AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][cap16]

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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor agustin47 » 20 Ago 2015, 19:10

Claro, como no había suficiente hype desde el capítulo anterior.
Los milagros no son gratuitos.

La ignorancia a veces puede significar felicidad, y en este caso, la nuestra resulta ser una verdadera bendición.


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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor Volgrand » 22 Sep 2015, 18:54

Buffff. ¡más de un mes!

Estoy en ello de nuevo, el nuevo capítulo está a un 75% de escribirse. Permitidme un spoiler:

Atención: Todo esto es un borrador y podría cambiar parcial o completamente en el producto final.

Spoiler:
—¿Pero qué? ¿Daring Do? —tartamudeó el unicornio, perplejo.
—¡Qué clase de broma es esta!
—Veréis, chicos, aunque me gusta bromear me temo que todavía no tenemos ese tipo de confianza.
—¡Venga ya, ahora nos ataca un personaje de novela! ¿Y qué vas a hacer, lanzarnos un adorable gatito para que nos mate? —exclamó el pegaso, burlonamente.

La exploradora dio un par de pasos, rodeando poco a poco a los dos practicantes de las artes prohibidas.

—Veréis, chicos, mis novelas son muy, por así decirlo, “descafeinadas”. Así que os voy a explicar lo que va a pasar a continuación y que no saldrá en mi próximo libro.

Daring se detuvo y, con una pezuña, señaló al unicornio.

—Primero te mataré a ti, porque eres el más peligroso. Después —añadió, señalando al pegaso— te dejaré fuera de combate y tú me dirás todo lo que quiero saber. Porque, si no lo haces, dentro de poco estarás suplicando que te deje morir.
—Es una pena, Daring Do, siempre disfruté de tus novelas. Pero esto es más importante.

Diciendo eso, el unicornio hechizó, haciendo que su cuerno se cubriera con un aura negruzca. Daring Do no perdió un instante en alzar el vuelo a toda velocidad, hecho que su oponente pegaso imitó.
El hechizo fue lanzado, y la exploradora hizo una rápida pirueta para esquivar el oscuro rayo que le habían lanzado. El pegaso diabolista cargó contra ella, rugiendo mientras sus ojos se llenaban con el poder del Tártaro. Sus cascos delanteros se transformaron en sendas garras de llamas con las que atacó a la pegaso amarilla, la cual se preparó para recibirlo.

Primero descendió solo unos centímetros su vuelo, deteniendo la garra de su enemigo con la pata delantera izquierda.
Después se asió con la misma pata a su cuello para detener su vuelo, girando sobre si misma usando a su enemigo como pivote, agarrándose con las patas traseras al mismo.
Finalmente, movió la pata derecha sobre el ala izquierda del diabolista, retorciéndola con toda su fuerza.

El crujir de la articulación fue coreado por el grito de dolor del pegaso, el cual cayó a toda velocidad al suelo. Daring Do lo soltó y voló haciendo un rápido zig-zag hacia el unicornio. Este intentó conjurar de nuevo, pero antes de que pudiera concentrarse la veloz pegaso lo placó, lanzándolo al suelo e inmovilizándolo. Cuando este alzó la vista se encontró con el rostro de Daring Do mirándolo con una furiosa sonrisa; sus crines grises y negras caían alrededor del mismo, sobre la aterrorizada cara del nigromante. Y ella ni siquiera había llegado a sudar en el combate.

—Vaya, lamento que no todo haya salido como te dije, parece que estoy perdiendo facultades. Dime, nigromante, ¿qué sabes del objeto que llevas? ¿Para qué íbais a usarlo?
—¡No te lo puedo decir! ¡El castigo será peor que mil muertes!

Daring se agachó aún más sobre su derrotado enemigo y clavó la mirada en sus ojos.

—Eso lo comprobaremos pronto, amigo. Tu dios no estará ahí para protegerte.
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor Volgrand » 07 Oct 2015, 23:41

Capítulo 14: La caza

Spoiler:
La selva era, de por si, un lugar intimidante: espesa vegetación que a duras penas permitía avanzar al poni más diestro, animales salvajes y peligrosos, miles de plantas venenosas, y otros muchos peligros inimaginables. Y no hablemos de en qué se convertía un lugar así durante una noche cerrada como era aquella. Aún con todas estas amenazas, había tribus de ponis salvajes que vivían en la misma, las cuales servían a un único señor; un ser que, creían, era un dios en la tierra, por lo que seguían sus órdenes sin duda alguna: Ahuizotl.

Un gran grupo de estos selváticos ponis se había desplegado en busca de la enemiga del gran dios; cubriendo una gran zona permanecían atentos a cualquier ruido o señal de su presencia para dar la alarma al instante. Armados con primitivas lanzas y cubiertos de tatuajes y pinturas tribales, los ponis salvajes eran grandes y fornidos, unos rivales a tener en cuenta. Lo único que les salvaba era que, por alguna razón, siempre capturaban a Daring Do con vida, en vez de intentar acabar con ella en el acto.

Y, desde su escondite entre la vegetación, la intrépida exploradora pensó que era una suerte que ese gran mono azul fuera tan orgulloso que siempre quisiera matarla de lentas e imaginativas formas, dándole siempre una oportunidad para escapar. A veces, Daring Do se preguntaba qué edad debía tener Ahuizotl, ya que su nombre aparecía en las civilizaciones Aydara y Pomaya: en la primera, como una criatura mitológica, un cánido acuático que usaba la mano de su cola para atrapar a sus víctimas y ahogarlas, mandándolas al paraíso. En la segunda, como un gran rey que llevó su reino a convertirse en un imperio antes de la llegada de Celestia y Luna y la formación de Equestria. Pero, si era tan viejo, ¿cómo podía ser tan tonto de no matarla en el acto? Quizá era un jovenzuelo que había adoptado el nombre, pero aún así, si era capaz de encontrar artefactos ancestrales con tanta facilidad debería...

...el tren de pensamiento de Daring Do se detuvo cuando una arcaica punta de lanza se posó en su cuello.

—¡MAK TAK TOK, MARAK OK PAK! —gritó el poni salvaje.
—¡Diantres!

En la distancia se escucharon gritos de respuesta; los ponis salvajes de la zona empezaron a correr hacia el que había dado la alarma. A cada segundo, más guerreros se unían a la carrera, convirtiéndose al poco en una maraña de pelaje, patas, cabezas y lanzas buscando a su enemigo. Sabían identificarlo: su sombrero de explorador era inconfundible, y era una suerte que lo llevara, porque para los ponis salvajes todos los Equestrianos eran iguales.

Todo el grupo siguió galopando en la misma dirección hacia la que habían escuchado el grito de alarma; pero una de las lanzas destacó porque empezó a quedarse atrás poco a poco, ya que su portador pasó de un rápido galope a trotar, para acabar deteniéndose. Daring Do, que no llevaba el salacot y había cubierto su chaleco con fango y musgo, observó cómo los salvajes se alejaban al galope de ella. Miró alrededor por si había algún otro guerrero siguiéndola, antes de resoplar y secarse el sudor de la frente.

—La mejor maniobra Imhotep de mi vida —dijo para si misma.

Echó a caminar en dirección al último refugio que conocía de Ahuizotl y, antes de descartarla, usó la lanza para golpear varias lianas. El salacot cayó desde lo alto de las mismas sobre su cabeza, necesitando solo ajustarlo ligeramente con un casco. Pasó junto al poni salvaje que había dado la alarma, el cual estaba inconsciente con un gran golpe en sien; fue una gran suerte que el muy bobo hubiera decidido acercarse, en caso contrario la pegaso amarilla no habría podido despistar a sus perseguidores.

¿Cómo podía ser que Ahuizotl fuera tan hábil para descubrir tramas de la antigüedad y usarlas en su favor, y sin embargo se rodeara de ponis tan inútiles? Todo esto no eliminaba el hecho de que él era un auténtico genio de las artes oscuras y la mitología: esa especie de cruce entre un mono azul y un perro había puesto el mundo en peligro muchas más veces que cualquier otro ser que se conociera. Muy estúpido para algunas cosas, cierto, pero siempre mantenía unos planes bien calculados, aunque algo apresurados. El que alguien hubiera podido robarle el Gran Bastón de los Aydara sin que ni él ni ella misma se enteraran era algo que le preocupaba. ¿Quién podía haberse adentrado en la selva sin alertar a los ponis salvajes, infiltrarse bajo las mismas narices de Ahuizotl sin llamar la atención, y robar el objeto que tanto ansiaba este en completo silencio? ¿Y por qué? Después de saber de lo ocurrido en los Reinos Lobos, Cérvidas y la Hermandad de la Sombra...

Tenía que averiguar qué había pasado.

No podía volar: sabía que algunos de los grandes felinos de Ahuizotl habrían subido a los árboles para vigilar el cielo; su única opción era caminar. Echó a trotar tan rápido como pudo, pero lo bastante lento como para poder esconderse si se encontraba con algún guardia; tendría que ser rápida y sigilosa si quería infiltrarse en la fortaleza de su enemigo e investigar rodeada de ponis salvajes.

Bueno, no era nada del otro mundo, era fácil engañar a esos guerreros. Solo le preocupaba si el adorable gatito blanco la descubría. Dioses, cuánto odiaba a ese gatito...

**·-----·-----·-----**


Esa noche la luna se teñiría de rojo.

A pesar de la gran distancia que separaba Blotser Ville del bosque Everfree, las nubes de la tormenta que azotaba este último habían cubierto el cielo, eclipsando la luz de la luna menguante. La oscuridad era casi completa y el viento, suave y algo molesto, hacía el suficiente ruido para ensordecer los sonidos más tenues. La mayor parte de ponis equestrianos buscaría quedarse en casa aquella noche, esperando al amanecer; sin embargo, los jóvenes y adolescentes, incapaces de quedarse quietos, solían salir y aglomerarse en los locales y tabernas, buscando diversión y, probablemente, compañía. Algo que Great Knot, residente de esa pequeña ciudad costera cercana a Fillydelphia, sabía muy bien.

Blotser Ville era conocida por su gran playa de arena blanca, su puerto deportivo, y por tener algunos de los mejores clubs para salir de fiesta de esa zona de Equestria. Durante el día solía ser bastante tranquilo, pero por la noche se atestaba con los estudiantes y jóvenes trabajadores que venían desde la gran ciudad en busca de una noche de diversión.

El Pub estaba lleno a reventar: yeguas y sementales bailaban, charlaban, bebían y, en general, disfrutaban de su juventud. Great Knot dedicó un vistazo alrededor, localizando varias yeguas jóvenes de muy buen ver, pero no les dedicó mayor atención.

—Serán ocho bits. El suyo es el de la sombrilla azul.
—Gracias, nos vemo más tarde.

El marinero, de pelaje anaranjado y crines rubias pagó al barman y recogió las dos bebidas, dirigiéndose luego a una mesa un poco apartada. Junto a ella, una yegua de pelaje gris azulado y crines marrones bailaba alegremente al compás de la música. Portaba un traje celeste que le cubría el cuerpo desde las patas delanteras hasta los flancos, tapando parcialmente su marca: Una luna llena. Great Knot tenía que reconocer que era una hermosa y atlética poni de tierra. Lo más atrayente de ella eran sus ojos rosas, que hacían juego con un mechón del mismo color que atravesaba su melena; tenía el cuerpo firme, bien formado y de generosas curvas que le era otorgado como recompensa a alguien dedicado al deporte.

En cuanto se acercó, la joven yegua sonrió y él le dio la bebida; se fijó en que la joven esta estaba masticando algo y, al darse ella cuenta de que la miraba, sacó con un casco un pequeño paquete de caramelos que le ofreció al semental. Este los rechazó, sonriendo, y bebió un trago de su propia copa, gesto que su acompañante repitió a su vez.

—¿Y qué me has dicho que estudias, guapa?
—Filología Equestre —respondió ella, ligeramente sonrojada por el cumplido —. ¿Y usted?
—Yo no estudio, soy marinero —habló él, casi gritando por encima del volumen de la música —. Pero ahora no navego, trabajo en el puerto.
—Debes haber visto mucho mundo, entonces.
—Bueno, he estado en muchos lugares —reconoció él, sonriente—. He visto la inmensidad del desierto de los Reinos Lobo, la belleza de los bosques ciudad de Cérvidas, y la extrañas artes de las cebras en los puertos de Cebrania. Y sin embargo, jamás vi belleza como la tuya, Rise.
—Oh... —ella se sonrojó marcadamente—. ¡No exageres, adulador!

Como respuesta, el semental alzó su copa; Rise hizo lo propio con la suya, chocándola con su acompañante antes de beber ambos un generoso trago. Era un licor suave, dulce y aromático, que dejó un agradable calor en la garganta de la joven yegua. Esta posó su vaso en la mesa y se levantó.

—Tengo que ir al baño, ¿me esperas, por favor?
—Por una yegua como tú, espero toda la noche si hace falta.

Great Knot la observó alejarse, notando como a cada paso la joven empezaba a tambalearse cada vez más. Con tranquilidad, apuró su propia bebida con expresión hastiada. No le gustaba demasiado lo que iba a hacer, pero alguien tenía que hacerlo, en el fondo deseaba que existiera otra manera. En cierta forma, su tarea tenía algunas cosas buenas: el último año había yacido con más yeguas que en toda su vida anterior, por no mencionar el conocimiento y el poder que había conseguido a cambio de sus servicios. Y eso, no era más que el principio.

Al menos esa noche podría divertirse con la víctima antes del ritual.

Con ensayada calma, el semental calculó cinco minutos exactos antes de levantarse y caminar hacia los servicios de las yeguas. Como siempre, había una cola bastante larga, pero en la puerta del baño había algo de alboroto.

—Disculpen, señoritas, ¿han visto a una joven de pelaje azul y crin marrón? Llevaba un traje celeste casi completo, y su marca es una luna llena.
—¡Eh, aquí hay alguien que la conoce! —gritaron como respuesta.

Al instante, Great Knot fue guiado hasta el baño donde vio el motivo de tanto alboroto: Rise estaba inconsciente en el suelo; dos yeguas pegaso le daban aire, mientras otras le mojaban la cara.

—Entró al baño, pero al salir de repente se cayó inconsciente.
—¡Oh, no! —exclamó el semental—. Le dije que la sidra especial Apple era demasiado fuerte, pero aún así bebió de más... Hey, ¡Rise! Venga, despierta bonita.

El gesto era teatral, sin duda, pero lo bastante realista como para que todas le creyeran cuando se agachó y sacudió ligeramente a la yegua inconsciente; a los pocos segundos esta gimió y abrió débilmente un ojo.

—Creo que... be...bí de más...
—Ya lo veo. Venga, bonita, te ayudaré a llegar a tu casa.

Ayudada por otras, Rise intentó levantarse con mucho esfuerzo. Sin embargo, hubo otra yegua que se adelantó.

—Pero esto... ¡esto es raro! Yo la vi entrar y no parecía borracha, pero al salir se desplomó de golpe.
—¿Y qué crees que ha pasado?

Great Knot miró a la joven unicornio que había expresado sus dudas.

