AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][cap16]

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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor Volgrand » 27 May 2015, 01:00

¡Gracias colega!
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor Volgrand » 20 Jun 2015, 18:58

Capítulo 12: "Un hombro amigo"

Spoiler:
—Hey Dusht, ¿has visto que Aitana Pones ha vuelto?
—Sep. Pero está rara, ¿no? No ha montado fiestón como otras veces.
—Hombre, solo ha estado algo más de dos semanas fuera. Aunque según los periódicos estuvo en Lutnia cuando ocurrió el ataque.
—Ya, ¿pero te has fijado en cómo bebía? Es raro, ¿no crees?

Hope Spell no había podido evitar escuchar la conversación entre dos estudiantes pegaso que pasaron volando a poca altura por encima suyo.

—¡Perdonad! —les llamó—. ¿Sabéis dónde está la doctora Pones?
—Claro, en la taberna, ¿dónde si no?
—¡Gracias!

El semental verde se encaminó hacia el lugar de ocio y fiesta no oficial del campus, donde Aitana siempre organizaba sus legendarias juergas. Después de lo ocurrido, lo último que Hope esperaba es que la arqueóloga tuviera ganas de la misma, sin embargo le extrañaba lo que había oído, y no pudo evitar preocuparse. Además, sus padres y hermanas habían tenido casi cuatro horas para agobiarlo a besos, abrazos y preguntas; necesitaba despejarse.

Nadie recordaba el nombre de la taberna, ya que el letrero original se había perdido muchos años antes de que Hope entrara en la universidad, y el barman daba una respuesta diferente cada vez que le preguntaban. Sin embargo, la eterna oferta anunciada en la entrada era responsable de su éxito: “Descuento en los combinados para estudiantes y profesores”. Por ello, a ese establecimiento se le conocía como “la taberna”, porque no existía estudiante alguno que pudiera considerar otro establecimiento como una alternativa plausible para salir de fiesta.

Hope entró en el local, el cual estaba bastante tranquilo; una banda tocaba en la tarima, y varios estudiantes y profesores se repartían entre la barra, las mesas o la zona de baile. Sin embargo, en la primera no tardó en ver un espacio vacío en el centro del cual estaba una yegua marrón vestida con un chaleco verde, aunque en ese momento no llevaba su salacot. El unicornio se acercó a la misma, y no tardó en oír la voz de su compañera de desventuras.

—Barman, ponme otra.
—Aitana, ya has bebido bastante.
—¡Yo decidiré cuándo... he bebido bastante! ¡Sirve otra!

El joven semental observó en el cambio tan drástico que había dado Aitana desde que la dejó hacía solo unas horas; entonces la dejó con su habitual mal humor, pero ahora parecía... mal. ¿Qué había ocurrido?

—Jefe —llamó, sentándose al lado de Aitana—, sírvanos lo mismo a los dos.

La aludida miró a Hope durante un segundo. El violento olor a alcohol indicó a este que la yegua había bebido lo suficiente como para tumbarlo a él dos veces. No supo descifrar la expresión de Aitana, pero era demasiado obvio que algo la había afectado.

—¿Qué quieres, Hope?
—¿Qué te ha pasado?
—j*der, ya está el psicólogo —exclamó ella con ironía—. No es asunto tuyo, ¿por qué no te vas a casa, chaval?
—Es asunto mío si así lo decido, Aitana. No sé qué te ha ocurrido, pero beber hasta perder el sentido no te va a hacer sentir mejor.
—¿Y qué te hace pensar que me ha pasado nada más? ¿No es suficiente con lo de Lutnia?
—¿Para ti? —rió él—. No insultes mi inteligencia, te he visto en el barco y no estabas como ahora en absoluto. Algo ha ocurrido esta tarde, desde que te dejé, puedes contármelo si quieres.
—¡j*der, es que no te queda claro que no es tu p*to problema! ¿Qué tengo que hacer para que me dejes tranquila?
—Me preocupo por ti, Aitana.
—¡Me cago en la p*ta! ¿Desde cuando un NIÑATO tiene que preocuparse por mi?

A pesar de que Aitana estaba alzando la voz, haciendo que varias cabezas se giraran hacia ellos, Hope trató de no alterarse, cogiendo con su magia el chupito frente a él y bebiéndoselo de un solo trago.

—Mira, el chico que me acompañó a una expedición y ya se cree arqueólogo —exclamó con cruel sarcasmo—. Haznos a todos un favor y vete a dormir.

El semental verde miró a Aitana a los ojos durante unos segundos, y se sorprendió por lo fácil que entendió lo que estaba ocurriendo. Se sintió ofendido de que, tras lo que habían pasado, tras haber luchado junto a ella, la yegua marrón intentara una treta tan infantil con él; aunque, bien pensado, era posible que ella misma no se estuviera dando cuenta de lo que hacía. Con aire de orgullo herido, Hope Spell se levantó y se alejó unos pasos, dándose en cuenta de que gran parte de la taberna les estaba mirando. Aitana, a su espalda, tomó como pudo el vaso con ambas pezuñas y se lo acercó a la boca.

Pero un resplandor blanco seguido de una pequeña detonación arrancó el recipiente de su agarre, lanzándolo sobre la barra y derramando el licor. La arqueóloga, algo ralentizada por el alcohol que había consumido, tardó un instante en entender qué había ocurrido.

—Eres patética.

Y, ante esas palabras, toda la taberna, inclusive la banda de música, guardó silencio. Aitana se giró con la ira irradiando de su mirar.

—Sí, Aitana, eres patética —repitió Hope Spell, desafiante—. Te las das de dura, de intocable, pero en realidad no eres más que una potra asustada incapaz de aceptar que tiene problemas.

Aitana se levantó y trastabilló hacia Hope Spell, pero este decidió presionar todavía más. En un acto excesivamente teatral, se giró hacia un inexistente público y exclamó:

—“Oh, miradme, soy la dura, solitaria y aguerrida Aitana Pones, no necesito ayuda de nadie y ahora ahogo mis penas en alcohol” —después se tornó hacia el otro lado, actuando para varios de los alucinados clientes de la taberna—. “Oh, mirad cómo me oculto tras una gruesa capa de estupidez y mal humor”. ¡Eres realmente patética, actuando así, sin poder aceptar tus...!

El monólogo de Hope Spell fue acallado por un soberbio casquetazo que Aitana le propinó en la cara. Aunque le dolió, y mucho, la arqueóloga no había podido usar ni la mitad de la fuerza y la habilidad que había demostrado en Lutnia. En circunstancias normales, Hope ya estaría inconsciente, pero con la yegua embriagada, era otra cosa, y eso por no contar la herida pata trasera izquierda de la arqueóloga. Sentía que debía sacarla de ahí para evitar que, fuera lo que fuera lo que había ocurrido aquella tarde, le dejara una huella aún peor de la que estaba mostrando en ese momento. Sobreponiéndose al golpe, Hope alzó la vista haciendo un gran esfuerzo por mostrar una sonrisa fanfarrona.

—¿Tan rápido y ya me ha dado la razón, doctora Pones? ¿Así es como logró que aceptaran su tesis?
—¡Vete a la mierda!

La yegua alzó una pata nuevamente y descargó un golpe, pero hubo una explosión blanca y este no encontró blanco, lo que hizo que Aitana se desequilibrara por la inercia del movimiento. Sintió el agarrón mágico de un hechizo de levitación que trató de tirarla al suelo, pero ella logró afianzar las patas sanas y aguantar en pie. A algunos metros, junto a la puerta, Hope seguía mirándola con la burla reflejada en su rostro.

—¿Y tú eres la que podía mantener una pelea con Steady Rock y los suyos? ¡Ja! Deben haberse dejado ganar, si no, no lo entiendo, ¡cobarde!

Aitana avanzó hacia Hope pero este formó una barrera frente a él para detenerla, esperando poder seguir provocándola. Pero descubrió que ya no era necesario: la yegua marrón se encabritó y descargó ambos cascos sobre la barrera, rompiéndola y cargando contra Hope a continuación. Este, gracias a los segundos que le proporcionó la cojera de Aitana, llegó a conjurar en el último instante, teletransportándose fuera de la taberna justo antes de ser golpeado. Frente a él, la puerta del establecimiento se abrió y a través de ella salió una furibunda y, ciertamente, ebria doctora Pones.

—¡Ven aquí, capullo!

Durante varios minutos, esta extraña danza se repitió: Hope hacía lo posible por frenar a Aitana con su magia y, cuando esta llegaba a él, se teleportaba varios metros, alejándose de la taberna. Poco a poco fueron adentrándose en la zona de aulas del campus, en ese momento muy poco concurrida. Aitana, avanzó tras Hope, el cual giró una esquina, tras lo cual hubo un resplandor blancuzco. Cuando ella hizo lo propio se encontró al semental inmóvil, por lo que no dudó en avanzar para golpearlo. Pero, cuando lo hizo, la figura de este se deshizo como si fuese humo; al instante la arqueóloga miró alrededor, buscando a Hope Spell.

—¿Una ilusión? ¿Y tú me llamas cobarde? ¡Ven aquí, si eres un semental!

Aitana dio caminó por la zona, buscando dónde se había escondido el aludido. Al poco tiempo el agotamiento empezó a vencer a la ira: la cabeza le daba vueltas cada vez más rápido, y fue consciente del amargo sabor que sentía al fondo de la garganta. Acabó apoyándose contra una pared, mientras pensaba cómo ir a casa, que ya le arrancaría la cabeza al unicornio verde al día siguiente.

—Qué, ¿ya hemos terminado de hacer el payaso?

La yegua marrón alzó la vista hacia el origen de la voz; encima de uno de los pequeños edificios de aulas estaba Hope Spell, tumbado y lanzándole una mirada que no supo entender. El enfado la hizo recuperarse ligeramente y caminó hacia el centro de la calle.

—¡Baja aquí si lo que buscabas era pelea!
—¿De verdad crees que la buscaba, Aitana?
—¡Pues la has encontrado, niñato!
—¡Deja de gritar de una vez, estúpida! ¿De verdad crees que no se nota que estás destrozada?

Aitana no dijo nada, pero no por sus palabras, sino porque estaba buscando una forma de subir a partirle la cara a Hope. Este aprovechó ese momento para seguir hablando.

—Mira, no sé qué te ha pasado en la vida, pero hoy me lo has demostrado: Te intentas alejar de todos, no quieres acercarte a nadie y lo puedo entender.
—¡Tú qué vas a saber!
—Me basta con lo que hemos vivido en Lutnia para saber que debes haber visto morir a mucha gente. Si me ocurriera a mi yo también querría estar solo, pero...
—¡¿Pero qué?! ¡Tú qué co*o vas a saber sobre mi!
—¡Que no puedes enfrentarte a todo sola, Aitana! Los ponis somos animales de manada, nos protegemos mutuamente, y suplimos entre todos nuestras debilidades.
—¡¿Me estás llamando débil?!
—¡No, te estoy llamando imbécil!

