Estamos en diciembre otra vez. Y otra vez, como todos los años anteriores, las depresiones, los suicidios, los asesinatos, las masacres y los robos suben sus cifras de manera alarmante. No es raro, pero si previsible, e incluso en este mismo foro vemos como aparecen más posts de problemas personales que de costumbre. Las depresiones van a la alza, y los bronies no son una excepción. Yo tampoco.
Debo decir que no me ha faltado gente que desease ayudar, pero me pareció que era estúpido contárselo si no había nada que hacer. No obstante, por no prolongar la agonía y desahogarme, he decidido abrir este tema sobre mis preocupaciones y problemas. Y le aviso, estimado lector: es largo, aburrido, y no te importa. Así que como consejo, no lo leáis; pero dejadme expresar solo un poco lo que siento…o acabaré explotando por dentro de reprimirlo.
Las cosas me han ido mal.
Todo empezó al inicio del curso, ya por si caótico. Me había apuntado, con más prisas que ganas, a un grado superior de Asesoría de Imagen Personal y Corporativa. Sonaba bastante bien y acorde a mis gustos, pero resultó ser mucho más aburrido y tedioso de lo esperado. Acostumbrada igualmente a las clases aburridas (que he pasado 18 años en la escuela y el instituto), y habiendo prometido a mis padres que terminaría el curso, decidí seguir adelante, pero las cosas fueron peor que los años anteriores. Influenció, por supuesto, que mi madre decidiera por primera vez en mi vida que compraríamos el material “sobre la marcha”, lo que por supuesto derivó en no tenerlo cuando lo necesitaba. Tardé casi dos meses en tener los libros, y algunas semanas en conseguir una carpeta con hojas y una agenda, por no hablar de los materiales de dibujo. Salvo eso el curso es pura teoría, así que me quedé sin muchos apuntes los primeros días, no tanto por mi nula habilidad para cogerlos sobre la marcha, si no por no llegar siquiera a simpatizar con ninguna de mis compañeras. Suficiente era sumar que, debido al temprano cambio de tiempo, pasé enferma muchos días, demasiados. Puede decirse que hasta aquí todo era “normal” para mí, los problemas de relación, enfermedades continuadas, falta de apuntes e interés escaso han sido distintivos de todos mis años de estudios (incluso sin haber repetido nunca). Al margen de eso, estaba haciendo una estricta dieta, ejercicio todos los días, cuidando mi piel, mis dientes y mis uñas, que nunca habían lucido tan bonitas (ya que me las muerdo, y durante ese tiempo estuvieron largas y brillantes gracias a unos tratamientos). Mi plan era recuperar el cuerpecito que había logrado en el pasado, mis 54-55 kilos que añoraba y que me hacían revolcarme en orgullo. Me daba igual que todos me dijeran que así estaba muy delgada y que parecía enferma, lo prefería a estar gorda, así que era muy estricta con mis nuevos hábitos. Además, echaba de menos algún triste piropo llegado de labios conocidos o extraños, no de mi novio y mejores amigos que obviamente me los iban a decir. En definitiva: me sentía fea.
Pero algunas cosas empezaron a cambiar. Mis padres, cuya única aspiración (igual que la mía) era que superase el curso, de repente me exigían buenas notas, alegando que esto ya no era el instituto. Me estresaba mucho que esperasen que fuera una buena estudiante cuando yo ni siquiera había llegado a estudiante regular: no tengo hábitos de estudio (¿Y para qué? He aprobado cursos enteros estudiando el día anterior), soy terrible intentando tomar apuntes, no tenía el más mínimo interés en el tema y, además, detesto que se fijen en mí. Y eso me molestaba sobremanera en esas clases, al ser solo 9 chicas, estaba expuesta, demasiado cerca del profesor y absolutamente nada cómoda. Me cuesta mucho no dormirme en clase, porque siempre he dormido fatal por la noche, y ahí me llamaban mucho la atención. Y que los profesores me hablasen directamente…es algo que no tolero. Y luego los grupos, que manía con los grupos con lo bien y a gusto que trabaja uno solo. Con lo mal que tolero yo el trabajo en equipo, era demasiado para mí. Y por supuesto, una enorme y nueva presión para mí: como parte de los ejercicios, teníamos que salir varias veces delante de la clase para que las demás evaluaran nuestro cuerpo y nuestra ropa. Y más adelante, incluso hacerlo en ropa interior para que nos sacasen defectos. Y con el enorme complejo con mi cuerpo que siempre he cargado, tenía verdadero pánico a ese día. Para colmo, al estar enfermando bastante, mis padres se enfadaban conmigo, e incluso mi padre me acusaba constantemente de mentirosa y de estar fingiendo.
En definitiva muchas cosas nuevas que se estaban volviendo insufribles. Tuve un ataque de ansiedad provocado por el estrés que me estaba causando. Y ahí empezó mi crisis nerviosa.