—Pues no sé, pero a mi me suena más a...

De pronto, la unicornio se calló; los ojos de Great Knot fueron atravesados por un reflejo rojizo, el cual fue repetido al instante en las pupilas de su interlocutora.

—¿A qué te suena más? —preguntó otra yegua.
—Este... me... me suena más a una bajada de tensión, sí.
—Entonces más razón para que la lleve a casa —respondió Great Knot con una tranquilizadora sonrisa.

Poco después, ayudada por las presentes, Rise logró ponerse sobre sus patas y, apoyada en Great Knot, empezar a caminar siendo guiada por este. El semental agradeció la ayuda y se dirigió a la salida. Nadie más les detuvo en su camino a través del pub, y los vigilantes de la puerta no se sorprendieron al ver a alguien completamente borracho siendo ayudado por un amigo. Great Knot, ya fuera, se encaminó hacia una zona del puerto que conocía bien.

A su lado, Rise Love inclinó ligeramente la cabeza al escuchar un sonido imperceptible al oído común. Giró las orejas hacia el origen del mismo y, sin reaccionar, se dejó guiar por su acompañante.

**·-----·-----·-----**


Daring Do no necesitó llegar al escondite de Ahuitzol: las pistas aparecieron frente a ella.

En medio de la noche, a través de la jungla, el griterío de un gran grupo de ponis salvajes la hizo esconderse a toda prisa. A los pocos segundos, los responsables del escándalo pasaron galopando frente a ella, portando antorchas, lanzas y otras armas rudimentarias... pero pasaron de largo. Con sus escasos conocimientos del dioma natal de los ponis salvajes, la pegaso de pelo negro y gris reconoció la palabra “enemigo”, “guerra” y “muerte”. Si la buscaban a ella, Ahuitzol había ordenado... ¿matarla? ¿Por qué? Si el gran mono azul creía que ella tenía el bastón de los Aydara, no ordenaría matarla, ¡eso no tenía sentido!

Daring Do salió de su escondite y siguió al grupo volando a poca altura sobre el rastro despejado de vegetación que habían dejado los salvajes tras de sí, para no hacer ruido con sus pasos. Sin embargo, al poco tiempo, la exploradora se detuvo al ver algo extraño a su alrededor.

Había varios árboles que se habían vuelto grises, secos y marchitos; el olor a madera quemada llegó hasta ella, y no tardó en ver varias zonas de vegetación parcialmente carbonizadas. Fue entonces cuando, junto a un arbusto quemado, vio el primer cadáver de un poni salvaje: una expresión de auténtico terror enmarcaba su congelado rostro, el cual reposaba sobre un barro formado a partes iguales por la tierra del suelo y su propia sangre.

Junto a él, otro poni salvaje estaba inmóvil, apoyado contra un árbol; de hecho, su pecho había sido atravesado por una lanza que lo mantenía sujeto al tronco. Daring Do notó que el arma asesina era, de hecho, de manufactura tribal. Y si algo había aprendido la pegaso de los seguidores de Ahuitzol es que estos jamás se atacaban entre sí. Movida por la necesidad de saber qué había pasado, se acercó poco a poco para estudiar el cuerpo. Sin embargo, se detuvo a un paso del mismo.

—Eh, tú. ¿estás muerto?

Al instante, la lanza y el propio árbol se sacudieron cuando el cadáver sujeto entre ambos se movió rápidamente; gruñendo y gimiendo, alzó sus cascos hacia Daring Do tratando de atraparla. Pero la exploradora, veterana en este tipo de sorpresas, se había puesto fuera de su alcance. Cosa que el otro poni salvaje no hizo, por lo visto, lo cual le dejaba claro que tenía a dos enemigos de los que preocuparse.

Primero, Daring Do asió la lanza con la boca y la arrancó de un fuerte tirón. Con un tremendo crujido, el arma se desclavó del tronco, liberando al zombie. Después saltó hacia atrás y, usando sus alas, hizo una parábola en el aire que acabó justo encima del otro poni salvaje muerto; usando el propio impulso del vuelo, la pegaso clavó la arcaica lanza en la sien del cadáver, ahora no-muerto, el cual se sacudió por última vez con movimientos espasmódicos.

El primer zombie, ya libre del árbol, avanzó hacia la pegaso en un errático caminar, emitiendo hambrientos rugidos. Esta usó la lanza para darle una rápida sucesión de golpes que, finalmente, lo lanzaron al suelo, donde lo remató atravesándole el craneo.

Sin inmutarse, Daring Do dejó la lanza y aguzó los oídos. Había muy poco ruido en la selva, descontando el que hacía el ejército salvaje que había visto antes; eso significaba que el nigromante no estaba lejos.

Entonces escuchó a los ponis salvajes emitir a la vez un gran grito de guerra. ¿Lo habían encontrado? La pegaso desplegó sus alas y voló a gran velocidad entre los árboles, siguiendo la senda que los guerreros habían abierto anteriormente. Poco a poco, los gritos de los ponis, el rugir de los zombis y el chocar de las armas se fue haciendo más y más claro a oídos de la exploradora.

La sofocante temperatura selvática cayó a toda velocidad, hecho que Daring Do identificó de inmediato: Sin perder un instante se echó a un lado y se cubrió tras un árbol. El frío se intensificó hasta volverse casi insoportable, como si una corriente de aire helado estuviera atravesando la selva y convergiendo sobre un único punto. Cuando este efecto acabó, el silencio cayó sobre el salvaje bosque, sintiendo Daring Do que le faltaba el aire.

Y la muerte acudió.

Una fría explosión expansiva recorrió la selva, zigzagueando entre la vegetación y marchitándola a su paso. El efecto duró unos segundos, en los que Daring observó cómo las plantas más pequeñas morían a su alrededor, y los árboles más grandes veían sus troncos dañarse ante el impacto de la magia nigromántica, crujiendo y cayendo a medida que el terrible hechizo nigromántico los mataba sin misericordia; unos pocos segundos después todo volvió a la normalidad, y la intrépida exploradora soltó aire poco a poco, volviendo a respirar sin dificultad.

—Si esto es lo mejor que puede hacer, estoy de suerte —susurró con una sonrisa.

Echó a volar de nuevo, yendo hacia el epicentro del hechizo, y frente a ella la selva dio paso a una zona de vegetación poco densa que, a causa de la magia, se había convertido en un pequeño claro. Los ponis salvajes, aquellos que habían sobrevivido, huían de forma desperdigada o luchaban aterrorizados contra sus hermanos, ahora convertidos en no-muertos. Alejándose de la batalla, un pegaso y un unicornio caminaban con calma, este último portando un gran objeto macizo con su magia. Daring Do aterrizó sin pretender ser sigilosa.

—Vosotros dos no sois de aquí, ¿verdad?

Los dos ponis se giraron y, mientras sus rostros se tornaban en expresiones de incredulidad, Daring identificó a sus enemigos: El unicornio era, obviamente, el nigromante. El pegaso tenía el inconfundible brillo rojizo del poder demoníaco reflejado en sus ojos.

—¿Pero qué? ¿Daring Do? —tartamudeó el unicornio, perplejo.
—¡Qué clase de broma es esta!
—Veréis, chicos, aunque me gusta bromear me temo que todavía no tenemos ese tipo de confianza.
—¡Venga ya, ahora nos ataca un personaje de novela! ¿Y qué vas a hacer, lanzarnos un adorable gatito para que nos mate? —exclamó el pegaso, burlonamente.

La exploradora dio un par de pasos, rodeando poco a poco a los dos practicantes de las artes prohibidas. Si acaso ese imbécil supiera en cuántos apuros la había metido ese gato...

—Veréis, chicos, mis novelas son muy, por así decirlo, “descafeinadas”. Así que os voy a explicar lo que va a pasar a continuación y que no saldrá en mi próximo libro.

Daring se detuvo y, con una pezuña, señaló al unicornio.

—Primero te mataré a ti, porque eres el más peligroso. Después —añadió, señalando al pegaso— te dejaré fuera de combate y tú me dirás todo lo que quiero saber. Porque, si no lo haces, dentro de poco estarás suplicando para que te deje morir.

Hubo unos segundos de silenciosa incredulidad; primero fue el unicornio el que empezó a reír, seguido por su compañero pegaso.

—Es una pena, Daring Do —dijo el nigromante—, siempre disfruté de tus novelas. Pero esto es más importante, me temo.

Diciendo eso, el unicornio hechizó, haciendo que su cuerno se cubriera con un aura negruzca. Daring Do no perdió un instante en alzar el vuelo a toda velocidad, hecho que su oponente pegaso imitó.

Una oscura saeta de magia oscura fue disparada; la exploradora plegó sus alas durante un instante, cayendo durante ese mismo tiempo y esquivó el ataque. El pegaso diabolista cargó contra ella, rugiendo mientras sus ojos se llenaban con el poder del Tártaro. Sus cascos delanteros se transformaron en sendas garras de llamas con las que atacó a la pegaso amarilla. Esta solo necesitó un rápido vistazo para localizar sus puntos débiles y prepararse para combatirlo.

Primero descendió solo unos centímetros su vuelo, deteniendo la garra de su enemigo con la pata delantera izquierda.
Después con la misma pata y usando la inercia que llevaba, se asió al cuello del diabolista, girando sobre si misma usando a su enemigo como pivote, golpeándolo desde abajo con las patas traseras y agarrándose a él completamente.

El diabolista perdió todo el aire de lo pulmones y, en un instante, se encontró volando de espaldas sin control; intentó estabilizarse pero, entonces, se dio cuenta de que Daring Do había trabado su ala izquierda con una pata, mirándolo a los ojos con una indescriptible sonrisa.

El crujir de la articulación fue coreado por el grito de dolor del pegaso, el cual fue proyectado por la Arqueóloga contra una formación rocosa cercana.

Daring Do dejó caer a su enemigo hacia la muerte y voló haciendo un rápido zig-zag hacia el unicornio. Este intentó conjurar de nuevo, pero antes de que pudiera concentrarse la veloz pegaso chocó contra él, placándolo contra el suelo. Cuando este alzó la vista se encontró con el rostro de la, como ahora sabía, Cazadora de Demonios, mirándolo con una furiosa sonrisa; sus crines grises y negras caían alrededor del mismo, sobre la aterrorizada cara del nigromante. Y ella ni siquiera había llegado a sudar en el combate.

—Vaya, lamento que no todo haya salido como te dije, parece que estoy perdiendo facultades. Dime, nigromante, ¿qué sabes del objeto que llevas? ¿Para qué ibais a usarlo?
—¡No te lo puedo decir! ¡El castigo será peor que mil muertes!

Daring se agachó aún más sobre su derrotado enemigo y clavó la mirada en sus ojos.

—Eso lo comprobaremos pronto, amigo. Tu dios no estará ahí para protegerte.

Poniendo punto y final a esa conversación, la pegaso se encabritó y golpeó con las pezuñas delanteras el cuerno del unicornio con todas sus fuerzas. Este notó un tremendo dolor en el mismo, y trató de revolverse en vano. Un segundo golpe hizo que casi perdiera el sentido por el dolor.

Lo último que vio fue a Daring Do encabritarse por tercera vez. Con el último golpe, un horrible crujido ocurrió sobre su cráneo y todo se fundió en negro.

**·-----·-----·-----**


La joven yegua hacía rato que se había quedado inconsciente, por lo que Great Knot cargaba con ella sobre su lomo.

Nada más entrar en la zona portuaria, el gran semental se desvió del camino y entró en los callejones que unían la parte trasera de los grandes almacenes donde se almacenaba la mercancía. Se detuvo en varias ocasiones en rincones oscuros que conocía bien, asegurándose de que nadie le había seguido. Con cada nuevo cruce, la luz se volvía más y más tenue, a medida que se adentraba en rincones tan apartados que los servicios municipales no se molestaban siquiera en ir a arreglar las lámparas fundidas. En esos lugares, raramente acudía nadie a altas horas de la madrugada.

Revisando una última vez que nadie le había seguido, Great Knot se acercó llamó a una sencilla puerta de madera. Unos segundos después, una mirilla se abrió en la misma, tras la cual una yegua entrada en año lo observó.

—¿Santo y seña?
—Perejil —respondió el marinero.
—¿Traes a otro? ¿Vienes solo?
—Sabes que si no fuera así no habría venido. Una joven poni de tierra.

La mirilla se cerró y se pudo escuchar el ruido del metal contra la madera cuando un gran pestillo fue retirado para abrir la puerta. La yegua al otro lado se apartó para dejar pasar a Great Knot, estudiando a la joven que el marinero portaba a su espalda con una mirada evaluativa.

—Una joven realmente hermosa, el señor estará satisfecho con ella.
—Por supuesto.
—La próxima vez deberías intentar traer una unicornio. La magia natural de sus almas es útil para el sacrificio.
—Entendido, no hay problema. ¿Cuánto tiempo tenemos hasta el ritual?
—Ocurrirá en seguida —respondió la yegua—. El último sacrificio está a punto de concluir, el potro que nos trajiste no no aguantará mucho más castigo.
—¡Qué pena! —respondió Great Knot—. Esperaba poder divertirme un poco con ella —añadió con una cruel y lujuriosa sonrisa.

Al fondo de la sala había una puerta que daba a una escalera descendente y, desde el fondo de la misma, Great Knot podía sentir el poder demoníaco que se filtraba. Se encaminó a la misma, con Rise todavía inconsciente a su espalda, siendo pronto engullido por la oscuridad; el poder del Tártaro se hacía presente con más fuerza a cada paso. Great estaba un poco fastidiado de que el ritual ya fuera a acabar; uno de los placeres que tenía con ese trabajo era dar rienda suelta a sus más oscuras fantasías con cada yegua que capturaba. Parecía, sin embargo, que no iba a ser el caso en esa ocasión.

Rise se movió débilmente sobre su lomo.

—Tranquila pequeña, ya estamos llegando.
—Esta... es... ¿tu casa?
—Claro que sí, no te preocupes.

Desciende hasta el fondo del sótano, el cual conecta con una gran caverna. Ahora el cántico del culto ya es audible, así como un débil sollozo; los cultistas, todos ellos ponis, forman un círculo en el centro del cual hay un altar de obsidiana.

—Sabía... sabía que me llevarías a...
—A casa, claro preciosa —dijo Great Knot sin prestar atención a la yegua con la que cargaba.
—Sabía de las...
—Salve, Great Knot —saludó uno de los cultistas, un pegaso —. El Señor de las Sombras estará contento con el sacrificio que le traes.
—Salve, hermano.

Iban a seguir hablando, pero Rise no paraba de hacer lo propio y de moverse sobre su lomo. Great se revolvió, hastiado.

—¿Quieres estarte quieta?
—Va.... vale. Es que no sé dónde estamos...
—Claro, guarida, todo acabará en seguida, preciosa. Hermano, ¿la llave de la celda?

