Spoiler:
Poison Mermaid no tenía idea alguna de adónde ir a continuación. Había recorrido de arriba abajo el puerto, buscando alguna pista sobre dónde encontrarse con Silver Dusk. Él le había dicho que las instrucciones llegarían a ella de una forma u otra. Ni el cómo, ni el cuándo, ni el dónde. Aquello intranquilizaba a la yegua, que no bajaba la guardia en caso de que aquello fuera una trampa o una emboscada. Lo único que la motivaba a seguir era la posibilidad de salvar a su madre.
-Vamos a ver… Recapitulemos -susurró para sí, mientras se mantenía escondida en un callejón-. Mi madre está cautiva en Luna sabe dónde. Necesita mi ayuda para escapar y ha mandado a Silver en mi busca. Según él, debo romper un sello -la yegua dio golpecitos en el suelo mientras enumeraba-. Sin embargo no sé dónde está mi madre, ni cómo voy a romper el sello, ni cómo el sello la mantiene cautiva, ni por qué está cautiva, ni por qué mi padre me mintió respecto a su muerte, ni quién es Silver Dusk, ni cómo voy a llegar a él.
Al darse cuenta de cuántas cosas se le escapaban, Poison suspiró profundamente, Ella siempre tenía todos los cabos atados antes de comenzar una misión. Pero ahora…
-Por qué no me doy cuenta de que esto es una trampa clarísima… -sacudió la cabeza con pesar-. Tendría que habérselo dicho a Helm Salt... Al menos para que la tripulación esté a salvo. Y también a Fire. Qué clase de capitana soy… -suspiró de nuevo, mirando al cielo-. Ojalá estés bien, mamá… Todo lo estoy haciendo por ti.
Inconscientemente frotó el colgante que descansaba en su cuello. Su madre lo había llevado siempre, desde antes de conocer a su padre, según él. Nunca se lo quitaba, y nunca la vio sin él. Ahora le resultaba raro pero a la vez familiar el llevarlo puesto, como si una parte de River estuviera acompañándola siempre.
-Está bien, mamá. Aunque haya muchas posibilidades de que algo salga mal… Si puedo salvarte no me importa.
En ese momento algo sobre su cabeza empezó a brillar tenuemente, lo que puso en guardia a la yegua. Tardó unos instantes en darse cuenta de que la luz procedía de su cabeza. La rosa enredada en su pelo brillaba con una tenue luz azulada, proyectando su sombra ampliada sobre la pared del callejón.
Poison miró a los lados, buscando respuestas, mientras intentaba quitarse la flor. Unos cuantos cabellos quedaron enredados en el tallo espinoso de la rosa, cuya tenue luz no parecía tener la explicación para las preguntas de la yegua. Inspeccionó meticulosamente la flor, tironeando de hojas, espinas y pétalos. Ninguna de las partes cedió, como si estuviera hecha de plástico; y tenía un olor intenso y embriagador. Sin embargo la luz parecía proceder del propio centro de la rosa.
-Si esto no es cosa de magia, que se hunda mi barco ahora -concluyó la yegua. Inmediatamente después puso el oído en dirección al puerto, por si acaso su barco se hundía de verdad.
Siguió observando la rosa, sintiendo que perdía la poca esperanza que tenía. Una flor luminosa era todo cuanto tenía en aquella falta de información.
-Esto es frustrante… Daré una vuelta más y si no consigo nada… Volveré al barco y lo contaré todo -se resignó.
Amparada por la oscuridad de la noche, volvió a sobrevolar el paseo marítimo, ocultándose entre los almacenes y garajes del puerto. Buscaba cualquier cosa que destacase, que no fuera de aquel lugar…
Y entonces se fijó en que la rosa parecía brillar un poco más según se movía… Apenas una diferencia perceptible, pero en las sombras era notable. Poison volvió a recuperar un poco de motivación. Al fin una pista a seguir.
Tras un rato investigando comprobó que, efectivamente, la flor se iluminaba si la yegua se dirigía fuera del puerto. Estaba claro que debía salir de allí para encontrar a Silver. Aquella flor serviría como brújula.
Caminando a ciegas por la ciudad de noche, se tomó un momento para reflexionar. El estar sola de nuevo, enfrentándose a algo mayor que ella, le recordaba mucho a un hecho acaecido años atrás, que recordaba perfectamente…
Poison salió del laboratorio de su padre, con la pócima que había creado escondida entre los pliegues de su vestido. Los intrusos estaban saqueando su hogar mientras los invitados, que ahora habían sido tomados como rehenes, permanecían temblorosos en el suelo, atados entre sí. Algunos estaban heridos. La joven Poison se escondió entre muebles y columnas, determinando cuántos de aquellos bárbaros habían invadido su casa. Después de espiar durante unos momentos, concluyó en que había cinco piratas.
Corrió a esconderse en la despensa, cerrando las puertas tras de sí. Aquel había sido su escondite de lectura en muchas ocasiones, pero esta vez no era su objetivo ocultarse entre un muro de latas de conserva. La despensa tenía una reja de ventilación en la que cualquier cosa que se dijera en el salón, donde se había estado celebrando el baile, se oía a la perfección desde la despensa. Respiró hondo, calmando el tambor en el que se había convertido su corazón, y comenzó a cantar hacia la reja.
Su voz se proyectó por toda la casa, acabando en el comedor. Oyó gritos en la sala, en la que también escuchó varios trotes en una misma dirección. Cantó durante unos minutos y después calló, aguardando reacciones. Oyó una conversación ininteligible y después un trote alejándose del comedor. Se habían separado, justo lo que Poison quería. Aun así, debía de ser cuidadosa; los intrusos estaban, con toda seguridad, armados.
Salió de la despensa sin hacer ruido, recogiendo una de las pesadas sartenes que colgaban de la pared de la cocina. Su corazón latía desbocado, realmente asustada. Pero no pensaba permitir que hiciesen daño a sus padres. Abrió la puerta de la cocina, apenas una rendija pequeña para poder ver el pasillo. Estaba todo en silencio y en semipenumbra, pero oyó el eco de unos pasos acercándose. Vislumbró una sombra en el pasillo y decidió actuar.
Entró a la cocina de nuevo y, con la cola, sacudió los cacharros que colgaban del techo, haciendo un ruido notable, tras lo cual procedió a esconderse sobre los armarios. Esperó unos instantes hasta que la puerta se abrió. Uno de los piratas, un unicornio de aspecto malhumorado, asomó la cabeza por la puerta, inspeccionando el perímetro antes de entrar. Llevaba un puñal envainado en el costado, al cual Poison puso especial atención.
En silencio, esperó a que el saqueador se diera la vuelta, dándole la espalda, para acto seguido abalanzarse contra él y arrearle un sartenazo en la cabeza. El pirata, confundido, se frotó la cabeza intentando mantener el equilibrio, pero cayó al suelo. Antes de llevarse la pata al costado para desenfundar la daga, Poison volvió a asestarle un fuerte golpe en la cabeza, dejándolo inconsciente.
Respirando pesadamente, Poison se tomó unos instantes para averiguar qué hacer a continuación. Tras comprobar que el cuerpo inconsciente del intruso era demasiado pesado para que ella pudiera moverlo, decidió atarlo para evitar que escapase. Con unos cuantos trapos que encontró hizo unos torpes pero fuertes nudos en las patas del pirata, al que también amordazó. Satisfecha con el resultado, le quitó el puñal, asió de nuevo la sartén y se asomó a la puerta con precaución.
No había moros en la costa, pero sí oía pasos apresurados cerca de ella. Oía dos voces distintas que se instaban a prestar atención. La joven respiró hondo. Había podido noquear a uno de ellos, pero a dos… Tendría que usar otra estrategia. Entró de nuevo a la cocina, buscando algo que pudiera servirle para poner fuera de combate a aquellos patanes. En la encimera había una enorme jarra con agua, que Poison miró fijamente antes de sonreír. Podría funcionar.
Rápidamente cogió la jarra y vertió el agua en el pasillo abrillantado, convirtiéndolo en una peligrosa pista de patinaje que acababa en una pared. Tiró la jarra lejos de sí, estallando en mil pedazos, lo cual resonó por todo el pasillo. Rápidamente los pasos se apresuraron a la dirección del ruido, hasta que Poison se encontró cara a cara con otros dos piratas con pinta de pocos amigos, un poni de tierra y otro unicornio. Tras echar un rápido vistazo dio gracias interiormente a Celestia de que aquellos dos no estuvieran armados con pistolas. La joven yegua se mantuvo firme, ocultando tras ella el rastro de agua. Los rufianes se abalanzaron inmediatamente sobre Poison, que se apresuró en alzar el vuelo, dando un requiebro por el pasillo para ponerse a salvo de las garras de los piratas. Al intentar dar la vuelta, resbalaron por el suelo mojado, precipitándose contra la pared, en la que se estamparon. Rápidamente Poison los golpeó con la sartén, dejándolos fuera de combate.
-En serio, ¿de qué está hecha esta sartén? -murmuró mientras les quitaba sus armas a los piratas. Uno de ellos llevaba una cimitarra ligera, con la que la joven yegua quedó fascinada.
Tres menos, quedaban dos.
Para evitar más jaleo, voló hacia el techo y allí se apresuró a atravesar el pasillo hasta llegar al salón. Por la rendija de la puerta vislumbró a los dos piratas que quedaban. Uno de ellos, un enorme poni de tierra color ceniza, parecía ser el capitán. Estaba acompañado de un tembloroso pegaso color verde, que miraba a todas partes con gesto inseguro.
- ¿D-dónde crees que estarán? Están tardando demasiado…
-Esos imbéciles seguro que se han perdido en esta mansión mientras saqueaban… Más les vale volver pronto o les cortaré las gargantas antes de que puedan respirar -el capitán resopló.
Poison se escondió. Ambos rufianes llevaban pistolas, con lo cual una entrada directa no le haría bien alguno. Llevaba consigo la cimitarra que le había quitado al unicornio, pero no tenía ninguna noción para usarla, por lo que descartó la idea de atacar. Entonces se acordó de la botella. La sacó de entre los pliegues del vestido, observándola con detenimiento. No tenía ni idea de qué hacía aquello, la había creado siguiendo un fuerte instinto en su interior. Pero si había algo que su madre le hubiera enseñado, era a seguir su instinto. Con la cimitarra cortó la cola del vestido, con lo que sus patas traseras quedaron más libres para moverse. La rendija de la puerta era lo suficientemente grande como para poder tirar algo desde allí. Cogiendo impulso, tiró con todas sus fuerzas la espada al otro lado de la sala.
El ruido alertó a los piratas, que miraron desconcertados a la cimitarra aparecida de la nada y después a la puerta de donde había salido, con lo que Poison aprovechó para volar hasta la enorme araña que decoraba el salón. El pegaso tembloroso notó el movimiento y sacó su arma, disparándola torpemente. Poison se protegió como pudo, pero afortunadamente el proyectil no pasó cerca de ella.
- ¡Idiota, vuela a por ella! -rugió el capitán mientras apuntaba su propia arma contra la yegua.
El pegaso alzó el vuelo, tirando el arma tras de sí, mientras el capitán disparaba a la lámpara, reventando varias bombillas. Poison esperó hasta que el tembloroso pirata estuvo cerca de ella para abalanzarse sobre su cara y tapársela con el trozo cortado de vestido. Forcejeando, consiguió que el pirata cayera al suelo, aterrizando estrepitosamente sobre su capitán, que disparó de nuevo a causa del golpe.
