Capítulo 15
Bienvenido a Los Santos
Bienvenido a Los Santos
Twilight Sparkle aún tenía serias dificultades para comprender la situación en la que se encontraba, pero por mucho que lo intentaba, no conseguía hallar una respuesta satisfactoria. La maleta se encontraba delante de ella, mirándola expectante, con los nervios a flor de piel y esperando. La llamada de la otra noche había sido contundente y no la había dejado ni siquiera decidir. Todavía podía oír la voz de esa chica en su cabeza dándola indicaciones y anunciándola su próximo destino.
-Muy bien, llorona, escucha atentamente porque no pienso volvértelo a repetir. Como ya te dije ayer trabajarás para nosotros y nos devolverás el dinero que nos debes, pero no aquí. Haz las maletas y prepárate para salir mañana, nos iremos de viaje al estado de San Andreas y será allí donde trabajarás. Ah, y apáñatelas como puedas para cubrir tu culo, ya sabes que como te vayas de la lengua tu querida biblioteca lo pagará caro, así que por tu propio bien espero que seas lista. Pasaremos a recogerte a eso de las ocho y cuarto, el vuelo saldrá a las nueve.
En menos de seis horas siquiera se vio obligada a mandar a Spike a casa de sus padres, pidiéndoles que cuidaran de él en su ausencia y mintiéndoles argumentando que se iba a Los Santos porque la habían ofrecido un puesto de trabajo como organizadora en un centro de documentación histórico de allí. De igual forma tuvo que decir lo mismo al resto de sus amigos y también tuvo que paralizar el proyecto de su biblioteca, anunciando por las redes sociales que posponía la apertura hasta nuevo aviso argumentando lo mismo que había dicho a sus padres y amigos. Debido a esto se sentía fatal consigo misma, pero si no lo hubiera hecho habría puesto en peligro a todo el mundo, y eso era lo último que quería. Aunque lo que más la dolió fue tener que despedirse tan apresuradamente de Spike, recordando vívidamente ese momento.
-Pero Twilight ¿por qué no puedo ir contigo?
-Pues porque es un viaje de negocios, Spike, me pagan el alojamiento y el viaje, pero no puedo llevarme a nadie conmigo. Entiéndelo, por favor…
-¿Y cuánto tiempo vas a estar fuera?
-No lo sé, depende del trabajo que tenga, quizás varias semanas…
-¿Varias semanas? ¡Pero eso es mucho tiempo!
-Lo sé, Spike… pero no te preocupes, llamaré de vez en cuando ¿vale?
Conocía muy bien al niño y sabía muy bien que esa respuesta no le satisfizo para nada, aun así no pudo hacer más que abrazarle con fuerza una última vez antes de irse. Su gesto de tristeza grabado en su cara poco antes de que se cerraran las puertas del ascensor regresó a su memoria y pudo con ella, dejando escapar unas pocas lágrimas.
-Lo siento, Spike…
En ese justo momento sonó el timbre de la puerta, dándola un buen susto y poniéndola nerviosa, puesto que ya sabía quién era. Se secó las lágrimas rápidamente, cogió su maleta y se acercó a la puerta, abriéndola levemente y viendo la dura mirada de la chica del otro día de pelo rojizo y destellos dorados.
-¿Estás lista?
Ella tan solo asintió levemente con la cabeza, sin decir nada.
-Pues vámonos, el avión espera.
Twilight salió al descansillo y cerró la puerta con llave, siguiendo a la chica hasta el ascensor y bajando a la calle. Junto a la puerta del portal había un todoterreno cavalcade negro y con las ventanillas tintadas, con dos matones vestidos de negro esperándolas; uno de ellos cogió la maleta de Twilight, metiéndola en el maletero, y el otro les abrió la puerta de atrás para que subieran. Por dentro el cavalcade era bastante amplio, y ese en concreto estaba modificado para parecerse a una limusina pero más pequeña. Una vez dentro los matones montaron en él y se pusieron en marcha.
