Edad Recomendada: +12
Género: Aventura
Sinopsis: Un pueblo devastado, un clan capturado, y un vengador dispuesto a dar la vida para salvarlo. Viajando más allá de las fronteras de su hogar hacía las lejanas tierras de Equestria, donde buscará respuestas, y donde hallará al único ser capaz de auxiliarlo en esta misión de rescate. ¿Que estarías dispuesto a sacrificar, para salvar lo que más amas?
Capítulo 1 - Siguiendo sus pasos
El silbido de la locomotora le arrancó sin miramientos del sueño en que se encontraba sumergido. Al abrir los ojos con sobresalto una ligera jaqueca le tomó por sorpresa, antes de cerrarlos nuevamente con objeto de descansar su vista.
El viento en contra refrescaba su rostro y agitaba sus cabellos al ingresar con fuerza moderada a través de la ventana abierta al interior del vagón en el cual se encontraban dos ponis aparte de él, platicando amenamente a varios asientos de distancia. Les dedicó una mirada rápida a estas últimas, dos yeguas terrestres, aparentemente madre e hija, antes de regresar su atención al paisaje exterior. El espacio verde se extendía prácticamente hasta donde llegaba la vista aquel cálido día de verano, con los rayos del sol alcanzando hasta el último rincón que no estuviera protegido bajo las hojas de un árbol. Aquella era una vista esplendorosa.
Tanteo con el casco su oreja derecha perforada, aun no acostumbrado al hecho de que el arete de oro que llevaba desde hacía tantos años ya no estuviera ahí, pues días antes lo había vendido a un comerciante para conseguir bits ecuestrianos con los que pagar su viaje. Aún así, en su cuello aún colgaba una cruz negra con una gran gema roja en el centro, una alhaja familiar de la cual no se desprendería mientras viviera, sin importar las circunstancias, pues la misma tenía un valor incalculable para el joven poni.
Su vista se centró en el cristal por un momento, apenas reconociendo al unicornio que le devolvía la mirada. Aquel semental de ojos ámbar, cabello dorado con un mechón naranja y manto amarillo, distaba mucho del que antaño solía ser; la reciente cicatriz en su mejilla izquierda era prueba fehaciente de ello.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando una potrilla de manto rosa, melena verde y ojos esmeralda le llamó amablemente a su lado.
—Oye, ¿Quieres unírtenos? ¡Tenemos frituras de manzana! -Invitó con una amplia sonrisa. El día anterior, las dos yeguas se habían dormido prácticamente al apenas subir al vagón, por lo cual era la primera vez que tenían oportunidad de cruzar palabra. Viendo que el mismo no tenía intenciones inmediatas de aceptar la propuesta, la equina mayor de manto amarillo y melena verde también habló.
—No hay problema, en serio. Tenemos de sobra. -Advirtió desde su asiento. La verdad era que hacía más de un día que el semental no probaba bocado, dado que sus reservas se habían agotado recientemente. Siendo así, resultaba difícil rechazar semejante ofrecimiento.
—De acuerdo. –Aceptó, encaminándose en compañía de la pequeña, sentándose frente a las ponis con un gran canasto cargado de aperitivos de por medio.
—Soy Apple Fritter, y esta pequeña de aquí es mi hija, Sweet Tooth.
—¡Mucho gusto!
—Blast Fire. Es un placer conocerlas. -Se presentó, mientras la pequeña le pasaba uno de los bocadillos, el cual levitó frente a él mediante el aura dorada que su cuerno emanaba.
—Lo mismo digo. Oye, no eres de por aquí. ¿Verdad?
—¿Por qué lo dice? -Se extrañó, antes de dar el primer mordisco.
—Tu acento, es bastante singular. -Replicó sonriente.
—He pasado mucho tiempo fuera de Equestria, por aquí y por allá. -Continuó, evasivo.
—Entonces, ¿Vienes de visita, o solo por trabajo?