Poison notó un agudo dolor en su oreja izquierda, seguida de un fuerte pitido y una sensación cálida bajándole por el pelo. Gimió de dolor al comprobar que el proyectil la había alcanzado, haciéndola sangrar copiosamente.. Sin embargo, al ver que ambos piratas intentaban ponerse de nuevo en pie, tuvo que ignorar el dolor que la asediaba. Descorchó rápidamente la botella y la vertió sobre los intrusos mientras bajaba de la lámpara.
Ante sus ojos contempló como el pelaje de los piratas empezaba a disolverse, dejando grandes calvas de pelo y piel quemada sobre los intrusos. Poison tiró la botella, aterrada ante lo que había creado. Un intenso olor a pelaje carbonizado y el sonido de algo quemándose fue todo lo que se oyó en la sala aparte de los gritos de los piratas, que se oían desde todos los rincones de la casa. La yegua apartó la mirada, sintiendo náuseas y un fuerte mareo a causa de la pérdida de sangre.
-Maldita niña… -gritó el capitán antes de desmayarse.
Un sonido de cascos irrumpió en la sala. Los padres de Poison, acompañados de guardias, contemplaron el escenario. Una masa sanguinolenta y herida que momentos antes fueron los piratas y la joven yegua, temblorosa a pocos metros de ellos. Salve y River se apresuraron a socorrer a su hija mientras los guardias apresaban a los piratas.
- ¡Poison, mi niña, santa Celestia, estás herida! ¿Qué ha ocurrido? -preguntó Salve, cogiendo el rostro de su hija entre los cascos.
- ¡Los he matado! -sollozó la joven pegaso, con las lágrimas escapando de sus ojos-. ¡Yo no quería, pero ese veneno que he creado los ha matado!
River abrazó a su hija, intentando consolarla.
-No los has matado, vida mía, pero sí les has herido bastante. Dudo que puedan moverse en una buena temporada -trató de razonar la yegua, que estaba en estado de shock.
- ¡P-pero el olor, las heridas…!
-Son quemaduras, Poison. De tercer grado, nada menos, pero quemaduras -Salve abrazó a su hija e hizo su propio intento de consolarla.
-El veneno que hice les ha hecho eso… ¡Pero si no sé cómo lo hice!
En ese momento los flancos negros de Poison se iluminaron. Ahora en ellos lucía una flamante cutie mark de una botellita verde con una calavera. La familia permaneció en silencio ante aquel acontecimiento, ajenos al jaleo de guardias y rehenes a su alrededor.
-Bueno, está claro que ahora sí sabemos cómo lo has hecho -murmuró River.
Mientras a su alrededor los rehenes eran liberados y los intrusos apresados, una confusa Poison asimilaba lo que acababa de acontecer.
Poison salió de su ensoñación, evocando el amargo y confuso recuerdo de cómo consiguió su cutie mark sin saber bien por qué. Lo achacó al hecho del baile y de estar sola de nuevo, resolviendo cosas por su cuenta. Al hecho de que su madre podía estar viva. Recordaba con claridad el rostro preocupado y sereno de su madre mientras intentaba tranquilizarla.
Salió de su ensoñación al notar que el brillo fantasmagórico de la flor se había intensificado hasta parecer el de una linterna.
Frente a ella se alzaba un enorme portón de acero forjado exquisitamente, que daba la entrada a un hermoso parque. Los árboles, de frondosas y espesas copas, se situaban a ambos lados de un camino empedrado bordeado de coloridas flores silvestres, que se bifurcaba numerosas veces. Poison se maravilló ante la siniestra belleza de aquel parque y se preguntó cómo luciría durante el día, sin la iluminación artificial que proporcionaban unos farolillos junto al sendero.
Se adentró en él, guiándose únicamente por el brillo cada vez más intenso de la rosa y de los farolillos nocturnos en el suelo. No se oía nada más, aparte del viento soplando entre los árboles, las pisadas de Poison sobre el camino y el murmullo del mar a lo lejos. La capitana se sentía cada vez más intranquila a medida que avanzaba por el parque. Tenía la sensación de que algo iba mal, pero lo achacó al silencio imperante en el parque.
Una fría ráfaga de viento con olor a sal que levantó la capucha de su capa la sorprendió. Se arrebujó en ella, recolocándosela, mientras giraba a la izquierda en el camino empedrado.
La luz de la rosa iluminó el lugar. Ante Poison se presentaba un hermoso cenador abovedado, de estructura de madera, cuya bóveda estaba hecha de cristales de colores. Era lo suficientemente grande para que varios ponis pudieran bailar allí sin tocarse, e incluso para que bastantes mesas y sillas pudieran ponerse allí sin problemas. El cenador estaba casi oculto por arbustos de flores podados con diversas formas que impregnaban el ambiente de un intenso aroma dulzón. Tras el mismo había apiladas varias mesas y bancos que habían sido retirados. Al adentrarse Poison se dio cuenta de que en el suelo había dibujados varios círculos concéntricos cubiertos enteramente con símbolos, letras y pequeños dibujos de aspecto místico que brillaban suavemente con luz propia. En el centro, en un espacio lo suficientemente grande para que cupiera un poni, había dibujado un signo diferente a los otros. La capitana reconoció algunas de las runas dibujadas, de haberlas visto antes, pero no conseguía averiguar qué significaban en aquel extraño conjunto. Un escalofrío le recorrió la espalda al pisar una de las líneas del círculo, y percibió una fuerte corriente de magia. Cada vez tenía más la sensación de que aquello era una muy mala idea y que debía salir de allí cuanto antes.
La rosa, tras parpadear un par de veces, comenzó a flotar ante Poison para después estallar suavemente en una brillante lluvia de chispas. Poison no tardó en acostumbrar sus ojos a la luz que procedía del círculo de símbolos. Era del mismo tono cerúleo que el emitido por la rosa, y a la pegaso le recordó el brillo del agua a la luz lunar.
Cuando estaba a punto de marcharse, dándose por vencida al ver que allí no ocurría nada, oyó pasos tras ella y se dio la vuelta rápidamente, en posición de ataque. Silver Dusk apareció, sonriendo tranquilamente. El corazón de Poison se disparó.
-Ah, querida, cuanto me alivia que hayas encontrado el lugar. ¿Te costó resolver mi acertijo de la rosa? -el unicornio se acercó a ella y le besó el casco. La yegua permaneció quieta unos instantes antes de responder.
-Un poco, debo admitirlo. Cuando pude resolverlo no he tenido problema para llegar hasta aquí -alzó la cabeza, mirando a su alrededor-. Este parque es realmente precioso, casi mágico, he de decir. No lo conocía.
Silver esbozó una de sus misteriosas sonrisas, asintiendo.
-Yo no podría haberlo descrito mejor, mi hermosa dama -aún sujetando la pata de la yegua, la dirigió suavemente al círculo-. ¿Qué os parece el círculo mágico que he creado? Estoy completamente seguro de que romperá el sello de vuestra madre.
Poison sintió de nuevo una corriente de energía mágica fluir a través de ella al pisar el círculo, incluso más intensa que antes. Guiada por Silver, se colocó en el centro.
- ¿Seguro que esto salvará a mi madre? -preguntó mientras se quitaba la capucha.
-Completamente. Sólo os necesito a vos para completar el ritual.
- ¿Y qué debo hacer?
-Cantar.
Poison parpadeó, confusa. ¿Toda aquella preparación… para que ella sólo tuviera que cantar? Demasiado sencillo.
-Os dije que era una misión muy fácil, pero que sólo vos podéis realizar.
Demasiado sencillo. Poison enarcó una ceja, reticente.
- ¿Y qué he de cantar?
-Cualquier canción vale, en realidad, pero este hechizo es más poderoso si cantáis algo que os recuerde a vuestra madre. Tal vez algo que ella os enseñase o cantase cuando érais pequeña.
-Mi madre me enseñó muchas canciones… Pero no quiero cantar aún.
La sonrisa de Silver disminuyó un segundo, pero enseguida volvió a ser igual de intensa, girando la cabeza en una posición un tanto incómoda.
- ¿Por qué no, querida mía? ¿No queréis salvar a vuestra madre?
-Sí que quiero, pero no me fío de ti ni de todo esto. Percibo una magia muy fuerte aquí, y no es magia blanca completamente. Necesito otra prueba de que esto es cierto -dijo con firmeza, alzando la cabeza-. ¿Cómo se ha comunicado mi madre contigo?
Silver asintió, pensativo, sin perder la sonrisa en ningún momento. Su cuerno comenzó a brillar mientras alzaba la cabeza y lanzaba un fino rayo al cuello de la pegaso, al colgante. Éste empezó a brillar suavemente con un fulgor blanquecino. Poison lo notó caliente sobre su piel a la vez que comenzaba a vibrar. Del colgante emergió una pequeña bolita de luz que flotó frente a la pegaso. Ella, sin comprender, quiso preguntar a Silver qué significaba aquello, pero quedó congelada al oír una voz que conocía demasiado bien.
-Mi niña, al fin -la suave voz de su madre procedía de la luz-. Has venido a salvarme. Te he echado tanto de menos...
Poison se quedó en blanco, incapaz de hablar o de moverse, mirando a la bolita de luz de hito en hito. Su madre realmente estaba allí, estaba viva. Alzó la pata para tocar la bolita de luz, pero se deshizo antes de que pudiera rozarla. Miró a Silver, rogando en silencio que volviera a hacerlo. El unicornio tenía aspecto cansado.
-Por desgracia no puedo mantener ese hechizo demasiado tiempo, querida mía -resopló unas cuantas veces antes de volver a sonreír de nuevo-. Es por eso que os necesito aquí. ¿Tenéis ya pruebas suficientes?
Poison dudó. No confiaba en aquel poni, pero aquella era, sin duda, la voz de su madre. Acarició el colgante, que ya no estaba caliente, mientras observaba el ritual ante ella. No podía huir, no ahora que había oído a su madre. Sin saber cómo liberarla por su cuenta, no tenía más remedio que ponerse a los cascos de Silver. Aún tenía muchas preguntas que hacerle, demasiadas para ser respondidas en una noche, preguntas que necesitaban una respuesta clara y directa. Claudicó, asintiendo con la cabeza baja. Si aquello funcionaba, le haría las preguntas después. Saber que estaba viva era lo que necesitaba en ese momento.
-Sí. Cantaré -alzó de nuevo la cabeza-. Recuerdo bien las canciones que ella me cantaba de pequeña.
Silver Dusk sonrió ampliamente.
-Perfecto. Yo iré recitando el hechizo y lo lanzaré cuando acabéis la canción. Oh, y no olvidéis sujetar bien el colgante.
Poison asintió mientras acariciaba de nuevo el colgante. Su corazón latía tan rápido que parecía que fuera a salirse de su pecho. Su madre estaba muy cerca, podía sentirla a su lado, apoyándola. Respiró hondo un par de veces, carraspeando suavemente. Tomando aire, comenzó a cantar.
La canción que había escogido no tenía letra, se la había cantado River por primera vez cuando Poison tenía siete años. Una de las plantas que cuidaba había muerto y ella se sentía muy triste por no haber sabido cuidarla correctamente. Para animarla, su madre le enseñó aquella canción. Y ahora Poison la rememoraría para salvarla.
A medida que las notas salían de su garganta, el círculo arcano fue aumentando la intensidad de su luz. Silver Dusk iluminó su cuerno y comenzó a recitar algo en voz baja, algo que Poison no pudo oír. Sobre ellos el viento comenzó a soplar con fuerza, agitando sus melenas y capas. El colgante de Poison brilló levemente, ganando intensidad conforme avanzaban la canción y el hechizo. El cielo sobre sus cabezas se cubrió de nubes, tapando la luz de la luna; sin embargo tanto el brillo del colgante como el del círculo eran lo suficientemente intensos como para que la escena permaneciera perfectamente iluminada en la noche.