Después del primer ataque, empecé a tener dificultades para salir de casa, lo que provocaba que a veces no pudiera ir a clase. Cuanto más faltaba, más me perdía, más me reñían; y por tanto, me ponían más nerviosa, tenía más ataques y faltaba más. Era una espiral sin fin. El número de ataques de ansiedad, llantos desolados y problemas para controlar mi comportamiento aumentaba con la espiral y no me dejaba dormir por las noches. Dejé de maquillarme, dejé de hacer ejercicio…con el tiempo también abandoné la dieta. No hacer estas cosas me hacía sentir muy mal, pero tampoco me encontraba con fuerzas para seguirlas. Cada vez faltaba más a clase, porque incluso tuve un ataque ahí, y me resultaba muy violento. Mis padres no hacían más que quejarse y quejarse, y mi hermana se pasaba el día acusándome de mentir. Con el tiempo, empecé a tener también ataques de pánico, dificultad para pensar, desidia absoluta. No quería hacer nada, solo tumbarme y morir lentamente. Intenté remontar un par de veces, pero estaba tan atrasada que los profesores decían que diese la evaluación por perdida y que ni lo intentase. Para mi estaba siendo terrible, sentía que mi vida se desmoronaba. Mi novio me decía que tuviera fuerzas, que tirase adelante, pero no podía, y eso me hacía sentir tan mal…porque de verdad quería arreglarlo, pero no podía. Por si no fuera suficiente, la cosa se calentó con dos amigos míos y me aportó otro enorme problema del que preocuparme.
En plena crisis nerviosa (duran meses), traté de relajarme y enfocar un poco mejor las cosas. Faltaba poco para el Salón del Manga, y pensé que eso me animaría, porque iba a ver a mi novio y a mucha gente nueva. Hasta entonces, intenté más o menos tirar adelante, y esas dos semanas no estuve tan hundida, aunque me seguía encontrando mal.
Así que llegó el fin de semana del Salón. Ver a mi novio me alegró muchísimo, por supuesto, pero a causa de unos problemas que tuvimos, no acabó de sentarme bien. Por no hablar de que tuvimos que dormir en el sofá de mi abuelo, y el tiempo fue más bien escaso, y el último día…en fin, hubiera sido mejorable en general. En el Salón, el primer día mi novio había concertado una quedada con los amigos de su foro, donde yo había estado en el pasado, cosa que no me molestaba (porque me caen bien y tal) pero que no me había consultado…también me encontré con mis amigas del instituto, lo que me alegró mucho pero también me puso triste porque hacía mucho tiempo que no hablaba con ellas y me sentía culpable. Lo cierto es que no estuvo mal, pero a mí me agobiaba mucho a veces estar rodeada de tanta gente y salí más de una vez a buscar aire por mi cuenta. Por la tarde había quedado con los dobladores, pero también fue una decepción porque fui a comprar bebida con uno y al volver los demás se había ido…y no los volví a ver. Y al día siguiente tocaba la quedada brony, que también fue una gran decepción para mí, que esperaba que cantásemos, nos sentáramos tal vez a contar algo…o al menos que nos presentásemos, pero se hacían grupitos y no me enteré muy bien de nada. Intenté ser más alegre y notoria y decir mi nombre, pero me sentía un bicho raro porque nadie parecía muy animado. Al menos pasó lo de las cartas, eso sí que me gustó, fue la única vez que no parecía una incómoda reunión de cortesía. Y luego entraron, pese a insistirles que no íbamos a durar dos asaltos, y a parte de sentirme ignorada, obviamente no los duramos. Quería sentarme a hablar con bronies, y al final no me gustó mucho…y tenía las piernas destrozadas. El último día estuvo bien, salvo porque tuve un ataque ya que mi novio me presionó para hacerme una foto en un cartel promocional. En fin, que acabó el Salón del Manga y salí igual que había entrado, sin ninguna mejora notable.
Intenté hacer una gran remontada después de aquello, pero no tuve la más mínima suerte. Me esforzaba, pero simplemente no podía recuperar todo el trabajo perdido. Estuve hablando con mi psicóloga y lo que pareció quedar en claro es que eran esas clases y lo que suponían l que me hundía. O lo superaba todo de la noche a la mañana, o seguir el curso acabaría por hundirme del todo. Pasé días pensando que hacer, pese a que parecía claro que acabaría por destrozarme, ni me había planteado abandonar, más por mis padres que por mí. Después de razonar mucho, decidí dejar el curso y concentrar mi tiempo en preparar las pruebas de la carrera.