El viaje hacia el aeropuerto transcurrió en un denso silencio, con algún que otro comentario puntual por parte de los matones hacia la chica. Twilight se sentía un tanto incómoda y nerviosa a partes iguales, tratando de distraerse mirando el paisaje por la ventanilla, pero aun y con todo nada parecía poder mejorar tan complicada situación. Miró a la chica por un momento, fijándose un poco más en ella; sus ojos de color cian complementaban muy bien de alguna forma con su pelo, el cual destacaba sobre todo por su tonalidad roja intensa combinado con destellos dorados que la daba un aspecto de lo más llamativo y fiero. En ese momento la chica se dio cuenta que la estaba mirando y la miró con gesto molesto, espetándola.
-¿Qué pasa?
-Ah, no nada, solo pensaba… no sé tu nombre…-murmuró ella, sin saber muy bien qué decir.
Ante eso la chica dejó escapar un asqueado respingo, como si la diera reparo decírselo, aunque finalmente murmuró.
-Me llamo Sunset Shimmer… eso es lo único que necesitas saber.
-Ah, vale…
Twilight quiso decir algo más, continuar la conversación, sin embargo la mirada que Sunset la echó sirvió para amedrentarla, prefiriendo quedarse callada.
Finalmente, tras una media hora que se la hizo eterna, llegaron al aeropuerto internacional Francis; por un momento Twilight creyó que pararían junto a la terminal, sin embargo el coche siguió todo recto y se desvió un poco más adelante pasando por un acceso al lado de las oficinas de la escuela de vuelo y entrando a la pista por una puerta lateral. A mano izquierda se podían ver los hangares de la misma escuela, llenos de aviones de entrenamiento, aunque ellos continuaron un poco más adelante, giraron a la derecha y siguieron hasta llegar a unas pequeñas terminales privadas, al lado de uno de los puentes aéreos que conectaban los aviones a la terminal principal. Allí había un flamante jet privado de color negro con bandas doradas pintadas en su fuselaje y una antigua heráldica alemana pintada en la cola. En uno de los reactores, los cuales se encontraban localizados en la parte trasera del jet, se podía ver el número de identificación y, cerca del morro y con letras estilizadas, se podía leer el nombre del mismo, Luxor.
Luxor
-Hemos llegado-murmuró secamente Sunset, abriendo la puerta y saliendo del coche.
Twilight la siguió inmediatamente después, al tiempo que uno de los matones abría el maletero y sacaba de él su maleta, entregándosela. Justo después siguió a Sunset hasta el interior del jet, donde una azafata la ayudó con su equipaje, guardándolo en la parte trasera del mismo. En la cabina, un piloto acompañado de un copiloto ultimaba los preparativos antes del despegue. Sunset se dirigió a él.
-Ya estamos todos ¿podemos irnos ya?
-Todavía no, no hemos terminado de revisar, además, control aún no nos ha autorizado nada. Denos unos minutos.
-Está bien.
El interior del luxor era amplio y bastante cómodo, una serie de asientos de cuero reclinables se encontraban alineados, mientras que otros estaban colocados de cara. En la parte trasera también había un pequeño mini bar con pequeños compartimentos en los que parecía haber de todo. Sin decir nada en ningún momento Twilight se sentó en uno de los asientos del lado derecho, mirando a la nada y esperando a despegar. Cerca de allí, a mano izquierda, más jets privados y de empresas también esperaban a que control les diera permiso para salir.
-Oh, sí, esto es vida, viajar así sí que mola…
-Normal, no siempre tienes a tu disposición un jet para ti solo.
-Tienes que reconocer que no ha sido tan mala idea…
-Bueno, lo cierto es que has sabido apañarlo bien.