El pegaso sacó la susodicha llave de entre sus ropajes y se la tendió a Great Knot, el cual la cogió con los dientes. Después se encaminó hacia las celdas; a medida que se adentraban entre los pasillos del subterráneo el aire se enrarecía, y el olor a la sangre, oríny heces se hacía cada vez más fuerte. El semental ya se había acostumbrado al mismo, y solo lamentaba que no fuera a tener tiempo para divertirse con Rise, era una yegua realmente hermosa. Esta se volvió a sacudir ligeramente sobre su espalda, emitiendo una suave risa a continuación.

—No puedo creerlo...
—Ya, claro. ¿El qué? —preguntó el semental.
—Que haya sido tan fácil.

El marinero acababa de abrir la puerta de la celda cuando Rise Love dijo esas palabras.

—Sabía que me traerías —continuó Rise, a medida que su voz ganaba fuerza—. Podía oler la sangre en ti, Great Knot.
—¿De qué estás hablando?

El aludido se giró hacia Rise pero, para su sorpresa, notó algo extremadamente afilado posarse en su yugular. Asido a la pata de la yegua, oculto bajo el traje, un resorte había sacado una larga cuchilla; los ojos de la poni, que tan atractivos le habían parecido antes, ahora se habían tornado fríos, de pupilas alargadas y afiladas, mirandolo como un dragón hambriento.

—Batpony...
—Solo tuve que tomarme un antídoto antes de probar tu copa.

Las ideas se enlazaron a toda velocidad en la mente del marinero cultista: La caída del culto de los Reinos Lobo, el caramelo que se estaba comiendo Rise, cuando se fue al baño y se hizo la inconsciente... todo había sido un truco. Había caído en su emboscada.

Ese fue su último pensamiento antes de que la daga le arrebatara la vida, y su alma fuera condenada a pagar el trato que había hecho con el Tártaro.

Rise Love saltó al suelo suavemente, tapando la boca del cultista con una pezuña y dejando que muriera en silencio. Miró a su alrededor, usando a la vez su afilada vista y sus ultrasonidos para escanear la zona, asegurándose de que estaba a solas. A través de los pasillos podía escuchar los cánticos, cada vez más fuertes, acompañados por el decreciente sollozo del potro que iban a sacrificar. No tenía mucho tiempo.

Trotó en silencio hacia el altar, deteniéndose en las sombras antes de que los cultistas ahí congregados se dieran cuenta de su presencia. Contó al menos una veintena de los mismos, habiendo sobre todo unicornios y pegasos en esta ocasión. Eran muchos, incluso para ella. Tenía que esperar solo un poco más, y entonces podría...

El oscuro cántico alcanzó su clímax; Rise se asomó para ver cómo el maestro de la ceremonia levantaba una ornamentada daga sobre el altar. Aunque no podía ver a la víctima debido al círculo de cultistas, sí que escuchó al potro gritar.

Rise Love salió de su escondite, alzando la pata delantera izquierda. La manga sobre la misma estalló en jirones de tela cuando un pequeño aparato bajo el mismo se destensó violentamente.

El culto al completo guardó silencio cuando el maestro de ceremonias se derrumbó, con un proyectil de metal clavado profundamente en su cabeza.

A medida que los cultistas se giraban, todavía en shock para mirar a la yegua que habían creído sería su siguiente sacrificio, Rise abrió la boca, mostrando ligeramente sus colmillos, y emitió un sonido casi imperceptible.

“La caza ha comenzado”.

Al instante hubo una explosión escaleras arriba, seguido del grito de la unicornio que guardaba la puerta que daba al exterior. Hubo una orden gritada; los unicornios cargaron su magia, y tanto ponis de tierra como pegasos corrieron hacia Rise Love. La agente Lunar forzó sus alas bajo el fino traje que la cubría, destrozándolo y revelando su naturaleza como batpony. Y en ese momento lo vio:

Pelaje púrpura, crin negra, alas pequeñas e inclinadas en ángulos imposibles. Era un potro, no debía llegar a los diez años, estaba ensangrentado y encadenado al altar. El tiempo se ralentizó para la batpony grisácea, la cual sintió cómo sus sentidos más racionales dejaban paso al puro instinto de un cazador.

Una voz que solo podían percibir los batpony llegó hasta sus oídos; escuchó cómo dos de sus hermanos, también Cazadores Batpony, descendían por la escalera volando a toda velocidad.

—¿Cuántos supervivientes necesitas?
—Solo uno, y el potro.


Esas fueron las últimas palabras de Rise Love antes de dejar que el instinto la dominara por completo. Como un gato enfurecido, la Cazadora Batpony retrocedió unos metros y se posó en el suelo, bufando y mostrando sus colmillos al completo. En vez de esperar a la carga, como los cultistas imaginaron, tomó impulso y saltó contra los pegasos que ya estaban llegando a ella; al mismo tiempo que pasaba entre los mismos, se escucharon varios chasquidos; cuatro pegasos cayeron al ser atravesados por varios proyectiles metálicos, al igual que había ocurrido con el maestro de ceremonias. Los pocos que quedaron en el aire no fueron rival para Rise Love.

Los ponis de tierra cultistas, viendo lo ocurrido, retrocedieron junto a los magos, los cuales seguían preparando su magia. Rise se posó en el suelo, al igual que otros dos batponies que aterrizaron a su lado.

Los unicornios terminaron su conjuro, y un círculo de fuego apareció en el suelo. Dos grandes demonios de la destrucción, como un caótico cruce entre un gran perro y un lagarto, surgieron del mismo. Varios ponis vieron unas pequeñas bolas de madera rodar por el suelo, antes de que explotaran en una deflagración de humo negro como la noche.

Lo último que vieron antes de que el mismo ocultara toda visión, fueron tres pares de afilados ojos brillando en la oscuridad, los cuales se cerraron por completo cuando los batponies dejaron de usarlos para guiarse puramente como los murciélagos.

Los gritos empezaron a continuación.

**·-----·-----·-----**


La batalla apenas duró unos minutos.

El humo había empezado a caer por su propio peso, deshaciendo la oscuridad artificial en la que se había desarrollado el combate. Rise Love caminó poco a poco por la estancia, entre los cadáveres de los cultistas que estaban siendo revelados poco a poco. Su cuchilla estaba cubierta por la sangre de los seguidores del Tartaro, al igual que sus patas delanteras. La Cazadora Batpony tenía, además, un corte en la mejilla y otro más en el costado.

Hubo, entre los pasillos, un moribundo grito de piedad que rápidamente fue acallado por el inconfundible sonido del metal contra la carne; sus hermanos estaban acabando con los remanentes del culto. Aunque este había sido mucho más duro que el que ella había encontrado en los Reinos Lobo, lo cierto es que todavía era muy débil. Estaban lejos de su auténtico objetivo.

Pero en ese momento, Rise Love no podía pensar en su objetivo. Caminó hacia el centro de la estancia principal, donde un gran pedestal de obsidiana se alzaba. Y, sobre él, el potro pegaso seguía encadenado. Rise no tardó en escuchar su respiración. Con rápidos movimientos usó su cuchilla para forzar los grilletes y liberarlo, tomándolo en sus patas a continuación. El pequeño despertó de golpe al notar el movimiento y empezó a luchar con debilidad.

—No... ¡no! Por favor... —sollozó.
—Tranquilo, pequeño. Todo ha pasado.

La voz de Rise era increíblemente dulce, cálida y tranquilizadora. Se pasó una de las patas delanteras sobre el pelaje limpio de su lomo, para librarla de los restos de sangre, y acarició suavemente al potro. Rise le habló con calma, con una ligerísima sonrisa, sin mostrar sus colmillos.

—Ya nadie te hará daño.

El pequeño alzó la mirada, observándola con expresión incrédula; tardó unos largos segundos en creer que no era una mentira pero, cuando lo hizo, sencillamente enterró su cara en el pelaje grisáceo de Rise Love. Ella lo abrazó con fuerza cuando el potro se echó a temblar, soltando entrecortados hipidos, demasiado débil como para gritar el dolor que había sufrido. La propia Rise sentía la ira crecer en su interior, amenazando con hacerle perder el control.

Los pasos de uno de sus hermanos de caza se acercaron.

—Rise, ¿estás bien?
—¿Tenemos al superviviente? —preguntó ella secamente.
—Sí. Es el que hacía la veces de segundo líder, el primero era el maestro de ceremonias que tú mataste.
—Sacadle la información —ordenó Rise—. Averiguad para quién trabajaba este culto, con quién se comunicaban, qué otros cultos existen. Usad cualquier medio.

El otro batpony se acercó más, poniendo un casco sobre el hombro de la yegua.

—Sácalo de aquí, Rise Love. Ya has hecho bastante, y no quieres ver lo que hay dentro. He mandado un mensaje a la Guardia Lunar, enviarán un equipo médico.

La yegua miró a su compañero, interrogativa.

—¿Qué más hay dentro?
—Muchos de los desaparecidos de La Diosa. Muchos como él —añadió, señalando al potro que todavía lloraba.

Rise Love asintió, comprendiendo en parte por qué le pedían que saliera. No necesitaba más razones para odiar a los diabolistas, ya había visto suficiente, y no podía permitir que su odio la cegara. Con paso tranquilo ascendió por las escaleras; la entrada había sido abierta con explosivos, y la unicornio que la guardaba formaba parte de un sangriento mosaico en la pared.

En el exterior, la luna estaba casi completamente cubierta por las nubes, pero la tormenta parecía estar remitiendo. La batpony observó al pequeño que todavía se asía a sus brazos con los ojos cerrados y llorando a mares en silencio. No pudo evitar ver la similitud con sus propios hijos, al verlo tan débil y vulnerable. ¿Cómo podían existir semejantes monstruos? ¿Cómo podían existir ponis capaces de hacer que ella, una asesina de élite, perdiera el control?

Jamás habría imaginado que la investigación de un nigromante, Dark Art, la llevaría a meterse de lleno en una trama de cultos diabolistas que parecía extenderse por varios países. Y si esto era así, ¿qué relación tenía Dark Art con los mismos, con el Señor de las Sombras? ¿Qué pintaba un nigromante en un culto diabolista? Y, sobre todo, ¿tenía todo esto algo que ver con el ataque no-muerto de Lutnia?

Demasiadas preguntas en el aire, un misterio que apuntaba a la existencia de una trama mucho mayor. Y, por su experiencia tratando con organizaciones criminales, Rise Love imaginaba que solo había cortado dos cabezas de la hidra; la Hermandad de la Sombra seguía ahí, en algún lugar. Hallar el corazón de la misma no sería nada fácil.

El potro que sostenía soltó un gran hipido, llorando con más fuerza, y moviéndose muy poco a poco debido al dolor del sinfín de torturas que había sufrido. Ese fue simple gesto selló el juramento de Rise Love de seguir su investigación hasta el final.

Se sentó en una esquina de la calle, abrazando al pequeño para protegerlo del frío. Y, con una voz sorprendentemente dulce y cálida, le cantó la misma nana que su madre le había cantado cuando era pequeña. La misma que ella le había cantado a sus propios hijos.

Come little children, I'll take thee away.
Into a land of enchantment.
Come little children, the time's come to play,
here in my garden of shadows.

Follow sweet children, I'll show thee the way
Through all the pain and the sorrows.
Weep not poor children, for life is this way,
murdering beauty and passions.


Ya podía escuchar el aleteo de los guardias en la distancia, y el sonido de la madera de un carro aéreo. No habían tardado demasiado. Ahora mantendrían lo ocurrido en secreto, para evitar que el pánico se desatara en la sociedad Equestriana. Quizá era lo mejor.

Hush now, dear children, it must be this way
too weary of life and deceptions.
Rest now my children, for soon we'll away
into the calm and the quiet.


Escuchó la llamada hipersónica de un batpony, a la cual Rise respondió, cortando la canción durante un instante. Tres batponis, guardias nocturnos, aterrizaron frente a ella. Portaban sendas armaduras de color violáceo. Rise les indicó que no quedaban enemigos, por lo que los tres guardia se adentraron en la guarida del, ahora extinto, culto de la ciudad.

Rise siguió cantando.

Come, little children, I'll take thee away,
into a land of enchantment.
Come, little childre, the time's come to play...



En ese instante, tres pegasos lideraron un carro a lo largo de la calle para aterrizar tan suavemente como pudieron. Del mismo salieron varios guardias, unicornios y ponis de tierra, con símbolos que los identificaban como sanitarios.

Here in my garden of shadows.

Rise Love se levantó y les entregó al potro, el cual fue introducido en el carro donde empezó a recibir tratamiento por sus heridas, entre exclamaciones de horror de los curanderos.

Uno de ellos preguntó a Rise Love qué había ocurrido, pero no recibió respuesta. Cuando se giró, solo la silenciosa y oscura calle se alzaba ante él.
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor Volgrand » 08 Oct 2015, 02:41

Artistas, os comisiono porque me dibujéis a Rise Love en el momento que ya ha roto su traje. En serio. PEro quiero un artista que se haya leído la escena, no describir yo lo que tengo en mente.
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor agustin47 » 08 Oct 2015, 20:12

Oh, sí, un capítulo, genial... No, espera... No. No. NOOOOOOOOOOOOOOO!!!!! Hope Spell T.T Bueno, coñas de lado, gran capítulo como siempre, aunque como ya digo, una pena que no haya nada sobre Hope Spell y Aitana, ya les tocará, paso a paso. Tenemos mientras la cacería de los batpony, que es muy interesante la verdad. Daría miedo tener que enfrentarse a eso... Y bueno, Daring Do a su rollo, en la selva como siempre :qmeparto: a ver como sigue esto, el hype a flor de piel como en cada capítulo :qmeparto:
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La ignorancia a veces puede significar felicidad, y en este caso, la nuestra resulta ser una verdadera bendición.


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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor Volgrand » 08 Oct 2015, 20:16

Tenemos mientras la cacería de los batpony, que es muy interesante la verdad. Daría miedo tener que enfrentarse a eso... [/quote]

EEEyup. Ese es el sentimiento que quería transmitir n_n
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor Volgrand » 22 Nov 2015, 23:08

Aún me falta, la musa no me acompaña últimamente. Pero el gran KITT2000 se está encargando de escopetearla de vuelta. ¡Gracias!

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Qué bonica que es Rise Love, toa psicópata ella :_)
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor Sr_Atomo » 22 Nov 2015, 23:35

Está genial. Kitt es un crack, y ha hecho a Rise Love tal como debe ser :P
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Échale un vistazo a mi fanfic "Parallel Stories" y opina.
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor Volgrand » 26 Dic 2015, 04:16

Capítulo 15: Hope Spell

Spoiler:
Esa mañana, Hope Spell se había despertado casi nada más despuntar el sol, habiendo dormido bastante poco durante la noche. Las dudas y el miedo asaltaban su mente en todo momento: Miedo a perder a aquellos que amaba, de una forma u otra. Su decisión de unirse a los Arqueólogos seguía firme en su conciencia, pero no así las consecuencias de la misma. ¿Cómo iba a separarse de su familia?

Durante el continuo duermevela que había sido su reposo, mil ideas diferentes habían pasado por la mente del joven unicornio. Una que había cobrado bastante peso era retractarse, decirle a Aitana que no se quería unir y sencillamente seguir con su vida. Quizá ellos entenderían por qué era mejor que no olvidara su decisión... quizá...