Cuando abandoné el grado, empecé a sentirme mejor. Poco a poco recuperaba las ganas de bromear y de hacer cosas, y sentía más paz dentro de mí. Seguía (y sigo) encerrada en casa, pero dejé de sufrir ataques y recuperé poco a poco la sonrisa. Me levantaba temprano y dedicaba mucho tiempo a estudiar piano apasionadamente, y más adelante mi novio me introdujo al GW2, descubierto un hobby nuevo perfecto. Pero la actitud de mi familia, recordándome demasiado el dinero malgastado en mi (mejor empleado en unas vacaciones, según mi padre), acusándome de pasar el día vagueando y, por supuesto, recordándome que intentarían ponerme a trabajar cuanto antes posible en cualquiera de los sitios donde tengo enchufe; hicieron mella en mis ánimos. Y como no, comer lo que quería y no hacer ejercicio mejoraba mis ánimos, pero estaba pasando una factura muy alta a mi cuerpo. Como no tenía por qué salir fuera, dejé de arreglarme, descuidé mis dientes y volví a morderme las uñas. Sin nada especial de lo que quejarme, pero muy lejos de ser feliz, me vi estancada. Empezó a sobrarme el tiempo, por l que me levantaba más tarde, y me quedaba hasta la madrugada en el ordenador para estar con mi novio de hábitos nocturnos. Cosa, por supuesto, que mis padres criticaron en gran medida, ya que para ellos cualquier horario que no sea levantarse a las 6-7 e irse a dormir a las 10-11, es incorrecto.
Y hace poco tuve una brutal recaída.
Fue hace unas semanas. Yo utilizo anillo vaginal como método anticonceptivo, y estaba en mi semana de descanso. Tenía que comprar el anillo nuevo el martes, pero lo olvidé, y me acordé de ello al día siguiente, por lo que decidí ir el jueves…olvidando por completo que era fiesta y no tenía ninguna farmacia de guardia cerca. Empezó a dolerme por la falta de hormonas, pero hasta el día siguiente no pagué el precio de mi descuido: el viernes me desperté con un dolor horrible en los ovarios, siendo incapaz de moverme sin recibir un tremendo pinchazo. Incapacitada para salir de la cama, llamé a mi hermana y le rogué que fuera a por un anillo a la farmacia. Se negó, dijo que era mi problema y que me buscase la vida. Y bueno, imaginaos como fueron las 6 horas siguientes en las que no pude moverme, sin comer, sin beber, sin poder ir al baño. Llegó mi padre y se lo pedí a él, pero de nuevo, que me buscase la vida y que era mi problema. 22 horas en total después de haber ido al baño por última vez, con un enorme esfuerzo pude ir, pero a costa de mucho tiempo y dolor. Un cuchillo helado acabó de perforarme cuando mi padre y mi hermano informaron de que se iban a comer fuera, dejándome sola. Por suerte, mi padre al menos tuvo la cortesía de dejarme un vaso de leche y una pastilla, la cual me sedó lo suficiente para poder bajar a la cocina. Comí todo lo que encontré en la nevera, y como viene a ser habitual con mis problemas de hormonas, el consumo de comida hizo cesar el dolor, al menos si me mantenía quieta. Luego, realmente enfadada, mi novio me dijera que jugara con él, ya que de todos modos ni me apetecía volver a la cama. Criticaron, como era de esperar, esta decisión, y durante los días siguientes recibí repetidas broncas y recriminaciones sobre que era mi problema no tener el anillo y que era una mentirosa por decir que me dolía tanto.
Hoy disimulo delante de ellos y finjo que todo está bien, pero sigo MUY enfadada. No puedo demostrarlo porque si no los tres se ponen en mi contra y acabo llorando.
Y ya lo que me ocurre ahora empeora las cosas. Está tarde misma tengo un concierto d Navidad, tengo que cantar SOLA delante de desconocidos, y aunque lo he hecho en el pasado, estoy inusualmente nerviosa y asustada. Terminado eso, tengo que escribir una carta y enviar algo por correo que no sé ni cómo se envuelve, y acabar un doblaje, y los dibujos, y ahora mi madre quiere que escriba, pero no me sale inspiración para nada y acabo llorando. Y tengo que practicar piano porque tengo que tocar tres canciones en Navidad y necesito que salgan perfectas, e ir a una cena familiar, y yo ODIO las comidas familiares, siempre me escondo porque no me gusta estar entre tanta gente, menos conocida…y luego voy a ver a mi novio, y seguro que también quiere que vaya a casa de su abuela, pero me pone muy nerviosa porque, claro, es su familia y tengo que caerles bien, pero normalmente no me gusta la comida, ni el ambiente, y me hacen sentir muy fuera de lugar, y su abuelo me dice que estoy gorda, y eso me sienta fatal.
Y solo quiero agarrarme a un cojín, y llorar y desvanecerme, y que todo cese de una vez, porque me duele la mandíbula de apretar los dientes, me duelen los brazos (fui anoréxica en el pasado y aún tengo el hábito de insultarme, humillarme y provocarme dolor a mí misma cuando engordo), me duele todo y es porque no lo soporto más.
Ojala pudiéramos desconectar nuestra vida con un interruptor ¿No os parece? Seria todo más sencillo.