por Xalcer » 17 Nov 2013, 01:47
Seldrim se encontraba muy nervioso. Nunca había estado en una fiesta tan importante, y mucho menos en una celebrada por la reina. Esperaba no estropearlo todo. Siguió pensando en todo eso, poniéndose cada vez más nervioso, mientras unos acomodadores les guiaban a sus padres y a él hasta sus lugares asignados en las gradas. Una vez allí, el acomodador se detuvo a hablar con sus padres. Seldrim no le mostró mucha importancia y observó los alrededores.
El escándalo de la entrada parecía haberse calmado, cientos de ponis, cebras y demás criaturas eran guiados por los acomodadores hacia sus asientos. Del extraño dirigible descendieron dos ponis mientras que el gigantesco dragón negro les indicaba que se dirigieran hacia la reina. A Seldrim le extrañó mucho aquello. Por sus vestimentas parecían más viajeros recién llegados que invitados a la fiesta. ¿Por qué unos simples viajeros iban a hablar con la reina? Algo distrajo sus atención. Se trataba de un extraño gruñido que le resultaba familiar. Dándose la vuelta, vio como sus padres sonreían de oreja a oreja mientras hablaban con el acomodador. Segundos después este se le acercó a Seldrim.
- Por aquí, señor - dijo mientras le indicaba que le acompañara.
Seldrim dudó y miró a sus padres, quienes asintieron con la cabeza aún sonriendo, indicándole que le siguiera. Un tanto confuso, Seldrim obedeció y fue detrás del acomodador sin decir palabra alguna. Este le guió hasta la grada más cercana a la reina, la zona VIP. Esto le puso más nervioso todavía, hasta el punto de que le temblara la cola. ¿Por qué narices estaba allí? En la zona VIP se acomodaban la realeza y los más prestigiosos, y él no era ni lo uno ni lo otro. Solo era un joven dragón que vivía con sus padres.
- Aquí es, señor. Disfrute de la fiesta. - Dicho esto, se marchó para continuar con su trabajo.
- ¡Espere! ¿Por qué...? - Pero ya se había marchado. Seldrim se resignó al ver que no podría obtener respuesta alguna. Al menos se sintió aliviado de que la reina estuviera demasiado ocupada y no se hubiera percatado de su presencia. Se sentó en uno de los asientos dispuestos, colocando el pequeño regalo sobre su regazo. Fue entonces cuando se percató de que no estaba solo. Había un grifo con él. Con un porte orgulloso, no parecía que le interesara mucho la fiesta. Por el símbolo de su armadura, debía tratarse de un enviado de Grifonia.