—Vine a visitar a una vieja amiga, pero a decir verdad lo único que sé es que vive en Ponyville. Hace mucho que no nos vemos.
—¡Quizá podamos ayudarte! -Sugirió la pequeña, con cierta ilusión.- ¿De quién se trata?
—De una cebra. -Habló finalmente, esperando una mueca de sorpresa, antes de una respuesta negativa.- ¿Conocen alguna? -La potrilla permaneció pensativa por un momento, mientras la madre observaba con un asomo de sonrisa las expresiones faciales de la pequeña.
—Mmm… nop, ni idea. ¿Y tú, mami?
—Creo... creo haber visto a una cuando vinimos aquí el año pasado, comprando en los mercados. Quizá sea quien estás buscando. -Sugirió. Blast hizo un esfuerzo para no denotar sorpresa alguna; finalmente había dado con su objetivo.
—Disculpe la molestia, pero… ¿Sabe dónde puedo encontrarla?
—Lo siento, no sé donde vive. Pero si sé de alguien que podrá ayudarte; prácticamente conoce a todo el pueblo. Creo que trabaja en la pastelería, Sugarcube Corner. Está a tan solo unas calles de la estación de trenes.
—Muchas gracias.
—No hay de qué. -Aceptó, dirigiendo su mirada al exterior y encontrando que no faltaba mucho para arribar a destino.- Vaya, parece que llegaremos en un momento.
—¿Quieres que te acompañemos? -Preguntó la potrilla.
—Estaré bien. Agradezco su ayuda.
—¡Cuando quieras!
Gradualmente, la locomotora fue disminuyendo su velocidad hasta detenerse por completo. Un gran halo de vapor escapo de la misma y, al abrirse las puertas de los vagones, los tres ponis salieron de uno de ellos. Frente a los ojos del unicornio, se extendía el bello y colorido pueblo de Ponyville. Se trataba de un lugar bastante activo, pues así como había equinos en tierra, ya fuera trabajando o simplemente recorriendo las calles del pueblo, arriba los había otros con alas, surcando los cielos o despejando las nubes.
Blast se tomó un momento para observar esta actividad con particular interés. Equestria era el primer lugar donde había visto seres con la capacidad de manipular el clima a su antojo, moldeando las nubes de la manera que deseaban, o incluso forzándolas a precipitar. Él mismo había tenido la oportunidad de tocar las nubes con sus propios cascos, pero era incapaz de manipularlas de esa forma. ¿Se trataba acaso de una habilidad única para los ponis que poseían alas verdaderas?
—Disculpa, pero iremos a visitar a una amiga. ¿Seguro que podrás ubicarte solo? -Cuestionó la madre, con cierta duda. El unicornio respondió con una sonrisa.
—Estoy seguro. Gracias de nuevo.
—No hay porque. Si vuelves a Appleloosa algún día, ven a visitarnos. Vivimos prácticamente junto al huerto de manzanos, no tiene pérdida.
—Así lo haré. ¡Hasta luego!
—¡Adiós! ¡Buena suerte! –Se despidió la pequeña potrilla por ambas, mientras poco a poco se perdían entre la multitud.
Un instante después, el unicornio había comenzado a caminar en la dirección opuesta. No se trataba de un pueblo demasiado grande, por lo que no creía fuera difícil encontrar el camino hacia la pastelería, donde aquella poni probablemente podría ayudarle con su búsqueda.
En tanto, observaba con curiosidad y fascinación el comportamiento de los equinos a su alrededor. El funcionamiento de Ponyville no aparentaba ser muy distinto al de su pueblo de origen, pero la diferencia se volvía en extremo notoria cuando examinaba con más detenimiento las construcciones, tanto de viviendas como de comercios. Además, ver a otros unicornios como él en las calles, haciendo uso de la levitación para cargar con una gran variedad de objetos le producía una sensación extraña, pues durante mucho tiempo se había sentido único en su tierra natal gracias a aquella técnica.