Poison sintió oleadas de magia negra y prohibida a su alrededor, magia que debía proceder del colgante al romperse el sello, o al menos eso quiso pensar. De reojo miró a Silver, quien parecía estar en una especie de trance. Sus ojos brillaban con una espeluznante luz blanca, y su cuerno no dejaba de brillar, emitiendo ondas mágicas a su alrededor. La yegua alzó su canto consciente de que estaba a punto de terminar la canción. El aire a su alrededor rugió con fuerza mientras el hechizo de Silver comenzaba a hacerse oír.
Poison terminó de cantar, mirando a su alrededor. Un fuerte fulgor blanco apareció frente a ella en el círculo. El brillo comenzó a tomar la forma de un pegaso de melena y cola exageradamente largas, adquiriendo la silueta de alguien a quien Poison había añorado más que a nadie.
Su madre.
La silueta de River Mermaid sonrió dulcemente a su hija. Poison sentía demasiadas cosas en el pecho, luchando por encontrar algo que decirle. Tenía tanto que contarle…
Sin embargo la sonrisa de la silueta comenzó a cambiar, haciéndose más grande, incluso maligna. El brillo dio una vuelta, rodeando a la capitana, mientras su cabeza se torcía en un ángulo imposible se abalanzó sobre la yegua, emitiendo un grito sobrenatural y chocando violentamente contra el colgante y su portadora. De nuevo, Poison sintió arder la gema mientras el grito perforaba sus oídos. El rostro diabólico del fantasma de su madre se había quedado grabado en su retina a la vez que desaparecía ante ella flotando en el aire. El chillido pasó a convertirse en una risa cada vez más lejana hasta desaparecer por completo.
Lo siguiente que oyó fue un sonido similar a un cristal rompiéndose y la risa gutural de Silver. Poison lo miró, con los ojos desencajados de terror, sin comprender. Cuando intentó moverse, se dio cuenta de que estaba paralizada mágicamente.
-No me puedo creer que la legendaria Dama Venenosa haya caído en un engaño tan burdo -los ojos celestes la miraron con desprecio, incluso con asco-. Ahora quédate quietecita mientras termino esto, preciosa.
A su alrededor el paisaje comenzó a… temblar. Silver Dusk alzó su cuerno iluminado con magia y lanzó una poderosa onda mágica a su alrededor. Los árboles, la pérgola, el mismo suelo, empezaron a desdibujarse con violencia hasta estallar con un sonido de cristales rotos. El paisaje cambió rápidamente. No estaban en un parque, este ni siquiera existía.
Se encontraban en la playa, en un escarpado rincón tras los acantilados. El mar estaba a pocos metros, y la arena sobre la que se encontraban estaba ligeramente humedecida. El parque no era más que una ilusión muy realista. De la nada se materializaron seis ponis, ataviados con largas túnicas negras que no dejaban entrever sus rostros. Silver Dusk volvió a reír mientras los ponis se colocaban alrededor del círculo, con Silver frente a Poison.
Los encapuchados empezaron a entonar una oscura melodía mientras Silver, con los ojos brillando por sí solos, dejaba de reír.
- ¡Estúpida Poison Mermaid! ¡Muchas gracias por ayudarnos en nuestra misión! -los cánticos aumentaron la intensidad-. ¡Contempla cómo, gracias a ti, una antigua raza maldecida volverá a reinar sobre el mar… Y tierra!
De algún lugar del interior de su capa sacó un puñal que rápidamente flotó hasta Poison. Con un rápido y superficial corte, la sangre comenzó a brotar del cuello de la yegua en densas gotas carmesíes. Esta aguantó el dolor estoicamente, sabiendo que aquel corte no la mataría. Sintió el calor de su sangre bajando por su cuello para resbalar sobre el colgante y aterrizar sobre el círculo.
El grito de Silver Dusk hizo temblar la tierra mientras la luz del círculo arcano engullía a Poison. La luz ascendió hasta el cielo, cuyas nubes se arremolinaron con violencia y se volvieron negras como el hollín.
- ¡Estúpida Poison, creyó que podría volver a ver a su mamá! -gritó Silver en tono de burla, mientras el viento casi parecía un huracán-. ¡Tu madre está muerta, imbécil! ¡Yo mismo me encargué de matarla!
Poison sintió que el mundo se paraba a su alrededor. Dejó de sentir el fuerte viento azotándole la cara, la sangre secándose en su cuello, el dolor del corte, incluso la arena bajo sus cascos. Dejó de oír los cánticos, las olas del mar embravecido, la risa psicótica de Silver mientras se burlaba de ella. Podría haber jurado que su corazón se había parado.
Su madre había sido asesinada por aquel unicornio. Nunca jamás la recuperaría, ni volvería a sentir la esperanza de salvarla.
Un trueno que hizo retumbar la tierra resonó sobre sus cabezas. Silver miró hacia arriba con aire satisfecho.
- ¿Qué te ocurre, Poison? ¿Vas a llorar porque tu mami está muerta? ¿O porque te he engañado como a un potrillo con burdos trucos de ilusionismo? ¡No llores, hoy es un día glorioso! ¡Hoy te contaré la verdadera historia de cómo maté a la p*ta de tu madre!
Poison sintió arder en ella una furia descontrolada. Con toda la fuerza que pudo sacar, se liberó del hechizo que la mantenía petrificada, para fugaz sorpresa de Silver, que no se alteró apenas.
- ¡MALDITO HIJO DE p*ta! -gritó mientras chocaba con fuerza contra una pared invisible, para regocijo de Silver-. ¡ENFRÉNTATE A MÍ SIN MAGIA, SI TE ATREVES!
-Eso es, demuestra tu rabia, déjame verla -ronroneó el unicornio-. Pero si sigues así te perderás el espectáculo.
Poison miró tras de sí, al mar. Las olas chocaban con violencia en la orilla. Pequeños relámpagos lamían la superficie, dejando extrañas marcas blancas en el agua. Luego retumbó otro trueno, descargándose sobre la superficie, dejando una marca aún más grande. Poison notó que aquellas señales permanecían estáticas sobre el agua, como si se hubiera desplegado una red gigante sobre la superficie, y que eran similares a golpes en un cristal. No entendía qué estaba ocurriendo pero estaba segura de que no era nada bueno.
Los cánticos no cesaban y el viento era cada vez más violento. Puñados de arena eran arrastrados al cielo, mientras las nubes descargaban truenos y relámpagos, dejando señales blancas por todas partes, hasta donde alcanzaba la vista.
-Ah, ya casi está… Queda muy poco para que mi… quiero decir, nuestra gran obra, esté lista. Por supuesto, te he incluido en el éxito. No es para menos, ya que probablemente sea tu último logro -Silver conjuró una silla y una taza de té y la bebió con tranquilidad-. Ojalá hubiera sido así de fácil con tu madre… Ella se resistió hasta el último momento, ¿sabes? No le importó morir con tal de no colaborar. Una auténtica pena. He de admitir que era bellísima en todos los sentidos… -una cruel sonrisa emergió mientras bebía té-. Pero nunca quiso disfrutar de mi presencia en condiciones… Estuve preocupado, en serio, creí que no le parecía atractivo…
Silver estalló de nuevo en risas, lo que mandó la taza volando por los aires mientras acto seguido conjuraba otra. La yegua intentó reventar la barrera con el peso de su cuerpo, coceando con todas sus fuerzas, incluso recitando alguno de los pocos hechizos que conocía, aun sabiendo que no serviría de nada. Sus conocimientos sobre magia negra no le servían de nada en aquel momento, al menos, no sin la preparación adecuada. Sacudiendo la cabeza, volvió a arremeter contra su cárcel, gritando de frustración, mientras contemplaba impotente cómo el mar se llenaba de marcas de cristal roto. Casi no quedaba un hueco de superficie, lo que hizo a Poison preguntarse qué ocurriría en el momento en el que el mar se tornase lleno de roturas.
- ¿Sabes, Poison? En otras circunstancias probablemente podríamos habernos llevado bien. Tal vez hacernos socios. Puede que incluso River siguiera viva… Y tú no estarías buscándote la vida como una triste piratuela. Tu hermosura pertenece a otro lugar, querida mía. A un burdel de lujo, por ejemplo -de nuevo, Silver estalló a carcajadas, exasperando a la yegua.
Decidió hacer caso omiso y centrarse en el cielo, completamente lleno de nubes. No se veían estrellas ni luna, todo el cielo estaba cubierto; únicamente iluminado por los truenos. Las marcas del agua parpadeaban con suavidad con una frágil luz rosada. Poison se arrebujó en su capa, temerosa.
De repente se hizo el silencio. El aire dejó de rugir, los truenos cesaron de retumbar, incluso el sonido del mar se hizo casi inaudible. Un gigantesco trueno cayó con fuerza sobre el mar, sobre el único hueco que quedaba sin romper. Se escuchó un ruido similar al de miles de cristales rompiéndose, seguido de unos chillidos inhumanos procedentes de Dios sabe dónde. La superficie marina se tiñó de una intensa luz rosa, para después apagarse. Poison se lanzó contra su prisión invisible por enésima vez, golpeándola sin resultado alguno. Algo grave estaba pasando, y no tenía ni idea de qué hacer. Miró a Silver, que observaba el espectáculo embelesado, como un potrillo mirando por primera vez fuegos artificiales.
- ¿Qué has hecho? ¿Qué está ocurriendo? -inquirió la capitana.
- ¿Yo? Yo sólo he servido de apoyo mágico. Esto, preciosa, lo has hecho tú. Tu madre lo empezó y ahora tú lo has acabado. Lo que estás viendo es el comienzo de una nueva era, una era en la que el mar y la tierra tendrán un mismo gobernador: yo.
- ¡¿Qué demonios estás diciendo?! ¡Dime de una vez qué tiene que ver mi madre en todo este sinsentido!
-¿Decírtelo? ¿Y qué gracia tendría eso? No, preciosa, no pienso decírtelo. Te dejaría que lo averiguaras tú sola, pero no vivirás para hacerlo.
Los encapuchados se colocaron detrás de Silver y dejaron de cantar. El unicornio alzó el cuerno y el campo de fuerza mágico que retenía a Poison desapareció, pero su cuerno no dejó de brillar.
-Voy a ir letalmente en serio ahora, preciosa. Ya no me sirves para nada, así que se acabó. Puedes intentar huír si quieres pero… Bueno, será para nada -sonrió cruelmente.
Poison abrió las alas, dispuesta a intentar salvar la vida. Maldijo una última vez su imprudencia antes de que un rayo de luz ocre estallara al lado de algunos encapuchados. La yegua miró a todas partes, buscando su procedencia, a la vez que otro rayo surgió desde algún lugar, alcanzando a alguno de ellos mientras Silver disparaba directamente a Poison un relámpago blanco.
Sin embargo no llegó a impactar contra ella ya que Fire Roar saltó frente a su capitana, interceptando el rayo con un escudo mágico conjurado ante ellos. El rayo mortal de Silver fue desviado, chocando contra las rocas del acantilado, que se desplomaron en distintas direcciones. Algunos de los cultistas encapuchados huyeron para ponerse a salvo de los peñascos que caían, mientras los demás protegían a Silver.
- ¡Capitana, yo te cubro!
- ¡Hay que salir de aquí!
Aprovechando el caos Poison y Fire salieron corriendo, mientras más disparos mágicos les pasaban rozando. Algunos rebotaron contra el escudo de Fire mientras Poison lideraba la huída por los callejones, doblando calles hasta que estuvieron lejos de la cala y no se oyeron más hechizos. Tampoco parecía que les estuvieran siguiendo. Poison aminoró la marcha y buscó un callejón oscuro para ocultarse. Fire hizo desaparecer el escudo, quedando ambos en la penumbra. Sólo la tenue luz de la luna, oculta por un manto de nubes, permitía al artillero percibir la silueta de su capitana. Tenía aspecto cansado y derrotado, respirando agitadamente tras la carrera. Sus ojos no brillaban como lo hacían habitualmente.