Se giró sobre la cama para mirar por la ventana; su cuarto daba al este, por lo que el sol naciente bañaba con una cálida luz anaranjada toda la estancia. Desde que era un potro había tomado la costumbre de dejar las cortinas abiertas para despertar con el amanecer, aunque fuera para cerrarlas inmediatamente y volverse a dormir.

Si apartaba el hecho de que su familia tendría que cambiar de identidad, aun así, se sentía ridículamente pequeño. Entrar a formar parte de un pequeño equipo que velaba por detener las artes oscuras en Equestria... ¡Y más allá! ¿Qué era él, sino un simple unicornio aprendiz de la magia blanca? Y aun así, había sido Aitana quien le había ofrecido entrar en los Arqueólogos. ¿Qué había visto en él? ¿Realmente era la actitud lo que más contaba para ser un cazador de demonios? Le costaba creerlo, estaba seguro que debía haber muchos ponis mejor preparados que él.

Estuvo tumbado en la cama, viendo cómo el sol ascendía poco a poco sobre el horizonte, contando el tiempo mentalmente. En cualquier instante escucharía a sus padres bajar a la cocina; después llegaría el golpe en la puerta del potro que repartía el periódico para que después su padre le gritara "¡Apunta mejor, muchacho!". Después de eso llegaría el olor del chocolate caliente que los dos prepararían para las más pequeñas de la familia -ahora ya adolescentes-, una de las cuales galoparía escaleras abajo, mientras que la otra haría lo mismo con un tranquilo trote.

Tal como calculaba, a los pocos momentos escuchó el arrítmico caminar de ambas hermanas cuando se dirigieron escaleras abajo. Pronto escucharía a Sunny gritar...



—¡Hope, oye Hope, despierta, despierta!

Esas palabras hicieron reaccionar a Hope, el cual se reincorporó en la cama de golpe, sin terminar de ubicarse del todo.

—Ah ¿qué, qué…?
—Vamos, dormilón, que se te pegan las sabanas…
—¡Nos vamos a comer todos los cupcakes!

Antes de que el aludido pudiera responder, una vocecilla a su lado exclamó.

—¡Ah, esperad, no os los comáis todos, dejadme un poco!

Hope miró a su diestra y, por un instante, se quedó helado; el que era él mismo haría cosa de varios años atrás se encontraba levantándose medio adormilado y con algo de torpeza. Miró por un momento a su alrededor y pudo comprobar que se encontraba en su antigua habitación de la casa de sus padres, a las afueras de Manehattan. Se hallaba exactamente igual a como la recordaba desde la última vez, nada había cambiado, aunque la decoración era más típica de cuando no era más que un potrillo con más sueños que experiencias. La luz del sol se colaba a raudales por la ventana, la cual tenía las cortinas abiertas, como siempre. Una amplia colección de libros decoraba las baldas superiores dispuestas encima de su cama, con algún que otro póster de la academia de magia local, a la cual había asistido y donde le habían enseñado todo lo que ahora sabía.

—¡Hope, a desayunar!
—¡Ya voy, mamá!

La voz de su madre desde la planta baja le hizo reaccionar y se levantó de su antigua cama, al tiempo que su otro yo del pasado salía disparado del baño adyacente para dirigirse a la cocina.

—¡Bright, Sunny, ni se os ocurra zampároslos todos!

El Hope adulto no pudo evitar esbozar una divertida sonrisa, puesto que recordaba muy bien esos momentos en los que se peleaba con sus hermanas por la cosa más nimia y boba posible. Eran las típicas disputas tontas entre hermanos por todo sin llegar a males mayores, aunque él las recordaba con especial cariño.
Salió al pasillo siguiendo la estela del pequeño Hope, bajando las escaleras y llegando al recibidor; hacía mucho tiempo desde la última vez que había estado allí, y ahora todo parecía cambiar, como si nunca hubiera sucedido. Fue entonces cuando le embargó una sensación de nostalgia que le hizo replantearse ciertas cosas. Aunque antes de que pudiera pensar en nada más, varias voces provenientes de la cocina le cortaron.

—¡Eh, te he visto, suelta inmediatamente ese cupcake!
—¡No, es mío, haber llegado tú antes!
—¡Pero yo también los quiero comer, déjame alguno!
—Hope, es que eres muy lento, si te levantaras más temprano…

Las palabras de su hermana pequeña dieron que pensar al Hope adulto, ya que razón no la faltaba; a él siempre le había gustado dormir, y la gran mayoría de las veces le solía costar levantarse, algo que siempre había perdurado, aun a pesar de los años.

El pequeño Hope quiso responder, pero en ese mismo instante su madre se metió para
mediar en la pequeña disputa.

—A ver, tranquilidad, hay cupackes para todos…
—Chicos, haced caso a vuestra madre que ya sabéis que es la reina de la casa…—añadió en ese momento su padre, el cual se encontraba leyendo el periódico matutino.
—Oh, pero mira que eres tonto, Silver…
—Ya sabes que sí, Star…—añadió él, guiñándola un ojo.

Tanto su madre como el Hope adulto dejaron escapar una risita tonta; desde siempre él había tenido una muy buena relación con sus padres, de los cuales guardaba muy buenos y cariñosos recuerdos. Silver Lay, la segunda mejor promoción de la escuela de magia de su quinta, irreverente donde los haya, buen fajador, conversador y de lo más adulador. Aunque su madre en su momento no se mostró tan impresionada como el resto de yeguas con las que se solía ver, constándole un poco más en convencerla en ese sentido. Y no era para menos, puesto que Star Wander siempre se había considerado una poni un tanto refinada, algo resabida, pero con mucha clase y un pronto de lo más variable y flexible. Quizás fuera por eso por lo que le cayó tan en gracia a su padre, el cual no lo dudó en ningún instante, sabiendo que esa era la yegua. Y, como resultado, Hope y sus hermanas surgieron para hacerles compañía.

Por su parte Hope siempre se había llevado muy bien con sus progenitores, especialmente con su padre, con el cual tenía una relación cercana; a su madre también la quería igualmente, aunque sus hermanas pequeñas eran sus predilectas, especialmente Sunny.

—¡Dado que hoy es sábado seré yo la que proponga un juego, teniendo que participar todos!—anunció esta última en ese momento.
—¿Y eso por qué, a ver? Además yo no voy a poder, tengo cosas que hacer y estudiar…—comentó el pequeño Hope.
—Hope, sabes que cuando dice algo luego no para…—le recordó Bright, calmadamente.
—Sí, lo sé, ese es el problema…

Por otro lado de sus dos hermanas Sunny siempre había sido la más mandona y activa de las dos, casi tan resabida como su madre, y llegando a ser un tanto hiperactiva ya que raramente se estaba quieta; su pelaje era azul claro, a juego con unos ojos del mismo color, y una larga melena amarilla adornaba su cuerpo. Su madre se esperaba en peinarla y cepillarla cada mañana, pero raro era el día en que la pequeña no echara al traste tanto esfuerzo a base alocados juegos entre arbustos, césped y barro.

En el polo opuesto estaba Bright, mucho más tranquila y calmada, de ideas claras y bastante inteligente, ya que de hecho la gustaba mucho leer. A diferencia de sus hermanos, su pelaje era de un azul marino que, en ocasiones, parecía casi negro. Sus ojos eran violetas y se escondían tras unas pequeñas gafas, ya que veía mal de cerca y las necesitaba para leer. Sus crines eran también amarillas, aunque tan blancas que creaban la ilusión de que era una joven anciana del tamaño de una potrilla. Hope recordaba que algunos potros del colegio se metían con Bright por ello; sin embargo el pronto dominio de la magia de la potra la ayudo a lidiar con ellos de una forma muy creativa.

El semental todavía reía al recordar cómo vio a los dos abusones correr entre lágrimas con todo su pelaje “adornado” con topos fucsia.

—Vale, hagamos una cosa, Sunny —sugirió su madre, siguiendo el juego de su hija en parte, pero poniendo orden al mismo tiempo—, dado que sois tres ¿por qué no os repartís el día y cada uno decide qué hacer en cada momento del mismo? Por ejemplo tú puedes encargarte de la mañana, Bright de la tarde y Hope de la noche.
—Oh, venga ya, mamá, no me metas en esto…—masculló el pequeño Hope, un tanto molesto.
—Vamos, vamos, Hope, después de todo deberías pasar más tiempo con tus hermanas… además, tendrás el resto del día para ti después.

Ante eso el pequeño Hope no tuvo más remedio que aceptar.

—Agh, está bien…

De esta forma Sunny puso los puntos sobre las íes rápidamente y, por unanimidad suya propia, fueron a jugar al pilla-pilla al jardín. El Hope adulto les siguió y, en cuanto salió afuera por la puerta, pudo sentir el agradable clima del este de Equestria acompañado por una suave brisa que le azotó la crin, trayendo consigo el olor del mar y el susurro de las olas.

Desde donde estaban se podía ver el skyline de la ciudad de Manehattan al otro lado del estuario, con la figura del puente de Golden Stable cruzando sobre el río y entrando en la ciudad desde el este. Los altos edificios y la elevada densidad de población no tenían ni punto de comparación con las afueras al otro lado del estuario del río Trutson, justo al lado del cabo y muy cerca del faro de Manehattan, situado un poco más al sur de donde su casa se encontraba.

Desde la punta del cabo se podía ver con claridad todo el distrito bajo de la gran ciudad, además de la figura de la estatua de la Amistad situada en su isla homónima, con su pata alzada sosteniendo la antorcha del fuego de la Amistad y su serio gesto grabado en su metálica cara, mirando hacia el este y dando la bienvenida a los barcos cargados de mercancías e inmigrantes de otros reinos y países.

Ante esa visión el Hope adulto suspiró, dejándose llevar por las sensaciones que su viejo hogar le transmitía, sintiendo como la nostalgia comenzaba a invadirle cada vez con más fuerza; en el jardín el pequeño Hope jugaba con sus hermanas, aunque fuera un poco a desgana, oyéndose sus voces por todo el valle. Fue entonces cuando se dio cuenta de la realidad.

—Echo de menos todo esto— pensó en voz alta.

Fue en ese mismo instante cuando todo pareció detenerse de golpe; las nubes se quedaron quietas en el cielo, los sonidos enmudecieron y el viento dejó de soplar. Hope se quedó allí, extrañado, sin saber muy bien qué ocurría. Aunque entonces, en ese justo momento, una profunda y suave voz que le era familiar tronó por todo el valle, diciendo.

—No hay nada malo en sentir morriña de tu tierra, Hope.

En el cielo una radiante luna brilló, al tiempo que esta se abría como una flor, saliendo de ella una alicornio de pelaje oscuro y crin estrellada. Hope abrió muchísimo los ojos, sin creerse lo que estaba viendo.

—¡Pri… pri… princesa Luna! ¡Es todo un honor, alteza!—exclamó él, inclinándose ante ella.

La aludida voló hasta donde se encontraba y aterrizó justo enfrente, dirigiéndose a él suavemente.

—No es necesario que seas tan formal conmigo, pequeño poni. Después de todo, este es tu sueño.

Sus palabras le llamaron la atención, comentando de seguido.

—Espere ¿mi sueño? Entonces, eso significa…
—Así es, estás soñando.
—Vaya… parecía tan real… Claro, ¿cómo iba a ser real y estar yo en dos sitios a la vez? —añadió, riéndose de sí mismo.
—Bueno, un sueño puede ser tan real como la propia realidad, sobre todo cuando se construye en base a los recuerdos. No es raro rememorar acontecimientos pasados a través de los sueños.
—Claro, recuerdo estos momentos, pero había olvidado cuánto los echaba de menos.
—Por supuesto. Aunque, por lo que he podido ver, hay algo más que parece inquietarte, ¿no es así?

Un tanto temeroso a hablar ante la princesa, Hope murmuró.

—Sí, bueno… ahora que voy a unirme a los Arqueólogos y en compañía de la doctora Pones, no puedo evitar preguntarme si separarme de mi familia es una buena idea. Hace tiempo que me alejé algo de ellos, para estudiar, y ya nos los veo tanto como antes. Pero ahora veo que los echo mucho de menos...

Luna esbozó una suave sonrisa, al tiempo que se quedaba pensativa por un momento, buscando las palabras adecuadas.

—Bueno, es normal sentir morriña por el pasado, en ese sentido los recuerdos son algo muy valioso para cualquiera. Pero míralo de esta forma, ahora que vas a ir de viaje y vas a aprender cosas nuevas, sobre todo teniendo en cuenta que Aitana Pones te acompaña, puedes crear nuevos recuerdos partiendo de los viejos.

Hope se quedó un tanto extrañado ante esa sugerencia, inquiriendo de seguido.

—¿A qué se refiere exactamente, princesa?
—Que eches de menos a tu familia es algo normal, pero ten en cuenta que ellos siempre te apoyaron a lo largo de todo tu aprendizaje. Te verán partir, porque seguramente esperarán encontrar a un fuerte y nuevo Hope Spell, uno del que pueden sentirse aún más orgullosos de él, si cabe. Y, para tus hermanas, no serás sino un gran ejemplo y modelo a seguir. Intenta que tus recuerdos no sean una traba, sino una inspiración para seguir adelante.

Las palabras de la princesa Luna resonaron fuertes y claras en su cabeza, pensando en todo lo que le había dicho. Miró en dirección al amplio jardín trasero de su casa, pudiendo verse a sí mismo junto a sus hermanas. Sunny les miraba con gesto demandante, tratando de que siguieran su juego, mientras que Bright, por su parte, conservaba en todo momento su típica calmada cara, haciendo caso a su hermana. Por parte del pequeño Hope había un gesto cansado y un tanto molesto, aunque en el fondo se le podía entrever cierta felicidad en él que hasta el mismo Hope pudo ver.

Desde la ventana de la cocina podía ver a sus padres mirándose entre sí con sendos gestos llenos de cariño, confidencia y amor, ella con una mueca zalamera, y él con una sonrisita divertida.

Fue entonces en ese mismo instante cuando comprendió las palabras de la princesa Luna, notando como se calmaba su agitado corazón. No veía razón para dudar de su nuevo cometido junto a los Arqueólogos y, además, la doctora Pones confiaba en él. No podía fallarles, ni a ellos, ni a ella ni a su familia. Al principio no entenderían por qué debían separarse... pero con el tiempo lo harían. No iba a ser un paso sencillo.

—Pues claro, ahora lo entiendo… gracias, princesa Luna.
—Oh, no ha sido nada, mi pequeño poni, he hecho lo que tenía qué hacer. Yo también espero muchas cosas de ti —añadió ella, guiñándole un ojo.

Hope no pudo evitar que se le subieran ligeramente los colores, tratando de ocultarlo como buenamente pudo. Sin decirle nada más, y dedicándole una última sonrisa, la princesa Luna agitó sus alas y se elevó en el cielo, envolviéndose en una fuerte luz blanca, empezando a desvanecerse poco a poco.

