Aquí os presento los dos primeros capítulos de mi Fanfic: "Dioses Errantes".
Este fic ha sido muy difícil de clasificar, por un lado quiero darle al fic un ambiente que, sin contradecir a la serie, tenga una estética próxima a la fantasía épica y mitológica, esto quiere decir que temas que en la show serían totalmente tabú (como sangre o muerte) sí que pueden ser un tema central del relato.
Por otro, la lógica interna del mundo en el que se desarrolla la historia es próxima a la de "Juego de Tronos" u otras sagas de fantasía medieval con tintes de intriga, magia y política. Una visión particular y propia de Equestria que respete las personalidades de los personajes principales ¿Y dónde está en este planteamiento la tragedia? Mejor que esta pregunta se conteste capítulo a capítulo.
El transfondo del relato intentará incluir elementos de épica, política e incluso psicología sin olvidarse del ensalzamiento de la amistad que constituye el pilar central de My Little Pony.
Espero que les guste y agradaceré cualquier opinión o sugerencia que tengan a bien hacerme.
CAPÍTULO I:A LAS PUERTAS DEL TÁRTARO
Spoiler:
Con gran esfuerzo el unicornio abrió sus ojos. Al principio su vista estaba nublada por el dolor, sus patas le dolían, su cabeza le estallaba, su pecho le explotaba… apenas si podía moverse, y lo peor era que su espíritu estaba tan quebrado como su cuerpo.
Estaba en una gruta subterránea, en una pétrea sala revestida de oscura majestad: el lugar era una auténtica obra de arte. Ante sus ojos se abría una bóveda de piedra profusamente ornamenta con un fresco del cielo de verano, con las constelaciones pintadas con tal realismo que se hubieran dicho reales, incluso brillaban pálidamente, quizás efecto de un conjuro de eras pretéritas.
Por debajo de esta cúpula en las paredes se representaban tallas que contenían la historia completa de Equestria y los ponis que la habitaban: desde los enfrentamientos iniciales entre unicornios, pegasos y ponis de tierra en el principio de las edades hasta la lucha final de la reina Chrysalis contra Shinning Armor y la Princesa Cadence: cada generación, cada acontecimiento relevante, cada gloria, cada traición, cada amenaza interna o externa, grande o pequeña… Todo había quedado consignado en esas paredes. El unicornio paseó sus mirada por ellas, pero apenas si podía ver, sus ojos estaban oscurecidos por la sangre y por algo más, tardó un instante en comprender que eran lágrimas… había estado llorando.
Por último centró su vista en la estrella de cinco puntas grabada en el suelo, cuyos surcos estaban rellenos de un líquido que brillaba con un color verde malsano. Fuera de esa estrella yacían varios cuerpos, muertos o moribundos y en su centro se erguía un orgulloso altar… Un altar con una poni sobre él, quizás inconsciente, quizás muerta.
El unicornio cerró los ojos una vez más, le costaba fijar su atención, respirar era una prueba insoportable. Intentó concentrarse en tomar aire, bocanada tras bocanada, inspiración y expiración… pero todo era inútil: su pecho era puro fuego y, por más aire que inhalase sencillamente el oxígeno no parecía alcanzar su sangre.
Tosió primero débilmente, después con más fuerza, y el aire se llenó de diminutas gotas de sangre que bañaban su hocico y flotaban unos instantes antes de caer en tierra: no cabía duda, se moría, se moría sin remisión, pero eso no era lo que le importaba, no era lo que realmente le dolía.
Volvió a abrir los ojos y miró ávidamente al altar, fijándose en cada uno de los rasgos de la poni sobre él. Intentó grabar en su memoria cada movimiento, cada gesto. Quizás a esa distancia no se distinguiesen demasiado bien los detalles, al menos cinco metros mediaban entre el unicornio y el altar: pero ella era inconfundible… ver su cuerpo inerte y su crin lacia y manchada de sangre le dolía más aún que la certeza de que cualquier bocanada de aire podía ser la última que inhalase.
Por un segundo olvidó la pena, olvidó su respiración dolorosa y entrecortada, olvidó incluso la muerte, su propia identidad y sólo pensó en ella… Quizás había llegado demasiado tarde, si ahora estaba muerta era porque no fue lo bastante rápido al actuar, en llegar al lugar.