-Capitana, ¿qué ha pasado ahí? ¿Qué era todo eso?
Los ojos de pupilas azules se clavaron en los suyos.
-Tengo que irme, Fire. Helm Salt sabe cómo cuidar del barco en mi ausencia.
Aquellas palabras golpearon a Fire, que miró a su capitana sin comprender nada.
-Pero Poison…
- ¡Es una orden, Fire Roar! -la pegaso alzó la voz mientras se ponía la capucha y abría las alas-. Vete de aquí.
Antes de que el unicornio pudiera replicar otra vez, la yegua alzó el vuelo. Fire sólo pudo ver, impotente, cómo su capitana se perdía de vista en la oscuridad de la noche.
Apretando los dientes con rabia, salió corriendo hacia el barco. Sintió ganas de llorar, pero reprimió las lágrimas rápidamente. Se fijó en que el mar… estaba raro. No soplaba siquiera una ligera brisa, sin embargo, estaba agitado. Fire subió al barco, sintiéndose derrotado, y se dirigió al camarote de su capitana. Tal vez allí pudiera encontrar alguna pista.
El camarote se encontraba ordenado a excepción del escritorio, que permanecía cubierto de papeles, cartas de navegación y cachivaches varios; algunos de los cuales Fire no supo determinar qué eran. Permanecía exactamente igual que horas antes, cuando había estado bebiendo con ella. Respiró hondo. Todo el camarote olía a ella: a sal y cítricos. Se estremeció, intentando alejar de su mente los funestos pensamientos de que tal vez aquella fuera la última vez que disfrutaría de aquella fragancia. Si no hubiera huido, podría haber hablado con ella de sus sentimientos, podría haber pasado sus últimos instantes con ella…
Se dio un golpe contra la mesa, amortiguado por los papeles.
-Soy gilipollas. Soy un condenado y redomado gilipollas -se dio más golpes y después alzó la cabeza, frotándose el cuerno-. Podría haber salvado a Poison, pero en lugar de eso me quedé quieto mirando como un idiota, ¡maldita sea!
Dando un gruñido frustrado, tiró los papeles y trastos al suelo. No podía ver la pulcra letra de su capitana en cartas de navegación sin sentir odio por sí mismo.
-He visto cómo la prendían, atacaban, hechizaban y casi mataban, y yo allí, embobado escuchando cómo cantaba -se frotó la cara con los cascos-. Por qué tiene que tener una voz tan preciosa, j*der… -dio un fuerte golpe contra la mesa, haciendo rebotar objetos cercanos al escritorio-. ¿Por qué ha tenido que irse tan de repente, sin siquiera darme una explicación? Pensé que le importaba… ¡Soy un estúpido cobarde que ha sido incapaz de protegerla hasta que tenía un p*to rayo en la cabeza. ¡j*der!
Se revolvió la crin con fuerza, intentando sacar algo en claro de todo lo que había visto en vez de dejarse comer por la frustración. Respiraba con dificultad, demasiado alterado por toda una noche de acontecimientos violentos e inesperados.
-Esos tíos saben algo muy jodido y tiene que ver con la madre de Poison… ¿Pero el qué? ¿Qué ha sido toda esa mierda mágica? ¿Y qué ha pasado en el mar? -se asomó a la ventana, donde el mar seguía estando agitado-. ¿Qué tiene que ver ella en todo esto? -se apartó y se dejó caer derrotado en el sillón de la capitana. Tenía un pequeño cojín de color crema, lleno de bultos por el uso, que Fire acarició-. Tengo que encontrarte, Poison. No voy a permitir que te vayas -enarcó una ceja, pensando-. Si hace falta drenar para maldita gota de agua del mar para encontrarla, lo haré con mis propios cascos de ser necesario.
Levantándose de un salto, salió del camarote y tañó la campana de emergencia del barco. Sus compañeros se reunieron al poco rato en cubierta, trastabillando, con evidentes signos de confusión y mucho sueño. Fire no supo bien cómo enfrentarse a todos ellos y se les quedó mirando, buscando las palabras adecuadas.
-Fire Roar, ¿qué se supone que haces? Esa campana sólo puede tañerla la capitana -Helm Salt le miró molesto.
-Ese es el principal problema. Poison no está. Se ha ido -dijo Fire tras una pausa.
Toda la tripulación se miró entre sí, confusa. Estaban demasiado cansados y somnolientos para entender a Fire. Sin embargo, Helm Salt y High Tide se miraron entre sí, temiéndose lo peor.
-Todo el mundo al comedor. Tenemos reunión de emergencia -ordenó el teniente.
La tripulación gruñó descontenta, pero todos se dirigieron a regañadientes al comedor, que hacía las veces de sala de reuniones. Una vez estuvieron todos sentados, Fire Roar estampó el casco sobre la mesa, acallando inmediatamente el caos. Todos los miembros de la tripulación le miraron, con una mezcla entre odio, miedo y respeto.
-A mí me hace la misma gracia que vosotros lo que ha pasado -comenzó a hablar el unicornio-. Aún no entiendo bien qué es lo que vi, pero ha pasado algo gordo y nuestra capitana ha tenido que huir. Pero sé que no nos ha abandonado.
- ¿Y cómo lo sabes? Nunca nos avisó de esto. Se mantuvo callada y ni siquiera te dijo nada a ti -dijo alguien, con tono acusador-. Si la señorita se ha ido, el barco es nuestro, punto.
-De eso nada. Ella me ha dicho “espero volver pronto”, significa que volverá, vete tú a saber cuándo, pero volverá -Fire sacudió la cabeza-. Estamos hablando de Poison, j*der. De nuestra capitana. De aquella yegua que nos aceptó a pesar de nuestros antecedentes, nuestro pasado, de ser una escoria para la sociedad. Ella no nos abandonaría así como así. Si ha huído hay alguna razón para ello.
- ¿Y qué va a ser de nosotros ahora? Se ha ido sin más. Y no es seguro que vuelva.
Fire se quedó callado, pensativo. No tenía una respuesta posible a eso.
Sin embargo, al otro lado de la mesa, dos sillas se retiraron, llamando la atención de los presentes. Los asientos, correspondientes al teniente High Tide y al contramaestre Helm Salt, ambos al lado de la silla que ocupaba Poison al frente de la mesa, chirriaron mientras los dos sementales se levantaban. Ambos, con mirada oscurecida, encararon a la tripulación y a Fire.
-Tenemos algo que confesar -empezó High Tide-. Y es que… Nosotros sabíamos desde el principio lo que ocurría.
El silencio cayó como una losa sobre todos los presentes. El contramaestre carraspeó y continuó.
-Nosotros nos encargábamos de portar los chismes comunicadores durante la misión. Y podíamos oír todo lo que decía la capitana cuando hablaba con alguien. Hubo un momento en el que empezó a hablar con un extranjero, Silver Dusk, creo que se llamaba. Y le habló de su madre.
Un murmullo indignado se expandió por la mesa, a excepción de Fire, cuyos ojos chispeaban de rabia. Helm Salt continuó rápidamente.
-Yo no sabía nada de esto… Creo que ninguno lo sabíamos -sacudió la cabeza-. Al parecer la madre de la capitana está muerta, o eso creía ella. Este desconocido, el tal Dusk, le dijo que estaba viva y que necesitaba su ayuda, que tenía que abrir un sello y debía hacerlo sola.
-Es por eso que la capitana huyó esta noche -siguió High Tide-. Sin decir nada a nadie, sin que ninguno lo supiera, excepto nosotros -miró hacia abajo, y su voz se tornó temblorosa, arrepentida-. Helm y yo estuvimos tentados de hablar con ella cuando llegamos, de ofrecerle nuestra ayuda, es nuestra capitana, al fin y al cabo. Pero… Nos rajamos.
-Dimos por hecho que Poison no iría, que lo consideraría una trampa, o que nos acabaría avisando de ello pero… No fue así.
-Tenemos órdenes generales de encargarnos del barco en el caso de que Poison no esté -el teniente alzó la cabeza, sin embargo su mirada era casi atemorizada-. Pero esto es casi una traición, a ella y a la tripulación. Por eso aceptamos si nos echáis de aquí ahora mismo.
El murmullo estalló en gritos, casi todos de crítica hacia el unicornio y el poni de tierra. Sin embargo Fire Roar permanecía mortalmente callado. Miraba a ambos, cambiando la dirección de sus ojos lentamente. Su respiración casi parecía un gruñido que acabó por imponerse al jaleo creciente. De nuevo, se hizo el silencio, a excepción del grito que estalló en la boca del unicornio.
- ¡¿ME ESTÁIS DICIENDO QUE LO SABÍAIS TODO Y NO HICISTEIS NADA!? -el joven semental se subió a la mesa de un salto y avanzó furiosamente hacia el teniente y el contramaestre. Con su magia, los sujetó por la cabeza y las juntó, apretando para impedir que se movieran. Sin embargo, ninguno de los dos opuso resistencia, mirando a Fire con expresión culpable-. ¡Nuestra capitana podría haber muerto, gilipollas! ¡j*der, todo el mundo aquí cree que soy imbécil pero fui el único con las luces suficientes para ir tras ella! ¡Y vosotros, tristes cobardes, os fuisteis a dormir la mona como si nada! ¡Podría meteros en la p*ta boca de uno de mis cañones y mandaros a ser carnaza de kraken!
Fire Roar se dio la vuelta, soltando el agarre mágico sobre la cabeza de sus compañeros. El unicornio miró a todos los presentes, que le observaban como si fuera un fantasma. Nadie se atrevió a abrir la boca.
-A mis ojos sois unos asquerosos traidores -sentenció con voz dura-. Pero por suerte para vosotros os necesito para encontrar a la capitana. Os necesito a todos. Que Poison haya huido no quiere decir que la tripulación esté perdida. Somos fuertes, somos valientes, somos la p*ta tripulación de La Sirena Mutilada. La falta de nuestra capitana no nos hace más débiles, nos hace más mortales, ¡nada nos detendrá a la hora de encontrarla! -Fire miraba a sus compañeros, insuflando confianza a medida que hablaba-. Vosotros dos estáis al mando ahora, demostrad que sois de confianza y enmendad vuestro error. Es lo que Poison querría -miró de reojo al Helm y Hide, que asintieron con alivio-. ¡¿Qué co*o somos, gallinas o piratas!?
- ¡PIRATAS! -gritaron todos al unísono.
- ¡Eso es! Somos piratas, eso significa que somos libres, y no vamos a permitir que un unicornio afeminado nos robe a nuestra capitana, ¿verdad?
- ¡Verdad!
-Entonces, ¡¿quién está conmigo para buscar a Poison y darles una patada en el culo a esos putos brujos!?
Gritos resonaron por la sala mientras la tripulación daba golpes en la mesa, coreando el nombre de Fire. En ese momento la profunda voz de Mess Aboard resonó sobre los demás.
-¿Y ahora qué hacemos?
De nuevo, volvió a implantarse el silencio en el comedor.
