Capítulo 16 – El primer paso
El sol resplandecía sobre el parque central de Canterlot aquella preciosa tarde de primavera, la cual era disfrutada tanto por los ponis adultos como por los más pequeños quienes aprovechaban el amplio espacio verde para jugar y corretear pues, siendo que la mayor parte de los habitantes de la ciudad vivía en departamentos con un espacio abierto muy reducido, aquel era un gusto que no podían darse cuando querían tal y como si lo hacían los habitantes de pueblos como Ponyville. Allí, dos hermanas unicornio se encontraban descansando en una banca a la sombra de un gran árbol, con la intención de despejarse de la situación por la que habían pasado no mucho tiempo atrás.
Luego de la reunión con el señor Arrow, la hermana mayor había propuesto ir al parque para respirar un poco de aire fresco, y la menor sólo respondió con un leve asentimiento lo cual, dada la situación, fue suficiente para la otra. Habían estado allí sentadas durante casi diez minutos en silencio, sólo contemplando el paisaje. Rarity esperaba que fuera Sweetie Belle quien abriera la conversación y le hablara de lo que había sucedido, pero con cada segundo que pasaba sus esperanzas se perdían un poco más.
Por el otro lado, la amargura que sentía Sweetie Belle era la peor que hubiera sufrido en toda su vida, pues nunca había imaginado que algún día podrían, básicamente, echarla de la academia, pero lo peor era la respuesta de su hermana mayor ante ese terrible percance. Si se hubiera enfurecido y le hubiera gritado, probablemente habría sido algo mucho más simple de manejar, pues habría sido fácil responderle con el mismo enojo y encerrarse en si misma; pero no fue así. La decepción que notó en sus ojos cuando cruzaron miradas en aquella oficina dolieron en su alma, y la vergüenza que ahora sentía a causa de ello le hacía preguntarse si alguna vez su hermana mayor volvería a verla como antaño.
La unicornio menor volvió sobre aquel instante una y otra vez, mientras intentaba responderse a si misma... ¿por qué? Si sabía lo que le deparaba si la atrapaban, si sabía lo que sucedería si respondía a aquellas provocaciones con violencia, ¿por qué? ¿Por qué se había permitido caer presa de esas emociones, dejando que la dominaran? La respuesta más fácil era que simplemente no estaba atravesando el momento más estable de su vida. Después de todo, había estado a punto de morir varios días atrás y su agresora aún rondaba libre en las calles, pero eso no era todo.
Hacía varias semanas que fantaseaba con enfrentarse a la molesta poni gris, aquella que había oscurecido sus días durante su niñez, aquella que no perdía ocasión para provocarla, para molestarla, para herirla. En el fondo, solo quería provocarle una mínima parte del dolor que ella le había causado, aún si era a costa de que la expulsaran. Aquel era el pensamiento que cegó su mente durante aquel instante, cuando la potra gris se sentó junto a ella, y desde ese momento fue incapaz de alejarlo. Para entonces, la decisión ya estaba tomada.
Pero ahora, el peso de esa decisión recaía sobre ella con una fuerza devastadora, y solo entonces comprendió las implicaciones que su actuar había tenido, y que tendría en un futuro cercano. Ahora solo deseaba escapar, correr, y esconderse en donde nadie más pudiera encontrarla. Estaba aterrada, pues nunca había sentido algo así en su vida. Su mundo estaba envuelto en tinieblas y ella estaba paralizada, de pie frente a un futuro incierto.
—Sweetie... —La voz de la yegua mayor la sacó de sus pensamientos, y la potra se volteó hacia ella con una mirada indiferente, intentando esconder sus emociones—. ¿En qué estabas pensando? —Preguntó con una expresión preocupada.
—En que la odiaba. —Respondió, con absoluta sinceridad—. En que la odiaba, y quería herirla, tanto como ella me había herido. —Dijo al bajar la mirada.
—La violencia nunca resuelve nada, Sweetie. Tan solo mira lo que te ha hecho. Te han suspendido por causa de eso. —Intentó hablarle con una voz dulce y calmada, pero aquel tono no llegó a la potra.
—No tienes que recordármelo. —Respondió con amargura.
—Tengo que, porque soy tu hermana mayor. —Intentó sonreírle—. Tal vez no lo parezca, pero una vez tuve tu edad. Escucha, sé por lo que estás-...