Hope se sintió algo violento por usar un insulto por el que su madre lo habría castigado una semana sin muffins pero, viendo que la arqueóloga parecía haber reaccionado al mismo, decidió que quizá era la mejor forma de hacerla recapacitar.

—Hay muchas formas de ser débil. En Lutnia eras imparable, la cazadora de demonios que anunciaste hace meses. ¿Y ahora, qué eres? ¡Una simple borracha!
—Tú... —Aitana hablaba despacio, como si no supiera qué decir—. No sabes... no sabes qué es lo que...
—Lo que sí que sé es que en Lutnia tú me ayudaste. Si no me hubiera matado aquel grifo diabolista, habría muerto intentando detener a Asunrix. Si los dos seguimos vivos fue gracias a tu ayuda, porque ahí eras la que sabía qué hacer, la que me hizo reaccionar. Mi madre siempre dice que los ponis debemos ayudarnos y protegernos, que es la forma de vivir en paz, de vivir en familia. Que todos somos débiles, de una forma u otra, y que entonces hay que tener un amigo cerca que te ayude.

Aitana bajó la cabeza ante la mención de la madre de Hope, mientras un montón de ideas se le agolpaban en la mente. Recuerdos, la conversación con su padre, sentimientos... una amalgama de pensamientos que estaba sobrepasándola.

Toda una vida huyendo...
“No podía contarte que un grupo de locos quería capturarte y torturarte hasta la muerte.”
Su madre, cantándole cuando era una potra.
“Ella había aprendido a usar su don por un bien mayor.”
Tenía una voz dulce y cálida que la ayudaba a dormir.
“Era el tipo de poni que podía asesinar a alguien con una sonrisa.”
Era una guardia de Equestria.
“Su Cutie Mark representaba su talento especial.”
Era una asesina nata.
“ Era una gran madre, y te amaba.”
Era una asesina.
Tenía una sonrisa preciosa.
Sonreía tanto a sus víctimas como a ella.

Con un resplandor blanco, Hope se teletransportó junto a Aitana, la cual estaba jadeando, y se puso junto a ella en un gesto de apoyo.

—Déjame ayudarte esta vez, Aitana.

Esta no miró al unicornio, y parecía estar a punto de gritar, de llorar, de golpear a alguien... o todo a la vez. Al poco trató de caminar unos pasos, con Hope a su lado.

—Fue... todo es mentira. Todo es mentira.
—¿El qué, qué es mentira?
—Mi...

Aitana fue interrumpida por una arcada, tras la cual galopó hasta un árbol tras el que se agachó para vomitar ruidosamente. Hope se acercó, rodó los ojos y usó su magia para levantarle la crin a la arqueóloga. Esa iba a ser una noche muy larga.

**·-----·-----·-----**


Un par de horas después, Hope consiguió que Aitana le indicara el camino hacia su casa, mientras alternaba cargar con ella con su magia o ayudarla a caminar apoyándose en él. La yegua estaba en un estado de semi inconsciencia, por lo que no intentó volver a hacerla hablar. Además, sería mucho mejor si ella decidía hacerlo cuando estuviera en un mejor estado.

La casa de Aitana estaba en las afueras, no demasiado lejos del campus: una pequeña construcción en madera, de una sola planta, y un amplio jardín que, obviamente, no era cuidado como requería. Tras rebuscar un poco en los bolsillos de la Arqueóloga, y descubrir para su desgracia lo profundas que podían llegar a ser por dentro, acabó encontrando las llaves. Agotado como estaba solo entró, con Aitana flotando tras él gracia a su magia y buscó el dormitorio, en cuya cama acomodó a la ebria yegua.

—Al fin... me debes una, Aitana.

Pero esta no contestó, pues empezó a roncar inmediatamente. A Hope Spell le dio un poco de risa, y pensó en dónde podría dormir, ya que no quería despertar a sus padres tan de madrugada. La cama de Aitana era individual y el instinto de supervivencia del semental le decía que era una idea horrible dormir con ella, aún cuando no tuviera ninguna intención. Optó por dirigirse al salón donde, tras un poco de búsqueda, encontró un viejo sofá... enterrado entre cachivaches, objetos, libros y pergaminos.

—Demonios, si mamá viera esto... luego dice de mi cuarto.

**·-----·-----·-----**


A la mañana siguiente, la luz del sol filtrada a través de la ventana despertó a Aitana; lo primero que escuchó fue el inconfundible chirrido que emitían los Canturos. Tenía un dolor de cabeza horrible pero, ciertamente, había pasado resacas muchísimo peores. La boca le sabía a rayos, por lo que supo que había vomitado y que eso le había evitado las peores consecuencias de una noche de borrachera.

Se levantó, confirmando que se encontraba en su casa y en su cama, ¿en qué momento había vuelto, y cómo? Ya en pie fue a la cocina para prepararse un muy necesario café pero, nada más entrar en el salón, escuchó un ronquido. Extrañada, que no asustada, miró al sofá donde vio a un unicornio verde menta que conocía bastante bien. Entonces recordó varios momentos de la noche: Hope insultándola en la taberna, la carrera, y su intento por ayudarla. ¿Cuánto le había contado de lo de su madre? No estaba demasiado segura.

Además, notó algo extraño en el salón: hacía un par de años que no veía el sofá, ¿dónde...? Sintió que la sangre le bajaba a las pezuñas cuando vio que la pila de pergaminos y cachivaches había sido movida sobre las varias mesas y muebles que tenía.

—Ah.. ¡ah! ¡AH!
—¿Eh? ¿Qué...?
—¡Hope, dónde está todo!
—¿De qué hablas? —preguntó el aludido, somnoliento.
—¡Todo lo que había en el sofá!

La yegua marrón ya estaba yendo de una mesa a otra, tratando de localizar los objetos como una loca.

—Pues por ahí, Aitana, necesitaba dormir...
—¡Esos pergaminos son incunables, valen una millonada! Mierda, mierda... ¡¿dónde está el tratado de Anexión de Kukalamago a Cebrania?!
—Bueno ahora lo encontramos Aitana... —Hope se quedó parado ante lo que había oído, y después se levantó de un salto—. ¡¿Que tienes una copia de la Anexión de Kukalamago?!
—¡No es una copia, es el original!
—¿Que es el...? ¡¿Y POR QUÉ LO TIENES EN EL SOFÁ?!
—¡¡CÁLLATE Y ENCUÉNTRALO!!

Ambos ponis corrieron de un lugar a otro de la casa, buscando el susodicho pergamino y otros objetos entre las montañas de cosas que Hope había movido la noche anterior.

—¡Aquí está, el tratado de Kukalamago!
—¡El cetro, busca el cetro con un rubí en la punta e iconos cebra! —respondió Aitana.
—¿Qué es ese cetro?
—Un objeto vudú para controlar los espíritus. ¡Aquí está la daga ritual de los Maponuches!
—¡Aquí está el cetro, en este montón de pergaminos! Un momento... —dijo el semental mientras ojeaba uno—. ¡¿Esto es el tratado de unificación de Equestria?!
—¡Solo es una de las doce copias originales!
—¡¿QUE SOLO ES...?! ¡¿Pero por qué no vendes todo esto a un museo?!
—¡Luego te lo explico, ahora busca el tomo de tapa roja, pero no se te ocurra abrirlo!
—¡Vale, vale!

Cosa de media hora después acabaron de localizar todos los objetos que Aitana pidió. Esta, ya más calmada, miró a Hope con evidente enfado.

—¡j*der, chaval! ¿No te han enseñado a no tocar nada en casas ajenas? ¡Manda narices!
—Aitana, era esto o meterme en la cama contigo. Y me parece que me habrías pegado una paliza si lo hubiera hecho.
—No lo dudes ni un solo instante. ¿Café?
—Por favor, porque menuda noche me has dado.

Un rato después los dos se sentaron en la mesa de la cocina para tomar sus cargados cafés. Por desgracia Aitana no tenía nada fresco de comer en su casa.

—¿Me explicas lo de las reliquias que escondes aquí?
—Venga, no me arriesgo por hacerlo.
—¿Qué quieres decir?
—Nada, nada. Mira, en muchos objetos antiguos y reliquias hay escondidos poderosos hechizos de magia negra, nigromántica o diabólica. Cuando descubro que reaparece algún objeto sospechoso voy a estudiarlo y, si es peligroso, o lo destruyo o lo escondo.
—¿Y no es peligroso guardarlo aquí?
—Guardo los trastos que me son útiles por la razón que sea, no es un capricho. No es asunto tuyo, de momento. Sin ofender.

Bebieron en silencio sus cafés. Hope tenía hambre, ya debía ser cerca de medio día.

—Oye Aitana, ¿has pensado en lo que te pregunté?
—Sí. Ven esta tarde a las seis, hablaremos aquí mismo.
—¿Entonces podré unirme a vosotros para...?

Aitana le lanzó una mirada que lo hizo callar.

—Esta. Tarde. A. Las. Seis.
—Eh... vale. Esta tarde. Mejor voy a ir a comer con mis padres, nos vemos luego.
—Venga.

El unicornio se levantó y fue a la puerta pero, antes de salir, Aitana le preguntó:

—Oye Hope, ¿qué te conté anoche?
—Que soy el poni de tus sueños, obviamente.
—Muy gracioso —dijo ella sin una pizca de humor—. Ahora en serio.
—Mira que eres sosa, ¿eh? Pues no llegaste a decirme nada, te dio por vomitar cuando ibas a hacerlo.
—Bien. Nos vemos esta tarde.

Hope se despidió y salió, cerrando la puerta tras él. Aitana se quedó en la misma silla, mirando su taza de café. Por alguna razón sentía la palabra “gracias” en la punta de la lengua... pero no llegó a pronunciarla, ni siquiera para si misma.


Gracias a Pandora y Mcdohl por hacerme de beta reader. Y si tú también lo has hecho y no te he mencionado, es por culpa de mi mala memoria y no porque no me guste tu ayuda :D.

Lo cierto es que este capítulo se me ha hecho raro escribirlo: Aitana de golpe muestra una faceta suya que ni yo mismo me esperaba, comparado con la yegua seria, decidida y "echá palante" que es normalmente. Pero todo gran personaje tiene sus debilidades, ¿no creéis?
Última edición por Volgrand el 13 Ago 2015, 21:32, editado 1 vez en total
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor agustin47 » 21 Jun 2015, 03:29

Flipo ante el hecho de que haya sido el único que comentó en el anterior capítulo con el hype que deja cada uno... Y es que tengo mucha intriga, eh.
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La ignorancia a veces puede significar felicidad, y en este caso, la nuestra resulta ser una verdadera bendición.