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· ¡Sorpresa! Capítulo nuevo antes de que pase un año. Todo un record, sin duda
· Empieza a ponerse interesante la historia ^^ Espero que os vaya gustando tanto como a mí
· Como siempre, mil gracias a mi querido Volgrand por ayudarme tanto con esto
·No sé con certeza cuándo publicaré el siguiente, pero sí puedo adelantar que tengo bastantes escenas escritas desde hace mucho, por lo que espero y deseo que no me lleve demasiado tiempo. Os agradezco mucho, a los pocos que me leéis, que tengáis tanta paciencia conmigo XDDD
-Vamos a ver… Recapitulemos -susurró para sí, mientras se mantenía escondida en un callejón-. Mi madre está cautiva en Luna sabe dónde. Necesita mi ayuda para escapar y ha mandado a Silver en mi busca. Según él, debo romper un sello -la yegua dio golpecitos en el suelo mientras enumeraba-. Sin embargo no sé dónde está mi madre, ni cómo voy a romper el sello, ni cómo el sello la mantiene cautiva, ni por qué está cautiva, ni por qué mi padre me mintió respecto a su muerte, ni quién es Silver Dusk, ni cómo voy a llegar a él.
Al darse cuenta de cuántas cosas se le escapaban, Poison suspiró profundamente, Ella siempre tenía todos los cabos atados antes de comenzar una misión. Pero ahora…
-Por qué no me doy cuenta de que esto es una trampa clarísima… -sacudió la cabeza con pesar-. Tendría que habérselo dicho a Helm Salt... Al menos para que la tripulación esté a salvo. Y también a Fire. Qué clase de capitana soy… -suspiró de nuevo, mirando al cielo-. Ojalá estés bien, mamá… Todo lo estoy haciendo por ti.
Inconscientemente frotó el colgante que descansaba en su cuello. Su madre lo había llevado siempre, desde antes de conocer a su padre, según él. Nunca se lo quitaba, y nunca la vio sin él. Ahora le resultaba raro pero a la vez familiar el llevarlo puesto, como si una parte de River estuviera acompañándola siempre.
-Está bien, mamá. Aunque haya muchas posibilidades de que algo salga mal… Si puedo salvarte no me importa.
En ese momento algo sobre su cabeza empezó a brillar tenuemente, lo que puso en guardia a la yegua. Tardó unos instantes en darse cuenta de que la luz procedía de su cabeza. La rosa enredada en su pelo brillaba con una tenue luz azulada, proyectando su sombra ampliada sobre la pared del callejón.
Poison miró a los lados, buscando respuestas, mientras intentaba quitarse la flor. Unos cuantos cabellos quedaron enredados en el tallo espinoso de la rosa, cuya tenue luz no parecía tener la explicación para las preguntas de la yegua. Inspeccionó meticulosamente la flor, tironeando de hojas, espinas y pétalos. Ninguna de las partes cedió, como si estuviera hecha de plástico; y tenía un olor intenso y embriagador. Sin embargo la luz parecía proceder del propio centro de la rosa.
-Si esto no es cosa de magia, que se hunda mi barco ahora -concluyó la yegua. Inmediatamente después puso el oído en dirección al puerto, por si acaso su barco se hundía de verdad.
Siguió observando la rosa, sintiendo que perdía la poca esperanza que tenía. Una flor luminosa era todo cuanto tenía en aquella falta de información.
-Esto es frustrante… Daré una vuelta más y si no consigo nada… Volveré al barco y lo contaré todo -se resignó.
Amparada por la oscuridad de la noche, volvió a sobrevolar el paseo marítimo, ocultándose entre los almacenes y garajes del puerto. Buscaba cualquier cosa que destacase, que no fuera de aquel lugar…
Y entonces se fijó en que la rosa parecía brillar un poco más según se movía… Apenas una diferencia perceptible, pero en las sombras era notable. Poison volvió a recuperar un poco de motivación. Al fin una pista a seguir.
Tras un rato investigando comprobó que, efectivamente, la flor se iluminaba si la yegua se dirigía fuera del puerto. Estaba claro que debía salir de allí para encontrar a Silver. Aquella flor serviría como brújula.
Caminando a ciegas por la ciudad de noche, se tomó un momento para reflexionar. El estar sola de nuevo, enfrentándose a algo mayor que ella, le recordaba mucho a un hecho acaecido años atrás, que recordaba perfectamente…
Poison salió del laboratorio de su padre, con la pócima que había creado escondida entre los pliegues de su vestido. Los intrusos estaban saqueando su hogar mientras los invitados, que ahora habían sido tomados como rehenes, permanecían temblorosos en el suelo, atados entre sí. Algunos estaban heridos. La joven Poison se escondió entre muebles y columnas, determinando cuántos de aquellos bárbaros habían invadido su casa. Después de espiar durante unos momentos, concluyó en que había cinco piratas.
Corrió a esconderse en la despensa, cerrando las puertas tras de sí. Aquel había sido su escondite de lectura en muchas ocasiones, pero esta vez no era su objetivo ocultarse entre un muro de latas de conserva. La despensa tenía una reja de ventilación en la que cualquier cosa que se dijera en el salón, donde se había estado celebrando el baile, se oía a la perfección desde la despensa. Respiró hondo, calmando el tambor en el que se había convertido su corazón, y comenzó a cantar hacia la reja.
Su voz se proyectó por toda la casa, acabando en el comedor. Oyó gritos en la sala, en la que también escuchó varios trotes en una misma dirección. Cantó durante unos minutos y después calló, aguardando reacciones. Oyó una conversación ininteligible y después un trote alejándose del comedor. Se habían separado, justo lo que Poison quería. Aun así, debía de ser cuidadosa; los intrusos estaban, con toda seguridad, armados.
Salió de la despensa sin hacer ruido, recogiendo una de las pesadas sartenes que colgaban de la pared de la cocina. Su corazón latía desbocado, realmente asustada. Pero no pensaba permitir que hiciesen daño a sus padres. Abrió la puerta de la cocina, apenas una rendija pequeña para poder ver el pasillo. Estaba todo en silencio y en semipenumbra, pero oyó el eco de unos pasos acercándose. Vislumbró una sombra en el pasillo y decidió actuar.
Entró a la cocina de nuevo y, con la cola, sacudió los cacharros que colgaban del techo, haciendo un ruido notable, tras lo cual procedió a esconderse sobre los armarios. Esperó unos instantes hasta que la puerta se abrió. Uno de los piratas, un unicornio de aspecto malhumorado, asomó la cabeza por la puerta, inspeccionando el perímetro antes de entrar. Llevaba un puñal envainado en el costado, al cual Poison puso especial atención.
En silencio, esperó a que el saqueador se diera la vuelta, dándole la espalda, para acto seguido abalanzarse contra él y arrearle un sartenazo en la cabeza. El pirata, confundido, se frotó la cabeza intentando mantener el equilibrio, pero cayó al suelo. Antes de llevarse la pata al costado para desenfundar la daga, Poison volvió a asestarle un fuerte golpe en la cabeza, dejándolo inconsciente.
Respirando pesadamente, Poison se tomó unos instantes para averiguar qué hacer a continuación. Tras comprobar que el cuerpo inconsciente del intruso era demasiado pesado para que ella pudiera moverlo, decidió atarlo para evitar que escapase. Con unos cuantos trapos que encontró hizo unos torpes pero fuertes nudos en las patas del pirata, al que también amordazó. Satisfecha con el resultado, le quitó el puñal, asió de nuevo la sartén y se asomó a la puerta con precaución.
No había moros en la costa, pero sí oía pasos apresurados cerca de ella. Oía dos voces distintas que se instaban a prestar atención. La joven respiró hondo. Había podido noquear a uno de ellos, pero a dos… Tendría que usar otra estrategia. Entró de nuevo a la cocina, buscando algo que pudiera servirle para poner fuera de combate a aquellos patanes. En la encimera había una enorme jarra con agua, que Poison miró fijamente antes de sonreír. Podría funcionar.
Rápidamente cogió la jarra y vertió el agua en el pasillo abrillantado, convirtiéndolo en una peligrosa pista de patinaje que acababa en una pared. Tiró la jarra lejos de sí, estallando en mil pedazos, lo cual resonó por todo el pasillo. Rápidamente los pasos se apresuraron a la dirección del ruido, hasta que Poison se encontró cara a cara con otros dos piratas con pinta de pocos amigos, un poni de tierra y otro unicornio. Tras echar un rápido vistazo dio gracias interiormente a Celestia de que aquellos dos no estuvieran armados con pistolas. La joven yegua se mantuvo firme, ocultando tras ella el rastro de agua. Los rufianes se abalanzaron inmediatamente sobre Poison, que se apresuró en alzar el vuelo, dando un requiebro por el pasillo para ponerse a salvo de las garras de los piratas. Al intentar dar la vuelta, resbalaron por el suelo mojado, precipitándose contra la pared, en la que se estamparon. Rápidamente Poison los golpeó con la sartén, dejándolos fuera de combate.
-En serio, ¿de qué está hecha esta sartén? -murmuró mientras les quitaba sus armas a los piratas. Uno de ellos llevaba una cimitarra ligera, con la que la joven yegua quedó fascinada.
Tres menos, quedaban dos.
Para evitar más jaleo, voló hacia el techo y allí se apresuró a atravesar el pasillo hasta llegar al salón. Por la rendija de la puerta vislumbró a los dos piratas que quedaban. Uno de ellos, un enorme poni de tierra color ceniza, parecía ser el capitán. Estaba acompañado de un tembloroso pegaso color verde, que miraba a todas partes con gesto inseguro.
- ¿D-dónde crees que estarán? Están tardando demasiado…
-Esos imbéciles seguro que se han perdido en esta mansión mientras saqueaban… Más les vale volver pronto o les cortaré las gargantas antes de que puedan respirar -el capitán resopló.
Poison se escondió. Ambos rufianes llevaban pistolas, con lo cual una entrada directa no le haría bien alguno. Llevaba consigo la cimitarra que le había quitado al unicornio, pero no tenía ninguna noción para usarla, por lo que descartó la idea de atacar. Entonces se acordó de la botella. La sacó de entre los pliegues del vestido, observándola con detenimiento. No tenía ni idea de qué hacía aquello, la había creado siguiendo un fuerte instinto en su interior. Pero si había algo que su madre le hubiera enseñado, era a seguir su instinto. Con la cimitarra cortó la cola del vestido, con lo que sus patas traseras quedaron más libres para moverse. La rendija de la puerta era lo suficientemente grande como para poder tirar algo desde allí. Cogiendo impulso, tiró con todas sus fuerzas la espada al otro lado de la sala.
El ruido alertó a los piratas, que miraron desconcertados a la cimitarra aparecida de la nada y después a la puerta de donde había salido, con lo que Poison aprovechó para volar hasta la enorme araña que decoraba el salón. El pegaso tembloroso notó el movimiento y sacó su arma, disparándola torpemente. Poison se protegió como pudo, pero afortunadamente el proyectil no pasó cerca de ella.
- ¡Idiota, vuela a por ella! -rugió el capitán mientras apuntaba su propia arma contra la yegua.
El pegaso alzó el vuelo, tirando el arma tras de sí, mientras el capitán disparaba a la lámpara, reventando varias bombillas. Poison esperó hasta que el tembloroso pirata estuvo cerca de ella para abalanzarse sobre su cara y tapársela con el trozo cortado de vestido. Forcejeando, consiguió que el pirata cayera al suelo, aterrizando estrepitosamente sobre su capitán, que disparó de nuevo a causa del golpe.
Poison notó un agudo dolor en su oreja izquierda, seguida de un fuerte pitido y una sensación cálida bajándole por el pelo. Gimió de dolor al comprobar que el proyectil la había alcanzado, haciéndola sangrar copiosamente.. Sin embargo, al ver que ambos piratas intentaban ponerse de nuevo en pie, tuvo que ignorar el dolor que la asediaba. Descorchó rápidamente la botella y la vertió sobre los intrusos mientras bajaba de la lámpara.