—Hope Spell, hay algo que debes saber —tronó la voz de Luna—. Cuando despiertes no recordarás haberme visto.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Porque es necesario.

Inmediatamente después, Hope sintió como si un hilo invisible tirara de él hacia arriba hasta finalmente alzarlo del todo, abriendo los ojos justo después. El sol que entraba a través de su ventana se había alzado bastante sobre el horizonte, bañando la estancia con su cálida luz. Abajo ya podía escuchar la algarabía de Sunny, ahora adolescente, mientras comía y hablaba al mismo tiempo de lo que iba a hacer ese día.

—¡Hope! ¡Baja ya, dormilón, que te quedarás sin cupcakes!

**·-----·-----·-----**


En Canterlot, la princesa Luna abrió los ojos de pronto, saliendo del trance en el que se había sumido para navegar por el mundo onírico. El sol se colaba por varios resquicios entre las cortinas, y podía sentir la presencia de su hermana en otro lugar del castillo. La alicornio de la noche se levantó y se estiró, había tardado más tiempo del que esperaba en encontrar su objetivo.

El estupor era evidente en la faz de la princesa, abandonando el semblante sabio y benevolente que había mantenido en el sueño de Hope Spell.

Era él. Era exactamente él. En la visión de la loba había visto una versión mucho más madura y experimentada del semental que había observado en el sueño, pero no tenía ninguna duda al respecto:

Era él.

**·-----·-----·-----**


—Buenos días, señor Spell. ¿Ha dormido bien?

El profesor Pones observó al unicornio verde entrar en su despacho; el mismo parecía cansado y, ciertamente, nervioso.

—Pues... sí, bastante bien. Aunque la idea de separarme de mi familia no es que ayude demasiado, sinceramente. ¿No cree que podríamos tutearnos ya, profesor?
—No. De cara al mundo, usted y yo solo tenemos una relación profesor-alumno. Y yo no tuteo a ninguno de mis estudiantes.
—Entiendo...

El profesor Pones hizo un gesto para que Hope se sentara frente a la mesa; sobra la misma había desplegados una cantidad ingente de libros y pergaminos. Al joven mago le bastó un rápido vistazo para ver que ninguno de ellos había sido sacado de la biblioteca.

—Todos estos documentos son tratados sobre la artes prohibidas de la magia. O, mejor dicho, son copias de los mismos.

Hope silbó largamente ante el gran volumen de lectura que tenía frente a él.

—¿Todo esto tengo que leer? Vaya, y luego me quejo de mis estudios...
—Oh, no joven, se equivoca. Esto no supone ni la mitad de todo el material que los Arqueólogos tenemos interiorizado. Aquí —dijo, señalando la montaña de documentos— encontrará usted información que no le ha sido impartida en sus clases de magia blanca: Cómo se estructuran los cultos al Tártaro, las clases de demonios, los poderes nigrománticos, la magia negra...
—¿Y la otra mitad?
—Verá, señor Spell, estos documentos son relativamente fáciles de conseguir, con algo de paciencia. El resto de conocimiento que usted obtendrá es el propio de la orden de los Arqueólogos: nuestra historia, nuestras grandes victorias y derrotas, enemigos que hemos enfrentado, objetos y criaturas que monitorizamos, nuestra red de contactos...

Hope estuvo a punto de preguntar por qué no le daba ese material al mismo tiempo, pero no tardó en elucubrar él mismo la respuesta. Con una queda carcajada miró al profesor.

—Todavía no confía en mi, ¿verdad?
—No. Tengo su palabra, señor Spell, pero solo sus actos demostrarán que es usted de fiar. Cuando el Tártaro le tiente, cuando se le ofrezca la maldición de la inmortalidad, cuando tenga usted oportunidad de dominar la magia negra... Entonces, solo entonces sabremos qué tipo de poni es usted.
—Creí que después de lo que dije ayer...
—Sé lo que dijo ayer —le interrumpió el unicornio anciano—. Pero solo fueron palabras, sustentadas, eso sí, por sus actos en Lutnia. Espero de verdad que mantenga usted los ideales que esgrimió, llegado el momento. Ahora, vamos a la casa de Aitana, ya tendrá tiempo usted de leer en su tiempo libre.

Durante un rato ambos sementales caminaron en silencio, acompañados por el repiqueteo de sus pasos y el ligero chirrido de la silla de ruedas. Hope todavía sentía un nudo en el estómago que, ahora que no tenía cómo distraerlo, se acrecentaba por momentos al pensar en su familia. ¿Cómo iba a hacerlo? ¿Cómo iba a decirles que deberían irse, que él mismo los iba a poner en peligro? Sabía que no lo entenderían, que le intentarían hacer cambiar de parecer... ¿pero cómo iba a hacerlo? ¿Cómo, ahora que había empezado a ver los horrores que se ocultaban al mundo? Además no estaba seguro de cómo reaccionarían Aitana y su padre si ahora se echaba atrás, algo le decía que debían tener un as en la manga para tal eventualidad.

Sinceramente, él lo tendría de estar en su situación.

El campus estaba de nuevo el funcionamiento y el sol brillaba como si la tormenta de la noche anterior no hubiera ocurrido. A pesar de ello, la temperatura había caído drásticamente, marcando una súbita llegada del invierno; esa misma mañana el equipo meteorológico informó de que el otoño debería recogerse dos semanas antes de lo planeado. Cierto es que podrían arreglar el tiempo en unas pocas horas, pero algún alto mandatario de la fábrica del clima decidió aprovechar la tormenta salvaje en lugar de gastar tiempo y recursos en arreglar el descontrol climatológico.

La mayoría de estudiantes habían sacado ya sus abrigos para protegerse del frío ambiente, caminando de un lado a otro y charlando entre ellos. Todos menos Hope Spell que, una vez más, estaba lamentando no haber hecho caso a su madre cuando le dijo de coger un abrigo. El profesor Pones, como era habitual, llevaba un atuendo compuesto por una camisa anaranjada y una chaqueta marrón que rozaba la elegancia pero no llegaba a abrazarla, por lo que el cambio de temperatura no parecía afectarle. Caminando junto al anciano semental, y cuando ya salían del campus, Hope no pudo evitar lanzar una pregunta que le provocaba gran curiosidad.

—Profesor, ¿puedo preguntarle qué le pasó?

Hope terminó su frase señalando la silla de ruedas con el hocico; el anciano semental entendió el gesto al instante, frunciendo en ceño ante la atrevida pregunta.

—Solía luchar como Aitana, joven. Una de mis misiones salió muy mal.

Tras la seca respuesta, el profesor siguió andando mirando hacia adelante, evidentemente molesto. Hope prefirió callarse el resto del camino.

Tras un rato salieron del campus y se dirigieron al exterior de la ciudad; la urbanización en esa zona era muy poco densa, consistiendo en casas bastante separadas entre sí de granjeros y pequeñas familias. Los árboles se volvían más numerosos cuanto más caminaban, ya que por esa zona había un pequeño y pacífico bosque. Recordaba el camino hacia la casa de Aitana por la noche en que había tenido que cargar con ella hasta la misma; el hogar de la Arqueóloga destacaba porque, si su propietaria lo cuidara un poco, sería un espectacular lugar donde vivir. A pesar de ser una construcción de un solo piso, sin contar el sótano, la parte frontal se extendía casi quince metros de esquina a esquina; la estructura estaba hecha de madera bien trabajada, y las uniones de equinas, ventanas y puertas estaba trabajado por las hábiles pezuñas de un carpintero artesano.

Y hasta ahí acababa lo bueno: la falta de cuidado y mantenimiento había hecho que el barniz acabara deshaciéndose, dando un color grisáceo al muro; las plantas del jardín delantero crecían descontroladamente, sobresaliendo incluso por fuera de la verja exterior. Lo único que combatía la natural tendencia de la hierba y los arbustos a cubrirlo todo era un camino de losas que llevaba hasta la entrada principal. Ambos unicornios fueron hasta esta última y llamaron a la puerta; pocos segundos después, Aitana gritó “¡Pasad al jardín de atrás! ¡Está abierto!”.

El interior de la casa estaba exactamente igual que la noche anterior: la mesita seguía en el mismo lugar, y la yegua ni siquiera había retirado las copas que compartieron, incluyendo la botella envenenada que todavía reposaba en el fregadero. Montañas de cachivaches crecían aquí y allá, con sus objetos más valiosos ocultos en la caótica organización de la que Aitana Pones hacía gala. El profesor lideró el camino a través de la construcción hasta una puerta, en el mismo dormitorio, que daba acceso al jardín trasero. La última vez que estuvo ahí, Hope ni siquiera se había fijado en la misma.

Y por eso, a punto estuvo de decir un improperio debido a la sorpresa.

Frente a él había una enorme explanada de hierba verde, segada a poca distancia del suelo. No muy lejos de la casa había un pequeño estanque artificial que parecía ideal para bañarse, a pesar de que el agua no era demasiado clara. Más adelante empezaban los árboles de un pequeño bosque que rodeaba la zona, dando sensación de intimidad. Llamaba la atención que en medio de la explanada había un gran círculo rúnico formado por piedras talladas con precisión.

—¿Qué pasa, que una Arqueóloga no puede tener un sitio para relajarse? —preguntó Aitana a media sonrisa. Hope se giró para encontrarse a la Arqueóloga tumbada en una hamaca, tomando el sol a pesar del frío; una botella de Sidra se encontraba sobre una mesa a su lado, mientras que otras, vacías, yacían sobre la hierba—. Nada mejor para que te dejen tranquila que una casa que parece cochambrosa por delante.
—Y que lo es por dentro, hija —puntualizó el profesor Pones con un poco de malicia—. Veo que ya te han quitado la venda.

Hope se fijó en ese momento en los cuartos traseros de Aitana; evidentemente, la pierna herida se hallaba libre de nuevo. Un ligero hundimiento en el pelaje indicaba dónde había sido alcanzada por la lanza.

—Sep —comentó la yegua marrón, balanceándose ligeramente en la hamaca—. Aunque me han recomendado que no la fuerce demasiado, de momento.
—Así me gusta, siguiendo las instrucciones del médico —bromeó su padre—. ¿Has comprobado el círculo?
—Hombre, no tengo ganas de que devastéis el césped con un mal hechizo. Solo carga las runas y deberíais poder entrenar sin problemas.
—Perfecto. Señor Spell, deje sus cosas aquí.

Hope hizo como le dijeron y fue con el profesor Pones hacia el círculo; el anciano semental se concentró durante un instante, haciendo que las runas empezaran a brillar poco a poco con su magia. Al cabo de unos instantes, todo el círculo se ilumino hasta que cada marca arcana resplandeció notablemente sobre el verde del césped.

Cuando entró en el círculo, el unicornio verde no sintió nada extraño. El profesor hizo lo propio a continuación, mientras se aflojaba el cuello de la camisa con telequinesia.

—Es un círculo de contención muy simple, señor Spell —explicó el unicornio paralítico—, evitará que nuestra magia llame la atención. La guardia podría interesarse en por qué estamos usando hechizos de alto nivel.
—Entiendo. ¿Qué vamos a hacer, profesor?
—Supongo que usted jamás había usado su magia en combate antes de Lutnia, ¿verdad? —el joven semental asintió—. Siendo usted un mago blanco, la magia defensiva le será útil. Me contó Aitana que logró usted detener varios rayos lanzados por un Maestro de la Guerra, toda una proeza.
—Gracias profesor, pero lo cierto es que me agoté en seguida. No habría podido resistir otro impacto así, tuve que ingeniarme el truco del pararrayos.
—Bien. ¿Conoce usted los hechizos básicos de protección de la magia blanca?

Hope, un poco dubitativo, asintió. Conocerlos los conocía... en teoría. En la práctica jamás los había llegado a utilizar de forma efectiva. El unicornio verde se concentró, recordando los patrones mágicos que había memorizado concienzudamente; pronto sintió el agradable calor de la magia blanca rodeándolo con una sensación de paz y protección. Aitana, sin haberse movido de la hamaca, alzó la vista cuando sintió la ligera brisa tibia emanando del círculo.

El profesor Pones estudió al joven semental con expresión evaluadora, caminando a su alrededor y palpando con su propia magia la barrera que había convocado el mago blanco. Tras casi un minuto, el anciano conjuró al tiempo que alzaba un casco; una pequeña bola de energía negra apareció sobre el mismo y, como si fuera una pelota, la lanzó hacia Hope. El hechizo tardó solo un instante en empezar a deshacerse y, cuando alcanzó al unicornio verde, del mismo no quedaba más que una inofensiva bruma negruzca. Hope sonrió al ver por primera vez el hechizo en funcionamiento.

—Bueno, parece que puede usted soplar una vela —comentó el profesor mientras retrocedía unos pasos—. Veamos cómo se comporta contra un incendio.

En cuanto dijo esas palabras, el anciano unicornio conjuró; su cuerno se cubrió con un aura completamente negra, muy diferente a la magia que normalmente utilizaba, y la oscuridad tomó sus ojos cuando un poder maldito recorrió cada fibra del ser del profesor Pones. Hope sintió de repente ese frío antinatural que caracterizaba tan bien a la nigromancia, junto al cosquilleo en la base de su columna que sentía cuando se hallaba ante un gran poder mágico. ¿Estaba usando un arte prohibido? ¿Por qué? El joven intentó retroceder y reforzar su barrera pero, antes de que pudiera hacer nada, una ola de magia oscura surgió frente al profesor. La barrera se hundió al instante, pese a los esfuerzos de hope, ante la brutal acometida. Hope sintió un grito en su mente en cuanto el hechizo nigromántico le tocó:


El grito de su madre.

Una joven yegua de crines rubias yacía en el suelo, en un creciente círculo de sangre. Hope alzó la vista, sientiendo cómo el tiempo se ralentizaba, y clavó los ojos en el asesino: Era el mismo grifo diabolista que le había atacado en Cérvidas. ¿Cómo seguía vivo? ¡Aitana lo había matado! Pero el asesino había cambiado: su unión con el Tártaro era más profunda, y mostraba más rasgos demoníacos que no propios de su raza natal: Sus ojos, hundidos, se hallaban cubiertos por las sombras y brillaban como ascuas en la oscuridad; sus garras eran mucho más grandes de lo que debieran ser, y se hallaban cubiertas por un fuego sacrílego, y su voz no era otra cosa que simples rugidos imposibles.

Hope reaccioó al instante, conjurando su magia en el hechizo más terrible que pudo imaginar: Una tromba de rayos azulados salió de su cuerno, atravesando al diabolista por todo el cuerpo hasta que el mismo fue consumido por las llamas y reducido a cenizas. Pero el hecho no fue consuelo alguno: Sunny estaba muerta. Su madre lloraba sin cesar, y su padre se hallaba en shock, incapaz de moverse siquiera. Al igual que Hope.

Y, sin embargo, hubo una voz que mantuvo la calma, segura de sí misma.

—Podemos traerla de vuelta. Lo he leído.

Bright se acercó al cuerpo sin vida de su hermana, sin temor o tristeza. Observaba la escena con cierta suficiencia, y acabó clavando los ojos en Hope Spell.