A pesar de no haberse criado con los de su especie, el semental conocía perfectamente su idioma puesto que de potrillo su madre, que prácticamente había vivido la mayor parte de su juventud en Equestria, se encargó de enseñarle su lenguaje natal con el pretexto de que seguramente algún día le sería de gran ayuda; cuánta razón había tenido.
Por un momento consideró entrar en la biblioteca que había avistado unos metros atrás, con objeto de conocer al menos un poco sobre la cultura de su especie, pero esa idea abandono su mente en muy poco tiempo, pues aquel no era precisamente el momento adecuado para detenerse a leer.
Quizá de regreso, cuando todo esto termine. Ahora mismo debo encontrarla… -Pero sus pensamientos de vieron interrumpidos por la exclamación de una aguda voz que parecía venir detrás de él.
—¡Hola! ¿Eres nuevo por aquí?
El unicornio se volteó para encontrarse de lleno con el rostro de una joven yegua de pelaje y crin rosa, profundos ojos azules y con una marca en forma de tres globos coloridos, que llamaba su atención.
—Pues sí, lle-… -No alcanzó a terminar la frase antes de verse envuelto en los festejos de aquella poni que de verdad parecía alegrarse por su llegada, como si de un gran amigo o de su familia se tratase.
—¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ¡Esto es incredisuperduperespectacular! -Exclamó con gran alegría y una sonrisa de oreja a oreja mientras saltaba a su alrededor, quedando cara a cara con el desconocido al terminar.
—¿Eso… es una palabra? -Inquirió él con una ceja en alto, extrañado por su actitud.
—¡Claro que sí! ¡Porque acabas de llegar a Ponyville! ¡Uno de los lugares más lindos y pacíficos en toda Equestria! ¡Y me asegurare de que tengas el mejor recorrido turístico en la historia! ¡Te la pasaras en grande y seremos los mejores de los mejores amigos! ¡Te enseñare todo el pueblo y haremos una fiesta con todos mis amigos para darte una gran bienvenida! Apropósito, ¡Mi nombre es Pinkie! ¿Cuál es el tuyo? –Preguntó al unicornio, casi invadiendo su espacio personal.
—Mi nombre es Blast... Fire.
—¡Es un placer conocerte Blast… Fire! –Exclamó, haciendo énfasis en la pausa involuntaria del unicornio.- ¿En verdad puedes hacer “explosiones de fuego”? -Inquirió con curiosidad mientras dirigía su mirada a la marca del poni, siendo esta una estela de fuego con sus bordes grises.
—No exactamente. -Respondió, algo incómodo.
—¿Seguro? Bueno, ¡Sea lo que sea debe ser increíble! ¿Puedes enseñarme? Tengo una amiga llamada Twilight que también era unicornio como tú, ¡Aunque ahora también tiene alas! ¿No es increíble? Le encanta leer y sabe muchos hechizos, ¡De seguro puede enseñarte algunos! ¿A ti te gusta estudiar? Tienes cara de sabiondo. ¡Sin ofender! Aunque no digo que eso sea malo. Que Twilight leyera tanto fue lo que nos salvó en muchas, muchas, muchas ocasiones. ¿Puedes creerlo? ¡Es alguien muy fuerte! Cualquiera diría que para ser fuerte tienes que hacer mucho ejercicio, ¡Pero ella no lo necesita! Es bastante genial si me lo preguntas, aunque no me lo hayas preguntado. -Rió por sus propias palabras.- Por cierto, ¿No quieres ir a la biblioteca? Estoy segura de que a Twilight le encantará conocerte y-… -Se vio interrumpida por el unicornio quien, ligeramente descolocado por la gran habilidad comunicativa de la poni de melena rizada, solo deseaba retomar su camino.
—Eso sería... muy amable de tu parte, pero temo que tengo un compromiso anterior. Asique, si me disculpas. -Dijo seriamente al rodearla, no llamando su atención las proposiciones hechas. Aun así, unos cuantos pasos después noto que la poni rosada estaba caminando justo detrás de él y en su misma dirección, aparentemente dispuesta a acompañarlo.- Eh, ¿Se te ofrece algo más? –Inquirió, mirando a sus espaldas.