Ante sus ojos contempló como el pelaje de los piratas empezaba a disolverse, dejando grandes calvas de pelo y piel quemada sobre los intrusos. Poison tiró la botella, aterrada ante lo que había creado. Un intenso olor a pelaje carbonizado y el sonido de algo quemándose fue todo lo que se oyó en la sala aparte de los gritos de los piratas, que se oían desde todos los rincones de la casa. La yegua apartó la mirada, sintiendo náuseas y un fuerte mareo a causa de la pérdida de sangre.
-Maldita niña… -gritó el capitán antes de desmayarse.
Un sonido de cascos irrumpió en la sala. Los padres de Poison, acompañados de guardias, contemplaron el escenario. Una masa sanguinolenta y herida que momentos antes fueron los piratas y la joven yegua, temblorosa a pocos metros de ellos. Salve y River se apresuraron a socorrer a su hija mientras los guardias apresaban a los piratas.
- ¡Poison, mi niña, santa Celestia, estás herida! ¿Qué ha ocurrido? -preguntó Salve, cogiendo el rostro de su hija entre los cascos.
- ¡Los he matado! -sollozó la joven pegaso, con las lágrimas escapando de sus ojos-. ¡Yo no quería, pero ese veneno que he creado los ha matado!
River abrazó a su hija, intentando consolarla.
-No los has matado, vida mía, pero sí les has herido bastante. Dudo que puedan moverse en una buena temporada -trató de razonar la yegua, que estaba en estado de shock.
- ¡P-pero el olor, las heridas…!
-Son quemaduras, Poison. De tercer grado, nada menos, pero quemaduras -Salve abrazó a su hija e hizo su propio intento de consolarla.
-El veneno que hice les ha hecho eso… ¡Pero si no sé cómo lo hice!
En ese momento los flancos negros de Poison se iluminaron. Ahora en ellos lucía una flamante cutie mark de una botellita verde con una calavera. La familia permaneció en silencio ante aquel acontecimiento, ajenos al jaleo de guardias y rehenes a su alrededor.
-Bueno, está claro que ahora sí sabemos cómo lo has hecho -murmuró River.
Mientras a su alrededor los rehenes eran liberados y los intrusos apresados, una confusa Poison asimilaba lo que acababa de acontecer.
Poison salió de su ensoñación, evocando el amargo y confuso recuerdo de cómo consiguió su cutie mark sin saber bien por qué. Lo achacó al hecho del baile y de estar sola de nuevo, resolviendo cosas por su cuenta. Al hecho de que su madre podía estar viva. Recordaba con claridad el rostro preocupado y sereno de su madre mientras intentaba tranquilizarla.
Salió de su ensoñación al notar que el brillo fantasmagórico de la flor se había intensificado hasta parecer el de una linterna.
Frente a ella se alzaba un enorme portón de acero forjado exquisitamente, que daba la entrada a un hermoso parque. Los árboles, de frondosas y espesas copas, se situaban a ambos lados de un camino empedrado bordeado de coloridas flores silvestres, que se bifurcaba numerosas veces. Poison se maravilló ante la siniestra belleza de aquel parque y se preguntó cómo luciría durante el día, sin la iluminación artificial que proporcionaban unos farolillos junto al sendero.
Se adentró en él, guiándose únicamente por el brillo cada vez más intenso de la rosa y de los farolillos nocturnos en el suelo. No se oía nada más, aparte del viento soplando entre los árboles, las pisadas de Poison sobre el camino y el murmullo del mar a lo lejos. La capitana se sentía cada vez más intranquila a medida que avanzaba por el parque. Tenía la sensación de que algo iba mal, pero lo achacó al silencio imperante en el parque.
Una fría ráfaga de viento con olor a sal que levantó la capucha de su capa la sorprendió. Se arrebujó en ella, recolocándosela, mientras giraba a la izquierda en el camino empedrado.
La luz de la rosa iluminó el lugar. Ante Poison se presentaba un hermoso cenador abovedado, de estructura de madera, cuya bóveda estaba hecha de cristales de colores. Era lo suficientemente grande para que varios ponis pudieran bailar allí sin tocarse, e incluso para que bastantes mesas y sillas pudieran ponerse allí sin problemas. El cenador estaba casi oculto por arbustos de flores podados con diversas formas que impregnaban el ambiente de un intenso aroma dulzón. Tras el mismo había apiladas varias mesas y bancos que habían sido retirados. Al adentrarse Poison se dio cuenta de que en el suelo había dibujados varios círculos concéntricos cubiertos enteramente con símbolos, letras y pequeños dibujos de aspecto místico que brillaban suavemente con luz propia. En el centro, en un espacio lo suficientemente grande para que cupiera un poni, había dibujado un signo diferente a los otros. La capitana reconoció algunas de las runas dibujadas, de haberlas visto antes, pero no conseguía averiguar qué significaban en aquel extraño conjunto. Un escalofrío le recorrió la espalda al pisar una de las líneas del círculo, y percibió una fuerte corriente de magia. Cada vez tenía más la sensación de que aquello era una muy mala idea y que debía salir de allí cuanto antes.
La rosa, tras parpadear un par de veces, comenzó a flotar ante Poison para después estallar suavemente en una brillante lluvia de chispas. Poison no tardó en acostumbrar sus ojos a la luz que procedía del círculo de símbolos. Era del mismo tono cerúleo que el emitido por la rosa, y a la pegaso le recordó el brillo del agua a la luz lunar.
Cuando estaba a punto de marcharse, dándose por vencida al ver que allí no ocurría nada, oyó pasos tras ella y se dio la vuelta rápidamente, en posición de ataque. Silver Dusk apareció, sonriendo tranquilamente. El corazón de Poison se disparó.
-Ah, querida, cuanto me alivia que hayas encontrado el lugar. ¿Te costó resolver mi acertijo de la rosa? -el unicornio se acercó a ella y le besó el casco. La yegua permaneció quieta unos instantes antes de responder.
-Un poco, debo admitirlo. Cuando pude resolverlo no he tenido problema para llegar hasta aquí -alzó la cabeza, mirando a su alrededor-. Este parque es realmente precioso, casi mágico, he de decir. No lo conocía.
Silver esbozó una de sus misteriosas sonrisas, asintiendo.
-Yo no podría haberlo descrito mejor, mi hermosa dama -aún sujetando la pata de la yegua, la dirigió suavemente al círculo-. ¿Qué os parece el círculo mágico que he creado? Estoy completamente seguro de que romperá el sello de vuestra madre.
Poison sintió de nuevo una corriente de energía mágica fluir a través de ella al pisar el círculo, incluso más intensa que antes. Guiada por Silver, se colocó en el centro.
- ¿Seguro que esto salvará a mi madre? -preguntó mientras se quitaba la capucha.
-Completamente. Sólo os necesito a vos para completar el ritual.
- ¿Y qué debo hacer?
-Cantar.
Poison parpadeó, confusa. ¿Toda aquella preparación… para que ella sólo tuviera que cantar? Demasiado sencillo.
-Os dije que era una misión muy fácil, pero que sólo vos podéis realizar.
Demasiado sencillo. Poison enarcó una ceja, reticente.
- ¿Y qué he de cantar?
-Cualquier canción vale, en realidad, pero este hechizo es más poderoso si cantáis algo que os recuerde a vuestra madre. Tal vez algo que ella os enseñase o cantase cuando érais pequeña.
-Mi madre me enseñó muchas canciones… Pero no quiero cantar aún.
La sonrisa de Silver disminuyó un segundo, pero enseguida volvió a ser igual de intensa, girando la cabeza en una posición un tanto incómoda.
- ¿Por qué no, querida mía? ¿No queréis salvar a vuestra madre?
-Sí que quiero, pero no me fío de ti ni de todo esto. Percibo una magia muy fuerte aquí, y no es magia blanca completamente. Necesito otra prueba de que esto es cierto -dijo con firmeza, alzando la cabeza-. ¿Cómo se ha comunicado mi madre contigo?
Silver asintió, pensativo, sin perder la sonrisa en ningún momento. Su cuerno comenzó a brillar mientras alzaba la cabeza y lanzaba un fino rayo al cuello de la pegaso, al colgante. Éste empezó a brillar suavemente con un fulgor blanquecino. Poison lo notó caliente sobre su piel a la vez que comenzaba a vibrar. Del colgante emergió una pequeña bolita de luz que flotó frente a la pegaso. Ella, sin comprender, quiso preguntar a Silver qué significaba aquello, pero quedó congelada al oír una voz que conocía demasiado bien.
-Mi niña, al fin -la suave voz de su madre procedía de la luz-. Has venido a salvarme. Te he echado tanto de menos...
Poison se quedó en blanco, incapaz de hablar o de moverse, mirando a la bolita de luz de hito en hito. Su madre realmente estaba allí, estaba viva. Alzó la pata para tocar la bolita de luz, pero se deshizo antes de que pudiera rozarla. Miró a Silver, rogando en silencio que volviera a hacerlo. El unicornio tenía aspecto cansado.
-Por desgracia no puedo mantener ese hechizo demasiado tiempo, querida mía -resopló unas cuantas veces antes de volver a sonreír de nuevo-. Es por eso que os necesito aquí. ¿Tenéis ya pruebas suficientes?
Poison dudó. No confiaba en aquel poni, pero aquella era, sin duda, la voz de su madre. Acarició el colgante, que ya no estaba caliente, mientras observaba el ritual ante ella. No podía huir, no ahora que había oído a su madre. Sin saber cómo liberarla por su cuenta, no tenía más remedio que ponerse a los cascos de Silver. Aún tenía muchas preguntas que hacerle, demasiadas para ser respondidas en una noche, preguntas que necesitaban una respuesta clara y directa. Claudicó, asintiendo con la cabeza baja. Si aquello funcionaba, le haría las preguntas después. Saber que estaba viva era lo que necesitaba en ese momento.
-Sí. Cantaré -alzó de nuevo la cabeza-. Recuerdo bien las canciones que ella me cantaba de pequeña.
Silver Dusk sonrió ampliamente.
-Perfecto. Yo iré recitando el hechizo y lo lanzaré cuando acabéis la canción. Oh, y no olvidéis sujetar bien el colgante.
Poison asintió mientras acariciaba de nuevo el colgante. Su corazón latía tan rápido que parecía que fuera a salirse de su pecho. Su madre estaba muy cerca, podía sentirla a su lado, apoyándola. Respiró hondo un par de veces, carraspeando suavemente. Tomando aire, comenzó a cantar.
La canción que había escogido no tenía letra, se la había cantado River por primera vez cuando Poison tenía siete años. Una de las plantas que cuidaba había muerto y ella se sentía muy triste por no haber sabido cuidarla correctamente. Para animarla, su madre le enseñó aquella canción. Y ahora Poison la rememoraría para salvarla.
A medida que las notas salían de su garganta, el círculo arcano fue aumentando la intensidad de su luz. Silver Dusk iluminó su cuerno y comenzó a recitar algo en voz baja, algo que Poison no pudo oír. Sobre ellos el viento comenzó a soplar con fuerza, agitando sus melenas y capas. El colgante de Poison brilló levemente, ganando intensidad conforme avanzaban la canción y el hechizo. El cielo sobre sus cabezas se cubrió de nubes, tapando la luz de la luna; sin embargo tanto el brillo del colgante como el del círculo eran lo suficientemente intensos como para que la escena permaneciera perfectamente iluminada en la noche.
Poison sintió oleadas de magia negra y prohibida a su alrededor, magia que debía proceder del colgante al romperse el sello, o al menos eso quiso pensar. De reojo miró a Silver, quien parecía estar en una especie de trance. Sus ojos brillaban con una espeluznante luz blanca, y su cuerno no dejaba de brillar, emitiendo ondas mágicas a su alrededor. La yegua alzó su canto consciente de que estaba a punto de terminar la canción. El aire a su alrededor rugió con fuerza mientras el hechizo de Silver comenzaba a hacerse oír.
