, quien deseaba una respuesta más clara.
Mientras tanto, Celestia se encontraba en una de las habitaciones ocultas en lo mas profundo del castillo donde antes gobernase con su hermana. Frente a una mohosa y descuidada puerta de piedra, bajó lo que parecía ser una palanca provocando que la desgastada puerta se elevara poco a poco. Bajo una de sus enormes y temblorosas alas, parecía llevar un paquete que se agitaba a la vez del temblor.
-Mi querido Helios... -musitaba Celestia mientras se adentraba en la habitación.
El oscuro recinto solo era iluminado por la luz de un modesto móvil que colgaba de los más alto del cabezal de una cuna de madera, el cual, dejaba sonar una melancólica y hermosa melodía que invadía la mente de Celestia.
Dirigiendo su mirada a la cuna, recuerdos empezaban a brotar del corazón de la soberana, aquellos primeros días cuando los muros del castillo eran llenados de pequeñas y joviales risas infantiles, y de unos dulces pasos rápidos de un pequeño potrillo que jugueteba cerca de los cascos de su madre.
Derrumbada, Celestia se dejó caer rompiendo en llanto, un llanto que ahora invadía los muros de aquel pequeño e infantil recinto.
- ¡Sé que debía protegerte! -gritaba Celestia hecha un amasijo de dolor. - ¡No pasa ni un día sin que lamente el haberte abandonado! ¡Ojalá pudiera volver a verte una vez más!
Como si de un deseo cumplido se tratara, una tenue luz se hizo visible en un espejo de pared que se encontraba en lo mas apartado de la habitación, era un fulgor cálido que parecía calmar el corazón de la princesa, quien se aproximaba a aquel espejo.
-Recuerdo este espejo... -se decía Celestia a si misma. -Lo usé para poder ir a ese mundo... Pensé que lo había sellado, ¿por qué brilla?
Celestia extendió su casco hacia el cristal, y éste lo atravesó como si se tratase de una cortina de agua de una cascada. Asustada, Celestia apartó el casco de repente, mirándoselo por unos segundos nerviosa y confusa, pero la sensación era familiar,
-Conozco este sentimiento... -decía para sí misma. -Es el mismo que el de aquel día... Aquel calor... Aquella tristeza... Aquel llanto.
A la mente de Celestia venían imágenes de una tormentosa noche en un lugar muy lejano, sin apenas un ápice de magia, un aire más cargado y espeso y un reino lleno de edificios de piedra tan alto como los árboles. Aquella noche, Celestia se hallaba agotada cargando un pequeño cesto del cual emanaba un llanto de un bebé, la princesa, tomó a aquel bebé entre sus largas y finas extremidades, abrazándolo contra su pecho mientras sus alas los cubrían. Aquel bebé, mostraba en su costado un extraño antojo, parecido a un reloj de sol Con una sonrisa maternal y ojos lleno de lagrimas, Celestia acunaba a aquella criaturilla mientras canturreaba una dulce nana que poco a poco la destrozaba por dentro. Pero lo que acabó por romperla fue cuando aquella criatura le sujetó un mechón de su espeso y colorido cabello, soltando una feliz risa. Celestia dio un beso a su bebé en la frente diciéndole tras eso:
-Aunque no esté a tu lado, siempre estaré velando por ti, mi precioso rayo de sol... -musitaba con voz temblorosa. -Se feliz, crece y vuélvete un Pony guapísimo... Te añoraré cada día...
Celestia dejo al bebé en el cesto bien arropado para que no tuviera frío, junto a una nota. Tocó a la puerta donde se encontraban y se alejó volando, perdiéndose en la oscuridad mientras que el llanto del pequeño la destrozaba en el corazón.
Tras volver de sus recuerdos, Celestia volvió a mirar el espejo con nerviosismo.
-Si voy, podré verlo, pero... ¿Estaré dispuesta a verle sin intentar volver con él? -se preguntaba la soberana.