—Solo hace falta... conocer el hechizo adecuado, y con qué poderes hacer un trato...

Hope sintió el poder del Tártaro recorrer su ser cuando su hermana empezó a conjurar; pronto un terrorífico resplandor cubrió los ojos de Sunny, la cual tosió y empezó a levantarse poco a poco.

—No... ¡No, Bright, no lo hagas! ¡NO!


—¡¡NO!!

Cono ese grito, Hope sintió un resplandor de luz, y la figura de su hermana fue sustituida por la del profesor Pones. El joven semental inspiró hondo, intentando calmarse y asimilar que todo había sido solo una pesadilla. Tembloroso, se puso en pie al escuchar la voz de Aitana.

—¡Papá, refuerza el círculo, que me vas a marchitar el césped!

La magia oscura todavía rodeaba al profesor Pones; sus ojos, oscurecidos por la misma, recordaban a Hope vagamente a la mirada enloquecida que había visto en el grifo diabolista que le atacó en Cérvidas. Sin embargo, en solo unos segundos, la nigromancia abandonó al unicornio y frente a él vio al conocido semental que impartía clases de historia.

—Hija, tampoco me he pasado tanto, no exageres.
—Mira, espero que no me salgan canas por tu culpa.
—¿Cómo lo sabrías? ¡La mitad de tu pelo es gris!
—Detalles —rió la yegua de pelo bicolor.
—Usted... —dijo Hope mientras se levantaba, todavía tembloroso—. No puede ser... usted, ¿es un nigromante?

El joven semental miró a padre e hija alternativamente; el primero empezó a explicar, mientras la última abría una nueva botella de sidra.

—Joven, si le digo que también sé dibujar bastante bien, ¿diría usted que soy un dibujante?
—¡Pero los arqueólogos luchamos contra las artes prohibidas! ¿Por qué...?
—Usted me ve en silla de ruedas, señor Spell, pero cuando era joven cazaba a los magos oscuros como lo hace Aitana hoy día. ¿Por qué cree que era tan bueno en ello? Porque conozco sus artes, sus puntos fuertes y los débiles. Todos los arqueólogos sabemos lo suficiente de nigromancia, magia negra y diabolismo para saber a qué nos enfrentamos, y pronto usted aprenderá bastante al respecto también.
—Vamos Hope, si quieres luego te enseño yo cómo abrir una ventana al Tártaro para charlar con Tirek —bromeó Aitana—. Solo necesitas incienso, velas, algo de obsidiana y sangre de una yegua virgen.
—Pero... ¿no es peligroso?
—j*der, pues depende de si el padre de la susodicha está cerca o...
—¡Aitana, dejea de bromear! —la regañó su padre antes de dirigirse de nuevo a Hope—. Sólo si se deja usted llevar por las tentaciones de las artes prohibidas. Vamos, prepárese: su barrera ha sido patética. Haga un mejor esfuerzo, joven.

Hope llamó de nuevo a la magia blanca, intentando focalizar mejor sus defensas. El profesor Pones, por su parte, hizo exactamente lo mismo que antes: llamó a la nigromancia y convocó de nuevo el hechizo que haría que el joven unicornio viviera sus peores pesadillas y temores durante un instante.

Aitana bebió un largo trago al tiempo que un frío viento, impulsado por la nigromancia de su padre, le sacudía el pelo. El grito de terror de Hope lo siguió a continuación.

—Levántese, señor Spell —ordenó el profesor—. Está usted creando una esfera con su magia, en vez de eso concentre sus defensas entre usted y yo.

En esta ocasión, frente al sudoroso semental verde, se formó una barrera translucida, que distorsionaba la luz como el aire caliente. El padre de Aitana volvió a conjurar, al tiempo que esta alzaba la botella para apurarla hasta el final. Una nueva descarga mágica, seguida del grito de Hope y de una brisa fría que sacudió las crines de la yegua marrón.

La estampa se repitió unas cuantas veces más: Hope volvía a intentar conjurar sus defensas, las cuales eran irremediablemente superadas sin esfuerzo alguno por parte del profesor Pones. Finalmente, este último se acercó al joven mago y lo ayudó a levantarse.

—Curioso. Incluso el círculo de protección más básico de la magia blanca debería ser capaz de detener este hechizo, no está pensado para penetrar ninguna barrera.
—No... no sé qué hacer, profesor —jadeó Hope, entre temblores—. Uso toda mi fuerza en intentar resistir, pero... no funciona.
—Creo que ahí tenemos una posible explicación, señor Spell. Defina usted la magia blanca en tres palabras, por favor.

El aludido dudó durante un instante antes de encontrar la respuesta.

—Amor, paz y... protección.
—Entonces, ¿por qué intenta usted vencer usando la fuerza?

El semblante de Hope Spell cambió de pronto cuando comprendió a qué se refería el profesor: había estado intentando usar la magia blanca con un sentimiento absolutamente contrario a la naturaleza de la misma. Sin darse cuenta, él mismo había debilitado sus propias capacidades mágicas. En Cérvidas, cuando detuvo el rayo que le lanzó Asunrix, lo hizo usando magia básica y cruda, y ahí sí que funcionó simplemente el método de la “fuerza bruta”.

Acompañado por el chirriar de su silla de ruedas, el anciano semental se alejó de Hope mientras la oscura sombra de la nigromancia cubría sus ojos. El joven unicornio se concentró en los patrones de magia de la protección blanca. Frente a él, el profesor Pones empezó a conjurar, haciendo que una densa niebla negra se formara a su alrededor. Hope tragó saliva, sintiendo el temor atenazarle el estómago; no quería volver a experimentar esa horrible pesadilla.

Paz. Amor. Protección.

Hope cerró los ojos y dejó que sus sentimientos vagaran a través de sus recuerdos más preciados: el nacimiento de sus hermanas. Cuando entró en la academia. El fracaso de su hermana en un torneo de Hoof Ball y cómo le afectó durante un tiempo, hasta que un día volvió a sonreír tras soltar una gran carcajada. Sus padres, siempre presentes, siempre cuidándoles de todo mal.

Más allá que eso, recordó cosas que había visto en Cérvidas, tras el ataque: los maestros artesanos, ayudando a reconstruir la ciudad sin pedir nada a cambio; los cervatillos que recorrieron el puerto tras el ataque, metiéndose entre los restos de naves en llamas para rescatar a los que estaban atrapados; los curanderos, atendiendo a los heridos al instante, y todo aquel cuyas habilidades no eran adecuadas, ofreciendo apoyo y consuelo a los afectados, fuera cual fuera su raza.

Cuando abrió los ojos, el profesor Pones acababa de completar el conjuro, y la oscura niebla de pesadilla se echaba sobre Hope. Este, controlando su miedo, inspiró por el hocico y contuvo el aire durante un instante; cuando sopló poco a poco por la boca, la barrera que crepitaba frente a él brilló brevemente al sentir el contacto de la nigromancia. La oscura niebla fue deshaciendo al tocar la defensa de la magia blanca y, aquella que no lo hizo, rodeo inofensivamente a Hope Spell, sin llegar a rozarlo siquiera.

El profesor Pones sonrió al ver el progreso del joven. Este último pensó que podría aprovechar el instante para lanzar un pequeño hechizo de ataque y pillar por sorpresa al anciano; conjuró rápidamente y soltó un pequeño proyectil de magia pura que se dirigió al profesor, un simple conjuro aturdidor. El señor Pones no trató siquiera de apartarse, y en el último momento se hizo visible una barrera mágica cuando el proyectil hizo impacto contra ella. Hope observó el hecho alucinado, ¿cuándo la había convocado? Pones, por su parte, alzó una incrédula ceja.

Lo siguiente que pudo procesar Hope fue que estaba en el aire; después rodó varios metros por la hierba, gritando a cada golpe. No logró orientarse hasta que se detuvo, quedando el cielo frente a él. Justo a su lado pudo ver una pata de pelaje marrón colgando lánguidamente de una hamaca de tela. Se escuchó el sonido de una botella de sidra al abrirse, y una chapa cayó sobre la cara del aturdido unicornio.

—Buen trabajo, papá. Pronto aprenderá a volar.
—¿Qué esperaba que ocurriera lanzándome un ataque tan pobre? —preguntó el profesor, ofendido—. Por favor...
**·-----·-----·-----**


Un muchísimas, ¡MUCHÍSIMAS! gracias a SG91 por ese genial Slice of Life que ha escrito con el sueño de Hope. Me ha ayudado bastante a sacar el episodio adelante. A ver si la musa no me vuelve a abandonar durante un mes entero xD.
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor agustin47 » 26 Dic 2015, 15:21

Genial capítulo, me encanta Hope Spell y me alegro de que volvamos a el y su nuevo entrenamiento. Esto se pone interesante, a partir de aquí creo que sólo mejorará. A Aitana le gustará la Navidad, porque lo que es la sidra :qmeparto:
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La ignorancia a veces puede significar felicidad, y en este caso, la nuestra resulta ser una verdadera bendición.


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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor horwaith » 26 Dic 2015, 16:49

Nuevo avance y miedo me da lo que ocurra después, porque tanto lo primero como lo que hace el profesor me parecen preocupantes. Y ciertamente, menuda fiesta se esta montando Aitana sola con tanta sidra, como ha dicho agustin47
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor McDohl » 28 Dic 2015, 14:54

Pobre Hope, no solo ya por el hecho de que tenga que separarse de su familia sino también por no haber aprendido una de las normas básicas de los RPGs: NUNCA ataques al personaje instructor :sisi1: Also Aitana y su "buen" beber. Suerte que no hay una tasca con camorristas cerca :ajsmile:
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor Volgrand » 12 Mar 2016, 01:01

Capítulo 16: Sospecha y familia

Spoiler:
El poder es la moneda de cambio en el Tártaro. Los demonios más poderosos establecen caóticas estructuras jerárquicas, en las que los seres más débiles obedecen con la esperanza de obtener una fracción del poder de su señor. Demonios con un poder similar competirán activamente por superar al otro y someterlo, haciéndose de esta forma con el control sobre las huestes infernales de su adversario.

Sin embargo, existe otra forma por la que un demonio podría aumentar su rango: a través de las almas de los mortales. No es una tarea fácil, pues el Muro de los Sueños impide que los demonios, sean del tipo que sean, se manifiesten en el mundo material para interactuar con los seres vivos.


Hope levantó la vista del enorme tomo que estaba leyendo y se estiró. Llevaba varias horas estudiando, y la mayor parte de conceptos eran nuevos para él. El "Muro de los Sueños" era algo que se mencionaba escuetamente en la mitología antigua que había estudiado en la universidad, pero fue en los tomos de los Arqueólogos en los que encontró su explicación exacta. Los seres vivos, al soñar, crean un laberinto onírico que se sitúa a medio camino entre el mundo material y el mundo de los espíritus; es una zona de sentimientos, donde la fantasía y la realidad se mezclan de forma salvaje. Los seres del Tártaro y los Dioses se perdían en el mismo, lo que impedía que actuaran directamente sobre el mundo.

Esto le había levantado ciertas cuestiones sobre cómo la princesa Luna lograba viajar entre los sueños.

Al estirarse, el joven semental notó el dolor de las agujetas y los golpes que había recibido en el entrenamiento del día anterior con el profesor Pones. Ignorando el mismo y el cansancio visual que empezaba a notar, Hope Spell volvió a centrarse en la lectura.

Existen métodos por los que el Tártaro puede acceder al mundo físico. El principal de ellos es a través de los tratos con los seres vivos: A través de los mismos el demonio obtendrá control del alma del mortal tras su muerte, lo que lo alimentará y lo hará más poderoso. Las criaturas que acceden a este tipo de tratos no suelen mostrar signos de afectación demoníaca aparente, pues sus recompensas suelen ser poderes sutiles. El conocimiento, o un aumento del poder mágico innato en el caso de los unicornios y otras criaturas con capacidades mágicas naturales, e incluso la obtención de algunos poderes no comunes en su raza. El demonologista está condenado a perder su alma tras su muerte, y su única salvación sería obtener más poder que el demonio con el que ha pactado en primer lugar y, de esta forma, someterlo a su voluntad.

El segundo método es menos común, pero fácil de identificar: El demonologista acepta ser poseído parcialmente por el demonio con el que ha hecho un trato. De esta forma obtiene un gran poder rápidamente, pero sus alteraciones físicas son evidentes: capacidades mágicas manifiestas en seres no mágicos, aumento de las aptitudes físicas, alteraciones del comportamiento... La posesión es controlada por la voluntad del propio demonologista, el cual permitirá que el demonio lo posea en mayor o menor medida. Cuanto más poder permita al demonio canalizar a través de él, mayores serán sus beneficios. Sin embargo, llegado cierto punto, el demonio poseerá completamente al mortal, y podrá manifestarse físicamente en el mundo, matando a su huésped y consumiendo su alma en el proceso.

Una tercera forma por la que un demonio, mayor o menor, puede manifestarse físicamente en el mundo es a través de un ritual de invocación. Estos rituales suelen ser usados por cultos diabolistas para llamar a poderosas criaturas para combatir a sus enemigos, pero lo bastante débiles para que el culto no pierda el control sobre las mismas. El principal peligro de estas invocaciones es que, de traer a un Señor o un Gran Señor demonio al mundo, podría desencadenarse la apertura de un portal al Tártaro, el cual atraería a una legión de demonios al servicio de su señor. Algunos demonologistas especialmente poderosos son capaces de crear dichos portales, contando con decenas o cientos de demonios menores a su servicio.

Los escritos de Starswirl El Barbudo, tras el destierro de Nightmare Moon, hablan de un cuarto tipo de posesión por la cual un ser vivo se vería totalmente sometido a la voluntad y el poder de un gran demonio en contra de su voluntad. Sin embargo, no se tiene constancia de que se haya producido una posesión como la descrita en Equestria.


Hope Spell recordó al leer esas líneas al grifo que casi lo mató en Cérvidas. Obviamente, se trataba del segundo caso, como había supuesto, una posesión consentida. Le resultaba terrorífico pensar en cómo ese grifo había perdido la razón y se había vuelto tan poderoso solo a través de un pacto con el Tártaro pero, al mismo tiempo, Aitana había logrado acabar con él en segundos. En aquel momento estaba asustado y solo recordaba el hecho como una explosión de sangre; sin embargo estaba seguro de que la arqueóloga debía haber atacado con precisión en un punto vital del diabolista. A eso se refería el profesor con que, conociendo las técnicas adecuadas, es posible combatir a los practicantes de las artes oscuras.

El unicornio verde se volvió a estirar y, al hacerlo, pasó la mirada por el reloj que tenía encima de la mesa. Las cuatro y media.

—¡Ostras! Se me hace tarde.

Se levantó de golpe y, con su magia, cerró el libro y lo metió en sus alforjas al mismo tiempo que levitaba todo el conjunto y lo asía sobre su lomo. Salió de su dormitorio, impolutamente recogido, y bajó las escaleras hacia el comedor.

—¡Al fin sales, cariño! —exclamó su madre al escucharlo bajar.