-Je, je, si es que lo que yo no consiga…
Ante eso Thunderlane giró los ojos con gesto resignado, sentado en su asiento justo en frente de Rainbow mientras esperaban a que el jet en el que se encontraba despegara en dirección hacia San Andreas. Y es que, de forma muy sibilina, Rainbow había conseguido que les hicieran un traslado de expediente de una escuela de vuelo a otra, consiguiendo además que les incluyeran un viaje gratis como parte del trámite. La escuela de vuelo del estado de Liberty tenía una subcontrata con la empresa FlyUS, por lo que el jet lo pusieron ellos, siendo un Shamal de color blanco y con los colores de la empresa pintados en su fuselaje, junto con el logo de la misma estampado en la cola. Y, además, también había conseguido que le transportaran su F620 aparte en un vuelo comercial que saldría a la misma hora que su jet, justo como hizo Lightning en su día.
-Es gracioso que digas eso, puesto que lo que más has conseguido recientemente es que nos intentaran matar…-comentó el chico, un tanto receloso.
-Sí, es un asco… pero bueno, al menos no han vuelto a intentar nada por el momento.
-Que esa es otra, me tranquiliza e inquieta a partes iguales…-masculló Thunderlane, con gesto nervioso.
-Bah, seguramente hayan perdido nuestra pista, y ahora que nos vamos a San Andreas seguro que los perdemos del todo.
-No sé yo…
-Agh, no seas tan negativo, Thunderlane, siempre te empeñas en ver todo lo malo…
-¿Negativo? Sí, vale, olvidaba que trataba con alguien como vos, discúlpeme, su graciosa majestad.
-A nadie le gusta el sarcasmo…
Guardaron silencio por unos breves momentos, en los cuales a Thunderlane le dio tiempo de recordar cierto detalle importante.
-Por cierto, un detalle así tonto… ¿dónde vamos a parar una vez que lleguemos allí?
-Ah, pues no sé…
-¿No sabes? ¿Que no sabes? j*der, Rainbow, ni para salir huyendo eres seria…
-Y tú eres demasiado ortodoxo… ya lo veremos, sabes que a mí me gusta improvisar sobre la marcha…
-Ya, vale, pues puedes empezar entonces ¿hotel o apartamento?
-Apartamento, los hoteles allí son todos muy caros…
-¿Compra o alquiler?
-Alquiler por supuesto ¿por quién me tomas?
-¿Primera línea de playa o centro?
-Primera línea de playa, faltaría más.
-Huevona.
-Picajoso.
Los dos se quedaron mirando momentáneamente, con un gesto molesto en sus caras, optando por ignorarse mutuamente y funcionando; desde su ventanilla Rainbow pudo ver un gran Boeing de FlyUS que en ese momento estaba llenándose con gente desde la terminal a través del puente aéreo más cercano. A través del ventanal de la terminal podía ver a la gente haciendo cola para entrar.
La terminal del aeropuerto siempre estaba en constante actividad, con una de las medias más altas de personas que transitan a cada hora, Francis es uno de los aeropuertos más ocupados de toda la costa este. Aunque en ese momento detalles como esos se le escapaban a Pinkie, la cual se estaba encontrando con que despedirse de su familia estaba siendo más duro de lo que en un principio pensó.
-Os voy a echar mucho de menos, a todos…
-Oh, y nosotros a ti, cariño, pero no te preocupes, siempre podrás llamarnos cuando quieras.
-Lo sé… gracias, mamá, por todo…
-Oh, ven aquí cielo…
Pinkie abrazó con fuerza a su madre, dejándose achuchar por ella. Detrás de la chica de pelo rosado la cola comenzaba a avanzar, al tiempo que la gente iba abordando el avión. Su equipaje grande ya estaba facturado, llevándose consigo una ligera mochila como equipaje de mano. Los siguientes en despedirse fueron sus hermanas pequeñas, a las cuales Pinkie agasajó especialmente.
-Marble, Limestone… portaos bien y no deis mucha guerra a mamá.
-Sabes que no somos muy quejicosas…-comentó Limestone.
-Sí, además guerra como tal es un concepto complejo y muy mudable, no abarca todas las posibilidades inherentes a la capacidad humana de hacer el mal-añadió Marble.
Ante eso Pinkie se rió tontamente al tiempo que murmuraba.
-Oh, mi pensadora Marble… ven aquí.
Finalmente su padre fue el último, dándole el abrazo más fuerte y largo de todos.