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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor Volgrand » 23 Jun 2015, 00:03

Estoy llorando T-T pero de alegría. Mirad que mensajito más majo me han mandado en fanfiction :D

Es curioso como una historia elaborada y compleja no tenga lectores afluentes. Desconozco las razones ó motivos. Quizas Aitana Pones se vuelva un fanfiction de culto.


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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor agustin47 » 23 Jun 2015, 00:05

Volgrand escribió en 23 Jun 2015, 00:03:Estoy llorando T-T pero de alegría. Mirad que mensajito más majo me han mandado en fanfiction :D

Es curioso como una historia elaborada y compleja no tenga lectores afluentes. Desconozco las razones ó motivos. Quizas Aitana Pones se vuelva un fanfiction de culto.


Celestia lo quiera, amigo, Celestia lo quiera.


No puedo estar más que de acuerdo con ese mensaje. Es muy típico que en cualquier tipo de arte, algo que al principio no tenía fama pero que era muy bueno se convirtiera tiempo después en algo de culto. Me parece que la historia de Aitana está dentro de estas posibilidades.
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor McDohl » 23 Jun 2015, 14:12

Aunque no nos pronunciemos en el hilo, seguro que varios seguimos este fic con interés renovado a cada capi publicado :3

Y yo también espero que llegue el día en que este fic sea uno de los fics de referencia dentro del fanfiction español. Sería hacer justicia.
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor Sr_Atomo » 25 Jun 2015, 12:22

En el anterior capítulo mi respuesta a Volgrand fue directamente por Skype, pero bueno, debo decir que me gustó mucho.

Y este último aún más, aunque parezca mentira. Este es uno de los fanfics que sigo con fervor, y bueno, ahora que tengo tiempo, podré ponerme al día con otros fanfics.
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor agustin47 » 25 Jun 2015, 13:08

Los fans de este fic nos escondemos entre la niebla, pero en cuanto se nos requiera... Saldremos :qmeparto:
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor Volgrand » 13 Ago 2015, 21:29

Capítulo 13: Los Arqueólogos, parte 1

Spoiler:
Hacía un buen rato que desde el exterior de la casa de Aitana se oían ruidos que nada habrían tenido que envidiar al que haría un Oso Lunar en una tienda de porcelana fina. La Arqueóloga tardó casi una hora en lograr despejar una pequeña mesa para el té que, anteriormente, tenía cubierta por una montaña de cacharros variados. El problema no era solo quitarlos de encima de la misma, sino luego encontrar una forma de organizarlos en su caótica organización para poder localizarlos más tarde con facilidad.

Aunque no lo pareciera, Aitana Pones sabía perfectamente dónde encontrar hasta el más diminuto objeto en su hogar.

Justo había terminado la faena cuando alguien llamó a la puerta; la yegua marrón se tomó unos segundos en sacar de un armario tres cojines y, con unas coces bien calculadas, lanzarlos alrededor de la mesa que había preparado. Después fue a abrir y, como esperaba, se topó con su padre.

—Buenas tardes, Aitana, ¿estás bien?
—Peores resacas he pasado. Pasa.

El profesor hizo lo propio, usando su magia para hacer levitar la silla de ruedas y superar el pequeño escalón de la entrada. No pudo evitar un silbido de admiración ante el considerable esfuerzo que había hecho su hija para preparar el comedor para la ocasión.

—Recibí tu mensaje, ya lo tengo todo listo —dijo el anciano unicornio, sacando de una alforja una botella de licor y tres vasos, que puso sobre la mesa.
—Bien, perfecto. Hoy le tocará decidir.

El profesor detuvo su vista sobre el pelaje de su hija; esta no llevaba su chaleco y a decir verdad incluso a él se le hacía raro verla sin el mismo. Eso le llevó a notar, en las zonas normalmente cubiertas por este, las marcas de heridas y cicatrices antiguas: un ligero bulto alargado narraba una profunda herida ya sanada en el costado; el pelaje ligeramente áspero y corto del lomo era un mudo testigo de las quemaduras que sufrió enfrentándose a Manresht en los Reinos Lobo... y eso por no hablar de la pata que todavía llevaba vendada.

Y ahí seguía: habiendo sufrido heridas y traumas por los que cualquier otro poni se encerraría en su casa y no volvería a salir, Aitana continuaba al pie del cañón, investigando, buscando nuevas pistas, enfrentándose a lo imposible... En ese aspecto, era demasiado parecida a su madre.

—Aitana, quería decirte que...
—Papá, si es por lo de ayer, déjalo. No quiero hablar más del tema.
—No pude contártelo antes.
—Escucha —dijo Aitana, en un tono que denotaba que se estaba controlando para no alzar la voz. Tomó aire una vez y luego habló tan calmadamente como pudo—. Sigues siendo mi padre, y me querías proteger. Pero no más secretos.
—Ya no hay más, Aitana, te lo juro.

Ambos se quedaron en silencio, que no tardó en ser roto por el canto de la colonia de canturos que Aitana conservaba bajo el entarimado. El profesor rió brevemente, encaminando la conversación hacia otros temas.

—Hija, ¿no podías escoger un sistema de alarma más molesto que este?
—Hombre, podría criar Worgs y tenerlos en el jardín —bromeó ella—. Aunque el tema de que salgan a cazar por la noche y causen el terror en la ciudad es un poco peliagudo.
—Tanto como worgs... ¿Qué tal un Orthos? Una cabeza con mal humor, y la otra cariñosa, ¡la mascota perfecta!
—Llámame pija, pero a mi lo de cocinar un trozo de carne a diario me da un poco de repelús.
—En el fondo lo entiendo —rumió el profesor teatralmente—. ¿Y si le das de comer muslo de diabolista? Podrías considerarlo como una propina por un trabajo bien hecho.
—¡Eh, una idea cojonuda! —exclamó Aitana—. ¡Podría montar la carnicería en una caseta en el jardín!
—¡Y de paso les vendes la piel a los vecinos!

Padre e hija compartieron unas risas ante esa ligera muestra de humor negro. Aitana sacó dos vasos de un armario y los llenó de sidra, sirviendo uno a su padre. El unicornio gris se fijó en que su hija no parecía cojear tanto como el día anterior.

—¿Qué tal llevas la pata? —preguntó el profesor al cabo de un rato.
—Mucho mejor —respondió, demostrando que podía agacharse completamente sobre los cuatro cascos sin problemas—. Mañana tengo que ir a la enfermería a ver si me pueden quitar la venda de una vez.
—Estaría bien, me temo que pronto tendrás que volver a la acción.
—¿Hay novedades de la hermandad?
—No, pero sí que he visto... indicios. Desapariciones, informes de la guardia encontrando no-muertos, algunos focos demoníacos en distintos puntos de Equestria... Todavía nada grande, pero sí que hay más actividad de la normal. Y si le sumamos lo que me han comentado otros Arqueólogos, todo apunta a que hay una operación a gran escala.
—La Hermandad de la Sombra se prepara para invocar a un gran demonio, ¿verdad?
—Sí. Y por la magnitud de poder que parecen estar reuniendo, tiene que tratarse de un Gran Señor del Tártaro.
—Un Gran Señor... —Aitana hizo un largo silbido, mirando a su vaso—. Viendo que al menos tienen a un poderoso mago negro con ellos, apuesto a que es un demonio de la dominación.
—Aún es pronto para asegurarlo.
—Solo es una conjetura. Pero la gran pregunta es, ¿qué pretenden hacer? ¿Dominarlo? ¿Y cómo van a hacerlo?
—Quizá han creído las falsas promesas del Tártaro.
—Sé que ha habido pocos casos, pero... —Aitana dijo la siguiente frase poco a poco—, ¿qué hay si han dado con un demonio que cumple sus promesas?

El profesor no llegó a responder, pues alguien golpeó la puerta insistentemente. Aitana tomó los vasos de sidra y los puso en el fregadero, antes de gritar “adelante”. El pomo de la puerta se iluminó con un aura mágica verdosa y la puerta se abrió, dando paso a Hope Spell.

—Buenas tardes Aitana... ¿profesor Pones?
—Buenas tardes, señor Spell. Aitana me ha hablado bien de usted, y créame que eso es algo... remarcable.
—Eh... gracias. No sabía que usted iba a venir, profesor.
—Hay muchas cosas que no sabes, Hope —respondió Aitana—. Sentaos, tenemos que hablar.

Todos hicieron lo que Aitana había dicho, y el unicornio anciano usó su magia para descorchar la botella de licor de frutas y servir las tres copas que había en la mesa, repartiéndolas a continuación. Hope tomó la suya con su magia, pero la dejó sobre la mesa. Estaba notablemente inquieto, ya que lo último que esperaba era que el profesor Pones fuese a estar presente para hablar de él luchando junto a Aitana. Aunque bien pensado tenía sentido que el padre de esta estuviese al tanto de sus expediciones, el profesor siempre le había parecido un poni pacífico e incapaz de herir a una mosca.

—Bueno, señor Spell —empezó el unicornio gris— Aitana me ha contado lo ocurrido en Cérvidas. Sin embargo me gustaría saber cómo vivió usted esos eventos.
—No sé bien cómo empezar... Ahora que lo pienso, usted conocía a Sinveria, ¿verdad?
—Sí, la conocí cuando era una cervatilla. De hecho llegué a plantearme...

El profesor se calló a media frase, con los ojos de Aitana y Hope clavados en él. Recordaba cuando vio a Sinveria sola, habiendo perdido a sus padres, en medio de la destrucción de su pueblo. Estuvo a punto de adoptarla, pero Night Shield le quitó la idea de la cabeza, ya que la pequeña ciervo estaría más segura siendo una desconocida para los demonologistas. Pero Sinveria le hizo prometer que le escribiría, y jamás perdieron el contacto.

—No importa —dijo el profesor, sacudiendo la cabeza—. Pero su muerte ha sido una noticia funesta para mi.
—Lo lamento, profesor...
—No fue culpa tuya —le interrumpió el aludido—. Pero quiero saber cómo viviste tú lo ocurrido. ¿Qué ocurrió?
—Pues... lo primero que pasó desde mi llegada fue la segunda noche que pasé ahí. Estuve todo el día ayudando a Sinveria con la traducción.
—¿Cómo la ayudaste, exactamente?

Hope respondió a Aitana, contándole algunos detalles técnicos y mágicos del trabajo que hicieron: usar su magia para debilitar una runa de protección, buscar documentos entre los libros de Sinveria, comprobar datos...

—Lo único que llegamos a sacar en claro, sin hacer todo el ritual, es que el pergamino advertía de algún tipo de peligro, nada más. Lo siento.
—Lo entiendo. Dígame, joven, ¿qué ocurrió aquella noche?
—Salí a tomar algo a una taberna, cerca de la casa de Asunrix. Y... casi no lo recuerdo. Alguien se sentó a mi lado y se presentó, charlamos un rato y después desperté en la cama. Me dijo que se llamaba “Sharp Mind”.
—¿Qué crees que ocurrió, Hope Spell?

