Spoiler:
- Capitana, me pica el traje
- Es porque no estás acostumbrado
- Capitana, tengo el pelo pegajoso
- Porque la gomina aun no se ha secado. No te toques más la cabeza o se te estropeará el peinado.
-Capitana…
- ¡Fire Roar! ¡Una queja más y te tiro por la borda!
El unicornio cerró la boca y miró de reojo a su capitana. Con la crin recogida en un moño adornado con plumas, un elegante vestido de color granate y brillantes zapatos de charol negro, nadie diría jamás que aquella era la mismísima Poison Mermaid. Aunque él, con el pelo hacia atrás, las puntas recortadas y con traje, tampoco parecía Fire Roar.
- Capitana, vamos en un carruaje.
- ¡FIRE ROAR!
-Bueno, capitana, no nos dejes en ascuas, cuéntanos.
Ya de vuelta en La Sirena Mutilada, Poison, Helm Salt y High Tide se encontraban reunidos en el camarote/despacho de la yegua. Ésta, sentada en su sillón, escudriñaba una carta que había tomado de un montón de documentos desperdigados en la mesa.
- El cliente del Manehattanés Errante era nada menos que Posh Patron, el famoso dueño de la ópera de Manehattan. Ha venido hasta aquí por una misión especial que nos ha encargado especialmente a nosotros: protegerle.
El teniente y el contramaestre se miraron, confusos. Las misiones que les solían encargar siempre habían sido de encontrar antiguos tesoros, derrotar tripulaciones enemigas e incluso entregar mercancía muy importante, pero nunca proteger a nadie.
-Capitana, no te estamos entendiendo. ¿Protegerle de qué? Nosotros somos piratas, no guardaespaldas.
Poison cruzó los cascos, mirando a sus sementales con una enigmática sonrisa.
- Si fuera sólo eso, queridos míos, ¿creéis que habría aceptado? –acercó los papeles de la mesa hasta ellos-. Esta misión no es sólo de protección, sino de infiltración. El conde Noble Blood dará una cena de gala la semana que viene en su mansión, y Patron está invitado. Si bien este poni es conocido por sus excéntricas costumbres y por ser bastante paranoico, razón no le falta al creer que podrían ser atacados durante la fiesta, aunque sea en una mínima posibilidad. Y ahí entramos nosotros: debemos infiltrarnos en la fiesta y proteger a los invitados, y más concretamente a Patron, de un posible ataque –Poison terminó la explicación con una sonrisa.
High miraba los papeles, sin comprender. Si su capitana se había vuelto loca, aquello lo confirmaba. No eran precisamente una tripulación grande, pero a pesar de ello era imposible poder infiltrar a todos en una fiesta de gala sin que hubiera un desastre, o peor aún, sin que acabaran siendo descubiertos.
-Poison, creo que esto se te ha ido de los cascos. ¡No podemos pasar todos desapercibidos en una fiesta elegante, arriesgamos demasiado con esto, además ¿acaso has pensado cómo demonios vas a colarte en algo de ese calibre!? –el teniente se levantó de la silla, y golpeó la mesa con sus cascos, perdiendo la paciencia.
-Teniente High Tide, siéntate. No es de buena educación perder los nervios de esa manera, ni siquiera estando en privado –la capitana habló con voz autoritaria, perdiendo la sonrisa-. ¿Acaso crees que no lo sé ya? He pensado en todo, por el amor de Luna. Tómate la molestia de escucharme, ¿quieres? –ambos respiraron hondo, mientras el poni volvía a sentarse, con el ceño fruncido. Poison continuó-. Posh ha dicho que puede colarme en el baile con un acompañante, según me ha dicho tiene pensado inventarse que soy una sobrina lejana en edad de casamiento para explicar qué hago allí, para “presentarme en sociedad”. En cuanto al tema de meteros a vosotros y la tripulación, tampoco hay problema: Posh se va encargar de todo, y vais a estar allí como cocineros, camareros, músicos… Aquello en lo que cada uno esté más cómodo.
-Capitana, ¿crees que funcionará? Quiero decir… Nosotros no tenemos modales tan refinados como tú, y podríamos tener problemas si nos descubren, necesitamos una salvaguardia en caso de problemas –preguntó Helm Salt con cautela.
-Confiad en mí, queridos, lo tengo todo pensado. De momento, levad anclas y preparaos para zarpar, tengo que hacer una pequeña visita.
Ambos, contramaestre y teniente, se levantaron y gritaron las órdenes al resto de la tripulación, que se puso en marcha rápidamente.
- ¿Adónde ponemos rumbo, capitana?
-A River Hills. Allí pueden prestarme la ayuda que necesito.
Saliendo de su camarote, alzó la voz a sus sementales, que la miraban con mezcla de curiosidad y bravura.
- ¡Mis sementales, aún no quiero desvelaros nada del encargo que nos han dado, pero debo deciros que uno de vosotros trabajará codo con codo conmigo, y de ese trabajo en equipo resultará la victoria de nuestra misión! Estaremos en River Hills en tres días; nos quedaremos por un día, dos a lo sumo; y volveremos aquí para llevar a cabo el encargo. ¡Levad anclas, izad velas, y por lo que más queráis, sujetad los barriles de zarzaparrilla, nos vamos!
La Sirena Mutilada partió del puerto rumbo al sur, hacia Horseshoe Bay, con aguas calmadas y viento amigable.
Salve Mermaid regaba sus petunias mientras contemplaba el horizonte. El mar se recortaba contra el cielo, no se sabía bien dónde acababa uno y terminaba el otro. Las esponjosas nubes paseaban lentamente por el cielo y los pajarillos revoloteaban por doquier. En definitiva, era un día tranquilo.
-Hace un día precioso, ¿verdad, River? –preguntó a su esposa, sonriendo-. Creo que después aprovecharé y leeré un libro aquí fuera.
Observando bien, Salve se fijó en que había algo en el horizonte… Un barco. Pero no parecía un crucero o el yate de alguno de sus vecinos, parecía… Una embarcación clásica, como aquellos barcos que se usaban en expediciones a tierras nuevas y lejanas, o los que se seguían usando para el comercio, aunque era raro verlos. Pero aquel barco tenía algo extraño y familiar…
Salve tiró la regadera al suelo y abandonó la terraza al trote en dirección a su despacho. Su viejo catalejo levantó una pequeña nube de polvo cuando lo recogió del estante en el que se hallaba. Calibrándolo para ajustar el enfoque, se acercó a una ventana, apuntando la mirada al barco. Surcaba las aguas raudo y suave, sin duda llevado por patas expertas. No veía con claridad a los tripulantes, sólo figuras que se movían de un lado a otro y otras que permanecían quietas en su posición. Una cosa era segura: por el color de sus velas, no eran piratas.
Al menos no piratas violentos, pensó Salve.
Una de las figuras llamó su atención. Apareció por lo que parecía una puerta y reunió a las otras figuras, que se separaron instantes después. Salve intentó acercar más la visión, pero sólo consiguió desenfocar el catalejo. El corazón le latía con fuerza en el pecho. Tal vez fuera ella… Tal vez había vuelto a casa de nuevo.
El pegaso no quiso esperar más para averiguarlo. Guardando de nuevo el catalejo, voló al puerto con la esperanza de que el barco atracase y no estuviera simplemente de paso por aquellas aguas. Salve esperó… Y esperó… Y para alivio de su cansada alma, el barco atracó en el puerto. Impaciente y sin perder más tiempo voló hasta subirse a cubierta. Allí, se encaminó a Poison con el ceño fruncido, ignorando cómo el resto de la tripulación le miraba en posición de ataque.
- ¡Poison Mermaid, debería darte vergüenza! –la yegua se giró y miró a su padre, sorprendida, mientras agachaba la cabeza-. ¡Tantos meses sin avisar y te presentas así de improviso! ¿Tanto te costaba avisarme, señorita?
-P-pero papá… -tartamudeó Poison, su voz perdió de repente toda la fuerza que la caracterizaba-, no ha sido tanto tiempo…
- ¿Es que no entiendes que estaba muerto de preocupación? ¡Nadie sabía de ti! Así no te he educado yo, jovencita.
- Papá… -la voz de su hija fue ahora un mohín de potrilla-, delante de mi tripulación no, jo.
Más tarde, sentada a la regia mesa del comedor con su padre, detallaba el plan que quería llevar a cabo.
-La cosa es que necesito alguno de mis antiguos vestidos, a ser posible alguno que oculte por completo mi cutie mark. Prefiero evitar que me reconozcan. Y también algún raje tuyo que ya no te venga. Tendré que ir con un acompañante para no levantar sospechas.
-Entonces primero tendrás que elegir quién quieres que te acompañe por si fuera necesario que el sastre arreglase el traje.
Poison bebió un sorbo de vino, pensando cómo podía haber sido tan tonta de no haber elegido aún a su acompañante. Las opciones más viables eran Helm Salt y Hide Tide, pero podría despertar habladurías en aquella supuesta “presentación en sociedad” si acudía con alguien de mayor edad que ella, ya que ambos no eran tan mayores como para aparentar ser su padre. Además, como el mismo Helm había dicho, ellos no tenían los mismos modales, lo cual podría resultar inconveniente. Aunque si nos poníamos a pensar, nadie de la tripulación tenía precisamente modales refinados…
-Aún tengo que elegir quién de la tripulación me acompañará. Mañana te daré la respuesta.
-Como prefieras, hija -Salve soltó la servilleta y acarició la pezuña de su hija-. Me alegro de que estés bien y de que hayas vuelto a casa; y estoy seguro de que tu madre también se alegra.
La yegua bajó la cabeza, evitando la mirada de amor incondicional que le dirigía su padre. Sabía que él quería lo mejor para ella, incluso cuando le dijo que quería irse al mar a vivir una vida de verdad. Se sentía mal por no ser la clase de hija que él merecía, la clase de hija que ella debería ser. Pero a veces el corazón es más fuerte que cualquier razón.
-Y yo me alegro de haber vuelto. Siento haberte preocupado, esta última misión me tuvo bastante ocupada.
Su padre rió con socarronería.
- ¿Acaso no son todas tus misiones así? –rió de nuevo, mientras terminaba su copa de vino-. A ver, ¿qué peligros has desvelado esta vez? ¿Algún mapa del tesoro oculto de Tutancolton?
-Mejor aún –sonrió Poison-, el mapa para encontrar el cetro del Alicornio. Resulta que es real, ¡y yo lo he encontrado! Me lo pidió una clienta que no sé cómo consiguió el mapa. A pesar de haberlo tenido entre mis pezuñas, aún me cuesta creer que fuera real.
-Vaya… Eso es… Increíble, ciertamente –el rostro de su padre se había tornado de sonriente a fascinado-. ¿Y dices que no sabes cómo consiguió tu clienta el mapa?
-No me lo dijo, ni tengo ni idea de dónde lo pudo sacar.
-Un misterio que nunca resolveremos –Salve chocó la copa contra la de su hija a modo de brindis y se sirvió un poco más de vino-. ¿Esta noche me concederías el honor de dormir aquí? Tu habitación sigue tal como la dejaste.
Poison sonrió, se levantó y besó a su padre en la mejilla.
- Déjame que primero arregle unos cuántos asuntos en el barco y después vendré a dormir aquí.
La yegua voló por encima de la casa en dirección al barco. La ciudad de River Hills estaba iluminada, algunas de estas luces alcanzaban al puerto, donde las calmadas aguas reflejaban la luz con un brillo casi sobrenatural. Se veía bastante gentío por las calles, sobretodo en la plaza central de la ciudad, donde múltiples ponis paseaban disfrutando del buen tiempo. Poison recordó cuántas veces había ido allí a jugar con otros potrillos o a pasear con sus padres. Al acercarse al puerto, las luces que más resaltaban eran las de las tabernas y algunas embarcaciones. Seguramente los ricachones de turno estarían celebrando algo en sus barcos y yates de lujo. Cuando aterrizó en La Sirena, su tripulación le dio la bienvenida con vítores.
- ¡Queridos míos, me alegro que estéis de buen humor! Vengo a comunicaros los detalles de la misión, así que abrid bien las orejas y estad atentos.
-Capitana, oigo rugir el estómago de Mess Aboard.
-No tan atentos.
Poison relató una vez más sus planes para la misión de infiltración y protección. Los marineros escucharon serios las palabras de su capitana, y ella respondió a las pocas preguntas que le fueron formuladas.
-Para concluir, queridos míos, he de recordaros que uno de vosotros trabajará casco a casco conmigo. Será mi pareja en la cena, y el que me ayudará a tener vigilado de cerca a Posh Patron. Por ello, Helm Salt ha preparado un saco con los nombres de todos vosotros escritos en un papel dentro de él. Aquel nombre que saque será mi acompañante.
Helm se acercó con la bolsa y se la tendió abierta a Poison. Esta metió la cabeza con los ojos cerrado y removió un poco el contenido antes de capturar un trocito de papel con los labios. Lo extendió y…
- ¿¡FIRE ROAR!?
El silencio se fue expandiendo por el barco, mientras que la tripulación se miraba entre sí. Fire Roar, el benjamín de la tripulación, volvió de la cocina con un vaso de zarzaparrilla flotando junto a él. Más de veinte pares de ojos se posaron junto a él, que parecía ajeno a la situación. Poison tragó saliva, y por primera vez en mucho tiempo no tenía ni idea de qué hacer a continuación.
-Capitana, vamos a ser un equipo brutal, vamos a reventar esa fiesta, yo lo veo –Fire se puso a cabecear de emoción, dando pequeños saltitos inquietos en el sitio.
-Vamos a tener que tomar medidas drásticas –dijo Poison, tras unos minutos de reflexión-. Fire, ven a mi despacho, te explicaré lo que haremos.
-Capitana, ¿estás… bueno… segura de que es buena idea? – Helm Salt se acercó a Poison susurrando.
-Sinceramente, no lo sé. Pero es mi deber como capitana vuestra confiar en todos y cada uno de vosotros –apoyó la pata en el hombro de su contramaestre, sonriendo para insuflarle confianza.