-Cuida de mami…
-Descuida… sé que de por sí eres una chica responsable, así que no hace falta que te diga nada más-murmuró él, guiñándola un ojo.
A eso Pinkie esbozó una tonta sonrisa, abrazándole un poco más fuerte. Una vez que las despedidas se dieron Pinkie se puso a la cola, la cual ya casi había terminado, y les despidió con la mano antes de mostrar su billete y perderse en el interior del puente aéreo hacia el interior del avión, dirigiéndose a su asiento, el cual estaba situado en el lado derecho cerca de cola. Una vez allí dejó escapar un lánguido suspiro y se entretuvo mirando por la ventanilla la actividad en pista mientras esperaba al despegue.
Tras la revisión del jet estuvieron listos para irse, aunque tuvieron que esperar un rato más ya que había varios vuelos por delante de ellos; el primero en salir fue un Boeing de FlyUS que estaba no muy lejos de donde ellos se encontraban, maniobrando y cogiendo la pista superior hacia el norte. El siguiente fue un jet comercial, también de FlyUS, el cual también enfiló la pista superior hacia el norte, tomando la misma dirección que el anterior Boeing tomó. Y, finalmente, su jet privado fue el siguiente en despegar, enfilando la pista superior y dirigiéndose una vez más hacia el norte, siguiendo la estela de los demás aviones.
Desde su ventanilla Twilight pudo ver cómo bordeaban toda la parte norte de Liberty City, la cual se comenzaba a recortar en la distancia conforme se iban alejando de ella. Lo último que llegó a distinguir desde la lejanía fue la pequeña pero destacable figura de la estatua de la Felicidad en medio del West River, con su brazo en alto y mirando a la ciudad con su eterno y característico gesto sonriente. Por su parte la chica no podía hacer más que pensar en qué la depararía ese viaje, esperando que todo se resolviera de la mejor manera posible. Evidentemente, pensaba demasiado.
-Oh, Sweetie, cariño, ya hemos hablado de esto…
-¡Pero es que no quiero que te vayas! ¿Por qué tienes que irte?
-Sólo serán unos pocos días, estaré de vuelta antes de que te des cuenta…
-¡No me has respondido a mi pregunta!
Y, una vez más, Sweetie Belle demostraba lo aguda y perspicaz que era para ser una niña de solo nueve años, desarmando por enésima vez a una Rarity que cada vez la era más y más difícil despedirse de ella. La noche anterior había estado hablando con ella, explicándola de forma breve y críptica que tenía que irse a la costa oeste por unos días. En todo momento quiso evitar tener que decir que se trataba por trabajo, pero la misma Sweetie Belle se lo olió enseguida, sin necesidad de tener que echárselo en cara ni nada por el estilo.
El interior de la terminal principal del aeropuerto internacional Escobar siempre estaba abarrotado, con gente que llegaba a la ciudad o se marchaba, como era su caso. Ya había reservado una habitación en un hotel de Los Santos y había sacado un billete para volar hacia allí, en un principio pensó en usar FlyUS, la compañía más grande y solicitada, pero al final optó por una aerolínea menos conocida para no llamar tanto la atención, optando por un vuelo de la compañía Caipira Airways. El equipaje ya se había facturado, aunque el coche, el cual también se llevaba, lo facturó aparte en un vuelo comercial que saldría a la misma hora. La cola en el puente aéreo comenzaba a avanzar, desde los amplios y ondulados ventanales de la terminal se podía observar el Boeing de Caipira, el cual era blanco, con reactores azules y tanto la cola como el fuselaje delantero tenían el nombre y el logo estampados en ellos.
Terminal principal y pista del aeropuerto internacional Escobar
-Pensaba que pasarías más tiempo conmigo… y ahora te vas… no es justo…-masculló la niña, visiblemente dolida.
Ante eso Rarity no pudo evitar pensar que tenía razón, sintiéndose muy dolida debido a esto; fue entonces cuando cogió de las mejillas a su hermana pequeña y la miró con contundencia, respondiendo de seguido.