El unicornio se sintió incómodo por la pregunta y miró alrededor nerviosamente antes de responder.

—Creo que... me dominó y me obligó a hablar. Debí contarle que había traído el pergamino y que Sinveria lo estaba traduciendo. Obtuvo la información a través de mi, me debió lanzar un conjuro desmemorizante y después me hizo volver a casa.
—¿Qué hiciste entonces?
—Me preocupé, porque Sinveria me había dicho que “los auténticos arqueólogos jamás son demasiado precavidos”. Así que me lancé una protección blanca, pero no tenía magia negra afectándome, por lo que creí que... que...

En vista de que Hope no se atrevía a decirlo, fue Aitana quien completó la frase.

—Que se te había ido la pinza y te lo habías imaginado, o que te habías emborrachado o algo así, ¿verdad?
—Sí —susurró el unicornio verde, con la cabeza gacha.
—Sinveria no era ninguna estúpida, y sabía a qué tipo de magos me enfrento. Si hubieras contado lo que te había pasado ella habría sabido contra qué defenderse. Y hoy seguiría viva.

Hope alzó la cabeza, buscando desesperadamente algo que decir. A pesar de la dura verdad que había dicho Aitana, esta no parecía enfadada.

—Yo... no sabía...
—Es cierto, usted no lo sabía —interrumpió el profesor—. Y con ese desconocimiento juegan los magos negros: casi ningún poni Equestriano conoce la existencia de estas artes y cómo detectarlas: lagunas mentales, tiempo perdido, recuerdos borrosos... Todo eso son signos de que un mago, un demonio o un mago negro pueden haber estado jugando con su mente. No lo olvide nunca, Hope Spell.

Hope murmuró “lo siento” en voz baja y después tomó un trago de licor. Aitana y su padre se miraron rápidamente, y este último asintió. La yegua tomó un trago también y siguió hablando.

—Como te dijo Asunrix, no te culpes, tú no lo sabías. Pero que te sirva de lección si vas a dedicarte a esto. Dime ¿volviste a encontrarte con Sharp Mind?
—Sí, fue... la misma noche del ataque, mientras estabas en el ritual.

Hope hablaba lentamente, tratando de convencerse de que la muerte de Sinveria no había sido culpa suya. Estuvo un rato hasta que logró apartar la cruenta escena que vio en la casa de esta antes de conseguir, poco a poco, enfocar su mente hacia lo que le preguntaban.

—Estaba en otra taberna y Sharp Mind se sentó a mi lado. Al momento sentí la magia negra en mí, pero el hechizo que había lanzado evitó que pudiera dominarme. Me preguntó dónde estabas y yo intenté engañarlo.
—¿Por qué?
—Pues... no lo sé, Aitana. Supongo que fue automático tratar de engañar a alguien que me estaba intentando dominar, ¿no crees? Pero se dio cuenta de lo que estaba haciendo, y siguió hablando conmigo. Me intentó convencer para unirme a la Hermandad de la Sombra, me ofreció poder y conocimiento. Me negué.
—¿Por qué se negó usted, señor Spell?
—¿Que por qué me...? ¡Porque la magia negra es un crimen contra toda forma de vida! ¡Es una magia que se centra en anular la voluntad de otros seres para tu propio beneficio! —Hope miró luego a Aitana, algo ofendido por la pregunta—. Y si vais a preguntarlo: La nigromancia acaba basándose en provocar la muerte de seres vivos para aumentar tu poder, y la demonología en sacrificar personas inocentes para alimentar con sus almas a un demonio. Preferiría estar muerto antes que unirme a los practicantes de estas artes.

Los dos Pones intercambiaron miradas durante un instante ante el arrebato de Hope Spell, el cual bebió otro trago de su vaso, apurándolo. Aitana se lo volvió a llenar, dejando que su padre preguntara a continuación.

—Me alegra oírle decir eso, señor Spell. Dígame, cuando usted descubrió lo ocurrido con Sinveria decidió perseguir a Asunrix. Encuentro que fue un acto insensato, ya que usted tendría muy pocas posibilidades contra cualquier soldado raso, y ninguna contra un maestro de la guerra. Lo que es más, si usted sigue vivo es porque las órdenes de Asunrix eran llevar el pergamino al puerto, y este no necesitó atacarle para cumplirlas.
—Porque quería ayudarlo, quería liberarle, pero no pude hacerlo. Y también quería contar a alguien lo que había ocurrido, que había un mago negro en Cérvidas.
—¿Para qué?
—¡Para detener a Sharp Mind! ¡Había que impedir que hiciera más daño!

Aitana asintió ante lo que oía, calibrándolo tanto con lo que había observado en Hope tanto en Cérvidas como durante el viaje de vuelta. En cierto aspecto era un estúpido idealista, pero dispuesto a sacrificarse por ayudar a otras personas. Tenía bien claro el papel de las artes oscuras en el mundo, y las despreciaba profundamente.

Era justo el tipo de poni que necesitaban.

—Me gusta lo que dices, Hope. Es hora de que empecemos a hablar de lo que vas a hacer en el futuro.

El aludido miró a Aitana, algo emocionado. ¿Iba a aceptar que la acompañara en sus expediciones? Pero algo le decía que no iba a ser tan simple.

—Entre nosotros nos hacemos llamar los “Arqueólogos” —explicó la yegua—, y de hecho casi todos nosotros tenemos reputación en la misma dirección: arqueología, historia, mitología, exploración... Por una parte, profundizamos más en estas materias, buscando los detalles que la historia ha ocultado. Por otra, tener acreditaciones como arqueólogos nos permite acceder a excavaciones, templos y tumbas recién descubiertos para investigar la presencia de seres o artes oscuras. En muchas ocasiones dirigimos los primeros equipos de excavación que llegan a un nuevo yacimiento, o nos colamos en el mismo antes que nadie.
—La antigüedad ha dejado muchos peligros ocultos, señor Spell —continuó el profesor—. Tumbas de demonologistas aguardando su regreso, como Manresht; el escondite de liches, maldiciones atadas a objetos míticos... Durante cientos de años, la orden de los Arqueólogos hemos velado por detener estos peligros antes de que se desataran. Y, al mismo tiempo, hemos sido la segunda línea de defensa contra las artes oscuras: Ahí donde estas se instalaban, a escondidas de la guardia Solar y Lunar, nosotros acudimos. Actuamos en las sombras, en secreto, sin dejar nunca constancia de la existencia de nuestra orden. De vez en cuando la prensa hace eco de nuestras actividades, pero jamás saben bien qué ha ocurrido. El caso más sonado en los últimos años ha sido el de Aitana en los Reinos Lobo.
—Perdone profesor, pero... ¿cuántos Arqueólogos hay?
—Actualmente, y contándonos a Aitana y a mi... cinco.

La cara de Hope Spell se tornó un poema de incredulidad.

—¿Solo cinco ponis? ¿Pero por qué no reclutan a más gente?
—Hope, eres lo bastante listo para saber lo que significa “actuar en la sombras”, ¿verdad? —dijo Aitana sarcásticamente—. ¿Quieres que coloque un anuncio en el tablón de la universidad?

El unicornio verde se quedó en silencio, sin saber bien qué decir a eso. Aitana miró a su padre durante un instante, lanzando a continuación una pregunta que tenía ensayada mentalmente.

—Mi padre llegó a la universidad hace ya quince años, y yo, entre la carrera y el doctorado, he estado en la misma durante diez. Dime, ¿qué sabes de nosotros? ¿Has oído algo de nuestra familia, amigos, parejas...?
—Pues... nunca he sido demasiado cotilla, la verdad. De usted, profesor, no sé nada. De ti, Aitana, bueno... por ahí se dice que... Bueno...

Hope carraspeó incómodamente, ante lo cual Aitana dijo:

—Sí, lo imagino, que soy un polvo fácil o algo por el estilo. Lo sé y me la suda, sinceramente. Pero ya has respondido: mi padre y yo solo nos tenemos el uno al otro, no tenemos más familia o amigos íntimos.
—Eh... vale —Hope, obviamente, no entendía a dónde quería llegar la yegua marrón.
—Señor Spell, Sinveria se protegió bien cuando recibió el pergamino, eso hacía siempre. ¿Cómo superó Sharp Mind todas sus defensas?
—Pues lo hizo dominando a Asunrix...

Y, en ese instante, todas las piezas encajaron en la mente de Hope Spell, pero se negó a poner en palabras lo que estaba deduciendo.

—Esperad, ¿qué me queréis decir?
—Que los magos negros, demonologistas, nigromantes y demás calaña son unos hijos de p*ta que no dudarán en llegar a ti a través de cualquier medio.
—¿Me estás diciendo que mi familia está en peligro?

Hope se levantó, con los ojos abiertos completamente y la adrenalina disparándose por su cuerpo. El profesor Pones habló con voz tranquilizadora.

—No, señor Spell, dudo que estén en peligro ahora mismo. Por favor, siéntese.

Tras unos momentos, el unicornio verde lo hizo, aún visiblemente alterado.

—Usted, de momento, no es importante para ellos. Solo ha sido un estudiante de magia blanca que casualmente logró resistir un hechizo de Sharp Mind; saben que usted ya habrá contado lo que sabe, así que gastar recursos en acabar con usted sería un sinsentido.
—Y menos aún cuando saben que yo vivo cerca —añadió Aitana—. No se arriesgarán a acercarse al lugar donde reside un Arqueólogo a no ser que sea absolutamente necesario: sabemos detectarlos y combatirlos. Sería una imprudencia.
—Pero si usted decide unirse a los Arqueólogos... entonces sí. Usted se convertirá en un objetivo para la Hermandad de la Sombra, y cualquier otro practicante de las artes oscuras. Y su familia estará en peligro.

Hope se quedó sin palabras, eso era lo último que esperaba. Pero era tan lógico que no entendía cómo no se le había ocurrido.

—Si usted se une a los Arqueólogos, señor Spell, le daremos entrenamiento en las artes de combate y el conocimiento acumulado generación tras generación de cazadores de demonios. Le daremos apoyo, y acompañará a Aitana en sus misiones hasta que esté preparado para tomar las suyas propias.
—Pero si quieres unirte a nosotros y proteger a tu familia, vas a tener que separarte de ella.
—Entonces.... —hope bebió un poco mientras recuperaba la palabras—, tendré que renegar de mi familia. ¿Es eso?
—Ojalá fuera tan fácil, Hope.

Este miró a Aitana, ¿que abandonar a su familia era fácil para ella?