Dicho esto se encaminó a su camarote, seguida por el unicornio amarillo. El benjamín de la tripulación brincaba feliz como si hubiera aprendido un nuevo hechizo, siguiendo de buena gana a su capitana y cerrando la puerta cuando entraron los dos al despacho. La yegua se sentó tras el escritorio.
-Te voy a ser sincera, Fire Roar –dijo tras respirar hondo unas cuantas veces-, no estoy segura de si estás preparado para enfrentarte a esta misión de manera… Cómo podría decirlo… -se mordió el labio, dubitativa.
-Espera, capitana, ya veo por dónde vas. Crees que no soy lo suficientemente serio para esto. Que no soy lo suficientemente elegante para poder ser tu acompañante –de repente se puso totalmente serio-. ¿Y sabes qué te digo, capitana? ¡Que pienso ser el mejor acompañante que hayas tenido nunca en uno de esos bailes pijos que tanto te gustan! Me pondré a tu nivel. Enséñame a hacerlo y lo haré mil veces mejor que esos finolis de alta alcurnia. Sin ofender –después de esto volvió a sonreír como siempre-. Y si no funciona siempre puedo llevar algo de munición escondida y reventar la fiesta. Literalmente.
Poison sonrió también, satisfecha. Aunque le había sorprendido mucho aquella reacción (tal vez fuera la primera vez que veía serio de verdad a Fire), sabía que por cosas así había aceptado al joven semental en la tripulación.
-Está bien. Tu entrenamiento especial empezará mañana, yo misma me encargaré de supervisarte y convertirte en el perfecto caballero infiltrado en una misión. Pero no será un trabajo fácil, he de avisarte. Requiere disciplina, seriedad, concentración, no es un asunto para tomárselo a broma. Tras decirte esto, ¿sigues seguro de querer hacerlo? –Poison preguntó con cautela, tanteando la reacción del artillero. Pero en sus ojos color ocre sólo vio una profunda determinación.
- ¿No te estoy diciendo que sí? No te fallaré, capitana. Lo juro.
-Muy bien, querido. Te espero aquí mañana al alba. Puedes retirarte.
Mientras el unicornio salía, Poison respiró hondo y giró la silla. Aún quedaban muchos asuntos por pulir, pero al menos el plan estaba en marcha. Fire se lo tendría que tomar muy en serio, pues precisamente no tenían demasiado tiempo. Tal vez el entrenamiento de Fire los demorase en la ciudad un par de días más de lo previsto. Debía pensar en qué tenía que enseñarle, tomarle las medidas para el traje y organizar al resto de la tripulación para la infiltración, y eso sin contar con tener que escoger su propio atuendo y manejarlos a todos sin que influyera en su comportamiento. Sería una buena manera conseguir unos micrófonos, o que los unicornios aprendieran algún hechizo de telepatía para poder estar informada en todo momento…
Se frotó las sienes, intentando calmar el dolor de cabeza en aumento. Necesitaba descansar si quería rendir bien en la organización del plan. Y, por Luna, aquel plan saldría bien como que ella se llamaba Poison.
Se levantó y salió a cubierta, donde algunos de sus sementales se mantenían ocupados limpiando la cubierta, jugando a las cartas o contando estrellas mientras filosofaban sobre la inmensidad del universo.
-Mis sementales, por esta noche he de ausentarme del barco. Otros asuntos requieren mi presencia, pero volveré aquí mañana al amanecer. Descansad bien y tomaos una ronda de zarzaparrilla a mi salud. Contramaestre, quedas al cargo.
Mientras hablaba abrió las alas y flotó a pocos palmos del suelo, para después remontar el vuelo de vuelva a casa. Tras explicarle a su padre la situación, éste le ayudó a planificar un entrenamiento para Fire que se realizaría allí mismo, en la casa.
-Gracias por ayudarme con esto, papá.
-Será divertido enseñar modales a ese grumetillo tuyo, sin duda. Me vendrá bien para hacer algo nuevo, ya sabes que la monotonía me aburre con facilidad. Además lo consideraré como un reto personal… Nunca tuve que enseñarte modales masculinos a ti, por suerte –bromeó Salve-. Tú vete a la cama, querida, y yo lo prepararé todo para mañana.
Bostezando, Poison se levantó de la silla en el despacho de su padre, donde se habían reunido, y rodeó el escritorio para darle un beso antes de marcharse a su cuarto.
- ¿La señorita marchará a su habitación?
Fuera del despacho esperaba Alfred Service, el mayordomo de la familia Mermaid desde que entró al servicio del abuelo de Poison. Un unicornio anciano, con un espeso mostacho blanco, al igual que sus crines, que peinaba con las puntas hacia arriba. En su hocico descansaban unos anteojos sin montura que enfocaban unos ojos cariñosos y dulces.
-Creo que tomaré un tentempié antes de dormir –sonrió la yegua-. ¿Hay alguno de tus deliciosos postres en la nevera?
-Esta mañana hice brownies, señorita –dijo orgullosamente Alfred-. Si me acompaña, le serviré un trozo con té de rosas en el comedor.
-Con unas condiciones, si no te importa.
El viejo mayordomo alzó una ceja, mesándose el bigote a la espera de las condiciones.
-La primera, no me trates de señorita. Que lleve mucho tiempo fuera no significa que debas tratarme de manera formal. Sigo siendo yo –sonrió con dulzura-, por favor, llámame como siempre lo has hecho, aunque ya no sea una potrilla. Lo segundo, quiero que comas conmigo. No me sentiría cómoda si te quedas de pie mirando como un pasmarote. Y tercero, quiero que me cuentes cómo ha ido todo en mi ausencia. Y si esto no te convence… Te he traído un regalito de uno de mis viajes.
El unicornio alzó las cejas, sorprendido.
-P-pero señorita, no es necesario que se moleste en eso…
-No digas tonterías. Lo compré la última vez que estuve en Manehattan por mis “negocios de ultramar”. Al verlo, supe que tenía que ser para ti.
Se encaminó a una de las cómodas que había en la entrada y sacó un pequeño estuche envuelto en papel de regalo plateado de aspecto caro y refinado de uno de los cajones.
-Ábrelo.
El unicornio tomó el paquetito con su magia y lo abrió con cuidado, sin doblar ni romper el papel. Era un pequeño estuche negro de la mejor joyería de Manehattan que contenía un alfiler de oro para la corbata con su inicial grabada y una pequeña gema azul.
-Poison, esto es… -el mayordomo se quedó sin palabras, emocionado-. No sé qué decir.
-Espera, vamos a ver cómo te queda puesto.
Con cuidado, Poison sacó el pequeño alfiler del estuche y lo clavó en la corbata negra de Alfred con cuidado.
-Como pensaba, te queda genial. Estoy muy contenta.
-Señorita, muchísimas gracias, no sé cómo compensároslo, yo…
- ¡Claro que lo sabes! Comiendo brownies y té conmigo será agradecimiento suficiente.
- ¡Marchando!
El servicial mayordomo trotó rápidamente en dirección a la cocina, mientras que Poison se dirigía riendo al comedor. Aquel poni la había cuidado desde su nacimiento, siendo para ella uno más de la familia y alguien en quien siempre confiaría. Aquel pequeño detalle apenas mostraba todo el cariño que le tenía al viejo mayordomo.
La yegua paseó por los pasillos que conocía bien, pasando a través de elegantes mesitas auxiliares y retratos. Antes de llegar al comedor se detuvo en uno en especial. Se encontraba justo encima de la chimenea del salón. Mucho más grande que los demás, retrataba a tres pegasos. Un poni mayor que estaba vestido de manera muy elegante posaba la pata en el respaldo de un sillón donde se sentaba una yegua de cabello violeta y ojos azules lánguidos y sonrisa tranquila, llevando un vestido con una cola larga que arrastraba por el suelo y un colgante con una gema rosa. Al lado de ambos, con una pata levemente levantada, otra yegua, adolescente, miraba al frente con sus ojos de pupilas e iris azules de largas pestañas y corta melena lisa de color turquesa, con algunos mechones de color azul oscuro. Portaba un vestido aguamarina y zapatos del mismo color.
Aquel viejo retrato familiar mostraba a una Poison aún sin cutie mark, una mirada con un resquicio de aburrimiento, y en general, un aspecto muy distinto al que lucía actualmente. En aquella imagen su pelo era liso y apenas se veían los mechones oscuros; la vida en alta mar había rizado y encrespado su melena de manera natural y casi permanente. A veces le costaba creer que aquella potrilla fuera ella… O que lo hubiera sido. Se alegraba de la vida que tenía ahora. Era feliz y tenía una familia propia en forma de su amada tripulación. Apenas necesitaba más.
Alzó el vuelo y acarició levemente el rostro retratado de su madre y después se dirigió al comedor, donde Alfred Service entró a la misma vez que ella con una bandeja de plata que contenía una tetera, dos tazas y dos platos con sendos trozos de brownie con nata y chocolate que olía divinamente. Le ayudó a servir el té con rapidez y ambos se sentaron a la mesa.
-Brindemos por la familia unida de nuevo, el hogar, y los ricachones excéntricos que me encargan misiones extrañas.
Ambos chocaron las tazas de porcelana y comieron mientras charlaban sobre la casa, su padre, la ciudad…
Por un momento, Poison recordó la cantidad de horas que había pasado juntos al mayordomo. Él era quien jugaba con ella de pequeña al escondite por toda la mansión, quien le enseñó modales en la mesa y la acompañaba a la escuela, quien le ayudaba a leer y levantaba cuando se caía al aprender a andar. Para Poison era como su segundo padre, alguien que la había criado y sabía cómo era realmente. Y sabía que si algo le pasara sería capaz de drenar el mar entero para salvarle.
Porque eso es lo que se hace por la familia.
Tras terminar el té, Poison se retiró a su habitación. Aquel amplio cuarto de color lavanda seguía igual que la última vez que había estado allí. Antiguas muñecas y juguetes, vestidos de cuando era potrilla y de adolescente, algunos de su vida adulta, heredados de su madre…
-Ah, cierto, los vestidos.
Poison abrió las puertas del enorme armario, dejando todos los vestidos a la vista. Pasó las pezuñas por las diferentes telas, rememorando las ocasiones en las que se los había puesto, buscando alguno que pudiera usar de nuevo. Dudaba si usar alguno de su madre, cada cual más hermoso que el anterior. Cabía la posibilidad de que la reconocieran llevando alguno de esos vestidos…
Poison sacudió exhausta la cabeza. En aquel momento, poco le importaba. Sólo quería dormir.
Apenas se metió entre las sábanas y apoyó la cabeza en la mullida almohada se durmió profundamente.
Antes de que el gallo cantase Poison Mermaid estaba volando camino a su barco, pues debía recoger a Fire y guiar al resto de la tripulación en el avance de los planes. La mañana era perezosa en la ciudad, en la que pocas casas parecían tener vida en su interior. Se veían algunos ponis paseando o abriendo las tiendas, y un delicioso olor a pan recién hecho se elevaba hacia Poison. Por un momento deseó poder desayunar con su padre, pero eso aún tendría que esperar.
- ¡Buenos días, mis sementales! Id abriendo los ojos porque nos espera un día movidito.
Subiendo por la cubierta apareció Fire Roar, con la crin aún más despeinada de lo normal y una alegre cara de sueño.
- ¡Estoy listo, capitana! ¿Cuál será la primera lección, saber con qué cucharilla se toma el postre? –bromeó.
Poison alzó una ceja, sin entender del todo la broma, pero sonrió, pues efectivamente aquella era una de las lecciones.
-Ahora lo verás. En principio, la lección no será aquí. Quédate conmigo un segundo y en seguida nos vamos. Contramaestre Helm Salt, a mi despacho, por favor.
Unicornio y yegua se reunieron en el camarote durante media hora para seguir planificando el resto del día. Mientras ella estaba con Fire, él se quedaría en el barco para hacer una criba de toda la tripulación y averiguar en qué parte de la fiesta podrían ser colados. Después tendría que enviar un mensajero para Posh, él se encargaría del resto. Poison rezaba para que el mensaje llegara a tiempo mientras iba con Fire hasta su casa.
- ¿Adónde vamos, capitana? Seguro que es algún lugar súper secreto donde te vas a convertir en una femme fatale para enseñarme a ser elegante como James Colt, ¿verdad?
La capitana no hizo más que reír ante la ocurrencia del artillero mientras este seguía augurando su destino. Finalmente llegaron a la lujosa casa.
-Seguro que esto lo ganaste en una partida de póker en la que te habías infiltrado para desbaratar los planes de la mafia de Canterlot, ¿a que sí?
-Me temo que en ningún momento he sido espía internacional, querido. Pero sí que soy bastante buena al póker. Aquí es donde yo vivo… O al menos vivía antes de echarme a la mar como pirata.
Mientras entraba, pudo oír a Fire Roar contener el aliento ante el cambio de aires. Aquel joven semental sería de los pocos en su tripulación en conocer sus orígenes, la verdad de su trato elegante y refinado.
Detrás de ella, dejó de oír las pisadas del unicornio. Al darse la vuelta, Fire Roar estaba inclinado en una torpe reverencia ante ella, con el rostro serio y expresión admirada.
-Nunca creí que mi capitana fuera un miembro casi de la nobleza de Equestria. Vale, eres elegante y refinada, pero siempre creí que era casualidad. Por favor, no llames a los guardias, te prometo que no volveré a explotar una bomba en el barco a pesar de que me hayas ordenado expresamente que no lo haga, ni haré trampas cuando jugamos a las cartas, y no volveré a beberme tu jarra de zarzaparrilla creyendo que es la mía ¡te lo suplico, no llames a los guardias! ¡Son peores que tú cuando te cabreas! -Fire se puso de rodillas melodramáticamente, y por un momento la capitana no supo si hablaba en serio o en broma.
Poison se acercó y se arrodilló frente a él, alzando su cabeza para que le mirase.
-Escucha, Fire Roar. No soy de la nobleza equestriana, simplemente procedo de buena familia. No voy a llamar a los guardias por eso, ¿de acuerdo? -Alzó una ceja-. Así que haces trampa a las cartas, ¿eh?
