por Santiago Brony MLP » 25 Abr 2016, 00:42
El entrechocar de los sables, cuchillos y hachas resonaban y llenaban el aire. Sundial evadió los ataques mortales del pegaso frente a él y, de una estocada, atravesó su corazón con su cuchillo. No era la primera vez que se veía obligado a matar, ni tampoco ignoraba el lío en que estaba. Como había avisado Justice, se habían retirado de las afueras del pueblo para ir a buscar un nuevo lugar de asalto y, de paso, preguntar a algunos montaraces sobre algunas direcciones y nombres. Ninguno dijo conocer algún pueblo detrás de las “Grandes Montañas”, como todos las llamaron, pero contestaron muchas otras cosas, con la cual tuvieron que despedirse de algunos compañeros que, al parecer, ya sabían dónde encontrar su meta. No tardaron mucho en encontrar un lugar acogedor y apto para emboscadas.
Un camino con árboles alrededor y muchos lugares sombríos aun de día. Lamentablemente, como muchos temían, no eran los primeros en llegar allí. Otros bandidos ya se habían alojado y, tras unos días, se percataron de la presencia de Justice y su grupo. Justice no quiso dialogar, y tampoco era necesario, pues estaba claro adónde iba a llevar todo. Sundial sabía lo que iba a pasar, así que no pudo dormir bien, y tuvo suerte. El asalto enemigo cayó a medianoche.
Una batalla, una guerra entre ladrones, asaltantes, bandidos. La lucha fue encarnizada pero, al final, el equipo enemigo cayó vencido, cosa que no significaba que el grupo de Justice estaba bien parado. Todos heridos, algunos de gravedad, y también muertos. Era de gradecer que hayan vencido, Sundial recordó con amargura las veces que habían perdido.
Tras curar a los heridos (Thief se encontraba entre los inconscientes) y vendar a Sundial en el abdomen (herida de cuchillada) y el ala derecha (rota), se instalaron y algunos vigilaron los alrededores. Sundial se les unió.
El aire era fresco y, olvidando el dolor y el olor a sangre, bastante agradable. Sundial sonrió, al menos la batalla había valido la pena. Entonces fue cuando se puso a pensar.
¿Tanto en él había cambiado? Antes, en Ponyville, era un pegaso jovial, algo nervioso, amable. Ahora…había matado, participado en batallas, asaltado y robado, y justo hace pocos segundos agradecía haber ganado una batalla.
El pegaso sacó su cuchillo y lo observó detenidamente. Costaba creer que esa arma se había convertido, para él, en un instrumento valioso y hasta casi necesario.
Savage se le acercó cojeando:
-¡Epa! Compañero. ¿Alguna novedad?
-No. Por ahora, nada peligroso ni digno de mencionar. Parece que los vencidos en serio se han ido.
-Me alegra oír eso.
Savage se alejó, y Sundial suspiró:
-Sin novedad. ¡Mil rayos!
Efectivamente, sin novedad. Sin nadie que se les atreviera acercarse. Sin nadie capaz de mirarlos sin temor. Sin nadie a quien…
Una carroza se puso a la vista de los agudos ojos de Sundial. No supo porque, pero su corazón se inflamó en energía. ¿Era acaso de que ya no podía ver ninguna víctima sin sentir ese instinto criminal? No se pudo responder, pero sí exclamó:
-¡Carroza!
Estuvo a punto de darse la vuelta y correr que se prepararan para asaltar, pero se calmó. Recordó a los heridos y de que nunca asaltaban hasta después de 24 horas de haberse instalado en un nuevo territorio.
Sundial se estiró y solo les informó de su avistamiento a los demás que estaban vigilando, para que intentaran no hacerse ver.
Cayó la noche, y Sundial volvió para reunirse con los demás. Sus dos amigos sonrieron (Thief ya se había recuperado del desmayo y andaba con la cabeza vendada) y Savage (con moretones grandes y una pata vendada) volvió a hacerse a un lado para dejarle un sitio.
Sundial se sentó, estaba muy herido como para actuar esa noche, pero quienes podían, se encargaron de parodiar la batalla de esa noche, interpretando a los enemigo con palabras muy entreveradas y hasta inventadas con propósito de poner en ridículo la razón por la que querían quedarse y luchar. Sundial rió (a veces parando por su herido abdomen) y sus amigos también.
Sí. Había valido la pena luchar, y también había algo por que Sundial estaba decidido ganar. Rose. Sundial ya no podía ni verla sin que su corazón saltara. Pero nunca podía hablar con claridad frente a ella, siempre callaba, pues no sabía qué decir.
A Sundial le habría encantado pedirle que salieran, tal vez a algún prado lejos de miradas curiosas, pero nunca se sentía con la suficiente confianza.
“Pronto lo haré” se decía, “Ten calma” se repetía. Sin embargo, Sundial tenía algo por lo cual preocuparse. Rose quería ir a un lejano lugar que, al arecer, poco a poco se iban acercando, y Sundial temía que llegara el momento en que se vaya, el momento en que tenga que dejar de oír su cálida risa. Dejar de ver sus hermosos ojos color granate vivos. Y dejarla ir.
Sundial nunca se armaba de valor para hablarle, y aunque siempre se repetía “Aún hay tiempo, sé paciente”, cada vez más sentía que se ahogaba en un vaso de desesperación.
Quería decírselo, exclamarle que la amaba en todo, en su aspecto, actitud, pero:
-Aún falta. Sé paciente.
Sabiendo que no podía decírselo ese día, Sundial se levantó:
-Me voy a dormir.
Sus amigos se sorprendieron de que decidiera acostarse más temprano de lo habitual, pero aun así le desearon buenas noches.
Sundial se acercó a un árbol y, en unos helechos se entregó a un profundo sueño.