—¡Pues claro! ¡Tenemos muchísimas cosas que hacer, asique si tienes algo importante que hacer ahora puedo acompañarte, mientras platicamos y espero a que termines de hacer tus cosas importantes, y luego podremos preparar la súper genial fiesta de bienvenida de la que te hablé y-…! -Fue interrumpida una vez más.
—Escucha… señorita, yo-…
—Oh Blastie, ¡Tú puedes llamarme Pinkie! Todos mis amigos me llaman así. –Le dijo, invadiendo su espacio personal nuevamente y teniendo un Deja Vú, la sensación de que realmente ya había pasado por una situación así antes. El unicornio suspiró, agotado por causa de su insistencia.
—Escucha señorita, no... no quiero ser descortés, pero en verdad tengo algo muy importante que hacer, y llevo algo de prisa. -Le dijo, algo fastidiado por la persistente actitud de la poni terrestre, dándose la vuelta y disponiéndose a seguir su camino con una vaga expresión de amargura en su rostro.
—¡Pues por eso mismo! ¡Si te acompaño y platicamos en el camino de seguro el tiempo pasará más rápido y estarás en el lugar que quieres en un santiamén! ¡Además podremos conocernos más! ¿Tú de dónde vienes? ¿Vives cerca de aquí? ¡Uh! ¿Tienes hambre? ¡Si quieres podríamos ir a-…! -El joven unicornio había comenzado a fruncir el ceño ante la actitud de la insistente yegua. Pronto, ya no fue capaz de soportar su aguda voz e incesante parloteo.
—¡Cierra la boca! –Gritó a la poni, lo cual hizo que parara su trote en seco y cayera sentada al suelo, sorprendida de la actitud de quien acababa de conocer. Recatándose, el unicornio aspiró y exhaló profundamente con ojos cerrados, intentando calmarse.
—Y-yo… yo… -Fueron las únicas palabras que la poni pudo gesticular, insegura de cómo proceder al ver que realmente había irritado al recién llegado.
—Escúchame, tengo demasiados problemas ahora mismo, y tengo prisa por seguir mi camino. Intenté ser amable, pero me lo has puesto demasiado difícil. Y lo siento, pero no estoy interesado en hacer amigos aquí, ni en ningún otro lugar. -Explicó calmadamente.
—Discul-… perdón. -Dijo la potra, mientras lágrimas de tristeza recorrían sus mejillas, mostrando la mayor de las desilusiones a través de su mirada.
El corazón del unicornio se comprimió, y su ira contenida se apaciguó lentamente al ver aquellas lágrimas que brotaban de los ojos de la poni. No podía evitar sentirse realmente culpable a causa de ello.
Pronto, algunos equinos se acercaron a la escena manteniendo su distancia y observando al recién llegado con recelo al notar la expresión de Pinkie. No pudiendo soportar esas miradas, Blast simplemente se dio la vuelta y se marchó, dejando a la joven en el mismo lugar; ya no tenía nada que hablar con ella.
Había pasado media hora desde que había llegado al pueblo. Luego de la discusión con la poni rosada, el unicornio se dirigió a un espacio en el interior del bosque, alejándose del resto de los equinos y sus viviendas, disponiéndose a relajar cuerpo y mente para llevar a cabo su búsqueda. Se puso en una posición cómoda, cerró los ojos y relajó el cuerpo. Su respiración se volvió cada vez más pausada, mientras su percepción del mundo que le rodeaba aumentaba en gran medida.
No está aquí... -Pensó, al cabo de unos momentos. No había alcanzado a encontrar a quien buscaba, pero si detectó una presencia en las inmediaciones que se aproximaba a su posición.
—¡Oye, compañero! -Escuchó, notando un peculiar tono en aquella voz.