Los ojos de Fire volvieron a chispear con su alegría habitual, sonriendo burlonamente.
-Sólo cuando voy perdiendo -guiñó un ojo y sonrió de oreja a oreja-. Ya sabía yo que tenías que ser alguien importante, capitana. Nunca he conocido a nadie tan elegante como tú. Y también eres muy hermosa, pero estoy seguro de que ya te han dicho esto muchas veces.
Algo ruborizada, Poison murmuró algo ininteligible mientras se dirigía al despacho de su padre y Fire la seguía, mirando a todas partes con gran interés, a veces preguntando por distintos objetos o ponis en retratos. Al abrir las puertas del despacho, Salve Mermaid estaba sentado tras su escritorio.
-Papá, este es Fire Roar.
Tres horas después, un cansado Fire estaba sacando a bailar a Poison por enésima vez, el esfuerzo que hacía el unicornio para no pisarle los cascos a su capitana era evidente.
-Ahora mueve la pata trasera izquierda atrás… No, la otra pata. Eso es, ahora gira a la derecha y sujeta a Poison con la pezuña… Muy bien –Salve, que se encargaba de poner la música, iba dictando los pasos con paciencia, corrigiendo cuando era necesario.
Al terminar la canción, Fire hizo una reverencia casi perfecta a la pegaso y adoptó una pose firme y relajada de manera casi natural.
-Estamos avanzando, por suerte. Ya casi te sale el baile perfecto y adoptas una posición elegante sin que se te vea forzado. Esta tarde veremos los modales a la mesa; por ahora hemos terminado –el pegaso se acercó a los bailarines con una jarra de agua y un par de vasos, y les sirvió mientras continuaba-. Estaría bien que ahora te quedases un momento para poder tomarte las medidas para el traje, y tú, Poison, para elegir tu vestido. Seguro que alguno de tu madre te quedaría fantástico.
Llamaron a la puerta y Alfred Service entró con un metro de costura, unos cuántos trajes y una pelota con forma de tomate con múltiples alfileres clavados.
- No me pincharás con eso, ¿verdad? Si la artillería y las armas de fuego es lo mío es porque no me gustan las cosas que pinchan. ¡Vade retro con eso, he dicho!
¡NI SE TE OCURRA ACERCARME ESO O TENDREMOS UN PROBLEMA! –La cara de Fire se descompuso en una mueca de horror a medida que el mayordomo se acercaba.
-No se preocupe, señorito Fire, ni siquiera los verá. Por favor, pruébese esto.
- ¡Capitana, si muero, recuérdame como un héroe valiente y atractivo al que perseguían las yeguas!
Poniendo los ojos en blanco con una sonrisa, Poison abandonó el despacho de su padre y se dirigió a su propio dormitorio. A la luz del día los vestidos parecían tener vida propia. Tras mucho mirar, probar y ajustar, se decidió por un ajustado vestido granate que no recordaba cuándo se había puesto, pero le quedaba fantástico. La falda a capas le llegaba a los tobillos y tenía una abertura lateral que dejaba a la vista una de sus patas traseras; y el torso quedaba rodeado por una cinta negra que acababa en un lazo en su hombro izquierdo.
-Una cosa menos, quedan los accesorios.
Sentándose frente a su tocador, comenzó a peinar la enredada melena, echándolo hacia atrás y dejando sólo un mechón en su rostro. Después hurgó en su joyero y fue probando distintos adornos hasta que eligió un broche redondo con plumas y pequeñas piedras preciosas. Recogió su melena en un moño y colocó el adorno a la derecha, de manera que las plumas ocultaran un poco su oreja rota.
-Pues no me queda tan mal… -murmuró para sí.
Poison caminó unas cuántas veces por la habitación, acostumbrándose rápidamente a la sensación de la tela y al roce de la falda. Al menos agradecía la libertad que le proporcionaba la abertura.
Contemplándose en el espejo, se dio cuenta de que no había perdido aquella hermosura por la que siempre había sido alabada en su adolescencia. Su padre siempre le había dicho que era tan hermosa como su madre.
-Capitana, mírame, estoy hecho un figu… Wow.
Fire entró de sopetón en la habitación, ataviado con uno de los trajes antiguos de su padre, pero se quedó de piedra al ver a su capitana. Por primera vez desde que empezó a formar parte de La Sirena Mutilada, miró a la pegaso no como su capitana, sino como yegua.
-Santa Luna, cómo está la capitana –balbuceó.
- ¿Cómo dices, querido? –Poison se acercó a él, caminando con elegancia y cuidado, la falda del vestido se bamboleaba suavemente a los lados con cada paso, acentuando la forma de sus caderas.
-Que qué buena estás, capit… Que te queda muy bien esa cosa redonda en la cabe… -Fire se sonrojó de repente, sin poder apartar la vista de la pata trasera de su capitana-. ¡Que me han arreglado el traje!
-Alfred ha hecho un buen trabajo, como siempre. Te queda como un guante, pero una flor en el ojal de la camisa daría el toque perfecto, ¿no te parece? –Poison dio una vuelta alrededor del artillero, observando el traje desde todos los ángulos-. Pero me temo que vamos a tener que hacer un cambio bastante importante en tu pelo… O al menos recortar las puntas quemadas.
Poison se acercó al joven semental y le pasó la pezuña por la cabeza, echando la crin hacia atrás
-Es importante que se vean los ojos. Para evitar tener que cortarte mucho, te lo echaremos hacia atrás como ahora. Estás muy guapo así, querido, y te favorece mucho –la yegua sonrió satisfecha y le soltó el pelo.
Fire se quedó helado mientras sentía el casco de la pegaso rozándole, y no escuchó lo que le decía con una cálida sonrisa. Pensó en lo bonitos que eran sus ojos azules y lo bien que le quedaba esa cosa redonda del pelo y…
- ¿Fire? ¿Querido? Será mejor que le devuelvas el traje a Alfred para que pueda arreglarlo a tiempo, ¿de acuerdo? Mientras tanto nosotros iremos a comer a La Sirena y volveremos aquí después. Además, te vendrá bien un descanso -la yegua esbozó una misteriosa sonrisa-, estás como ido desde hace un rato.
Fire sacudió la cabeza con fuerza y se marchó, mientras que Poison dejaba el vestido sobra la cama, con cuidado de no arrugarlo más. Era realmente bonito, y se sentía contenta de haberlo elegido.
Cuando Fire y Poison llegaron al barco, Helm Salt esperaba con una lista en el casco. Poison la leyó atentamente. Todos los nombres de los ponis que conformaban la tripulación estaban apuntados en una lista de cuatro columnas: cocina, camareros, músicos y artistas; y en cada columna estaba señalado aquel que se encargaría de vigilar cada sección.
-Perfecto, contramaestre. No esperaba menos de ti. Que los de cocina preparen los más deliciosos manjares, los músicos practiquen canciones que inviten a bailar, los camareros practiquen el equilibrio y los artistas preparen un buen número. Yo enviaré esta lista y las instrucciones pertinentes a Posh Patron. Si necesitáis algo yo os lo proporcionaré; pero por ahora comamos todos juntos. Fire, descansa.
Poison voló nuevamente a puerto, donde en poco rato se encargó de enviar un mensajero personal a Posh. Después, en su camarote, rebuscó entre antiguos libros y tratados de magia que poseía gracias a recompensas. Necesitaba encontrar algo, cualquier cosa, que la ayudase a mantenerse informada y en contacto con el resto de la tripulación mientras ella estaba en el baile. Recurrir a la tecnología parecía lo más adecuado y sencillo, sí… Pero era incluso más arriesgado en caso de que los pillaran.
-Sólo necesito un hechizo, una poción, un ungüento, algo… -susurró la pegaso con la cabeza metida en viejos pergaminos-. Cualquier cosa me vale.
Por fin, un párrafo llamó su atención. Se trataba de un hechizo que podía encantar objetos para enviar la voz a largas distancias. De alguna manera, aquello podía ser lo que ella estaba buscando. Guardó el resto de pergaminos y se dirigió con el resto de su tripulación a comer.
-¡Mis queridos sementales, siento el retraso! Esta misión no hace más que darme dolores de cabeza, ¡pero todo está marchando conforme al plan! Os agradezco el enorme esfuerzo que estáis haciendo todos por esta misión y por mí, y prometo compensaros de manera generosa –los vítores se elevaron por encima de su voz-. ¡Y ahora todos a comer!
Las risas, voces, ruidos de platos y cubiertos y el correr de la zarzaparrilla fue todo cuánto se oyó durante la cena. Sin embargo, la cabeza de Poison seguía bullendo ideas. Necesitaba encontrar un plan B por si acaso aquel hechizo era demasiado complejo para sus unicornios…
- ¿Capitana? ¿Estás bien?
En su rango de visión aparecieron los ojos alegres de Fire, que bebía zarzaparrilla sin apartar la vista de la pegaso.
- ¿Eh? -Poison sacudió la cabeza y se obligó a sonreír-. Sí, estoy bien, querido. Es sólo… un asuntito que me trae de cabeza.
-Oh, vamos, capitana, no tienes de qué preocuparte. Todo lo que haces te sale genial, verás como esto… ehm… lo que sea que te preocupe también saldrá redondo.
-Sí… Creo que tienes razón, Fire. A veces me preocupo demasiado –la yegua sacudió la cabeza de nuevo y sonrió, esta vez sinceramente-. ¿Alguien me pasa más tarta de frambuesa?
El resto de la comida continuó con calma. Poison se relajó un poco y puso atención a lo que el resto de su tripulación le contaba. Cada cuál le fue contando pequeñas anécdotas que habían ido surgiendo durante los ensayos, le preguntaron a Fire si la capitana había sido muy cruel con él, recitaron unas cuantas escenas de la obra… Y por supuesto acabaron la comida cantando todos juntos antiguas canciones pirata.
Horas después Poison estaba reunida con su contramaestre. Había mandado a Fire a su casa para seguir con las lecciones, mientras ella se centraría en el asunto del hechizo. Helm Salt leía el pergamino donde estaba escrito el hechizo y Poison buscaba entre sus propias notas alguna ayuda para usar en esa situación. Si bien los venenos eran su especialidad, había aprendido muchas pociones y brebajes a lo largo de sus viajes.
-Creo que podría hacer el hechizo… Pero si sólo soy yo el que lo realiza, no sé cuánto tiempo podría mantenerlo, y no podría hacerlo durante mucho tiempo, de todas formas -el unicornio agachó la cabeza-. Es un hechizo avanzado, si yo puedo realizarlo es porque estuve al servicio de aquella organización que… Bueno, ya lo sabéis.
-Sí, lo sé. Pero tú no tenías la culpa de hacer mal con tu magia, no eras consciente. Y te arrepentiste a tiempo, ¿verdad? -Poison miró a su contramaestre y sonrió-. Son nuestros actos presentes los que valen y deben hablar por nosotros, y tú eres un excelente contramaestre. Continuemos pues. Necesito saber si funciona el hechizo, pero no pienso forzarte a hacerlo si te es demasiado agotador. ¿Serías tan amable, entonces, de realizarlo?
-Sí, capitana, pero el hechizo requiere dos objetos para ser conjurado.
La yegua puso frente a él una estilográfica y un matraz que cogió del escritorio y se mantuvo a una distancia prudente. El cuerno de Helm SAlt empezó a iluminarse suavemente con un brillo de color beige, brillo que se fue intensificando cada vez más. Una chispa salió de la punta del cuerno y Helm la disparó a la pluma y el matraz. Los objetos absorbieron el brillo y lo reflejaron suavemente, tras lo cual todo quedó en calma de nuevo.
-No tengo una magia demasiado poderosa, así que no durará mucho -dijo el unicornio frotándose el cuerno y la cabeza.
Poison cogió la pluma y salió del camarote, volando hasta el puesto de vigía.
-¿Funciona? ¿Puedes oírme? -susurró la pegaso a la pluma, no sin sentirse un poco estúpida.
Pero, para su sorpresa y alivio, a sus oídos llegó la voz del contramaestre desde la pluma, muy suave pero de manera clara.
-Alto y claro, capitana. Aunque debo reconocer que me siento un poco tonto hablándole a un matraz.
-Ya, yo también siento lo mismo -Poison rió suavemente mientras bajaba del puesto de vigía y caminaba hacia el despacho-. Perfecto, entonces. Ya tenemos parte del problema solucionado. Sólo queda averiguar cómo mantener el hechizo. Y creo que tengo una idea.
Despejando la mesa de cartas y mapas, la capitana procedió a abrir sus cofres, sacando distintos objetos de aquí y allá, dejándolos sobre la mesa. Cogió una pequeña olla de barro, encendió unas cuantas velas y luego comenzó a verter polvos, ingredientes de aspecto extraño y algún que otro líquido que olía a rayos. Mientras removía, esperando a que aquello empezara a burbujear, explicó:
-Esta receta hace que aquel objeto sobre el que sea vertido conserve sus propiedades intactas durante doce horas. Es una receta antigua que usan las cebras para mantener frescos alimentos y objetos perecederos, como flores, por ejemplo. Tal vez funcione con un objeto hechizado, pero no puedo asegurar el éxito completo o parcial.
Tras remover a izquierda y derecha dos veces cuando las burbujas empezaron a aparecer en la superficie, Poison sopló las velas y dejó la olla en la mesa, esperando que la superficie color verde oscuro de la poción se tornase naranja, señal de que estaba lista. Cuando lo estuvo, tomó la pluma con el encantamiento aún vigente y la metió en la olla hasta que quedó cubierta por el mejunje, sacándola pocos segundos después. Al instante la pluma pareció quedar cubierta por una fina película que no se apreciaba a simple vista.
-Vamos a probar si durante el día de hoy funciona el hechizo junto con la poción. De ser así, sólo tendremos que encontrar cuatro objetos que pasen desapercibidos y hechizarlos. Y puede que todo salga bien y sin problemas.
-De eso puedo encargarme yo, capitana.