—El problema está, Hope, en que a ti ya te conocen. Eres Hope Spell, el unicornio verde estudiante de magia blanca; uno de los líderes de la Hermandad de la Sombra, Sharp mind, te conoce en persona y sabe de dónde eres. Incluso aunque abandonaras Manehattan, aunque cambiaras de nombre, ellos no lo tendrán difícil para encontrar a tu familia y usarla de cebo para atraparte.
—La única solución, señor Spell, si usted decide unirse a nosotros, es que sea su familia al completo quien cambie de identidad.

El campo de levitación con el que Hope sostenía su bebida tembló ligeramente, sacudiendo el vaso de licor; dejó el mismo en la mesa y, a continuación, se levantó para echar a andar en círculos por la sala, con los ojos fijos en el suelo.

—Tengo a mis padres y a dos hermanas pequeñas. Algunos primos lejanos en Fillydelphia, pero tengo poco contacto con ellos...
—La decisión es tuya, Hope.

El aludido miró hizo un par de círculos más caminando antes de preguntar:

—¿Podéis darme unos días para decidirme?
—No. Podemos darte una hora, dos a lo sumo.
—¿Qué? —inquirió el unicornio verde—. ¿Por qué?
—Porque te hemos envenenado.

Hope abrió completamente los ojos mirando a la familia Pones que seguía sentada tranquilamente. Luego se fijó en el vaso de licor que antes se había bebido, y que Aitana ya había rellenado.

—Es un veneno de memoria —puntualizó rápidamente el unicornio anciano—. De hecho no tendrá efecto a no ser que yo haga un hechizo antes de dos horas; le hará olvidar todo lo ocurrido hoy, desde que despertaste.

Hope, aunque indignado, comprendió qué quería decir Atiana por la mañana cuando dijo que “no arriesgaba nada” por hablarle sobre los objetos de su casa.

—Pero... ¿qué demonios es esto? ¿Se supone que tengo que confiar en vosotros, entonces?
—Hope, no seas idiota. El secretismo de los Arqueólogos es lo que nos permite movernos con libertad y no tener puntos débiles. ¿Te crees de verdad que si tuviera malas intenciones, o si dudara de ti, estaríamos teniendo esta conversación?

El profesor Pones se levantó y se acercó al unicornio verde.

—Es raro que mi hija dé un voto de confianza a nadie; usted muestra todas las cualidades que hacen falta para ser un cazador de demonios. Sin embargo es necesario que conozca usted todos los riesgos y sacrificios que implica serlo; la confianza entre nosotros es absolutamente necesaria, y esta no se consigue con mentiras u ocultando información.
—¿Y qué pasa si me niego? —preguntó Hope.
—Mi padre hará el hechizo —respondió Aitana— y caerás dormido. Despertarás dentro de unas horas y yo te diré que he decidido que no quiero que me acompañes, y que vuelvas a tu vida. A partir de ahí, lo que hagas es cosa tuya, no volveremos a inmiscuirte en nuestros asuntos.

Hope Spell volvió a caminar en círculos, cavilando las implicaciones que tenían cualquier decisión que tomara. Unirse a los Arqueólogos le obligaría a alejar a su familia, a hacerles cambiar de vida, y era algo injusto y doloroso. Por otra parte, si rechazaba la oferta, olvidaría todo lo que habían hablado y... probablemente, él empezaría a investigar a los magos oscuros por su propia cuenta, poniendo a su familia en peligro nuevamente. Todo giraba, finalmente, en torno al mismo problema: proteger a aquellos que amaba luchando, o confiando en que otros lo harían por él.

—La decisión es tuya, Hope —dijo la yegua de hocico oscuro—. Nadie te culpará si dices que no.

(to be continued)


------Siguiente mensaje escrito en: 13 Ago 2015, 21:34 . Beep!------

Acabo de fijarme de que ya hace más de un año que empecé este fic... joooooder. Y aún me falta para acabarlo, vamos bien xD.
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor agustin47 » 14 Ago 2015, 01:24

Teniendo en cuenta que hay casi dos meses de diferencia entre un capítulo y otro, que dejes tanto hype es cruel por tu parte :qmeparto:
Los milagros no son gratuitos.

La ignorancia a veces puede significar felicidad, y en este caso, la nuestra resulta ser una verdadera bendición.


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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor Volgrand » 14 Ago 2015, 18:03

Capítulo 13: Los arqueólogos (parte 2)

Spoiler:
Un rápido galopar se escuchó a través del bosque Everfree; la responsable del mismo, una inquieta potrilla de pelaje amarillo y crines rojas adornadas por un lazo, se detuvo entre varios árboles, mirando alrededor con el miedo en el rostro.

—Oh no.... ¡oh, no, no, no, no! ¡Estaba aquí, no puede haber desaparecido!

Escogiendo la dirección que le pareció correcta, la cual no distaba mucho de haber escogido al azar, empezó a galopar entre los árboles desesperada por encontrar una senda. Llevaba mucho rato perdida, y apenas podía ver el sol a través del follaje. Se volvió a detener en un pequeño claro, pero esta vez no pudo reconocer nada alrededor.

—¡No, no, no, no!

Finalmente, asumiendo que estaba irremediablemente perdida, Applebloom hizo lo único que podía hacer una potrilla en su situación.

—¡¿HOLA?! ¡¿ME OYE ALGUIEN?! ¡Applejack, Zecora! ¿Alguien?

Tras unos segundos de silencio no hubo respuesta alguna a sus gritos. La pequeña empezó a desesperarse, notando cómo la luz empezaba a morir, ¿pero cuánto tiempo había pasado en el bosque? ¡No debería haber entrado en el bosque por la tarde, no quería pasar la noche ahí! El silencio la rodeó completamente, amenazador y terrible, como si algo se preparara para atacarla.

Crack.

Hubo un crujido muy cercano a ella. Applebloom dio un salto, gritó en el aire, y galopó a toda velocidad hacia un arbusto cercano, bajo el que se escondió, temblorosa. Nuevamente el silencio se hizo presente, y la pobre potra tuvo hasta miedo de respirar demasiado fuerte. ¿Qué había ahí fuera? ¿Sería un lobo de madera, un oso lunar? ¡O quizá el SlenderPony! Durant unos instantes solo pudo escuchar el martilleo de su corazón en el pecho... hasta que algo apartó el matorral, descubriendo frente a ella dos brillantes ojos turquesa.

—¡BU!
—¡¡WAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAGH!!

Applebloom retrocedió tan rápido como pudo pero, al instante, reconoció la piel y crin con un característico patrón a raya, y los enormes aros dorados que adornaban las orejas de una buena amiga.

—¡Zecora! —gritó la pequeña, aterrorizada y ofendida. La cebra rió ligeramente antes de responder.
—Espero que me puedas perdonar, pequeña Applebloom. Pero no pude evitar hacerte “bú”.

Ya mas tranquila, aunque el corazón aún le golpeaba el pecho a toda velocidad, la pequeña Apple salió del arbusto.

—Iba a verte porque las CMC y yo queríamos ver si estabas en casa para venir a conseguir nuestras cutie marks como... ¡Exploradoras del bosque! ¿Qué, estarás en casa, estarás, estarás, estarás...?

La cebra rió ante el entusiasmo de la pequeña potra antes de hablar con su habitual tono de voz calmado y cantarín.

—Un honor sería para mi contar con la presencia de vosotras tres, pero me temo que el mejor momento este no es.
—¿Qué ocurre, Zecora?
—El bosque está alterado, como si algo lo hubiera atacado. Se está defendiendo y, para eso, sus caminos ha cerrado.
—¡Ah, por eso no pude encontrar la senda! —Zecora asintió a la conclusión de la pequeña— ¿Pero de qué se está defendiendo? ¿Es un monstruo?
—Lo que tu llamas monstruo es un animal poco comprendido. El bosque esconde muchos misterios, nada que ver con un ser enfurecido.
—¿Entonces, qué es?

Casi sin que la pequeña se diera cuenta, ambas se habían puesto a caminar entre los árboles, sin seguir ninguna senda aparente. La cebra encontraba su propio camino a la perfección, lanzando pequeñas miradas a su alrededor para ver señales que la ayudaran a orientarse: la dirección en la que crecía el musgo, la inclinación de los árboles, el viento...

—Lo desconozco, sinceramente. Lo que sí sé, mi pequeña amiga, es que adentrarse hoy en el bosque es algo propio de un demente.
—Eh... pero... —Applebloom dudó, tomando eso como una regañina—. ¡Pero yo no lo sabía!
—En eso tienes razón, y por eso te pido que regreses y de que nadie se acerque al bosque por hoy informes.
—¿Pero cómo voy a ir si estoy perdid...?

Antes de que acabara la queja, el bosque dio lugar a una explanada; frente a ella los árboles se abrían en un gran claro, al final del cual pudo ver el puente de entrada a Ponyville.

—¿Qué? ¿Pero cómo? ¡Si he estado perdida durante horas!
—Solo durante una hora, y dando vueltas como una peonza. Es fácil en el bosque, además, encontrar a una potra chillona —rió Zecora.
—¡Pero...!
—Ve y haz lo que he dicho.

Applebloom se giró para encontrar que su amiga se había dado la vuelta y estaba desapareciendo entre los árboles. Enfadada, hinchó los carrillos, ¡ella quería ver al monstruo! Pero acabó yendo a informar primero a su familia de lo que decía Zecora. Después de todo, no quería que nadie se pusiera en peligro por accidente.

Mientras tanto, Zecora se dirigió a lo profundo del bosque Everfree, siendo pronto engullida por el laberinto de vegetación que conformaba la zona más salvaje del mismo. A medida que avanzaba, la sensación de amenaza y temor que la había invadido a primera hora aquella mañana regresó. El bosque estaba inquieto; una ardilla, temerosa, se asomó de su madriguera, vigilando alrededor antes de volver con sus crías; el follaje de los árboles era más espeso de lo habitual, creando un clima claustrofóbico y aterrador, y varios lugares donde Zecora sabía que solía haber senderos estaban sellados por los arbustos.

Escuchó el crujir de unas ramas cerca de ella; sin temor observó el lugar para ver a un lobo de madera. El enorme y antinatural depredador clavó sus brillantes ojos en la cebra y, tras olisquearla en la distancia, se giró y siguió vigilando. Zecora observó que la criatura mostraba la actitud de un guardián de la manada, pero esta no estaba cerca; el lobo de madera estaba guardando esa sección del bosque.

La cebra cerró los ojos y caminó a ciegas, buscando qué era lo que el Everfree estaba protegiendo. La sensación de inquietud que copaba la atmósfera del bosque era constante pero, tras moverse en una dirección concreta, notó que esta aumentaba. Sabiendo que la fuente del peligro estaba hacia allí, Zecora se dirigió trotando hacia la misma. No tardó en darse cuenta de que se estaba aproximando al castillo abandonado de las hermanas alicornio.

Gritos.