—¡No, no lo sabes! —Gritó en un arranque de ira—. ¡Ni tú, ni nadie! ¡Nadie sabe por lo que estoy pasando, ni por lo que he pasado! ¡Estas últimas semanas no han sido más que terribles! ¡Y ni siquiera puedo...!
Sweetie Belle era incapaz de continuar por causa del nudo en su garganta. La potra sentía que estaba a punto de reventar, y no sabía a donde dirigir las emociones que la agobiaban. Solo entonces se dio cuenta de que dirigirlas a alguien que solo estaba intentando apoyarla era lo peor que podía llegar a hacer, pues sabía que no tardaría mucho en lamentarlo, y no podía dejar que las cosas quedaran así entre ella y Rarity. La apreciaba demasiado como para permitir algo así.
—Lo... lo siento. —Se disculpó con una voz quebradiza al bajar la mirada, a punto de romper en llanto. Su hermana se incorporó de la banca y, sin decir otra palabra, la abrazó con fuerza. Aquel gesto desconcertó a Sweetie en un principio, pero no tardó en dejarse llevar por la calidez en el abrazo de su ser querido.
—Todo estará bien. —Le dijo la yegua con un tono de voz aún más cálido y Sweetie Belle, a pesar de todo, no pudo evitar sonreír, pues eran las tres palabras que su corazón necesitaba escuchar en aquel preciso instante.
—Hice algo terrible. —Dejó escapar—. No hay vuelta atrás de eso.
—Lo hecho, hecho está, y no puede remediarse. Pero puedes dejar que eso te hunda, o puedes hacer un esfuerzo y salir adelante. —Aconsejó la mayor.
—No sé si podré salir adelante después de haber pisoteado mi propio futuro por una riña. No me tomarán en serio después de esto. —Sus ánimos decayeron nuevamente al considerarlo.
—Tendrás que esforzarte el doble para que lo hagan. —Sonrió la unicornio.
—Nada me asegura que me admitirán de nuevo en la academia. El rector dijo “hasta nuevo aviso”, pero es probable que ese aviso nunca llegue. —Replicó Sweetie, falta de esperanzas.
—Esperemos lo mejor, entonces. —Cerró los ojos sin desvanecer su sonrisa.
—¿De verdad crees que todo estará bien?
—Estoy segura de que todo se solucionará. Pero si quieres que así sea, tendrás que poner de tu parte.
—Lo sé. —Sonrió, relajando su cuerpo y dejando descansar la cabeza en el hombro de su hermana—. Gracias Rarity.
—¿Por qué me das las gracias? Soy tu hermana mayor, es mi trabajo darte ánimos cuando los necesites. —Rió ella.
—Doy las gracias porque eres la mejor hermana que hubiera podido pedir. —Dijo sinceramente, y la mayor no pudo evitar emocionarse ante sus palabras.
—Oh... anda, vas a hacerme... —Comenzó a decir, pero ya era tarde, pues las lágrimas ya estaban bajando por las mejillas de la modista, mientras abrazaba a la menor con más fuerza.
—Hermana... no puedo... respirar. —Alcanzó a decir entrecordatamente.
—Lo siento. —Dijo sin dejar de llorar, pero en ningún momento aflojó su agarre, y a Sweetie no le quedó otra opción más que quedarse ahí, feliz entre los brazos de su querida hermana, feliz de saber que había alguien que nunca le faltaría, alguien con quien siempre podría contar.
Unos minutos después, las dos unicornios se habían sentado en la banca nuevamente, recuperando en parte la normalidad de su día mientras conversaban amenamente, y ninguna tenía pensado desaprovechar aquella ocasión.
Después de todo, hacía meses que no se reunían a platicar de esa forma dados el trabajo de la mayor y los estudios de la menor. Y cuando se veían en las reuniones familiares simplemente no era lo mismo, pues estaban en presencia de sus padres y del mismo Fancy. No era que le molestara, pero rara vez podían tener una conversación de chicas como aquella.
—Entonces, ¿tu nueva empleada te sigue dando problemas? —Preguntó Sweetie, divertida.
—En parte, a decir verdad. —Suspiró la mayor— Trabaja bien, pone mucho empeño en sus labores, pero es demasiado impuntual y a veces no se lo toma en serio.
—¿Ya hablaste con ella al respecto?