Tras un tiempo dudando de su inseguridad, Celestia se armó de valor corriendo hacia el espejo. Sentía como su cuerpo ardía y cambiaba, el dolor le invadía el cuerpo mientras atravesaba el espejo. Pero aquel dolor no duró mucho, Celestia cayó en lo que parecía ser un callejón entre cubos de basura, vestía una larga y blanca túnica que cubría su cuerpo, su cuerno había desaparecido y lo único que quedaba de su antigua ser, eran unas enormes alas blancas. Dio un par de jadeos mientras miraba al suelo, dolorida y con algunas náuseas debido a su transformación.
-No... No recordaba este dolor... Es intenso...
Cuando se recuperó, intentó ponerse de pie, pero sus nuevas patas le temblaban, así pues, intentando apoyarse contra la pared, empezó a enderezarse. Le costaba andar ya que, aunque no era la primera vez que se veía en ese cuerpo, si era la primera vez en mucho tiempo que volvía a tener aquel aspecto bípedo y con escaso pelaje.
Quejándose y respirando de forma entrecortada, Celestia batió sus enormes alas, levantando consigo una fuerte ventolera que salía del callejón como si de un pequeño torbellino se tratase. La princesa se elevaba por el estrecho callejón con dificultad, evitando ser vista y llegando hasta lo más alto de aquellos enormes edificios. Una vez alcanzó la cima del edificio, se apoyó en el suelo, tomando aire.
Como la otra vez, el aire de aquel mundo le pesaba al respirar, no era como el aire fresco de las montañas de Equestria, este era mas caliente y sucio, pero suficiente para recuperarla de las náuseas de la transformación.
-Éste aire... Tan sucio... No entiendo como este mundo puede sobrevivir, ni como sus habitantes pueden soportarlo. -decía Celestia en un pensamiento en voz alta.
Se asomó al borde del edificio, pudiendo ver a cientos de criaturas con el aspecto que ella poseía actualmente, admiraba como todos llevaban ropas que cubrían su piel, que ninguno poseía alas ni cuerno, y como usaban unos carruajes de metal para ir de un sitio a otro.
-Sin lugar a dudas, estoy en el lugar correcto. Helios, ¿dónde estará?
Celestia intentó hacer memoria de aquella noche, noche que para ella fue hace casi más de mil años, sabía que en ese tiempo las cosas podrían haber cambiado, pero, curiosamente, el lugar donde se encontraba no mostraba signos de haber pasado tanto tiempo. ¿Era posible que aquel mundo tuviera un tiempo diferente al de su reino? De ser así, era posible incluso que Helios no tuviera ni la edad de un niño ni la de un adulto.
La princesa estaba ansiosa por salir volando para ir a buscar a su pequeño, pero a plena luz del día podría llamar demasiado la atención, así pues, decidió esperar hasta que el el sol se pusiera.
Mientras tanto en un parque cercano, un joven que bestia una chaqueta roja, ocupaba un banco con unos cascos puestos a todo volumen, estaba tirando un puñado de migas a las palomas, quienes se acercaban a catar aquel manjar para ellas.
-Son como un rebaño de ovejas. -decía el joven. -Siempre acudiendo a quien les da de comer.
De pronto, algo llamó la atención del chico, una joven estaba siendo molestada por un grupo de chicos que no parecían mostrar buenas intenciones. Se quitó los cascos para estar atento a lo que ocurría.
- ¿Oye guapa, vienes mucho por aquí? -le preguntó uno de los chicos.
- ¿Y a ti que te importa? -respondió la joven. -Si no os importa, tengo mucha prisa.
Antes de poder marcharse, uno de los chicos la sujetó del brazo.
-Vamos, seguro que tienes un tiempo para nosotros.
- ¿¡Qué haces!? ¡Suéltame, rufián! -decía aquella chica de piel blanca y cabello bien peinado.
-Vaya, es una chica con carácter. -decía el último. -Cómo nos vamos a divertir.
Antes de que pudieran hacer nada, alguien tocó el hombre del último.
-Disculpa...
- ¿Que demonios quieres...?
