¿Felicidad?
¿Qué es la felicidad?
¿Qué nos hace ser felices?
Quizá ese instante cuando vemos a una persona querida, qué digo, a la persona amada. Cuando sabiendo que te quieren de vuelta, o a pesar de saber que jamás te querrán como tú los quieres, los ves y el corazón se hincha y un rayo de sol ilumina el corazón desde dentro mismo. Porque los quieres, y los ves y te recuerdas que los quieres y, en ese instante solamente, eres verdaderamente feliz, porque es un instante que no cambiarías por nada si no por estar junto a la persona directamente. Se te inflaman los ánimos y deseas con toda el alma que el momento no pase, porque eres feliz y temes que se escape la felicidad como el sudor o el aire que respiramos, que des un paso más y se vuelva y te dé la espalda y se deshaga la verdad como una ilusión.
Y todo aquello importa porque es el miedo a dejar de ser feliz lo que nos hace ser felices. Porque temes todo eso detrás de tu radiante fachada, bajo la impenetrable coraza con que te inviste por un segundo el amor que te inflama y te hincha, pero en verdad es ésta tan dura y gruesa y formidable, que esos mismos miedos quedan ahogados bajo ella. La propia coraza es más gruesa para que no puedas sentir los miedos, pues el fondo de tu mente en verdad te protege y es consciente de tí y de tus miedos.
Aquel segundo, aquel instante mágico en que vemos la persona amada, nuestra conciencia se impresiona, tiene un choque y frena en seco, como un coche que impacta contra una pared, el mundo se para ese instante en la mente y vuelve atrás, y rememora y revisa su felicidad frente al amado, y el corazón se embarga de esa misma felicidad y ese instante en que verdaderamente somos más felices, pues tenemos el corazón saturado por toda ella, o por su recuerdo al menos.