Al darse la vuelta, apenas alcanzó a reaccionar para tomar con sus cascos lo que le habían arrojado: una brillante y roja manzana. Examinó la misma con detenimiento, brevemente alternando su vista entre el objeto y la poni que se lo había arrojado.
—Está bien, no está envenenada. –Bromeó ella, aproximándose y tomando asiento a su lado, mientras el semental daba el primer mordisco.
La poni en efecto era una granjera, y no solo la delataba aquel sombrero campirano, sino que su cuerpo tenía una buena musculatura la cual, dedujo, solo podía ser fruto del arduo trabajo diario sobre la tierra. Tenía un precioso cabello dorado, ojos verdes, algunas pecas en el rostro, y en sus flancos una marca en forma de tres manzanas.
—¿Acaso vas por ahí arrojando manzanas a quien quiera que ves? -Cuestionó, sonriéndole.
—Nah, solo a los que lucen hambrientos. -Replicó sin reservas, devolviendo la sonrisa.
—¿De verdad luzco tan mal?
—Te vi cuando saliste de la estación, no fue difícil notar que no has estado comiendo bien. -Explicó, con un dejo casi maternal en aquel tono.
—Es posible. -Dio un nuevo mordisco.- Gracias.
—No hay de que, dulzura. -Aceptó al incorporarse.- Te diré qué, ahora mismo mi hermano está preparando una tanda de pasteles de manzana en casa. Si te apetece una rebanada, estás más que invitado.
—Pero... ni siquiera me conoces. -Se extrañó.
—¿Cómo te llamas?
—Blast Fire.
—Ahora te conozco. ¡Mucho gusto! -Lo invitó a incorporarse, agitando su casco fuertemente.- Soy Applejack, trabajo en Sweet Apple Acres, la granja a un par de calles de aquí. ¿Tú de dónde eres? -Preguntó. Solo al cesar el movimiento del poderoso casco de la granjera, el semental fue capaz de responder.
—De Appleloosa, vine aquí a buscar a alguien. Pero antes tenía que ir a la pastelería del pueblo. ¿De casualidad no-…?
—¿Sugarcube Corner? ¡Seguro! Mi amiga trabaja allí. ¿Quieres que te lleve? -Preguntó, con gran entusiasmo. Tiempo atrás, su madre le había dicho que los ponis de Equestria eran en extremo amigables, pero realmente no esperaba algo así. Al menos la presente poni no se le antojaba tan irritante como la anterior.
—Estaría encantado. –Respondió el unicornio, mostrándole una sincera sonrisa. Segundos después, ambos estaban en camino nuevamente hacia el pueblo.
—Por cierto, ¿Qué estabas haciendo aquí? Sabes que por ahí está el bosque Everfree, ¿Verdad? -Preguntó, curiosa.
—Sí. Solo necesitaba... un poco de aire fresco.
Mientras tanto en Sugarcube Corner, una joven poni rosada se encontraba no muy alegre organizando las estanterías del local, pensativa a causa de lo que acababa de suceder hacía apenas unos minutos.
¿Acaso fue algo que dije? ¿Algo que hice? ¿Qué fue lo que hice mal? ¿De verdad soy tan... fastidiosa? ¡Pero si todos dicen que soy adorable y graciosa! ¿Por qué se molestaría así? ¿Debería ir a disculparme como hice con Cranky? Uh, ¿Qué debo hacer? -Pensaba, intentando mantener cierta actitud positiva frente a los ponis que frecuentaban la tienda.
Una vez que los últimos clientes se retiraron del lugar se dispuso a acomodar los pasteles del mostrador, cuando escuchó una vez más la campana de la puerta. Fue entonces que se incorporó rápidamente para recibir a los ponis.
—¡Bienvenidos a Sugarcube Corner! ¿En qué puedo-…? -La poni rosada se quedó helada al ver ingresar a la pastelería a una de sus mejores amigas junto al unicornio que minutos antes le había gritado, y negado su amistad.