A mucha distancia se escucharon unos gritos que parecían ponis; estos se intercalaron con el rugir de varias criaturas, a cada cual más grande que la anterior.

Fuego.

Grandes resplandores rojizos iluminaron una gran zona del bosque; Zecora galopó hacia el combate, quizá se trataba de un grupo de viajeros perdidos que habían provocado al Everfree sin querer. El sonido del combate duró un par de minutos más, haciéndose más fuerte a cada paso que daba la cebra, hasta que se llegó al claro que daba acceso al antiguo castillo de Nightmare Moon... y observó que el combate había acabado.

No se trataba de viajeros.

Los cuerpos de varios animales se hallaban desperdigados por la zona, entre los cadáveres de media docena de ponis; un oso lunar, gigantesco, resoplaba por el esfuerzo, y su oscura piel perlada con estrellas tenía varias quemaduras recientes. Había también restos de algunos lobos de madera en el suelo, destrozados por una poderosa magia; a Zecora le llamó la atención que uno de estos seres se había marchitado, pareciendo su cadáver una ancestral acumulación de troncos marchitos y desecados.

La sensación de inquietud, en esa zona, se convirtió en un mar de terror antinatural bien conocido para la chamán. El enorme oso gruñó hacia ella, pero la cebra no se inquietó: entonando un gutural cántico en su lengua natal, sacó un bote de sus alforjas y se acercó poco a poco al oso lunar. Este pareció dudar al principio pero, al poco, el extraño cantar pareció infundir algún tipo de entendimiento en la gigantesca criatura, la cual no solo permitió a Zecora acercarse, sino que incluso se agachó y le mostró la zona de su pelaje quemada por el fuego antinatural. La cebra, sin dejar de canturrear en ningún momento, aplicó el ungüento del bote en las heridas del oso. Un ligerísimo gruñido, casi como una exhalación, indicó cómo el producto estaba calmando el dolor del gran animal.

Cuan hubo terminado el tratamiento, Zecora caminó entre los cadáveres de los ponis, estudiándolos con detenimiento. No conocía a ninguno de los mismos. Había tanto unicornios como ponis de tierra; algunos habían caído bajo las mandíbulas de los lobos de madera, la gran mayoría bajo las garras del oso lunar. La chamán se agachó sobre uno de los cuerpos, posando su casco delantero en el mismo y cerrando los ojos. Un instante después se levantó de nuevo, suspirando para sí misma.

—¿Qué te pudieron ofrecer para que tu alma decidieras vender?

Mientras Zecora repetía el mismo proceso en cada cuerpo, unas enormes criaturas surgieron de las sombras del Everfree. Parecidos a un gran lobo, sus pelajes eran marrones o completamente negros, con unos ojos salvajes que brillaban en la oscuridad; sus mandíbulas, inconcediblemente grandes, mostraban dos hileras de colmillos afilados como dagas, y sus patas delanteras acababan en cuatro enormes garras. Los Worgs, lobos de las sombras y los bosques, aparecieron uno a uno, mirando durante un instante a Zecora antes de enfocar sus miradas hacia el castillo, pero no se atrevieron a adentrarse en él. El poder de su antigua propietaria, la misma Nightmare Moon, todavía rivalizaba con el dominio del bosque sobre la zona, y la mayoría de animales no osaban adentrarse en el ancestral edificio.

Zecora se situó en el centro del claro, mientras que el lobo más grande, el macho alfa, la observaba en silencio. Ahí, la cebra se alzó sobre sus patas traseras, extendió las delanteras a ambos lados de su cuerpo, y cerró los ojos, emitiendo un grave sonido constante desde su garganta. Dejó que el mismo invadiera sus sentidos uno a uno: Primero su oído acalló los ruidos del bosque y los animales que la rodeaban; después su cuerpo dejó de sentir el viento y la tierra bajo sus cascos traseros. Lo más complejo del arte de la meditación era el último movimiento: lograr silenciar los instintos más primarios de un ser vivo. Poco a poco dejó de sentir en su hocico el olor de la sangre, el fuego y la muerte; el sentido primordial que le gritaba que se alejara de esa zona, lentamente, fue silenciado, hasta que una oscuridad y quietud totales invadieron la mente de la chamán cebra.

Finalmente, Zecora abrió los ojos al mundo espiritual.

Los espíritus elementales que poblaban el bosque, los mismos responsables de su inestable clima, circulaban por las corrientes salvajes que ellos mismos provocaban con su danza. Espíritus del viento, del agua, de los árboles y las rocas... todos ellos se enlazaban en una aparentemente caótica danza, pero que trasmitía armonía, naturaleza y equilibrio. El bosque Everfree era de los pocos lugares realmente salvajes que quedaban en Equestria, uno de los pocos que se había resistido al artificial orden y paz que caracterizaba la magia de los ponis. Los habitantes de Equestria eran criaturas... interesantes, a ojos de Zecora. Pacíficos y amistosos, animales de manada que confiaban fácilmente en otras criaturas. Y, sin embargo, en ocasiones tan recelosos que huían de lo desconocido, como le ocurrió a ella cuando llegó a las cercanías de Ponyville.

Los conceptos de la vida y la muerte, que tan olvidados tenían los ponis, copaban ese lugar. Los espíritus de los árboles y la tierra se arremolinaban en torno a los animales y plantas muertos, que pronto darían riqueza y nutrientes al lecho del bosque; el viento, movido por los elementales del mismo, transportaba el polen y los olores que los cazadores usaban para localizar a sus presas, estas para evitar ser devoradas, y todos los animales para encontrar pareja en la época de celo.

Con sus ojos espirituales fue siguiendo la danza de varios elementales del aire que parecían dirigirse hacia el castillo de Nightmare Moon... pero se detuvieron abruptamente, cambiando de dirección en el último instante.

No necesitó preguntarse demasiado tiempo qué estaba ocurriendo: Los espíritus que poblaban la zona se agitaron inquietos durante unos instantes, y Zecora sintió una sensación de calor y peligro atacar su propia alma. El castillo abandonado se distorsionó ante sus ojos espirituales, y pronto sintió la presencia de un poder terrible e inmensamente poderoso surgiendo del interior de la antigua construcción.

Alguien estaba abriendo una ventana al Tártaro. Zecora cerró los ojos y, en un instante, todos sus sentidos volvieron al mundo físico.

Toda la zona era una vorágine de magia demoníaca: los lobos se sobrecogieron y retrocedieron, levantando los belfos y gruñendo; el oso hizo lo mismo, mirando alrededor con miedo; los árboles se agitaron cuando cientos de pequeños animales abandonaron sus refugios y corrieron alejándose de la zona. Hacía muchos años que Zecora no presenciaba algo así, y dudaba de que jamás hubiera ocurrido antes dentro de los límites del bosque Everfree.

La chamán no perdió un instante: Rebuscó en sus alforjas de las cuales sacó un pergamino de color rojo, lo desenrolló y escribió una rápida nota antes de volver a guardarlo. Y, a continuación, avanzó unos pasos hacia el origen del portal.

Pero ella no fue la única en hacerlo.

El viento empezó a soplar con fuerza, y los animales dejaron de retroceder; el terror que había activado sus instintos de supervivencia abandonó sus espíritus. El gran oso lunar y los Worgs estudiaron los alrededores, buscando una presa en vez del peligro. Hubo un violento sonido de galope cuando varios lobos de madera aparecieron en la zona, rugiendo hacia un enemigo que todavía no podían ver.

El oso lunar fue el primero en seguir a Zecora, dirigiéndose al precipicio que separaba el castillo del resto del bosque. Siendo demasiado grande para atravesar el diminuto puente, simplemente descendió a las profundidades de la grieta para, después, escalar por el otro lado. Zecora empezó a atravesar la tambaleante construcción de madera, notando la presencia de la magia prohibida con más fuerza a cada paso. Los Worgs y los Lobos de madera siguieron los pasos de la chamán cebra a través del puente, desplegándose alrededor del castillo y entrando a través de puertas, ventanas y aperturas que el tiempo había abierto en los gruesos muros.

El viento se incrementó, y las nubes salvajes se acumularon sobre la ancestral construcción. El bosque Everfree aulló contra aquellos que se habían atrevido a traer al Tártaro a sus dominios.

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El sol empezó a ocultarse sobre una inmensa selva; el irregular terreno, con montañas que sobresalían de la frondosa composición de la misma, creaba la sensación de que se trataba de un mar verde de olas congeladas que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Los ruidos de los animales sonaban por doquier, pero pocos ponis civilizados se habrían aventurado en una zona tan salvaje y alejada del centro de Equestria.

Cerca a un pequeño lago, sobre varios árboles y sostenida con una ingeniosa y caótica mezcla de lianas, maderas, trozos de tela y refuerzos de metal, se encontraba una pequeña cabaña. Y, de la misma, surgía el continuo rugir de un animal moribundo.

El interior era pobre, escueto y funcional: un rincón donde guardar reservas de comida y agua, otro donde almacenar objetos varios, bastantes libros, telas, ropa, mapas... y mucho desorden. Un visitante avispado no habría tardado en seguir el extraño sonido hasta una hamaca sostenida entre dos paredes, y tampoco habría tardado en ver que el supuesto animal moribundo no era otra cosa que una yegua babeante y roncante. De pelaje amarillo, portaba un chaleco y un salacot que le tapaba la cara, protegiéndola de la luz, bajo el cual sobresalía una larga y característica cabellero que se asemejaba a un arcoíris en blanco y negro.

La joven yegua parecía bien adaptada a los sonidos de la selva, ya que ninguno parecía molestarla: ni los gritos de los monos aullantes, ni los cánticos de los pájaros carnívoros que volaban cerca de la cabaña, ni los gruñidos del tigre selvático. Pero hay sonidos que, automáticamente son capaces de poner en alerta al poni más aguerrido.

—¡¡DARING DO!!

La yegua se levantó de golpe, haciendo saltar a su sombrero que, trazando una parábola extrañamente perfecta, cayó en la posición exacta sobre su cabeza. La crin negra y gris se sacudió a un lado y al otro, cuando su propietaria buscó la amenaza. Conocía demasiado bien esa voz. Después desplegó sus alas y se dirigió a una ventana en un corto vuelo.

—¿Qué te pasa...? ¡Woah!

Nada más asomarse vio una inconfundible mano con pelaje azulado dirigirse hacia ella; se agachó rápidamente, esquivándola y evitando ser atrapada. La intrépida exploradora, famosa por sus novelas -de las que muy pocos conocían realmente su veracidad- no perdió un instante en volar a toda velocidad y dirigirse a una frágil pared cercana. En el último instante plegó sus alas y cargó con las patas traseras por delante; la madera crujió y cedió ante el súbito impacto, y Daring Do sintió el gratificante contacto de pelaje, piel y músculo bajo sus cascos traseros. Ahuizotl perdió el agarré y cayó varios metros, antes de encontrar una rama del inmenso árbol con la que detener su caída, desde donde miró con rabia a su enemiga.