-Perfecto, contramaestre. Quedas al cargo. Mientras tanto estaremos en contacto mediantes estos… -Poison miró la pluma, buscando un nombre apropiado para la nueva condición que había adquirido-, cachivaches.
Poison salió del camarote esperanzada, pues aquello solucionaba el problema más grave que debía averiguar. Ahora quedaba esperar.
Fire Roar paseaba por el puerto en dirección al barco con aire distraído. Tenía la cabeza en mil sitios, se sentía confuso por su reacción ante su capitana, pero no podía evitar suspirar cuando evocaba su rostro sonriente, o aquella mirada amorosa que les dirigía a todos cuando comían juntos; por no hablar de lo que sentía cuando la imaginaba otra vez con aquel vestido… Necesitaba contarle a alguien, saber qué le ocurría. Y el poni que necesitaba se encontraba en las cocinas de La Sirena Mutilada.
- ¿Qué te ocurre, chaval?
Mess Aboard, el cocinero, era un poni terrestre bonachón y forzudo, siempre ataviado con un delantal y un gorro de chef; y el semental en quien Fire más confiaba.
-Es… Bueno… Vale, se trata de una yegua, Mess.
Éste dejó de remover una enorme olla de sopa de setas y miró al unicornio, riéndose, mientras éste se iba poniendo cada vez más colorado.
-Déjame adivinar… Sientes mariposas en el estómago, o en tu caso sería más correcto decir que sientes cañones disparándose en tu estómago. Cosquilleo extraño en la nuca, la cabeza en las nubes… ¿Me equivoco? -Fire negó con la cabeza-. No eres el primero ni el último que se siente así… ¿Por qué no me hablas de ella?
-Es… -calló un momento, buscando las palabras adecuadas-, muy hermosa. Pero no sólo que esté buena, es que es muy hermosa. Mucho carácter, la cabeza bien amueblada, unos ojos enormes, unas alas preciosas…
Fire se sonrojó ante aquel despliegue de romanticismo que había tenido; y agradeció en silencio que Mess estuviera de espaldas a él.
-Vaya, vaya, has perdido totalmente el culo por ella, chaval –tras remover la sopa y ponerle una tapa a la olla, soltó-. Es Poison, ¿verdad?
- ¡¿Qué!? ¡N-no! E-esto… -Fire suspiró. No tenía sentido mentir, de todas formas, ya era imposible disimular-. Está bien… Sí, es Poison.
-Chico, eres bueno con los cañones, pero pésimo intentando mentir. ¿Crees que no sabía que te referías a ella? Vamos a ver, ¿a cuántas yeguas conoces aparte de ella? ¿Cinco, seis tal vez? ¿Y cuántas de ellas tienen alas? –Mess miró al unicornio, que tenía la cara del mismo color que su crin-. No se lo voy a contar a nadie, y menos a Poison. Pero aun así… Lo llevas claro, Fire. Nuestra capitana nos ve a todos como a hermanos, y jamás la he visto interesada en otro poni desde que la conozco, que ya son unos cuántos años. Mi consejo es que te asegures de que ella también está interesada en ti, o te llevarás un palmo de narices. Porque, conociéndote como te conozco, la sugerencia de que te olvides de ella te la pasarás por el forro.
Fire se frotó la cara con los cascos. Mess tenía toda la razón: ni siquiera se había parado a pensar que él pudiera gustarle a Poison. ¡Si hasta hacía unos minutos no había sido capaz de admitir que estaba colado por ella!
En menudo lío se había metido.
-Gracias, Mess, ahora tengo las cosas mucho más claras –el unicornio, ya más animado, salió de las cocinas al trote.
- ¡De nada, chaval! ¡Nos vemos en la cena!
A medida que pasaba el tiempo, la tripulación de La Sirena Mutilada se convirtió en una amalgama de ultimación de detalles. Poison, tras comprobar que la poción funcionaba con el hechizo, había pasado dos días de prueba comunicándose con su contramaestre a través de los objetos. Habían acordado que los objetos que se hechizarían serían el adorno del pelo de Poison, una de las máscaras que se usarían en la actuación, el arco de un violín y un reloj; y serían hechizados antes de ir al baile. Fire ya se comportaba prácticamente como un joven caballero, sus modales eran casi impecables. Poison estaba gratamente sorprendida por la rapidez y el esfuerzo que había mostrado el joven semental.
Dos días antes de partir Salve decidió que sería adecuado ensayar una última vez con los trajes puestos. Fire tragó saliva pesadamente mientras era ayudado por Alfred a ponerse el smoking. No contaba con tener que ver otra vez a su capitana con el vestido hasta el baile. No quería fallarle ni a ella ni a Salve, pero no tenía idea de cómo reaccionaría ante aquella visión casi divina de Poison con el vestido.
-Que Luna me proteja –susurró cuando la puerta se abrió tras él y un suave taconeo inundó la sala.
-Oh, querido, estás irreconocible, ese traje parece que nació para ti –después se dirigió al mayordomo-. Tu destreza con la aguja no tiene rival, Alfred.
-Usted también está arrebatadora, señorita. Ese vestido es sensacional –respondió el mayordomo.
Fire se giró y ante él encontró una versión mejorada de la Poison que había visto días antes. El vestido, ahora planchado, se ceñía totalmente al cuerpo de la yegua. Su pelo lucía un complejo recogido con el adorno en el lado izquierdo, y su cola tenía hechas pequeñas trenzas que se entreveían entre la tela del vestido. El unicornio se quedó sin aliento unos segundos, tras lo cual sacudió la cabeza, se adelantó y ofreció su pezuña a Poison.
- ¿Le apetece bailar, señorita? –preguntó educadamente mientras comenzaba a sonar la música.
El resto del ensayo fue como la seda. Fire consiguió relajarse y concentrarse en hacer los pasos correctamente, en inclinarse tras el baile y practicar unas cuantas conversaciones interesantes que podrían serle de utilidad si se relacionaban con otros asistentes a la fiesta, como las exportaciones de Equestria al extranjero.
Cuando dieron por acabado el ensayo, Salve aplaudió con entusiasmo.
-Bravo, Fire, lo has hecho perfecto, ¡estás más que preparado!
-Es cierto, querido –coincidió Poison-. Pero esto aún no ha acabado. Tenemos que hacer un ensayo general con toda la tripulación. Aunque lo mejor sería hacerlo aquí en el salón, no quiero darte problemas, papá. Lo haremos en el barco, podemos improvisar un baile sin problemas.
- ¿Como cuando hicimos aquella fiesta de cumpleaños para Mess en cubierta? ¡Esa fiesta fue la hostia! Más de uno acabó como una cuba.
-Sí, más o menos. Pero algo más elegante que aquella fiesta. Espero por Luna que todo salga bien… -Poison se mordió el labio, un leve atisbo de preocupación se reflejó en sus ojos.
- ¿Bien? Capitana, este ensayo, y el baile, serán la bomba, un éxito asegurado –una chispa de emoción brilló en los ojos del unicornio, emocionado por haber conseguido superar la prueba.
-De acuerdo entonces… Esta noche haremos el ensayo y mañana por la mañana volveremos a Manehattan, papá. Patron aún nos tiene que dar la planificación de la fiesta y debemos ponerlo todo a punto. Un fallo significaría descubrirnos y no cumplir con el encargo, ¡y no me he roto la cabeza para no cumplir con el encargo ahora! –la yegua se frotó la cabeza mientras fruncía el ceño.
Fire y Poison salieron de la casa para volver al barco. La yegua aún mantenía el ceño fruncido, y Fire pensó que sería buena idea intentar animarla.
-Capitana, ¿quieres que te enseñe un truco de magia que me han enseñado a hacer?
-Claro, querido. Enséñame.
Fire se colocó frente a Poison y creó una pequeña bola de chispas amarillas con el cuerno. Las chispas, bajo su orden, fueron cambiando de forma hasta adquirir la de una flor. Luego formó un barco, después un cañón y por último un barril, lo que consiguió que Poison sonriera, maravillada ante el pequeño espectáculo. Impulsado por aquella sonrisa, Fire volvió a cambiar la forma de las chispas hasta que consiguió reproducir el rostro alegre de la yegua, pero no duró mucho, y tuvo que hacer desaparecer las chipas antes de resoplar, algo agotado por el esfuerzo.
- ¡Ha sido maravilloso, Fire! Muchas gracias –la capitana se le acercó y le dio un suave beso en la mejilla. El unicornio se puso del mismo color que el vestido de Poison, pero, por suerte, no había tanta luz como para que ella se percatase-. Vamos, tenemos que preparar el barco para el ensayo.
Mientras paseaban de vuelta, pudieron comprobar el bullicio de la noche en River Hills. Se veían muchos ponis arreglados descansando en la plaza mayor o tomando un aperitivo en uno de los muchos restaurantes y bares que había por la zona. Se oía música desde uno de los balcones por los que pasaron, y muchos jóvenes se dirigían al puerto a darse un baño nocturno o dar una vuelta en yate.
Al llegar, la capitana comunicó los planes a la tripulación, que rápidamente procedió a despejar la cubierta de aparejos, barriles y distintos objetos esparcidos aquí y allá, colocando la parafernalia necesaria para montar un improvisado escenario y con la cocina a punto para cocinar deliciosos platos en pequeñas cantidades.
- ¡Bien, mis sementales! –la voz de Poison resonó en la noche calmada-. Veo que está todo preparado. Que cada poni se agrupe donde haya sido asignado y se vaya preparando.
Un pequeño alboroto se formó mientras cada miembro de la tripulación se iba agrupando con su respectivo equipo. Cocineros y camareros marcharon a las cocinas del barco, los músicos afinaron sus instrumentos y comenzaron a tocar una alegre melodía que invitaba al baile.
Fire sacó a su capitana a la improvisada pista de baile, donde no erró ni un paso, e incluso se permitió el lujo de ejecutar unos cuantos pasos de tango que Salve le había enseñado “por si acaso”. Observaron la actuación que parte de la tripulación había creado, una obra cómica sobre una princesa y un dragón. La gracia era que High Tide era la princesa.
- ¡Oh, señor dragón, no me comáis, os lo suplico! –High Tide fingía estar aterrorizado ante un dragón de papel maché con los ojos bizcos-. ¡Tengo la piel dura y soy todo huesos!
Había que admitirlo: High Tide ponía voz de yegua de una manera increíblemente graciosa. Tal vez podría haberse dedicado a la comedia.
Alrededor de dos horas después, Poison dio por terminado el ensayo, argumentando que la misión sería un éxito si el baile salía como en el ensayo.
-Como ha sobrado comida, que todo el mundo baje a comer; y después de recoger a dormir, mañana saldremos al alba a Manehattan. Habéis estado fantásticos, mis sementales, os merecéis un buen descanso ahora.
Mientras la tripulación se dirigía al comedor, Poison se deshizo del vestido con cuidado y bajó al puerto, donde su padre y el mayordomo estaban esperando.
-Papá, no hacía falta que vinieras, iba a ir a informarte personalmente… -cuando vio que el pegaso negaba con la cabeza, restándole importancia, carraspeó-. El ensayo ha sido un éxito. Con toda probabilidad la misión irá sobre ruedas. Pero mañana saldremos al alba si queremos llegar a tiempo.
-Tarde o temprano tenías que irte, es algo que ya sabía –dijo Salve tras unos segundos cabizbajo-. Me da pena que te vayas tan temprano, pero sé que no puedo, ni quiero, retenerte. Siempre has sido un espíritu libre –el pegaso abrazó a su hija-. Cuídate mucho, pequeña. Escribe de vez en cuando, y ten cuidado, ¿vale?
Procurando mantener un rictus alegre, Poison abrazó a su padre con fuerza, conteniendo las lágrimas como pudo. Despedirse de él siempre le resultaba duro. Tras abrazar al mayordomo, Poison subió de nuevo al barco, con la cabeza gacha. Siempre había tenido buena relación con su padre, incluso a pesar de haber tomado la decisión de dejar el hogar e irse a la mar. Él la ayudó en todo cuánto pudo: le enseñó a hacer medicinas y recetas para ungüentos, a orientarse con brújula, a botar un barco… De no haber sido por él, no habría podido cumplir su sueño.
- ¿Estás bien, capitana? –Fire esperaba frente a ella en el barco, mordisqueando una manzana.
La yegua se apresuró en secarse los ojos y sonrió suavemente. Se oían las voces de la tripulación a través del suelo.
-Vaya, pensé que habías bajado a cenar, querido. Estaba despidiéndome de mi padre, no te preocupes.
El unicornio le ofreció la manzana a su capitana, que mordió de manera distraída, mientras ambos caminaban en dirección al despacho. Fire observó cómo una gota de zumo resbalaba por la comisura de la yegua, y contuvo con dificultad las ganas de lanzarse a besar de una vez aquellos labios. Respirando hondo, se alentó a sí mismo.
-Ehm… c-capitana… yo… -tragó saliva, buscando las palabras adecuadas-. Ha-hay algo que q-quiero preguntarte.
-Dime, querido.
- ¿Tú tienes… b-bueno… ya sabes… un poni especial? ¿Un semental que… t-te acompañe por las noches?
Poison rió alegremente, sorprendida por la pregunta. Abrió la puerta de su camarote y entraron.
-Me temo que no, Fire. Los únicos sementales de mi vida sois vosotros. ¿Por qué lo preguntas?
-P-Porque tú…C-capitana, tú… me…
- ¡Capitana, ya hemos terminado! Estamos recogiendo para dejarlo todo listo para mañana –Helm Salt apareció en el umbral del camarote, tras él se veían a unos cuántos ponis cargando abultados fardos.
-Muy bien, contramaestre, puedes retirarte. Los que queden en la ronda nocturna, pasad buena noche. Y tú, Fire, también deberías acostarte ya, debes descansar bien. Dicho esto, ¡buenas noches, mis sementales!
- ¡Buenas noches, capitana!
Fire, maldiciendo su suerte, se despidió de la capitana entre dientes y corrió a su cama, con el corazón a mil por hora. Su confesión tendría que esperar.