-Ey, mírame… te prometo que volveré en siete días ¿vale? Siete, ni uno más y ni uno menos, siete. Y en cuanto vuelva nos iremos de viaje las dos juntas ¿te parece?
Tanto Hernando como los demás hombres que la habían acompañado para despedirla la miraron un tanto confusos, pero Rarity los ignoró, sosteniéndole la mirada a su hermana con un gesto de seguridad grabado en su cara.
-¿Me lo prometes?
-Por supuesto… aquí y ahora.
Las dos sellaron la promesa juntando sus meñiques, a lo que la niña la abrazó con fuerza, devolviéndola ella el gesto con la misma fuerza e incluso mayor, dándola además un beso en la frente. Finalmente se despidió de Hernando y sus hombres, el cual lanzó un gesto de confidencia a su jefa. Ella tan solo sonrió y le dio un abrazo también, al tiempo que le decía.
-Si surge algo urgente, llámame.
-Por supuesto, señora.
Tras eso Rarity se unió a la cola y les despidió por última vez agitando un brazo y lanzando un último beso a su hermanita, la cual lo cogió al vuelo, riéndose divertidamente. Por su parte ella embarcó en el avión enseñando su billete y ocupó su asiento junto al lado del ala derecha y al lado de la ventanilla.
Tuvieron que esperar unos pocos minutos, pero finalmente el avión se puso en movimiento, enfilando la pista principal y despegando rápidamente, dirigiéndose hacia el suroeste. Desde la ventanilla Rarity pudo ver cómo la figura de Vice City se iba difuminando en la distancia hasta desaparecer.
Esa mañana se sintió muy distinta desde el primer momento en el que Applejack abrió los ojos. Aunque un tanto molestos al principio, ahora los golpes de cazo de su abuela eran echados en falta, marcando una diferencia abismal. Todo el mundo se encontró en la cocina, compartiendo unos secos saludos y manteniendo un denso y muy pesado silencio que hizo que la atmósfera en la cocina y el comedor se enrareciera. Applebloom apareció al poco rato, nada más verla Applejack se acercó a ella y trató de verse un poco más animada para no tenerla que recordar que ese mismo día enterraban a la abuela.
-Buenos días dulzura ¿has dormido bien?
-Apenas…
-Bueno, si quieres esta tarde podemos echar una siesta las dos juntas… ¿Qué me dices?
La niña la miró con gesto de circunstancia, dejando escapar un leve suspiro y preguntando de seguido.
-¿A qué hora era el entierro?
Esa pregunta dejó un tanto descolocada a la chica, que no se esperaba para nada que se la hiciera, comentando rápidamente.
-No tienes por qué ir si no quieres, puedo quedarme aquí contigo…
-No, quiero ir.
-Applebloom…
-No, quiero ir, voy a ir, y tú también, no puedes faltar.
Por un momento Applejack miró a su hermanita como si se la hubieran cambiado, dándose cuenta enseguida de la realidad de la situación. Sin poder hacer nada más, Applejack la abrazó con fuerza y susurró.
-Si eso es lo que quieres entonces de acuerdo. Será a las siete.
Applebloom asintió con la cabeza sin decir nada más y las dos se dirigieron al comedor para unirse al silencioso desayuno. Algún que otro comentario dispar o una corta conversación que se finiquitaba enseguida rompieron varias veces el silencio reinante, pero la atmósfera nunca cambió por mucho que lo intentaron.
Una vez que el desayuno terminó Applejack mandó el testamento al notario, para que lo ratificara, mientras que aparte consultó el dinero que su abuela tenía guardado en su cuenta. En cuanto vio la cifra los ojos de la chica se agrandaron de golpe, farfullando para sus adentros.
-¿¡Ciento veinte mil dólares?! ¡Por todas las manzanas! ¿En serio la abuela consiguió reunir todo este dinero ella sola?
Aunque, en esos serios momentos, ese dinero les venía como agua de mayo, puesto que por lo que le había contado su hermano, que había estado echando cuentas, la pérdida de la cosecha les había hecho perder más de la mitad del dinero invertido tanto en la mudanza como en la compra de su nueva casa y el asentamiento en sí, dejándoles una situación crítica y rozando los números rojos.