-Santa diosa de los ojos glaucos, de mirar sereno y andar seguro… Campeona sobre los horrores de las profundidades, señora por igual del escudo, de la pluma y de la rueca… siempre te he servido y nada he pedido para mí… Pero ahora, a las puertas de mi muerte, ahora que sé que he de verte cara a cara durante el viaje sin retorno te lo suplico… te lo suplico…- La voz era un susurro, ronco, bajo, inaudible… apenas un siseo interrumpido por las sibilancias y la tos.
Sin fuerzas bajó la mirada hasta su pecho, allí dónde hasta hace un momento había estado su collar sólo había una quemadura, marcada en su pelaje y su carne… en sus pezuñas había sangre fresca, aunque la mayor parte no era suya… sangre espesa y oscura, sangre de estirpe de reyes.
Todo era inútil, cerrando los ojos finalizó su súplica e intentó disponer su alma para el tránsito pero no pudo… no con semejante carga.
Tras unos instantes que pudieron ser tanto unos pocos segundos como una eternidad notó que unos cascos se posaban sobre sus hombros y… allí estaba ella, quizás fuera producto del delirio pero la poni había bajado del altar para ponerse frente a él, con un ademán triste y un deje dolido en la mirada.
-Gracias a la diosa… Ahora… ahora puedo morir en paz.- El unicornio no esperó la respuesta, abandonándose invitó a la Parca a entrar en él, un segundo después había perdido la consciencia.
Estaba en una gruta subterránea, en una pétrea sala revestida de oscura majestad: el lugar era una auténtica obra de arte. Ante sus ojos se abría una bóveda de piedra profusamente ornamenta con un fresco del cielo de verano, con las constelaciones pintadas con tal realismo que se hubieran dicho reales, incluso brillaban pálidamente, quizás efecto de un conjuro de eras pretéritas.
Por debajo de esta cúpula en las paredes se representaban tallas que contenían la historia completa de Equestria y los ponis que la habitaban: desde los enfrentamientos iniciales entre unicornios, pegasos y ponis de tierra en el principio de las edades hasta la lucha final de la reina Chrysalis contra Shinning Armor y la Princesa Cadence: cada generación, cada acontecimiento relevante, cada gloria, cada traición, cada amenaza interna o externa, grande o pequeña… Todo había quedado consignado en esas paredes. El unicornio paseó sus mirada por ellas, pero apenas si podía ver, sus ojos estaban oscurecidos por la sangre y por algo más, tardó un instante en comprender que eran lágrimas… había estado llorando.
Por último centró su vista en la estrella de cinco puntas grabada en el suelo, cuyos surcos estaban rellenos de un líquido que brillaba con un color verde malsano. Fuera de esa estrella yacían varios cuerpos, muertos o moribundos y en su centro se erguía un orgulloso altar… Un altar con una poni sobre él, quizás inconsciente, quizás muerta.
El unicornio cerró los ojos una vez más, le costaba fijar su atención, respirar era una prueba insoportable. Intentó concentrarse en tomar aire, bocanada tras bocanada, inspiración y expiración… pero todo era inútil: su pecho era puro fuego y, por más aire que inhalase sencillamente el oxígeno no parecía alcanzar su sangre.
Tosió primero débilmente, después con más fuerza, y el aire se llenó de diminutas gotas de sangre que bañaban su hocico y flotaban unos instantes antes de caer en tierra: no cabía duda, se moría, se moría sin remisión, pero eso no era lo que le importaba, no era lo que realmente le dolía.
Volvió a abrir los ojos y miró ávidamente al altar, fijándose en cada uno de los rasgos de la poni sobre él. Intentó grabar en su memoria cada movimiento, cada gesto. Quizás a esa distancia no se distinguiesen demasiado bien los detalles, al menos cinco metros mediaban entre el unicornio y el altar: pero ella era inconfundible… ver su cuerpo inerte y su crin lacia y manchada de sangre le dolía más aún que la certeza de que cualquier bocanada de aire podía ser la última que inhalase.
Por un segundo olvidó la pena, olvidó su respiración dolorosa y entrecortada, olvidó incluso la muerte, su propia identidad y sólo pensó en ella… Quizás había llegado demasiado tarde, si ahora estaba muerta era porque no fue lo bastante rápido al actuar, en llegar al lugar.