—¡Pinkie! ¿Qué hay? –Saludó alegremente su amiga.
—Hola Applejack, y hola Blast. -Dijo Pinkie, sin mucho entusiasmo en la última parte.
Oh no... no puede ser. ¿Acaso ella es-…? -Pensó, recordando lo que había pasado poco tiempo antes.
—¡Wow! ¿Ya se conocen? Bueno, debo admitir que lo suponía, Pinkie suele recibir a los visitantes siempre que-… -Se detuvo en seco al notar las facciones del unicornio, y la vaga mueca de tristeza de su querida amiga, quien mantenía la mirada baja. El aire del lugar de pronto se tornó realmente tenso, y como era de esperarse, Applejack reaccionó rápidamente.- Um, supongo que ustedes tendrán mucho de qué hablar, así que… Blast, iré a hacer algunas compras aquí cerca. Volveré dentro de un rato, ¿Está bien?
Aquel asintió y la granjera se dispuso a salir del establecimiento. Una vez fuera no podía evitar preguntarse, ¿Qué era lo que había pasado entre ellos dos?
Una vez que quedaron solos, un incómodo silencio se hizo presente en el lugar, silencio que para sorpresa de la poni terrestre, fue el unicornio quien rompió.
—No… no sabía que trabajabas en la pastelería; era aquí a donde me dirigía en un principio. -Le dijo, manteniendo un semblante serio.
—Pues sí, vivo aquí desde hace bastante tiempo. Desde que tomé el trabajo de repostera y me establecí aquí han pasado ya 13 años, 3 meses, 25 días, y dos horas. -Dijo con un cierto aire de nostalgia, aún sin despojarse de la tristeza que la había invadido.
Espera, ¿En verdad ha contado el tiempo que ha pasado con tal exactitud? ¿O tan solo está jugándome una broma? -Pensó, aunque de cualquier forma ya no importaba, pues tenía temas más importantes que tratar.
—E-entonces… quizá conozcas a la poni que busco. Allá afuera me dijeron que aquí encontraría a alguien que conocía a todos los habitantes de este pueblo, ¿Tienes idea donde puedo encontrarla? -Inquirió con seriedad, ahora temiendo la posible respuesta.
—Claro, esa… esa soy yo. -Dijo la joven desviando la mirada, temiendo fastidiar al unicornio una vez más.
No podría tener una peor suerte. Había gritado y alejado a, quizás, la única equina en el mundo que podía ayudarlo a rastrear a quien ahora estaba buscando con urgencia. ¿Realmente ella querría ayudarlo después de cómo había sido tratada?
—Escucha, yo… siento lo que-… lo que pasó allá fuera. -Se disculpó, sorprendiendo a la poni terrestre quien, aún sin demostrarlo, se alegró un poco al escuchar sus palabras.
—No, no tienes que disculparte. Estabas muy ocupado y yo solo se estaba retrasando. Soy yo quien debería disculparse en primer lugar. -Dijo ella, algo apenada.
—No, en verdad... toda la culpa es mía. Es solo que… -Ya no era capaz de contener los recuerdos que le abrumaban, ni el fuerte dolor que invadía su pecho. Ya no podía seguir aparentando que todo estaba bien.- No he dormido bien en días. He pasado las peores semanas de mi vida, y después de todo lo que sucedió yo solo-... lo único que-... yo-… -No llegaba a completar sus afirmaciones, sintiendo un fuerte nudo en la garganta.
Pinkie notó como los ojos del unicornio se humedecían un poco y su voz se quebraba, contraria a la actitud que había tenido cuando lo conoció. En ese momento se percató de que aquella frialdad era tan solo un cascarón, una coraza, que el joven había estado utilizando para ocultar esa tristeza que al parecer realmente lo estaba consumiendo por dentro. La poni no pudo evitar preguntarse, ¿Qué era lo que le había sucedido? ¿Por qué se encontraba así? Eso no importaba por el momento, luego habría tiempo para preguntas. Ahora sabía que era lo que debía hacer. Y para sorpresa del semental, de un momento a otro se encontró envuelto bajo el cálido y delicado abrazo de la poni rosada.