-Dios mío, necesitamos este dinero ya.
Sin apenas pensárselo fue a consultárselo a su hermano, el cual opinó enseguida.
-Sí, estoy de acuerdo, ese dinero podría estabilizarnos un poco, al menos a corto plazo, aunque tendríamos que trabajar muy duro e invertirlo bien si queremos recuperarnos.
-En ese caso iré al banco a sacarlo… lo malo es que la cuenta de la abuela es del banco Maze y aquí en el condado de Blaine sólo hay cajeros del banco Fleeca-murmuró Applejack, algo contrariada.
-Bueno, puedes probar a llamar al banco para que te hagan una transferencia a distancia.
-Oh, está bien…
La transferencia a distancia se podía hacer a través del teléfono, y era un nuevo incentivo que sólo el banco Maze daba la posibilidad de hacer. Encontrando el teléfono del banco en el resguardo de la cuenta de su abuela, llamó al banco usando el teléfono de casa, contestándola rápidamente.
-Banco Maze ¿en qué puedo ayudarle?-inquirió una voz de mujer.
-Buenas, llamaba para que realizaran una transferencia a distancia desde una cuenta a otra.
-Por supuesto ¿es usted la titular de la cuenta destino?
-Sí, soy yo.
-¿Me permite su nombre, por favor?
-Claro, mi nombre es Applejack.
-Vale… ¿y quién es el titular de la cuenta inicial?
-Mi abuela Granny Smith.
-¿Podría ponerse, por favor? Necesito su consentimiento para garantizar la operación…
-Me temo que no va a ser posible… mi abuela ha fallecido hace poco-murmuró ella, con voz apagada.
-Vaya por dios, la acompaño en el sentimiento… aunque en ese caso… me parece que no va a ser posible realizar la operación, al menos mediante este método-anunció la mujer, para su sorpresa.
-¿Ah, no?
-No, de hecho si su abuela ha fallecido tendría que realizar una transferencia hereditaria, no una transferencia común… aunque por lo que estoy viendo en el ordenador esta cuenta tiene más de treinta años de vigencia, lo cual también es un problema-añadió la mujer.
-¿Qué? ¿Y eso por qué?
-Porque la gestión de cuentas antiguas requiere de más tramites… mire, será mejor que venga aquí para mirarlo más detenidamente, por teléfono no es la mejor forma de tramitar una situación así. Puede venir a las oficinas centrales, situadas en la torre del banco Maze, en el centro de Los Santos, o bien también puede acudir a otras oficinas que están situadas en Prosperity Street, en el barrio de Del Perro. Traiga consigo todos sus datos personales junto con las cartillas de ambas cuentas y el certificado de defunción de su abuela, un empleado la ayudará a resolver su situación-explicó la mujer con todo detalle.
-Oh… vale, está bien, gracias.
Applejack colgó, un tanto molesta, y en ese momento su hermano reapareció, aprovechando para preguntarla.
-¿Ya has hecho eso?
-Qué va, no he podido, resulta que tengo que ir allí… maldita sea…
Big Mac supo al instante que no lo decía por el hecho en sí, sino por la ciudad. Desde que era pequeña Applejack detestaba ir a Los Santos, ya que nunca la había gustado como tal ir allí. Al haber vivido desde siempre en el campo y en un ambiente típicamente rural ella se había acostumbrado, y el tener que ir a una ciudad tan grande y tan llena de gente como lo era Los Santos era algo que no soportaba.
-Si quieres puedo ir yo…
-No, tranquilo, es igual, además, tengo que ir yo siendo la titular de la cuenta familiar…
-Ya veo… ¿qué vas a hacer, irás ahora o luego?
-Sí, cuanto antes me lo quite, mejor… ¿te dieron el certificado de defunción ayer?
-Sí…
-Dámelo, lo necesito.