-Santa diosa de los ojos glaucos, de mirar sereno y andar seguro… Campeona sobre los horrores de las profundidades, señora por igual del escudo, de la pluma y de la rueca… siempre te he servido y nada he pedido para mí… Pero ahora, a las puertas de mi muerte, ahora que sé que he de verte cara a cara durante el viaje sin retorno te lo suplico… te lo suplico…- La voz era un susurro, ronco, bajo, inaudible… apenas un siseo interrumpido por las sibilancias y la tos.
Sin fuerzas bajó la mirada hasta su pecho, allí dónde hasta hace un momento había estado su collar sólo había una quemadura, marcada en su pelaje y su carne… en sus pezuñas había sangre fresca, aunque la mayor parte no era suya… sangre espesa y oscura, sangre de estirpe de reyes.
Todo era inútil, cerrando los ojos finalizó su súplica e intentó disponer su alma para el tránsito pero no pudo… no con semejante carga.
Tras unos instantes que pudieron ser tanto unos pocos segundos como una eternidad notó que unos cascos se posaban sobre sus hombros y… allí estaba ella, quizás fuera producto del delirio pero la poni había bajado del altar para ponerse frente a él, con un ademán triste y un deje dolido en la mirada.
-Gracias a la diosa… Ahora… ahora puedo morir en paz.- El unicornio no esperó la respuesta, abandonándose invitó a la Parca a entrar en él, un segundo después había perdido la consciencia.
CAPÍTULO II: REUNIÓN EN LA GRAN GALA
Spoiler:
Los pasos de Black Blood eran lentos y metódicos, una cadencia cuyo eco se perdía entre el bullicio de los invitados en el gran salón, si afinaba su oído podía incluso distinguir alguna voz concreta dentro del coro de conversaciones y canciones en que se había convertido la Gran Gala.
Desde lo alto de la arcada, en el piso superior del palacio se permitió echar un vistazo al salón de recepciones: la Princesa Celestia recibía a los invitados uno a uno, deseándoles una feliz noche. A su lado su alumna Twilight hacía lo mismo, situada junto a su maestra y señora. Black Blood se preguntaba si la yegua sería consciente del gran honor que significaba aquel puesto, sin duda era algo que muchos ponis le envidiaban, como atestiguaban sus miradas celosas.
Por un momento Twilight miró hacia arriba y lo vio: un unicornio con el pelaje y la crin de color negro noche y unos ojos pardos que parecían taladrar el alma de quien lo miraba, su cuerno era largo, del color del azabache pero con un tenue brillo blanquecino. Sobre su grupa llevaba una capa de color granate muy oscuro, ribeteada en plata, con un broche en forma escorpión que sujetaba la prenda en la zona de su pecho, completaba su atuendo un calzado del mismo color que su capa. El conjunto era el de un ser elegante pero perturbador, con un toque de exótico misterio. Por un momento los pensamientos de la yegua se dirigieron hacia él pero, un parpadeo después, Black Blood había desaparecido y Twilight se sumió de nuevo en la tediosa rutina de la recepción.
Black Blood estaba seguro de que la joven yegua lo había visto, la verdad estaba intrigado por ella, había salvado Equestria de Nigthmare Moon y nunca había visto a Celestia tan encariñada por ninguna alumna. Era esta curiosidad el motivo por el que Black Blood había convocado una pequeña reunión con el Jefe de la Guardia Real para aquella misma noche, aprovechando que ambos querían escabullirse del bullicio de la Gran Gala.
No pasó mucho tiempo antes de que el blanco unicornio se reuniera con el negro, ambos se dieron cita en una confortable sala custodiada por dos estatuas que representaban guardias de palacio en posición de combate.
-Salud, Shinning Armor, espero que la protección adicional de la Gala no os esté dando demasiados quebraderos de cabeza.
Shinning Armor se encogió de hombros, a pesar de los impecables modales de Black Blood había algo en él que le desagradaba, quizás esa forma de dejar caer comentarios hirientes cuando lo deseaba, o de poner en duda cada palabra que su interlocutor le decía, aunque le dedicase la más cálida de las sonrisas.
-La protección está garantizada: mis pegasos controlan el cielo y he asignado una patrulla adicional de unicornios a vigilar el perímetro, tal y como me sugeristeis.