—Ya, ya, ya pasó. -Le decía cariñosamente, como si estuviera tratando de calmar a un potrillo lastimado.
Y para sorpresa de ella el unicornio, en vez de romper el abrazo y molestarse por tratarlo de esa forma como temía, no tardó en responder al afecto demostrado y comenzar a sollozar en el hombro de la joven, varios años menor que él.
Y así estuvieron un largo rato, mientras en la pastelería tan solo se escuchaban los lamentos del afligido poni. Blast no recordaba cuando había sido la última vez que había llorado de aquella forma; es más, no recordaba haber llorado así nunca en su vida, ni siquiera cuando niño. Y ahí estaba el, siendo contenido por la equina a quien momentos antes había maltratado.
Una vez su ser había encontrado la calma, Pinkie le guió gentilmente a sentarse en una de las mesas del establecimiento, no sin antes colocar el letrero de “Cerrado” en la puerta de la pastelería -para así evitar que fueran molestados por otros clientes- y acompañándolo segundos después, sentándose frente a él.
—¿Te sientes mejor? –Inquirió con cierta preocupación.
—Yo… si, me siento un poco mejor. Gracias. -Le respondió, aún algo apenado por haberse abierto de aquella forma con alguien a quien apenas acababa de conocer. Aunque a la poni rosada no pareció molestarle, es más, parecía estar un poco más alegre desde que se habían separado de su abrazo.
—Entonces, ¿Qué fue lo que te paso? ¿De dónde vienes? ¿Y…? Disculpa, no quiero molestarte con tantas preguntas, es solo que-… -Se vio interrumpida por el unicornio.
—No, no me molesta… Pinkie. -Dijo él, sonriendo gentilmente. La joven se alegró una vez más al escuchar al recién llegado por primera vez llamarla por su nombre.- Es solo que es una larga historia.
—Pues… a mi me encantan las historias y ya terminé mi turno aquí, así que tenemos tiempo de sobra hasta que lleguen los Cake. -Dijo con gran alegría. El unicornio consideró esto un momento, para finalmente acceder a compartir su historia.
—De acuerdo, entonces será mejor que vaya desde el principio, para que puedas entenderlo todo. -Blast suspiró con pesadumbre con anticipación, por causa de la historia que estaba a punto de comenzar a relatar.- Verás, todo comenzó hace veinte años, cuando-… -Su relato se vio interrumpido apenas había comenzado cuando la campana de la entrada sonó una vez más, dando aviso de que alguien había entrado.
—¡Oigan! ¡¿Que no vieron el letrero?! ¡Estamos hablando de algo importante! -Exclamó, algo molesta por la interrupción.
—Oh cielos, ¡No me molestes!, solo estoy buscando a Trixie. ¡Me prometió que nos encontraríamos en la entrada de la biblioteca para ir a divertirnos y nunca apareció! -Exclamó una muy molesta grifo, un ser cuya mitad superior correspondía a la de un ave, ya que poseía filosas garras, grandes alas, plumas blancas, y un pico. Y la mitad inferior a un felino, donde se podían notar el pelaje marrón claro, la cola, y las patas traseras.
Gilda, la grifo, luego de los eventos acontecidos muchos años atrás -en los cuales había peleado con su vieja y mejor amiga- conoció a Trixie, una unicornio de pelaje azul y crin celeste claro con marca en forma de media luna junto a una varita mágica, a la cual, al igual que a ella, le gustaba gastar bromas pesadas.
Pronto se hicieron buenas amigas y se asentaron en el pueblo para llevar una vida más tranquila. Al principio, los vecinos las veían con malos ojos por causa de sus errores pasados -más que nada por la unicornio quien, sin ir más lejos, había intentado tomar control del pueblo-.