La misma surgió por la puerta de la cocina, portando un delantal. Por el olor estaba preparando muffins para el desayuno del día siguiente, como era costumbre. A Hope siempre le sorprendía que su madre pudiera mantenerse, en cierta medida, elegante a pesar de estar cocinando. Había música de violoncello sonando en la planta baja que, si no le fallaba la memoria, era de una joven artista llamada Octavia Auditor. Aunque podía reconocer el virtuosismo de la misma, Hope prefería melodías algo más animadas.

—¿Ya has terminado de estudiar?

—Sí mamá —respondió el aludido, acercándose para besarla en la mejilla. Con la tontería se había pasado todo el día en su cuarto, cuanto menos le debía un beso—. Pero me voy a tener que ir, tengo una... práctica en la universidad.

—¡Vaya! Tú siempre tan aplicado —sonrió Star Wander, devolviéndole el beso—. ¿Y de qué es esta práctica? Desde que volviste de Cérvidas estás muy poco en casa, ¿va todo bien?

—Mamá, ya te dije que sí, que todo perfecto —mintió Hope, con una perfecta sonrisa—. Fue un susto muy grande, pero ya está.

—Bueno, bueno, pero, ¿de qué es la práctica hoy?

—¡Oh! Este... de magia blanca —improvisó Hope—. Poner en práctica algunos hechizos antiguos y tal...

Su madre lo miró durante unos instantes, como si no acabar de creerse la mentira.

—¿Seguro que todo está bien, cariño? Últimamente estás un poco raro.

—Que sí mamá, todo va bien -aseguró Hope, intentando aparentar seguridad—. Seguramente todavía llevo el susto en el cuerpo.

—Bueno, vale cielo —aceptó esta—. Ten cuidado en Manehattan, ¿de acuerdo?

—Claro mamá. Hasta luego.

—Hasta luego.

Hope salió rápidamente de la casa tras despedirse, con un nudo en el estómago. Su madre empezaba a notar que algo no iba bien, y es que... ¿cómo iba a decirles lo que pasaba? ¿Cómo iba a decirles que debían marcharse, olvidarse de él, cambiar de vida? ¿Era un egoísta por haber accedido a las peticiones de los Arqueólogos? Cada vez que lo pensaba dudaba más, y no estaba muy seguro de cómo...

Frente a él, una yegua adolescente de pelaje azul oscuro y ojos violetas le detuvo solo con su presencia. Bajo el sol las crines de Bright brillaban muchísimo, contrastando con su oscuro cuerpo; sus gafas de lectura colgaban de una simple cadena bajo su cuello, y vestía un abrigo sencillo para protegerse del frío. Sobre el mismo portaba dos alforjas llenas de libros, bastante más pequeños que el que llevaba Hope en aquel momento.

—Hope, tú no estás bien —afirmó su hermana—. Algo te está pasando.

—¿Qué? ¿Por qué dices eso?

La joven yegua se acercó unos pasos y señaló con un gesto de la cabeza al libro que llevaba.

—Ese libro es demasiado antiguo para ser de la biblioteca, probablemente sea un incunable.

—Bueno, este... es un tratado de magia antigua, y contra qué se usaba la magia blanca y...

—Además hace frío y ni siquiera has cogido tu chaqueta.

Hope miró su propio cuerpo y rió ridículamente; sin moverse del sitio usó la telequinesis para tomar la chaqueta, sin ni siquiera verla, del perchero y traerla hacia él, para después deshacer las alforjas y ponérsela. Cuando terminaba de ajustarlas de nuevo sobre la prenda de vestir, sintió a su hermana conjurar.

—Bright, ¿qué estás...?

Hubo una ligerísima explosión blanca sobre el cuerno de su hermana pequeña; al instante, una línea blanca se dibujó en el césped. Poco a poco fue agrandándose hasta rodear completamente la casa de la familia y, tras unos instantes, una serie de runas se materializaron en torno a la misma, siguiendo un patrón repetitivo. Hope miró a su hermana, alucinado. A veces olvidaba lo dotada que era Bright para la magia, a pesar de tener solo dieciséis años.

—Esto... Bright, yo...

—Es un hechizo de protección —continuó la aludida—. Magia blanca, algo avanzada para tu nivel de estudios, debe haberte costado hacerlo. Si he entendido bien las runas, y sé que lo he hecho —aseguró—, te ayudará a teletransportarte de vuelta, y te avisará si entraran... ¿enemigos? Esa última parte no acabé de entenderla. Nos estás protegiendo de algo.

Hope Spell no supo bien qué responder a todo eso. Era una suerte que Bright jamás confrontara a alguien frente a sus padres, si no todo sería mucho más complejo. La joven yegua miró fijamente a su hermano.

—Hope, ¿qué está pasando? Tiene que ver con lo que pasó en Cérvidas, ¿verdad?

—No... no es eso... es que...

—No mientas. Nos dijiste que te escondiste, pero creo que combatiste contra esos no-muertos, y la lógica me dice que lo hiciste junto a la doctora Pones. Y que todavía hay más, algo que no nos quieres decir.

El semental se quedó sin palabras: no podía creer que Bright hubiera descubierto la mentira.

—¿Cómo supiste del círculo? Lo hice de noche, todos dormíais.

—Soy sensible a las corrientes mágicas —explicó ella— y noté que había más magia en el jardín de lo normal. Un hechizo para ver lo invisible me bastó para descubrir el círculo. No se lo he dicho a nadie, si vas a preguntarlo.

—Bright, yo... no es... no es fácil, ¿vale? Papá y mamá no lo entenderían, ¿sabes? No se lo puedo decir.

—Entonces dime lo que necesito saber. No se lo diré a ellos.

Hope miró a su hermana, la cual seguía aparentemente impasible frente a él, seria, pero con un gesto de preocupación en su rostro. ¿Cómo decirle todo lo que había pasado? ¿Lo que había decidido hacer?

Debía darle, al menos... una pista. Hope se sentó en el césped, y Bright hizo lo propio a su lado, rozándolo ligeramente con el lomo.

—He... tomado una decisión, Bright. Una que os puede poner en peligro.

Su hermana, aparentemente, no reaccionó ante la noticia, y tardó unos segundos en responder.

—Entonces... ¿vas a tener que marcharte?

—No. Me conocen, Bright, me conocen. No funcionaría.

Bright solo tardó un instante en levantarse y, tras unos segundos, besó a su hermano en la mejilla. Después se encaminó hacia la entrada de su casa.

—Entiendo. Ten cuidado, Hope. No diré nada.

El unicornio verde se quedó sentado en el sitio, viendo a su hermana alejarse y entrar en la casa, pasmado por lo rápido que esta había entendido lo que ocurría. Pero, especialmente, le sorprendía la serenidad con la que había tratado el asunto. Siempre había sido una yegua calmada e inteligente, pero jamás la había visto ante algo tan... serio. Bright jamás dejaría de sorprenderlo.

Los años le habían enseñado que si Bright decía que no iba a decir nada, es que no lo haría. Suspirando para si mismo, Hope se levantó y se encaminó a la estación del tren que lo dejaría cerca de la universidad.

Dentro de la casa, Bright no había acabado de quitarse la chaqueta cuando su madre salió a recibirla.

—¡Hola, Bright, cielo! ¿Cómo te ha ido?

—Mucho estudio, como siempre mamá —respondió ella con una ligera sonrisa.

—Oye, os he visto por la ventana, ¿qué hablabas con Hope? Parecía muy preocupado.

—No es nada, mamá —respondió Bright quitándole hierro al asunto—. Es que está intentando hacer un hechizo más complicado de lo que esperaba como trabajo de fin de curso y está de los nervios.

La madre guardó silencio durante unos segundos y después resopló con una sonrisa.

—¡Este hijo mío, siempre tan aplicado!

—No tiene remedio —sonrió la adolescente de pelaje oscuro—. Voy a imitarlo y encerrarme a estudiar un rato.

—¡Hija! ¡Qué ganas tengo de que lleguen tu padre y tu hermana para que armen un poco de jaleo!

Siguiéndole la risa a su madre, Bright tomó sus alforjas y se dirigió a su cuarto. El interior del mismo, adyacente al de Hope, parecía una biblioteca en miniatura; todas las paredes estaban cubiertas por estanterías llenas de libros de todo tipo. La joven tenía exactamente doscientos treinta y siete tomos, y mantenía su colección actualizada a base de intercambiar sus libros más antiguos por otros nuevos. De hecho regresaba de hacer algunos de estos intercambios; usando su magia sacó todos los volúmenes que llevaba en las alforjas y los hizo levitar, casi sin mirar, hasta el sitio que iban a ocupar en las estanterías.

Hubo uno, sin embargo, que lo dejó sobre el escritorio. Tras abrir las ventanas para que entrara el sol se sentó frente al mismo y ojeó la tapa. Le había costado conseguirlo, según le habían contado había una orden real que prohibía su posesión, y ella entendía bien la razón. Pero no se había equivocado respecto a su hermano y, si de verdad estaban en peligro, ella quería estar preparada. Le iba a costar estudiarlo, ya que no era una especialista en el idioma equestre antiguo, aunque esperaba sacar bastante en claro.

Abrió el libro y leyó las primeras líneas; no tardó demasiado en traducirlas.

La nigromancia: el arte de dominar la muerte, los muertos y el terror.

**·-----·-----·-----**


Sorprendentemente, el tren de cercanías fue puntual, por lo que Hope llegó a las cinco en punto a la casa de Aitana. Tal como le dijo, sin ni siquiera llamar, entró en la casa y se dirigió directamente al jardín trasero. Cuando atravesó la puerta trasera pudo ver a la arqueóloga en el mismo, sobre la misma hamaca del día anterior. No llevaba ni su chaleco ni el salacot, pero sí que portaba el colgante de la brújula rota alrededor de su cuello.

—Buenas tardes, Aitana.

Como respuesta, la yegua marrón se levantó y tomó dos objetos alargados que tenía en el suelo, lanzándole uno a Hope a continuación. El unicornio lo tomó en el aire con su magia, descubriendo que se trataba de una lanza.

—Justo a tiempo, chaval —dijo esta—. Hoy vas a aprender a pelear. Suelta las alforjas y ponte en guardia.

Hope hizo lo propio y, tras desembarazarse tanto de las alforjas como de la chaqueta, tomó la lanza con su magia y la mantuvo levitando cerca suyo. No sabía cómo pelear en absoluto, ¡jamás le había pegado una coz a nadie! Por suerte observó que la punta de la lanza era de metal, pero no estaba afilada en absoluto, difícilmente podría herir a nadie con ella.

—Vale, ¿cómo empezamos? ¡Pero qué...!

Sin darle un instante para prepararse, Aitana cargó contra él; Hope no llegó siquiera a acercarse a interceptar el ataque de la yegua; la lanza de esta le golpeó en las patas delanteras, haciéndole perder los dos puntos de sustentación. Cuando intentó recuperar el equilibrio, el arma de Aitana se posó sobre su cuello y lo empujó violentamente contra el suelo, acabando con Hope completamente derrotado.

Para él, una prueba de la habilidad de Aitana es que, a pesar de la violencia del movimiento, no había llegado a golpearlo en el cuello. Primero posó la lanza y después lo empujó, aunque todo ocurrió en un instante.

—Levántate —ordenó la Arqueóloga—. Los ponis no estamos hechos para defendernos frontalmente, somos herbívoros, estamos hechos para correr. Vas a tener que mejorar tus reflejos para esquivar la mayor parte de mis ataques, y después centrarte en cómo bloquearlos y devolverlos.

Hope, al ponerse en pie, se fijó en cómo sostenía Aitana su lanza: la llevaba sobre la pata delantera derecha, pasando el asta bajo la axila, después sobre el codo y, finalmente, la sostenía con la articulación de la primera y la segunda falange de la pata. Como no tardó en comprobar en los siguientes minutos, le permitía una gran movilidad al tiempo que le dejaba tres patas libres para moverse con soltura.

Aitana bajó bastante el ritmo de sus ataques, dando tiempo a Hope para ver por dónde iba a ir; aun así el joven semental se llevó varios y dolorosos golpes que le sirvieron como recordatorio de un fallo en su defensa. Tal como ella le había dicho, primero se centró en intentar esquivar todos los lanzazos, dejando su propia arma a un lado. La yegua marrón, al ver poco a poco la mejoría de su pupilo, aceleró el ritmo del entrenamiento, poniéndoselo cada vez más y más difícil.

Hope Spell notó que pronto iba a fallar, que cada vez estaba más cerca de recibir otro golpe; cuando notó que no podía esquivar el siguiente ataque, usó su magia por puro instinto. El chocar de la madera contra la madera fue como un canto victorioso de que había logrado interceptar con éxito el ataque de su maestra en el combate.

La alegría le duró poco tiempo. Aitana se deslizó a un lado, bajo la defensa de Hope, y giró sobre sí misma para volver a golpearlo en las patas delanteras. Al igual que hizo antes, al volver a su posición inicial, usó su lanza para lanzarlo al suelo empujándolo del cuello.

—Menuda mierda de guardia, Hope —se burló Aitana antes de retirar la lanza y permitirle levantarse—. Nunca dejes de moverte, y jamás dejes que una pequeña victoria te haga comportarte como un idiota.

—Ya... vale, lo haré —murmuró él, levantándose—. Pero esto es solo un entrenamiento, ¿no? Déjame un poco a mi ritmo y ya iré...

Se dio cuenta en el último momento de que Aitana se estaba girando, atacando con su lanza en una amplia parábola. Esta vez Ho pe estuvo ágil e interpuso su propia arma, pero descubrió dos cosas rápidamente. La primera, que su magia no era rival para la fuerza del ataque de Aitana, que hizo que ambas armas le golpearan en la cara.

Lo segundo es que un golpe así dolía mil infiernos; el unicornio retrocedió unos pasos, soltando su agarre mágico y llevándose una pezuña a la cara. Aitana lo observó, impasible.

—Si esto no fuera un entrenamiento ahora estarías muerto. Aquí no tienes años para entrenar, así que no me toques los cojones y tómatelo en serio. Con la Hermandad moviéndose contra nosotros no puedo permitirme llevar a un lastre.

La Arqueóloga entró en su casa, caminando sin prisa. Poco después salió con una jarra de agua, de la que bebió un largo trago antes de hacerle un gesto a Hope para que se sirviera. Este, recuperándose del dolor, pegó un largo trago a la jarra y se sentó en el césped. No era la primera vez que observaba que, a pesar de las palabras que había usado, Aitana no parecía realmente enfadada. Más bien parecía... ¿estricta? No sabía si esa era la palabra adecuada que lo definiera, pero no se le ocurrió otra cosa mejor. Aun así, Hope aprovechó ese tiempo para preguntar algunas dudas que tenía.

—Aitana, una cosa de lo que he estado leyendo. Un gran diabolista o un señor de los demonios puede abrir una "puerta al Tártaro", ¿verdad? Pero no entiendo a qué se refiere el texto exactamente, yo tenía entendido que estos portales se encontraban en templos... Ya sabes, arcos de obsidiana y esas cosas.