Black Blood sonrió, satisfecho.
-Bien, bien. Como comprenderéis no son esas nimiedades por las que os he convocado. Mis contactos entre las potencias exteriores están preocupados… MUY preocupados… Malos vientos se avecinan. Casi todos hablan entre susurros del resurgir de viejos males: los dragones más antiguos yacen inquietos en su sueño y bestias salvajes que no habían sido vistas desde hace siglos vuelven a hacer su aparición: hidras, basiliscos… Y hay quien no duda de que todo esto tiene que ver con el mismo alineamiento cósmico que nos ha traído de vuelta a Nigthmare… quiero decir, a la Princesa Luna.-Sonrió torpemente como queriendo enmendar su falta, Shinning lo miraba con ojos inexpresivos.
-Sea como sea cada vez que investigo cada suceso los nuevos elementos de la armonía están involucra…-Shinning Armor interrumpió a su interlocutor dando una fuerte patada contra el suelo.
-¡Espero que no estéis acusando de nada a mi hermana!- Dijo el capitán de la guardia con un tono frío y acerado.
-Si quisiera acusar de algo a vuestra hermana sería con ella y no con vos con quien estaría hablando.-El tono era gélido, parecía que la temperatura de la habitación había descendido varios grados.- ¿Cuántos años llevamos trabajando juntos capitán? Quizás no os caiga demasiado bien pero haríais bien en intentar disimularlo un poco más.
Black Blood suspiró mientras negaba ligeramente con la cabeza.
-No merece la pena que nos enfademos Shinning, la seguridad de Equestria suele depender de nuestra colaboración.- El cuerno de Black Blood brilló con destellos rojizos, al tiempo que la magia invocada abría una pequeña alacena y hacía levitar dos copas y dos botellas hasta la mesa que había entre ellos.- ¿Vino o sidra?- Aunque el tono se había vuelto repentinamente amable Shinning sabía que Black Blood no era un unicornio que fuese a olvidar el enfrentamiento que se había producido entre ambos.
-Sidra… por favor.- Las dos botellas, envueltas en un rojo halo, se descorcharon y vertieron el contenido en las copas.
-Yo tomaré vino, como siempre… ¿Por dónde íbamos? ¡Ah sí! Vuestra hermana.- Se interrumpió para saborear el vino, aprovechando el momento para evaluar el rosto de Shinning Armor que, en aquel momento, era una máscara inexpresiva.
-Twiligth Sparkle… Raza unicornio, pelaje morado, 24 años… Y unas capacidades mágicas sin par entre los unicornios. Elemento de la Magia y salvadora de Equestria ante la amenaza de Nigthmare Moon… Extremadamente inteligente, conocedora y usuaria habitual de un centenar de conjuros, especial maestría en el teletransporte… y un larguísimo etcétera- Black Blood enumeraba los rasgos con tanta facilidad como si los estuviese leyendo, pues uno de sus méritos era una impecable memoria que le permitía aprender palabra por palabra informes completos.
-Y ahora viene la pregunta delicada… Quiero que comprendáis bien que no quiero hacer ningún daño a los elementos de la armonía, la salvación de Equestria es mi único objetivo en este reino, y ellas son esa salvación. Pero necesito saber todo lo que pueda de ellas, es imprescindible que entienda como encajan en estos tiempos de cambio que estamos viviendo.
-Twilight es vuestra hermana, os habéis criado con ella. Para bien o para mal es la líder indiscutible de los nuevos elementos de la armonía. Su alma, por así decirlo. Y mi pregunta es, más allá de lo que dicen mis informadores… ¿Quién es Twilight Sparkle? ¿Qué se puede esperar de ella?- La mirada de Black Blood era más penetrante que nunca, parecía taladrar el alma de Shinning Armor.
La charla se prolongo durante casi dos horas. Finalmente el capitán de la guardia y Black Blood parecieron encontrar una forma de entenderse y juntos hablaron cordialmente de cada una de las muchachas y su papel en la derrota de Nigthmare Moon.
Finalmente Shinning Armor se levantó de su asiento y se dirigió a la salida, no sin antes dirigir una mirada a Black Blood.
-¿Por qué no habláis vos mismo con ellas? Esa es la única forma de conocer a una persona.