—¡Vamos, Ahuizotl! ¿Acaso he ido yo a despertarte de la siesta? Estos no son modales.
—Maldita Daring Do, ¡aunque te hagas la inocente de nada servirá! ¡Sé que lo tienes tú!
—¿Pero de qué hablas?
—¡No mientas, sé que me has robado el Gran Bastón de los Aydara! ¡Lo tenía todo listo para el ritual y TÚ me lo robaste!
—¿Cómo, que ya lo habías encontrado? ¡¿Cómo es que no me lo habías dicho?!
—¡¡PORQUE TÚ ME LO ROBASTE ANTES!!
—¡Que yo no te he robado nada! ¡Estaba durmiendo!
—¡No importa lo que digas, recuperaré el bastón! ¡APRESADLA!

Varios ponis salvajes, enormes y armados con lanzas, entraron en la cabaña. Daring Do echó a volar en dirección contraria, saltando por la ventana y dirigiéndose a la selva; más salvajes la esperaban ahí, preparados para lanzar sus jabalinas. La exploradora hizo un picado sobre el poni más cercano, cayendo con las cuatro patas sobre su cabeza y desequilibrándolo; el resto de ponis no lanzaron sus armas, temerosos de herir a su compañero, momento que Daring Do aprovechó para perderse entre los árboles.

—¡No escaparás, Daring Do! ¡A por ella, mis pequeños!

Mientras alternaba rápidos vuelos y un galope zigzagueante a través de la selva, Daring Do escuchó a su espalda el rugir de varios enormes felinos, coreados por el bufido de un adorable gatito blanco. Maldito gatito, de todos sus hermanos era sin duda el peor. Pero lo más inquietante de todo esto no era que Ahuizotl hubiera encontrado el bastón de los Ay-dara, o que ahora estuviera intentando matarla (otra vez).

Lo realmente inquietante, lo que verdaderamente preocupaba a Daring Do, era que ella no había robado ese objeto milenario. Y, por más que ella siempre lograra desbaratar los planes del gran simio azul, lo cierto es que este no era un rival a subestimar.

Tras unos minutos de huida se detuvo tras un gran árbol, jadeando, escuchando atentamente por si alguien la seguía.

—Al final... —jadeó— el profesor va a tener razón. Tengo que...

Una lanza pasó volando a escasos centímetros de su cara, clavándolse violentamente contra un árbol cercano.

—¡Ahuizotl, no me digas que aún estás resentido porque no te dí el anillo!
—¡ATRAPADLA! —gritó Auithzothl, señalándola y guiando a sus enormes felinos a darle caza.

**·-----·-----·-----**


—Hay algo que no entiendo —dijo Hope Spell, todavía en pie frente a la familia Pones.
—Pregunta.
—Si solo sois cinco, ¿cómo podéis mantener el orden? ¿Cómo lográis combatir a los nigromantes, demonologistas y demás?
—Ellos tampoco son demasiados, Hope —respondió Aitana.
—Pero, si no me equivoco, cualquier mago mediocre puede volverse inmensamente poderoso usando la nigromancia, o haciendo un pacto con demonios. Podría haber decenas de practicantes de las artes prohibidas en Equestria, ahora mismo. No me creo que podáis con todos ellos.
—No le falta razón, señor Spell.

El profesor caminó con su silla de ruedas hasta situarse en el centro de la sala.

—Es cierto que una criatura puede volverse muy poderosa muy rápido haciendo un pacto con el Tártaro, por ejemplo. Sin embargo este poder es una mera ilusión, y si se conocen las técnicas adecuadas, no son rival para un cazador de demonios. Aitana misma, siendo una poni de tierra, ha acabado con muchísimos magos negros y nigromantes, y ha devuelto al Tártaro a cientos de demonios.
—El auténtico problema no son los idiotas que descubren las artes prohibidas —añadió Aitana —, sino aquellos que han estado toda una vida entrenando en las mismas. Lo que tú viste en Cérvidas no era más que un ejército no-muerto reunido por unos cuantos nigromantes mediocres.
—¿Que un ejército capaz de sitiar la capital de Cérvidas es algo “mediocre” para ti? —exclamó Hope, perplejo —. ¿A qué llamas tú un nigromante competente?
—Por ejemplo, a las plagas de Egiptrot.

Hope conocía bien la historia mitológica: un faraón condenó a un gran mago a morir, junto a todos sus familiares y discípulos, por haber usado magia nigromántica para destruir a un ejercito enemigo. El mago juró que por cada ejecución, cientos de ciudadanos morirían a su vez. La amenaza fue ignorada, y así se desataron las plagas de Egiptrot: La plaga de langostas que devoraron los campos de cultivos, la peste que acabó con todos los trabajadores, la noche en que un hechizo mató a todos los primogénitos de las familias nobles, la lluvia de sangre y, finalmente, el alzamiento de los muertos que arrasó el reino.

—Eso es mitología, Aitana.
—¿Recuerdas lo que te conté en el barco, sobre La Gran Purga y El Olvido que instauró Celestia? La verdadera historia de Egiptrot se ocultó y se convirtió en un mito. Lo cierto es que todas esas plagas las hizo un único nigromante con un poder jamás visto.
—Eso... no es posible.

Aitana y su padre fijaron durante un instante la vista en la brújula rota que colgaba del perchero de la casa, junto al chaleco de la yegua marrón.

—Hijo, créeme, lo hemos comprobado en persona. Ocurrió así.

Hope tomó su vaso con magia para beber un poco más, pero luego recordó que estaba envenenado, y lo volvió a dejar. Viendo el gesto, Aitana se levantó y sacó tres nuevos vasos y una botella de sidra que abrió frente a Hope.

—Pero entonces, ¿cómo hacéis lo que hacéis? ¿Les plantáis batalla abiertamente?
—La verdad es que pocas veces —explicó Aitana —. Últimamente todo ha estado muy animado, pero casi todas mis expediciones han sido investigaciones que han concluido antes de que llegara a haber problemas de verdad. Lo que ocurrió en los Reinos Lobo ha sido el primer alzamiento real de un gran demonologista en siglos. Y, ahora mismo, la Hermandad de la Sombra nos lleva ventaja.

—Los magos oscuros, especialmente los demonologistas, actúan a través de cultos menores —añadió el profesor —. Cuando un gran demonologista hace movimientos es a través de otros ponis que creen estar en control de la situación, cuando en realidad están sirviendo a un mago más poderoso sin saberlo.
>>Su objetivo siempre es otorgar poder a algún señor de Tártaro para así obtener sus favores; en otras ocasiones intentan ganar poder ellos mismos para intentar dominar a algún demonio. Nosotros detectamos estos cultos menores, los perseguimos y acabamos con ellos en silencio antes de que lleguen a ser un verdadero problema. Después seguimos las pistas que estos dejan hasta el cultista principal que ha organizado toda la trama.

—Luego están los nigromantes, esos son fáciles de localizar, las señales de su presencia son muy características y no saben esconderse. Los realmente complicados son los putos magos negros, no es nada fácil dar con ellos.

—Usted, señor Spell, —continuó el profesor— entiende nuestro trabajo como un batalla, y no se puede estar más equivocado. Esto es un juego de ajedrez y poder en las sombras: al igual que ellos tienen sus cultos menores, nosotros tenemos informadores, ayudantes, y contactos en toda Equestria y fuera de esta. Un movimiento en falso por nuestra parte puede suponer nuestra destrucción, y el triunfo de los servidores del Tártaro.

Hope Spell se volvió a sentar, con el vaso de fría sidra frente a él. Sabía que pronto tendría que escoger, ¿unirse a los Arqueólogos y perder a su familia, o ignorarlo todo para permanecer con ella? Quería a sus hermanas, las amaba como a nada en el mundo, ¿cómo podía desprenderse de ellas? Quizá... quizá pudiera pensar otra solución. Quizá....

**·-----·-----·-----**


Un bólido de color cian atravesó PonyVille a toda velocidad, sorteando edificios con una agilidad impresionante, dejando tras de sí una estela con todos los colores del arcoíris. El cielo se estaba cubriendo rápidamente con densas nubes grises, y los truenos se dejaban escuchar.

—¡Todos los ponis, escuchad! —gritó Rainbow Dash. El viento creciente revolvió su melena multicolor en torno a su rostro—. ¡Se acerca una gran tormenta, tenéis que volver a casa ya!
—¡Rainbow Dash! —exclamó la alcaldesa llamada Alcaldesa*—. ¿Qué significa esto? ¡No había ninguna tormenta planificada para este mes!

A medida que más habitantes del pueblo se reunían en torno a la yegua azul, muchas voces se unieron a la pregunta de la alcaldesa. Rainbow se giró hacia varios antes de llevarse una pezuña a la cara. “'Busca una promoción en el equipo meteorológico', dijeron. 'Será divertido', dijeron.” Era en esos momentos, cuando tenía que dirigirse a un pueblo exigiéndole explicaciones, cuando la pegaso deportista detestaba los bits extra que le daba esa promoción. Con la potencia de unos pulmones entrenados durante toda una vida de atletismo y vuelo, Rainbow cogió aire y berreó:

—¡¡BUENO, YA VALE!! —el griterío a su alrededor murió de golpe—. Esta es una tormenta del Everfree, ¿entendéis? ¡Es una tormenta salvaje y no podemos controlarla! Ya hemos ido a investigar y es muy violenta, ¡así que mejor que os escondáis!

Hubo un momento de silencio que dejó escuchar mejor el aullar del viento a través de los edificios del pueblo. Entre la multitud Rainbow, por fin, pudo ver la cara de una unicornio lila que conocía muy bien.

—Rainbow, ¿cómo de peligrosa es la tormenta? ¿Basta con que nos quedemos en casa?

Súbitamente, la aludida sintió un inmenso resplandor a su espalda, seguido inmediatamente de la onda de choque y la explosión de un rayo que había caído en el bosque, demasiado cerca del linde del pueblo. La pegaso hizo un gran esfuerzo mental por no parecer inmutada en absoluto: era un momento demasiado épico como para estropearlo pareciendo asustada. Guardando la compostura con terquedad, la orgullosa pegaso miró a la multitud y arqueó una ceja.

Ese simple gesto transmitió sin palabras lo peligrosa que era esa tormenta.

—Bueno, ciudadanos, ya habéis oído: id todos a casa y cerrad puertas y ventanas —ordenó la alcaldesa con inquieta tranquilidad.
—¡Mejor quedáos en el sótano! —añadió Twilight—. Si no tenéis id a casa de algún amigo, o venid a Golden Oaks, Spike y yo tenemos sitio de sobra.
—¡Yo voy a avisar a Applejack! —gritó Rainbow antes de salir volando hacia la granja a toda velocidad.

