Un ruido me despertó de súbito. Intenté buscar su procedencia pero todo estaba vacío. Intenté esconderme entre unos arbustos, pero fue en vano. Una enorme pantera atravesó la zona como una sombra y me alcanzó, mirándome fijamente a los ojos. Yo sostuve la mirada, congelado de miedo, sin poder apartarla de aquellos ojos hipnóticos que parecían querer decirme algo. Ahí estaba, en pie, sin mover un pelo de su cuerpo, una imponente pantera, esperando alguna reacción por mi parte.
Una vez hube asimilado la situación, le pregunté.
— ¿Quién eres?
No hubo respuesta. Lógicamente, no esperaba respuesta. Yo sabía de dondequiera que viniese que las panteras no podían comunicarse conmigo. Sin embargo, pensé, "¿se podrá aplicar esa regla a la situación actual?", por lo que volví a entablar comunicación.
— ¿Quieres algo de mí?
— Sí —respondió la pantera, en contra de todo pronóstico. Aunque volvió a reinar el silencio.—
— ¿Y bien?
— …
— ¿Necesitas ayuda?
— Sí.
— ¿Y en qué te puedo ayudar yo?
— Ese arbusto en el que te estás escondiendo…
— ¿Qué pasa?
— Mira.
La pantera se arrancó unos cuantos pelos y los lanzó. Al instante, el arbusto los agarró con unas ramitas y los engulló, sin dejar rastro de ellos. Entonces, me di cuenta de que esa planta no me había siquiera intentado comer. Me estaba dejando permanecer allí.
— Eres capaz de estar con ella. Te respeta. —concluyó la pantera—.
— ¿Cómo puede ser?
— No lo sé.
— ¿Soy el único al que respeta?
— Calla. Demasiadas preguntas.
— ¿Qué diablos…?
— ¿Acaso no sabes tú las respuestas? Sólo tienes que buscar en tu interior.
— Mi interior… Ni siquiera sé quién soy. ¿Cómo voy a saber qué hay dentro de mí?
— No podrás conocer quién eres por completo, porque hasta que no desaparezcas, no habrás completado tu ser. Sin embargo, puedes ir conociendo cosas sobre ti. Esa planta te conoce mucho mejor de lo que pudieras imaginarte.
— ¿Y cómo puedo hablar con ella?
— Ya lo has hecho.
La pantera permaneció inmóvil unos segundos. Después, con un seco "nos volveremos a ver", comenzó a deslizarse de nuevo entre las sombras y se mezcló con ellas. Las preguntas volvieron a acosarme. Decidí quedarme en aquél arbusto. Al fin y al cabo, hasta el momento, era mi único amigo.