-Cuando queréis sois encantador, pero también inocente. Primero quiero saber como la ve su entorno, pero tenéis razón… pronto llegará el momento de conocerla personalmente.- Un enorme estruendo interrumpió a Black Blood, ambos sementales galoparon hasta la arcada que se alzaba sobre la gran sala, preocupados por saber que había ocurrido.
El caos era indescriptible… las seis amigas se las habían ingeniado para práctica derribar el lugar, permitiendo que todo el zoológico de Canterlot entrase en el palacio. Por un momento el unicornio blanco y el negro se miraron el uno al otro con cara de consternación.
Finalmente ambos estallaron en una enorme carcajada compartida.
-¿Sabéis Shinning Armor? ¡Me caen bien esas chicas, realmente me caen muy bien!- Las risas de ambos siguieron resonando todavía un buen rato, mientras el caos en el palacio no hacía sino aumentar.
Desde lo alto de la arcada, en el piso superior del palacio se permitió echar un vistazo al salón de recepciones: la Princesa Celestia recibía a los invitados uno a uno, deseándoles una feliz noche. A su lado su alumna Twilight hacía lo mismo, situada junto a su maestra y señora. Black Blood se preguntaba si la yegua sería consciente del gran honor que significaba aquel puesto, sin duda era algo que muchos ponis le envidiaban, como atestiguaban sus miradas celosas.
Por un momento Twilight miró hacia arriba y lo vio: un unicornio con el pelaje y la crin de color negro noche y unos ojos pardos que parecían taladrar el alma de quien lo miraba, su cuerno era largo, del color del azabache pero con un tenue brillo blanquecino. Sobre su grupa llevaba una capa de color granate muy oscuro, ribeteada en plata, con un broche en forma escorpión que sujetaba la prenda en la zona de su pecho, completaba su atuendo un calzado del mismo color que su capa. El conjunto era el de un ser elegante pero perturbador, con un toque de exótico misterio. Por un momento los pensamientos de la yegua se dirigieron hacia él pero, un parpadeo después, Black Blood había desaparecido y Twilight se sumió de nuevo en la tediosa rutina de la recepción.
Black Blood estaba seguro de que la joven yegua lo había visto, la verdad estaba intrigado por ella, había salvado Equestria de Nigthmare Moon y nunca había visto a Celestia tan encariñada por ninguna alumna. Era esta curiosidad el motivo por el que Black Blood había convocado una pequeña reunión con el Jefe de la Guardia Real para aquella misma noche, aprovechando que ambos querían escabullirse del bullicio de la Gran Gala.
No pasó mucho tiempo antes de que el blanco unicornio se reuniera con el negro, ambos se dieron cita en una confortable sala custodiada por dos estatuas que representaban guardias de palacio en posición de combate.
-Salud, Shinning Armor, espero que la protección adicional de la Gala no os esté dando demasiados quebraderos de cabeza.
Shinning Armor se encogió de hombros, a pesar de los impecables modales de Black Blood había algo en él que le desagradaba, quizás esa forma de dejar caer comentarios hirientes cuando lo deseaba, o de poner en duda cada palabra que su interlocutor le decía, aunque le dedicase la más cálida de las sonrisas.
-La protección está garantizada: mis pegasos controlan el cielo y he asignado una patrulla adicional de unicornios a vigilar el perímetro, tal y como me sugeristeis.
Black Blood sonrió, satisfecho.
-Bien, bien. Como comprenderéis no son esas nimiedades por las que os he convocado. Mis contactos entre las potencias exteriores están preocupados… MUY preocupados… Malos vientos se avecinan. Casi todos hablan entre susurros del resurgir de viejos males: los dragones más antiguos yacen inquietos en su sueño y bestias salvajes que no habían sido vistas desde hace siglos vuelven a hacer su aparición: hidras, basiliscos… Y hay quien no duda de que todo esto tiene que ver con el mismo alineamiento cósmico que nos ha traído de vuelta a Nigthmare… quiero decir, a la Princesa Luna.-Sonrió torpemente como queriendo enmendar su falta, Shinning lo miraba con ojos inexpresivos.
-Sea como sea cada vez que investigo cada suceso los nuevos elementos de la armonía están involucra…-Shinning Armor interrumpió a su interlocutor dando una fuerte patada contra el suelo.