Antes de poder terminar la frase, el joven de chaqueta roja le golpeó en la cara, dejando a aquel chico algo tonto. Los otros dos, soltaron a la chica e intentaron abalanzarse sobre el joven, pero este los lanzó sin mucha dificultad, arrojándolos al lado de su compañero. Muy enfadados, los tres muchachos se largaron para lamerse las heridas.
-Esto no quedará así. -dijo quien parecía el líder del grupo - ¡Nos hemos quedado con tu cara! ¡Ya ajustaremos cuentas!
Sin mediar más palabras, el joven de chaqueta roja se acercó a la chica, extendiendo su mano para ayudarla a levantarse.
¿Estás bien? -le preguntó.
Un poco desorientada, la chica tomó la mano del chico, quien tiró de ella con cuidado para levantarla.
-Si, lo estoy. -le respondió. -Muchas gracias por salvarme de esos rufianes, de no ser por ti, quien sabe lo que habría pasado.
-No es nada, no podía quedarme quieto y solo ver.
La chica esbozó una pequeña sonrisa bajo unos enormes ojos azules.
-Me llamo Rarity, ¿quién eres tu? -preguntaba aquella chica.
El chico vaciló un momento pero, tras esbozar una sonrisa, se lo dijo.
-Helios… me llamo Helios.
-Bien, señor Helios, ¿puedo invitarte a tomar algo? Es lo mínimo que puedo hacer por quien me ha salvado. -le decía Rarity tomándole una mano.
El chico, dudó.
-No sé si debería.
-Insisto.
Finalmente Rarity consiguió convencer a Helios de que fuera con ella a un conocido café de la zona muy cercana a los institutos, ahí, ambos estaban sentados con una taza de café para cada uno. Rarity quería mostrarse interesada en él.
-Dime, ¿vienes mucho por aquí?
-De hecho… no. -contestó. -Ésta es la primera vez que vengo por esta zona.
¿Ah si? ¿De dónde vienes?
Helios se quedó mirando a su taza de café durante unos segundos, tomándolo con ambas manos, dejando que el calor del mismo calentase sus manos.
-Si te soy sincero, no lo sé. -fue su respuesta.
Eso sorprendió un poco a Rarity.
-Pero por alguna extraña sensación, algo me dice que no debo estar aquí.
- ¿De qué hablas?
-Es algo que me pasa de pequeño. -explicaba. -Es… difícil de explicar.
-Querido, créeme, estoy curada de espanto. -le decía Rarity.
Helios tomó un sorbo a su café y comenzó a explicarle.
-Desde hace mucho tiempo, tengo unos extraños sueños en los que me veo a mi mismo de bebé. -comentaba. -En ellos, estoy con una mujer que viste una toga blanca, que parece muy cansada pero que aún así me sonríe sin dejar de llorar.
Rarity no supo que responder en ese momento.
-Vaya…
- ¡Je! Debes de pensar que estoy loco o algo parecido.
-Para nada. Por un lado me parece precioso, y por otro extraño. ¿Sabes quien puede ser esa mujer? -preguntaba Rarity mostrando interés.
-No. -fue la respuesta abrupta de Helios. -Y es algo que me atormenta.
La chica no supo que responder. Finalmente, Helios terminó de tomarse el café y se levantó.
-Muchas gracias por el café. -decía Helios.
-No ha sido nada, a ti por salvarme. -respondió Rarity.
Helios salió de la cafeteria y anduvo un poco por la calle, cuando de pronto, sintió un leve dolor en su costado acompañado de un leve calor.
- ¡Ah…! -decía mientras se llevaba la mano al costado. - ¿Qué ocurre ahora? Hacia años que no me molestaba el antojo.
A la misma vez, en Equestria, en lo más profundo de los mares que rodeaban el reino, una decrépita criatura comenzaba a despertarse sintiendo una extraña sensación.
-Este poder… -decía la vieja criatura. -Vaya Celestia… ¿Creías de verdad que no me daría cuenta de donde habías escondido a tu hijo? Pobre infeliz… No creas que no te lo haré pagar por derrotarme… tu hijo será el objetivo de mi furia.