Pero los “Elementos de la Armonía” creían en las segundas oportunidades, por lo que se encargaron de convencer a la Alcaldesa y a los pueblerinos de que se les permitiera quedarse. Claro, con la condición de que no causarían ningún alboroto ni buscarían problemas con los demás habitantes. Dicho esto, las dos accedieron a sus demandas, y se establecieron en Ponyville.
Gilda ahora ayudaba a Rainbow Dash con el clima para ganarse la vida, y Trixie pasó a trabajar en la biblioteca al lado de nada más y nada menos que la Princesa de la Armonía, Twilight Sparkle, una alicornio de pelaje lavanda, crin azul oscura con un mechón purpura y rosa, y marca en forma de estrella. Claro que a Trixie no le agradaba en lo más mínimo la idea de trabajar para quien un tiempo atrás había sido su peor enemiga, pero por lo pronto no tenía muchas opciones, así que accedió a la labor que le ofrecieron sin chistar.
Pero ahora, volviendo al presente…
—¡Oh, Gilda! Es cierto, Trixie me avisó que seguramente pasarías por aquí a buscarla. Dijo que se adelantaría para ir a la estación de trenes, y desde allí al Imperio de Cristal para comprar algunos libros que Twilight le había encargado. ¡Y que luego la alcanzaras allí! –Dijo Pinkie, recuperando su característico tono alegre.
Pero mientras ella y la grifo platicaban, ninguna notó que la expresión del unicornio presente, al ver a la recién llegada, había cambiado drásticamente. Una extraña sombra oscura apareció bajo los ojos del poni, mientras un aura mágica de color rojo comenzaba a extenderse desde la punta de su cuerno a todo su cuerpo, cubriéndole por completo. Claro que el resto de los presentes no notaron esto hasta que fue demasiado tarde. Sin mediar palabra alguna, el semental saltó sobre la mesa a toda velocidad, evitando a la poni rosada, y se precipitó rápidamente hacia la entrada, abalanzándose sobre la grifo desprevenida.
—¡¿Qué ra-…?! -No alcanzo a completar la frase pues el unicornio la embistió con tal fuerza que salió despedida hacia el exterior junto con él. De un momento a otro se encontró arrinconada contra la pared de la casa justo frente a Sugarcube Corner, con el semental oprimiendo su cuello con el casco derecho.- ¡¿Qué... estás...? -Intentando hablar mientras le tomaba del brazo, sus ojos irradiando temor cuando el aura carmesí se concentró en el casco izquierdo, tomando la forma de una gruesa estaca del mismo color.
—Desaparece. -Habló el unicornio, palabra que resonó en la mente de Gilda antes de que dirigiera el golpe contra el centro de su pecho. Los instantes se tornaron eternos mientras la grifo sentía que había llegado al final del camino.
De su incertidumbre y dolor pasando al alivio inmediato cuando algo se impactó en el rostro del unicornio, lanzándole contra una pared adyacente a menos de treinta metros de distancia, en la cual su cuerpo quedó incrustado enteramente. Inmediatamente, una pegaso azul cielo de crin arcoíris aterrizó al lado de la grifo arrodillada quien tosía bruscamente, luego jadeando en busca del necesitado aire.
—Por Celestia... ¡Gil! ¿Estás bien? -Preguntó al acercarse, con gran preocupación.
—Te tomaste tu tiempo, ¿No lo crees Dash? -Devolvió, en extremo agitada.
Continuará...
¿UN NUEVO ENEMIGO?
Y así llegamos al final del primer capítulo, o al menos una versión bastante diferente del texto que escribí al poco tiempo de haber conocido el fandom.
A lo largo de esta "remasterización" pienso cambiar algunas escenas, darle más protagonismo a personajes que antes no lo tenían, añadir detalles que quizá olvidé mencionar en su momento, y un largo etcétera.
Con un poco de suerte, la primera parte de la historia (capítulos 1 a 10) estará lista para diciembre.
Sin más que decir, me despido atentamente. ¡Hasta la vista! ¡Y gracias por leer!