- Es porque no estás acostumbrado
- Capitana, tengo el pelo pegajoso
- Porque la gomina aun no se ha secado. No te toques más la cabeza o se te estropeará el peinado.
-Capitana…
- ¡Fire Roar! ¡Una queja más y te tiro por la borda!
El unicornio cerró la boca y miró de reojo a su capitana. Con la crin recogida en un moño adornado con plumas, un elegante vestido de color granate y brillantes zapatos de charol negro, nadie diría jamás que aquella era la mismísima Poison Mermaid. Aunque él, con el pelo hacia atrás, las puntas recortadas y con traje, tampoco parecía Fire Roar.
- Capitana, vamos en un carruaje.
- ¡FIRE ROAR!
-Bueno, capitana, no nos dejes en ascuas, cuéntanos.
Ya de vuelta en La Sirena Mutilada, Poison, Helm Salt y High Tide se encontraban reunidos en el camarote/despacho de la yegua. Ésta, sentada en su sillón, escudriñaba una carta que había tomado de un montón de documentos desperdigados en la mesa.
- El cliente del Manehattanés Errante era nada menos que Posh Patron, el famoso dueño de la ópera de Manehattan. Ha venido hasta aquí por una misión especial que nos ha encargado especialmente a nosotros: protegerle.
El teniente y el contramaestre se miraron, confusos. Las misiones que les solían encargar siempre habían sido de encontrar antiguos tesoros, derrotar tripulaciones enemigas e incluso entregar mercancía muy importante, pero nunca proteger a nadie.
-Capitana, no te estamos entendiendo. ¿Protegerle de qué? Nosotros somos piratas, no guardaespaldas.
Poison cruzó los cascos, mirando a sus sementales con una enigmática sonrisa.
- Si fuera sólo eso, queridos míos, ¿creéis que habría aceptado? –acercó los papeles de la mesa hasta ellos-. Esta misión no es sólo de protección, sino de infiltración. El conde Noble Blood dará una cena de gala la semana que viene en su mansión, y Patron está invitado. Si bien este poni es conocido por sus excéntricas costumbres y por ser bastante paranoico, razón no le falta al creer que podrían ser atacados durante la fiesta, aunque sea en una mínima posibilidad. Y ahí entramos nosotros: debemos infiltrarnos en la fiesta y proteger a los invitados, y más concretamente a Patron, de un posible ataque –Poison terminó la explicación con una sonrisa.
High miraba los papeles, sin comprender. Si su capitana se había vuelto loca, aquello lo confirmaba. No eran precisamente una tripulación grande, pero a pesar de ello era imposible poder infiltrar a todos en una fiesta de gala sin que hubiera un desastre, o peor aún, sin que acabaran siendo descubiertos.
-Poison, creo que esto se te ha ido de los cascos. ¡No podemos pasar todos desapercibidos en una fiesta elegante, arriesgamos demasiado con esto, además ¿acaso has pensado cómo demonios vas a colarte en algo de ese calibre!? –el teniente se levantó de la silla, y golpeó la mesa con sus cascos, perdiendo la paciencia.
-Teniente High Tide, siéntate. No es de buena educación perder los nervios de esa manera, ni siquiera estando en privado –la capitana habló con voz autoritaria, perdiendo la sonrisa-. ¿Acaso crees que no lo sé ya? He pensado en todo, por el amor de Luna. Tómate la molestia de escucharme, ¿quieres? –ambos respiraron hondo, mientras el poni volvía a sentarse, con el ceño fruncido. Poison continuó-. Posh ha dicho que puede colarme en el baile con un acompañante, según me ha dicho tiene pensado inventarse que soy una sobrina lejana en edad de casamiento para explicar qué hago allí, para “presentarme en sociedad”. En cuanto al tema de meteros a vosotros y la tripulación, tampoco hay problema: Posh se va encargar de todo, y vais a estar allí como cocineros, camareros, músicos… Aquello en lo que cada uno esté más cómodo.
-Capitana, ¿crees que funcionará? Quiero decir… Nosotros no tenemos modales tan refinados como tú, y podríamos tener problemas si nos descubren, necesitamos una salvaguardia en caso de problemas –preguntó Helm Salt con cautela.
-Confiad en mí, queridos, lo tengo todo pensado. De momento, levad anclas y preparaos para zarpar, tengo que hacer una pequeña visita.
Ambos, contramaestre y teniente, se levantaron y gritaron las órdenes al resto de la tripulación, que se puso en marcha rápidamente.
- ¿Adónde ponemos rumbo, capitana?
-A River Hills. Allí pueden prestarme la ayuda que necesito.
Saliendo de su camarote, alzó la voz a sus sementales, que la miraban con mezcla de curiosidad y bravura.
- ¡Mis sementales, aún no quiero desvelaros nada del encargo que nos han dado, pero debo deciros que uno de vosotros trabajará codo con codo conmigo, y de ese trabajo en equipo resultará la victoria de nuestra misión! Estaremos en River Hills en tres días; nos quedaremos por un día, dos a lo sumo; y volveremos aquí para llevar a cabo el encargo. ¡Levad anclas, izad velas, y por lo que más queráis, sujetad los barriles de zarzaparrilla, nos vamos!
La Sirena Mutilada partió del puerto rumbo al sur, hacia Horseshoe Bay, con aguas calmadas y viento amigable.
Salve Mermaid regaba sus petunias mientras contemplaba el horizonte. El mar se recortaba contra el cielo, no se sabía bien dónde acababa uno y terminaba el otro. Las esponjosas nubes paseaban lentamente por el cielo y los pajarillos revoloteaban por doquier. En definitiva, era un día tranquilo.
-Hace un día precioso, ¿verdad, River? –preguntó a su esposa, sonriendo-. Creo que después aprovecharé y leeré un libro aquí fuera.
Observando bien, Salve se fijó en que había algo en el horizonte… Un barco. Pero no parecía un crucero o el yate de alguno de sus vecinos, parecía… Una embarcación clásica, como aquellos barcos que se usaban en expediciones a tierras nuevas y lejanas, o los que se seguían usando para el comercio, aunque era raro verlos. Pero aquel barco tenía algo extraño y familiar…
Salve tiró la regadera al suelo y abandonó la terraza al trote en dirección a su despacho. Su viejo catalejo levantó una pequeña nube de polvo cuando lo recogió del estante en el que se hallaba. Calibrándolo para ajustar el enfoque, se acercó a una ventana, apuntando la mirada al barco. Surcaba las aguas raudo y suave, sin duda llevado por patas expertas. No veía con claridad a los tripulantes, sólo figuras que se movían de un lado a otro y otras que permanecían quietas en su posición. Una cosa era segura: por el color de sus velas, no eran piratas.
Al menos no piratas violentos, pensó Salve.
Una de las figuras llamó su atención. Apareció por lo que parecía una puerta y reunió a las otras figuras, que se separaron instantes después. Salve intentó acercar más la visión, pero sólo consiguió desenfocar el catalejo. El corazón le latía con fuerza en el pecho. Tal vez fuera ella… Tal vez había vuelto a casa de nuevo.
El pegaso no quiso esperar más para averiguarlo. Guardando de nuevo el catalejo, voló al puerto con la esperanza de que el barco atracase y no estuviera simplemente de paso por aquellas aguas. Salve esperó… Y esperó… Y para alivio de su cansada alma, el barco atracó en el puerto. Impaciente y sin perder más tiempo voló hasta subirse a cubierta. Allí, se encaminó a Poison con el ceño fruncido, ignorando cómo el resto de la tripulación le miraba en posición de ataque.
- ¡Poison Mermaid, debería darte vergüenza! –la yegua se giró y miró a su padre, sorprendida, mientras agachaba la cabeza-. ¡Tantos meses sin avisar y te presentas así de improviso! ¿Tanto te costaba avisarme, señorita?
-P-pero papá… -tartamudeó Poison, su voz perdió de repente toda la fuerza que la caracterizaba-, no ha sido tanto tiempo…
- ¿Es que no entiendes que estaba muerto de preocupación? ¡Nadie sabía de ti! Así no te he educado yo, jovencita.
- Papá… -la voz de su hija fue ahora un mohín de potrilla-, delante de mi tripulación no, jo.
Más tarde, sentada a la regia mesa del comedor con su padre, detallaba el plan que quería llevar a cabo.
-La cosa es que necesito alguno de mis antiguos vestidos, a ser posible alguno que oculte por completo mi cutie mark. Prefiero evitar que me reconozcan. Y también algún raje tuyo que ya no te venga. Tendré que ir con un acompañante para no levantar sospechas.
-Entonces primero tendrás que elegir quién quieres que te acompañe por si fuera necesario que el sastre arreglase el traje.
Poison bebió un sorbo de vino, pensando cómo podía haber sido tan tonta de no haber elegido aún a su acompañante. Las opciones más viables eran Helm Salt y Hide Tide, pero podría despertar habladurías en aquella supuesta “presentación en sociedad” si acudía con alguien de mayor edad que ella, ya que ambos no eran tan mayores como para aparentar ser su padre. Además, como el mismo Helm había dicho, ellos no tenían los mismos modales, lo cual podría resultar inconveniente. Aunque si nos poníamos a pensar, nadie de la tripulación tenía precisamente modales refinados…
-Aún tengo que elegir quién de la tripulación me acompañará. Mañana te daré la respuesta.
-Como prefieras, hija -Salve soltó la servilleta y acarició la pezuña de su hija-. Me alegro de que estés bien y de que hayas vuelto a casa; y estoy seguro de que tu madre también se alegra.
La yegua bajó la cabeza, evitando la mirada de amor incondicional que le dirigía su padre. Sabía que él quería lo mejor para ella, incluso cuando le dijo que quería irse al mar a vivir una vida de verdad. Se sentía mal por no ser la clase de hija que él merecía, la clase de hija que ella debería ser. Pero a veces el corazón es más fuerte que cualquier razón.
-Y yo me alegro de haber vuelto. Siento haberte preocupado, esta última misión me tuvo bastante ocupada.
Su padre rió con socarronería.
- ¿Acaso no son todas tus misiones así? –rió de nuevo, mientras terminaba su copa de vino-. A ver, ¿qué peligros has desvelado esta vez? ¿Algún mapa del tesoro oculto de Tutancolton?
-Mejor aún –sonrió Poison-, el mapa para encontrar el cetro del Alicornio. Resulta que es real, ¡y yo lo he encontrado! Me lo pidió una clienta que no sé cómo consiguió el mapa. A pesar de haberlo tenido entre mis pezuñas, aún me cuesta creer que fuera real.
-Vaya… Eso es… Increíble, ciertamente –el rostro de su padre se había tornado de sonriente a fascinado-. ¿Y dices que no sabes cómo consiguió tu clienta el mapa?
-No me lo dijo, ni tengo ni idea de dónde lo pudo sacar.
-Un misterio que nunca resolveremos –Salve chocó la copa contra la de su hija a modo de brindis y se sirvió un poco más de vino-. ¿Esta noche me concederías el honor de dormir aquí? Tu habitación sigue tal como la dejaste.
Poison sonrió, se levantó y besó a su padre en la mejilla.
- Déjame que primero arregle unos cuántos asuntos en el barco y después vendré a dormir aquí.
La yegua voló por encima de la casa en dirección al barco. La ciudad de River Hills estaba iluminada, algunas de estas luces alcanzaban al puerto, donde las calmadas aguas reflejaban la luz con un brillo casi sobrenatural. Se veía bastante gentío por las calles, sobretodo en la plaza central de la ciudad, donde múltiples ponis paseaban disfrutando del buen tiempo. Poison recordó cuántas veces había ido allí a jugar con otros potrillos o a pasear con sus padres. Al acercarse al puerto, las luces que más resaltaban eran las de las tabernas y algunas embarcaciones. Seguramente los ricachones de turno estarían celebrando algo en sus barcos y yates de lujo. Cuando aterrizó en La Sirena, su tripulación le dio la bienvenida con vítores.
- ¡Queridos míos, me alegro que estéis de buen humor! Vengo a comunicaros los detalles de la misión, así que abrid bien las orejas y estad atentos.
-Capitana, oigo rugir el estómago de Mess Aboard.
-No tan atentos.
Poison relató una vez más sus planes para la misión de infiltración y protección. Los marineros escucharon serios las palabras de su capitana, y ella respondió a las pocas preguntas que le fueron formuladas.
-Para concluir, queridos míos, he de recordaros que uno de vosotros trabajará casco a casco conmigo. Será mi pareja en la cena, y el que me ayudará a tener vigilado de cerca a Posh Patron. Por ello, Helm Salt ha preparado un saco con los nombres de todos vosotros escritos en un papel dentro de él. Aquel nombre que saque será mi acompañante.
Helm se acercó con la bolsa y se la tendió abierta a Poison. Esta metió la cabeza con los ojos cerrado y removió un poco el contenido antes de capturar un trocito de papel con los labios. Lo extendió y…
- ¿¡FIRE ROAR!?
El silencio se fue expandiendo por el barco, mientras que la tripulación se miraba entre sí. Fire Roar, el benjamín de la tripulación, volvió de la cocina con un vaso de zarzaparrilla flotando junto a él. Más de veinte pares de ojos se posaron junto a él, que parecía ajeno a la situación. Poison tragó saliva, y por primera vez en mucho tiempo no tenía ni idea de qué hacer a continuación.
-Capitana, vamos a ser un equipo brutal, vamos a reventar esa fiesta, yo lo veo –Fire se puso a cabecear de emoción, dando pequeños saltitos inquietos en el sitio.
-Vamos a tener que tomar medidas drásticas –dijo Poison, tras unos minutos de reflexión-. Fire, ven a mi despacho, te explicaré lo que haremos.
-Capitana, ¿estás… bueno… segura de que es buena idea? – Helm Salt se acercó a Poison susurrando.
-Sinceramente, no lo sé. Pero es mi deber como capitana vuestra confiar en todos y cada uno de vosotros –apoyó la pata en el hombro de su contramaestre, sonriendo para insuflarle confianza.