La criatura tosió levemente.
-Maldita seas… aún estoy algo débil… no te confíes, niña… no hay lugar donde puedas esconderte…
Volviendo a donde se encontraba Celestia, la noche ya había llegado, momento justo que tomó para alzar el vuelo y comenzar a investigar. De pronto, notó como su Cutie Mark empezaba a emanar calor, una sensación extraña.
- ¿Qué es esto? -se preguntaba. -No recuerdo esta sensación.
Ese calor, acabó por extenderse hasta el corazón de Celestia, lo cual la dejó sin respiración y casi sin poder volar. La princesa jadeó de golpe, como si se hubiera llevado un gran susto, llevándose las manos al corazón.
-Pu… puedo sentirlo… ¿Helios? ¿Estás cerca?
Ansiosa, Celestia comenzó a volar por la ciudad, en busca de su pequeño. Parecía feliz, y a la vez asustada, pues no sabía si su hijo le reconocería.
Mientras tanto, Helios se encontraba en medio de la calle, con una mano sobre la cabeza, que le empezaba a taladrar en una lluvia de recuerdos, veía imágenes distorsionadas y fugaces, se veía muy pequeño, correteando entre lo que parecían ser cuatro largas piernas mientras oía una dulce risa por encima suya, que le llamaba con cariño diciendo: “Helios, ¿dónde está mi principito?… ¡Aquí..!”, decía la voz. Aquella voz se le hizo más clara, y un rostro se le hizo familiar, para Helios, era como la cara de un caballo, con un colorida y ondulante cabello y un enorme cuerno blanco, algo que desconcertó al joven, que solo podía oírse reír ante la imagen de aquel ser que le sonreía con dulzura.
- ¿Qué ha sido eso? -se preguntaba Helios. - ¿Principito? ¿Qué diablos es eso?
Era posible que ninguno de los dos supiera que estaban muy cerca el uno del otro, es posible que ni siquiera pudieran reconocerse con solo verse. El ansia de Celestia por encontrarlo, nublaba su mente, y Helios, simplemente no tenía ni idea de lo que estaba pasando por su cabeza, que eso que él pensaba que eran alucinaciones o sueños no eran más que eso, simples sueños o alucinaciones pero, tan reales, que pensaba que era recuerdos.
-Maldita sea, ¿qué es todo esto? -decía Helios mientras se apoyaba en una farola sujetándose el costado sintiendo cada vez más calor. -Dios… ¿por qué me arde cada vez más?
Intentó llegar hasta su casa, una pequeña y modesta casa que se encontraba al otro lado de la ciudad, pero su odisea se truncó, ya que, en mitad de su camino, se encontró a los chicos que molestaban a Rarity.
-Vaya, pero si es el súper héroe. -decía quien parecía el líder.
- ¿Qué queréis vosotros? -preguntó Helios jadeando.
-No creerías que nos íbamos a olvidar de ti por lo de antes, ¿verdad? -le respondía. -Vamos a pagarte por fastidiarnos la diversión.
-Solo sois unos macarras que queríais aprovecharos de una chica indefensa.
-¿Y qué tiene eso de malo? No era asunto tuyo. -decía sacando un cuchillo.
Esto sorprendió a Helios, quien dio un par de pasos hacia atrás.
A la vez, Celestia volvió a sentir un gran peso en su corazón, era una sensación de nerviosismo y de miedo. Sus ojos se abrieron de par en par y se giró hacia su espalda.
-Helios… ¡Está en peligro!
Celestia comenzó a volar hacia esa dirección todo lo rápido que pudo, intentando llegar a donde creía que Helios se encontraba. En ese mismo momento, Helios se sentía intimidado ante el cuchillo, en condiciones normales podría defenderse, pero se sentía muy cansado.
- ¿Qué pasa, no puedes defenderte ahora? -decía aquel chico entre carcajadas. -Vamos a divertirnos contigo.