La Arqueóloga se giró sobre la hamaca para mirar a Hope.

—En la cultura popular se confunde el término "ventana" con "puerta". Una ventana al Tártaro es lo que estás describiendo: tiene una localización física clara parece un portal a simple vista; muchas veces se construyen con obsidiana, y suele requerir muchos sacrificios y ofrendas reunir el poder para abrirlas. A través de una ventana al Tártaro un culto o un gran demonologista puede obtener poder directamente del Tártaro, saltándose el muro de los sueños. Así es como Manresht pudo resucitar en los Reinos Lobo; una ventana al Tártaro hizo que su cuerpo volviera a la vida con todo su poder.

—¿Y no pueden atravesarla los demonios?

—No directamente, aunque es más fácil invocarlos en su cercanía.

—¿Y qué es una puerta al Tártaro? —preguntó Hope.

—Una putada.

La yegua marrón volvió a meterse en la casa y salió con varios papeles y un lápiz; colocó uno sobre el suelo y, en primer lugar, dibujó dos círculos concéntricos.

—Este es nuestro mundo —indicó señalando el círculo central—. Y, protegiéndonos, tenemos el Muro de los Sueños —señaló el hueco entre los dos círculos.

Hope no dijo nada, atendiendo bien a la explicación. Aitana dibujó un poni en el círculo central y, fuera del mismo, una burbuja ovalada en la que escribió "Tártaro".

—Para contactar con el Tártaro la magia de un ritual debe atravesar, por así decirlo, el Muro. A medida que un demonologista adquiere poder, este agujero se va haciendo más grande, permitiéndole ganar más poder, y al demonio aumentar su influencia en el mundo. ¿Me sigues?

—Perfectamente.

—La gran mayoría de demonologistas mueren antes de alcanzar el culmen de su poder. Los que lo consiguen son capaces de canalizar las energías del Tártaro a través de su ser con total libertad y crear lo que llamamos un "Portal". Este portal permite a los demonios pisar este mundo libremente, pero el creador del mismo decidirá quién puede atravesarlo o no. En otras palabras, los demonios que lo atraviesen servirán irremediablemente al demonologista.

El semental verde comprendió pudo hacerse una imagen mental de lo que eso supondría.

—Entonces el portal es el propio demonologista, ¿verad?

—Lo has pillado de p*ta madre —exclamó Aitana con su habitual burricie—. A través de un portal pueden aparecer cientos, sino miles de demonios menores al servicio del demonologista.

—Pero se pueden matar, ¿no?

—No.

Hope miró a Aitana sin creerse lo que había. Esta, por su parte, dibujó dos flechas en el papel, una que señalaba del mundo material al Tártaro y viceversa.

—Los demonios nunca mueren, solo podemos matar su forma física para devolverlos al infierno del que han salido. Pero los muy hijos de p*ta, si hay un portal que puedan atravesar, volverán en cuestión de minutos. La única solución es matar al bastardo que ha desatado el infierno en la Tierra. Solo así se cierra un portal demoníaco.

—¿Y esto... es muy común?

—Mi padre acabó con un demonologista capaz de abrir y cerrar el portal a su antojo sobre sí mismo, hace casi treinta años. Y si yo no hubiera parado a Manresht, tarde o temprano habríamos tenido un ejército de demonios en los Reinos Lobo. Así que no, no es muy común, pero porque nosotros estamos ahí para evitarlo.

Aitana dio por terminada la lección levantándose y tomando su lanza. Hope fue a hacer lo propio con la suya, usando su magia, pero la yegua lo paró.

—No. Esta vez quiero que aprendas a manejarla con las patas, como hago yo, te ayudará a entender cómo la utilizan la mayoría de los cuadrúpedos.

Hope Spell intentó tomar el arma de la misma forma que Aitana y adoptó posición de guardia. Un instante después cayó al suelo, desarmado y con un fuerte golpe en el costado. La yegua marrón se retiró de nuevo, suspirando entre dientes.

—Disculpe, princesa —murmuró sarcástica—, ¿demasiado duro para usted?

—No, no, espera.

Hope se levantó de nuevo, aunque esta vez el golpe le había dolido bastante. A pesar de la rápida y humillante derrota, había apreciado en seguida a qué se refería Aitana al hacerle luchar con los cascos.

—Vamos otra vez, pero ve un poco más despacio. Que pueda entender tus movimientos.

Aitana se puso en guardia de nuevo con una ligera sonrisa en la cara. Hope no se rendía fácilmente, y eso era algo indispensable para cualquier Arqueólogo.

**·-----·-----·-----**


—Los faraones de Egiptrot aspiraban a proteger sus mausoleos por toda la eternidad. Es por ello que, además de las impresionantes Pirámides que nos dejaron como legado para la posteridad, utilizaron distintas trampas y hechizos como protección.

El profesor Pones caminó por el estrado de la clase, acompañado por el chirriar de su silla de ruedas. Casi medio centenar de alumnos, principalmente de Historia de Arqueología y algún interesado que escogió la asignatura "historia antigua" como optativa, prestaban atención. Las clases del profesor eran famosas por ser de las más entretenidas, a la par que muy instructivas. Este se puso al lado de la pizarra y, usando su magia, desenrolló una lámina blanca que la cubrió por completo. Con un nuevo hechizo las luces de la clase se apagaron y el proyector se puso en marcha.

—Los primeros intentos de acceder a las pirámides acabaron en un desastre. Hace 150 años, sir Deep Dig encontró la cámara funeraria del faraón Im-halten, a la cuál accedió por la fuerza. Sin embargo, antes de hacerlo tomó esta instantánea que nos da una buena pista de lo que iba a ocurrir.

La fotografía, en blanco y negro y con muy baja calidad, mostraba bastante claramente una puerta de piedra rodeada por un marco con múltiples jeroglíficos tallados. El profesor se tornó hacia sus alumnos.

—¿Algún estudiante de arqueología o de magia antigua puede leer lo que dice?

Pronto se alzó la pezuña de una yegua de tierra de espesas crines marrones y rizadas y pelaje amarillo.

—¿Sí, señorita Apple Granger?

—Dice "los espíritus habitan este hogar de reposo. Que el amigo entre acompañado por mi guardián y obtenga parte de mi conocimiento; que el ladrón entre y me acompañe por toda la eternidad, pues mi alma guarda este lugar".

—Muy buena traducción, gracias señorita. Sir Deep Dig no se molestó en intentar traducir el escrito, rompió la puerta y entró con todos sus acompañantes. Ninguno de ellos volvió a ver el sol.

Pones pasó a la siguiente diapositiva; en ella se podía apreciar a un grupo de ponis de tierra armados y algunos unicornios posando en el desierto, frente a la que parecía la misma pirámide.

—Unos meses después, Celestia envió a varios soldados a investigar qué había ocurrido. Lo que encontraron fue que, literalmente, el espectro de Im-halten guardaba la cámara y atacó a los arqueólogos en cuanto entraron.

El sonido de una campana resonó por el campus. El profesor usó su magia para encender las luces y parar el proyector, y concluyó la clase mientras sus alumnos empezaban a recoger sus pertenenccias.

—Si participan ustedes en excavaciones arqueológicas recuerden que las maldiciones pueden ser muy reales. Por favor lean el tema 16 del tratado sobre Egiptrot para la próxima clase.

Como era su costumbre, el profesor Pones se situó junto a la puerta de salida para despedir a sus alumnos. Muchos de ellos se detenían un instante para darle las gracias por la clase o despedirse a su vez. En esa ocasión ninguno le preguntó ninguna duda o recomendación de lectura, por lo que en menos de un minuto la clase se había vaciado.

El unicornio en las puertas de la anciandad se encaminó a su propio despacho, saludando a algunos conocidos y deteniéndose de tanto en tanto a charlar con alguno. Aquel día no iba a entrenar a Hope Spell, necesitaba algo de tiempo para encargarse de otros asuntos de los Arqueólogos, pero eso no era excusa como para no ser cortés, o para negarse a tomar un café con un conocido. Eran esas pequeñas cosas las que le ayudaban a sobrellevar el gran estrés de coordinar a la orden de la que formaba parte.

Finalmente llegó a su despacho, cerrando la puerta a su espalda, y se dirigió al escritorio. Se sentó frente al mismo e hizo un conjuro que iluminó uno de los cajones, hasta que este hizo un extraño ruido similar al del papel arrugado. Cuando lo abrió, como si se tratara de una bomba de confetti, un montón de pergaminos fueron lanzados al aire en medio de una llamarada verde. Ágil a pesar de la edad, el profesor usó su magia para atraparlos en el aire y acumularlos en una montaña a un lado de su escritorio.

Se trataba de los informes que le mandaban a diario sus contactos; la gran mayoría eran personas que habían tenido contacto con los practicantes de las artes prohibidas y que, aunque no luchaban activamente contra las mismas, servían como ojos y oídos de los Arqueólogos. El profesor se encargaba de darles información sobre qué pistas debían observar: pesadillas recurrentes para la nigromancia, desapariciones y sensación de terror para el diabolismo, lagunas mentales para la magia negra... Con todo ello obtenía una gran cantidad de información que le servía para hacerse a la idea de lo que estaba ocurriendo en Equestria.

También había algunos pergaminos de los Arqueólogos en si, pero se dedicaría a ellos al final.

El profesor fue leyendo cada informe y tomando nota mental de lo que podían significar. Parecía haber algo nigromántico en Trottingham, pero nada mayor. Habían sido denunciadas algunas desapariciones más en Baltimare, y la guardia solar había hecho presión para encubrir el hecho. Pero, de todos estos informes, el más preocupante llegó Fillydelphia.

"Operación de agentes Batpony en Blotster Ville. Los vecinos hablan de terror, pesadillas durante semanas. Han aparecido muertos muchos ponis y potrillos. Rituales al Tártaro, más de veinte cultistas muertos. La guardia solar ha cerrado la zona."

El profesor Pones notó un ligero cambio en el pulso al comprender todo lo que su contacto había observado. Más de veinte cultistas muertos, eso era un gran culto. Un gran culto que había sido destruído por nada menos que los Cazadores Batpony, solo ellos podrían enfrentarse con tanto sigilo a un culto tan grande. Y si habían aparecido tantos ponis muertos, no tenía duda de que estaban haciendo un gran ritual.

Sin perder tiempo tomó otro de los pergaminos, esta vez de un Arqueólogo que firmaba como DD.

"P.P.:

Movimiento en la selva. Dos hermanas han atacado a nuestro amigo el mono, y lo han hecho con fuerza. Son hermanas de la familia de la que me has hablado.

D.D."


El segundo pergamino, también de un Arqueólogo que firmaba como Z.

"P.P.:

Ataque a la naturaleza, ha sido rechazado con presteza, pero no atrapamos todas las piezas. Una ancestral armadura deseaban, cuando huyeron solo una parte llevaban.

Z."


Y aún había un tercero, y por el sello reconoció enseguida que se trataba de un viejo amigo, también Arqueólogo.

"P.P.:

Amigo, algo ocurre todavía en Germarenia. Sigue habiendo desaparecidos, y no hay casi pistas de quién está detrás de esto. He encontrado varios demonologistas, pero creo que hay magos negros por enmedio. Si dices la verdad, deben ser parte de la hermandad de la que hablas.

G."


El profesor Pones apartó los tres pergaminos mientras procesaba la críptica información. La hermandad había atacado la selva de occidente, combatiendo directamente a Ahuitzol y sus seguidores para recuperar algún tipo de objeto. Mientras que, casi a la vez, lanzó un ataque al bosque Everfree para conseguir una armadura ancestral. Y era de sobra conocido que el bosque no era una fuerza con la que jugar, probablemente fue ese combate el que desató la tormenta que cubrió buena parte de Equestria.

Y, finalmente, más desaparecidos en Germarenia. Si su buen amigo no estaba consiguiendo encontrar a los culpables... es que algo iba muy mal. La hermandad estaba jugando con demasiada ventaja, ¿cómo era posible? ¿Cómo podían estar superándoles en todo? El profesor se levantó y caminó hacia la ventana, mirando el sol ocultarse tras el horizonte.

—Algo se me está escapando...

Fue entonces cuando le vino la idea a la cabeza. Una idea que era demasiado... impensable como para ser cierta, pero...

Mientras cavilaba, su cuerno brilló y una botella de sidra "Sweet Apple Acres" salió de una vitrina y, por si misma, sirvió una copa que el profesor tomó con su telequinesia. Tras beber un par de tragos supo qué es lo que tenía que hacer. Deseaba con todas sus fuerzas estar equivocado pero... no podía arriesgarse.

Volvió a su mesa y tomó un pergamino en el que escribió un escueto mensaje.

"Reunión urgente. Donde siempre, dentro de tres días

P.P."

Después enrrolló el pergamino y, usando una botella con fuego alquímico verde, lo quemó. Las cenizas se acumularon en un remolino en el centro del despacho y, en pocos segundos, se dividieron en cuatro volutas brillantes que salieron a través de los resquicios de la ventana y volaron hacia el horizonte.

**·-----·-----·-----**


NOTA DEL AUTOR:

A ver si últimamente consigo inspirarme un poco más para seguir escribiendo. Sé que Aitana Pones parece una historia compleja, pero de hecho es mucho más compleja de lo que parece. Estoy gestionando de fondo movimientos de la Hermandad que el lector todavía no conoce que afectan tanto a Equestria como al Imperio de Cristal y otras zonas que están por aparecer dentro de poco.

Ya pronto vamos a conocer en persona a todos los Arqueólogos, sus relaciones y lo que sabe cada uno. Y, como pronto veréis, nada es lo que parece. El Tártaro no es un reino con el que se pueda jugar con impunidad, te tortura, te retuerce y te manipula sin que ni siquiera seas consciente de ello.

Un saludo y si os gusta esta historia, recomendadme a vuestras amigas!


¡OH! Y muchísimas gracias SG91 por hacerme de beta reader :).
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor Sr_Atomo » 16 Mar 2016, 21:32

Capítulo leído y disfrutado. Tengo ganas de saber cómo se comportan en la reunión, y si Hope será aceptado por el resto de Arqueólogos.
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Échale un vistazo a mi fanfic "Parallel Stories" y opina.
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Re: AITANA PONES 2: La tumba del norte [aventura][horror][ca

Notapor Volgrand » 19 May 2016, 23:30

Chicos es justo que os comente algo.

Hace tiempo me puse a revisar Aitana Pones y a cambiar varias cosas. Entre ellas quería alejar su aspecto del de Daring Do y... al hacerlo y releerme todo el fic...

No os imagináis cuántos Facepalms

¡En serio! Empezando por el "no conozco a Macdolia de nada pero voy a confiar en ella con mis mayores secretos" a escenas narradas fatal, poca descripción, y otros aspectos de la historia absurdos.
Así que básicamente estoy haciendo una revisión a fondo de todo el fic... y voy por el capítulo 6 del primero. Voy a tardar lo mío pero, cuando esté, republicaré todo aquí.

Así que mis disculpas por la tardanza, pero os aseguro que valdrá la pena. Inclusive para los que ya lo habéis leído.
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