Aitana aprovechó el descanso que había provocado su hambriento estómago para sentarse en el suelo y comer con tranquilidad. Tuvo que apartar varias piedras y acomodarlas para poder hacerse un hueco cómodo. El resultado fue bastante satisfactorio. El resto del grupo conversaban anmadamente entre ellos, pero Aitana no se sentía con ganas de unirse.
No hizo falta que ella hiciera nada: al poco tiempo, Twilight se separó del resto y se acercó a la arqueóloga.
—¿Me das un poco de... eso, Aitana?
—Claro, pequeña.
La poni de tierra le pasó a la unicorno una especie de torta aplastada de color morado. Twilight lo probó tímidamente... y sorprendentemente, ¡estaba bueno! Aunque era bastante seco y había que masticarlo bastante. Dulce y ácido.
—¿Qué es esto?
—Raciones de supervivencia que preparé cuando estuve en una celda de jungla. Se prepara con harina de semillas, aplastando la fruta y luego dejando que la pasta se seque al sol. Fácil y efectivo, y si lo haces bien será comestible durante semanas.
—¡Vaya! Por lo visto sabes hacer de todo, ¿no?
—Jeje, Sobrevivir es mi especialidad... pequeña...
Twilight observó claramente el brutal cambio que dio el estado de ánimo de la arquóloga. Aitana intrigaba a Twilight. Cuando se trataba de trazar planes o dirigir al grupo, no dudaba, no tenía miedo. Pero ahora que estaban tranquilos, la arqueóloga se apartaba del grupo. ¿Por qué? La verdad, es que estaba muy, pero que muy claro.
—Aitana, he estado pensando en algo.
—Dime.
—Creo que... en algún momento... tienes que contarnos qué ocurrió en el norte.
Aitana respondió hablando lentamente, con la voz más grave de lo normal. Como si se esforzara en controlar su tono de voz.
—¿Para qué quieres saberlo, Twilight?
—No quiero saberlo, Aitana.
—Eso no tiene sentido. ¿Para qué quieres saberlo? ¿Curiosidad de bibliotecaria?
—Ya te he dicho que no necesito saberlo, pero creo que tienes que contarlo.
—Si, ya... seguro —Aitana evitaba mirar a Twilight—. Como todos, tienes curiosidad por saber que pasó ahí, ¿verdad?
—Aitana, eso no es verdad. Lo digo porque...
—Claro, ¡la única expedición que le salió desastrosamente mal a la arqueóloga Aitana Pones! Todos han querido saberlo. ¿Y sabes qué he respondido siempre?
Twilight retrocedió un paso al ver a la yegua ponerse en pie.
—Lo que siempre les digo, Twilight, ¡es que no es de su incumbencia!
—¡Aitana, escúchate!
Aitana se detuvo de golpe ante la respuesta de la unicornio. El resto del grupo las miró. Normalmente cuando Aitana se ponía así, la conversación acababa de golpe. Era uno de sus muchos mecanismos de defensa. Pero esta vez le había fallado...
—¡Escúchate! Hace un momento eras una amiga a quien todos seguíamos sin dudar. Y ahora, por solo rozar el tema, ¡mira cómo me tratas!
Aitana retrocedió un par de pasos.
—Twilight... yo...
La unicorno clavó sus ojos en los de Aitana y repitió unas palabras que había escuchado decir a cierta pegaso amarilla en varias ocasiones. Una de ellas, mientras reñía a un dragón adulto:
—¿Qué tienes que decir en tu defensa, jovencita?
Aitana no pudo evitar apreciar el chiste de que Twilight la llamara "Jovencita", ya que la arqueóloga era tranquilamente cinco años mayor que ella. Pero necesitaba decir algo en su defensa, algo que justificara cómo acababa de tratar a Twilight. Pero no... no había excusa. Aitana bajó la cabeza
—Yo... lo... lo siento, Twilight. Es un tema que me... duele mucho, todavía.
—¿Y no sabes cómo afrontarlo?
Aitana no dijo nada ni se movió, pero eso bastó para entender el "sí" que no podía pronunciar. Twilight se acercó a ella.
—Por eso te lo estoy diciendo, Aitana. Moon ya utilizó tu pasado para atacarte antes. Tienes que superarlo, antes de que vuelva a hacerlo en el peor momento posible. Y creo, de verdad, que nunca le has explicado a nadie lo que ocurrió en el norte. Ni siquiera a ti misma.
—No... no puedo, Twilight. Lo he intentado.
—Sí que puedes, Aitana. No puedo imaginar lo que pasaste en esa expedición. Pero fuera lo que fuera, ahora sólo es un recuerdo, y eso es lo único que te está dañando —Twilight no pudo evitar pensar en la suerte que tuvo de leerse ese tratado de Psicología justo antes de ser capturada—. Me da igual si me lo cuentas a mi o a otro poni: pero ármate de valor y hazlo, Aitana. Y entonces Moon ya no podrá dañarte, y saldremos de aquí. Juntos.
La unicornio se alejó de Aitana, dejandole espacio para digerir la conversación. Ésta todavía resonaba en su mente. Pero había dos cosas que se aferraban a los pensamientos de Aitana:
La primera: el impulso que había sentido durante un instante de... no. No podía haber pensado en besar a Twilight. No podía ser.
La segunda: La palabra "juntos".
"...y saldremos de aquí. Juntos."
"...y encontraremos la tumba, Aitana. Juntos."
Maldita sea. ¡Maldita sea! ¡Estaba ocurriendo de nuevo!