—Lo hice, pero no creo que haga mucha diferencia. Debería ser más estricta, lo sé, pero esa chica tiene otro trabajo aparte del de la boutique, y por cómo se ve al llegar puedo asegurarte de que no está durmiendo lo suficiente. —Comentó la unicornio, algo preocupada.
—Dos trabajos... cielos, no puedo imaginarlo. —Sonrió la potra.
—Exacto, y eso sin contar que también está a cargo de un familiar mayor. Si fuera alguien más no tendría problemas para ponerme firme, pero ella en verdad se está esforzando mucho.
—De verdad la aprecias, ¿no es así?
—Creo que sería más acertado decir que... la respeto. No cualquiera llega a hacer lo que ella. —Dijo Rarity, dibujando una pequeña sonrisa. No era difícil ver que la modista realmente estimaba a su asistente.
—Tienes razón. —Respondió la menor—. Por cierto, llegaste bastante rápido. —Comentó, y la mayor la miró extrañada—. A la academia, quiero decir. Cuando el asistente del rector fue a buscarte creí que pasarías un buen rato buscando el atuendo adecuado para ir. Sin ofender.
—No me ofende, después de todo lo habría hecho. —Soltó una pequeña carcajada—. Pero no hubo necesidad esta vez, pues ya estaba arreglada, y el asistente me encontró justo cuando estaba regresando a casa.
—¿Saliste temprano del trabajo? —Preguntó con curiosidad, y por alguna razón su hermana dudó mucho antes de contestar.
—No exactamente. —Respondió sonriente—. Es... complicado. Más adelante te lo contaré.
—¿Qué? Vamos, ¡no es justo! —Se exasperó la potra—. Anda, dime.
—No lo sé...
—Por favor. —Se arrimó a ella, mirándola con ojos suplicantes—. ¿Si?
—Pequeña diablilla. —Rarity rió por lo bajo ante aquel truco tan bajo del cual su hermana hacía uso cuando buscaba sonsacarle alguna información—. De acuerdo, te lo contaré. Pero con una condición.
—¿Cuál? ¿Cuál? —Preguntó impaciente.
—Que no debes contárselo a nadie. Ni a mamá, ni a papá, ni a Fancy, ni a Twilight, ni a Spike, ni-...
—¡Ya entendí! No se lo contaré a nadie. —Interrumpió la menor exasperada, y su hermana sonrió con ojos cerrados—. Cielos...
—Tenía que estar segura.
—¿Entonces? —Preguntó, y Rarity se acercó a ella para hablarle con un tono confidente.
—De acuerdo, fui al doctor y-... —Apenas había empezado cuando la energía y entusiasmo de la menor tomaron partido.
—¡¿Acaso estás e-...?! —Habiendo anticipado la reacción de Sweetie, Rarity le tapó el hocico con su casco derecho.
—Dijiste que no se lo dirías a nadie, y estuviste a punto de gritarlo a todos en el parque. —Respondió con voz tranquila.
—Lo siento, no pude contenerme. —Se apresuró a disculparse, sólo para darse cuenta de la razón por la cual la mayor había impedido que lo dijera. Había dado en el clavo—. Espera, ¿entonces...?
—Así es. —Respondió, con una sonrisa que apenas alcanzaba a expresar la felicidad que sentía en aquel instante.
—No... no puedo creerlo. —Soltó Sweetie, con los ojos muy abiertos, y una emoción abrazadora llevándose todo lo malo que había en su mente. Sólo una cosa importaba ahora—. ¡Voy a ser tía! —Susurró con una sonrisa de oreja a oreja, intentando contenerse—. ¿Cómo le pondrás si es potrillo? ¿Y si es potrilla? ¿Puedo ir a cuidarlo cuando salgas a trabajar? ¿Puedo enseñarle magia? ¿Podremos ir a pasear juntos? ¿Podemos-...?
—Creo que es un poco pronto para hablar de todo eso, ¿no crees? —Interrumpió la mayor—. Pero recuerda, no sé lo digas a nadie. Aún no he encontrado la forma más adecuada de darle la sorpresa a Fancy, o a nuestros padres, así que quiero que guardes el secreto hasta entonces. ¿Me lo prometes?
—Voy a ser tía. ¡Voy a ser tía! —Susurró, ahogando el grito.
—Tomaré eso como un sí. —Respondió Rarity, segura de que su hermana podría cumplir con aquel pedido.