Aprovechando el tiempo al máximo, Applejack preparó rápidamente toda la documentación necesaria y, una vez que estuvo lista, salió a por el coche para dirigirse hacia Los Santos. Desde Grapeseed tenía como mucho media hora de viaje, al menos si no había tráfico a la hora de entrar en la ciudad, aunque yendo directamente por la autopista de Señora llegaría enseguida. Por lo que, sin mayor dilación, Applejack se subió al coche guardando los papeles en la guantera y se puso en camino.
Ese día había amanecido tristemente para Fluttershy, la cual había estado trabajando parte de la noche cavando una tumba para Ángel; había tardado más tiempo de lo que en un principio pensó puesto que la pena, y el saber que su querido conejo había muerto por su culpa, la atormentaba de tal forma que apenas la dejaba sacar fuerzas para remover la tierra con una pala. Para esa misma mañana la tumba ya estaba terminada y Ángel ya reposaba en ella, con una pequeña cruz hecha con un par de ramas y una corona de flores puesta sobre la misma.
-Lo siento… lo siento tanto…-musitó ella, con lágrimas en los ojos y mirando la tumba.
Sin embargo no podía quedarse allí, llorándole. Por desgracia tenía un encargo que realizar, y no podía hacer nada por evitarlo. Tree Hugger estaría en peligro si no lo hacía, y se negaba a perderla a ella también por culpa de su imprudencia, por lo que, atada de pies y manos, no tuvo más remedio que prepararse.
Aunque hacía mucho tiempo desde que se retiró, nunca llegó a deshacerse de su equipo, el cual lo tenía escondido en una trampilla bajo el garaje, oculta tras varias mantas y otros aparejos. No supo bien por qué decidió conservarlo, pero en ese momento lo vio como una bendición y una maldición al mismo tiempo. Bendición porque, en su momento, su equipo era ilocalizable y, de hecho, lo seguía siendo, lo que la evitaba tener que adquirir uno nuevo, arriesgándose a que fuera localizado. Y maldición porque, por desgracia, lo volvía a usar, ya que en su día se hizo la promesa de que nunca más volvería a hacerlo. Y ahora, debido a las circunstancias, tenía que romper su promesa.
De la misma trampilla sacó un maletín metálico que abrió para comprobar que todo estaba donde lo dejó; las partes de un rifle de francotirador, incluyendo un silenciador, estuvieron a la vista, cada una en su hueco correspondiente. También había un móvil, concretamente un Whiz de alta velocidad rosa, con el cual se comunicaba con sus contactos, aunque había pasado mucho tiempo desde la última vez que lo usó. Estaba descargado, por lo que necesitaba un enchufe, siendo necesario para ello ir a Los Santos. El resto del equipo consistía en unos cuantos cargadores del rifle, una pequeña pero compacta pistola cutre a modo de arma secundaria y un bastón extensible como arma cuerpo a cuerpo, además de un pequeño casco con micrófono incorporado para hablar por el móvil en manos libres. Una vez que estuvo todo listo metió el maletín en la parte trasera de su furgoneta, tapado con varias mantas para que no llamara la atención, y subió a ella, quedándose sentada frente al volante durante unos cuantos segundos que la parecieron horas. Por un momento se quedó en esa pose, con gesto vacío y mirada perdida, como si le diera reparo arrancar o no quisiera. Aun así tenía que hacerlo, debía hacerlo. Ángel ya había muerto por su culpa, no podía permitirse perder a nadie más… y mucho menos a Tree Hugger. Aunque eso le dio más motivos para entristecerse, puesto que era ese mismo día cuando había quedado con ella para que le enseñara el desierto.
-Lo siento, Huggie… he de protegerte-masculló entonces ella, arrancando el motor.
Sacó primero la furgoneta, se bajó un momento para cerrar la puerta del garaje, y regresó a ella para ponerse en camino. Desde donde estaba había por lo menos tres cuartos de hora, por lo que no podía perder más tiempo. Debía de llegar pronto para tantear el terreno y prepararse, ya que hasta las siete aún quedaba tiempo. Aceleró y se dirigió al camino de tierra, poniéndose en camino.
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