Dicho esto se encaminó a su camarote, seguida por el unicornio amarillo. El benjamín de la tripulación brincaba feliz como si hubiera aprendido un nuevo hechizo, siguiendo de buena gana a su capitana y cerrando la puerta cuando entraron los dos al despacho. La yegua se sentó tras el escritorio.
-Te voy a ser sincera, Fire Roar –dijo tras respirar hondo unas cuantas veces-, no estoy segura de si estás preparado para enfrentarte a esta misión de manera… Cómo podría decirlo… -se mordió el labio, dubitativa.
-Espera, capitana, ya veo por dónde vas. Crees que no soy lo suficientemente serio para esto. Que no soy lo suficientemente elegante para poder ser tu acompañante –de repente se puso totalmente serio-. ¿Y sabes qué te digo, capitana? ¡Que pienso ser el mejor acompañante que hayas tenido nunca en uno de esos bailes pijos que tanto te gustan! Me pondré a tu nivel. Enséñame a hacerlo y lo haré mil veces mejor que esos finolis de alta alcurnia. Sin ofender –después de esto volvió a sonreír como siempre-. Y si no funciona siempre puedo llevar algo de munición escondida y reventar la fiesta. Literalmente.
Poison sonrió también, satisfecha. Aunque le había sorprendido mucho aquella reacción (tal vez fuera la primera vez que veía serio de verdad a Fire), sabía que por cosas así había aceptado al joven semental en la tripulación.
-Está bien. Tu entrenamiento especial empezará mañana, yo misma me encargaré de supervisarte y convertirte en el perfecto caballero infiltrado en una misión. Pero no será un trabajo fácil, he de avisarte. Requiere disciplina, seriedad, concentración, no es un asunto para tomárselo a broma. Tras decirte esto, ¿sigues seguro de querer hacerlo? –Poison preguntó con cautela, tanteando la reacción del artillero. Pero en sus ojos color ocre sólo vio una profunda determinación.
- ¿No te estoy diciendo que sí? No te fallaré, capitana. Lo juro.
-Muy bien, querido. Te espero aquí mañana al alba. Puedes retirarte.
Mientras el unicornio salía, Poison respiró hondo y giró la silla. Aún quedaban muchos asuntos por pulir, pero al menos el plan estaba en marcha. Fire se lo tendría que tomar muy en serio, pues precisamente no tenían demasiado tiempo. Tal vez el entrenamiento de Fire los demorase en la ciudad un par de días más de lo previsto. Debía pensar en qué tenía que enseñarle, tomarle las medidas para el traje y organizar al resto de la tripulación para la infiltración, y eso sin contar con tener que escoger su propio atuendo y manejarlos a todos sin que influyera en su comportamiento. Sería una buena manera conseguir unos micrófonos, o que los unicornios aprendieran algún hechizo de telepatía para poder estar informada en todo momento…
Se frotó las sienes, intentando calmar el dolor de cabeza en aumento. Necesitaba descansar si quería rendir bien en la organización del plan. Y, por Luna, aquel plan saldría bien como que ella se llamaba Poison.
Se levantó y salió a cubierta, donde algunos de sus sementales se mantenían ocupados limpiando la cubierta, jugando a las cartas o contando estrellas mientras filosofaban sobre la inmensidad del universo.
-Mis sementales, por esta noche he de ausentarme del barco. Otros asuntos requieren mi presencia, pero volveré aquí mañana al amanecer. Descansad bien y tomaos una ronda de zarzaparrilla a mi salud. Contramaestre, quedas al cargo.
Mientras hablaba abrió las alas y flotó a pocos palmos del suelo, para después remontar el vuelo de vuelva a casa. Tras explicarle a su padre la situación, éste le ayudó a planificar un entrenamiento para Fire que se realizaría allí mismo, en la casa.
-Gracias por ayudarme con esto, papá.
-Será divertido enseñar modales a ese grumetillo tuyo, sin duda. Me vendrá bien para hacer algo nuevo, ya sabes que la monotonía me aburre con facilidad. Además lo consideraré como un reto personal… Nunca tuve que enseñarte modales masculinos a ti, por suerte –bromeó Salve-. Tú vete a la cama, querida, y yo lo prepararé todo para mañana.
Bostezando, Poison se levantó de la silla en el despacho de su padre, donde se habían reunido, y rodeó el escritorio para darle un beso antes de marcharse a su cuarto.
- ¿La señorita marchará a su habitación?
Fuera del despacho esperaba Alfred Service, el mayordomo de la familia Mermaid desde que entró al servicio del abuelo de Poison. Un unicornio anciano, con un espeso mostacho blanco, al igual que sus crines, que peinaba con las puntas hacia arriba. En su hocico descansaban unos anteojos sin montura que enfocaban unos ojos cariñosos y dulces.
-Creo que tomaré un tentempié antes de dormir –sonrió la yegua-. ¿Hay alguno de tus deliciosos postres en la nevera?
-Esta mañana hice brownies, señorita –dijo orgullosamente Alfred-. Si me acompaña, le serviré un trozo con té de rosas en el comedor.
-Con unas condiciones, si no te importa.
El viejo mayordomo alzó una ceja, mesándose el bigote a la espera de las condiciones.
-La primera, no me trates de señorita. Que lleve mucho tiempo fuera no significa que debas tratarme de manera formal. Sigo siendo yo –sonrió con dulzura-, por favor, llámame como siempre lo has hecho, aunque ya no sea una potrilla. Lo segundo, quiero que comas conmigo. No me sentiría cómoda si te quedas de pie mirando como un pasmarote. Y tercero, quiero que me cuentes cómo ha ido todo en mi ausencia. Y si esto no te convence… Te he traído un regalito de uno de mis viajes.
El unicornio alzó las cejas, sorprendido.
-P-pero señorita, no es necesario que se moleste en eso…
-No digas tonterías. Lo compré la última vez que estuve en Manehattan por mis “negocios de ultramar”. Al verlo, supe que tenía que ser para ti.
Se encaminó a una de las cómodas que había en la entrada y sacó un pequeño estuche envuelto en papel de regalo plateado de aspecto caro y refinado de uno de los cajones.
-Ábrelo.
El unicornio tomó el paquetito con su magia y lo abrió con cuidado, sin doblar ni romper el papel. Era un pequeño estuche negro de la mejor joyería de Manehattan que contenía un alfiler de oro para la corbata con su inicial grabada y una pequeña gema azul.
-Poison, esto es… -el mayordomo se quedó sin palabras, emocionado-. No sé qué decir.
-Espera, vamos a ver cómo te queda puesto.
Con cuidado, Poison sacó el pequeño alfiler del estuche y lo clavó en la corbata negra de Alfred con cuidado.
-Como pensaba, te queda genial. Estoy muy contenta.
-Señorita, muchísimas gracias, no sé cómo compensároslo, yo…
- ¡Claro que lo sabes! Comiendo brownies y té conmigo será agradecimiento suficiente.
- ¡Marchando!
El servicial mayordomo trotó rápidamente en dirección a la cocina, mientras que Poison se dirigía riendo al comedor. Aquel poni la había cuidado desde su nacimiento, siendo para ella uno más de la familia y alguien en quien siempre confiaría. Aquel pequeño detalle apenas mostraba todo el cariño que le tenía al viejo mayordomo.
La yegua paseó por los pasillos que conocía bien, pasando a través de elegantes mesitas auxiliares y retratos. Antes de llegar al comedor se detuvo en uno en especial. Se encontraba justo encima de la chimenea del salón. Mucho más grande que los demás, retrataba a tres pegasos. Un poni mayor que estaba vestido de manera muy elegante posaba la pata en el respaldo de un sillón donde se sentaba una yegua de cabello violeta y ojos azules lánguidos y sonrisa tranquila, llevando un vestido con una cola larga que arrastraba por el suelo y un colgante con una gema rosa. Al lado de ambos, con una pata levemente levantada, otra yegua, adolescente, miraba al frente con sus ojos de pupilas e iris azules de largas pestañas y corta melena lisa de color turquesa, con algunos mechones de color azul oscuro. Portaba un vestido aguamarina y zapatos del mismo color.
Aquel viejo retrato familiar mostraba a una Poison aún sin cutie mark, una mirada con un resquicio de aburrimiento, y en general, un aspecto muy distinto al que lucía actualmente. En aquella imagen su pelo era liso y apenas se veían los mechones oscuros; la vida en alta mar había rizado y encrespado su melena de manera natural y casi permanente. A veces le costaba creer que aquella potrilla fuera ella… O que lo hubiera sido. Se alegraba de la vida que tenía ahora. Era feliz y tenía una familia propia en forma de su amada tripulación. Apenas necesitaba más.
Alzó el vuelo y acarició levemente el rostro retratado de su madre y después se dirigió al comedor, donde Alfred Service entró a la misma vez que ella con una bandeja de plata que contenía una tetera, dos tazas y dos platos con sendos trozos de brownie con nata y chocolate que olía divinamente. Le ayudó a servir el té con rapidez y ambos se sentaron a la mesa.
-Brindemos por la familia unida de nuevo, el hogar, y los ricachones excéntricos que me encargan misiones extrañas.
Ambos chocaron las tazas de porcelana y comieron mientras charlaban sobre la casa, su padre, la ciudad…
Por un momento, Poison recordó la cantidad de horas que había pasado juntos al mayordomo. Él era quien jugaba con ella de pequeña al escondite por toda la mansión, quien le enseñó modales en la mesa y la acompañaba a la escuela, quien le ayudaba a leer y levantaba cuando se caía al aprender a andar. Para Poison era como su segundo padre, alguien que la había criado y sabía cómo era realmente. Y sabía que si algo le pasara sería capaz de drenar el mar entero para salvarle.
Porque eso es lo que se hace por la familia.
Tras terminar el té, Poison se retiró a su habitación. Aquel amplio cuarto de color lavanda seguía igual que la última vez que había estado allí. Antiguas muñecas y juguetes, vestidos de cuando era potrilla y de adolescente, algunos de su vida adulta, heredados de su madre…
-Ah, cierto, los vestidos.
Poison abrió las puertas del enorme armario, dejando todos los vestidos a la vista. Pasó las pezuñas por las diferentes telas, rememorando las ocasiones en las que se los había puesto, buscando alguno que pudiera usar de nuevo. Dudaba si usar alguno de su madre, cada cual más hermoso que el anterior. Cabía la posibilidad de que la reconocieran llevando alguno de esos vestidos…
Poison sacudió exhausta la cabeza. En aquel momento, poco le importaba. Sólo quería dormir.
Apenas se metió entre las sábanas y apoyó la cabeza en la mullida almohada se durmió profundamente.
Antes de que el gallo cantase Poison Mermaid estaba volando camino a su barco, pues debía recoger a Fire y guiar al resto de la tripulación en el avance de los planes. La mañana era perezosa en la ciudad, en la que pocas casas parecían tener vida en su interior. Se veían algunos ponis paseando o abriendo las tiendas, y un delicioso olor a pan recién hecho se elevaba hacia Poison. Por un momento deseó poder desayunar con su padre, pero eso aún tendría que esperar.
- ¡Buenos días, mis sementales! Id abriendo los ojos porque nos espera un día movidito.
Subiendo por la cubierta apareció Fire Roar, con la crin aún más despeinada de lo normal y una alegre cara de sueño.
- ¡Estoy listo, capitana! ¿Cuál será la primera lección, saber con qué cucharilla se toma el postre? –bromeó.
Poison alzó una ceja, sin entender del todo la broma, pero sonrió, pues efectivamente aquella era una de las lecciones.
-Ahora lo verás. En principio, la lección no será aquí. Quédate conmigo un segundo y en seguida nos vamos. Contramaestre Helm Salt, a mi despacho, por favor.
Unicornio y yegua se reunieron en el camarote durante media hora para seguir planificando el resto del día. Mientras ella estaba con Fire, él se quedaría en el barco para hacer una criba de toda la tripulación y averiguar en qué parte de la fiesta podrían ser colados. Después tendría que enviar un mensajero para Posh, él se encargaría del resto. Poison rezaba para que el mensaje llegara a tiempo mientras iba con Fire hasta su casa.
- ¿Adónde vamos, capitana? Seguro que es algún lugar súper secreto donde te vas a convertir en una femme fatale para enseñarme a ser elegante como James Colt, ¿verdad?
La capitana no hizo más que reír ante la ocurrencia del artillero mientras este seguía augurando su destino. Finalmente llegaron a la lujosa casa.
-Seguro que esto lo ganaste en una partida de póker en la que te habías infiltrado para desbaratar los planes de la mafia de Canterlot, ¿a que sí?
-Me temo que en ningún momento he sido espía internacional, querido. Pero sí que soy bastante buena al póker. Aquí es donde yo vivo… O al menos vivía antes de echarme a la mar como pirata.
Mientras entraba, pudo oír a Fire Roar contener el aliento ante el cambio de aires. Aquel joven semental sería de los pocos en su tripulación en conocer sus orígenes, la verdad de su trato elegante y refinado.
Detrás de ella, dejó de oír las pisadas del unicornio. Al darse la vuelta, Fire Roar estaba inclinado en una torpe reverencia ante ella, con el rostro serio y expresión admirada.
-Nunca creí que mi capitana fuera un miembro casi de la nobleza de Equestria. Vale, eres elegante y refinada, pero siempre creí que era casualidad. Por favor, no llames a los guardias, te prometo que no volveré a explotar una bomba en el barco a pesar de que me hayas ordenado expresamente que no lo haga, ni haré trampas cuando jugamos a las cartas, y no volveré a beberme tu jarra de zarzaparrilla creyendo que es la mía ¡te lo suplico, no llames a los guardias! ¡Son peores que tú cuando te cabreas! -Fire se puso de rodillas melodramáticamente, y por un momento la capitana no supo si hablaba en serio o en broma.
Poison se acercó y se arrodilló frente a él, alzando su cabeza para que le mirase.
-Escucha, Fire Roar. No soy de la nobleza equestriana, simplemente procedo de buena familia. No voy a llamar a los guardias por eso, ¿de acuerdo? -Alzó una ceja-. Así que haces trampa a las cartas, ¿eh?