-¡Espero que no estéis acusando de nada a mi hermana!- Dijo el capitán de la guardia con un tono frío y acerado.
-Si quisiera acusar de algo a vuestra hermana sería con ella y no con vos con quien estaría hablando.-El tono era gélido, parecía que la temperatura de la habitación había descendido varios grados.- ¿Cuántos años llevamos trabajando juntos capitán? Quizás no os caiga demasiado bien pero haríais bien en intentar disimularlo un poco más.
Black Blood suspiró mientras negaba ligeramente con la cabeza.
-No merece la pena que nos enfademos Shinning, la seguridad de Equestria suele depender de nuestra colaboración.- El cuerno de Black Blood brilló con destellos rojizos, al tiempo que la magia invocada abría una pequeña alacena y hacía levitar dos copas y dos botellas hasta la mesa que había entre ellos.- ¿Vino o sidra?- Aunque el tono se había vuelto repentinamente amable Shinning sabía que Black Blood no era un unicornio que fuese a olvidar el enfrentamiento que se había producido entre ambos.
-Sidra… por favor.- Las dos botellas, envueltas en un rojo halo, se descorcharon y vertieron el contenido en las copas.
-Yo tomaré vino, como siempre… ¿Por dónde íbamos? ¡Ah sí! Vuestra hermana.- Se interrumpió para saborear el vino, aprovechando el momento para evaluar el rosto de Shinning Armor que, en aquel momento, era una máscara inexpresiva.
-Twiligth Sparkle… Raza unicornio, pelaje morado, 24 años… Y unas capacidades mágicas sin par entre los unicornios. Elemento de la Magia y salvadora de Equestria ante la amenaza de Nigthmare Moon… Extremadamente inteligente, conocedora y usuaria habitual de un centenar de conjuros, especial maestría en el teletransporte… y un larguísimo etcétera- Black Blood enumeraba los rasgos con tanta facilidad como si los estuviese leyendo, pues uno de sus méritos era una impecable memoria que le permitía aprender palabra por palabra informes completos.
-Y ahora viene la pregunta delicada… Quiero que comprendáis bien que no quiero hacer ningún daño a los elementos de la armonía, la salvación de Equestria es mi único objetivo en este reino, y ellas son esa salvación. Pero necesito saber todo lo que pueda de ellas, es imprescindible que entienda como encajan en estos tiempos de cambio que estamos viviendo.
-Twilight es vuestra hermana, os habéis criado con ella. Para bien o para mal es la líder indiscutible de los nuevos elementos de la armonía. Su alma, por así decirlo. Y mi pregunta es, más allá de lo que dicen mis informadores… ¿Quién es Twilight Sparkle? ¿Qué se puede esperar de ella?- La mirada de Black Blood era más penetrante que nunca, parecía taladrar el alma de Shinning Armor.
La charla se prolongo durante casi dos horas. Finalmente el capitán de la guardia y Black Blood parecieron encontrar una forma de entenderse y juntos hablaron cordialmente de cada una de las muchachas y su papel en la derrota de Nigthmare Moon.
Finalmente Shinning Armor se levantó de su asiento y se dirigió a la salida, no sin antes dirigir una mirada a Black Blood.
-¿Por qué no habláis vos mismo con ellas? Esa es la única forma de conocer a una persona.
-Cuando queréis sois encantador, pero también inocente. Primero quiero saber como la ve su entorno, pero tenéis razón… pronto llegará el momento de conocerla personalmente.- Un enorme estruendo interrumpió a Black Blood, ambos sementales galoparon hasta la arcada que se alzaba sobre la gran sala, preocupados por saber que había ocurrido.
El caos era indescriptible… las seis amigas se las habían ingeniado para práctica derribar el lugar, permitiendo que todo el zoológico de Canterlot entrase en el palacio. Por un momento el unicornio blanco y el negro se miraron el uno al otro con cara de consternación.
Finalmente ambos estallaron en una enorme carcajada compartida.
-¿Sabéis Shinning Armor? ¡Me caen bien esas chicas, realmente me caen muy bien!- Las risas de ambos siguieron resonando todavía un buen rato, mientras el caos en el palacio no hacía sino aumentar.
¡Gracias y un saludo!
Argos