por JoanK » 17 Sep 2013, 19:07
Por una vez, el suelo parecía distinto. No era tan duro como antes, podía notar una hierba más larga y robusta en esta celda que en las colmenas. Abrió los ojos tras haberse dejado medio arrastras por la puerta, y vió a su oscuro compañero en un paisaje casi de fantasía o de embrujo. Palmeras, altos árboles que no conocía, multitud de arbustos y matojos por todas partes, así como helechos. Muy especialmente helechos. Había un margen entre dos árboles donde los helechos formaban una mata frondosa. La hinchazón y el dolor en sus patas le permitieron, no sin esfuerzo y con constantes gruñidos y molestias, llegar hasta ellos y tumbarse. Aquella vez fue la primera en mucho tiempo que Sean dormía en algo que podría llamarse una cama.
El sueño fue reparador, placentero incluso. Al despertar, poco había cambiado, tan sólo su componiero que estaba dando una cabezada tumbado en la hierba. Entonces descubrió Sean lo que hace un buen colchón. Todo ese dolor, esa hinchazón, todo había quedado enormemente mitigado con el largo reposo en la mullida cama de frescos y húmedos helechos. Se levantó y estiró las patas, lo que le produjo un leve calambre en la pata trasera derecha y un tenue dolor en las articulaciones, pero cojear era desde luego un gran avance respecto a arrastrarse. Con los ánimos por las nubes y una nueva vitalidad, Sean exploró la celda. Igual que las anteriores, era hexagonal, pero la vegetación le daba una vida y un frescor casi irreales. Tras tratar de encaramarse a unas ramas bajas y entretenerse juguetonamente con cada arbusto y planta, Sean era de algun modo feliz. Había encontrado un componiero, y había salido del impasible infierno amarillo y naranja. No necesitaba más. En verdad, creyó que si Moon les encerraba por mil años, poco importaba mientras se encontrase en su celda selvática.
Algo cansando de tanto trotar y curiosear, y con el dolor llamando otra vez a la puerta, Sean volvió al centro de la celda, donde su componiero esperaba, ya despierto. Sean no había pasado por alto que cerca del centro había cinco gemas. Su fin le inquietaba, no estaba seguro de la utilidad que podrían tener, pero el sano y fuerte semental que yacía pacientemente cerca era ahora el centro de atención de Sean. Se tumbó a su lado, formando un ángulo de unos cuarenta y cinco grados.
-Lo siento, no me he presentado. Soy Sean Key. Entré aquí... ya no recuerdo porqué. Hace más de un mes que estoy encerrado y... estuve siempre solo. -Sean se frotó la nuca, en parte porque necesitaba moverse, en parte porque no acababa de estar cómodo.- Hasta que nos encontramos, claro. La soledad en el laberinto puede ser abrumadora. Si no te hubiera encontrado...-Sean se frotó entonces los ojos- No sé lo que sería de mi. casi me sumí en la locura.-Sean seguía frotando sus ojos. La inmensa gratitud, las emociones sin control del día anterior se agolpaban de nuevo y le desbocaban el alma. Fréneticamente frotaba intentando que no escaparan lágrimas. En vano, por supuesto. Con una mueca de esfuerzo y todos los músculos de la cara contraídos, comprimidos y apretados para cerrar fuertemente los ojos, Habló Sean por última vez.- G-g-GRACIAS!
Sean se lanzó entonces sobre su componiero, a pesar del malestar y el leve cansancio que aún arrastraba y que quedaban ahora ocultos, en apariencia por siempre, bajo el torrente de lágrimas de gozo y alegría que le corrían por la cara y regaban amablemente la hierba bajo los ponis. Antes de poder reaccionar, Night Light se encontró a Sean abrazado a, casi se podría decir colgando de, su cuello, y llorando a moco tendido, repitiendo una y otra vez esa última palabra mientras se movía, los balanceaba, le estreñía, lo soltaba un poco, le echaba hacia atrás, y siempre, una y otra vez la última palabra.
Gracias.
---vacante---