Poison terminó de cantar, mirando a su alrededor. Un fuerte fulgor blanco apareció frente a ella en el círculo. El brillo comenzó a tomar la forma de un pegaso de melena y cola exageradamente largas, adquiriendo la silueta de alguien a quien Poison había añorado más que a nadie.
Su madre.
La silueta de River Mermaid sonrió dulcemente a su hija. Poison sentía demasiadas cosas en el pecho, luchando por encontrar algo que decirle. Tenía tanto que contarle…
Sin embargo la sonrisa de la silueta comenzó a cambiar, haciéndose más grande, incluso maligna. El brillo dio una vuelta, rodeando a la capitana, mientras su cabeza se torcía en un ángulo imposible se abalanzó sobre la yegua, emitiendo un grito sobrenatural y chocando violentamente contra el colgante y su portadora. De nuevo, Poison sintió arder la gema mientras el grito perforaba sus oídos. El rostro diabólico del fantasma de su madre se había quedado grabado en su retina a la vez que desaparecía ante ella flotando en el aire. El chillido pasó a convertirse en una risa cada vez más lejana hasta desaparecer por completo.
Lo siguiente que oyó fue un sonido similar a un cristal rompiéndose y la risa gutural de Silver. Poison lo miró, con los ojos desencajados de terror, sin comprender. Cuando intentó moverse, se dio cuenta de que estaba paralizada mágicamente.
-No me puedo creer que la legendaria Dama Venenosa haya caído en un engaño tan burdo -los ojos celestes la miraron con desprecio, incluso con asco-. Ahora quédate quietecita mientras termino esto, preciosa.
A su alrededor el paisaje comenzó a… temblar. Silver Dusk alzó su cuerno iluminado con magia y lanzó una poderosa onda mágica a su alrededor. Los árboles, la pérgola, el mismo suelo, empezaron a desdibujarse con violencia hasta estallar con un sonido de cristales rotos. El paisaje cambió rápidamente. No estaban en un parque, este ni siquiera existía.
Se encontraban en la playa, en un escarpado rincón tras los acantilados. El mar estaba a pocos metros, y la arena sobre la que se encontraban estaba ligeramente humedecida. El parque no era más que una ilusión muy realista. De la nada se materializaron seis ponis, ataviados con largas túnicas negras que no dejaban entrever sus rostros. Silver Dusk volvió a reír mientras los ponis se colocaban alrededor del círculo, con Silver frente a Poison.
Los encapuchados empezaron a entonar una oscura melodía mientras Silver, con los ojos brillando por sí solos, dejaba de reír.
- ¡Estúpida Poison Mermaid! ¡Muchas gracias por ayudarnos en nuestra misión! -los cánticos aumentaron la intensidad-. ¡Contempla cómo, gracias a ti, una antigua raza maldecida volverá a reinar sobre el mar… Y tierra!
De algún lugar del interior de su capa sacó un puñal que rápidamente flotó hasta Poison. Con un rápido y superficial corte, la sangre comenzó a brotar del cuello de la yegua en densas gotas carmesíes. Esta aguantó el dolor estoicamente, sabiendo que aquel corte no la mataría. Sintió el calor de su sangre bajando por su cuello para resbalar sobre el colgante y aterrizar sobre el círculo.
¡Que la sangre que cerró sea la sangre que vuelva a abrir!
¡Que la voz que fue acallada resurja de nuevo!
¡Que aquellas exiliadas caminen con nosotros una vez más!
¡Que la voz que fue acallada resurja de nuevo!
¡Que aquellas exiliadas caminen con nosotros una vez más!
El grito de Silver Dusk hizo temblar la tierra mientras la luz del círculo arcano engullía a Poison. La luz ascendió hasta el cielo, cuyas nubes se arremolinaron con violencia y se volvieron negras como el hollín.
- ¡Estúpida Poison, creyó que podría volver a ver a su mamá! -gritó Silver en tono de burla, mientras el viento casi parecía un huracán-. ¡Tu madre está muerta, imbécil! ¡Yo mismo me encargué de matarla!
Poison sintió que el mundo se paraba a su alrededor. Dejó de sentir el fuerte viento azotándole la cara, la sangre secándose en su cuello, el dolor del corte, incluso la arena bajo sus cascos. Dejó de oír los cánticos, las olas del mar embravecido, la risa psicótica de Silver mientras se burlaba de ella. Podría haber jurado que su corazón se había parado.
Su madre había sido asesinada por aquel unicornio. Nunca jamás la recuperaría, ni volvería a sentir la esperanza de salvarla.
Un trueno que hizo retumbar la tierra resonó sobre sus cabezas. Silver miró hacia arriba con aire satisfecho.
- ¿Qué te ocurre, Poison? ¿Vas a llorar porque tu mami está muerta? ¿O porque te he engañado como a un potrillo con burdos trucos de ilusionismo? ¡No llores, hoy es un día glorioso! ¡Hoy te contaré la verdadera historia de cómo maté a la p*ta de tu madre!
Poison sintió arder en ella una furia descontrolada. Con toda la fuerza que pudo sacar, se liberó del hechizo que la mantenía petrificada, para fugaz sorpresa de Silver, que no se alteró apenas.
- ¡MALDITO HIJO DE p*ta! -gritó mientras chocaba con fuerza contra una pared invisible, para regocijo de Silver-. ¡ENFRÉNTATE A MÍ SIN MAGIA, SI TE ATREVES!
-Eso es, demuestra tu rabia, déjame verla -ronroneó el unicornio-. Pero si sigues así te perderás el espectáculo.
Poison miró tras de sí, al mar. Las olas chocaban con violencia en la orilla. Pequeños relámpagos lamían la superficie, dejando extrañas marcas blancas en el agua. Luego retumbó otro trueno, descargándose sobre la superficie, dejando una marca aún más grande. Poison notó que aquellas señales permanecían estáticas sobre el agua, como si se hubiera desplegado una red gigante sobre la superficie, y que eran similares a golpes en un cristal. No entendía qué estaba ocurriendo pero estaba segura de que no era nada bueno.
Los cánticos no cesaban y el viento era cada vez más violento. Puñados de arena eran arrastrados al cielo, mientras las nubes descargaban truenos y relámpagos, dejando señales blancas por todas partes, hasta donde alcanzaba la vista.
-Ah, ya casi está… Queda muy poco para que mi… quiero decir, nuestra gran obra, esté lista. Por supuesto, te he incluido en el éxito. No es para menos, ya que probablemente sea tu último logro -Silver conjuró una silla y una taza de té y la bebió con tranquilidad-. Ojalá hubiera sido así de fácil con tu madre… Ella se resistió hasta el último momento, ¿sabes? No le importó morir con tal de no colaborar. Una auténtica pena. He de admitir que era bellísima en todos los sentidos… -una cruel sonrisa emergió mientras bebía té-. Pero nunca quiso disfrutar de mi presencia en condiciones… Estuve preocupado, en serio, creí que no le parecía atractivo…
Silver estalló de nuevo en risas, lo que mandó la taza volando por los aires mientras acto seguido conjuraba otra. La yegua intentó reventar la barrera con el peso de su cuerpo, coceando con todas sus fuerzas, incluso recitando alguno de los pocos hechizos que conocía, aun sabiendo que no serviría de nada. Sus conocimientos sobre magia negra no le servían de nada en aquel momento, al menos, no sin la preparación adecuada. Sacudiendo la cabeza, volvió a arremeter contra su cárcel, gritando de frustración, mientras contemplaba impotente cómo el mar se llenaba de marcas de cristal roto. Casi no quedaba un hueco de superficie, lo que hizo a Poison preguntarse qué ocurriría en el momento en el que el mar se tornase lleno de roturas.
- ¿Sabes, Poison? En otras circunstancias probablemente podríamos habernos llevado bien. Tal vez hacernos socios. Puede que incluso River siguiera viva… Y tú no estarías buscándote la vida como una triste piratuela. Tu hermosura pertenece a otro lugar, querida mía. A un burdel de lujo, por ejemplo -de nuevo, Silver estalló a carcajadas, exasperando a la yegua.
Decidió hacer caso omiso y centrarse en el cielo, completamente lleno de nubes. No se veían estrellas ni luna, todo el cielo estaba cubierto; únicamente iluminado por los truenos. Las marcas del agua parpadeaban con suavidad con una frágil luz rosada. Poison se arrebujó en su capa, temerosa.
De repente se hizo el silencio. El aire dejó de rugir, los truenos cesaron de retumbar, incluso el sonido del mar se hizo casi inaudible. Un gigantesco trueno cayó con fuerza sobre el mar, sobre el único hueco que quedaba sin romper. Se escuchó un ruido similar al de miles de cristales rompiéndose, seguido de unos chillidos inhumanos procedentes de Dios sabe dónde. La superficie marina se tiñó de una intensa luz rosa, para después apagarse. Poison se lanzó contra su prisión invisible por enésima vez, golpeándola sin resultado alguno. Algo grave estaba pasando, y no tenía ni idea de qué hacer. Miró a Silver, que observaba el espectáculo embelesado, como un potrillo mirando por primera vez fuegos artificiales.
- ¿Qué has hecho? ¿Qué está ocurriendo? -inquirió la capitana.
- ¿Yo? Yo sólo he servido de apoyo mágico. Esto, preciosa, lo has hecho tú. Tu madre lo empezó y ahora tú lo has acabado. Lo que estás viendo es el comienzo de una nueva era, una era en la que el mar y la tierra tendrán un mismo gobernador: yo.
- ¡¿Qué demonios estás diciendo?! ¡Dime de una vez qué tiene que ver mi madre en todo este sinsentido!
-¿Decírtelo? ¿Y qué gracia tendría eso? No, preciosa, no pienso decírtelo. Te dejaría que lo averiguaras tú sola, pero no vivirás para hacerlo.
Los encapuchados se colocaron detrás de Silver y dejaron de cantar. El unicornio alzó el cuerno y el campo de fuerza mágico que retenía a Poison desapareció, pero su cuerno no dejó de brillar.
-Voy a ir letalmente en serio ahora, preciosa. Ya no me sirves para nada, así que se acabó. Puedes intentar huír si quieres pero… Bueno, será para nada -sonrió cruelmente.
Poison abrió las alas, dispuesta a intentar salvar la vida. Maldijo una última vez su imprudencia antes de que un rayo de luz ocre estallara al lado de algunos encapuchados. La yegua miró a todas partes, buscando su procedencia, a la vez que otro rayo surgió desde algún lugar, alcanzando a alguno de ellos mientras Silver disparaba directamente a Poison un relámpago blanco.
Sin embargo no llegó a impactar contra ella ya que Fire Roar saltó frente a su capitana, interceptando el rayo con un escudo mágico conjurado ante ellos. El rayo mortal de Silver fue desviado, chocando contra las rocas del acantilado, que se desplomaron en distintas direcciones. Algunos de los cultistas encapuchados huyeron para ponerse a salvo de los peñascos que caían, mientras los demás protegían a Silver.
- ¡Capitana, yo te cubro!
- ¡Hay que salir de aquí!
Aprovechando el caos Poison y Fire salieron corriendo, mientras más disparos mágicos les pasaban rozando. Algunos rebotaron contra el escudo de Fire mientras Poison lideraba la huída por los callejones, doblando calles hasta que estuvieron lejos de la cala y no se oyeron más hechizos. Tampoco parecía que les estuvieran siguiendo. Poison aminoró la marcha y buscó un callejón oscuro para ocultarse. Fire hizo desaparecer el escudo, quedando ambos en la penumbra. Sólo la tenue luz de la luna, oculta por un manto de nubes, permitía al artillero percibir la silueta de su capitana. Tenía aspecto cansado y derrotado, respirando agitadamente tras la carrera. Sus ojos no brillaban como lo hacían habitualmente.