Los ojos de Fire volvieron a chispear con su alegría habitual, sonriendo burlonamente.
-Sólo cuando voy perdiendo -guiñó un ojo y sonrió de oreja a oreja-. Ya sabía yo que tenías que ser alguien importante, capitana. Nunca he conocido a nadie tan elegante como tú. Y también eres muy hermosa, pero estoy seguro de que ya te han dicho esto muchas veces.
Algo ruborizada, Poison murmuró algo ininteligible mientras se dirigía al despacho de su padre y Fire la seguía, mirando a todas partes con gran interés, a veces preguntando por distintos objetos o ponis en retratos. Al abrir las puertas del despacho, Salve Mermaid estaba sentado tras su escritorio.
-Papá, este es Fire Roar.
Tres horas después, un cansado Fire estaba sacando a bailar a Poison por enésima vez, el esfuerzo que hacía el unicornio para no pisarle los cascos a su capitana era evidente.
-Ahora mueve la pata trasera izquierda atrás… No, la otra pata. Eso es, ahora gira a la derecha y sujeta a Poison con la pezuña… Muy bien –Salve, que se encargaba de poner la música, iba dictando los pasos con paciencia, corrigiendo cuando era necesario.
Al terminar la canción, Fire hizo una reverencia casi perfecta a la pegaso y adoptó una pose firme y relajada de manera casi natural.
-Estamos avanzando, por suerte. Ya casi te sale el baile perfecto y adoptas una posición elegante sin que se te vea forzado. Esta tarde veremos los modales a la mesa; por ahora hemos terminado –el pegaso se acercó a los bailarines con una jarra de agua y un par de vasos, y les sirvió mientras continuaba-. Estaría bien que ahora te quedases un momento para poder tomarte las medidas para el traje, y tú, Poison, para elegir tu vestido. Seguro que alguno de tu madre te quedaría fantástico.
Llamaron a la puerta y Alfred Service entró con un metro de costura, unos cuántos trajes y una pelota con forma de tomate con múltiples alfileres clavados.
- No me pincharás con eso, ¿verdad? Si la artillería y las armas de fuego es lo mío es porque no me gustan las cosas que pinchan. ¡Vade retro con eso, he dicho!
¡NI SE TE OCURRA ACERCARME ESO O TENDREMOS UN PROBLEMA! –La cara de Fire se descompuso en una mueca de horror a medida que el mayordomo se acercaba.
-No se preocupe, señorito Fire, ni siquiera los verá. Por favor, pruébese esto.
- ¡Capitana, si muero, recuérdame como un héroe valiente y atractivo al que perseguían las yeguas!
Poniendo los ojos en blanco con una sonrisa, Poison abandonó el despacho de su padre y se dirigió a su propio dormitorio. A la luz del día los vestidos parecían tener vida propia. Tras mucho mirar, probar y ajustar, se decidió por un ajustado vestido granate que no recordaba cuándo se había puesto, pero le quedaba fantástico. La falda a capas le llegaba a los tobillos y tenía una abertura lateral que dejaba a la vista una de sus patas traseras; y el torso quedaba rodeado por una cinta negra que acababa en un lazo en su hombro izquierdo.
-Una cosa menos, quedan los accesorios.
Sentándose frente a su tocador, comenzó a peinar la enredada melena, echándolo hacia atrás y dejando sólo un mechón en su rostro. Después hurgó en su joyero y fue probando distintos adornos hasta que eligió un broche redondo con plumas y pequeñas piedras preciosas. Recogió su melena en un moño y colocó el adorno a la derecha, de manera que las plumas ocultaran un poco su oreja rota.
-Pues no me queda tan mal… -murmuró para sí.
Poison caminó unas cuántas veces por la habitación, acostumbrándose rápidamente a la sensación de la tela y al roce de la falda. Al menos agradecía la libertad que le proporcionaba la abertura.
Contemplándose en el espejo, se dio cuenta de que no había perdido aquella hermosura por la que siempre había sido alabada en su adolescencia. Su padre siempre le había dicho que era tan hermosa como su madre.
-Capitana, mírame, estoy hecho un figu… Wow.
Fire entró de sopetón en la habitación, ataviado con uno de los trajes antiguos de su padre, pero se quedó de piedra al ver a su capitana. Por primera vez desde que empezó a formar parte de La Sirena Mutilada, miró a la pegaso no como su capitana, sino como yegua.
-Santa Luna, cómo está la capitana –balbuceó.
- ¿Cómo dices, querido? –Poison se acercó a él, caminando con elegancia y cuidado, la falda del vestido se bamboleaba suavemente a los lados con cada paso, acentuando la forma de sus caderas.
-Que qué buena estás, capit… Que te queda muy bien esa cosa redonda en la cabe… -Fire se sonrojó de repente, sin poder apartar la vista de la pata trasera de su capitana-. ¡Que me han arreglado el traje!
-Alfred ha hecho un buen trabajo, como siempre. Te queda como un guante, pero una flor en el ojal de la camisa daría el toque perfecto, ¿no te parece? –Poison dio una vuelta alrededor del artillero, observando el traje desde todos los ángulos-. Pero me temo que vamos a tener que hacer un cambio bastante importante en tu pelo… O al menos recortar las puntas quemadas.
Poison se acercó al joven semental y le pasó la pezuña por la cabeza, echando la crin hacia atrás
-Es importante que se vean los ojos. Para evitar tener que cortarte mucho, te lo echaremos hacia atrás como ahora. Estás muy guapo así, querido, y te favorece mucho –la yegua sonrió satisfecha y le soltó el pelo.
Fire se quedó helado mientras sentía el casco de la pegaso rozándole, y no escuchó lo que le decía con una cálida sonrisa. Pensó en lo bonitos que eran sus ojos azules y lo bien que le quedaba esa cosa redonda del pelo y…
- ¿Fire? ¿Querido? Será mejor que le devuelvas el traje a Alfred para que pueda arreglarlo a tiempo, ¿de acuerdo? Mientras tanto nosotros iremos a comer a La Sirena y volveremos aquí después. Además, te vendrá bien un descanso -la yegua esbozó una misteriosa sonrisa-, estás como ido desde hace un rato.
Fire sacudió la cabeza con fuerza y se marchó, mientras que Poison dejaba el vestido sobra la cama, con cuidado de no arrugarlo más. Era realmente bonito, y se sentía contenta de haberlo elegido.
Cuando Fire y Poison llegaron al barco, Helm Salt esperaba con una lista en el casco. Poison la leyó atentamente. Todos los nombres de los ponis que conformaban la tripulación estaban apuntados en una lista de cuatro columnas: cocina, camareros, músicos y artistas; y en cada columna estaba señalado aquel que se encargaría de vigilar cada sección.
-Perfecto, contramaestre. No esperaba menos de ti. Que los de cocina preparen los más deliciosos manjares, los músicos practiquen canciones que inviten a bailar, los camareros practiquen el equilibrio y los artistas preparen un buen número. Yo enviaré esta lista y las instrucciones pertinentes a Posh Patron. Si necesitáis algo yo os lo proporcionaré; pero por ahora comamos todos juntos. Fire, descansa.
Poison voló nuevamente a puerto, donde en poco rato se encargó de enviar un mensajero personal a Posh. Después, en su camarote, rebuscó entre antiguos libros y tratados de magia que poseía gracias a recompensas. Necesitaba encontrar algo, cualquier cosa, que la ayudase a mantenerse informada y en contacto con el resto de la tripulación mientras ella estaba en el baile. Recurrir a la tecnología parecía lo más adecuado y sencillo, sí… Pero era incluso más arriesgado en caso de que los pillaran.
-Sólo necesito un hechizo, una poción, un ungüento, algo… -susurró la pegaso con la cabeza metida en viejos pergaminos-. Cualquier cosa me vale.
Por fin, un párrafo llamó su atención. Se trataba de un hechizo que podía encantar objetos para enviar la voz a largas distancias. De alguna manera, aquello podía ser lo que ella estaba buscando. Guardó el resto de pergaminos y se dirigió con el resto de su tripulación a comer.
-¡Mis queridos sementales, siento el retraso! Esta misión no hace más que darme dolores de cabeza, ¡pero todo está marchando conforme al plan! Os agradezco el enorme esfuerzo que estáis haciendo todos por esta misión y por mí, y prometo compensaros de manera generosa –los vítores se elevaron por encima de su voz-. ¡Y ahora todos a comer!
Las risas, voces, ruidos de platos y cubiertos y el correr de la zarzaparrilla fue todo cuánto se oyó durante la cena. Sin embargo, la cabeza de Poison seguía bullendo ideas. Necesitaba encontrar un plan B por si acaso aquel hechizo era demasiado complejo para sus unicornios…
- ¿Capitana? ¿Estás bien?
En su rango de visión aparecieron los ojos alegres de Fire, que bebía zarzaparrilla sin apartar la vista de la pegaso.
- ¿Eh? -Poison sacudió la cabeza y se obligó a sonreír-. Sí, estoy bien, querido. Es sólo… un asuntito que me trae de cabeza.
-Oh, vamos, capitana, no tienes de qué preocuparte. Todo lo que haces te sale genial, verás como esto… ehm… lo que sea que te preocupe también saldrá redondo.
-Sí… Creo que tienes razón, Fire. A veces me preocupo demasiado –la yegua sacudió la cabeza de nuevo y sonrió, esta vez sinceramente-. ¿Alguien me pasa más tarta de frambuesa?
El resto de la comida continuó con calma. Poison se relajó un poco y puso atención a lo que el resto de su tripulación le contaba. Cada cuál le fue contando pequeñas anécdotas que habían ido surgiendo durante los ensayos, le preguntaron a Fire si la capitana había sido muy cruel con él, recitaron unas cuantas escenas de la obra… Y por supuesto acabaron la comida cantando todos juntos antiguas canciones pirata.
Horas después Poison estaba reunida con su contramaestre. Había mandado a Fire a su casa para seguir con las lecciones, mientras ella se centraría en el asunto del hechizo. Helm Salt leía el pergamino donde estaba escrito el hechizo y Poison buscaba entre sus propias notas alguna ayuda para usar en esa situación. Si bien los venenos eran su especialidad, había aprendido muchas pociones y brebajes a lo largo de sus viajes.
-Creo que podría hacer el hechizo… Pero si sólo soy yo el que lo realiza, no sé cuánto tiempo podría mantenerlo, y no podría hacerlo durante mucho tiempo, de todas formas -el unicornio agachó la cabeza-. Es un hechizo avanzado, si yo puedo realizarlo es porque estuve al servicio de aquella organización que… Bueno, ya lo sabéis.
-Sí, lo sé. Pero tú no tenías la culpa de hacer mal con tu magia, no eras consciente. Y te arrepentiste a tiempo, ¿verdad? -Poison miró a su contramaestre y sonrió-. Son nuestros actos presentes los que valen y deben hablar por nosotros, y tú eres un excelente contramaestre. Continuemos pues. Necesito saber si funciona el hechizo, pero no pienso forzarte a hacerlo si te es demasiado agotador. ¿Serías tan amable, entonces, de realizarlo?
-Sí, capitana, pero el hechizo requiere dos objetos para ser conjurado.
La yegua puso frente a él una estilográfica y un matraz que cogió del escritorio y se mantuvo a una distancia prudente. El cuerno de Helm SAlt empezó a iluminarse suavemente con un brillo de color beige, brillo que se fue intensificando cada vez más. Una chispa salió de la punta del cuerno y Helm la disparó a la pluma y el matraz. Los objetos absorbieron el brillo y lo reflejaron suavemente, tras lo cual todo quedó en calma de nuevo.
-No tengo una magia demasiado poderosa, así que no durará mucho -dijo el unicornio frotándose el cuerno y la cabeza.
Poison cogió la pluma y salió del camarote, volando hasta el puesto de vigía.
-¿Funciona? ¿Puedes oírme? -susurró la pegaso a la pluma, no sin sentirse un poco estúpida.
Pero, para su sorpresa y alivio, a sus oídos llegó la voz del contramaestre desde la pluma, muy suave pero de manera clara.
-Alto y claro, capitana. Aunque debo reconocer que me siento un poco tonto hablándole a un matraz.
-Ya, yo también siento lo mismo -Poison rió suavemente mientras bajaba del puesto de vigía y caminaba hacia el despacho-. Perfecto, entonces. Ya tenemos parte del problema solucionado. Sólo queda averiguar cómo mantener el hechizo. Y creo que tengo una idea.
Despejando la mesa de cartas y mapas, la capitana procedió a abrir sus cofres, sacando distintos objetos de aquí y allá, dejándolos sobre la mesa. Cogió una pequeña olla de barro, encendió unas cuantas velas y luego comenzó a verter polvos, ingredientes de aspecto extraño y algún que otro líquido que olía a rayos. Mientras removía, esperando a que aquello empezara a burbujear, explicó:
-Esta receta hace que aquel objeto sobre el que sea vertido conserve sus propiedades intactas durante doce horas. Es una receta antigua que usan las cebras para mantener frescos alimentos y objetos perecederos, como flores, por ejemplo. Tal vez funcione con un objeto hechizado, pero no puedo asegurar el éxito completo o parcial.
Tras remover a izquierda y derecha dos veces cuando las burbujas empezaron a aparecer en la superficie, Poison sopló las velas y dejó la olla en la mesa, esperando que la superficie color verde oscuro de la poción se tornase naranja, señal de que estaba lista. Cuando lo estuvo, tomó la pluma con el encantamiento aún vigente y la metió en la olla hasta que quedó cubierta por el mejunje, sacándola pocos segundos después. Al instante la pluma pareció quedar cubierta por una fina película que no se apreciaba a simple vista.
-Vamos a probar si durante el día de hoy funciona el hechizo junto con la poción. De ser así, sólo tendremos que encontrar cuatro objetos que pasen desapercibidos y hechizarlos. Y puede que todo salga bien y sin problemas.
-De eso puedo encargarme yo, capitana.