Poco a poco, los ponis abandonaron las calles, siguiendo las recomendaciones de la jefa del equipo meteorológico. Sobre el bosque Everfree, la creciente tormenta rugía. Twilight, mientras acompañaba a un pequeño grupo de ponis hacia Golden Oaks, se detuvo durante un instante, mirando a la misma.

Notó que el corazón se le disparaba, sintiendo en su conciencia el resquemor de un temor que jamás había experimentado. Se concentró, haciendo que su cuerno brillara ligeramente, y no tardó en sentir una corriente de magia surgiendo del bosque. Una magia que le inspiraba... sentimientos parecidos a la magia oscura que había tenido que usar en el Imperio de Cristal para desvelar los planes de Sombra. ¿Qué podía estar causando...?

—¡Twilight Sparkle! ¿Estás bien?

Dejó de mirar a la tormenta ante la pregunta de la señora Cake. La yegua llevaba a sus dos potrillos en sendas alforjas a la espalda. Pudo ver a su marido en el Sugarcube Corner, clavando tablas en las ventanas.

—Sí... sí señora Cake, estoy bien. ¿Su casa cuenta con sótano? —la madre negó, y Twilight sonrió tranquilizadoramente —. Entonces vamos a la mía.
—¡Oh, querida! ¿Cómo puedo agradecértelo?

Los dos gemelos cake parecían divertidos por el viento que hacía volar las crines de su madre, despeinándola. Twilight rió sinceramente.

—Es un placer, no tiene que hacer nada. Aunque sé que Spike será muy feliz si le reserva un pastel de gemás en la próxima hornada.
—Oh, el pequeño siempre tiene uno reservado, ya lo sabes. Pero en la siguiente me aseguraré de ponerle un rubí extra-grande.

Trotaron hacia la biblioteca de Ponyville y, nada más llegar, Twilight se detuvo boquiabierta. Todas las ventanas habían sido selladas con maderas, pero eso no parecía un trabajo apresurado: Estaban todas bien alineadas, sin dejar un resquicio. Varios ponis estaban entrando, dirigidos por Spike. El pequeño dragón vio a Twilight y la llamó en la distancia.

—¡Spike! ¿Pero cómo has hecho todo esto? —preguntó Twilight al acercarse, sorprendida —. ¡Acaban de avisar de la tormenta!
—Si no he sido y, ha sido...

Completando la respuesta de Spike, una poni rosa apareció súbitamente entre este y Twilight, hablando a toda velocidad.

—¡Hola Twilight! Estaba esta mañana preparando pasteles cuando sentí a mi Pinkie-Sentido, pero este era raro. Porque fue temblor de pelo, pelo lacio, pelo afro, pelo lacio, cosquilleto de pata y orejas aleteantes, ¡tres veces! Pero claro, eso me pasa cuando me voy a mojar por sorpresa, ¡pero no había tanta agua cerca! Entonces fui a preguntar a un Clear Skies, ya sabes la pegaso del equipo meteorológico, y me dijo que no iba a llover. Y yo dije, “uy qué raro”, pero entonces quise ir a ver a Zecora, ¡pero el bosque no me dejó pasar! ¿Te lo puedes creer? Porque entonces...

—Pinkie, un bosque es un bosque —objetó Twilight —. ¡No puede decidir no dejarte pasar!

—Bueno, ¡dah! Es un bosque mágico, y había lobos de madera que querían jugar al pilla pilla. ¡Porque no querían dejarme pasar! ¡Si yo siempre he sido buena con el bosque, siempre recojo los papeles de los caramelos cuando paseo por él! Y entonces volví a sentir al pinkie sentido, pero esta vez era aleteo de orejas, patitas tensas, salto salvaje y cosquilleo de nariz. ¡Y entonces vi que iba a haber una tormenta en el bosque, una muy mala! Así que volví al pueblo para avisar, pero pensé “ese es trabajo de Rainbow Dash, mejor le dejo a ella” y decidí venir a tu casa a tapiar las ventanas. ¡Porque esta noche podríamos hacer una GRAAAAAAN pijamada! ¿Qué te parece?

Twilight, Spike y la señora Cake miraban a la poni rosa murmurando “Eh...” y sin saber qué decir ante tal despliegue de verborrea. Pinkie sacudió su esponjosa cola y de ella salió una enorme gema roja que le pasó a la señora Cake.

—Tenga señora Cake, para el pastel de Spike.

Mientras la poni rosa se metía en la biblioteca, las dos ponis y el dragón se miraron mutuamente antes de exclamar a la vez:

—¡Es Pinkie Pie!

Twilight fue la primera en entrar y, en cuanto lo hizo, tuvo que hacer un esfuerzo para no alterarse al ver la biblioteca con tanto movimiento. Y no se trataba de ponis en absoluto: ¡ardillas! ¡Había ardillas transportando una enorme pila de bellotas una a una en una larga fila hacia el sótano! Vio que varios ratones corrían hacia un periódico, rompían varias tiras de papel y se lo llevaban abajo a su vez. Y, en medio de esa pequeña y adorable vorágine animal, un pequeño conejo blanco dirigía a sus amiguitos pronunciando ininteligibles palabrotas conejiles.

—¿También se ha traído a Fluttershy?
—También se ha traído a Fluttershy —confirmó Spike —. Por cierto, al oso le gusta la miel. Fluttershy dice que cuando pase la tormenta nos traerá más.
—¡¿Cómo que “al oso le gusta la miel”?!

Un enorme eructo resonó desde el sótano por toda la casa árbol. Los gemelos Cake se carcajearon como respuesta.

**·-----·-----·-----**


—Creo que no tengo opción —reflexionó Hope Spell en voz alta —. Amo a mi familia, especialmente a mi hermanas pequeñas más que cualquier cosa en el mundo. No puedo imaginar cómo sería separarme de ellas.

Aitana suspiró en silencio, esperando a que el semental verde rechazara unirse a los Arqueólogos. Una lástima, pero no podía obligarle.

—Entiendo todo el secretismo que traéis, y por qué me haréis olvidar esta conversación si digo que no. Pero me conozco bien, y sé que si mañana despierto sin recordar nada y me dices que no quieres que te acompañe, Aitana... Me pondré a investigar por mi cuenta, y a buscar magos negros en solitario. ¿Qué hago entonces? ¿Me uno a vosotros y me separo de mi familia, lucho en solitario para que acaben descubriendo a los que amo, o me quedo quieto rezando para que no falléis?

El joven unicornio clavó la mirada en el suelo durante unos segundos con expresión serena. El profesor Pones estaba, ciertamente, sorprendido por la madurez que mostraba su estudiante. Los hechos de Lutnia le habían hecho crecer de repente, pasando de ser un inocente poni Equestriano a uno que acababa de conocer los horrores del mundo. Y no solo los había conocido: los había enfrentado y, ahora, estaba a punto de optar por seguir haciéndolo. Hope levantó la cabeza y miró directamente a la familia Pones con sus ojos marrones.

—Acepto. Pensaré qué... hacer con mi familia. Pero acepto.

El anciano gris se levantó y se dirigió hacia Hope, inclinándose ligeramente ante él en señal de respeto.

—Bienvenido a los Arqueólogos, Hope Spell. Mañana empezará tu entrenamiento.

**·-----·-----·-----**

**·-----·-----·-----**




*El chiste en inglés es que la alcaldesa (mayor) se llama Mayor (Mayor, the mayor mare). Para conservar el chiste en español, decidí traducir su nombre (la alcaldesa Alcaldesa).

Espero que la espera haya valido la pena con este capítulo que vale por dos. Vengaaaa, ¿quién quiere conocer a los otros arqueólogos? ¡Que levante el casco!
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor agustin47 » 14 Ago 2015, 20:58

Menudo fail el mensaje anterior. Si llego a saber que ibas a subir la segunda parte tan pronto :qmeparto: que por cierto... *levanta el casco* YO QUIERO YO QUIERO! Me has dejado con muchas ganas de seguir leyendo, aunque he de decir que eso lo haces siempre. Pero esta vez es especial, porque este tipo de momentos en las historias (cuando un personaje se une a una organización) me encanta, sobre todo si hay un entrenamiento de por medio. Y bueno, como siempre, tu narrativa tan característica es un placer para mi, nunca dejas a nadie indiferente. Fantástico capítulo como siempre.
Los milagros no son gratuitos.

La ignorancia a veces puede significar felicidad, y en este caso, la nuestra resulta ser una verdadera bendición.


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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor Volgrand » 15 Ago 2015, 06:35

Gracias Agustin :)
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor McDohl » 15 Ago 2015, 11:46

Yo secundo la moción :3 aunque se puede empezar a deducir algun que otro miembro :sisi3:

Me están gustando especialmente estas partes del fic donde el aspecto aventurero deja paso a una trama mas oscura y de suspense, pero sin olvidar el universo mlp. Y me has hecho acordarme de una de mis obras de teatro favoritas con lo de la taza
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor Volgrand » 20 Ago 2015, 13:59

¡Hola holita amiguitos! Bueno, esto solo es una excusa para crearos un poco más de hype. ¡Ale!

Spoiler:
—¡MAK TAK TOK, MARAK OK PAK! —gritó el poni salvaje.
—¡Diantres!

En la distancia se escucharon gritos de respuesta; los ponis salvajes de la zona empezaron a correr hacia el que había dado la alarma. A cada segundo, más guerreros se unían a la carrera, convirtiéndose al poco en una maraña de pelaje, patas, cabezas y lanzas buscando a su enemigo. Sabían identificarlo: su sombrero de explorador era inconfundible, y era una suerte que lo llevara, porque para los ponis salvajes todos los ponis Equestrianos parecían iguales.

Ya todo el grupo reunido siguieron galopando en la misma dirección hacia la que habían escuchado el grito de alarma; pero una de las lanzas destacó porque empezó a quedarse atrás poco a poco, ya que su portador pasó de un rápido galope a trotar, para acabar deteniéndose. Daring Do, que no llevaba el salacot y había cubierto su chaleco con fango y musgo, observó cómo los salvajes se alejaban al galope de ella. Miró alrededor por si había algún otro guerrero siguiéndola, antes de resoplar y secarse el sudor de la frente.

—La mejor maniobra Imhotep de mi vida —dijo para si misma.

Echó a caminar en dirección al último refugio y, antes de descartarla, usó la lanza para golpear varias lianas. Su salacot cayó desde lo alto de las mismas sobre su cabeza, necesitando solo ajustarlo ligeramente con un casco. Pasó junto al poni salvaje que había dado la alarma, el cual estaba inconsciente con un gran golpe en la cabeza. Una suerte que el muy bobo hubiera decidido acercarse, si hubiera dado la alarma a lo lejos la pegaso amarilla no habría podido despistar a sus perseguidores.


(Escena todavía en construcción, podría cambiar en la versión final)
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