-Capitana, ¿qué ha pasado ahí? ¿Qué era todo eso?
Los ojos de pupilas azules se clavaron en los suyos.
-Tengo que irme, Fire. Helm Salt sabe cómo cuidar del barco en mi ausencia.
Aquellas palabras golpearon a Fire, que miró a su capitana sin comprender nada.
-Pero Poison…
- ¡Es una orden, Fire Roar! -la pegaso alzó la voz mientras se ponía la capucha y abría las alas-. Vete de aquí.
Antes de que el unicornio pudiera replicar otra vez, la yegua alzó el vuelo. Fire sólo pudo ver, impotente, cómo su capitana se perdía de vista en la oscuridad de la noche.
Apretando los dientes con rabia, salió corriendo hacia el barco. Sintió ganas de llorar, pero reprimió las lágrimas rápidamente. Se fijó en que el mar… estaba raro. No soplaba siquiera una ligera brisa, sin embargo, estaba agitado. Fire subió al barco, sintiéndose derrotado, y se dirigió al camarote de su capitana. Tal vez allí pudiera encontrar alguna pista.
El camarote se encontraba ordenado a excepción del escritorio, que permanecía cubierto de papeles, cartas de navegación y cachivaches varios; algunos de los cuales Fire no supo determinar qué eran. Permanecía exactamente igual que horas antes, cuando había estado bebiendo con ella. Respiró hondo. Todo el camarote olía a ella: a sal y cítricos. Se estremeció, intentando alejar de su mente los funestos pensamientos de que tal vez aquella fuera la última vez que disfrutaría de aquella fragancia. Si no hubiera huido, podría haber hablado con ella de sus sentimientos, podría haber pasado sus últimos instantes con ella…
Se dio un golpe contra la mesa, amortiguado por los papeles.
-Soy gilipollas. Soy un condenado y redomado gilipollas -se dio más golpes y después alzó la cabeza, frotándose el cuerno-. Podría haber salvado a Poison, pero en lugar de eso me quedé quieto mirando como un idiota, ¡maldita sea!
Dando un gruñido frustrado, tiró los papeles y trastos al suelo. No podía ver la pulcra letra de su capitana en cartas de navegación sin sentir odio por sí mismo.
-He visto cómo la prendían, atacaban, hechizaban y casi mataban, y yo allí, embobado escuchando cómo cantaba -se frotó la cara con los cascos-. Por qué tiene que tener una voz tan preciosa, j*der… -dio un fuerte golpe contra la mesa, haciendo rebotar objetos cercanos al escritorio-. ¿Por qué ha tenido que irse tan de repente, sin siquiera darme una explicación? Pensé que le importaba… ¡Soy un estúpido cobarde que ha sido incapaz de protegerla hasta que tenía un p*to rayo en la cabeza. ¡j*der!
Se revolvió la crin con fuerza, intentando sacar algo en claro de todo lo que había visto en vez de dejarse comer por la frustración. Respiraba con dificultad, demasiado alterado por toda una noche de acontecimientos violentos e inesperados.
-Esos tíos saben algo muy jodido y tiene que ver con la madre de Poison… ¿Pero el qué? ¿Qué ha sido toda esa mierda mágica? ¿Y qué ha pasado en el mar? -se asomó a la ventana, donde el mar seguía estando agitado-. ¿Qué tiene que ver ella en todo esto? -se apartó y se dejó caer derrotado en el sillón de la capitana. Tenía un pequeño cojín de color crema, lleno de bultos por el uso, que Fire acarició-. Tengo que encontrarte, Poison. No voy a permitir que te vayas -enarcó una ceja, pensando-. Si hace falta drenar para maldita gota de agua del mar para encontrarla, lo haré con mis propios cascos de ser necesario.
Levantándose de un salto, salió del camarote y tañó la campana de emergencia del barco. Sus compañeros se reunieron al poco rato en cubierta, trastabillando, con evidentes signos de confusión y mucho sueño. Fire no supo bien cómo enfrentarse a todos ellos y se les quedó mirando, buscando las palabras adecuadas.
-Fire Roar, ¿qué se supone que haces? Esa campana sólo puede tañerla la capitana -Helm Salt le miró molesto.
-Ese es el principal problema. Poison no está. Se ha ido -dijo Fire tras una pausa.
Toda la tripulación se miró entre sí, confusa. Estaban demasiado cansados y somnolientos para entender a Fire. Sin embargo, Helm Salt y High Tide se miraron entre sí, temiéndose lo peor.
-Todo el mundo al comedor. Tenemos reunión de emergencia -ordenó el teniente.
La tripulación gruñó descontenta, pero todos se dirigieron a regañadientes al comedor, que hacía las veces de sala de reuniones. Una vez estuvieron todos sentados, Fire Roar estampó el casco sobre la mesa, acallando inmediatamente el caos. Todos los miembros de la tripulación le miraron, con una mezcla entre odio, miedo y respeto.
-A mí me hace la misma gracia que vosotros lo que ha pasado -comenzó a hablar el unicornio-. Aún no entiendo bien qué es lo que vi, pero ha pasado algo gordo y nuestra capitana ha tenido que huir. Pero sé que no nos ha abandonado.
- ¿Y cómo lo sabes? Nunca nos avisó de esto. Se mantuvo callada y ni siquiera te dijo nada a ti -dijo alguien, con tono acusador-. Si la señorita se ha ido, el barco es nuestro, punto.
-De eso nada. Ella me ha dicho “espero volver pronto”, significa que volverá, vete tú a saber cuándo, pero volverá -Fire sacudió la cabeza-. Estamos hablando de Poison, j*der. De nuestra capitana. De aquella yegua que nos aceptó a pesar de nuestros antecedentes, nuestro pasado, de ser una escoria para la sociedad. Ella no nos abandonaría así como así. Si ha huído hay alguna razón para ello.
- ¿Y qué va a ser de nosotros ahora? Se ha ido sin más. Y no es seguro que vuelva.
Fire se quedó callado, pensativo. No tenía una respuesta posible a eso.
Sin embargo, al otro lado de la mesa, dos sillas se retiraron, llamando la atención de los presentes. Los asientos, correspondientes al teniente High Tide y al contramaestre Helm Salt, ambos al lado de la silla que ocupaba Poison al frente de la mesa, chirriaron mientras los dos sementales se levantaban. Ambos, con mirada oscurecida, encararon a la tripulación y a Fire.
-Tenemos algo que confesar -empezó High Tide-. Y es que… Nosotros sabíamos desde el principio lo que ocurría.
El silencio cayó como una losa sobre todos los presentes. El contramaestre carraspeó y continuó.
-Nosotros nos encargábamos de portar los chismes comunicadores durante la misión. Y podíamos oír todo lo que decía la capitana cuando hablaba con alguien. Hubo un momento en el que empezó a hablar con un extranjero, Silver Dusk, creo que se llamaba. Y le habló de su madre.
Un murmullo indignado se expandió por la mesa, a excepción de Fire, cuyos ojos chispeaban de rabia. Helm Salt continuó rápidamente.
-Yo no sabía nada de esto… Creo que ninguno lo sabíamos -sacudió la cabeza-. Al parecer la madre de la capitana está muerta, o eso creía ella. Este desconocido, el tal Dusk, le dijo que estaba viva y que necesitaba su ayuda, que tenía que abrir un sello y debía hacerlo sola.
-Es por eso que la capitana huyó esta noche -siguió High Tide-. Sin decir nada a nadie, sin que ninguno lo supiera, excepto nosotros -miró hacia abajo, y su voz se tornó temblorosa, arrepentida-. Helm y yo estuvimos tentados de hablar con ella cuando llegamos, de ofrecerle nuestra ayuda, es nuestra capitana, al fin y al cabo. Pero… Nos rajamos.
-Dimos por hecho que Poison no iría, que lo consideraría una trampa, o que nos acabaría avisando de ello pero… No fue así.
-Tenemos órdenes generales de encargarnos del barco en el caso de que Poison no esté -el teniente alzó la cabeza, sin embargo su mirada era casi atemorizada-. Pero esto es casi una traición, a ella y a la tripulación. Por eso aceptamos si nos echáis de aquí ahora mismo.
El murmullo estalló en gritos, casi todos de crítica hacia el unicornio y el poni de tierra. Sin embargo Fire Roar permanecía mortalmente callado. Miraba a ambos, cambiando la dirección de sus ojos lentamente. Su respiración casi parecía un gruñido que acabó por imponerse al jaleo creciente. De nuevo, se hizo el silencio, a excepción del grito que estalló en la boca del unicornio.
- ¡¿ME ESTÁIS DICIENDO QUE LO SABÍAIS TODO Y NO HICISTEIS NADA!? -el joven semental se subió a la mesa de un salto y avanzó furiosamente hacia el teniente y el contramaestre. Con su magia, los sujetó por la cabeza y las juntó, apretando para impedir que se movieran. Sin embargo, ninguno de los dos opuso resistencia, mirando a Fire con expresión culpable-. ¡Nuestra capitana podría haber muerto, gilipollas! ¡j*der, todo el mundo aquí cree que soy imbécil pero fui el único con las luces suficientes para ir tras ella! ¡Y vosotros, tristes cobardes, os fuisteis a dormir la mona como si nada! ¡Podría meteros en la p*ta boca de uno de mis cañones y mandaros a ser carnaza de kraken!
Fire Roar se dio la vuelta, soltando el agarre mágico sobre la cabeza de sus compañeros. El unicornio miró a todos los presentes, que le observaban como si fuera un fantasma. Nadie se atrevió a abrir la boca.
-A mis ojos sois unos asquerosos traidores -sentenció con voz dura-. Pero por suerte para vosotros os necesito para encontrar a la capitana. Os necesito a todos. Que Poison haya huido no quiere decir que la tripulación esté perdida. Somos fuertes, somos valientes, somos la p*ta tripulación de La Sirena Mutilada. La falta de nuestra capitana no nos hace más débiles, nos hace más mortales, ¡nada nos detendrá a la hora de encontrarla! -Fire miraba a sus compañeros, insuflando confianza a medida que hablaba-. Vosotros dos estáis al mando ahora, demostrad que sois de confianza y enmendad vuestro error. Es lo que Poison querría -miró de reojo al Helm y Hide, que asintieron con alivio-. ¡¿Qué co*o somos, gallinas o piratas!?
- ¡PIRATAS! -gritaron todos al unísono.
- ¡Eso es! Somos piratas, eso significa que somos libres, y no vamos a permitir que un unicornio afeminado nos robe a nuestra capitana, ¿verdad?
- ¡Verdad!
-Entonces, ¡¿quién está conmigo para buscar a Poison y darles una patada en el culo a esos putos brujos!?
Gritos resonaron por la sala mientras la tripulación daba golpes en la mesa, coreando el nombre de Fire. En ese momento la profunda voz de Mess Aboard resonó sobre los demás.
-¿Y ahora qué hacemos?
De nuevo, volvió a implantarse el silencio en el comedor.
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· ¡Sorpresa! Capítulo nuevo antes de que pase un año. Todo un record, sin duda
· Empieza a ponerse interesante la historia ^^ Espero que os vaya gustando tanto como a mí
· Como siempre, mil gracias a mi querido Volgrand por ayudarme tanto con esto
·No sé con certeza cuándo publicaré el siguiente, pero sí puedo adelantar que tengo bastantes escenas escritas desde hace mucho, por lo que espero y deseo que no me lleve demasiado tiempo. Os agradezco mucho, a los pocos que me leéis, que tengáis tanta paciencia conmigo XDDD