-Perfecto, contramaestre. Quedas al cargo. Mientras tanto estaremos en contacto mediantes estos… -Poison miró la pluma, buscando un nombre apropiado para la nueva condición que había adquirido-, cachivaches.
Poison salió del camarote esperanzada, pues aquello solucionaba el problema más grave que debía averiguar. Ahora quedaba esperar.
Fire Roar paseaba por el puerto en dirección al barco con aire distraído. Tenía la cabeza en mil sitios, se sentía confuso por su reacción ante su capitana, pero no podía evitar suspirar cuando evocaba su rostro sonriente, o aquella mirada amorosa que les dirigía a todos cuando comían juntos; por no hablar de lo que sentía cuando la imaginaba otra vez con aquel vestido… Necesitaba contarle a alguien, saber qué le ocurría. Y el poni que necesitaba se encontraba en las cocinas de La Sirena Mutilada.
- ¿Qué te ocurre, chaval?
Mess Aboard, el cocinero, era un poni terrestre bonachón y forzudo, siempre ataviado con un delantal y un gorro de chef; y el semental en quien Fire más confiaba.
-Es… Bueno… Vale, se trata de una yegua, Mess.
Éste dejó de remover una enorme olla de sopa de setas y miró al unicornio, riéndose, mientras éste se iba poniendo cada vez más colorado.
-Déjame adivinar… Sientes mariposas en el estómago, o en tu caso sería más correcto decir que sientes cañones disparándose en tu estómago. Cosquilleo extraño en la nuca, la cabeza en las nubes… ¿Me equivoco? -Fire negó con la cabeza-. No eres el primero ni el último que se siente así… ¿Por qué no me hablas de ella?
-Es… -calló un momento, buscando las palabras adecuadas-, muy hermosa. Pero no sólo que esté buena, es que es muy hermosa. Mucho carácter, la cabeza bien amueblada, unos ojos enormes, unas alas preciosas…
Fire se sonrojó ante aquel despliegue de romanticismo que había tenido; y agradeció en silencio que Mess estuviera de espaldas a él.
-Vaya, vaya, has perdido totalmente el culo por ella, chaval –tras remover la sopa y ponerle una tapa a la olla, soltó-. Es Poison, ¿verdad?
- ¡¿Qué!? ¡N-no! E-esto… -Fire suspiró. No tenía sentido mentir, de todas formas, ya era imposible disimular-. Está bien… Sí, es Poison.
-Chico, eres bueno con los cañones, pero pésimo intentando mentir. ¿Crees que no sabía que te referías a ella? Vamos a ver, ¿a cuántas yeguas conoces aparte de ella? ¿Cinco, seis tal vez? ¿Y cuántas de ellas tienen alas? –Mess miró al unicornio, que tenía la cara del mismo color que su crin-. No se lo voy a contar a nadie, y menos a Poison. Pero aun así… Lo llevas claro, Fire. Nuestra capitana nos ve a todos como a hermanos, y jamás la he visto interesada en otro poni desde que la conozco, que ya son unos cuántos años. Mi consejo es que te asegures de que ella también está interesada en ti, o te llevarás un palmo de narices. Porque, conociéndote como te conozco, la sugerencia de que te olvides de ella te la pasarás por el forro.
Fire se frotó la cara con los cascos. Mess tenía toda la razón: ni siquiera se había parado a pensar que él pudiera gustarle a Poison. ¡Si hasta hacía unos minutos no había sido capaz de admitir que estaba colado por ella!
En menudo lío se había metido.
-Gracias, Mess, ahora tengo las cosas mucho más claras –el unicornio, ya más animado, salió de las cocinas al trote.
- ¡De nada, chaval! ¡Nos vemos en la cena!
A medida que pasaba el tiempo, la tripulación de La Sirena Mutilada se convirtió en una amalgama de ultimación de detalles. Poison, tras comprobar que la poción funcionaba con el hechizo, había pasado dos días de prueba comunicándose con su contramaestre a través de los objetos. Habían acordado que los objetos que se hechizarían serían el adorno del pelo de Poison, una de las máscaras que se usarían en la actuación, el arco de un violín y un reloj; y serían hechizados antes de ir al baile. Fire ya se comportaba prácticamente como un joven caballero, sus modales eran casi impecables. Poison estaba gratamente sorprendida por la rapidez y el esfuerzo que había mostrado el joven semental.
Dos días antes de partir Salve decidió que sería adecuado ensayar una última vez con los trajes puestos. Fire tragó saliva pesadamente mientras era ayudado por Alfred a ponerse el smoking. No contaba con tener que ver otra vez a su capitana con el vestido hasta el baile. No quería fallarle ni a ella ni a Salve, pero no tenía idea de cómo reaccionaría ante aquella visión casi divina de Poison con el vestido.
-Que Luna me proteja –susurró cuando la puerta se abrió tras él y un suave taconeo inundó la sala.
-Oh, querido, estás irreconocible, ese traje parece que nació para ti –después se dirigió al mayordomo-. Tu destreza con la aguja no tiene rival, Alfred.
-Usted también está arrebatadora, señorita. Ese vestido es sensacional –respondió el mayordomo.
Fire se giró y ante él encontró una versión mejorada de la Poison que había visto días antes. El vestido, ahora planchado, se ceñía totalmente al cuerpo de la yegua. Su pelo lucía un complejo recogido con el adorno en el lado izquierdo, y su cola tenía hechas pequeñas trenzas que se entreveían entre la tela del vestido. El unicornio se quedó sin aliento unos segundos, tras lo cual sacudió la cabeza, se adelantó y ofreció su pezuña a Poison.
- ¿Le apetece bailar, señorita? –preguntó educadamente mientras comenzaba a sonar la música.
El resto del ensayo fue como la seda. Fire consiguió relajarse y concentrarse en hacer los pasos correctamente, en inclinarse tras el baile y practicar unas cuantas conversaciones interesantes que podrían serle de utilidad si se relacionaban con otros asistentes a la fiesta, como las exportaciones de Equestria al extranjero.
Cuando dieron por acabado el ensayo, Salve aplaudió con entusiasmo.
-Bravo, Fire, lo has hecho perfecto, ¡estás más que preparado!
-Es cierto, querido –coincidió Poison-. Pero esto aún no ha acabado. Tenemos que hacer un ensayo general con toda la tripulación. Aunque lo mejor sería hacerlo aquí en el salón, no quiero darte problemas, papá. Lo haremos en el barco, podemos improvisar un baile sin problemas.
- ¿Como cuando hicimos aquella fiesta de cumpleaños para Mess en cubierta? ¡Esa fiesta fue la hostia! Más de uno acabó como una cuba.
-Sí, más o menos. Pero algo más elegante que aquella fiesta. Espero por Luna que todo salga bien… -Poison se mordió el labio, un leve atisbo de preocupación se reflejó en sus ojos.
- ¿Bien? Capitana, este ensayo, y el baile, serán la bomba, un éxito asegurado –una chispa de emoción brilló en los ojos del unicornio, emocionado por haber conseguido superar la prueba.
-De acuerdo entonces… Esta noche haremos el ensayo y mañana por la mañana volveremos a Manehattan, papá. Patron aún nos tiene que dar la planificación de la fiesta y debemos ponerlo todo a punto. Un fallo significaría descubrirnos y no cumplir con el encargo, ¡y no me he roto la cabeza para no cumplir con el encargo ahora! –la yegua se frotó la cabeza mientras fruncía el ceño.
Fire y Poison salieron de la casa para volver al barco. La yegua aún mantenía el ceño fruncido, y Fire pensó que sería buena idea intentar animarla.
-Capitana, ¿quieres que te enseñe un truco de magia que me han enseñado a hacer?
-Claro, querido. Enséñame.
Fire se colocó frente a Poison y creó una pequeña bola de chispas amarillas con el cuerno. Las chispas, bajo su orden, fueron cambiando de forma hasta adquirir la de una flor. Luego formó un barco, después un cañón y por último un barril, lo que consiguió que Poison sonriera, maravillada ante el pequeño espectáculo. Impulsado por aquella sonrisa, Fire volvió a cambiar la forma de las chispas hasta que consiguió reproducir el rostro alegre de la yegua, pero no duró mucho, y tuvo que hacer desaparecer las chipas antes de resoplar, algo agotado por el esfuerzo.
- ¡Ha sido maravilloso, Fire! Muchas gracias –la capitana se le acercó y le dio un suave beso en la mejilla. El unicornio se puso del mismo color que el vestido de Poison, pero, por suerte, no había tanta luz como para que ella se percatase-. Vamos, tenemos que preparar el barco para el ensayo.
Mientras paseaban de vuelta, pudieron comprobar el bullicio de la noche en River Hills. Se veían muchos ponis arreglados descansando en la plaza mayor o tomando un aperitivo en uno de los muchos restaurantes y bares que había por la zona. Se oía música desde uno de los balcones por los que pasaron, y muchos jóvenes se dirigían al puerto a darse un baño nocturno o dar una vuelta en yate.
Al llegar, la capitana comunicó los planes a la tripulación, que rápidamente procedió a despejar la cubierta de aparejos, barriles y distintos objetos esparcidos aquí y allá, colocando la parafernalia necesaria para montar un improvisado escenario y con la cocina a punto para cocinar deliciosos platos en pequeñas cantidades.
- ¡Bien, mis sementales! –la voz de Poison resonó en la noche calmada-. Veo que está todo preparado. Que cada poni se agrupe donde haya sido asignado y se vaya preparando.
Un pequeño alboroto se formó mientras cada miembro de la tripulación se iba agrupando con su respectivo equipo. Cocineros y camareros marcharon a las cocinas del barco, los músicos afinaron sus instrumentos y comenzaron a tocar una alegre melodía que invitaba al baile.
Fire sacó a su capitana a la improvisada pista de baile, donde no erró ni un paso, e incluso se permitió el lujo de ejecutar unos cuantos pasos de tango que Salve le había enseñado “por si acaso”. Observaron la actuación que parte de la tripulación había creado, una obra cómica sobre una princesa y un dragón. La gracia era que High Tide era la princesa.
- ¡Oh, señor dragón, no me comáis, os lo suplico! –High Tide fingía estar aterrorizado ante un dragón de papel maché con los ojos bizcos-. ¡Tengo la piel dura y soy todo huesos!
Había que admitirlo: High Tide ponía voz de yegua de una manera increíblemente graciosa. Tal vez podría haberse dedicado a la comedia.
Alrededor de dos horas después, Poison dio por terminado el ensayo, argumentando que la misión sería un éxito si el baile salía como en el ensayo.
-Como ha sobrado comida, que todo el mundo baje a comer; y después de recoger a dormir, mañana saldremos al alba a Manehattan. Habéis estado fantásticos, mis sementales, os merecéis un buen descanso ahora.
Mientras la tripulación se dirigía al comedor, Poison se deshizo del vestido con cuidado y bajó al puerto, donde su padre y el mayordomo estaban esperando.
-Papá, no hacía falta que vinieras, iba a ir a informarte personalmente… -cuando vio que el pegaso negaba con la cabeza, restándole importancia, carraspeó-. El ensayo ha sido un éxito. Con toda probabilidad la misión irá sobre ruedas. Pero mañana saldremos al alba si queremos llegar a tiempo.
-Tarde o temprano tenías que irte, es algo que ya sabía –dijo Salve tras unos segundos cabizbajo-. Me da pena que te vayas tan temprano, pero sé que no puedo, ni quiero, retenerte. Siempre has sido un espíritu libre –el pegaso abrazó a su hija-. Cuídate mucho, pequeña. Escribe de vez en cuando, y ten cuidado, ¿vale?
Procurando mantener un rictus alegre, Poison abrazó a su padre con fuerza, conteniendo las lágrimas como pudo. Despedirse de él siempre le resultaba duro. Tras abrazar al mayordomo, Poison subió de nuevo al barco, con la cabeza gacha. Siempre había tenido buena relación con su padre, incluso a pesar de haber tomado la decisión de dejar el hogar e irse a la mar. Él la ayudó en todo cuánto pudo: le enseñó a hacer medicinas y recetas para ungüentos, a orientarse con brújula, a botar un barco… De no haber sido por él, no habría podido cumplir su sueño.
- ¿Estás bien, capitana? –Fire esperaba frente a ella en el barco, mordisqueando una manzana.
La yegua se apresuró en secarse los ojos y sonrió suavemente. Se oían las voces de la tripulación a través del suelo.
-Vaya, pensé que habías bajado a cenar, querido. Estaba despidiéndome de mi padre, no te preocupes.
El unicornio le ofreció la manzana a su capitana, que mordió de manera distraída, mientras ambos caminaban en dirección al despacho. Fire observó cómo una gota de zumo resbalaba por la comisura de la yegua, y contuvo con dificultad las ganas de lanzarse a besar de una vez aquellos labios. Respirando hondo, se alentó a sí mismo.
-Ehm… c-capitana… yo… -tragó saliva, buscando las palabras adecuadas-. Ha-hay algo que q-quiero preguntarte.
-Dime, querido.
- ¿Tú tienes… b-bueno… ya sabes… un poni especial? ¿Un semental que… t-te acompañe por las noches?
Poison rió alegremente, sorprendida por la pregunta. Abrió la puerta de su camarote y entraron.
-Me temo que no, Fire. Los únicos sementales de mi vida sois vosotros. ¿Por qué lo preguntas?
-P-Porque tú…C-capitana, tú… me…
- ¡Capitana, ya hemos terminado! Estamos recogiendo para dejarlo todo listo para mañana –Helm Salt apareció en el umbral del camarote, tras él se veían a unos cuántos ponis cargando abultados fardos.
-Muy bien, contramaestre, puedes retirarte. Los que queden en la ronda nocturna, pasad buena noche. Y tú, Fire, también deberías acostarte ya, debes descansar bien. Dicho esto, ¡buenas noches, mis sementales!
- ¡Buenas noches, capitana!
Fire, maldiciendo su suerte, se despidió de la capitana entre dientes y corrió a su cama, con el corazón a mil por hora. Su confesión tendría que esperar.